«I need you» Fic de Millah
Capítulo 17
Entró y esperó a ver al pelinegro, tardó cinco minutos en encontrarlo cuando le vio salir de la cocina trayendo dos platos con las órdenes de unos clientes. Esperó a que terminara de atender y se acercó a él sorprendiéndolo por la espalda.
-Te dije que vendría de nuevo –susurró en su cuello.
Bill se giró para encontrarse con la cara del rubio a solo unos centímetros de la suya -¡Tom!…amm…estoy…
-Trabajando ya lo se. No te preocupes que te espero -le dijo con toda tranquilidad.
-No puedes quedarte si no consumes – le informó el pelinegro.
-Ok, entonces comeré una hamburguesa, por favor.
Bill le miró molesto -tendrás que esperar a que esté desocupado.
-Sabes que te esperaría por siempre -sonrió, logrando que el pelinegro le imitara tímidamente.
Mientras comía observaba a Bill ir de un lado a otro, viéndole como secaba el sudor de su frente con la manga de su camisa, se veía muy cansado. Sintió como se le agolpaba el corazón al verlo recibir las propinas de los clientes y se maldijo por haberlo puesto en esa situación, tenía ganas de levantarse, tomar su mano y sacarlo de ahí. Pero no podía, sabía que Bill no lo aceptaría porque ya no confiaba en él.
Cuando Bill terminó su turno, se cambió de ropa y fue la mesa de Tom para invitarle a salir del local.
Antes de salir, David le dedicó una mirada de «que te ruegue» y se despidió haciéndole una seña con la mano.
Caminaron en silencio por la calle, que a esas horas de la noche estaba casi desierta, eran cerca de las nueve y la luna llena resplandecía en el cielo, Bill la miró y suspiró ante su belleza.
-¿Qué te hace suspirar? -preguntó el rubio.
-La luna.
-Tu siempre tan romántico -le sonrió tiernamente, aunque esperaba que el suspiro fuera por él.
Bill desvió la vista para no derretirse con esa sonrisa – ¿a dónde vamos?
-Amm, no lo se. ¿Hay muchos lugares a los que podemos ir? -le dijo con una sonrisa picara.
Bill se detuvo repentinamente -mira Tom, si vas a empezar con tonterías pues es mejor que te vayas, yo no estoy para juegos -le habló con un dejo de molestia.
-Bill… no lo dije en ese sentido, solo te pregunté para ir a algún lugar cómodo no tienes por que enfadarte.
-No estoy enfadado, es que creí que… ah, ya no importa, ven, sentemos aquí – lo sujetó del brazo y le llevó a una banca que estaba en la orilla de la calle -ahora si, hablemos.
Tom dio un largo suspiro, tenía todo planeado para decirle a Bill pero en ese momento lo había olvidado todo. Juntó sus manos y las apretó, haciendo notar lo nervioso que se estaba sintiendo. Bill lo miró con ternura, verlo así le producía una necesidad inmensa de abrazarlo y acariciarlo, besarlo… pero si hacía eso entonces demostraría que era débil y que entonces Tom sentiría que podría cometer faltas y él las perdonaría siempre. Entonces hizo otro esfuerzo y se contuvo, tragó saliva y rompió el silencio.
-Y bien… ¿vas a hablar o no? porque yo estoy muy cansado y quiero irme a casa a dormir.
-¿Lo has pensado? -inquirió rápidamente.
-¿Qué cosa?- se hizo el desentendido.
-Vamos, ya sabes. Perdonarme y darme otra oportunidad -dijo con la mirada clavaba en el suelo.
-Lo he pensado -respondió después de un largo silencio.
Tom lo miró y esperó a que siguiera.
-Y creo que… no puedo volver contigo -le dijo maldiciéndose por dentro.
El rubio sintió un nudo en la garganta, esa fue una respuesta muy dura y él realmente no se la esperaba -¿pero por qué? – inquirió con la voz cortada -dijiste que aun me amas.
Bill masajeó sus sienes con desesperación, por supuesto que le amaba pero de verdad no quería pasar por lo mismo de nuevo, tenía miedo, porque si volvía con él y ocurría lo mismo, estaba seguro de que nunca más le perdonaría.
– Te amo. Pero prefiero que las cosas se queden así.
-¿Es por Marla?
-En parte si. Pero más que todo es por ti, porque tengo miedo de que vuelvas a hacer lo mismo.
-¿No crees que estás exagerando?, hablas como si yo hubiera…no se…intentado asesinarte.
Bill se levantó de golpe y se puso frente a él – no exagero Tom, porque si mataste a mi corazón.
-Bill… no hables así, no exageres las cosas- le dijo poniéndose de pie.
-Es mejor que te vayas y me dejes en paz Tom, no vayas a mi trabajo ¿entendiste?
El pelinegro emprendió su camino por la solitaria calle. Tom se quedó atrás mirándole pasmado, pudiendo articular una frase cuando Bill ya estaba por tomar un taxi.
-¡Jamás dejaré de intentarlo!… ¡te amoooo! -gritó ante las miradas de las personas que pasaban por allí.
Bill se detuvo unos segundos antes de subir, no le miró, pero en su rostro se dibujó una amplia sonrisa, la que el rubio pudo ver claramente a pesar de la distancia.
.
Cuando Tom volvió al día siguiente con la misma meta en su cabeza no pudo evitar notar que Bill le miraba con el seño fruncido, no se acercó a él a pesar de estar desocupado y cuando le veía con la intención de acercarse corría a esconderse en la cocina, donde se apoyaba en la pared y cerraba los ojos, maldiciéndose por lo bajo.
-Tom está esperándote -le dijo David al pasar frente a él.
-Lo se -contestó suspirando.
-¿Y no irás?
-No quiero.
-Vaya que si seguiste mi consejo. Si te has hecho de rogar, lo tienes realmente desesperado… y triste.
-¿Triste? -preguntó apenado.
-Si, triste. Se le nota en esos lindos ojos marrones.
Bill se asomó por la ventanilla de la puerta y vio a Tom con la cabeza apoyada en una mano, de verdad se veía triste y se sentía un monstruo por eso, porque le estaba haciendo sufrir aunque eso no era lo que él realmente quería.
-¿Irás entonces? -le preguntó nuevamente el mayor, Bill se quedó pensativo – bueno, entonces podrías ocupar ese tiempo yendo a cenar conmigo.
Bill volteó para mirarle y hacerle una mueca de disgusto -ni en mis sueños saldría contigo otra vez. Iré con Tom, no soporto verlo así.
-Tendrás que esperar a tu hora de salida -le advirtió David, molesto por el comentario.
El pelinegro miró su reloj y contó los tres minutos que faltaban para el fin de su turno – ok, mi horario de trabajo terminó- le sonrío burlón y se fue a cambiar de ropa.
David le miró alejarse y sonrió -eres una dulzura Bill, Tom es muy afortunado por tener tu amor… maldito sea -susurró al tiempo que su sonrisa se borraba.
Cuando Bill salió, vio que Tom no estaba en la mesa y sintió miedo de que ya estuviera lejos y no pudiera alcanzarlo. Corrió y salió para buscarlo a cada al lado de la calle con su mirada, divisándolo mientras el rubio caminaba lentamente y con la cabeza gacha. Apuró el paso y lo alcanzó llamándole suavemente.
-Tom…
El aludido volteó y le dio una mirada llena de dolor.
-¿Ya te vas?
-Debo ir a casa para estar con mis hijos -le respondió con la voz bajita la niñera no puede quedarse tanto tiempo.
-Siento mucho haberte hecho esperar -se disculpó.
-No importa, se que tienes mucho trabajo.
Bill asintió con un suspiro.
Sin darse cuenta ya habían caminado una cuadra entera, entre silencios y repentinos comentarios que a veces ninguno respondía. Tom se detuvo frente a un minimarket y sin mirar a Bill a los ojos le habló -tengo que comprar algunas cosas, ya se está acabando la leche y…
-Te acompaño -le dijo el pelinegro.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Tom y Bill sintió alivio al verla.
Mientras caminaban por los pasillos comenzaron a hablar de Charlize y Nicholas, el pelinegro los extrañaba y deseaba verlos. El rubio sonreía al escuchar los cometarios de Bill al decirle que le encantaba recordar a Charlize disfrazada de abeja y a Nicholas diciendo su nombre.
Al terminar las compras Tom caminó de vuelta a su auto y se ofreció para llevar a Bill a su casa, pero él no aceptó.
-Yo voy hacia la otra parte de la cuidad.
-Eso no importa, quiero llevarte.
-No, tomaré un taxi.
-Entonces te acompañaré a la parada – insistió el rubio.
-Está bien – resopló Bill.
No tardó en aparecer un taxi y Tom se apresuró a detenerlo y a abrir la puertezuela.
-Fue muy grato haber podido hablar -le dijo antes de que Bill subiera. Aunque sentía un poco de decepción por no haber podido hablar nada acerca de ellos.
El pelinegro le dedicó una mirada ilusionada -viniste aunque te pedí que no lo hicieras, y me esperaste a pesar de haberte ignorado… lo siento mucho.
-Ya te lo dije, estaré aquí cada día, aunque no hablemos o aunque hablemos solamente de los niños. Yo no me rendiré.
Los ojos del pelinegro brillaron en ese mismo instante, regalándole una sonrisa de oreja a oreja -nos vemos -se despidió metiéndose al auto.
-Nos vemos -le imitó Tom viéndole partir.
Si bien no habían hablado casi nada de ellos, sintió que aquella conversación los había acercado un poco más. No habían discutido, todo había transcurrido tan calmadamente que le pareció que nunca se habían separado, Tom estaba seguro de que al día siguiente su «relación» o lo que quedaba de ella mejoraría un poco más.
-Al día siguiente-
La casa de Tom, estaba hecha un lío. Marla tuvo un extraño “ataque de locura” y comenzó a romper lo que se atravesara en su camino. Simone, que a esas horas preparaba el almuerzo mientras la niñera cuidaba a Nicholas, tuvo que decirle a Tracy que se fuera a casa para ella hacer lo mismo pues estaba asustada de que pudieran correr algún peligro. Tomó lo necesario para el bebé y se lo llevó a su casa, desde donde llamó a su hijo para avisarle del problema.
Tom avisó a su superior, dejó todo en su trabajo y salió corriendo para coger su auto. Cuando llegó a su casa pudo ver el desastre en que se había convertido. Todo lo rompible estaba roto, sus maquetas tiradas por todos lados hechas trizas, su ropa cortada, platos rotos, incluso había sangre en el suelo, lo que lo preocupó mucho. Corrió arriba en busca de Marla, encontrándola en la habitación que él usaba tirada sobre la cama, llorando y maldiciendo.
Se acercó lentamente y la llamó con suavidad -Marla ¿estás bien?
La mujer se giró para mirarle, se levantó y se paró frente a él -¿te parece que estoy bien?
-¿Pero que te pasó?… ¿por que destrozaste las cosas?
-Porque siento odio. Aun no estando él, su recuerdo me persigue.
-¿De que rayos hablas?
-¿Sabes lo que le escuché decir a Nicholas?
Tom negó con la cabeza.
-Dijo Biii, lo escuché claramente. Casi lo gritaba. Estaba llamando a ese idiota, ni siquiera su primera palabra fue «mamá»… sino Bill.
Tom resopló, ¿qué podía decirle a esas alturas? cuando ya sabía que lo que tenía era una locura que ella misma se había causado. Con una compasión lastimera tomó sus manos, las cuales sangraban a causa de varios cortes, hechos, él supuso, por los cristales rotos.
La llevó al baño en donde le curó y vendó con suma delicadeza, haciendo aflorar en ella una sonrisa que casi la hacía ver diabólica. Pero a pesar de eso, él vio en esa leve sonrisa un poco de la Marla antigua, esa que corría a su brazos cada vez que le veía llegar y que le besaba con tanto cariño después de decirle cuanto le amaba. Pero eso era parte del pasado, ahora los ojos de Marla estaban vacíos, su corazón seco y su rostro era distinto, si alguna vez ella había sido feliz de verdad ya nada quedaba de eso.
Después de aquel incidente, Tom pensó que era mejor que los niños no siguieran viviendo en la casa, así que le pidió a su madre que los alojara en la suya por algún tiempo.
Más tranquilo y con sus hijos en muy buenas manos, se dedicó a recoger el desastre que había en la casa. Estaba sorprendido al ver cuanto espacio sobraba, el lugar estaba desolado, solo quedaron los sillones, unas mesitas y la televisión, le asombraba todo lo que una mente desquiciada podía llegar a hacer.
Pero lo sucedido no podía interponerse entre él y Bill, debía volver a armarse de valor y seguir adelante con su reconquista, después de dos días de intentos fallidos. Recogió las ropas que sobrevivieron al ataque y se dio una larga y relajante ducha, se vistió, se perfumó y salió en dirección al trabajo del pelinegro. Era temprano aun, así que condujo lentamente mientras admiraba el paisaje que aun era iluminado por la escasa luz que quedaba del sol.
Al ir mirando a través de la ventanilla se fijó que había una linda florería y no se lo pensó dos veces, buscó un lugar donde estacionar y caminó hacía allí, saliendo después con un hermoso, pequeño y sencillísimo ramo de jazmines, el cual desprendía un perfume delicioso que le hacía sentir un poco de tranquilidad pues otra vez sentía que los nervios le harían explotar en cualquier momento.
Volvió a conducir hasta llegar a su destino e hizo lo de siempre, esperar hasta que Bill terminara su turno. Esperando que ahora si pudiera decirle lo que realmente sentía y que el pelinegro le diera por fin esa oportunidad que tanto deseaba.
Continúa…
Besos a todas las que leen!!