Fic Toll de Millah
Cap. 6: Un cambio inesperado
Las visitas de Tom y sus amigos se hacían cada vez más frecuentes, y aunque el objetivo del de rastas era siempre estar cerca de Bill y tratar de acercársele, siempre terminaba hablando y riendo con Heather, pero siempre detrás de ellos estaba el pelinegro, observando y viendo cosas que no eran, tratando de hacer parecer que le daba lo mismo lo que ellos hicieran, cuando en el fondo la sangre le hervía. Sacaba su rabia afuera dando portazos cada vez que entraba o salía, no hablándole a su amiga o simplemente ignorando la presencia de Tom, pasando por su lado sin siquiera mirarle.
Pero lo que no sabía era que todo lo que hacía le jugaba en su contra, a kilómetros de distancia cualquiera percibía que estaba celoso, y mejor lo sabía Heather que lo conocía de pies a cabeza. Terco como nadie más, el pelinegro prefería morderse la lengua y sufrir sus celos antes de aceptar que Tom lo tenía embobado.
-Bill, ¿te tomas un café con nosotros? -preguntó su amiga al verlo pasar hacia la sala.
-No gracias, no quiero molestar- fue su respuesta sarcástica.
-No molestas para nada- le dijo Tom, con una tierna sonrisa que casi le hace aceptar encantado.
Pero nubló su mente, le dirigió una mirada seria y pasó de largo para tumbarse en el sofá. Ahí se quedó hasta que los chicos se levantaron de la mesa, para su tranquilidad no escuchó ninguna risita o una conversación que le hiciera querer despedazar al parcito, no hasta ese momento.
Al salir los chicos de la cocina estaban hablando acerca del amor y sus virtudes y de lo bonito y necesario que era.
-Yo creo que no se puede vivir sin amor -decía Tom -yo por lo menos no puedo.
-Yo nunca me he enamorado, pero muero por saber como es estarlo -decía la joven tomada del brazo de Tom..
-¿Y no hay nadie en especial?.
-Bueno…-dijo la castaña acercándose mucho a Tom para jugar con sus rastas – hay alguien especial, es muy guapo, encantador y su cabello es…
Bill, que les espiaba por sobre su típica revista de modas, no pudo controlarse, al ver como su amiga jugaba con las bellas rastas de Tom sintió unos celos terribles, se levantó de golpe y caminó hacia los divertidos amigos.
-Me das vergüenza -le escupió a su amiga empujando con su dedo índice a la joven- cuando viene Georg casi te lo comes con la mirada…y cuando no está te quieres comer a Tom, eres una …suelta -le dijo cual madre sermoneando a su hija descarriada.
Luego sin pensar se giró hacia el de rastas- y tú…debería ser más consciente, todos sabemos que a Georg le gusta Heather y tu eres su amigo…no deberías hacer esto…no habla bien de ti.
Tanto Heather como Tom quedaron pasmados, mirando con extrañeza al pelinegro que a la vez se llevaba una mano a la boca sin poderse creer lo que acababa de hacer, sin decir nada y rojo de la vergüenza, Bill corrió escaleras arriba a esconderse en la habitación que compartía con su amiga, tumbándose en la cama y llorando porque su corazón le había ganado a su razón, ya no podía negarse a si mismo que Tom le gustaba, no, a él no, pero al resto de la gente si. Con ese pensamiento se sintió un poco aliviado, ahora solo debía pensar en la explicación que le daría a su amiga y tratar de cumplir su promesa de no volver a enamorarse.
Abajo Heather y Tom, reían a expensas del pelinegro, pues habían conseguido lo que querían, lo habían planeado al entrar a la cocina.
-¿Viste como se puso?…en sus ojos se notaba que quería matarme, jijiji…y a ti también!!.
– Vaya no pensé que reaccionara en contra de mi…pero eso no quiere decir que siente algo por mí.
-Claro que si, él es un celoso de todo lo que marca como suyo… y ya ves que no le importó decirme eso…definitivamente siente algo por ti.
-Heather esto te va a traer problemas con él…
-Que va, debe estar retorciéndose de la vergüenza, no pudo soportar que yo jugara con tus rastas jijiji.
-Se puso como una fiera, y lucía tan sexy…oh muero por tenerlo entre mis brazos- decía el de rastas abrazándose a si mismo.
-Calma Tom, ya verás como empiezan a cambiar las cosas de ahora en adelante, confía en mi.
-¿Por qué lo dices?- preguntó el de rastas sin comprender.
-Con la vergüenza a cuestas, Bill no podrá comportarse tan antipáticamente, no te digo que dará su brazo a torcer así nada más, pero será un poco más accesible, al menos un poco más de lo que es ahora, tu solo tienes que aprovechar cada oportunidad.
Tom asintió y sonrió, e hizo una suplica mental para tener fuerzas de seguir hasta el final.
Cuando Bill bajó a la sala, Tom ya se había ido, y su amiga estaba sentada en el sofá navegando en Internet. Pasó detrás de ella silenciosamente y apretando sus manos por lo nervioso que estaba, sentándose en el sillón contiguo al sofá.
Heather lo miró de reojo, intentando ahogar una sonrisa le habló para disimularla ya que no pudo aguantársela -¿te pasa algo?… te ves nervioso.
-Heather lo que pasó hace un rato…yo no…no se por qué lo hice…- intentaba disculparse el pelinegro.
-Pues yo si se…estabas celoso -le dijo sin rodeos al cerrar su portátil.
Bill la miró intentando parecer sorprendido, pero cayó al instante que eso no le resultaba, su amiga le conocía bien y él ya no podía negárselo.
-Vamos Bill -dijo ella levantándose y arrodillándose frente a él, y luego tomando sus manos -no lo niegues más, Tom te gusta, ya acéptalo y date una oportunidad…
-No puedo…me cuesta mucho confiar -dijo con las lagrimas cayendo por sus mejillas.
-Tienes que intentarlo, solo tienes diecinueve años…
-Para ti es fácil decirlo, tú no perdiste a tu padre por seguir a un falso amor, no fue a ti a quien dejaron plantado el día de su boda, ¡no fuiste tú quien se enteró por medio de una carta que no nunca hubo amor!- rompió en llanto.
La joven no pudo hacer más que callar, no podía imaginarse el dolor por el que había pasado su amigo, pero quería decirle lo que Tom sentía por él. Caminó hacia Bill e intentó consolarlo con un abrazo, dejándolo llorar en su hombro, acariciando su espalda para darle más confort y así calmarlo para proseguir con la conversación. Lo llevó hacia el sofá y le pidió que se sentara.
-Escucha, eras muy joven en ese entonces, un niño, ahora ya has madurado, pero tu actitud hostil terminará por no dejarte sentir de nuevo el amor, o volver a enamorarte…Bill hay alguien que te a…
-¡¿Qué demonios sabes tú del amor si nunca te has enamorado?!- dio un empujón a su amiga, ya le estaba desquiciando con sus consejos inexpertos -¡ni siquiera has dado tu primer beso!…¡¿Quién demonios te crees para venir a darme consejos?!.
-Bill…- los ojos de la joven se llenaron de lágrimas.
-No,¡ ya déjame en paz!- le gritó corriendo de nuevo a su habitación.
La chica se quedó tirada en el piso, llorando porque quiso decirle a Bill de los sentimientos de Tom y no pudo, y más encima su amigo se había enfadado con ella.
La mañana siguiente fue dura, ninguno de los dos había podido dormir, la chica por la pena que sentía al haber sido sermoneada de esa forma por su amigo, y el pelinegro por que había pasado la noche en vela pensando y tratando de tomar el rumbo de su vida, tal ves estuvo mal prometerse no volver a enamorarse, tal ves debería empezar a cambiar, sabía que le sería difícil, pero lo iba intentar.
Después de su ducha matinal, bajó a desayunar y mientras echaba la leche a su cereal, escuchó el timbre, dejó su desayuno y fue a abrir la puerta. Era temprano aun, apenas las nueve de la mañana, pero ahí parado en su puerta estaba Tom mirándolo serio, más abajo en su mano…una hermosa rosa roja.
-Buenos días- le saludó el de rastas.
-¿Qué haces tú aq…?-el pelinegro respiró profundo desvió su mirada hacia los ojos de Tom e hizo un gran esfuerzo para saludarle amablemente- bu…buenos días.
-Se que aun es temprano, pero necesito mis anteojos…ayer se me quedaron aquí y…»vaya Tom, que excusa tan estúpida, si hoy está nublado…» -le sonrió tiernamente.
-Si, creo que los vi por aquí – le hizo una seña para que le siguiera -aquí están, toma.
Tom recibió sus anteojos, y al rozar las suaves manos de Bill no pudo evitar soltar un pequeño gemido, Bill lo miró extrañado.
-Me…me acabo de pinchar con una espina -se excusó chupándose el dedo anular.
-Esa es una hermosa rosa… ¿la cortaste para alguien en especial?- no pudo contenerse de preguntar el pelinegro, poniéndose rojito como un tomate.
-Amm, no…solo la corté por eso mismo, porque es hermosa…¿te gusta?.
-Pues si…la rosa es mi flor favorita.
-«Bien Tom, esta si la hiciste buena, le encantan las rosas» – pensó estirando su mano y mirando a Bill fijamente con una inocente sonrisa, por dentro se retorcía de los nervios, pero lo disimulaba bien -es para ti…entonces.
Bill la aceptó sin dudar, era la primera vez que alguien le regalaba una flor, sintió un nudo en su garganta, pero luchó por no dejar salir un sollozo que delatara lo maravillado que estaba en ese instante -gracias -le dijo oliendo el delicioso aroma de la flor -¿te quedas a desayunar?- no supo como preguntó eso.
Tom supo en ese momento que su madre tenía razón, le había visto triste y quiso saber que le pasaba, Tom como siempre le confió su situación y ella no dudó en aconsejarlo – inténtalo una vez más – le dijo – si lo amas como dices, no puedes rendirte tan fácilmente, pero un pequeño consejito mi niño, hazte un poquito de rogar -terminó guiñándole un ojo. Lo besó en la frente y lo dejó ir por un nuevo intento. Salió camino a ver a su pelinegro, cortando una rosa de un jardín vecino, no sabía como haría para entregársela, pero ahí estaba el resultado, todo había salido bien sin forzar las cosas, tal vez esa era la forma de llegar al corazón de Bill, solo rogaba que lo que estaba viviendo no fuera un sueño, y que si lo era no quería despertar jamás.
Continúa…
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