Backstage 19

«Backstage» Fic TWC de LadyScriptois

Capítulo 19

Tom se asomó al pasillo, verificando que nadie estuviese por subir, y cerró la puerta antes de dirigirse a la veladora de Bill.

Había varias cajas y frasquitos con pastillas. Pudo distinguir algunas vitaminas y un protector gástrico. El mayor examinó las otras medicinas y no pudo identificarlas, pero se preocupó ante la pequeña variedad.

Aunque sus defensas fueran un poco bajas no era en un nivel alarmante; aún así Bill no era enfermizo. Apresar de ser delgado y de comer mucha comida chatarra, el menor nunca sufrió de anemia. ¿De qué se trataban esas pastillas?

Reconoció entre las cajas una de las cápsulas que tomaba Anne. Ella decía que era para el cabello, uñas y piel, ¿Tal vez Bill, por estar queriendo bajar de peso, tomaba pastillas para mantener esos aspectos saludables? ¿Sería eso posible? ¿O sencillamente Bill padecía de algo?

Por un momento, Tom sintió por segunda vez como era ser arrastrado al abismo, ese abismo donde estaba completamente alejado de su hermano, de su vida y de su corazón. La primera vez que lo sintió fue durante esos meses de vacaciones, pero nada se comparaba con esta vez, donde veía a su hermano, pero lo sentía alejado, donde no sabía si Bill tenía la cabeza lavada por la sociedad o si pasaba problemas de salud, donde no sabía que pintaba en su corazón, donde no sentía a Bill como una parte de él.

Dejó rápidamente el frasco que tenía en manos, cuando escuchó pasos demasiado cerca de la habitación, era Bill. ¿Qué haría? ¿Qué le diría si lo encontraba en su habitación?

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Cerró la puerta de la habitación en un largo suspiro y rogando por una ducha antes de dormir. Había algo extraño allí, ¿Dejó acaso la luz encendida? Bill lo pensó un momento, pero luego se encogió de hombros restándole importancia.

Recordó que Anis le pidió que le llamara cuando se desocupara y sacó su celular enviando un rápido mensaje, mientras se arrojaba a la cama de espaldas, revotando ligeramente en ella. Cuando su celular sonó, revelando una llamada, sonrió al leer el nombre.

— ¿Dormías? – tanteó mordiendo su labio y jugando con su cabello en un gesto de timidez que Tom reconoció inmediatamente. —Pensé que podría haberte despertado. ¿Por qué no estás durmiendo?… Me desocupé hace instantes, pero estaba hablando con los chicos… Sí, ensalada de frutas… No sabía de las fuertes lluvias en Viena… Oh, así que ha sido inesperado… ¿En serio? ¿Volverás pronto? – preguntó con auténtica emoción, y es que, se había acostumbrado a la presencia de Anis, a su protección. — No, no, no es que te extrañe o algo así. – dijo con voz pequeñita, tímida y encantadora.

Tom supuso que Anis le dijo alguna cursilería como para que Bill se sonrojara tan adorablemente.

— ¿Qué he hecho hoy? – Bill pareció pensar su respuesta. —Estuve en el estudio con los chicos, aún parece que perdemos el tiempo, pero no hay apuros, vamos a nuestro ritmo. Y, uhm, trabajé en una canción con Tom. – finalizó titubeante.

Bill cambió su posición sentándose en la cama y su gemelo, escondido en el closet de puertas al estilo persianas, pudo observar el cambio en su semblante a la vez que frotaba su cuello y tomaba a Tomi.

—No, no, nada de eso. No ha hecho más comentarios de ese tipo. Él, uhm, hoy nos fue bien trabajando juntos.

Tom inmediatamente supo que hablaban de él y al mismo tiempo concluyó que Bill le estaba mintiendo a Anis. Porque sí había seguido con cometarios ácidos y el ambiente de trabajo de ese día no fue precisamente bien.

—No te dedicaré una canción en el álbum – rio Bill y parecía menos tenso ante ese cambio de conversación. — ¿No te basta el placer de tener un sencillo conmigo y que sea un éxito? – preguntó divertido.

Tom quería darse contra la puerta al ver a su hermano tan relajado cuando hablaba con Anis. ¿Cuánto fue? ¿Quince minutos? Y Bill parecía estar una montaña de felicidad, mientras platicaba de cosas triviales con el rapero.

El gemelo mayor sabía porqué sonreía: a Bill le encantaba ser escuchado. Para él era valioso que alguien se quedara a su lado y escuchara sus problemas, sus dudas, que alguien le aconsejara o que simplemente prestara su oído para oírle hablar de las cosas más insignificantes como que si debía cambiar su peinado o el drama sobre cubrir o no el lunar bajo su labio.

Bill y Tom siempre estuvieron para oírse mutuamente. Bill siempre quería compartir con él, Bill siempre estaba para escucharle. Tom fue quien prefirió callar, quien deseó no oír; y ahora estaba alguien más que si quería hablarle, que si quería oírle.

—También te quiero. – dijo con un bostezo y finalizó la llamada con una ligera sonrisa.

Tom observó cómo se levantaba de la cama y con sus mismos pies se quitaba las zapatillas que utilizó ese día, quedándose en medias. Su rostro mostraba bastante sueño y comenzó a bostezar mientras se dirigía a sus cajones y sacaba un pijama dejándolo en la cama, para luego quitarse sus pulseras y sus collares.

Tom sólo fue consciente de que Bill iba a desvestirse, cuando escuchó el cierre de la chaqueta ser abierto.

Bill se desvestiría. Con él escondido en el closet. Con él viendo todo.

Tom tragó un poco cuando su hermano quedó en una camiseta negra que no le quedaba muy ajustada. Con eso pudo confirmar la baja de peso, pero luego no quiso pensar en algo más.

Cuando Bill tomó los bordes de la camiseta, Tom apretó con fuerzas sus labios. Su garganta estaba seca y había un intenso cosquilleo en su bajo vientre, una liga de ansiedad, de añoranza por esa piel suave.

Para el mayor cada movimiento de Bill mientras abría su cinturón y desabotonaba su jean estaba siendo demasiado lento, demasiado delicado, demasiado sensual. Lo que era extraño, ya que la única vez que el menor intentó hacer un striptease para él fue hace casi dos años y se enredó cuando quiso quitarse las medias de malla que se había colocado, terminó en el piso, matando toda la sensualidad cuando su rostro se tiñó de vergüenza y timidez, dejando adorabilidad en el ambiente. Aún así, Tom le hizo el amor con mucho cariño esa noche. Como tantas veces. Miles de veces.

Tom había visto desde tantos ángulos el cuerpo de Bill, lo había tocado de tantas formas. Bill a Tom le había dejado hacer todo con su cuerpo, se lo entregó desde la primera vez que se besaron y el gemelo mayor dejó que se notase quien mandaba allí en cada encuentro. Tom estuvo tantas veces dentro de él, conocía tanto su estrechez, conocía cada uno de sus gemidos, cada una de sus expresiones, cada porción de su piel. ¿O tal vez no?

El trenzado delineó infinidades de veces esa pequeña estrella que se iba mostrando cuando Bill se quitaba su camiseta, había depositado un beso en cada uno de sus vértices; pero ese antiguo tatuaje fue sacado de su mente cuando empezaba a mostrase otro.

Tom había besado las, exactamente, siente pequitas que se encontraban dispersadas luego del ombligo de Bill y que se perdían en su bajo vientre, pero nunca había tocado la frase que empezaba a revelarse en su costado. Ese era el segundo tatuaje que Tom observaba en su gemelo por primera vez y deseó que esta vez la compañía no haya sido Anis, aunque estaba casi seguro de que así fue.

El gemelos mayor no alcanzó a leer lo escrito en tinta, cuando el menor se volteó dirigiéndose al baño, a la vez que recogía su larga cabellera en una coleta alta y le daba una imagen a Tom de su delgada y alunarada espalda, de su espalda baja que conducía a ese pequeño trasero aun cubierto por los jeans, pero que parecía contonearse como sabiendo que él le estaba mirando: tentándolo.

—Dios, Bill. – susurró, sin poder sacar de su cabeza la imagen de hace momentos.

El vientre de Bill estaba plano, sus caderas un poco más marcadas de lo normal al igual que sus costillas; sus brazos más descarnados, su clavícula más notoria mostrando fuertemente la conexión hasta sus hombros, su cintura estaba más marcada, curvilínea, y su espalda más estrecha. Aún así, seguía siendo completamente hermoso, atrayente y sensual ante los ojos de Tom. Tal vez demasiado.

Sin duda, Tom fue hechizado por esa manzana de tentación, de la cual ya había tenido un mordisco y que ahora era totalmente prohibida e inalcanzable. Tom apenas estaba controlando sus ganas de ir por Bill y besarlo para hacerle recordar a quien es que debía amar, quien era el único que tenía derecho de tocarle, de ver su piel.

Cuando escuchó la regadera funcionar, decidió salir sigiloso del closet e ir a su habitación.

— ¡Bill! – le llamó Georg entrando a la habitación.

—Maldición. – murmuró, retrocediendo lo poco que había logrado salir de su escondite.

— ¿Qué sucede? – le preguntó Bill desde el baño.

—No sé cómo utilizar la cosa esta para las puntas. – le dijo desde la puerta del baño, alzando la voz para que Bill lo pudiese escuchar.

—Dame cinco minutos, ya salgo. –respondió el menor.

Tom vio sus intenciones de huir frustradas cuando Georg se sentó a la orilla de la cama en la espera de Bill. Es decir, no podría salir disimuladamente del closet y saludarle amigablemente antes de irse.

—Vete Georg. – pidió bajito cuando habían pasado diez minutos y el bajista aún seguía allí.

—Linda pijama. – se burló Georg señalando el pantalón de pijama celeste de Bill con nubecitas y ositos sobre ellas, y una camiseta blanca.

—Tonto, no te explicaré algo. – dijo con un puchero, sentándose al lado de Georg mientras se colocaba unas calcetitas para dormir.

—Hazlo por mi cabello, no entiendo las instrucciones. – rogó, dándole el tarro y Tom empezaba a sentir dolor en todo su cuerpo cuando Georg se marchó feliz por la explicación de Bill.

Apenas Georg abandonó su habitación, Bill se dirigió a su tocador y soltó su largo cabello para peinarlo antes de irse a dormir. Era pasada medianoche y estaba realmente cansado.

A Tom se le iba el aliento al ver a su gemelo tan natural, sin maquillaje, en su tierno pijama y calcetas de colores. Ese era él, su hermanito, el que le gustaba abrazarse a alguien, el que era un soñador, lleno de inocencia y de deseos, lleno de amor para y deseando recibir,

Tom apenas pudo identificarlo cuando Bill apagó la luz principal, dejando que sólo la de una lamparilla al lado de su cama alumbrara un poco la habitación. Aun así, Tom le vio apoyar su cabeza en la almohada luego de cubrirse con las sábanas, suspirando mientras apagaba la veladora y tomaba a Tomi con su otra mano, abrazándolo.

—Buenas noches, Tomi. – le murmuró a su leoncito y Tom se sintió estremecer.

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Eso se sentía bien… Dios, sí. Se sentía genial.

La humedad era perfecta, esa lengua se frotaba sobre la cabeza de su miembro, haciendo una ligera presión en el pequeño hoyuelo de la punta y eso lo tenía a punto de fallecer.

Tom veía sus ojos, como brillaban bajo las sábanas, esa mirada angelical. Tuvo que mover una mano a su cabeza y acariciar sus largos cabellos, despejando los mechones que se encontraban en su rostro. Bill tenía las mejillas rosadas de la excitación, tenía los labios hinchados, brillantes, ocupados.

Adorablemente excitante.

Su gemelo bajó la mirada casi con timidez y, ayudándose con sus delicados dedos, volvió a su labor, masturbándole a la vez que le chupaba.

Tom estaba a punto de perder la cabeza, ambas cabezas. Su miembro estaba siendo completamente engullido y los músculos de la de Bill garganta le hacían alzar las caderas, embistiendo en su delicada boca. Los gemidos que emitía Bill estaban vibrando entorno a su miembro y sabía que se correría en algún momento.

Su gemelo subió a sus labios y Tom lo besó dejándolo de espaldas a la cama. Las piernas del menor se envolvieron en sus caderas y gimió alto cuando Tom entró.

Esa estrechez era magnifica, como cada centímetro de Bill. Su calidez, su piel, sus gemidos.

—Uhmmm. – gimió Bill prolongadamente contra sus labios cuando las embestidas aumentaron. Tom le besó yendo más profundo en su cuerpo. —Ohm. – jadeó para Tom, mientras sus mejillas se encendían completamente.

Tom estaba perdido en el rostro de Bill. Estaba agitado, perlado de una delgada capa de sudor, sonrojado, luciendo adorable y su espeso cabello era un enredo. Era la vista más hermosa.

—Más. – pidió alzando sus caderas y Tom sonrió aumentando la velocidad. —Más. – volvió a pedir cerrando los ojos y ocultándose en el cuello de Tom. —Más, Anis. – demandó en un gemido que erizó la piel del mayor.

Tom despertó.

Estaba totalmente agitado y transpirado. Había sido un sueño y aun así su cuerpo estaba hormigueando. Parecía tan vivido. El rostro de Bill, como se sentía en torno a él, como había gemido el nombre de otro.

Tomó la almohada y con ella cubrió su cara ahogando un grito de frustración y sólo cuando se sentó en la orilla de su cama para calmar su respiración, fue cociente del bulto en sus pantalones.

—Esto tiene que ser una broma. – dijo, mirando con fastidio su entrepierna.

Estaba realmente duro. Pero no iba a hacerlo. No iba a tocarse por haber soñado que se follaba a Bill, mientras él gemía el nombre de aquel rapero.

—Maldición. – dijo entre dietes, yendo por una ducha fría.

Al salir vio su rostro. Lucía como la mierda.

Había salido casi a la una de la madrugada del closet de Bill, cuando estuvo seguro de que su gemelo estaba bien dormido. Apenas eran las siete de la mañana, su cuerpo le dolía montones por haber estado encerrado casi dos horas y para colmo se despertó con una jodida erección.

La ducha sirvió para dejar su entrepierna en normalidad y para espantar su sueño. Escuchando la protesta de su estómago, bajó por algo que comer.

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Cuando Bill bajó a desayunar, quiso devolverse.

—Buenos días. – murmuró, cuando Tom reparó en su presencia.

Tom estaba en la barra con leche líquida a un lado, azúcar y el cereal de esferas de chocolate a otro lado. Dirigía una cucharada a su boca con cereal y leche y tuvo que dejarla caer en el bolw cuando apareció Bill. Olía dulce, su cabello estaba suelto, su rostro limpió y usaba un sweater tejido sobre su pijama.

Más.

—Igual. – le respondió Tom luego de haber aclarado su garganta ante el recuerdo vivo de aquel sueño. Se puteó mentalmente cuando sintió sus mejillas calientes. — ¿Quieres? – le ofreció a Bill, sabiendo que ese era el cereal favorito de su gemelo.

Bill procesó las palabras de Tom. No había tono de burla o algo, como el día de ayer. Luego enfocó su vista en la caja de cereales y le parecieron… apetecibles.

—Sí. – aceptó y Tom sonrió ligeramente por sentir que hacía al fin algo del agrado de su gemelo. —Gracias.

— ¿Cuántas cucharadas de azúcar? – le preguntó cuándo su gemelo se sentaba en una de las sillas de la barra. Bill le señaló con sus dedos: dos.

Tom evitó fruncir el ceño ante esa petición. Antes eran más de dos. Tenía que averiguar que sucedía con su gemelo.

—Aquí tienes. – dijo, deslizando el bolw hasta su hermano.

Bill miró con duda el contenido y se animó a dar la primera probada.

Sabía delicioso, sabía a hogar y su estómago no se quejaba. Dios, era la primera vez que lo comía luego de tanto tiempo y no tenía que esforzarse.

Tom miró con curiosidad a Bill cuando una sonrisa parecía querer formarse en sus labios, pero que era contenida.

— ¿Qué sucede? – preguntó curioso, aunque su voz era inexpresiva.

—Na-nada. – respondió Bill, sintiéndose observado por su gemelo y concentrándose en su desayuno.

Cuando su hermano acabó, recordó algo y fue en busca de lo que los chicos habían llevado ayer para él.

—Gracias. – dijo Tom cuando Bill le sirvió tímidamente un muffin de almendras.

Sus ojos viajaros a las manos de Bill, cuando este depositaba el muffin en un platito a su lado.

—Son más largas. – comentó, tomando las manos delicadas de Bill y observando sus uñas, haciéndolo sobresaltar ante ese contacto.

Los ojos de Bill observaban la unión de sus manos y sus mariposas fueron a buscar a más amigas para danzar en su vientre.

Tom estaba tocándole.

— ¿Por qué las banditas? ¿Qué te pasó?

—Na-nada. – soltó sus manos cuando se sintió estremecer. —Sólo me pinché. – comentó, volviendo a tomar asiento.

Tom sonrió, dando la primera mordida al muffin, al notar las mejillas sonrojadas de Bill. Todo sería perfecto, si Bill le mirase a los ojos.

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Ese día pasó lento, apenas y entraron al estudio. Bill y Tom no trabajaron ese día en la canción de ellos, tampoco cruzaron más palabras que las del desayuno y Bill agradecía eso ya que su corazón estaba desbocado y sus emociones casi a flor de piel.

Tom salió al jardín trasero por un cigarrillo cuando su teléfono sonó. Era Anne.

Tom la quería, no podía decir que no, pero no la amaba. Ella lo sabía.

Se habían conocido cuatro meses atrás. Georg lo había arrastrado a una fiesta de una revista, cuando se negó a asistir. Era la celebración de su aniversario y la banda fue invitada, pero Bill se negó a ir, así que Jost le pidió a los otros tres que fueran, él se negó pero Georg le lloró hasta que aceptó.

¿Cómo no fijarse en ella?

Era alta, delgada, bonitas piernas, muchas curvas y se hacía desear. Aun que cuando bailaban le hacía entender a Tom otra cosa, esa noche no pasaron de un beso. De alguna manera eso lo distraía del recuerdo de Bill.

Él no se había olvidado de su hermano, lo amaba y su corazón se lo hacía saber día y noche, lo extrañaba y su cuerpo lo sabía. Pero tenía miedo de que volviese a suceder, de que se creyera ciegamente enamorado y con el tiempo terminara distanciándose, de volver a sentirse ahogado, asfixiado.

Necesitaban un tiempo. Él necesitaba un tiempo, un tiempo de aclararse, de madurar ese amor, de discernir, de saber que era lo correcto. Por qué mierda, Bill no era cualquier persona, era su hermano. No podían volver y terminar miles de veces como si fuesen casi dos extraños cuando no lo eran, cuando tendrían que verse todos los días hasta que uno de los dos faltara físicamente. No era un juego, y aun así él ya había perdido la primera vida. No podía volver a su suceder. Porque no sabrían cómo sobrevivir a un Game Over.

Así que Anne llegó, instalándose en su corazón, siendo buena, divertida, alegre, cualquiera podría enamorarse de ella, pero él no. Porque la presencia de Anne sólo le hizo confirmar que Bill lo tenía completamente atado desde el corazón; que nunca podría dejar de sentirse asfixiado de ese amor, porque él respiraba amor, porque estaba enamorado, porque no dejaría de estarlo.

Anne sabía que alguien habitaba él corazón de Tom, y aunque los medios buscaran amor donde no había y ella muriera por ser la novia del guitarrista, ellos estaban más como acompañantes que cualquier cosa. Anne fue su compañía en esos meses donde quiso poner distancia con Bill y Anne fue en quien se aferró cuando supo que Bushido llegaba a la vida de Bill.

Estar con Anne ante Bill le hacía sentir que tenía algo para él, que así como lo hizo Bill, él también lo pudo olvidar. Aunque por dentro no fuese así.

Finalizó su llamada con la modelo, quien le comentó que había encontrado su reloj, el cual había extraviado el día de su cumpleaños. Cuando volvió, Bill no estaba en el estudio.

Era el momento perfecto.

— ¿Quién de ustedes es el que me va a decir que sucede con Bill? – preguntó serenamente, pero con firmeza, mientras los otros dos se miraban entre sí.

— ¿De qué hablas? – preguntó Gustav, con voz inafectada.

—No soy tonto. Y encontré medicinas en su habitación. ¿Está enfermo? – preguntó seriamente y Georg se removió incómodo.

—Hay cosas que deben hablar como hermanos. – señaló Georg.

—Pero ustedes lo saben, así que deberían decirme.

—No deberíamos. Bill y tú tienen que hablar. No nos meteremos en eso. – fueron las firmes palabras de Gustav y Tom estuvo a punto de exigir una respuesta cuando le llamó David.

—Dime, David. – respondió sin dejar de mirar a los otros dos.

—Se confirmó la sesión con Terry Richardson dentro dos días. Infórmale a Bill.

Continúa…

Gracias por leer. 

Publico y rescato para el fandom TH

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