Muchas gracias por todo el apoyo y sus comentarios. MUAK, un gran beso y abrazo para ustedes.
“Fashion” Fic Twc / Toll escrito por MizukyChan
Capítulo 50: Apologize
You tell me that you need me, then you go and cut me down. But wait… You tell me that you’re sorry. Didn’t think I’d turn around and say that it’s too late to apologize, it’s too late. I said it’s too late to apologize, it’s too late.
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Dices que me necesitas, luego te vas y me dejas caer. Pero espera… Dices que lo sientes. No creíste que voltearía y diría que es muy tarde para pedir disculpas, es muy tarde. Dije que es muy tarde para pedir perdón, es muy tarde.
Tom miraba en silencio la última fotografía que se tomó junto a sus padres, antes del fatal accidente. Su vida había sido hermosa en aquellos años, sus padres habían sido un ejemplo vivo de amor y amabilidad, cosa que él también llevaba en la sangre, hasta que ellos lo dejaron.
Su muerte no sólo lo dejó perdido en el mundo, sino que le hizo ver lo más crudo de él. Conoció la mezquindad dentro de su propia familia, lo cual fue doloroso y traumante, lo volvió alguien solitario y muchas veces frío, al grado de ver injusticias y simplemente pasar de lado, desviando la mirada.
Por ser un menor de 15 años cuando ellos murieron, debía quedar a cargo de un tutor legal, cosa que lo llevó a recorrer numerosas salas de juzgados de familia. Cada vez que debía visitar una corte, se obligaba a reprimir los deseos de llorar, pues sabía que ninguno de sus tíos quería hacerse cargo de él, los había escuchado hablando, refiriéndose a él como “una carga”. Lo que su corazón adolescente más lamentaba, era que si la situación hubiese sido inversa, sus padres habrían acogido a cualquiera de sus primos, sin hacer una pregunta, porque ellos amaban a su familia y siempre que había algún problema médico o de cualquier índole, ellos estaban ahí, para tender la mano.
Finalmente, los abogados decidieron que los Keller Trumper lo llevarían y administrarían los bienes heredados de sus padres, hasta que él cumpliera la mayoría de edad. Pero Tom no les daría en el gusto, estaba demasiado molesto y dolido como para oponerse cuando sus tíos vendieron la casa y todas las cosas de sus padres, pero sabía que había una forma de salir de ese lugar, mediante una beca. Fue así, como puso todo su empeño en ganar una beca en la mejor escuela de la ciudad vecina y a los 16, se mudó.
Tom había sufrido de todo, desde humillaciones por vestir ropas de baja calidad, hasta desmayos por falta de alimentos. En una de sus visitas a la enfermería, fue que conoció a Gabriel, quien estaba allí fingiendo un dolor de estómago, para escapar de un examen de inglés. El chico de cabello castaño lo invitó a desayunar y a cambio, el rastudo le ayudó a estudiar para su prueba. Siendo ese, el inicio de una gran amistad.
—¿Te sientes bien, Tom? —preguntó Saki, mirándolo a través del espejo.
—¿Eh? —El joven no escuchó más que su nombre.
—¿Te encuentras bien?
—Si debo ser sincero… no.
—¿Ha ocurrido un accidente? —Insistió el adulto.
—No estoy seguro, Saki —Volvió a mirar la imagen en sus manos—. Mi tío dice que Alice está muy mal, que no pasará la noche, pero no mencionó nada sobre un accidente.
—¿Quieres mucho a tu tía? —indagó el mayor, pero Tom prácticamente hizo una mueca y se pasó la mano por las rastas.
—No lo sé, Saki. Todo es tan distinto ahora —Miró por la ventana—. Ya no guardo rencor hacia ellos, pero no sé cómo tendré que comportarme allá.
—¿Quieres hablar un poco? —Se ofreció el agente y Tom negó con la cabeza—. ¿Cuánto tiempo te quedarás?
—No lo sé.
—¿Dónde te quedarás? —Insistió el hombre.
—Tampoco lo sé.
—¿Hablaste con Bill? ¿Le contaste que no llegarás esta noche? —cuestionó el adulto, notando el ceño fruncido del rastudo—. Se preocupará mucho si no sabe nada de ti.
Tom sintió una onda de pesar en su corazón y pese a que también estaba molesto con Bill, había decidido no tomar ninguna acción drástica hasta hablar con él, encararlo y saber si era cierto todo eso sobre la apuesta. Miró a sus costados, buscando su bolso de mano para coger el celular.
—¿Y mi mochila? —preguntó al guardaespaldas.
—En el portaequipaje, junto a tu maleta —respondió sin prisas.
—Rayos, mi celular está ahí —suspiró—. Lo llamaré cuando lleguemos.
—¿No quieres usar mi móvil? —Ofreció el mayor, sabiendo que el cantante estaría arrancándose los cabellos si no sabía nada de su novio.
—Está bien —contestó, no muy animado.
El adulto le entregó el aparato y Tom marcó el número del pelinegro, pero entraron a una zona de colinas altas, que interferían con la señal, evitando un posible contacto.
—Lo llamaré más tarde —Terminó, frustrado al no poder hablar y regresó el celular al hombre.
El rastudo volvió a mirar la ventana y suspiró. «¿Por qué las cosas se complican cuando crees que todo es perfecto?» Se preguntó mentalmente el chico, al recordar el relato de Gustav sobre la broma que intentaban jugarle Bill y Chantelle. Sacudió la cabeza, ya pensaría en ello más tarde. Regresó su mirada a la fotografía. Como los extrañaba. Si alguno de ellos estuviera con vida, seguramente le darían un buen consejo para tratar esta situación con el cantante, pero ahora, ¿qué haría? Gabriel adoraba a Bill, por tanto no sería imparcial, estaba solo en esto.
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Tom sentía que la cabeza le iba a estallar, el viaje había sido cómodo, pero lo extraño de su situación familiar, más la angustia del reciente descubrimiento de la apuesta, lo tenía de los nervios. Saki percibió el mal humor del chico y simplemente lo dejó tranquilo, hablando sólo en los momentos necesarios, como cuando le confirmó que había conseguido una habitación para cada uno en un motel cercano al hospital, en el que su tía estaba interna.
—¿Quieres que vamos a dejar las maletas? —preguntó amablemente el agente.
—No. Quiero hablar con mis tíos y saber qué está ocurriendo —contestó el rastudo.
—Bien.
El adulto condujo el vehículo hasta el parking del hospital y al ver que Tom salía con premura, le recordó.
—Lleva tu celular, Tom.
El chico abrió el portaequipaje y cogió su mochila, colgándola en su hombro. Con una señal de cabeza, se despidió y caminó hasta la entrada.
En la recepción, una jovencita vestida completamente de negro, se puso de pie y con una sonrisa se acercó hasta el rastudo.
—Hola Tom —saludó, sin dejar de sonreír. El joven la miró sin tener idea de quién era. Señaló su pecho con un dedo y preguntó.
—¿Me hablas a mí? —La chica sonrió de lado.
—Debe ser que no llevas tus anteojos —Soltó ella, acercándose más hasta él—. Vamos, te llevaré con papá.
—¿Papá? —Tom seguía sin comprender nada—. Creo que me estás confundiendo.
—Claro que no, Tom Trumper, querido primo —Ella le cogió el brazo y comenzó a jalarlo hacia los ascensores. Dando pasos arrastrados, el rastudo se quedó perplejo.
—¿Primo? —El chico se detuvo, frente a la puerta, mientras la luz parpadeaba, tal como sus ojos—. No recuerdo una prima… como tú —dijo, bajando la intensidad de la voz, ella lo intimidaba, o quizás era su ropa.
—Soy Celine, idiota —Gruñó la chica—. Pensé que me encontrarías atractiva y ni siquiera te atreves a mirarme —Regañó otra vez.
—¡¿Celine?! —Tom casi gritó y la enfermera frente al escritorio lo miró reprobatoriamente—. Pero si tú tienes, ¿qué?, ¿quince años?
—Quince y medio —Corrigió la jovencita.
—Es que te ves tan…
—¿Guapa? ¿Sexy? ¿Elegante? ¿Sofisticada? ¿Sensual? ¿”Hot”?
—Moster high —respondió el rastudo, pero en lugar de ganarse un golpe, ella sonrió brillantemente.
—Me gustan las Monster High —La chica tomó la punta de su vestido y lo extendió para lucir su traje gótico—. ¿Qué opinas? —preguntó tornándose completamente seria.
Tom la miró con expresión indescifrable, pero con clara diversión en sus ojos. Celine comenzó a desesperarse al no oír ningún comentario.
—¿Lo odias? —preguntó, bajando la mano—. Eres como todos ellos, ¿cierto?
—Creo que te hace lucir mayor y pienso que Bill adoraría salir de compras contigo. En especial por tus botas —El rastudo, no se esperó recibir un abrazo.
—Gracias Tom, que bueno que no has cambiado —La chica lo soltó, porque el ascensor había abierto las puertas y luego indagó—. ¿Y quién es Bill?
La repentina mención de su nombre, cambió el semblante del chico, quien frunció el ceño, sin recordar que había sido él, quien lo trajo a la conversación.
—Nadie, olvídalo.
La chica notó el cambio en su primo y guardó silencio, el cual fue interrumpido por el zumbido del celular de Tom.
—¿Saki? —preguntó, sin haber visto la pantalla.
—Tomi, soy yo —La voz del pelinegro puso un nudo en el estómago del rastudo, quien apretó el aparato en su mano.
—Bill —respondió fríamente. El cantante no pasó desapercibido el uso de su nombre, y no el cariñoso “Billa” que siempre utilizaba su novio.
—¿Estás bien?
—No Bill, no estoy bien —Tanto la respuesta, como el tono utilizado, alarmó al pelinegro.
—¿Qué ocurre? Es tarde y aún no llegas a casa.
—No volveré —Soltó fríamente y al sentir como el menor se quedaba sin aire al otro lado de la línea, explicó—. Mira Bill, mi tía está muy grave. Estoy en el hospital ahora mismo.
—¿Qué hospital?
—En otra ciudad —La cual no mencionó.
—¿Cuándo volverás? —cuestionó el moreno, al notar que el rastudo estaba siendo cortante con él.
—Mañana por la noche, o el lunes, directamente a la escuela, aún no estoy seguro —Tom se pasó la mano por las rastas, no había sido su intención ser tan rudo con su novio, pero la palabra “apuesta” seguía flotando en su cerebro como una broma cruel y despiadada.
—¿Puedo volver a llamarte? —Bill luchó para que la voz no se quebrara durante la llamada, pero la conexión lo delató.
Tom soltó un suspiro—. Lo siento —susurró—. Lo siento, Billa —repitió y escuchó un sollozo ahogado—. Tenemos que hablar, ¿sí? Pero ahora no es el momento, es un asunto familiar, comprende.
—Sí… —La voz del menor sonó triste y se odió por ello.
—Bien, nos vemos. Adiós —Colgó la llamada.
Celine guardó silencio y luego cogió la mano de su primo, sus ojos se encontraron y ella comprendió lo que era obvio.
—Lo amas —afirmó, él asintió en silencio.
Al salir del ascensor, los jóvenes se dirigieron hacia la habitación de Alice, la hermana de la madre de Tom, pero frente a su puerta, el chico se quedó quieto.
—¿Crees que sea buena idea? —preguntó a la chica a su lado.
—Ella lo ha pedido, Tom. Dale en el gusto, es algo así como su último deseo —contestó con tristeza, el mayor volteó y la abrazó.
—Tranquila, pequeña —Consoló, y se quedó allí, mientras la joven soltaba el llanto que tenía guardado por días.
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En otra ciudad, el pelinegro también lloraba mirando el celular en sus manos. Y se sobresaltó cuando el aparato comenzó a sonar con un número desconocido.
—¿Tom? —llamó al contestar.
—No, lo siento —respondió una voz familiar—. ¿Bill, estás llorando?
—¿Gus? No, no, estoy bien —Mintió, pero su voz ronca lo delataba.
—¿Seguro? —Insistió.
—Sí. ¿Por qué tienes otro número? —Cambió de tema.
—Un regalo de Chanty —contestó sonando alegre—. Es muy lindo.
—¿Es rosa? —Le picó el cantante, sonriendo levemente.
—Bill… —Gruñó el rubio.
—Lo siento, lo siento —Ambos rieron un poco, distendiendo el ambiente.
—¿Has visto a Tom? —preguntó cuidadosamente.
—No, ¿por qué?
—Estaba preocupado, lo llamé para saber sobre su familiar enfermo, pero no me cogió el teléfono —explicó.
La verdad, es que el rubio quería cerciorarse de que Tom no estuviera demasiado molesto con Bill, por enterarse de la apuesta, pero si no se habían visto, las probabilidades de que hubiesen peleado eran pocas.
—¿Tú lo sabías? ¿Lo de su viaje?
—Sí, estábamos juntos cuando me contó sobre él.
—¿Cuándo fue eso?
—A la hora del almuerzo, lo vi salir de la biblioteca con Xaviera y lo invité a comer —comentó el rubio, pero sus palabras erizaron los vellos del cantante.
—Gracias Gus.
—Si sabes algo, me avisas, ¿está bien? —Pidió el chico.
—Lo haré. Adiós —Colgó la llamada.
¿Era por eso? ¿Acaso Tom se había enterado de todo y ahora lo odiaba? ¿Fue Xaviera capaz de contarle la verdad, sin respetar el acuerdo que habían hecho? ¿Era cierto lo de la enfermedad o sólo una excusa para huir de él?
El pelinegro sintió que el vacío en su pecho crecía y amenazaba con tragarlo. Deseó ser capaz de tomar una navaja y volver a cercenar su piel, pero no lo haría, ya había decidido que sufriría en carne propia el dolor de la verdad y el rechazo de Tom, al menos hasta que lograra hacerle comprender que sus sentimientos siempre habían sido sinceros.
—Me las pagará —Gruñó y corrió al baño a lavar su rostro—. Jamás debiste meterte con la “Diva Kaulitz”, Xaviera.
Enfrentaría a la ex novia de Tom, y le pediría explicaciones. Ella no tenía ningún derecho a robarle el tiempo que le quedaba, no debió ser ella quien le contara la verdad. Con el rostro impecablemente maquillado, cogió su bolso y partió con rumbo al Club Listing
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Alice había pedido que la dejaran a solas con Tom, su marido renuente, accedió. Su sobrino se hallaba sentado a su lado, lucía diferente, pero su cambio no parecía ser tan drástico como el de su propia hija.
—Te ves bien —comentó la mujer, estirando la mano para coger la del chico, quien la apretó, todos los sentimientos negativos que albergó durante el viaje, completamente olvidados al ver a su tía tan vulnerable.
—Tú también —Mintió.
—Jaja —Río apenas—. Claro que no, Tom. Moriré, luzco como un cadáver.
—Tía…
—Es cierto, Tom, el cáncer fue detectado en su fase final, la metástasis era inoperable y sólo nos queda esperar —explicó ella, completamente serena, arrugando un poco la frente, a causa del dolor interno.
—Tienes que luchar, tía —El rastudo apretó más la mano—. Alice es muy pequeña, no puedes dejarla —«No como me dejaron a mí» Finalizó en su mente.
—Es por eso que te llamé, Tom —Sus ojos se llenaron de lágrimas—. Alice es tan pequeña como tú, cuando mi hermana murió. Tú podrás consolarla.
—Nadie puede compensar esa pérdida, tía —agregó él, sintiendo como sus propios ojos escocían.
—Lo sé, Tom. Pero tú la puedes encausar, mírate a ti mismo, eres todo un hombre, has salido adelante luchando contra viento y marea —Ella suspiró hondamente—. Tuviste que luchar contra mí y mis malos tratos.
—Tía no…
—Es cierto, Tom. Y quiero pedirte perdón por todo el sufrimiento que te causé, tanto consciente como inconscientemente —El rastudo sacudió la cabeza.
—Ya todo eso quedó en el pasado, tía Alice —dijo con toda la sinceridad que le brindaba su alma y la mujer le creyó.
—Tienes el mismo corazón de mi hermana y el alma caritativa de tu padre —agregó ella con una sonrisa, sin soltar la mano de su sobrino.
—Gracias por esto tía.
—Era lo que debía hacer, no podía partir sin saber que estabas bien, Tom —Él se levantó de la silla y depositó un beso en la frente de la mujer—. Te ves muy guapo, el cambio de look, te ha sentado de maravilla. ¿Y cómo lo conseguiste?
Tom pensó amargamente que todo había sido producto de la cruel broma de Chantelle y la “Diva Kaulitz”, sin embargo, relató a su tía cómo aceptó el trabajo que Bill le ofreció para ser su tutor y de ahí hasta cómo terminó recibiendo una nueva y mejor beca educativa. Sin que se diera cuenta, la narración se hizo liviana y la sonrisa que adornaba su rostro ya no era forzada.
—Te llevas muy bien con Bill, ¿cierto? —comentó Alice, su sentido femenino le confirmó, tal como a Celine, que el rastudo amaba al joven cantante.
—Sí —Suspiró—. Bill es único.
—Tu novia Xaviera te buscó un tiempo —informó la mujer con el ceño fruncido—. No la traté muy bien, es que ella se vestía muy provocativamente —Tom sonrió, su tía seguía teniendo esos complejos con la vestimenta de las mujeres—. Pero mira cómo me castigó el cielo, Tom.
—¿Eh?
—Mi Celine se volvió extraña —Miró al techo y sonrió—. Dice que es una mezcla de Emo y Gótica. ¿Qué rayos es Emo? —Sonrió al ver la sonrisa de su sobrino.
—Se ve muy hermosa, tía. Tienes que admitirlo.
—Es cierto, parece toda una mujer, pero sólo tiene quince años, Tom —Se quejó y el joven refutó, igual que su prima.
—Tiene quince y medio, tía Alice.
—Jaja. Ustedes los jóvenes siempre buscan tener más edad y cuando son adultos, lo único que desean es regresar a la adolescencia —dijo ella con añoranza.
—Tú has vivido una buena vida, tía.
—Tom —Su rostro comenzó a sudar profusamente—. Llama al médico.
El rastudo presionó el botón de las enfermeras y abrió la puerta, llamando a su tío y a Celine.
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Los doctores lograron estabilizar a la mujer, pero ya todos esperaban lo peor. Celine pidió a Tom que la acompañara a tomar aire puro, mientras su padre sostenía la mano de su sedada esposa.
Una vez en el frontis del hospital, el rastudo se animó a interrogar a su prima.
—¿Por qué el cambio? —La chica lo miró y alzó los hombros—. Tenías el cabello hasta la cintura, de un rubio que las animadoras de mi escuela envidiarían, además de usar ropas coloridas. ¿Qué, cuándo y por qué ocurrió?
—Fue por una apuesta —contestó sin darle demasiada importancia.
—¿Qué? —Tom sintió que su sangre se helaba.
—Una broma con mis amigas de la escuela —Comenzó a explicar—. Hay un alumno de intercambio, un americano, a todas nos gustaba, pero él era más así —Señaló su ropa.
—¿Es Emo?
—Resultó que sólo era extravagante y no Emo, ni gótico ni nada parecido, sólo le gusta la ropa ajustada y oscura, dice que le gusta el cantante de un grupo de por aquí, se llaman “The beautiful people” —Una silenciosa “o” se dibujó en el rostro del chico y Celine prosiguió—. Pensamos que la mejor forma de acercarse a él, sería cambiando de look, pero ninguna de nosotras creyó que la otra lo haría y apostamos que si una lo hacía, las otras harían sus tareas por el resto del año escolar.
—Y ganaste, supongo.
—Ríete de mí —Hizo un puchero que le recordó a su Billa—. Resultó que después de ese fin de semana, llegamos las tres totalmente cambiadas y Erik, ni siquiera se fijó en nostras porque es gay.
—Oh, Dios —susurró el rastudo, pero no pudo evitar romper a reír. Viéndolo desde otra perspectiva todo era muy gracioso, pero las cosas son distintas cuando las vives en carne propia—. ¿Y ahora te arrepientes?
—¡¿Estás loco?! —Fingió indignación—. Llevo meses con este estilo y tengo más admiradores de los que he tenido en toda la vida. —Sonrió orgullosa.
—¿Tienes novio?
—No, tener admiradores es una cosa, Tom, pero un novio son palabras mayores. En ese sentido, somos muy parecidos.
—Sí —El recuerdo de su noviazgo con Xaviera había sido la total excepción a la regla, con ella aprendió todo lo que un joven hormonal desea experimentar. Pero con Billa, los sentimientos siempre estaban a flor de piel, lo amaba demasiado, casi con locura y en esos mismos momentos quiso correr a sus delgados brazos y besarlo nuevamente.
—Entonces, la tía Alice no tiene necesidad de preocuparse por tu cambio —indagó tranquilamente.
—No, claro que no. El problema es que el cambio coincidió con el día en que me enteré de su enfermedad, hace algunos meses —Ella volteó el rostro para ver de frente a su primo—. Adoro a mi madre, pese a lo loca que es y pese a lo mala que fue contigo.
—Lo sé, Celine. Ella ha sido una buena madre para ti.
—Sí, pero mi ropa y mi cabello no tienen nada que ver —Cambió el tema, para soltar la tensión—. Adoro mi nuevo look y tú deberías hacer lo mismo con el tuyo, te ves fabuloso, Tom.
El aludido se sonrojó furiosamente.
—¿Y cómo fue que cambiaste? —preguntó ella a su vez.
—Es una larga historia… —Miró al cielo y suspiró.
—Tenemos bastante tiempo. Además por tu postura, presiento que te haría muy bien hablar de ello —Tom asintió.
—Todo comenzó a principios del año escolar…
& Continuará &
¿Creen que el relato de Celine, ayude a Tom a cambiar su enojo con Bill? ¿Qué hará Bill cuando se enfrente a Xaviera? Ya queda poco, no se pierdan los últimos capítulos de Fashion.