“Fashion” Fic Twc / Toll escrito por MizukyChan
Capítulo 4: Calma
Beauty is where you find it. Not just where you bump and grind it.
(La belleza está donde la encuentras, no sólo donde se fabrica. “Vogue”)
Tras salir de la clínica, Bill no dejaba de sonreír al ver como Tom miraba a través de la ventana, con sus radiantes lentes de contacto nuevos, parecía un niño embelesado camino a Disney World.
—¿Hacia dónde Tom? —preguntó el pelinegro, tras llenar el estanque de su auto.
—A mi casa, no es muy lejos —le dio las indicaciones y partieron, en tan sólo diez minutos ya habían llegado.
Como era de esperar, el cantante arrugó la nariz y puso la alarma de su vehículo, temeroso de no encontrarlo cuando bajara de la “sesión de estudios”.
—No te preocupes Bill, los edificios se ven viejos, pero la gente es muy buena, nadie te robará —dijo leyendo la mente del pelinegro, quien sólo asintió y le siguió.
—¿Y el ascensor? —preguntó incrédulo al ver en plena entrada, la inmensa escalera.
—Lo siento, te dije que era un edificio viejo —Tom nuevamente se sonrojó—. Lo siento.
—No es tu culpa, vamos —le volvió a tender la mano al rastudo, quien caminó sin tomarla. Al igual que en la clínica, el pelinegro sintió una punzada de dolor al ser rechazado.
&
Cuando llegaron al rellano del tercer piso, Bill respiraba tan agitadamente, que Tom pensó que sufriría un infarto y lo detuvo.
—Bill detente.
—¿Por fin llegamos?
—No, vamos al piso siete, pero parece que morirás si sigues caminando —dijo el rastudo y sin poder evitarlo, le acarició el cabello, provocando un sonrojo en el menor.
—No me consientas —le regañó el pelinegro.
—Tengo un poco de agua —sacó su botella personal y se la extendió, Bill la tomó y sus manos se juntaron y el rastudo arrugó el ceño—, mejor no la bebas.
—¿Por qué? —el menor, ya estaba salivando para poder tomar aunque fuera un sorbo.
—Es mía, ya bebí de ella —Bill lo miró y vio la angustia en los ojos del otro.
—Oh my God Tom —respondió él con una sonrisa, ya sabía por qué los ojos de Tom eran tan especiales. En ellos podías ver a Tom, veías su alma, veías su honestidad, su angustia, su… todo.
—Lo siento Bill.
—No lo sientas, dame acá —le quitó la botella y bebió de ella, hasta el final y luego ambos sonrieron—, lo siento no te dejé nada.
—Ja, yo no lo necesito, estoy acostumbrado a correr por estas escaleras.
—¿Correr? —Bill miró al chico, su mochila y los enormes volúmenes de libros que cargaba y simplemente, alzó una ceja—, ¿con todo eso?
—Claro, es mi forma de entrenar cuando no estoy cerca de las pistas —dijo el chico con un deje de orgullo en su voz.
—¿O sea que no te paseas con todos esos libros para estudiar? —insistió el menor.
—¿Estás loco? —bromeó el de rastas y comenzó a levantar los volúmenes, como haciendo pesas—, es para ayudar a mis brazos, qué crees ¿qué soy una especie de nerd?, ¿por eso pediste mi ayuda? —preguntó de pronto, olvidándose de sus improvisadas pesas y mirando fijamente al pelinegro, suplicante y temeroso a la vez.
—Tom no es eso —el pelinegro se sonrojó—, sí pensé que los usabas para estudiar, pero no te pedí ayuda porque pensé que fueras nerd —sacudió la cabeza, rogando que Tom quitara esa mirada de angustia de su rostro—, ¿dónde obtuviste esos enormes libros? —preguntó para romper el incómodo silencio que se formó.
—Oh… mi jefe y amigo, el señor Collins, dueño de la mini biblioteca en la que trabajo, me presta estos libros, porque no son muy populares y son lo suficientemente grandes para ayudarme con mi entrenamiento —respondió el rastudo con admiración por el hombre—. Él es una gran persona.
—Ya veo —el pelinegro volvía a ver el brillo en los ojos castaños de Tom y se preguntaba si algún día los vería brillar al mencionar su propio nombre a través de sus labios.
—¿Bill? —le llamó, sacándolo de su nube.
—¿Mm?
—¿Seguimos?
—Oh, sí, por su puesto.
&
Completamente exhausto, Bill jadeaba en la puerta y el aire simplemente dejó de entrar en su sistema, cuando Tom la abrió y le dejó ver dónde vivía.
—Pasa —le pidió y luego se tensó al ver que el rostro de Bill, lentamente perdía todo rastro de color—. No es mucho, pero está muy limpio.
Por la mente del pelinegro se pasaron miles de imágenes, era como una película de terror y llegó a pensar que un ratón mutante aparecería y le arañaría su perfecto rostro. Luego todos esos pensamientos infantiles fueron cambiados a ¿cómo alguien puede vivir en un lugar tan pequeño?
—No quieres entrar —no fue una pregunta, más bien una afirmación, al notar la rigidez y desconfianza con la que Bill miraba todo a su alrededor.
—No… —dijo el menor. Tom le miró con tristeza—. No lo entiendo —se corrigió.
—¿Qué?
—¿Por qué vives aquí?
—Mis padres murieron cuando yo tenía quince y desde los dieciséis trabajé duro para dejar tranquilos a los tíos que cuidaban de mí —dijo el chico mirando el piso—, no me gusta ser una molestia, no me gusta que me miren con lástima.
Esas palabras nuevamente golpearon el corazón del menor, quien sujetó la mano del rastudo y entró en el apartamento.
—Pues qué bien, porque yo no conozco esos sentimientos —dijo valiente y entró, cerrando la puerta tras él.
—Gracias Bill —susurró el mayor a sus espaldas.
—Deja de darme las gracias y de disculparte, como si hubieras hecho algo malo, ¿está claro?, eres mi profesor ahora y quiero que te comportes como tal —habló con frialdad, cosa a la que estaba acostumbrado, sin embargo, el nudo que tenía en la garganta, no se iba por mucho que intentara tragarlo.
&
Se acomodaron en un viejo sofá y Tom acercó varios cuadernos y un diccionario. Bill lo miró con incredulidad, levantando una ceja y preguntó.
—¿Qué es todo esto? —usó su pose de “diva” para mostrar el diccionario de inglés.
—¿Ya te olvidaste? —el rastudo rodó los ojos—, tenemos una exposición evaluada la próxima semana, el viernes justo antes del almuerzo.
—¿Yo también? —preguntó sorprendido.
—Bill, estamos en las mismas clases.
—No puedo creerlo y ¿cómo es que nunca te había visto? —el pelinegro estaba aturdido con ese pedazo de información, este era su cuarto año en la escuela, ¿cómo no había descubierto los hermosos ojos de Tom antes?, claro… estaban cubiertos por esos horripilantes lentes.
—Ay Bill —dijo el rastudo como una queja—, es que tú no ves a nadie que no sea “pretty”, recuerda tu estúpido lema de “no one ugly allowed”.
De pronto todos los colores se fueron a las mejillas del menor, y su lema le sonó vacío y sin sentido, por causa de esa frase, había pasado tres años ignorando a Tom, sus magníficos brazos tonificados, su cuerpo bronceado y sus ojos… llenos de ternura e ingenuidad.
—Lo siento Bill —la mano callosa del mayor, se posó en la suya—, no soy quien para juzgarte —el pelinegro sólo asintió.
—¿Y de qué va la tarea? —cambió rápidamente de tema.
—Música, mi materia favorita —el rastudo levantó ambas cejas para bromear, sacándole una sonrisa al menor—, escogemos un tema, exponemos y luego la maestra nos hace preguntas, es más que nada para demostrar nuestra buena pronunciación.
—Genial.
—En mi opinión, tú hablas bastante bien el inglés.
—No lo creo, lo hago bien en las canciones de la banda, porque es mi obligación, pero en una verdadera conversación, no estoy seguro de hacerlo bien —dijo el pelilargo, siendo honesto con su nuevo maestro.
—¿Practiquemos? —pidió el rastudo.
—¿Cómo?
—Yo te pregunto cosas y tú me respondes.
—Ok —sacudió su largo y oscuro cabello y esperó.
—Why do you need my help? (¿Por qué necesitas mi ayuda?) —preguntó el de rastas por centésima vez en el día.
—Why do you insist on that? (¿Por qué insistes con eso?) —contra-atacó el moreno—. I told you. You are a good student and I don’t want to be with an ugly teacher (Ya te lo dije. Eres un buen estudiante y no quiero estar con un horrible profesor)
—You see, your English is almost perfect (¿Ves?, tu ingles es casi perfecto) —se defendió el rastudo.
—Whatever (lo que sea) —el pelinegro se alzó de hombros.
—You are hidding something (estás escondiendo algo) —dijo testarudo el mayor.
—Stop it! (Ya detente) —pidió el moreno—. No quiero seguir teniendo esta charla, además me muero de hambre.
Esta vez fue el turno de Tom de enrojecer hasta las orejas.
—Tengo comida china instantánea —ofreció y corrió a la cocina a poner agua a hervir.
Sin ocultar su curiosidad, Bill fue tras él y se fijó que aunque el apartamento fuera pequeño y viejo, estaba limpio, ni siquiera había trastos en el fregadero, todo estaba completamente reluciente, causando la admiración del menor.
—¿Sabes qué?, ordenemos algo —dijo con una sonrisa en la cara.
—Pero…
—Me apetecen unas buenas hamburguesas de McDonald’s —dijo el moreno con una enorme sonrisa y saboreándose ante la sola expectativa.
—¿Qué? —Tom no creía lo que sus oídos escuchaban.
—Eso mismo —sacó su celular y marcó, pidiendo exclusivamente que llevaran la máquina para pagar con tarjeta.
Se sentaron en el sofá nuevamente y sin poder evitarlo Tom preguntó.
—¿No se supone que odias todo lo americano, en especial McDonald’s?
—Bueno eso… —el pelinegro se llevó la mano a la boca a punto de morderse las uñas, pero la mano de Tom lo detuvo.
—Tranquilo… no le diré a nadie si no quieres.
—Eso es parte de mi imagen.
—Eso es una estupidez —volvió a regañar el de rastas.
—Lo sé…
—¿Y entonces? —insistió el mayor.
—La mayoría de las empresas que hacen negocios con mi padre son Norteamericanas —Bill levantaba la cabeza apenas para ver los ojos del mayor—, pero son ellas las que ocupan la mayor cantidad del tiempo de mi padre. O está trabajando o está allá, en Estados Unidos, es… solitario.
—Te entiendo —le pasó la mano por la rodilla, confortándolo.
—En serio lo extraño —sin previo aviso, recibió un abrazo, que correspondió de inmediato.
Bill no podía entender, por qué estaba hablando de cosas personales con este chico que apenas conocía desde hace horas. Sin embargo, los ojos de Tom le aseguraban que él jamás se burlaría de sus emociones, jamás le regañaría por mostrar debilidad, Tom simplemente estaba allí para brindarle su apoyo, no para aceptarlo, no para darle su aprobación.
La carga emocional que Bill tenía acumulada por tanto tiempo, explotó y sollozó en el pecho del otro chico, quien repartía caricias suaves en su espalda, mientras con su cara, acunaba su frente. Era una posición íntima, en la que hace bastante tiempo ninguno de los dos había estado.
El pelinegro lloró un buen rato, hasta que sus lágrimas se secaron y su respiración se calmó, Tom nunca dejó de abrazarle y se quedaron quietos y en silencio, hasta que el golpe en la puerta los separó.
—Debe ser la comida —dijo el rastudo.
—¿Dónde está el baño? —preguntó el pelinegro, corriendo hacia el interior del departamento, entrando en la primera puerta que vio, para arreglarse el maquillaje «Antes muerto que sencillo», pensó y volvió a la sala.
—Muchas gracias —decía el rastudo.
—Hey, yo pago —avisó al chico de la gorra, quien preparaba la máquina.
Tom entró con las bolsas, para ponerlas en platos y llevarlas de regreso a la sala, junto con vasos de cristal.
—Ñami, ñami —dijo feliz el menor y se sentó en el suelo, cual niño pequeño a comer sus papitas fritas untadas con kétchup.
—¿No puedo creer lo que veo? —dijo Tom fingiendo admiración.
—¿Qué cosa? —Bill le miró aterrado, tan bajo había caído en sólo un día.
—Mira esto —el de rastas acercó su índice y limpió la comisura del labio del pelinegro, de una manchita de kétchup y se la llevó a sus propios labios—. Estás sucio pequeño bebé —se burló, ambos rieron, pero Bill estaba completamente sonrojado, acaso eso había sido un “beso indirecto”.
«¡Oh Dios! Estoy perdiendo la cabeza y eso que sólo hemos empezado el cambio hoy», se dijo mentalmente el chico moreno y volvió a comer.
—Me gusta verte así Bill…
—¿Achi gomo? —preguntó con media hamburguesa en la boca.
—Al natural… como una persona normal.
Si estas palabras hubiesen venido de cualquier otra fuente, Bill las habría tomado como un insulto, pero al venir de Tom, era más bien un halago.
& Continuará &
¿Qué pasará mañana en la escuela?, ¿Bill ignorará a Tom, hasta que esté completo el cambio? ¿Habrá algún avance entre Chantelle y Gustav? No se pierda la continuación.
💋me la paso bien en mi soledad leyendo fick no me hafe falta nada🤗🤗 me gusta esta historia💋
Yo feliz de contribuir a que lo pases bien leyendo MUAK