Evil Journey 4

«Evil Journey» Fic Toll de MizukyChan

Capítulo 4: Last chance

En algún momento de la noche, la pareja se había soltado del abrazo, y al despertar, Bill se vio firmemente sujeto a la barra de seguridad con su mano desnuda. Sentía que todo su cuerpo estaba entumecido y al ver a Tom, al otro lado de la silla, se preguntó si aún estaba con vida.

Cuando quiso levantar la mano para tocarlo, se percató de que estaba pegada a la barra. Cuando George saltó él se sintió tan culpable, que sólo quería ayudar y le arrojó su bufanda y uno de sus guantes, pensando que tal vez ellos mismos no pasarían la noche con vida, pero ahí estaba… respirando y con unas intensas ganas de orinar.

Trató de mover el otro brazo, el que tenía alrededor de un fierro para sostenerse a la silla, y notó que estaba completamente dormido, como cuando te ponen anestesia.

«Esta vez tienes que ser valiente, Bill» Se animó mentalmente y luego arrugó el ceño «No quieres que ahora Tom vaya a morir por tus berrinches, ¿cierto?» Se regañó, culpándose por la muerte de su novio, pues nunca terminó su relación con él.

Enfocándose en su mano congelada, comenzó a mover dedo por dedo, apretando los dientes, pues el dolor era muy intenso. Cuando vio que parte de su piel quedaba pegada en la barra, comprendió lo que Georg había dicho la noche anterior sobre su rostro. “Si la piel se congela y la mueves, se despegará y dejará expuesta la carne”. Al ver que todos los dedos estaban libres, dio un súbito tirón a la mano y ahogó un gritó. Pudo ver su piel congelada, con trozos de grumos de sangre congelada.

Sintió nauseas y las ganas de orinar aumentaron, pero sus manos estaban muy adoloridas y no podía ni siquiera maniobrar para abrir su cinturón. Sin poder contenerse más, el líquido caliente mojó su pantalón y cayó hacia abajo, al igual que las lágrimas del joven, que sentía que se había denigrado por esta acción tan biológica.

Al sentir un sollozo, Tom abrió los ojos y vio la mano herida del chico, sin cuestionarlo, se acercó y lo rodeó con sus brazos.

—Tranquilo —lo sostuvo con fuerzas y se quedó allí, hasta que el llanto subsidió.

Bill se quedó allí, disfrutando del escaso calor que podían prodigarse y preguntándose por qué se sentía tan bien en aquellos brazos, que no eran los de su novio.

—¿Cómo es que nunca te he visto con alguna novia, Tom? —preguntó, sin soltarse.

—Oh, eso —el mayor se incomodó, pero tampoco soltó el otro chico—. Es la típica historia de amor frustrado, Bill.

—¿Y cuál es esa historia?

—Cada vez que me gusta alguien, esa persona se enamora de mi mejor amigo —suspiró y sintió que Bill se tensaba en sus brazos, pero apretó su agarre, no quería que viera sus mejillas sonrojadas.

—Esas personas no te han visto bien —susurró el pelinegro, también con las mejillas ardiendo.

Se separaron e instintivamente, Bill se llevó la mano al rostro para rascar la molestia y cubrir el sonrojo, pero la mano del trenzado lo detuvo y al quitarse sus guantes, le acarició con suavidad, cerca de la herida.

La mirada del pelinegro viajó por todos los rasgos del mayor, sin moverse un milímetro de la suave caricia en su mejilla. Admiró sus bellos y profundos ojos, sus cejas pobladas, el lunar en la mejilla y el tentador piercing.

—No debes tocarla, tienes quemaduras de hielo —sus miradas se conectaron.

—¿Hay alguien ahora que te gusta? —preguntó Bill y Tom asintió—. Pues deberías decirle.

—Cuando bajemos de la montaña, le pediré a ese chico que se case conmigo —Sin planearlo, pasó la lengua por sus labios y movió el piercing.

—Seguro que acepta —le animó el moreno, sintiendo que los colores aumentaban en su rostro.

&

Pasaba el tiempo y en vista de que no había ningún tipo se señal de salvamento, ambos comenzaron a ponerse nerviosos.

—Seguramente Gus pedirá ayuda —comentó el pelinegro.

—Puede ser, pero para un rescate la policía suele esperar —agregó el trenzado, pasando sus manos por los brazos del más pequeño, tratando de brindarle calor.

—Muero de hambre —los ojos del pelinegro se nublaron de repente—, mi pobre Scotty… 

—¿Quién es Scotty? —preguntó. Tom sabía quién era, pero mantener a Bill ocupado era una buena idea, eso le ayudaría a evitar que le diera una nueva crisis de pánico.

—Mi perrito. Sólo yo tengo las llaves de mi departamento y si muero aquí… él morirá de hambre —el llanto no se hizo esperar.

«Tal vez no fue una buena idea» Se abofeteó mentalmente el trenzado.

—Volveré a intentar cruzar los cables —dijo Tom con resolución. Se acomodó en la silla para mirar hacia atrás y confirmar la teoría que había tenido durante la noche—. Mira Bill, justo allá, en el poste —Bill alzó el rostro lloroso—. Hay una escalera. Si logro llegar hasta ese poste, podré bajar sin problemas.

—¿Y los lobos? —cuestionó el pelinegro, con claras señales de temor.

Como si se pusieran de acuerdo, ambos miraron hacia abajo. No había señales ni de lobos, ni del cadáver de su amigo. Seguramente los animales se dieron un festín y ahora mismo estaban descansando en alguna otra parte de la maldita montaña.

—Ahí está tu respuesta, pequeño —dijo y le palmeó el mono gorro de lana que el pelinegro aún tenía. Bill sintió mariposas en su ser. Había cumplido seis meses de novio con Geo y nunca recibió un acto afectivo y ahora había pasado una noche con Tom y todo lo que recibía de él, eran muestras de cariño.

—Tengo miedo Tom —confesó y tomó la mano del mayor que no tenía guante, dándose cuenta de que estaba rasposa. La giró y vio la palma lastimada.

Abrió los ojos grandemente y cogió el guante que se había quitado. Tenía cortes en el centro que seguramente fueron ocasionados la noche anterior, cuando quiso cruzar los cables. Tomó la otra mano de Tom y vio exactamente los mismos cortes en el otro guante.

—Estás herido —afirmó y sacudió la cabeza—. ¿Cómo no me di cuenta?

—Calma Bill, no es tu culpa —intervino el mayor, al ver que el pelinegro se entristecía.

—Sí lo es —levantó el rostro, mostrando sus ojos llorosos—. Si no hubiera sido un cobarde, Georg no habría muerto.

—¡Basta! —Tom lo apretó por los hombros. Y al ver sus ojos de sorpresa, se calmó y susurró—. No fue tu culpa, Bill.

—Es mi culpa, Tom —Lloró y abrazó al otro chico—. No vayas, no quiero que te pase algo como a Georg, no vayas. No quiero.

Tom correspondió su abrazo y le acarició la espalda. Repartió pequeños besos por la cabeza del menor, hasta que se miraron de frente.

—Te sacaré de aquí Bill, lo prometo.

—Iré contigo —dijo el menor, sorprendiendo a Tom—. Iré contigo cuando le pidas matrimonio —Se sonrojó y el otro asintió.

—Claro que estarás allí.

Cuando estuvieron más calmados, Tom levantó la barra de seguridad y la silla rugió.

—¿Qué fue eso? —preguntó Bill aterrado.

—Es la silla —respondió y procedió a ajustarse firmemente los guantes—. Confía en mí.

Bill asintió y le ayudó a ponerse de pie en el pequeño espacio. La silla volvió a rugir y Tom saltó al cable, pero al hacerlo, el brusco movimiento del salto, rompió uno de los tornillos de la silla y ésta se soltó, quedando prácticamente colgando de un fierro.

—¡Ah! —Gritó el pelinegro aterrorizado.

—¡¿Bill estás bien?! —preguntó Tom preocupado, sin poder ver bien hacia atrás.

—Sí, pero no sé por cuánto tiempo esta silla resistirá —respondió, asustado, pero sin entrar en pánico. Lo que menos quería era preocupar a Tom y que éste cayera.

—Bien.

El trenzado, sintió la angustia del menor y apresuró su marcha. Sus manos comenzaron a sangrar y de inmediato sintió miedo. Si los lobos sentían el olor de la sangre, llegarían.

—¡Ten cuidado Tom! —Le gritó el pequeño, sosteniéndose a la silla.

El mayor, avanzó y llegó hasta la siguiente silla, donde se detuvo y miró a Bill, notando cual era el problema de la silla.

—¡Bill! —Le llamó y el otro le miró con atención—. Mantente sujeto de la barra.

—Está bien. ¿Cómo están tus manos?

—Bien —Mintió el chico—. Voy por la siguiente —Bill asintió.

Tom sabía que debía darse prisa, por varias razones. La principal, eran los lobos y luego, porque si la silla caía lo más probable es que Bill muriera, ya fuera por la altura o porque la silla le cayera encima y lo asfixiara. También sabía que el pelinegro tenía la mano lastimada por el hielo y además no tenía guantes, sería imposible que él cruzara los cables.

—AAAUUU —Se oyó el aullido de los lobos.

—¡Maldición! —Gruñó el trenzado y por fin llegó hasta el poste.

—¡Tom! —Gritó el pelinegro a lo lejos—. Hay lobos, no bajes.

—Debo hacerlo Bill —Tom miró sus manos, claro, estaban chorreando sangre, por eso los animales llegaron tan rápido.

—No, Tom.

—Tendrás que ayudarme, Bill —Habló el trenzado a lo lejos—. Necesito que me lances el esquí que te queda puesto. Debes lanzarlo lo más cerca de mí, para defenderme de los lobos. ¿Está claro? —Le dijo muy lentamente, para que le pelinegro se concentrara en él y no en las criaturas que esperaban abajo, dispuestas a devorarle.

—Está bien.

Tratando de maniobrar en la silla que estaba pendiendo de un hilo, Bill logró quitarse el esquí que le quedaba y acomodándose mejor, lo arrojó lo más lejos que pudo. Afortunadamente, en esos momentos no corría el viento de la noche anterior y el artefacto llegó cerca del poste.

Tom estaba a punto de llegar al piso cuando vio el esquí a unos cuantos metros de él. Sonrió y saltó con todas sus fuerzas para cogerlo, justo cuando un lobo le atacó y le mordió un brazo.

Chilló de dolor, pero con el pedazo de madera lo golpeó fuertemente, alejando al animal y logrando con ello, que los otros tres lobos que le acompañaban, se devolvieran hacia los bosques.

Tom corrió hacia la tabla de snowboard de Bill y sentándose sobre ella, demasiado cansado como para usarla apropiadamente, emprendió el camino hacia el resort. Rogando no regresar demasiado tarde.

El pelinegro por su parte, cerró los ojos y elevó una plegaria al cielo, para que Tom pudiera escapar de los lobos que habían emprendido la carrera tras él.

El tiempo transcurría y el frío adormeció el cuerpo del pelinegro. Cerró los ojos y suspiró, quería con toda el alma volver a ver los ojos de Tom, pero el cansancio era tan grande.

«No te duermas, Bill» Se decía en su mente «Si te duermes, morirás de hipotermia»

Pero el frío era más fuerte y la falta de movimiento sólo empeoraba las cosas.

—Sólo un momento —susurró y sus ojos se cerraron por completo.

&

Un ruido sordo despertó a un adormilado Bill, quien al abrir los ojos y moverse bruscamente, logró el resto de la silla colapsara y cayera.

—¡Ah! —Gritó, pensando que ahí acabaría todo.

Pero la silla, sólo cayó hasta medio camino, pues el cable la dejó colgando a media altura. Bill se sostuvo lo mejor posible con su mano lastimada y miró hacia abajo, temeroso de ver lobos aguardando su caída. No soportaría sufrir un final como el de Georg.

El moreno levantó la vista y vio que el cable que sostenía la silla, se estaba prácticamente des-hilando, como si fuera lana. Así que Bill abrió la barra de seguridad y se deslizó por la silla para saltar por sí mismo. Por sentido común, sabía que si caía con la silla, el peso de ésta lo asfixiaría, sin contar que podría pasar algo peor, que las barras metálicas de la silla lo traspasaran, apuñalándolo hasta morir.

Bill miró una última vez hacia abajo, rogando no encontrar a ningún animal carnívoro y se soltó.

—¡Ah! —No pudo evitar gritar al caer.

Se arrastró gateando, pues vio que la silla caía en su dirección, pero no pudo escapar por completo y la parte trasera de la misma le atrapó las piernas.

Se quejó, evitando alzar la voz y vio, que para su suerte, sus piernas no sangraban, pero el dolor era muy intenso, así que como pudo empujó la silla y salió de debajo de ella.

Miró en todas direcciones, pudo ver la nieve cubriendo lo que eran los restos de su novio, pero no tenía tiempo de ponerse sensible, debía salir de allí, debía asegurarse que Tom también estaba bien, y lo más importante, debía salir de la montaña.

Arrastrándose, usando para ello, la fuerza de sus manos y brazos, se deslizó en busca del resort. A medida que avanzaba, daba gracias por no encontrarse con los malditos lobos que había matado a Georg y que habían perseguido a Tom, al ver sus manos ensangrentadas.

Bill había alcanzado la zona más boscosa, que le indicaba que estaba próximo al resort y su corazón se detuvo. Manchas de sangre sobre la nieve, diseminadas por todas partes le hicieron pensar que Tom… no lo había logrado.

Sintió ruido de rasguños y gruñidos a lo lejos y temeroso, se deslizó muy quedamente, para no llamar la atención de lo que fuera que había allí. Se ocultó tras unas raíces y vio que Tom estaba arriba de un árbol, sosteniéndose el brazo que sangraba profusamente. Justo debajo, cuatro lobos, saltaban y gruñían tratando de llegar hasta él.

Bill sintió nauseas y el aire se quedó atrapado en su garganta. Se llevó las manos a los labios y justo en esos momentos, Tom clavó sus ojos en él. Con un movimiento muy sutil, le indicó que saliera de allí. Y el pelinegro asintió.

Gateando y arrastrándose, Bill salió de allí en silencio, pero aumentando la velocidad, no sabía cuando tiempo Tom estaría consciente, pues se notaba que había perdido mucha sangre. Esta vez era su turno.

Gateó todo lo que pudo, hasta que la nieve se convirtió en barro y llegó a la carretera. Afortunadamente sus ropas eran lo suficientemente vistosas y cuando un vehículo pasó por allí, se detuvo de inmediato.

Continuará…

¿Lograrán rescatar a Tom a tiempo? No se pierda el final de esta historia. Y muchas gracias por seguir leyendo.

Escritora del fandom

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