Wow gente, este sin duda, es el fic más largo que he escrito en toda mi vida. Me pregunto si será el único así de largo que cree. En fin, mil gracias por seguir aquí, ahora sólo espero me acompañen hasta el fin. Bueno, no más cháchara y aquí está la continuación.
“Fashion” Fic Twc / Toll escrito por MizukyChan
Capítulo 40: Cuenta regresiva. (Parte 1)
—Tenemos que hablar con papá —demandó el pelinegro.
—Está bien.
Bill se levantó de la cama y dio una rápida y fugaz mirada a su cuerpo sudoroso, por la exquisita felación que su adorado rastudo le había regalado. Pese a lo extraño de la situación soltó una sonrisa, que Tom no vio, pues estaba sumido en un drama interno.
—Me daré una ducha —comentó el moreno y su novio asintió, guardando silencio—. No tardaré.
Se puso de pie y salió de allí rumbo al baño, esperando que el agua caliente no se fuera a terminar repentinamente, como le había ocurrido antes en ese departamento.
Entre tanto, Tom se puso de pie y cogió unas nuevas prendas, vistiéndolas, sin ver nada, pues sus ojos aún estaban nublados por las lágrimas que no querían desaparecer.
Escuchó el ruido de la ducha y apretó los puños. ¿Cómo era posible que Bill se portara tan tranquilamente? ¿Acaso realmente estaba pensando en hacer una locura? ¡No! Acababa de asegurarle que no intentaría suicidarse, pero el haber recordado una violación, no era algo tan simple de superar. Después de todo, su subconsciente lo había guardado en el olvido porque era una carga demasiado dolorosa que sobrellevar, y ahora, que regresó de pronto, no era cosa de decir “lo superaré” y listo. Tom sabía lo suficiente como para entender que las cosas no serían tan sencillas. Tal vez habría más cortes en su pálida piel, tal vez problemas alimenticios y muy posiblemente, un nuevo intento de suicidio. Se estremeció ante el pensamiento y, arrugando el ceño, caminó a paso lento hasta la sala.
Al sentarse en el sofá, escondió su cabeza entre las piernas, sintiéndose completamente egoísta, recriminándose los hechos recién acontecidos.
«¿Cómo no pensé que esos recuerdos reprimidos eran el resultado de una violación? ¿Cómo pensé sólo en mí y en mi deseo de hacer el amor con Bill? ¿Cómo no me di cuenta antes sobre esto? ¿Cómo me gasté el tiempo tratando de superar mi propia obsesión sobre tener sexo con otro hombre, en lugar de ponerme en la situación de mi pequeño?»
Tom se castigó mentalmente, sin darse cuenta de que su novio había dejado el baño y, completamente vestido, lo observaba desde el marco de la puerta. Bill suspiró acongojado, ver a su rastudo así de triste por algo que le había ocurrido a él, le demostraba una vez más, cuanto le amaba y lo único que quería hacer era corresponder su amor, pero debían aclarar algunas cosas antes, debía pedir ayuda a su padre y hacer justicia.
—Tomi… —susurró y al no ver ninguna reacción, se acercó hasta él y se arrodilló a su lado, tomando sus manos—. ¿Estás bien?
—No… —respondió el mayor, levantando la vista, mostrando todas las lágrimas que derramaban sus ojos.
—Oh, Tomi —Le abrazó el pelinegro.
Por primera vez desde que los chicos se conocieron, era Bill quien consolaba al otro. El pelinegro siempre sitió el apoyo desinteresado de Tom y a pesar de conocerlo desde hacía meses, le entregó su absoluta confianza, sabía que el rastudo jamás le defraudaría, ni tampoco usaría los secretos de la “Diva” para hacerle daño. Y ahora, era su turno de ofrecer su hombro, para dejarle llorar en él.
—No tengas miedo, Tomi —susurró el pelinegro en el oído del mayor.
—¿Cómo no tenerlo? —contestó sinceramente—. No quiero que después de este período de fortaleza, te derrumbes como un castillo de naipes.
—No lo haré.
—No puedes saberlo —Tom se soltó del abrazo para verle a los ojos—. ¿Sabes lo mucho que me costó superar la muerte de mis padres? ¿Sabes lo solo que me sentí?
—Por eso, Tomi, sé que no me derrumbaré —Sus ojos brillaron con sinceridad y sonrió levemente a su novio—. Sé que tú estarás aquí, siempre —El mayor asintió—. Si tú estás a mi lado, no me rendiré. Sé que temes a esto —Guió la mano de Tom, hasta su muslo lastimado—. Y te aseguro que no lo haré más, porque estamos conectados y lo que menos deseo es hacerte daño.
—Billa…
—Además —Sus mejillas se encendieron—. Puede que creas que me quedaré traumado para siempre, pero te deseo, Tomi —Ahora las mejillas del rastudo se prendieron—. Deseo que podamos terminar lo que empezamos hoy. Deseo que hagamos el amor, sin límites, hasta el final.
—¿No quieres esperar? —Sin notarlo, Tom apretó más las manos del pequeño—. No quiero que vuelvas a pasar por lo que recordaste hoy.
—Claro que no quiero recordar el pasado, Tomi —Bill apretó los ojos—. Eso no fue consentido y el saberlo me hace sentir vulnerable. Sin embargo, contigo todo será diferente.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —El rastudo sacudió la cabeza—. Me dolió tanto verte en ese estado. Te estremecías de temor. Me temías —Sus ojos se volvieron a anegar.
—Es porque fue muy repentino, por eso —Bill se soltó de las manos de su novio y se levantó para sentarse sobre el regazo de Tom y poniendo sus manos en las mejillas del mayor, le besó castamente—. Yo jamás podría temerte a ti, te amo.
—Y yo te amo a ti, Billa, mi Billa —Tom acarició con su nariz, el cuello del moreno.
—Quiero aclarar esto de una vez, Tomi —Se volvió a separar para verle a los ojos—. Debo solucionar todo este enredo, hablaré con papá, hablaré con Andy —Tom apretó los puños al oír su nombre—. Y por sobre todo, hablaré con los Manzur, con todos ellos.
—Pero…
—Todos ellos, Tomi, porque hay algo que me molesta —Tom asintió y le dio un piquito—. Cuanto antes termine con esto, antes podré dar vuelta a la página y al fin buscar la felicidad a tu lado.
—Prométeme que te quedarás conmigo, Billa.
—Te lo prometo, me quedaré junto a ti, aunque tú ya no quieras estar conmigo.
—Eso no pasará, mi pequeña “Diva”.
—Sí pasará.
«Tan pronto te cuente sobre la apuesta, me alejarás de ti» Pensó con amargura.
—Jamás querría alejarme de este modelo —Sonrió y coquetamente le acarició la cintura.
—Cuando quieras tenerme lejos, yo volveré a ti —Bill ignoró su comentario—. Volveré y de rodillas te suplicaré que no me dejes, seré una verdadera sombra, hasta que veas lo mucho que te amo.
Otra vez aquella extraña sensación invadió el pecho de Tom. Ese sentimiento de que su cantante le ocultaba algo terrible, que temía revelar y que le hacía expresar esas frases tan crueles. Él no quería ver jamás a su Billa de rodillas, porque jamás habría algo tan tremendo como para alejarlo o hacerle odiarlo, eso era impensable, imposible.
—Bebé, acepto que seas mi sombra.
Bill se acercó a su rostro y sus labios se unieron suavemente. Enredó sus manos en el cuello del mayor y giró el rostro para profundizar, hasta soltar un jadeo, cuando la lengua de Tom se enredó con la suya y sintió como su labio era succionado exquisitamente.
—Mmm. Debemos irnos —susurró con la respiración agitada.
—Sí.
Pero justo en esos momentos, el móvil del pelinegro comenzó a sonar con el acostumbrado timbre familiar.
—Es de tu casa, Billa —anunció el rastudo, al reconocer el sonido.
—Tal vez sea papá —El menor cogió el celular y accedió a la llamada—. ¿Papá?
—¿Cómo está Tom, hijo? —preguntó la voz de Gordon, completamente seria.
—Está mejor. ¿Ocurre algo? —preguntó al sentir la tirantez al otro lado de la línea.
—Hijo, Saki debe estar por llegar al departamento. Necesito que vengan ahora. —Hizo una pausa, en la que ambos Kaulitz se mordieron el labio.
—Me estás asustando, papá.
—Prepara un bolso para Tom, se quedará en esta casa. Y Bill… oblígalo si no quiere venir.
—Ahora sí que estoy asustado.
—Tranquilo, hijo. Sólo será algo de prevención, al menos hasta que Page me de más detalles.
—¿El señor Page? ¿Es sobre el “Caso 69”? ¿Tom está en peligro? —Con cada nueva pregunta, Bill aumentaba la intensidad de su voz, había pasado de preocupado a aterrado por el bienestar de su novio.
—Cálmate, Bill, sólo haz lo que te pido. ¿Lo harás?
—Sí, papá.
—Bien —Colgó.
Bill estaba completamente pálido y Tom se había puesto de pie al oír las preguntas que su pelinegro había soltado con tanto temor. Se acercó hasta él y lo abrazó.
—¿Qué ocurre?
—No lo sé —la voz del menor tembló a causa de la preocupación—. Creo que estás en peligro. Papá quiere que lleves ropa y nos vamos a la mansión, mandó a Saki para escoltarnos —se quebró y soltó el llanto—. Era yo, era yo quien estaba en esa lista. Por mi culpa te han escogido a ti también.
—Bill, calma —Tom lo rodeó con sus brazos, sintiendo como se estremecía en espasmos por el llanto—. No sabemos nada aún. No te asustes por nada, por favor.
—Pero…
—No digas nada, sshh. Vamos, ayúdame a preparar algo de ropa —dijo con suavidad, notando que los sollozos terminaban.
—No vas a negarte. —Bill le miró con los ojitos brillantes.
—No lo haré, no me pondré en peligro, sabiendo que eres mi sombra —Sonrió con dulzura—. No haré nada para ponerte en riesgo y si eso incluye tener que ocultarme, lo haré.
—Oh, Tomi —El cantante lo volvió a abrazar y se alejó al sentir el quejido de Tom—. Lo siento. Tu brazo, debes ponerlo en el cabestrillo. Ven —Lo guió hasta el cuarto y lo acomodó lo mejor que pudo.
Prepararon el bolso y aguardaron la llegada de Saki.
&
Cuando el auto familiar llegó hasta la entrada de la mansión Kaulitz, tanto Bill como Tom se percataron de que las medidas de seguridad se habían duplicado, lo que de inmediato alertó los sentidos del menor, quien apretó la mano del rastudo, en un intento vano de fortalecerse.
—¿Estás bien? —Preguntó muy quedamente el mayor. Bill negó con la cabeza, así que le dio un beso en la frente, para tratar de calmarlo.
—Ya hemos llegado —anunció Saki, quien se negó a brindar cualquier clase de información, hasta que hablaran con su jefe.
—Gracias, Saki —dijo el rastudo y salió del vehículo.
Al entrar a la sala, una sirvienta de inmediato cogió el bolso de Tom y les pidió que se dirigieran al despacho del señor Kaulitz.
—¿Papá? —llamó Bill, entrando a la enorme sala.
—Hijo, que bueno que ya están aquí. Tom —Se acercó a él y le palmeó el hombro—. ¿Cómo te sientes, hijo?
—Muy bien, señor —respondió el rastudo, sintiéndose halagado por tales palabras.
—¿Qué ha pasado, papá? —cuestionó de inmediato el pelinegro, sentándose en uno de los sillones, llevando a Tom a su lado.
—Bueno, lo diré de frente —dijo el hombre, sintiendo como el sudor le empapaba la frente, pues sabía que haría enfurecer a la “Diva”, pero a la vez, el resultado de sus hechos, conllevaba algo mucho más grave—. Desde que supimos que Andreas había enviado los mails, en los que me chantajeaba haciéndose pasar por Tom, lo mandé a investigar.
—¡¿Hiciste, qué?! —Casi gritó el pelinegro.
—Contraté a la agencia de Page para que le hiciera una investigación a tu amigo de toda la vida —soltó casi con ironía.
Tom observó el rostro de Gordon, notó como se tensaban los músculos de su cuello y mandíbula y pensó que había descubierto que el supuesto “amigo de toda la vida” de Bill, había estado presente en la violación de su hijo y que no había hecho nada para ayudarle. Él mismo sintió que todo su cuerpo se tensaba de pura ira y quiso matar al rubio hipócrita.
—Papá… —Bill no quedó inmune a la ironía de su padre—. ¿Y qué encontraste? —El tono de su pregunta era casi temeroso.
Tom pensó que tal vez, Bill se sentía avergonzado de que su padre se enterara por otras personas acerca de su vejación. Quiso abrazarlo y besarlo, decirle que todo estaría bien, pero dentro de su pecho, también dudaba que las cosas volvieran a estar bien.
—Ese maldito hijo de perra, mantiene contacto con los Manzur desde que se fueron de aquí —gruñó Gordon, estallando como si fuera una brutalidad más grande que la Tercera Guerra Mundial—. Después de todo lo que Oscar te hizo pasar… siguió hablando con ellos y no sólo eso…
La boca de Bill estaba abierta de la impresión, por la traición de su amigo y Tom apretaba el brazo del sillón, como si de un momento a otro lo fuera a arrancar.
—El muy maldito tenía una cuenta corriente por la que le mandaba dinero al muy estúpido.
—No, no, no lo puedo creer —Bill casi tartamudeó las palabras, sus ojos se volvieron a anegar, pero estaba tan aturdido que la voz casi no le salía.
—¡Lo mataré! —Estalló finalmente el rastudo y saltó del sillón, comenzando a pasearse como un león enjaulado.
Gordon se quedó quieto un momento y observó a Tom caminar de un lado a otro, con los puños apretados y la cara roja de ira. Mentalmente se preguntó qué habría pasado para que el pacífico rastudo se pusiera tan furioso al mencionar esa noticia. Después de todo, habían expulsado a los Manzur bajo una amenaza, pero nunca supieron en realidad qué había ocurrido esa noche. A no ser que… Bill hubiera recordado.
—Tomi, Tomi —Corrió el pelinegro hasta su novio y lo abrazó—. Cálmate, Tomi.
—Lo mataré, lo juro.
—No cielo, no lo harás, no quiero visitarte en la cárcel —dijo tratando de echarlo a broma, cosa que no fue graciosa ni para Tom, ni para Gordon.
—Es cierto, Tom. Además hay algo mucho más preocupante por atender —Sentenció el señor Kaulitz, sentándose tras el escritorio y tomando el informe que le llevó el señor Page, horas antes.
—¿Algo más? —Bill titubeó y temeroso se acercó al escritorio.
—Page siguió investigando las cuentas corrientes de Andreas, para dar con aquella cuenta desde la que me chantajeaba, pero no la encontró.
—¿Eh?
—La cuenta no pertenecía a Andreas —agregó el adulto—. Era de alguien más. Un alias de otra persona. Alguien que ustedes conocen.
—Dios mío —susurró el moreno.
—La cuenta pertenecía a Luis Peterson, el joven que nos visitó aquella noche con su novio…
—Gabriel… —Terminó Tom.
Un estremecimiento recorrió la espalda del rastudo, quien mentalmente sospechó desde un principio las extrañas acciones del chico experto en informática. Pero, ¿qué podría significar todo eso?
—¿Tal vez lo estaban forzando? —habló el cantante—. ¿Recuerdas, Tom, lo que nos dijo Gustav? Secuestraron a su madre —informó a su progenitor—, y posiblemente por eso lo estén obligando a hacer cosas sucias mediante las cuentas electrónicas.
—¿Pero para qué querrían ensuciar el nombre de Tom? Si querían dinero, sólo habría bastado una amenaza y listo —agregó Gordon, pensativo.
—¿Qué dijo el señor Page sobre esto? —Volvió a preguntar Bill.
—No alcanzamos a hablar mucho. Lo llamaron de la estación de policía, al parecer habían descubierto otra cosa que vinculaba a Luis Peterson con los delincuentes.
La mente de Tom corrió a mil por segundo y sus miedos lo llevaron a pensar en su amigo Gabriel, en el dolor que pasaría si su novio fuera parte de la banda de traficantes y no una víctima como quería que todos pensaran.
Tom recordó la noche en que Luis delató a Andreas como el chantajista. Aquella tarde habían tenido un atentado cerca de la mansión Kaulitz y se vieron obligados a quedarse encerrados allí, hasta el día siguiente. Quizás Luis había utilizado esa distracción, para acceder a la cuenta del señor Kaulitz, y para parecer inocente, había volcado toda la culpa sobre Andreas, información que seguramente el mismo Gabriel le había dado, en alguno de sus tantos comentarios de Crazy fan girl.
—Señor Kaulitz —llamó Tom con rapidez—. Por favor, revise todos sus estados de cuenta y ahora mismo cambie todas sus claves, o mejor aún, de la orden de que bloqueen todas sus cuentas.
—¿Eh? ¿Por qué?
—Tal vez Luis sólo necesitaba entrar a su ordenador para robar información sobre usted y todo lo relacionado con Andreas fue una coartada —respondió.
Bill palideció, tenía sentido y su padre tomó enseguida el teléfono, dando instrucciones a su secretaria.
—Bill, tengo que ir por Gabriel —afirmó el rastudo—. No confío en Luis, me temo que le pueda hacer algo a mi amigo.
—Voy contigo.
—Ninguno sale de aquí —Soltó el adulto, poniendo la mano en el auricular del teléfono—. Tom, si este chico es uno de los delincuentes y te utilizó a ti como excusa para llegar a esta casa, lo más probable es que la pandilla no tenga reparos en secuestrarte para dañar a Bill y eso no lo permitiremos, ¿verdad?
—Claro que no, señor —Tom reaccionó, era cierto.
—Llámalo, Tomi, dile que coja algo de ropa y venga a quedarse con nosotros —Pidió el pelinegro, pues él también había forjado una linda amistad con Gabriel, durante esos meses y no permitiría que le hicieran daño, menos sabiendo que eso destrozaría a su Tomi.
—Bien —El rastudo tomó su celular y marcó al número de su amigo, pero después de varios timbres, nada.
—¿No te contesta? —indagó el pelinegro y Tom negó—. Llama a su casa.
Tom marcó al número de su casa y tampoco recibió respuesta. Cuando iba a intentarlo nuevamente, la pantalla se iluminó con el nombre de “Gustav”
—¡Gus! —Casi gritó el rastudo.
—Vaya hombre, que grito —dijo el rubio, pero su tono volvió a ser preocupado—. ¿Estás con Gabriel? —preguntó rápidamente, cosa que erizó los vellos de la nuca de Tom.
—No. Lo estoy llamando, pero no me contesta el móvil —Bill se acercó a su lado, para oír la conversación.
—Tom, no quiero que te asustes, pero estamos tratando de ubicarlo y no damos con su paradero —informó el rubio.
—¿Por qué quieres dar con él? ¿Ha pasado algo? —preguntó alterado.
—Hace una semana hackearon el celular de Chantelle —explicó Gus—. El agente Holloway ha descubierto que todas las llamadas fueron desviadas desde un punto en especial, un móvil.
—¿De quién?
—Luis Peterson.
—¡Demonios!
—A él tampoco lo hemos podido encontrar y tememos que puedan haberlos secuestrados a ambos.
—No, no, no —La voz temblorosa de Bill retumbó en los oídos del rastudo.
—Iremos a su casa —Soltó Tom.
—No, Tom. La policía lo hará, creo que el señor Page también está allá —agregó el rubio—. Si vamos nosotros, sólo seremos un estorbo.
—¡Maldición!
Tom sentía como si las paredes se cerraran sobre él. Primero, Bill estaba en la lista negra y ahora su mejor amigo estaba secuestrado. ¿Qué más ocurriría? No quería pensarlo, no quería imaginar a su amigo convertido en un adicto a una droga sintética o peor aún, confinado a una cama de hospital por muerte cerebral.
& Continuará &
¿Lograrán encontrar a Gabriel ileso? ¿O estará drogado? ¿O peor… estará muerto? Bueno, el giro policial lleva la parte dramática de este fic. Espero sigan en sintonía y vuelvan a leer la continuación. Besos y gracias por venir a leer.