Muchos cariños para ustedes *-*
“Fashion” Fic Twc / Toll escrito por MizukyChan
Capítulo 43: Love game
“Hold me and love me. Just want touch you for a minute. Let’s play a love game. Do you want love, or you want fame or you win the game. The love game”
Abrázame y Ámame. Sólo quiero tocarte un minuto. Juguemos el juego del amor. ¿Quieres amor, quieres fama o quieres ganar el juego? El juego del amor (Love game, Lady Gaga)
Los días de reposo de Tom habían terminado, pero cuando Bill insistió en que debía ir a una última revisión con el médico, éste consideró que era mejor extender el permiso por una semana más, pues su mano derecha aún estaba vendada a causa de los cortes que se hizo en el rescate de Gabriel y el hombro, aunque ya no dolía, necesitaba un poco más de tiempo para sanar del todo.
Bill era el más feliz, pues así pasaba los días fríos en los cálidos brazos de su novio, en lugar de entumecerse en los salones de clases.
—¿Estás seguro de quedarte conmigo, Bill? —preguntó en una ocasión el rastudo—. Seguro te aburres horrores aquí conmigo, en lugar de estar con los “pretty people”.
—Claro que no, tontito —Había respondido con una sonrisa coqueta—. Nunca podría aburrirme de estar a tu lado. Además, aunque me encanta cambiar de ropa, cada vez que puedo, debo confesar que no me gusta el invierno y los abrigos ¡ugh! Prefiero las prendas más veraniegas, que no pesan tanto.
Ambos rieron ante lo frívolo que parecía su comentario.
&
Gordon Kaulitz suspendió sus negocios en Estados Unidos, pues al enterarse de la violación de su hijo, pensó que el pelinegro volvería a caer en un estado depresivo y después del primer intento de suicidio, hacía más de un año, ni él ni su esposa, correrían riesgos.
Pero se sorprendió gratamente al ver que su hijo había tomado una actitud totalmente diferente a la última vez. Claro que debía admitir, que quien había fomentado ese cambio era su joven novio de rastas.
Tanto Gordon como Simone, estaban contentos de ver que su hijo prefería pasar tiempo en el viejo departamento de Tom o en el hospital, visitando a Gabriel, que pasándose horas enteras en las tiendas comerciales, como solía hacer un par de meses atrás.
Ese cambio, sin embargo, no había apagado a la “Diva Kaulitz”, quien seguía haciendo berrinches cuando sus deseos no eran acatados como él mandaba, pero estas actitudes frívolas, parecían haber sido reemplazadas por verdadera “preocupación” por la gente que quería, principalmente por su Tomi.
No se había vuelto a mencionar el nombre de los Manzur en la mansión Kaulitz, pero cuando había alguna frase que recordara a Andreas, Bill simplemente arrugaba el ceño y cambiaba de tema. No hablaba directamente de él en casa, pero sus padres sabían que el chico no volvería a hacer una locura, no cuando su corazón estaba rebosante de amor para con el rastudo. Y, afortunadamente, ese amor era totalmente correspondido.
& Domingo, unos días después del rescate de Gabriel &
Bill y Tom caminaban cogidos de la mano, con rumbo a la habitación del joven castaño, quien aún se encontraba hospitalizado. La causa no eran las heridas en sus muñecas, las cuales evolucionaban perfectamente, sino más bien, el intenso pánico que sentía el chico de volver a salir a la calle, cosa que le provocaba constantes estados ansiosos y pequeñas crisis de pánico. Los médicos consideraron que lo mejor era mantenerlo en el hospital para sedarlo y controlar sus arranques; además, sugirieron a sus padres, un tratamiento psicológico.
Los chicos acostumbraban a visitar a su amigo a la hora del almuerzo, pues de acuerdo a la madre de Gabriel, estallaba en llantos y se rehusaba a alimentarse. Cosa que no hacía cuando la pareja se encontraba allí.
Como Gabriel no tenía ningún tipo de restricción especial en su dieta, Bill había insistido en comprar sus maravillosas hamburguesas del McDonalds y unas dosis extras de papitas.
—¡Hola, señor dormilón! —Gritó el pelinegro, abriendo la puerta fuertemente, causándole un tremendo sobresalto al otro chico.
—¡Dios, que susto! —respondió el chico, con la mano en el pecho, como al borde de un ataque cardíaco.
—Vaya Gabriel, estás hecho un desastre —Reclamó el cantante y se acercó a su amigo, para besar su mejilla, su nuevo gesto de saludo.
—Y tú estás maravilloso como siempre, mi “Diva” —devolvió el beso con una sonrisa.
—Hola Gabriel —llamó el rastudo, cerrando la puerta tras él, para evitar que el aroma a comida chatarra se esparciera a las otras salas, despertando el apetito de los pacientes menos afortunados.
—¿Qué traes escondido ahí? —preguntó el castaño, mirando con viveza y salivando.
—Algo delicioso que te daremos, sólo si te das un buen baño —comentó el pelinegro, quitando las mantas que cubrían su cuerpo.
—Bien, bien —Se quejó el chico y se levantó, entrando al baño.
—Yo te pasaré otra muda —agregó Bill, buscando un nuevo pijama en el pequeño armario de la sala privada.
—Mejor lo hago yo —dijo Tom, quitándole la prenda de las manos, al ver que intentaba entrar al cuarto de baño. Pese a todo, no quería que su novio viera a otros hombres desnudos, y eso incluía a Gabriel.
Después de unos momentos, el castaño emergió completamente limpio y sonriente. Bill lo miró con ojo crítico y se acercó hasta él en la cama.
—Deberías cortarte el cabello —comentó, tocando los largos mechones.
—¿En serio? —cuestionó el aludido, buscando a Tom por aprobación.
—Sí, te verías más, no sé —Bill levantó los hombros.
—Más masculino —Terminó el rastudo.
—Oh… lo pensaré —respondió el castaño. ¿Y para qué quería verse masculino? Él era gay, quería que le vieran lindo, como a Bill, aunque jamás sería como él, esa belleza era única y él era feliz de poder verla siempre, por la amistad que habían forjado.
Hablaron de cosas triviales, mientras devoraban sus hamburguesas, hasta que tocaron el tema de la recuperación de Tom.
—… y por eso tendré que estar toda esta nueva semana en casa —Completó el rastudo.
—¿Y cuándo te darán el alta? —preguntó el pelinegro, mirando a Gabriel, quien enrojeció y casi se ahoga con una papita.
—Ma… mañana.
—¡Eso es genial! —exclamó el cantante, dándole un sorbo a su bebida.
—No es para tanto —susurró el castaño y la pareja le vio apretar los dientes.
—¿Qué sucede? —preguntó Bill. Tom ya intuía cuál era el verdadero problema, pero le daría a su amigo, la oportunidad de explicarse.
—Tengo miedo —Volvió a susurrar.
—Ya no tienes que temer, Gabriel —explicó el moreno—. La banda está tras las rejas.
—No es eso —Bajó la mirada, pero prosiguió—. Es miedo… a todo —Tom miró a Bill y asintió—. Tengo crisis de pánico y todo me da miedo. No quiero salir ni siquiera de este cuarto, porque temo a todo y a todos.
Bill cogió una de sus manos y sonrió—. Sé cómo te sientes —Claro que lo sabía. Los primeros días en que se esparció el rumor de Oscar, el cantante sólo quería estar encerrado en la seguridad de su habitación.
—Quieren que visite a un psicólogo —añadió con un pequeño sonrojo en las mejillas.
—Eso no es tan malo —intervino Tom, con su rostro ardiendo, Bill no sabía nada de su incursión en ese ámbito y prefería dejarlo así.
—Lo sé —Gabriel le dio una sonrisa cómplice al rastudo.
—Te ayudaremos —agregó el pelinegro—. Cada vez que tengas que salir, estaremos contigo, para que vuelvas a sentirte cómodo en el mundo —Tom asintió complacido y, con esas palabras, su acuerdo quedó sellado.
&
Al día siguiente, justo a las diez de la mañana, Tom y Bill estaban en la recepción del hospital, esperando a Gabriel. Ambos habían acordado, no mencionar el tema de su secuestro, para evitar malos ratos y de esa forma quitarle el estrés a su amigo.
Pero apenas salieron al estacionamiento, el castaño se aferró del brazo de Tom casi con desesperación. Bill lo notó, pese a que su novio no dijo una palabra. Se movió con rapidez hasta la puerta de su deportivo para que el castaño entrara y se sentó a su lado, dándole a entender a Tom, que sería su turno de conducir.
Bill rodeó los hombros de Gabriel y éste, sin darse cuenta, comenzó a llorar.
—Estás a salvo ahora —susurró el cantante, con cariño, tarareando dulcemente una de sus canciones.
Cuando el llanto del chico disminuyó, logró decir—. Lo siento.
—Estamos contigo —Bill le besó la sien y le siguió rodeando los hombros.
—Es sólo que… aún recuerdo los comentarios de aquel hombre —explicó.
—¿Luis? —preguntó Tom, sin ocultar su molestia.
—No —Sin levantar la cabeza, Gabriel siguió hablando—. Cuando me llevaron, Luis se sorprendió, él no lo sabía, nadie lo sabía, todo fue mi culpa… le seguí, pensaba darle una sorpresa, pero jamás me imaginé que por seguirle, acabaría en un lugar como ese —Tom hizo un sonido con su boca, Bill pudo adivinar que rechinaba sus dientes—. Cuando me acerqué hasta la puerta de metal, alguien me golpeó contra ella y perdí la consciencia, cuando desperté, uno de ellos gritaba que tenía a una rata. Varios hombres salieron a mirar, yo estaba en el piso, me senté como pude y sólo levanté la cabeza cuando oí mi nombre, fue Luis —Suspiró—. Alguien le preguntó si me conocía y él contó que yo era su contacto con los Kaulitz y entonces me dio pánico.
—Tranquilo Gabriel —Pidió el pelinegro, pero el chico estaba tan concentrado, que simplemente le dejó continuar, tal vez necesitaba sacarse todo eso del pecho, para comenzar a sanar.
—Uno de los jefes, supongo que lo era, le susurró que debían deshacerse de mí, pero Luis apretó los puños y le dijo algo que no alcancé a oír, pero siguió al hombre hacia el interior y gritó que nadie debía inyectarme. Pero tan pronto se fueron, dos tipos me sentaron en una de las sillas y me ataron los brazos y las piernas, aprovechando de darme algunos golpes. Uno de ellos me habló con su estúpido aliento alcohólico y me dijo “¿Sabes que van a matarte, cierto?”, yo me estremecí —Y Bill también lo hizo, al escucharle—. Pero eso no fue lo peor, el hombre sacó una navaja y me dijo que tendría suerte si me asesinaban de una sola puñalada, de lo contrario, tendría que padecer como un animal, me desmembrarían y luego arrojarían mis pedazos por ahí.
La pareja se sintió impotente, nadie podría olvidar esa clase de cosas, Bill lo sabía, había oído lo que se hablaba sobre él, con el escándalo de Oscar Manzur y aun ahora no podía olvidar los rostros y el tono irónico que usaban sus compañeros para atormentarle. Y aunque eso no te ponía en riesgo vital, era una experiencia que jamás le desearías a alguien, mucho menos a un amigo.
Gabriel, soltó un sollozo y siguió aferrado a los brazos de Bill.
Tom detuvo el carro en su propio departamento, había cambiado el destino sin consultarles, porque creyó que lo mejor, era distraer a su amigo.
—Ya llegamos —anunció y Bill miró por la ventana, sorprendido.
—Vamos Gabriel —Pidió el pelinegro y todos bajaron.
Pasaron la tarde bromeando y tratando de olvidar los traumáticos recuerdos, con buenos resultados. Al parecer, haber confesado lo que vivió en ese lugar, había ayudado a Gabriel, a soltar gran parte del temor que sentía.
Cuando oscureció, Los chicos llevaron a su amigo a casa, pero antes de irse, Gabriel les entregó un mazo de cartas.
—Lo compré para mí, pero creo que ustedes lo disfrutarán mucho más. Jueguen cuando lleguen al departamento.
Bill cogió la caja del mazo y lo guardó en su bolsillo.
&
Una vez en el departamento, los chicos se sentaron exhaustos en el sillón. Tom cogió a Bill para ubicarlo entre sus piernas y así abrazarlo mejor. Mientras repartía besos de mariposa por una de las mejillas de su novio, sintió que algo le clavaba la pierna.
—¿Qué tienes aquí? —preguntó soltando una de sus manos, para revisar el bolsillo del cantante. Sacó el paquete y lo observó con cuidado—. ¿Qué es esto?
—Es el juego que nos pasó Gabriel —respondió el pelinegro, quitándole el mazo a Tom para ver de qué se trataba.
Abrió la caja y sacó un set de cartas con preguntas, cogió la que tenía un color diferente al resto y leyó.
—Instrucciones. El juego consiste en responder las preguntas formuladas en las tarjetas, si la persona asignada no responde correctamente, debe quitarse una prenda de vestir —Bill se sonrojó, él ya había visto a Tom desnudo, pero hacerlo de esa manera, con un juego, era muy morboso.
—Vaya con Gabriel —Soltó el rastudo, mirando a su novio y alzando una de sus cejas, insinuantemente—. ¿Quieres jugar?
—Tomi, no es justo —Se quejó el moreno—. Tú eres muy inteligente, seguro me dejas completamente desnudo —Fue el turno de Tom para sonrojarse.
—Creo que esa es la idea del juego —Se lamió el labio inferior y Bill lo apresó en un beso.
—Está bien, juguemos.
Se sentaron cada uno en un extremo del sofá y barajaron las cartas y las dejaron entre ellos.
—¿Quieres empezar? —cuestionó el de rastas y Bill asintió, cogiendo la primera tarjeta. Luego preguntó.
—¿Cuál es la distancia entre la Tierra y la luna? —preguntó sonriente.
—Mierda —Gruñó el mayor—. Ni idea, me olvidé hace mucho, para eso está google, ¿no?
—No seas mal perdedor, Tomi, quítate algo, vamos —Pidió, pero su tono sonó tan sensual, que el rastudo sintió su cara arder.
Con mucha lentitud, se quitó la chaqueta, casi bailando, cosa que Bill nunca imaginó.
—¿Me estás haciendo un striptease? —indagó el moreno coquetamente.
—No creo que se le llame striptease a quitarse una chaqueta —Se humedeció los labios, y al verle, Bill hizo lo mismo, ya estaba comenzando a adorar este juego—. Bueno, ahora es mi turno —Tom buscó una tarjeta y leyó—. ¿A qué match se rompe la barrera del sonido?
Bill se sonrojó. El era una “Diva” sólo sabía de música y de moda, a quién le importaba la barrera del sonido.
—No lo sé —dijo casi tímidamente, cosa que sacó una sonrisa al mayor.
—Supongo que es mi turno de verte bailar.
—¿Bailar?
—Claro, para quitarte algo de ropa —Sonrió con picardía, pero quien era Bill para negarle algo a su rastudo.
Al cabo de una media hora, Bill estaba sobre el sofá, quitándose sensualmente el pantalón, quedando en su última prensa de vestir, un sexy bóxer blanco, que se pegaba a su cuerpo como una segunda piel. Tom tragó con dificultad y se pronto sintió la necesidad de frotarse los ojos, pues pensó que veía visiones.
—Dios, Billa… te ves tan jodidamente sexy.
—No tanto como tú —dijo el pelinegro, arrodillándose en el sofá, para acercarse a su novio y darle un piquito—. Tú cuerpo está tan endiabladamente marcado —Pasó sus uñas por el vientre del mayor, estremeciéndolo.
—Pero jamás podré bailar como tú lo haces —susurró el rastudo, subiendo al chico sobre su regazo.
—¿Quieres sacar tu última carta?
—¿Para qué? Este juego es una farsa, nadie podría responder esas preguntas.
—Pero aún tienes ropa encima —dijo en forma de reclamo, pero con la voz tan melosa, que más bien, parecía una petición.
—Estamos en igualdad de condiciones. A no ser qué…
—¿Qué? —Los ojos de Bill brillaron con malicia.
—A no ser que me los quieras quitar tú —Su voz temblaba y el menor, pudo sentir que su hombría despertaba.
—Será un gusto.
Bill se abalanzó sobre su novio, besándolo con pasión, la boca contraria le esperaba entreabierta, deseando juntar sus lenguas. Así como sus pequeños músculos se frotaron, sus cuerpos completos buscaron alinearse para tocar la mayor cantidad de piel posible.
—Aaahhh —Gimió el menor, al sentir las manos de su Tomi, enredarse en el elástico de su prenda íntima y bajarla, entre tirones por sus interminables piernas.
Tom empujó al moreno de espaldas al sillón, para poder quitarle por completo el bóxer y de paso, lamer los muslos del más delgado.
—Aahh —Volvió a gemir y apretó sus manos en las rastas de su pareja, y por ese medio lo llevó a sus labios, para devorarlo.
Abriendo sus piernas, el menor dejó el espacio suficiente a su novio para acomodarse entre ellas, alzando sus caderas para encontrar sus miembros.
—Quítalos —Mandó a su Tomi, quien rápidamente se desvistió.
Tom se abrazó a su pareja y enredó las delgadas piernas en su espalda, y dándose fuerzas, se levantó con el pequeño en sus brazos, caminado entre beso y beso hacia su habitación.
—Hagámoslo —Pidió el cantante.
—¿Quieres?
—Sí, lo deseo…
—Al igual que yo.
& Continuará &
Ahora sí, se viene la “primera vez” entre ellos jejeje. ¿A quién le gustó el juego de Gabriel? ¿Quién lo ha intentado? Jejeje No es lo mismo que “verdad o reto” Era simplemente, “Responde o desnúdate” jejeje. Muy ingenioso.