«Backstage» Fic TWC de LadyScriptois
Capítulo 26
Tom no era una persona de rutina.
Eran pocas las constantes que había en sus actividades diarias. Variaba su hora de despertar, algunas veces desayunaba, otras veces tomaba un almuerzo-cena. Podía empezar a dormir en la tarde y luego despertar en la siguiente mañana o sencillamente pasar más de veinticuatro horas sin dormir. No fue solo él quien llegó a tener ese estilo de vida, también su hermano y el resto de la banda.
Ahora, despertaba casi al amanecer para desayunar porque Bill lo tenía que hacer y él le acompañaba en todas las comidas. Sus horas de sueños comenzaban no después de las tres de la mañana, porque Bill despertaba temprano y por lo tanto tenía sueño temprano.
A Tom no le molestaba nada de eso, al contrario, era divertido ir a cocinar con Bill o sencillamente preparar algo para su hermanito, sabiendo que él estaría asombrado y feliz. Era una rutina divertida y que disfrutaba porque era por el bien de su otra mitad.
Sin embargo, Tom, mierda, él amaba ir a dormir. Apenas comenzaba el día y deseaba que llegara la noche y en cuanto Bill empezaba a bostezar, se emocionaba.
Una semana había pasado y Tom seguía yendo a raptar a su gemelo cada noche. Empezaba a ser algo normal, y había una nueva tradición: los besos fraternales se incluyeron a todas sus noches: uno o cuatro cuando Tom los robaba, siempre antes de ir a dormir. Eso lo amaba. Así como amaba que Bill durmiera su lado, suspirara entre sueños y se aferrara a él.
Para Tom, todo empezaba a valer la pena: los cambios de horarios y las pequeñas quemaduras y cortadas al intentar cocinar. Algunas veces, conciliaba el sueño muy tarde, mientras se dedicaba ver a Bill. También había veces, en las que derraba lágrimas silenciosas. La recriminación por perderlo era muy grande.
Ser y comportarse como el hermano mayor de su ex no era fácil, menos cuando su corazón palpitaba aún por Bill; cuando se sentía atraído ante cada uno de sus movimientos; cuando se le iba la vida por verlo sonreír y tenerlo a su lado.
El amargo recuerdo de esos meses donde rechazaba a su gemelo le atormentaba día y noche. El verse ahora como fue durante ese tiempo le hacía pensar que no parecía él mismo, parecía alguien perdido entre la fama y el dinero, ciego, tonto. Cada una de esas acciones pasadas se transformaba en el peor castigo cuando Bill dudaba a su lado, cuando un abrazo no era algo fluido.
Estaba mendigándole cariño a su hermano y no dejaría de hacerlo. Así tuviese que arrastrarse por una mirada de Bill.
Ese tiempo con su pequeño hermano, sólo servía para confirmar eso que concluyó aquellos seis meses: Bill era su todo. Ese delgado, delicado y blanco cuerpo lo tenía sumiso; esos ojos miel, inocentes y puros le tenían hipnotizado y era su alegría; esas delgadas y bonitas manos eran suficiente para sostenerle cuando se sintiese caer; su cálido aliento era su oxigeno; sus escazas muestra de cariño eran su alimento; su sonrisa en su maná.
Tom no podía dejarle ir y se estaba aferrando a Bill de todas las maneras posibles. El título de sólo hermanos empezaba a ser una tortura para él. Su corazón estaba gritando por que le expresara a Bill cuanto le amaba, pero no podía hacerlo. Bill estaba con Anis, Bill ya no le amaba y el que se confesara ante él solo serviría para alejarlo. Eso sería insoportable, no luego de tenerlo de nuevo.
Esa madrugada, los chicos se fueron a dormir muy tarde por trabajar en el estudio y los gemelos apenas fueron capaces de despertar a las seis para desayunar y luego siguieron durmiendo. Bill iba a irse a su habitación, pero luego de unos minutos de ruego, el menor cayó rendido de nuevo entre los brazos de su hermano.
Fueron las diez cuando su alarma volvió a sonar, indicando una merienda de Bill. Ya estaba despierto por lo que salió de la cama, viendo su celular que indicaba catorce llamadas perdidas de Anne. Pensó en devolverle la llamada, pero no es que tuviese muchas ganas de hablarle. La última vez que lo hicieron, le reclamó porque no quería salir con ella, Tom le explicó que estaba con su hermano y que no podía, así que ella armó un drama, asegurando que solo estaba utilizando a Bill como excusa y que seguramente estaba con otra.
Tom no entendía la actitud de Anne. Por más que supiese que él no le amaba y que nunca serían más de lo que ya eran, ella nunca se había comportado de esa manera. Empezaba a preguntarse si era el hecho de que antes pasaban juntos más tiempo y tal vez ella se sentía segura, pero ahora no era así. La Anne celosa estaba explotando. También podía atribuirle a su conducta el hecho que Abbe terminó su relación hace poco con Matt por un engaño.
El trenzado suspiró. Una paranoica sin derecho a celos era lo último que necesitaba. Luego, escuchó un sonidito a su lado que se asemejaba a un tierno ronroneo y descubrió a Bill abrazándose a la almohada que él utilizó, pareciendo un pequeño bultito en la enorme cama.
Tom sonrió, amaba a ese chico.
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— ¡Tom! – se escuchó que alguien entraba a su habitación sin reparo.
Tom salió del baño, secándose la cara y descubrió a Anne, enojada y taconeando en la alfombra.
— ¿Por qué no respondías tu teléfono, Tom?
—Lo siento amigo, ella estaba afuera. – explicó Gustav y Tom asintió entendiendo. Luego el rubio se retiró.
—Son las diez de la mañana, Anne. – dijo fastidiado. —Por cierto, buenos días a ti también.
—Desde ayer estoy llamando porque estoy libre y quiero pasarla contigo, pero el joven no respondía. – dijo enojada.
—Estaba por llamarte. – respondió con una mentira y el semblante de Anne se relajó.
— ¿En serio? – preguntó con voz chiquita y se dirigió a los brazos de Tom. —Disculpa. – le pidió. —Pero es que últimamente has estado alejado. – comentó y suspiró al respirar el rico olor del trenzado. Enfocó su vista en el bulto en la cama, que tenía una larga y bonita cabellera negra. — ¡¿Quién es ella?! – le preguntó, golpeando su pecho.
— ¿Qué sucede contigo? – cuestionó confundido Tom por la actitud de la modelo. No sólo por esa sino por todas las de los últimos días.
—Hay una perra en tu cama. – vociferó y Tom estaba un poco sorprendido por ese lenguaje. —No puedes ser tan infeliz. – dijo enojada y el trenzado sostuvo sus manos antes de que siguiera golpeándole.
Luego se escuchó a Bill removiéndose en la cama, despertando.
—Es Bill. – le explicó. —Le estás despertando. – le recriminó, mientras salía con ella al corredor.
— ¿Ahora también duermes con Bill? – cuestionó incrédula.
Anne empezaba a cansarse. Bill esto, Bill aquello. “No puedo, estoy con Bill”, “Voy con Bill a una tienda”, “Estoy en la farmacia con Bill”, “Hablamos luego, Bill tiene sueño.”
— ¿Qué tiene de malo? Somos gemelos. – cuestionó y se encogió de hombros.
—Tienen veinte. – acotó, como si fuese obvio.
Tom pensó que esa era una de las cosas que más temía antes, que alguien reaccionara como estaba reaccionando Anne al ver tanta cercanía entre ellos. Que se dibujara en su rostro lo que se leía como: “Eso es extraño. No son normales.” Y para su sorpresa, se encontró no importándole.
—Vuelvo a preguntar: ¿Qué tiene de malo? – respondió con simpleza y Anne bufó antes de cambiar el tema. Algo le aseguraba que si ponía a Tom entre ella y Bill, saldría perdiendo.
—Olvídalo. – dijo acariciando los hombros fuertes de Tom y robándole un pequeño beso.
—Ve a cambiarte y te esperaré abajo. – aseguró y le volvió a besar antes de bajar.
Cuando Tom entró de nuevo a la habitación, se encontró a Bill sentado en la orilla de la cama, la cual estaba tendida en su totalidad.
—Hey. Buenos días, dormilón. – le deseó, sonriendo.
—Hola. Escuché algunos ruidos extraños. ¿Está todo bien? – preguntó, recogiendo unos de los mechones de su cabello tras su oreja.
—Anne está de visita. – informó y vio a Bill asentir con duda, comprendiendo o dando a entender eso.
—Oh, está bien. Uhm ~ voy a mi habitación. – se levantó y se dirigió a la puerta, pero antes de cruzarla, Tom le detuvo.
—Te espero abajo para la merienda. Son las diez. – recordó y Bill asintió antes de salir.
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Bill aguantó la respiración y se hundió totalmente en la bañera, abriendo los ojos bajo el agua y preguntándose porqué él no podía dejar de ser asqueroso, por qué no podía dejar de amarlo.
Si en la última visita de Anne se sintió incómodo, esta vez era aún más fuerte esa incomodidad, la cual terminó denominando como celos. Eso era horrible y estaba muy mal. Muy, muy, muy mal.
Celoso de Anne. Porque ella si estaba con su hermano, porque ella si era amada por su hermano y le hacía feliz, porque Anne estaba ocupando un lugar que Tom una vez le permitió ocupar. Celoso por que Tom la besaba como hombre y él sólo recibía besos fraternales que lo enamoraban, que lo enfermaban.
Bill sabía que de no ser porque estaba bajo el agua, algunas lágrimas se hubiesen escapado ya de sus ojos. Y Bill recordó por qué amaba el agua y porque amaba llorar en ella. También recordó lo especial que estaba siendo Tom con él, pareciendo adivinar sus miedos y asegurándole que no temiera, que no debía tener miedo de abrazarle, de decir lo que pensaba, de que se apartara. Aunque estaba cediendo ante Tom, Bill estaba seguro que todo era parte de una felicidad momentánea, que cuando menos se lo esperara Tom abriría los ojos y se daría cuenta de lo que estaba haciendo: estaba abrazando y besando a quien consideraba repugnante; le rechazaría y le abandonaría nuevamente. Por eso no quería abrirle completamente su corazón a Tom, pero poco a poco lo estaba haciendo y empezaba a asustarse cada día más. Sentía que en vez de ver a Tom con ojos de hermano como debía hacerlo, era al contrario y sentía a ese repulsivo amor ganar más territorio en su corazón.
El menor de los Kaulitz se sentó en la bañera rápidamente; recuperando el aire que reclamaban sus pulmones y llevando sus manos temblorosas a su abdomen, cuando unas ligeras náuseas quisieron revelarse. Demasiado desacostumbrado a esa sensación, sintiéndose asustado de que volvieran, pero su estómago estaba calmado como si nada hubiese pasado.
Bill encogió sus piernas en la bañera, llevando sus rodillas a su pecho, estando tan sorprendido como la primera vez que vomitó sangre.
La idea de recaer le tenía inmóvil en el agua, con sus ojos muy abiertos y los músculos tensos. En su mente: las lágrimas de su madre, la preocupación en los ojos de los G’s, las atenciones de Tom… Y los penetrantes ojos de Anis, que le decían que creía en él. “Sé que puedes con esto, princesa”, le había dicho más de una vez y como si Anis estuviese ante él, asintió. Respiró como le enseñó y cuando se sintió más tranquilo, salió del baño.
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Cuando bajó, Tom parecía estar concentrado en la cocina, Anne recostada en la barra diciéndole algo, Georg en el sofá viendo algo en la TV y Gustav leyendo un libro. Bill sintió incorrecto ir a interrumpir entre la pareja y se sentó entre el bajista y el baterista.
—A alguien se le pegaron las sábanas. – comentó Georg y Bill asintió, mientras bostezaba.
Los ojos de Bill se humedecieron ante el bostezo y los frotó, porque no tenía un gramo de maquillaje en su rostro y no tenía de que preocuparse.
—Aun así, estoy preparado para seguir durmiendo. – murmuró Bill y Gustav rio, reparando en que el menor vestía un jean celeste, una camiseta blanca un poco holgada y estaba en tobilleras. Su cabello estaba ligeramente húmedo y tenía el sueño pintado en el rostro. Listo para una cama.
—Tom preparó una merienda para todos. Tiene lo tuyo en la cocina. – le informó y Bill gimió bajito, mientras cerraba los ojos apoyándose en el hombro de Georg, quien ya estaba acariciando tras su oreja.
No quería comer, sólo quería ir por un poco del té de hierbas para asegurarse que su estómago no volviese a darle una mala pasada. Sin embargo, mientras Anne y Tom continuaran solos en la cocina, él no entraría. Se aseguró eso y cerró sus ojos como por unos minutos.
—Oh, ya bajaste. – escuchó que le decía Tom y Bill sonrió antes de poder darse cuenta, abriendo sus adormilados ojos.
—Hola, Bill. – le saludó, Anne. Acercándose con ese bonito vestido, ceñido en su cintura y pechos y luego suelto hasta la mitad de sus muslos; traía el pelo con ondas y el maquillaje bastante suave. También se fijó en que Anne no estaba tan animada como usualmente era.
—Hola. – le respondió, al recibir un beso en su mejilla y le sonrió ligeramente a la rubia. A Tom le llamó la atención el hecho de que Bill solo daba esa sonrisa a los medios y ahora se la daba a Anne.
—Tengo algo para ti en la cocina, ven. – le pidió Tom, tomando la mano de Bill y halando de él.
El menor de los Kaulitz se sintió un poco cortado ante la mirada que le dio la joven modelo, así que solo soltó la mano de Tom, pero lo siguió.
—Toma. – le ofreció Tom una fuente pequeña con ensalada de fruta y Bill evitó fruncir el ceño. — ¿No quieres? – cuestionó al ver un extraño gesto en su hermano.
—Sí. – aseguró Bill. No es que no quisiera, sólo que le daba miedo. —Gracias. – dijo, tomando la fuente y un tenedor para frutas. Tom imitó a Bill y observó con detenimiento como su gemelo vacilaba entre bocados. —Prepararé té. – informó, dejando la ensalada de lado y yendo a la alacena, sacando un empaque verde.
—Oh, eso es té. –comentó Tom. —Siempre me pregunté qué sería. – confesó.
—Si~uhm. Quiero beber un poco. – dijo sencillamente, encendiendo el calentador de agua.
Tom observó silenciosamente a Bill, había algo extraño en su hermano. Los últimos días habían sido bastante cercanos y no hubo episodios donde viese algo diferente en su gemelo, pero esta vez era así y él no lo podía identificar. ¿La visita de Anne tendría que ver en todo eso?
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—Bebes té. – resaltó Georg en su susurro, cuando el menor se sentaba a su lado de nuevo, con un vaso de vidrio que mostraba el líquido ámbar.
Bill asintió y le miró. El menor entendió la mirada preocupada del bajista y le sonrió para que entendiera que no era algo de preocuparse.
—Tom, estuve platicando con los chicos y ellos me dijeron que David tiene una casa en las afueras de Berlín. – comentó Anne. —Así que, pensando que tengo días libres, ¿Por qué no vamos? – le preguntó a todos la rubia y los G’s sonrieron.
Era una casa muy bonita. Tenía una piscina cubierta y estaba en un lugar poco poblado, prestando gran privacidad. Lo mejor, es que David siempre la ponía a disposición de los chicos ya que él no tenía tiempo ni familia para ir a vacacionar en aquella enorme casa.
—Debemos hablar con David y~ – empezó a decir Tom.
—Yo hablo con él. – aseguró Gustav y Tom supo que ese era su fin.
—Bueno, me parece que está bien. – aceptó Tom y los chicos empezaron a reír emocionados y haciendo planes. Él se retiró al estudia, sin muchos ánimos de ser parte de unas vacaciones con Anne y su actitud de histérica.
—Bill, no pareces muy emocionado con la idea. – comentó Anne y, por el tono exageradamente amable, Bill confirmó que había algo diferente en la rubia para con él.
—Oh, es que en los próximos días tengo compromisos y no sé si pueda ir. – dijo con sinceridad.
Anis estaba en la ciudad y Bill no sabía cuándo volvería a irse, así que cuando podía iba en la tardes a reunirse con él.
—Bueno, no importa. – Anne le restó importancia a su presencia.
—Creo que sí importa. – murmuró Gustav. —Sí Bill no va no hay planes.
—Chicos. – empezó Bill. —No es necesario.
Los G’s sabían los motivos por los que Bill no asistiría e incluso lo entendían. Pero la forma en la que se expresó Anne les molestó.
—Como sea. Si llegas a ir, dile a Anis. Sería genial que él también fuese. – aseguró la rubia. — ¿Puedo llevar a una amiga? – preguntó con una sonrisa y los G’s medio sonrieron.
—Claro que puedes. – aseguraron y la sonrisa de Anne se ensanchó.
Luego de varias horas, la rubia se marchó.
—Controla a Anne. – le dijo Georg al guitarrista, entrando al estudio.
— ¿Qué sucedió? – cuestionó.
—Nada, pero algunas veces dice… ciertas cosas.
—Explica. – solicitó Tom.
—Creo que no le agrada Bill. – sugirió.
Tom suspiró. Eso lo sabía.
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Un día después, Bill se encontraba en el copiloto del Ferrari de Anis.
Bill no estaba muy seguro de querer ir, pero Tom insistió. Luego de la insistencia de Tom, vino la insistencia de los G’s para que invitara a Bu. El menor de los Kaulitz sabía que no sería muy cómodo para el rapero y él, ya que tendría que disimular ante las chicas, pero estaba bien, porque Anis sonrió cuando le invitó.
El plan original fue salir ese día en la tarde, pero se presentaron varios retrasos y terminaron tomando camino cerca del anochecer.
— ¿Estás bien? – le preguntó Anis, tomando la mano de Bill y frotando su dorso con el pulgar. Bill había estado bastante silencioso durante el viaje y parecía muy pensativo. —Georg me contó que tomaste té de hierbas. – confesó y al ver que Bill mordía su labio inferior, él calló para que su novio continuara.
—Me dieron náuseas mientras me bañaba. – murmuró bajito y Bushido apretó más su mano.
— ¿Se han vuelto a repetir?
—No, pero tengo miedo. – se sinceró.
—Todo estará bien. – le aseguró, besando su mano y Bill asintió, porque necesitaba aferrarse a la confianza de alguien. — ¿Quieres adelantar la cita con Miller? – le propuso y Bill negó.
—Creo que es porque, ya sabes, no es igual a cuando estaba en las vacaciones, también está la responsabilidad del álbum. Sólo tengo que tomarle el ritmo a todo esto. – aseguró, más para sí mismo que para Anis.
«Tomar el ritmo. Entender que Tom sólo era su hermano y no tenía que amarlo cada día más. »
Lo cierto, es que el hecho de que el rapero le acompañara por esos días le hacía sentir seguro. Bushido tenía ese no sé qué, que le hacía sentir en paz y paz era lo que necesitaba en esos momentos tan confusos para él. Era agradable estar con Anis y sentirse como días atrás, donde se sentía capaz de mantener control ese amor que ahora quería desbordarse. Anis le hacía sentir en cordura y no perdido en ese amor.
Bill apretó con fuerza la mano de Anis y el mayor le sonrió.
—Cambiando de tema. – comenzó Bill. —Abbe te mira mucho. – comentó como quien no quiere la cosa.
—Me dijo que le gustan los hombres tatuados. Por lo que si estás interesado en ella tienes posibilidades. – dijo divertido y Bill palmeó la mano de Anis.
—Te aseguró que no lo decía por mí. – afirmó divertido. — ¿Deberías utilizar, ya sabes, sweater manga larga y de cuello alto? Con eso cubrirías parte de tus tatuajes. Y un guante para el de la mano. – propuso, pareciendo que lo decía en serio, aunque era broma.
—Alguien está celoso. – canturreó Anis.
Bill no respondió. Aunque se moría de celos por Tom; Bushido era su novio por algo, porque le quería y gustaba. Claramente no le agradaba cuando alguien se le insinuaba.
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Cuando llegaron a la enorme casa, Abbe concluyó por qué Anne últimamente se sentía extraña y amenazada en la presencia de Bill.
—Te ayudo. – dijo Anis cuando Bill estaba batallando para sacar el astil de una de sus maletas.
— ¿Necesitas ayuda, Bill? – esta vez fue Tom, quien también se acercaba con la misma intención.
Anne estaba acostumbrada a ser el centro de atención a donde fuera, principalmente si era un grupo de hombres, pero esta vez, de esos cinco hombres, cuatro estaban a disposición de uno: Bill. Los G’s lo trataban como su hermanito. Anis era un novio que disimulaba siendo un mejor amigo, pero sin poder evitar su impulso de ayudar a Bill cuando lo viese en el mínimo apuro. Tom era un ex novio y gemelo atento, que amaba a Bill y que estaba celoso porque el rapero de mierda estaba allí.
Bill era el centro de atención. No Anne.
—No, yo puedo solo. – aseguró Bill, porque eso fue muy. —Gracias. – le dijo a ambos y luego el viento empezó a danzar con su cabello.
Abbe también concluyó que tal vez Anne estaba celosa de la belleza de Bill, y es que hasta ella lo estaría de no ser porque tenía su autoestima bien alto.
—Estoy segura que es gay hasta la médula, así que deja de mirarle que no tienes oportunidad con esa florecita. – le murmuró Anne entre dientes y la morena supo que lo que pensaba era verdad.
—No te preocupes, no soportaría tener a un novio que es más hermoso que tú y yo juntas. – contestó sonriente y Anne puso sus ojos en blanco. —Aunque tengo a tres chicos guapos para elegir. – aseguró, paseando su mirada de Anis, a Gustav y luego en Georg, quien sostuvo su mirada para luego acercarse a ella.
—Te ayudo con tus maletas. – le aseguró Georg, tomando las maletas de Abbe y guiándola a la casa.
Anne miró consternada como hasta que Tom se aseguró que Bill no necesitaba asistencia con su equipaje, él no se acercó a ella para ofrecer su ayuda. Se preguntó si siempre sería la segunda ante Tom y tuvo que controlarse en abofetear al guitarrista cuando estuvo segura de que sería así. No era la segunda prioridad de nadie.
— ¿Por qué me miras así? – le preguntó Tom a Anne, al verle con el ceño fruncido.
—Por nada.
Y Tom suspiró. Los por nada nunca indicaban algo bueno.
—Sabes que no te voy a rogar para que me digas. – aseguró, entrando con el equipaje de Anne y el suyo.
—Claro, porque no soy Bill. A él si le ruegas. – murmuró y adelantó a Tom.
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—Hay siete habitaciones, pero la principal no puede usarse. – comentó Tom, cuando estaban reunidos para la distribución de cuartos.
—Me gusta la última que está en el ala derecha. – dijo Anne. — Esa es nuestra. – aseguró, haciendo referencia a Tom y ella.
Las habitaciones se dividían en dos alas en la planta alta: cuatro al lado derecho de las escaleras y tres al lado izquierdo, donde se ubicaba la de David y no podía usarse. Gustav y Georg lo sabían, así que se solidarizaron con Bill, entendiendo la situación con Anis. Luego Tom querría matarlos.
—Georg y yo queremos otras dos en el ala derecha. – aseguró Gustav.
—Yo también. – murmuró Abbe, porque los G’s eran divertidos.
—Entonces Bill y yo nos quedaremos en las otras dos. – aseguró Anis.
Que la habitación de su hermanito y el rapero estuviesen apartadas de las demás, no era agradable para Tom. No, no, no, no.
—No. – se negó Tom. —Siempre me he quedado en una de las habitaciones del ala izquierda. – mintió.
—Pero, Tom. – se quejó Anne. —Me gusta la que escogí.
—Es que…
—Es sólo por dos noches. – recordó. —Ven, llevemos las maletas. – le propuso con una sonrisa y haló de él.
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Tom estaba lo suficientemente cansado o simplemente era la costumbre que tenía con Bill de dormir relativamente temprano. Abbe y Anne estaban cantando en el karaoke junto a Georg, ya un poco pasados de copas. Gustav y Anis estaban alrededor de Bill, tomando todo lo que él les ofreciera.
— ¿Cómo es que sabes hacer todo esto? – cuestionó Tom, tomando algo de lo que preparaba su hermano.
—En una fiesta en casa de Anis. Top y Blass me enseñaron. – respondió concentrado.
—Era el único sobrio. – aseguró Gustav y Anis rio.
—Prueba. – le ofreció a Anis el menor.
—Si me emborracho, te tendrás que hacer cargo de mí esta noche. – aseguró y Bill rio sin entender el doble sentido.
El trenzado sabía que significada el: “te tendrás que hacer cargo de mi esta noche”.
Tom era un hombre que tenía un largo historial de coqueteos e insinuaciones, dadas y recibidas. Sabía cuándo una mujer quería ser follada o cuando sólo estaba jugando y andaba de calentona. También sabía enviar una disimulada proposición de sexo y descifrar una. Era un maestro desnudando con la mirada o simplemente endulzando a su presa. Y por qué sabía hacerlo, sabía identificarlo en otros a simple vista y los ojos cafés de Anis pedían a gritos un momento de soledad con Bill. Eso era desesperante.
—Te quedan mejor que a ellos. Se sentirán orgullosos de su aprendiz. – le aseguró y Bill le sonrió a Anis de esa forma dulce que le encantaba.
Tom interrumpió.
—Encontré una botella en la cocina, ven Bill. Dime si puedes hacer algo con eso. – le pidió a su hermano.
—Claro. – aseguró Bill, siguiendo a su hermano. —Aunque no soy un experto, puede que ni siquiera conozca el licor. – informó Bill, no queriendo luego desilusionar a Tom.
—Oh, está bien. – comentó y luego cerró la puerta de la cocina y se apoyó en ella.
—Uhm~ ¿Dónde está? – cuestionó, porque Tom sólo estaba allí, pareciendo estar en una batalla interna sobre hablar o no.
—No hay una botella. – fue sincero. —Cámbiate de habitación. – le pidió y eso tomó a Bill por sorpresa.
— ¿Qué?
—Le diré a los G’s para que cedan una.
— ¿Qué? ¿Por qué? – antes de darse cuenta, Tom lo abrazó. — ¿Tom, estás bien? – cuestionó confundido y Tom asintió desde su escondite en el cuello de Bill.
— ¿Dormirás con Anis? – cuestionó y su voz parecía pequeña para Bill, quien pestañeaba rápido, intentando entender algo.
— ¿Qué-qué sucede? – preguntó confundido y Tom evitó gemir frustrado. Intentaba controlarse y no asustarle.
—No lo quiero a él en tu habitación. – dijo directo. —Ni tú en la de él.
Bill estaba sin palabras. Tom sonaba con firmeza y autoridad.
—Tom, él tiene su habitación y yo la mía. – intentó explicar y tranquilizar a Tom, ya que al perecer la posibilidad de que él durmiera con el rapero le molestaba.
—Por Dios, Bill. No soy tonto.
—Sé que no, pero~ – intentó decir. Se sentía bastante intimidado ante la autoridad de Tom al hablarle.
—Bill. – le cortó y algo en los ojos de Tom le hizo mirarlo atentamente y guardar silencio. — No quiero a nadie en tu habitación y mucho menos en tu cama. – la autoridad en la voz de Tom le hizo estremecer.
Posesivo y territorial como siempre. Jodidamente celoso.
Los ojos de Bill se perdieron en los de Tom, intentando asimilar todo. Escuchaba como la respiración de Tom volvía a la normalidad, ni siquiera había notado que se agitó; casi observó como la ira dejaba el iris de sus ojos y su mirada se mostraba cálida ante él. Tan perdido en sus ojos que apenas sintió como Tom envolvía su cintura acercándolo a su cuerpo y sus rostros se posicionaban a milímetros de distancia.
Tom conectó su mirada profunda con la de su gemelo, que era interrogante, y luego la bajó a sus labios, preguntándose si podría obtener sólo una probada, sólo un poco de ese manjar que lo tenía desesperado.
Bill por un momento estuvo seguro de que Tom lo iba a besar y algo le decía que ese beso no tendría nada de fraternal. Su corazón latió adolorido y se paralizó. Tenía que estar alucinando. De nuevo, ensuciando los gestos de su hermano con su amor. Alejó su rostro rápidamente y salió de la cocina.
Continúa…
Gracias por leer.