«Backstage» Fic TWC de LadyScriptois
Capítulo 31
Tom recordó aquella vez con dieciséis años en casa de su madre, minutos antes de que Bill entregara todo de si a él. Bill le había confesado que él era su felicidad, toda su alegría, que si siempre estaba a su lado, sería feliz.
Recordó esos casi tres años de noviazgo, esa vida de hermanos, donde Bill siempre quería estar a su lado, donde le apoyaba, donde se refugiaba en él haciéndole sentir como un súper héroe por que el menor se sentía seguro y cuidado por él. A su mente llegó cada día donde Bill le profesaba su amor en pequeños detalles, en tiernas palabras o pequeños gemidos. Toda una vida donde a Bill no le importaba el mundo y Tom era toda su vida.
El corazón del trenzado se rompió al saber que ahora nada era así, que Bill era feliz con alguien más, que Bill amaba a alguien más con toda esa pasión y dulzura desmedida con la que una vez lo amó.
Antes de darse cuenta, había un largo camino de lágrimas recorriendo sus mejillas.
No intentó secarlas, porque no era plenamente consciente de que lloraba en silencio, en su mente no se registraba algo más que no fuese Bill, su amor que no le pertenecía, el agujero en su pecho que crecía, ese amor que se sentía abandonado y que no parecía ser soportable.
Empezaba a sentir como si le faltara el aire, como si le hubiesen arrebatado una parte de si quedando incompleto.
Era estúpido, porque él pudo asegurar lo que estaba sucediendo, él mismo Bill le dijo que ya no le amaba. Sin embargo, parecía que esa idea no estaba del todo asimilada, hasta que ese te amo brotó de sus labios, Tom nunca esperó oír esa frase en la voz de su hermano dirigida a alguien más y, escucharle entregar ese amor que una vez fue suyo, era más que doloroso. Era desgarrante.
Tom apretó sus ojos con fuerza, entrando en sí, sintiéndose claustrofóbico en ese estrecho pasillo. Si llegaba a cruzarse con Bill estaba seguro de que no se detendría, de que lo echaría todo a perder y que Bill saldría huyendo de su lado al saber que no podía verlo solo como un hermano, como ahora Bill lo veía a él.
— ¿En qué club están? – preguntó apenas Georg respondió su llamada.
Ante la fuerte música, Georg no fue capaz de identificar el matiz de tristeza en la voz de Tom, así que dijo el nombre del lugar donde se encontraban y colgó cuando Tom le aseguró que estaría allí dentro de algunos minutos.
Entró a su habitación, sin molestarse en encender las luces, conformándose con la ligera lamparilla de luz tenue y se dirigió a su habitación sin más, quitándose la camiseta con un movimiento automático.
Cuando entró a la ducha, se preguntó si lo que mojaba el mármol a sus pies era el agua o sus lágrimas.
Se preguntaba tantas cosas. Se preguntaba si podría seguir adelante con Bill como solo un hermano, si podría ser feliz al ver a la nueva pareja de Alemania adornar las revistas y la sonrisa de su hermano porque estaba al lado de la persona que amaba. Se preguntó si sería capaz de controlar su corazón que parecía querer regir su cuerpo e ir por Bill.
Era desesperante el tener que controlarse, cuando era algo natural para él ir por Bill, cuando a pesar de esos meses separados, su cuerpo estaba acostumbrado al calor del cuerpo de Bill, al aroma de su shampoo.
Necesitaba a Bill de una forma que lo dejaría sin él para siempre.
Necesitaba el amor de su pequeño hermano.
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Bill colgó el teléfono, suspirando con una sonrisa y luego con nostalgia.
Bushido era más que su amigo, fue su protector y coraza, en él se refugió cuando no podía con él mismo, y decir que lo quería era poco, lo amaba como parte de su familia, como a amaba a Georg o como amaba a Gustav y la idea de que desprendiera un vuelo rumbo al alcance de sus sueños, le hacía incalculablemente feliz.
Aunque tras su partida, había gran tristeza, por su ausencia, por saber a lo que ahora en adelante se enfrentaría, a su mayor miedo, al que lo orilló a perder la hermandad con lo más sagrado que tenía, a ese órgano incontrolable que sentía a la orilla de la traición, a ese que se enamoraba día a día sin entender razones, a su corazón.
Su corazón que de ahora en adelante no tendría ataduras, perdería la cordura, que se entregaría a Tom, que solo se concentraría en latir por él, en amarlo a él. Su corazón que caminaría feliz a su propia condena. Una condena que merecía por enfermo y asqueroso.
Cuando sintió ligeras molestias en su estómago, decidió entrar al baño y tomar una ducha rápida antes de bajar con los chicos y distraerse en cualquier cosa que no incluyera sus sentimientos para que su estómago se calmara. Le asustaba sentir a su estómago agitarse, sabía que era por haber pensado en sus sentimientos por Tom, por pensar en sus miedos, pero algunas veces parecía ser inevitable. Igual de inevitable que sentirse más enamorado de su gemelo ante cada uno de sus detalles tiernos.
Al alistarse con su pijama, y salir de su habitación, se preguntó por qué la casa parecía tan silenciosa. No había alguien en la sala de estar, ni en la cocina, ni en el salón de entretenimiento; volvió a la cocina y se dirigió a la cochera, preguntándose si es que acaso se habían marchado mientras él tomaba la ducha, aunque Tom le hubiese informado de ser así, dado que cuando llegó estaban todos los autos y eso significaba que allí estaban, y en caso de salir hubiesen observado su auto, notando su regreso.
Al llegar a la cochera observó solo cuatro de los cinco móviles. Estaba el de Gustav, el suyo, el auto de Tom y su camioneta.
—Quizás salieron. – murmuró Bill con temor de quedarse solo. No le gustaba la soledad.
Bill subió y mientras lo hacía se preguntó si debería enviarle un mensaje a Tom, aunque su hermano no le había avisado, tal vez porque no quería comunicarse con él, así que tal vez no le gustaría recibir un mensaje de su parte. Bill entendía que aunque Tom se mostraba realmente preocupado por volver a su hermandad de antes, también comprendía que estaba en un límite y era dolorosamente consciente de que abriría los ojos en algún momento, que de nuevo se cansaría de él. Bill esperaba que no fuese pronto, porque le sería muy duro perder de nuevo a Tom.
El cantante mordió su labio inferior, todo lo envolvente a Tom le parecía muy confuso y difícil, no estaba seguro sobre cómo actuar y aun así, prefería esa extraña relación de hermanos a no tenerlo nunca más.
Bill tomó el pomo de su puerta con la esperanza de que Tom se comunique con él en algún momento, cuando escuchó ruidos desde la habitación de su gemelo.
Antes de darse cuenta, una ligera sonrisa se pintó en los labios del menor. Tom estaba en casa.
El menor de los gemelos tocó varias veces la puerta de la habitación sin recibir respuesta.
— ¿Tom? – llamó cuando volvió a escuchar ciertos ruidos, pero nadie atendía su llamado.
Un poco tímido, fue capaz de girar el pomo y abrir la puerta lo suficiente para ver dentro de ella. La habitación estaba en penumbras, pero aun así podía observar la espalda desnuda y el borde de los boxers de su hermano, quien al parecer y por juzgar los ruidos, parecía estar ajustando un cinturón en sus jeans.
—Tom… – murmuró su llamado y el mayor pareció tensarse.
El trenzado sintió su mandíbula apretarse y solo se quedó en silencio, incapaz de conjurar una palabra que no fuese de reproche a su hermano por entregarle su amor a otro, no se sentía capaz de decir una frase que no involucrara lo mucho que amaba a su gemelo y lo muerto en vida que se sentía al saber que él no le amaría más.
—Tom. – escuchó la suave voz de su hermano volver a llamarle, luego el clic de la puerta al cerrarse.
Bill se sentía intimidado y a la vez preocupado, su hermano no se había girado y se preguntaba si tal vez se sentía mal.
—Tom, ¿Sucede algo? –cuestionó bajito, pero su gemelo no respondió y él empezaba inquietarse.
La respiración de Tom se agitó al sentir como su hermano se acercaba a él y se estremeció con fuerza cuando sintió sus delgados y helados dedos tocar su espalda desnuda.
— ¿Tomi…? – le llamó preocupado, usando ese diminutivo que no utilizaba desde aquella noche y que no había vuelta usar por miedo de que a Tom le desagradara, pero estaba tan preocupado que no fue consciente.
Tom apretó con fuerza sus ojos y dos lágrimas recorrieron sus mejillas ante ese dulce llamado. Escuchaba su voz, preocupada y suave, sentía como acariciaba con duda su hombro pareciendo la caricia de un ángel, y es que todo su hermano era angelical, dulce y por eso lo amaba. Tom sabía que no podría resistir más recibir esas muestras de cariño de su hermano y saber que solo era eso: su hermano.
— ¿Quieres… Quieres que me vaya? – le preguntó dudoso al ver que Tom no respondía, ignorándole, tal vez su hermano no le quería hablar, tal vez le estaba molestando.
No supo cómo sentirse ante eso y afligido por ello retiró su mano del hombro desnudo de su gemelo.
—Si necesitas algo, yo… –Bill empezaba a sentir un nudo en su garganta, porque sentía que su hermano lo rechazaba de nuevo, él no sabía que había hecho para que su hermano lo alejara. Pestañeó rápidamente para ahuyentar las posibles lágrimas, girándose para marchase, y antes de dar el primer paso, sintió como Tom tomaba su mano.
Tom acortó la poca distancia que había entre los cuerpos de ambos y abrazó con fuerza a Bill. Pegando su pecho a la espalda contraria y enterrando su nariz en el dulce aroma de sus cabellos. Era muy difícil y tenía una lucha interna, entre seguir a su lado con esa tortura, sabiendo que no le correspondía ni le correspondería, o apartarse, pero eso sería insoportable. Recordaba aquellos meses donde nada era igual, donde su gemelo le hacía tanta falta, o aquellas semanas donde lo sentía pero no estaba, donde apenas hablaban y el mínimo contacto entre ellos precia ser difícil para Bill, donde no estuvo al lado de él para apoyarlo en su enfermedad. No, no podía apartarse, aunque tal vez sería Bill quien se iría en busca de la felicidad al lado de Anis, porque cuando se ama es así, solo esa persona importa, no importa nadie más. Como él lo sentía ahora.
Toda su vida Tom tuvo todo de Bill, cada una de sus facetas era dirigida hacia él. Lo tuvo como hermano, como amante, como amigo, como cómplice y ahora la idea de compartirlo, de compartir esa faceta que involucraba a Bill amando con locura y que él tanto atesoraba, le era tortuoso.
Se sentía miserable, desbastado, porque por sus miedos perdió a Bill, por sentirse asfixiado en esa burbuja de amor que se mantenía oculta, por preferir mujeres que no recordaba y diversión espontánea, por sentirse incomodo a su lado cuando ese era su hogar, por sentir rechazo a ese amor por el que moría, por el que siempre había muerto solo que no lo había valorado lo suficiente.
Tom nunca creyó identificarse con el dicho de que no se sabe lo que se tiene hasta que se pierde. Y Tom ahora sabía lo que tenía: un corazón quebrado, y también era consciente de lo perdió: el amor de Bill.
Su hermano era su mundo, lo único que quería en su vida. Tom se sentía desesperado, no había forma de ver a Bill solo como un hermano y que no lo sintiese incompleto, no era lo natural para él. Tom necesitaba el amor de Bill como el respirar, Tom necesitaba a Bill para vivir. Y esa un egoísta de mierda, porque su gemelo estaba siendo feliz, y eso a él lo llevaba a la miseria.
—No te vayas. – murmuró en sus cabellos y Bill escuchó su voz ronca. —Nunca te vayas, por favor. – le pidió y Bill asintió un poco conmocionado por esa petición que pareció desesperada, girándose lentamente entre los brazos de Tom, quedando frente a frente.
Bill sintió un dolor punzante en su corazón al notar los ojos húmedos de su hermano y como silenciosas lágrimas mojaban sus mejillas. Le dolía que Tom sufriese.
— No me iré… – murmuró su respuesta y acunó sus mejillas sin saber que más hacer, su gemelo nunca lloraba, no recordaba cuando había sido la última vez que Tom lloró.
Tom cerró sus ojos y dos lágrimas gruesas abandonaron sus ojos, cuando su gemelo con sus temblorosos dedos limpiaba sus otras lágrimas con amor.
Bill sentía sus propios ojos empañarse, el dolor por el que pasaba su hermano debía ser muy fuerte como para hacerlo llorar y el ser ignorante de que le sucedía a Tom lo hacía sentir perdido, sin poder consolarlo. Sin embargo, el trenzado fue en busca de su propio consuelo, atrayendo el delgado cuerpo de Bill al suyo, abrazándose a su pequeña cintura con una intensidad desmedida y refugiándose en su fino cuello, mojándolo de gotas saladas.
El menor estaba un poco conmocionado, y poniéndose de puntitas envolvió a su hermano por los hombros, acariciando suavemente sus trenzas y dejándose abrazar por sus fuertes brazos. El pelilargo no estaba muy acostumbrado a esa situación, ser quien debía consolar al otro, no porque no le importara su gemelo o por que no estuvo para él, solo que extrañamente Tom se quebraba, siempre era el fuerte, pero las pocas veces que Tom lloró Bill siempre estuvo a su lado. Así que solo se dejó hacer, acariciando a su hermano y esperando que se tranquilizara, daría todo de sí para que Tom estuviese bien.
Bill empezó a sentir como Tom suspiraba contra su cuello y como eran pocas las lágrimas que mojaban su camiseta.
— ¿Mejor? – le preguntó con voz cariñosa, sin dejar de abrazarlo, y Tom salió de su escondite, sonriéndole con nostalgia y juntando su frente con la de Bill, quien no dejaba de ver sus ojos brillosos en busca de respuesta.
Tom sintió los delgados dedos de Bill recogiendo los restos de lágrimas que reposaban en sus mejillas y volvió a sonreír, disfrutando de esos toques, pero para el menor era más que una sonrisa, era una triste sonrisa.
El trenzado quería que el tiempo se congelara y Bill nunca dejara de verle con esos ojos preocupados y llenos de cariño, haciéndole sentir como si él fuese lo más importante para él. Tom juntó un poco más sus rostros hasta que sus narices se rozaran y Bill no dejó de mirar los ojos de su hermano, viendo como estos se humedecían de nuevo antes de cerrarlos.
Tom no soportaba más esos mares de miel donde él se sentía perdido y envueltos por su dulzura. Era muy doloroso saber que esos ojos nunca más le mirarían como una vez le miraron.
El trenzado acarició la delgada cintura de su hermano, acercándolo un poco más para llenarse de su calor y fragancia. Él no que quería perder a Bill, no podía imaginar su vida sin él, pero tampoco soportaría estar a su lado amándolo.
Sabía que rompería lo poco que quedaba de su relación como hermanos, pero no le importaba. Solo necesitaba que Bill le confirmara que aquel amor no era más que cenizas y él daría todo de sí para reconstruir su hermandad, para ocultar su amor y hacer como si fuese un hermosos sueño y no una realidad, borraría de sus memorias las veces que amó a Bill de la forma más hermosa posible, se olvidaría de sus besos y de cada te amo que le profesó, solo para volver a estar al lado del pelinegro dándole su cariño, cuidándolo.
Y lo próximo que Tom dijo, descolocó a Bill.
Tembló entre sus brazos, mientras lo miraba con los ojos sorprendidos, sintiendo una corriente en su cuerpo que no podía descifrar pero que estaba seguro que una vez la sintió, eso que sintió en aquella habitación de hotel, eso que sintió en casa de su madre luego del rechazo de Tom. Su cuerpo estaba congelado, pero por dentro todo trabajaba a toda marcha, su corazón que se quebraba a una velocidad sorprendente, su mente que le mostraba imágenes de aquella noche, de las palabras de Tom, que le recordaba que era asqueroso.
Sintió su mundo derrumbarse, de nuevo.
—Dime que me dejaste de amar. – le suplicó desde lo más profundo de su corazón, le suplicó con un dolor que le desgarraba el alma.
«Dime que me dejaste de amar»
«Dime que me dejaste de amar»
«Dime que me dejaste de amar»
Bill cerró los ojos por un instante, sintiéndose mareado y de gelatina entre los brazos de Tom. Tenía que estar soñando, tenía que ser una pesadilla. No podía volver a pasar, no tan pronto, no cuando volvía a sentir una parte de la felicidad que dejó de sentir meses atrás.
Al abrir los ojos se topó con los de Tom, quien los miraba expectante mientras él le miraba confundido, sus ojos empañándose con rapidez al saber lo que venía.
—Bill…
No lo soportaba. Cerró sus ojos de nuevo.
No lo había dejado de amar, nunca podría decir esas palabras, ¿Cómo hacerlo después de todo lo que vivieron? ¿Cómo hacerlo si no conocía que era amar a alguien más?
Tom veía que Bill parecía shockeado y él no sabía cómo interpretar eso.
«Tú y tu amor son asquerosos y me molestan. ¿Lo entiendes?»
Bill se ahogó con el aire que respiraba, por un momento todo pareció girarle, el aire le faltó y se quedó congelado, sin poder hacer más que mirar a los ojos de Tom, incapaz de moverlos.
Su corazón dolió.
¿Tom había descubierto su profundo secreto?
El menor no sabía que pudo haber hecho, qué le reveló a Tom su sentir. Solo sabía, que esos minutos podrían ser los últimos al lado de su hermano, que si Tom ya tenía dudas no dudaría en alejarlo.
¿Acaso por eso lloraba? Por qué no podía soportar que él lo amara y eso significaba que perderían su fraternidad.
—Dime que borraste de tus memorias nuestro amor. –volvió a pedirle Tom y las piernas de Bill parecían perder fuerzas.
«Nuestro amor»
«Eres hermoso en todos los sentidos y por donde te vean… Eres precioso Bill Kaulitz y me tienes completamente seducido.»
«Siempre estás perfecto para mí. »
«Prometo velar tu sueño y estar a tu lado cada noche. »
Y una lágrima recorrió en descenso su rostro.
Claro que recordaba su amor, no lo podía sacar de su mente y lo torturaba cada noche.
Bill llevó sus manos a sus oídos para dejar de escuchar a Tom en sus recuerdos.
El miedo lo estaba recorriendo, dejándolo paralizado. ¿Por qué Tom le pedía eso?
Se sentía humillado, se sentía pequeño entre los brazos de Tom, como alguien inmundo en un cuarto pulcro
—Dime que tu corazón ya no me pertenece. – dijo intentando buscar la mirada de Bill, quien parecía no poder despegarla de algún punto perdido. Tom tomó la barbilla del más bajo y le obligó a mirarle.
Luego, Bill sintió que se rompía cuando conectó su mirada acuosa con Tom.
— ¿Bill? – le llamó necesitando respuesta, necesitando su rechazo para volver a comenzar.
Tom miraba con intensidad los ojos miel de su hermano que parecían ausentes, sin embargo no dejaban de verlo y luego observó cómo sus labios temblaban, como su mandíbula se apretó con fuerza.
Bill tembló al expulsar el aire contenido mientras un montón de emociones se acumulaban en su garganta impidiéndole respirar.
—Dime que no recuerdas cada vez que te hice el amor. – dijo con la voz temblorosa, esperanzada de que Bill dijera que no recordaba cada noche que lo hizo suyo.
El sentimiento estaba allí, sus memorias estaban allí, su corazón latía por Tom y él no podía admitirlo, no, no podía. Tom se iría de nuevo. Por qué él era asqueroso, porque era enfermo lo que sentía, porque no podía ensuciar a Tom, porque era inmundo su sentir, repugnante y tan intenso e inevitable como sus náuseas.
Necesitaba separarse de Tom, escapar. En algún momento se sintió fuera de lugar, a punto de estallar, dejó de ser consciente de que estaba con su hermano, solo venían a su mente las palabras de Tom, su rostro de descontento cuando se acercaba por un abrazo o un beso, su alejamiento, el romance con Mel; se olvidó de los lindos detalles que su hermano había tenido con él toda su vida salvo por algunos meses, su preocupación desde que volvieron a encontrarse, como parecía desvivirse por él. Se sentía sucio y humillado ante los ojos de Tom.
Tom tomó las manos de Bill cuando este empezó a removerse en sus brazos intentando liberarse y luego con sus manos rascar sus antebrazos nerviosamente.
—Déjame ir. – casi susurró sin aliento, en un hilo de voz y Tom no pudo entender que dijo.
—Bill… – le llamó esta vez más preocupado que necesitando respuesta.
Pero Bill no le estaba escuchando, sentía que se asfixiaba, sentía sus náuseas, su mundo cayendo.
Apenas volvían a reconstruir su hermandad y por su culpa volvía a romperse. Es que era pedir demasiado, Tom había tardado mucho en notar como su corazón se agitaba a su lado o como tenía que controlar sus suspiros cuando le besaba en los labios.
Sentía que no quedaba nada de sí.
Tom tomó la barbilla de Bill he hizo que ambos pares de húmedos ojos se mirasen cuando Bill pareció calmarse y solo lagrimear silenciosamente, dejándose envolver de nuevo por los brazos de Tom, como si hubiese perdido las fuerzas para luchar. Conectándose un par húmedo por que se sentía rechazado y otro par porque sabía que sería exiliado de la vida de Tom.
Y Bill no pudo dejar de mirar los ojos de Tom, sintiendo como un montón de lágrimas rebosaban de los suyos, su corazón lloraba de anticipación ante el próximo rechazo.
—Por favor, dime que olvidaste cada beso, cada instante en el que sentías que me amabas. – le suplicó.
Bill no quería escuchar a su hermano pedirle más cosas, no quería decirle a su hermano que si lo había olvidado, no podía. Como tampoco podría soportar de nuevo los ojos fieros de Tom al decirle que era asqueroso por amarle.
Su respiración se agitó y es porque el dolor que provocaba lo poco que quedaba de su corazón al romperse de nuevo, era muy fuerte.
—Por favor, Bill. Dime que no me amas. – volvió a pedirle y las lágrimas que cayeron de los ojos de Tom, aterrizaron en sus pálidas mejillas.
El pecho de Bill le apretó con fuerza y no pudo seguir mirando a Tom a los ojos.
Cada parte de Bill estaba temblando y las manos de Tom en su cintura era lo único que le mantenía en pie.
—Bill… – tomó su rostro de nuevo y acunó su mejilla en una de sus manos, su voz temblando por lo que Bill tendría que decirle.
Cuando Bill volvió a mirarlo fue como si un velo se hubiese caído ante sus ojos y su aliento se paralizó.
Los ojos de Bill que antes parecían querer esconder algo ya no lo hacían y Tom recordó ese mirar en Bill en cada instante. Eran ojos de amor, pero había algo más, era una mirada de tristeza y Tom podía reconocerla en la suya propia.
Era la mirada de un triste amor, un gran amor, que se sentía rechazado.
Tom no quería que la mirada de Bill siguiese así, no quería que su propio mirar siguiese así y antes de poder decirle a Bill que él tampoco le había podido olvidar, Bill habló.
—Ya…. Ya–ya no te amo. – murmuró una enorme mentira, con esfuerzo. Sus labios temblando, con largos ríos en sus mejillas y con unos dulces ojos que lo desmentían. —Déjame ir… – volvió a pedirle. —Por favor… – suplicó en un hilo de voz con el poco aliento que le quedaba.
El trenzado, por un momento creyó esas palabras y casi automáticamente soltó a Bill. Mirando a Bill paralizado, preguntándose si era cierto. Bill le miró de nuevo una milésima de segundos antes de disponerse a marcharse para siempre de la vida de Tom y eso fue suficiente para el trenzado.
De nuevo esa mirada que lo desmentía, ese mirar que solo tenía Bill cuando él le besaba, cuando hacían el amor, ese mirar que no estaba cuando Bill estaba con Bushido, ese mirar que no se mostraba desde aquel momento en el que se apagó en aquella habitación de hotel. Ese brillo especial en los ojos de Bill que solo se mostraba cuando estaba con él, solo con él.
Tom no podía dejarlo ir, no de nuevo.
Bill soltó un sonido de asombro cuando su hermano lo atrajo con fuerza a su cuerpo.
—Mentiroso. – soltó Tom contra sus labios.
Lo próximo que se escuchó fue un sollozo adolorido y amortiguado contra los labios de Tom cuando este lo besó castamente.
Bill se convulsionó ante el dulce gesto que estaba haciendo un agujero en su pecho.
Para ambos se sentía como una descarga eléctrica que los volvía a la vida, como una planta seca a la que regaban luego de tanto tiempo, como el primer rayo de luz en un cuarto oscuro. Como volver a nacer, juntos, como era correcto. No había un lugar más indicado para ellos que entre los brazos del otro.
Y Bill quería pedirle que no lo lastimara más, que no lo humillara más, que no lo besara como si él también lo amara, que no lo hiciese sentir en el paraíso, ni moviera sus labios sobre los suyos con esa dulzura que hacía que sus fragmentos volviesen a juntarse haciéndole sentir vivo, cuando una lápida ya tenía escrito su nombre.
Los labios de ambos estaban temblorosos y una de las manos de Tom acariciaba suavemente una de las mejillas de Bill, quien no podía si quiera mover sus labios, quien a duras penas estaba respirando y quien no dejaba de lagrimear silenciosamente mientras Tom recorría sus labios, con una delicadeza que lo sobrepasaba, casi con timidez.
Bill sabía que eso no era un beso fraternal y lo sentía como una daga en su pecho.
Tom podía saborear las lágrimas de Bill, o tal vez las suyas, podía sentir la calidez de los labios contrarios y su suavidad, notaba como Bill prácticamente se convulsionaba mientras controlaba sus lágrimas y como retenía el aliento. Se sentía como un primer beso.
Depositó un último beso en aquellos labios paralizados y se alejó mirándole con ese temor con el que lo hizo luego de besarlo por primera vez años atrás.
Los ojos de Bill estaban cerrados y sus labios temblaban como todo él. Los abrió lentamente con temor de que fuese un sueño y Tom volvió a ver esa mirada de amor, la cual cuidaría para siempre, por la cual lucharía día y noche para que no volviese abandonar a su hermano.
Tom besó sus parpados con dulzura y luego lo besó de nuevo.
El menor reaccionó cuando se sintió caer, abatido por tanto amor de Tom, aferrándose a su cuello para no ser arrastrado al abismo de nuevo, se aferró a él con la ilusión de que no despertara y le rechazara, con la ilusión de que el amor que Tom le transmitía con cada una de sus caricias, y que se sentía como el de antes, fuese verdadero.
Sentía que Tom estaba jugando con él de la forma más cruel. Se estaba sintiendo amado por él como ya casi no recordaba, como nunca pensó volverlo a ser. Ni en sus sueños Tom le estaría besando de nuevo, besándole como un hombre besa cuando ama, besándole como lo hacía antes, llevándolo a las nubes. Lo que Tom no sabía, es que estaba sanando su corazón con ese simple contacto. Y cuando Bill sintió la lengua de su hermano pedir permiso para entrar a su boca, dos lágrimas brotaron de sus ojos al conceder su paso, porque sabía que estaba dándole paso nuevamente a la soledad y al dolor, que ese corazón que se estaba sanando sería roto de una manera irreparable; porque no había manera de que mañana Tom no le viese con asco.
Tom se sentía perdido en Bill, en su dulce aroma, en la piel que de su cintura, en el dulce sabor de boca, en esa calidez que extrañaba, en esa saliva dulce que sabía a hogar. Tom se sentía perdido en su amor, como extrañaba sentirse, como necesitaba sentirse y profundizó el beso haciéndole perder la cabeza a ambos, haciendo que sus corazones latieran a un mismo ritmo, que se sintiesen correspondidos, amados.
—Por favor, no digas nada de lo que te pedí, porque te amo como no imaginas. – susurró una súplica desesperada en el beso y Bill tuvo que sacar fuerzas de donde no tenía para no terminar de quebrarse. —Te amo tanto que siento voy a morir por ti. – dijo mirándole directamente a los ojos y Bill asintió, intentando no pestañear demasiado, para grabar cada uno de los detalles del rostro de Tom al decirle esas palabras, para recordar cada uno de los matices de su voz.
Bill había vivido por tanto tiempo un sufrimiento, un sufrimiento por amar con todo su ser, castigado por no poder controlar ese amor, pero era tan grande el castigo y tan poco lo vivido. Estaba encerrada la causa, carcomiendo un corazón, pero no era expresada, viviendo como una sombra y Bill no sabía lo que era decir un te amo desde aquella noche, pero luego de esos minutos, su corazón engañado estaba luchando por expresarlo.
—Yo… yo también te amo. – dijo sin aliento por las lágrimas acumuladas, por el dolor que le carcomía hasta sentir que lo derrotaba, sabiendo que no había marcha atrás, que estaba sentenciado a no tener a Tom de alguna manera, nunca más. Y mientras su corazón intentaba no romperse en esos momentos, el de Tom estaba rebosando de felicidad.
Tom besó sus labios con cariño, con ternura y amor; y Bill cerró sus ojos queriendo disfrutar de ese maravilloso momento.
Al igual que hace meses, sentía que se rompía entre los brazos de Tom, pero esta vez era diferente porque sabía que no podría volverse a arma, porque era el dolor más hermoso. Sin embargo, simplemente se dejó hacer, intentando no quebrarse ante las lindas palabras que le decía Tom y que parecían sinceras, dejando que su corazón se sintiese correspondido solo un instante, solo un momento, permitiéndose ser feliz por unos minutos, sabiendo que sería el recuerdo más bonito…
Al que se aferraría cuando Tom no estuviese a su lado y sus heridas insanables sangraran.
Continúa…
Gracias por leer.