Resumen: A veces cambiar los planes de San Valentín, es para mejor.
(Traducción de MizukyChan)
“Cuidando a Bill en San Valentín”
Tom acababa de salir de la ducha cuando escuchó sonar su teléfono. Y, con una maldición entre dientes, tomó la toalla más cercana, la amarró a su cintura y, a tropezones, salió del baño, hasta su cama, donde estaba su celular. El ruido molesto parecía burlarse de él cuando se resbaló con el suelo, derramando agua por todas partes.
No tuvo tiempo de revisar el número, sólo presionó el botón «responder», mientras maldecía silenciosamente lo fría que estaba la habitación. Salir del calor del vapor del baño era lo suficientemente malo, pero hacerlo mientras aún estaba mojado, era todavía peor.
—¿Sí? —Dijo cortante, esperando que no fuera algo importante. Estaba estresado y molesto, no tenía tiempo para ser educado.
—¿Tom? Soy Simone. —Tom se contuvo de soltar un gruñido al escuchar la voz de la mujer. Ella llamaba en los peores momentos—. ¿Tienes tiempo para cuidar a Bill esta noche?
—Lo siento —respondió Tom, tratando de sonar un poco más educado de lo que se sentía. ¿Qué demonios le pasaba a esa mujer que siempre llamaba en el último minuto? Como si no creyera que él también tenía una vida—. Tengo una cita esta noche.
—¿No puedes reprogramar tu cita? Tengo una cena muy importante esta noche y no tengo a nadie que cuide a Bill.
—Entonces dígale a quién quiera que cenará con usted, que no podrá llegar —murmuró Tom y miró alrededor buscando sus jeans. No tenía tiempo para esto—. Lo siento, pero de verdad no podré hacerlo esta noche.
—Por favor, Tom —dijo Simone, con un tono de voz que hizo que Tom quisiera regañarla de verdad—. Te pagaré el doble, o el triple si es necesario. Bill también te lo está pidiendo. Él no quiere a nadie más.
Tom se sentó en la cama y se frotó la cara, cansado. Él sabía que ella no pararía con su irritante petición y Bill estaría desilusionado si decía que no… Además, la chica con la que tenía la cita no era nada especial. Ella sólo estaba desesperada por no estar sola en San Valentín y él conseguiría sexo, pero no era nada más que eso. A él, de verdad, le daba lo mismo y no le importaba si ella se enojaba por cancelar la cita. Bill por otro lado… a él sí le importaba Bill. De algún modo se las había arreglado para tener a Tom en la palma de la mano, sin importar lo mucho que Tom, normalmente, odiara a los niños, no podía evitar querer a este chico. Y, si su madre le decía que Tom no tenía tiempo para él, se pondría triste… y Tom odiaba cuando Bill estaba triste.
—Está bien —suspiró derrotado—, pero más te vale pagarme realmente bien. Y esta noche, vas a dejar que Bill coma pizza, ¿vale?
—Sí, está bien. —Tom casi podía oír la sonrisa satisfecha que debía tener en los labios—. Te veré como en una hora.
—Claro —murmuró Tom—. Ahí estaré.
Colgó y arrugó el ceño al teléfono, mientras buscaba otro número. No le gustaba la idea de cancelar una cita por hacer de niñera, pero no era la primera vez que cambiaba sus planes por cuidar al chico pelinegro de al lado, y no sería la última. Había algo con ese jodido chiquillo, algo que le hacía imposible decir que no cuando Simone le pedía cuidarlo.
Niño estúpido.
&
Tom estaba sentado en el sofá de los Trumper, mandando un mensaje de texto a la chica que había cortado por cuidar a Bill, mientras el niño estaba sentado en el piso, pintando o haciendo quién sabe qué. A Tom no le importaba mucho, estaba de un humor horrible y se arrepentía terriblemente de haber cancelado la cita. La chica, Caroline, no se enojó tanto como creyó que haría, pero había pasado toda la noche mostrándole lo que se estaba perdiendo, además le estaba enviando unos textos realmente muy sexis, junto a unas fotos muy, muy sensuales.
Ella estaba desesperada, eso era cierto, porque aunque no estaba enojada, estaba tratando de tentarlo a que fuera a verla apenas Bill se quedara dormido, o que la dejara venir para que lo ayudara a cuidar al niño, para que pudieran divertirse tan pronto Bill se durmiera. Tom le dijo que no a ambas opciones, pero eso no la detuvo de intentar convencerlo y estaba haciendo un muy buen trabajo con todas esas fotos.
Bill había notado su mal humor y había estado callado la mayor parte de la noche y, aunque una pequeña parte de Tom se sentía mal por tomarla contra el niño, quien no había hecho absolutamente nada malo, no podía obligarse a sí mismo a ver si Bill estaba bien, o si quería hacer algo aparte de dibujar o ver la película que estaba puesta de fondo.
—¿Tomi? —Dijo cuidadosamente el pelinegro y asomó la cabeza de entre los papeles, luciendo como si estuviera asustado hasta de hablar—. ¿Puedo usar la tijera?
—Claro. —Tom se alzó de hombros, aun mirando a su celular—. Pero no las puntiagudas. Y ten cuidado.
Bill no respondió, pero se levantó, fue hasta la cocina, y cuando regresó Tom le dio una mirada, para asegurarse de que había tomado las tijeras que podía usar y luego, volvió a mirar su celular, sin importarle realmente lo que Bill estaba haciendo.
—No te vayas a lastimar —murmuró, sabiendo que Bill siempre era muy cuidadoso con los objetos afilados, pero aun sintiendo la necesidad de recordárselo. Responsabilidad y esas cosas.
Bill respondió algo, pero Tom no estaba escuchando. Había recibido otro texto de Caroline, diciéndole exactamente qué cosa dejaría que le hiciera si él iba. Y con un gran gruñido arrojó el teléfono al otro lado del sofá, sabiendo que si ella continuaba con eso, eventualmente él se rendiría y no podía dejar que eso pasara. Lo deseaba, terriblemente, sí, pero no, no podía. No podía dejar solo a Bill, ni siquiera si estaba dormido. Y tampoco podía invitar a cualquier chica a la casa de los Trumper, sólo para tener sexo, no con Bill durmiendo en el segundo piso. Era incorrecto en todas las formas posibles y él era mejor que eso.
Dejó salir un profundo suspiro, se apoyó en el respaldo del sillón y cerró los ojos. Nunca antes se había arrepentido de cancelar sus planes por cuidar a Bill. Lo había hecho muchas veces, porque Simone siempre llamaba en el último minuto y, aunque a menudo Tom tenía planes para el fin de semana, los cancelaba con gusto por hacer algo de dinero, pero esta vez, debió haber dicho que no. Debió decirle a Simone que buscara a alguien más o que ella misma se quedara en casa. Bill era hijo de ella, no suyo, ella debería pasar más tiempo con él, para variar.
Se quedó así un momento, lo único que se escuchaba en la habitación, era el bajo sonido de la tele y Bill, trabajando con las tijeras, cortando papel o lo que fuera. Ahora que ya no tenía el teléfono en las manos se sentía un poco mejor. ¿Y qué si se había perdido una cita? Tendría más oportunidades. No era el fin del mundo. Y Bill se había puesto feliz cuando Tom llegó ahí…
—¿Tomi? —La voz bajita de Bill se escuchó junto a él, volvió a abrir los ojos, ladeó la cabeza y se encontró con la mirada del niño.
—¿Sí?
—Yo… mhm… —Bill bajó la vista a sus pies, con las manos tras la espalda y se estaba mordiendo fuerte el labio inferior, antes de seguir murmurando bajito, sonando como si tuviera miedo de que Tom se enojara con él—. Te hice un regalo…
—¿Oh? —Respondió Tom. Estiró una mano, invitando al niño a sentarse junto a él—. ¿Qué es?
Bill gateó por el sillón y, con manos temblorosas, le dio a Tom una tarjeta hecha a mano. Una de color rosado oscuro y, cuando Tom la abrió, vio un corazón y un “Feliz día de San Valentín”, escrito con letras desordenadas.
—Aaww, Bill —dijo el mayor con una pequeña sonrisa y miró al niño que estaba sentado a su lado con las piernas cruzadas, mirando su regazo—. ¿Siquiera sabes de qué se trata el día de San Valentín?
—Es un día cuando le das regalos a alguien que amas y haces algo por ellos.
—Bueno, sí… —dijo Tom lentamente. Bill no estaba equivocado, aunque quizás no entendía completamente el tema—, algo así…
—Y tú no querías estar conmigo… —susurró Bill y Tom se sintió completamente horrible, no había pensado en cómo su comportamiento haría sentir a Bill.
—No, Bill, no es eso.
—Tú estabas feliz cuando viniste aquí —dijo Bill y levantó los grandes ojos cafés—. Y luego te pusiste triste. Siento haberte puesto triste, Tomi.
—No, Bill —volvió a decir Tom y alejó la tarjeta, para poder envolver con sus brazos al niño devastado—, no estoy triste por ti, te lo juro.
—Entonces, ¿por qué? —Susurró Bill y se acurrucó más cerca, sus manos encontraron un camino hasta el cuello del mayor y luego tiró más fuerte, acercándose todavía más, así que se acurrucaron abrazados con Bill en el regazo de Tom.
—Me iba a encontrar con una… amiga esta noche —dijo Tom, decidiendo, de algún modo, ser honesto con el niño—, pero cuando tu mamá me llamó, no pude decir que no a una noche contigo, pero todavía estoy un poco triste por no haber visto a mi amiga.
—Oh… —Bill sonó como si tuviera el corazón roto por completo—. Entonces, ¿quieres estar con ella y no conmigo?
—No, no quiero —dijo suavemente Tom y abrazó más fuerte al niño y se dio cuenta que lo decía en serio. Bill era importante para él y, aunque sabía que Bill no entendía por completo todo el asunto del día de San Valentín, dijo que era darle regalos a aquellos que amas y al darle la tarjeta a Tom, comprendió que Bill lo amaba. No de una forma romántica, pero aun así era amor—. No hay nadie con quien preferiría estar ahora, Bibi, y siento haberme portado frío contigo esta noche. Nunca volverá a pasar. Lo prometo.
—¿Nunca?
—Nunca.
Bill volvió a bajar los brazos, pero no se alejó de Tom, en lugar de eso, se sentó cómodamente en el regazo del mayor, apoyando la cabeza en su pecho y sus manos pequeñitas jugaron con su camisa.
—Te amo, Tomi.
—Yo también te amo, Bibi. —Tom sonrió y abrazó más al niño—. Siempre lo haré.
F I N
Ooohhh, que cosa tan tierna. ¿Será este el inicio de un futuro TOLL entre ellos?