«Backstage» Fic TWC de LadyScriptois
Capítulo 37
Latía con fuerza. El corazón de Bill latía con mucha fuerza y él podía sentirlo contra su pecho igual de agitado.
El menor se había dejado envolver por minutos, en donde Tom le acarició y besó tratando de controlar sus lágrimas. Tom sabía que su pequeño hermano necesitaba desahogarse, y sacar todo ese cúmulo de emociones para dar paso a un nuevo comienzo.
Era tan doloso ver a su Bill así, tan destrozado por su culpa, pero tenía que ser fuerte por ambos.
— ¿Estás mejor? – murmuró, besando suavemente su cabello, al sentirlo más relajado.
Bill asintió contra su pecho, aún sin intenciones de desprenderse del abrazo de su gemelo. En ese momento se sentía demasiado emocional y se daba cuenta de que la magnitud de lo que creía extrañar a su hermano, era nada a comparación de lo que realmente lo extrañó.
Quizás, de nuevo estaba siendo ingenuo, pero creía en Tom. Creía mucho en él.
El mayor bajó su rostro, buscando el de su hermano y lo besó castamente antes de secar sus lágrimas. La nariz de Bill estaba roja, al igual que sus labios y ojos, y a Tom le pareció dolorosamente adorable.
—Ven, debo darte de comer. – recordó, tomando sus manos y besándolas, para luego capturar sus labios.
El menor correspondió, desplazando con duda sus manos sobre los fuertes hombros de mayor, hasta acariciar su nuca cuando el mayor enredó sus manos en su cintura.
De alguna forma todo le parecía muy nuevo, pero natural a la vez. Era como su destino estar con Tom, pero todo se sentía diferente luego de haber sido interrumpido. No tenía la misma seguridad de antes, sabía que aún no daría un paso sin saber si era seguro, que no tomaría la iniciativa, pero se sentía flotar cuando seguía a Tom.
—Vitaminas. – recordó el mayor y succionó gentilmente el labio inferior de Bill antes de juntar sus frentes y rozar su nariz con la suya.
Tom sonrió y Bill sonrió suavemente con él. Era demasiado para ser cierto.
—Mamá dejó el desayuno preparado para cuando despertaras. – le explicó Tom, mientras con sus manos unidas lo guiaba hacia la cocina, y lo hacía sentar en una silla junto a la barra. —Come todo. – le pidió, casi con una súplica en sus ojos y fue cuando Bill notó esa preocupación y desvelo que se reflejaba en el rostro de su hermano, la cual confirmaba con esa barba que amenazaba con nacer.
Bill lo observó buscar algunas cosas en las alacenas y sintió su cuerpo extrañando el contacto con su gemelo. No quería separarse de él.
—Compré todas tus medicinas y vitaminas. Miller te asignó algunas más y me explicó las indicaciones. – comentó, colocando un pastillero cerca de Bill, donde se encontraban las que le correspondían en ese momento.
— ¿Miller? – sonó la voz suave de Bill, llena de sorpresa.
—Cuando te desmayaste, lo llamé de inmediato, te estuvo examinando. – explicó el mayor, esperando que eso no disgustará a Bill.
— ¿Qué-qué te dijo? – preguntó nervioso, su mirada inmediatamente clavada en el plato.
Esperaba que Miller no hubiese revelado su mentira, que no le explicara a Tom su verdadera situación, que no le hubiese hablado de sus vómitos constantes no causado por lesiones, que no le hubiese comentado lo mucho que lloró y necesitó en ese proceso.
Tom se acercó a él, abrazándolo por la espalda y sintiendo al menor destensarse entre sus brazos. Giró al menor entre sus brazos y buscó su mirada.
—Lo suficiente para saber que te lastimé. – Bill bajó su mirada, incapaz de seguir observando los ojos dolidos de su hermano. —Para saber que te fallé; que aún que estabas mal por mi causa, necesitabas que estuviera a tu lado para soportar. Para saber cada una de las heridas que tienes – tomó el rostro de su hermano. — y todo lo que debo sanar.
—Tom…
—Déjalo todo en mis manos. – le pidió, con suavidad en su voz y autoridad en sus ojos.
Así era su hermano, tan dominante y autoritario, sobre todo cuando se abocaba en protegerlo.
—De la única manera que me separen de ti es que tú me lo pidas. – le aseguró y Bill se sonrojó antes de que Tom besara sus mejillas.
Y Bill sabía que era casi imposible que le pidiera algo así.
—Por ahora, necesito que continúes comiendo. – Tom observó que el semblante de su hermano cambiaba, antes de girarse y disponerse a comer en pequeños bocados.
Bill aun le tenía miedo a su estómago, estaba en alerta a que le traicionara, pero Tom tomó su mano mientras comía.
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Sus cuerpos buscaban una cercanía constante, de alguna manera la atracción era demasiada fuerte para ignorarla y, a pesar del montón de problemas y situaciones por discutir, Bill no quería escuchar sus miedos e inseguridades y Tom no quería sentir esa culpa; sólo por esos días, querían preocuparse sólo de complacer a sus corazones; y así fue como Bill sucumbió a los mimos de su gemelo, pasando un par de horas ambos recostados en el sofá, abrigados por las extremidades del otro.
El mayor de los Kaulitz delineó uno de los brazos níveos de su gemelo, quien tenía la espalda recostada en su pecho a la vez que observaba algo en la TV, lo sintió estremecer cuando su dedo acarició una de las tantas líneas de piel lastimada y allí reparó en la cantidad de ellas. Evitando incomodar a su gemelo, posicionó su cabellera en uno de los lados de su cuello, dejando al descubierto uno de los costados, depositó allí un casto beso y luego se dedicó a buscar los cardenales que él había dejado cuando hacían el amor. Habían desaparecido en su mayoría, pero recordaba lo lastimado de sus muslos.
El olor a Tom, el olor de la ropa limpia y su calidez lo tenía adormilado como si de un somnífero se tratara, una paz y calma que extrañaba y que recorría todo su cuerpo. Un bostezo vino de su parte y sintió al mayor apretar su cintura antes de besar sus cabellos.
— ¿Quieres descansar? – Tom entendía que era un efecto del tranquilizante, así como Miller le explicó que luego esos episodios tendería a sentirse cansado constantemente.
—No entiendo por qué me siento tan cansado, pero sí. – admitió. —Antes, creo que tomaré una ducha.
—Está bien, ve. Luego te alcanzo. – aseguró. Tenía unas llamadas por hacer, y no estaba seguro si estaría bien que Bill le escuchara en ese momento.
Bill subió a su habitación y un suspiro de enamorado quiso brotar de sus labios. Aun no sabía cómo calificar lo que sentía, una mezcla de felicidad, miedo, confusión, amor e inseguridades, pero estaba bien, porque estaba con Tom.
Su celular vibró insistente en algún lugar de la habitación, sabía que no era su hermano, así que quizás sería Anis. Lo observó en la mesita de noche, quizás fue su hermano quién lo colocó allí. Era su madre.
—Mami
—Oh, cariño. Que bien que respondes. ¿Cómo te sientes? ¿Has comido algo? – sonaba preocupada y Bill se sintió un poco culpable.
—Bien, mami. Desperté hace horas. Tom se encargó de que tomara el desayuno y las medicinas. – respondió con una sonrisa risueña y una voz casi tímida y nerviosa de la felicidad.
Simone escuchó ese cambio en la voz de su hijo y eso le hizo sentir segura. Su Bill estaba bien.
—Me alegro, bebé. ¿Qué hace tu hermano? No puedo comunicarme a su celular. ¿Ha dormido algo? Está tan cansado, solo hay que ver su rostro para saber que no ha dormido mucho. Bill, estaba muy preocupado por ti, se ha venido desde Berlín en plena madrugada y no dejó de velar tu sueño durante toda la noche. – explicó su madre y el corazón de Bill se presionó con fuerza.
— ¿E-en serio? – cuestionó, quizás el sueño de dormir en los brazos de su hermano no fue una ilusión.
—Sí, amor. Llegaré en la tarde, intenta que descanse un poco.
—Lo haré, nos vemos.
La ducha que tomó no fue tan larga, aunque lavó su cabellera. No quería pasar mucho tiempo alejado de su hermano y esos minutos se le hacían eternos. Secó su cabello, dejando que se formaran esas ligeras ondas, antes de colocarse la ropa interior, envolverse en el albornoz y salir en busca de un pijama, que eran las únicas prendas que tenía en casa de su madre.
No había escuchado a su hermano entrar a la habitación, así que fue una sorpresa agradable y un poco incomoda al verlo sentado en la cama, esperando por él, cuando él sólo vestía un albornoz.
—Ven aquí. – solicitó, y Bill lo hizo, no sintiéndose muy cómodo.
No es que no quisiera la cercanía con su gemelo, es que su cuerpo…
—Quiero aplicarte algo antes de que duermas. – explicó, mostrando la loción que tenía en sus manos.
La mano de Tom viajó a uno de los muslos del menor, alzando un poco el albornoz para exponer una de las heridas que tenía y la acarició, notando que había sanado un poco, aunque aún parecía escocer.
— ¿Te duele? – cuestionó y Bill negó. —Lo siento. – pidió, observando los largos hilos rosados. Bill estaba tenso y él podía sentirlo, pero eso no le detendría. Él sanaría a Bill y no quería ni un rasguño arruinando su perfecta piel. —Necesito que te quites esto. – informó, señalando el albornoz.
—Tomi… – la voz de su gemelo llegó apagada e insegura, llena de súplica.
—Tu cuerpo es hermoso. – le aseguró, mirando a los ojos y acariciando sus muslos desnudos. —No tienes por qué avergonzarte. – aseguró y se acercó a sus labios.
Cuando Bill se relajó en el beso, fue capaz de aventurar sus manos y deshacer el amarre, corriendo el albornoz, comenzando por su hombro derecho, el cual llenó de besos castos.
El menor tembló al sentir esos besos y la barba naciente de Tom contra su piel, intentando regulando su respiración para no salir corriendo. No quería que Tom lo observara en tanta claridad y se arrepintiera de nuevo al ver su cuerpo desagradable.
—Dime si te lastimo. – pidió, moviendo el lado izquierdo del albornoz y dejando que se deslizara por los brazos de su hermano.
—Está bien. – aseguró con voz quedaba y sintió descargas eléctricas al sentir los dedos de Tom correr sus cabellos hacia su espalda, dejando su pecho completamente descubierto.
—Creo que no me controlé mucho. – admitió, aplicando la loción en uno de los pocos cardenales de su cuello.
Bill se sonrojó, al recordar la noche en la que Tom volvió a hacerlo suyo y Tom sonrió al adivinar en lo que pensaba Bill.
Luego de su cuello, vino sus delgados muslos y Tom se sintió culpable al saberse la causa de las heridas de esa lechosa piel, así como tentado.
—La próxima vez, quiero esas marcas en mi espalda. – dijo, mientras aplicaba un poco más en las palmas de las manos de Bill, quien se estremeció con fuerza ante las palabras.
La próxima vez…
Tomó los brazos del mayor, aplicando la loción en aquellas líneas productos de la ansiedad y miedo de Bill, jurándose no permitir que volvieran a ocurrir.
— ¿Ya-ya puedo vestirme? – preguntó, mareado ante la sensación de las manos de Tom en su cuerpo.
—No. Necesito que te recuestes.
— ¿Qué?
—Necesito aplicarte en las caderas. – informó, guiando a Bill a que se recostara. —Bajaré sólo un poco, ¿Puedo? – solicitó y Bill asintió quedado antes de sentir a Tom deslizando su bóxer hasta dejar sus caderas expuestas.
Tom podía reconocer la punta de sus dedos marcados en las pálidas caderas de su gemelo. Tal vez eran muy huesudas, pero a Tom le parecían extremadamente lindas. Tentando, no pudo evitar hacer un recorrido del menudo cuerpo de su gemelo, su vientre lleno de pequeños lunares, sus pequeños pezones rosados, su rostro que se mostraba tan nervioso como sonrojado. Lo amaba tanto, en la misma proporción en que lo deseaba.
Sólo supo que sus labios tenían voluntad propia cuando se encontró besando los lunares de su vientre, con suma delicadeza para no romperlo. Sintió a Bill tensarse para luego contener el aliento y eso no le impidió continuar su camino y besar sus caderas, subir a su pequeño ombligo y perderse en sus labios.
Bill suspiró contra sus labios y Tom lo sintió destensarse bajo suyo. Se perdió en su boca como se perdió Bill. El menor olía delicioso, a limpio, a jabón, a loción para el cuerpo, a colonia y a Bill; su piel se sentía cálida y sus brazos se sentían bien alrededor de su cuello. Bill se estaba dejando llevar por los deseos de su cuerpo.
Tom sabía que, si quería, podía hacerle el amor a Bill allí mismo y lo confirmó cuando lo sintió removerse bajo su cuerpo buscando una posición más cómoda, al escuchar como suspiraba y como separaba sus piernas, ofreciéndole un lugar entre ellas, una invitación a que lo tomara si era lo que quería.
Y aun que quería, no podía, no con Bill aún inseguro y vulnerable. No podía, ni quería aprovecharse de su gemelo. Cuando le hiciera el amor, quería a Bill accediendo por que podía decidir, a un Bill seguro de su cuerpo, capaz de aferrarse a él y de gemir alto su nombre.
—Lo siento. No debí. – murmuró contra sus labios y observó a Bill asentir sonrojado.
Tom supo en ese momento que la decisión fue la correcta. Bill aceptaría cualquier cosa que le propusiera por temor a perderle. Eso dolía, así que tenía que ser sabio por los dos, hasta poder sanar a Bill.
— Continuaré. – informó, y continuó con su última tarea, aplicando la loción en el cuerpo sin distracciones, para luego colocarle de nuevo el albornoz y besar su frente antes de informarle que tomaría una ducha. —Puedes vestirte con tranquilidad, avisaré antes de salir del baño por si aún necesitas tiempo. – concedió y tomó algo que vestir antes de atravesar la puerta del baño de la habitación.
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Bill había estado seguro de que Tom continuaría y de alguna manera le hizo sentir aliviado cuando se detuvo. Aún no se sentía preparado para entregarse de nuevo, y algo le hizo entender que Tom también lo sabía.
Tom estaba entendiéndolo y no había manera de hacerle sentir más querido que esa. Sin presiones. Tom estaba respetando un espacio que él ni siquiera estaba pidiendo, eso sólo demostraba lo mucho que Tom lo protegía, conocía y amaba.
Con una sonrisa boba, comenzó a vestirse y antes de meterse a la cama buscó en su cartera el cargador de su celular, no queriendo que se apagara para cuando Anis decidiera comunicarse con él. Quería hablar con él, ese rapero lo vio en sus peores momentos y de alguna manera quería compartir con él su felicidad.
El sol aún entraba por la ventana, así que cerró las persianas y corrió las cortinas para que no le molestaran a su hermano. Tom estaba cansado por su culpa así que él le llevaría a dormir.
— ¿Vestido? – escuchó que su hermano preguntaba y Bill sonrió.
—Sí, puedes pasar. – accedió y su hermano se mostró con un pantalón de pijama y sin camiseta; Bill notó que el vello en su rostro había desaparecido. — ¿Listo para la cama? – preguntó, envolviendo su cadera y Bill asintió energético, Tom supo que esa afirmación era originaria de Bill. —Yo también. – admitió, antes de cargar a Bill.
Tom observó la sonrisa del menor y lo besó antes de depositarlo en la cama. Para luego situarse a su lado, apagar la luz y cubrirlos a ambos con un edredón.
Bill dejó que Tom lo abrazara por la espalda y lo atrajera a él, juntando su pecho con su espalda y luego buscar un refugio en su cuello, dejando besos castos allí, haciéndolo sonreír.
Luego de minutos, Bill pensó que Tom estaría dormido, hasta que habló.
—No sé cómo pude cambiar esto contigo por unos minutos con alguien más.
—Tomi…
—Shh… – le pidió besando su cabello. — Sé que aún tienes miedo, pero nunca olvides que eres lo único que necesito. Nada de lo vivido con esas chicas se puede comparar con un segundo contigo así, sintiéndote cerca, respirando tu olor, escuchando el latir de tu corazón. No es algo que siquiera se pueda comprar. Nada se puede comparar contigo ni con lo que me haces sentir. Siento que algunas veces pierdo la cabeza por ti… Dios, te amo tanto.
Bill tomó la mano que se enredaba en su cintura y la apretó, queriendo decir un yo también.
Se giró cuando Tom le instó y sus bocas se conectaron hablando por sus corazones. El oxígeno no hacía falta mientras ambos respiraban a través del otro, en un beso delicado, húmedo, dulce, como sólo Tom podía besarlo, succionando sus labios y acariciando su lengua, recorriendo su boca.
—Uhm. – gimoteó antes de darse cuenta y eso se escuchó como gloria para Tom.
—Dios, realmente me gusta oírte. – gruñó en el beso, antes de profundizarlo un poco más. —Lo que dije acerca de que me tocaras y de ser silencioso… – confesó entre el beso. —Sólo fue un estúpido error para encubrir otro estúpido error. – admitió contra sus labios. —Lo que dije en casa de David, cuando le preguntaron a Anis… Mi repuesta era sobre ti. – explicó y Bill se sonrojó con demasiada intensidad, haciendo sonreír a Tom.
—Yo… – comenzó sin saber que decir ante eso.
—Sólo quería que supieras, y te pido que no te contengas de nuevo. Nada de morderte los labios o lastimarte. – le pidió y Bill se sintió avergonzado, pero Tom le retuvo la mirada antes de que la bajara. —Escúchame. Te quiero y me encantas ruidoso, con esos gimoteos bonitos, y marcando territorio con tus uñas. – dijo con semblante divertido antes de giñarle un ojo.
—Deja de decir esas cosas. – murmuró bajito, no porque no lo creyera, sino porque lo hacía y le avergonzaba.
—Eres demasiado adorable y por eso te amo tanto, completamente enamorado. – murmuró contra sus labios. —Podría hacer cualquier cosa por ti, todo lo que pidieras. Me tienes completamente atado. En tus manos. – admitió, besándolo castamente una vez más antes de abrazarlo con fuerza.
Bill se acurrucó al pecho de Tom, mirándolo con sus adorables ojos miel, al murmurarle un descansa.
—Tú también. – le deseó.
Y se dedicó a acariciar su espalda mientras Bill empezaba a dormitar sobre su pecho desnudo.
—Bill. – le llamó.
— ¿Uhm?
—Yo… quiero hacer las cosas bien esta vez. Realmente bien para ti. – explicó, ganándose la atención del menor que empezaba a despertar poco a poco. —Hice una cita con la Dra. Olivia.
Continúa…
Gracias por leer.