Notas: Este fic es súper antiguo, y honestamente pensé que ya estaba publicado, pero al revisar me di cuenta que no, así que aquí les dejo. Además, este fic viene con tarea. Quiero que piensen qué harían ustedes en lugar de Bill, Tom y los G’s Al principio parecerá una historia bastante común, pero a medida que avanza, la montaña pone a los protagonistas en una situación límite.
«Evil Journey» Fic Toll de MizukyChan
Capítulo 1: La montaña
Un hermoso joven pelinegro, calentaba sus manos en el vaso de café que sostenía, mientras su amigo rubio le seguía a paso firme, con una expresión de molestia en el rostro.
—Vamos Bill, no seas idiota —Gruñó el joven, cruzándose en el camino del moreno, deteniéndole.
—¿Quieres dejar de regañarme, Gus? —pidió el pelinegro—. Se supone que eres mi amigo, que me apoyas.
—Y lo hago, Bill, te apoyo en todas tus buenas y sabias decisiones —continuó el rubio, tomándolo de un brazo y guiándolo hasta una banca, donde se sentaron—. Pero sabes que Georg no es una buena decisión.
—¿Por qué? —preguntó por millonésima vez.
—Porque no lo amas —respondió con soltura el de cabello más corto, completamente seguro de sus palabras.
—Pero… pero… pero.
—Nada de “peros”, Bill.
—Vamos a cumplir seis meses, Gus —Suspiró hondamente—. ¿Cómo le diré?
—Con la boca y con mucha honestidad.
—Le romperé el corazón —Se lamentó el pelinegro.
—Se le pasará —Gus le palmeó el hombro—. Ya encontrará a alguien más.
—Lo dices como si…
—Claro que lo sé, y tú también. Georg Listing es un maldito Casanova —Se quejó el rubio—. Y tú sólo has sido uno más —Bill arrugó el ceño—. Y no me pongas esa cara. Ni siquiera te llama por tu nombre. Maldición, te dice “Kaulitz”.
—Gus… —susurró el menor.
Era cierto, se había emocionado mucho cuando el chico más guapo y codiciado de la Facultad, le había pedido salir, pero se sentía utilizado, porque Geo jamás le hacía demostraciones de afecto, ni siquiera le decía palabras cariñosas, y lo que era todavía peor, le llamaba por su apellido.
—Bill, lo siento —se disculpó el rubio, al ver que la expresión de su amigo había cambiado a una de absoluta tristeza.
—Tienes razón, Gus. Le diré.
—¿Eh? —El rubio se sintió un poco confundido. Habían tenido esa charla, interminables veces, pero Bill jamás tomaba la decisión y nunca rompía su compromiso.
—Sí, terminaré con Geo. Yo… —Bajó su vaso de café, ya no quería beberlo, tenía un mal sabor en la boca.
—Comprendo. ¿Cuándo lo harás?
—No lo sé —Suspiró—. Ni si quiera sé qué decirle.
—Le dirás que no lo amas. Punto.
El celular del pelinegro comenzó a sonar con insistencia, con la música asignada para su novio.
—Hola.
—Hey, Kaulitz. ¿Cómo estás? —dijo a modo de saludo, la voz al otro lado.
—Bien —respondió con timidez el pelinegro.
—Te llamo porque mañana Tom y yo iremos a esquiar.
El rubio, que escuchaba la conversación, le quitó el móvil de las manos a su compañero y habló.
—Georg, soy Gustav, el amigo de Bill.
—¿Eh?
—Mañana Bill y yo te acompañaremos a esquiar.
—¿Eh?
—Eso, iremos con ustedes —aseguró, sin importarle la confusión del otro chico—. Tom se sentirá incómodo, si hace de “violinista”, así que yo me apunto y vamos los cuatro.
—¿Eh?
—Está acordado. A las nueve, nos encontramos allá.
—Bien, supongo.
Cortó la llamada, con una sonrisa, que cambió radicalmente al ver la expresión de furia en el pelinegro.
—¡Demonios! —Gruñó, poniéndose de pie el moreno—. Sabes que odio el frío, odio la nieve, y más que nada en la vida ¡Odio esquiar!
—Vamos, Bill, será la oportunidad perfecta.
—Tengo un mal presentimiento de todo esto.
—Son sólo tonterías, Bill —Bromeó el rubio.
—En serio, Gus. Algo malo va a pasar.
—Claro que no. Pasará algo muy bueno. Te liberarás de Listing para siempre.
&
Al día siguiente, muy al contrario de lo que usualmente vestía, el pelinegro estaba enfundado en un grueso traje impermeable para dar el siguiente paso, subir a la cancha de esquí para principiantes.
—Como odio esto —Gruñó muy despacio, pero lo suficiente, como para que su rubio amigo lo notara.
—Para de quejarte y disfruta del paisaje —Le aconsejó el chico, ajustándose las gafas.
—Allá están —Señaló con su mano, a la pareja de jóvenes que miraba las telesillas, que colgaban de las alturas, transportando personas sonrientes, dispuestas a jugar en la nieve.
—¿Estás listo? —preguntó Gus, buscando su mirada.
—Claro que no lo estoy. Además… —Hizo puños con sus enguantadas manos—. Está Tom.
—¿Qué tiene?
—Tom me odia.
—No, estás loco. Nadie te odia, mírate, eres tan dulce ¿Quien podría odiarte? —dijo meloso, para hacerle sonreír.
—Pero Tom Trumper me odia, en serio.
—Sólo debe estar celoso, Bill.
—¡Tonto! —Le golpeó el hombro y fueron sorprendidos por un grito.
—¡Kaulitz! —Se oyó a lo lejos y el rubio arrugó el ceño.
—Tu ex novio te está llamando —Bromeó.
—Vamos —Hizo señas con las manos, saludando a su castaño novio. Y emprendieron la caminata hacia los otros chicos.
&
Sólo unos minutos antes, el trenzado se quejaba con su amigo, del frío que hacía.
—Creo que debimos quedarnos en casa —opinó Tom.
—Pero tú querías venir. Me estuviste jorobando toda la semana para venir a esquiar, amigo. ¿Qué te pasa ahora? —preguntó, sin apartar la vista de las telesillas.
—Es él, Bill —Confesó y sólo entonces el castaño volteó a verle.
—¿Qué hay con Bill?
—Te lo pasas todo el tiempo con él. Ya casi ni pasas tiempo con tus amigos —Le reclamó el trenzado—. Además, no me gusta que le engañes de ese modo.
—No hables sobre eso —Le detuvo Geo, con una mano.
—¿Por qué? Es la verdad. Todos sabemos que estás con Bill sólo por pantalla —Gruñó Tom—. Lo haces para que tus padres te dejen tranquilo, pero el pobre chiquillo.
—¿Pobre chiquillo? —Repitió con ironía.
—Exacto Georg, lo engañas con esa puta de Amy —empuñó su mano—. Él no se lo merece.
—¿Y desde cuando lo defiendes? Tú siempre peleas con él.
—Es que tampoco soporto que sea tan ingenuo. ¿Cómo no se da cuenta?
El castaño giró, ya no quería ver el rostro enfadado de su amigo, y se topó con otro rostro mucho más familiar.
—¡Kaulitz! —Gritó fuertemente. Su novio al verle, le hizo señas con las manos y comenzó a acercarse hasta ellos.
&
El pelinegro suspiró justo antes de llegar con su novio y le tocó el hombro con suavidad. El castaño giró y le apretó la nariz.
—Hey Kaulitz —dijo a modo de saludo. Tanto Tom como Gustav arrugaron el ceño.
—Hey —respondió el moreno. El trenzado prefirió bajar la cabeza para evitar decir cualquier ironía.
—Nos informaron que hoy sólo funcionarán las canchas de la cara oriente de la montaña —explicó Georg—, así que debemos tomar las telesillas para llegar hasta allá.
—Oh-oh —Molestó el rubio, ganándose un golpe en el hombro, por parte del pelinegro.
—¿Qué pasó? —preguntó el castaño.
—Bill olvidó su billetera —contestó el rubio—. De no ser por mí, ni siquiera habría llegado hasta aquí. Y yo por pagar los pasajes, me quedé sin dinero —Sonrió.
—Y nosotros tampoco pensábamos usar las telesillas —Continuó Tom—. Así que tampoco trajimos suficiente dinero.
—Te dije que tenía un mal presentimiento —comentó el moreno a su rubio amigo.
—Ya me las arreglaré —aseguró Listing.
&
Después de coquetear descaradamente con la chica de la boletería, el joven de cabello castaño, apareció con tres boletos en la mano.
—He salido triunfante —dijo lleno de vanidad el chico.
—Pues yo sólo veo tres boletos —Gruñó el trenzado.
—Es que hoy están repletos y los boletos están vendidos —explicó Georg.
—Eso me deja fuera —comentó el rubio—. Supongo que me iré.
—Gus… —llamó el pelinegro—. Me iré contigo.
—Claro que no, tienes algo que hacer el día de hoy, Bill —Le guiñó un ojo—. Te llamaré mañana para que me cuentes.
—Está bien. Lo siento.
—No lo sientas, no es tu culpa —afirmó el castaño, ganándose un codazo por parte de Tom.
—Bueno chicos, hasta la vista.
Cuando llegaron al sector de las telesillas, Bill tomó una gran bocanada de aire y apretó los ojos.
—Hey ¿Estás bien? —preguntó el trenzado, poniendo su mano en el hombro del más delgado—. Estás temblando.
—Es que… —titubeó el moreno.
—A Kaulitz no le gustan las alturas —comentó el castaño.
—¿Y por qué demonios estamos aquí? —Gruñó el joven. A veces Tom pensaba que su amigo no tenía cerebro o no le importaba para nada su novio, en realidad.
—Calma Tom, será sólo la subida, luego descenderemos con los esquíes nada malo pasará —Le aseguró, pero Bill al igual que el trenzado, se sintió desvalorado.
—¿Por qué me llamas Kaulitz? —preguntó el pelinegro, logrando captar la atención de los otros dos.
—Porque así te llamas —respondió Geo, sin darle mayor importancia.
—¿Por qué lo preguntas? —indagó el de trenzas.
—Porque nunca me dice “cariño” o “mi amor” o “Bill” —contestó el moreno. Cubriéndose más con su mono gorro de lana.
—Esas son bobadas de chicas, Kaulitz —Le regañó el castaño.
—Tampoco me haces caricias, nunca me rozas las mejillas —Se quejó el pelinegro.
Tom observaba la expresión del más joven y en su interior, tenía ganas de abrazarlo y apretarlo fuerte, para asegurarle que todo estaría bien. Que Georg, ya no le lastimaría más.
—Es nuestro turno —cambió el tema.
La persona que manejaba las telesillas, detuvo la maquina, en el momento en que una de las sillas se puso frente a ellos. Con un movimiento de manos, les indicó que subieran y se sentaran.
Se ubicaron, Bill a la izquierda, su novio en el centro y al otro extremo, Tom.
El controlador bajó la barra de seguridad y moviendo la palanca, la silla comenzó a deslizarse por los cables. Parecía una silla de la “Rueda de la Fortuna”, pero en lugar de girar en círculos, ésta emprendió el viaje hacia arriba, hacia lo más alto de la montaña.
Continuará…
¿Qué les espera en la montaña? ¿Cuáles son los verdaderos sentimientos de Tom? ¿Logrará Bill, terminar su relación con Georg? ¿O éste lo manipulará, para que siga siendo su pantalla? No se pierda el siguiente capítulo.