II Reverse 34

Administración: Y aquí comienza la segunda temporada del fic. Disfruten la lectura y otra vez, gracias a nuestra querida Heilightkt483 por compartir el archivo de esta obra.

«Reverse II» Fic de Alter Saber

Capítulo 34: Contacto

«Una vez está en tu cabeza te conviertes en una extraña nueva raza; una forma de vida que adora fantasear sobre su extinción: Que haces un comentario estúpido, te matas. Que te gusta la película, vives. Que pierdes el tren, te matas»

Inocencia Interrumpida

La cobardía del ser humano puede alcanzar niveles exorbitantes que lo obligan a cometer actos deliberados como el de finalizar con su vida; y es que, en sí, la muerte, a veces parece ser la solución más adecuada a la realidad sofocante que nos rodea.

No obstante, las perspectivas que ha tenido el mundo respecto al suicidio; son tan variadas como cuestionables. Para la Antigua Europa, el que una persona decidiera dar fin a su existencia, era considerado una muestra de la libertad, el oponerse a la Burguesía y combatir las injusticias de los Aristócratas, por medio de la muerte; un acto de valentía que contrariaba con vehemencia la oscuridad de la época.

Mientras que, para el cristianismo del siglo XVIII, el suicidio se veía como una aberración, es decir, era una ofensa a los designios divinos establecidos por un ser Supremo llamado «Dios», quien merecía ser respetado, pero sobre todo, acatado.

Otras personas lo veían como una puerta al más allá; algo que les permitiera descubrir los misterios que oculta la muerte; tanto era el deslumbramiento por ello, que se creían capaces de besar su propio deceso, con tal de trascender al infinito.

Han habido innumerables casos en los que personas reconocidas a nivel mundial, han decidido acabar con su vida; como el pintor y escritor Van Gogh o la modelo y «Sex Symbol», Marilyn Monroe; es en este tipo de situaciones, donde los cuestionamientos surgen por si solos:

¿Qué lleva a un Pintor pionero del Postimpresionismo a la muerte? ¿Cómo su contexto puede ser tan catastrófico como para dar fin al arte de su talento?

¿Una mujer deseada por muchos, admirada por otros, y envidiada por todos; preferiría la muerte antes que la belleza de su ser?

Y la respuesta a estos planteamientos, viene a mí, sin necesidad de esfuerzo:

La realidad les supera.

Nadie puede definir con certeza que puede ocasionar un fallo del entorno en el que se encuentra; las ambiciones y en si los sueños, son objeto de un anhelo persistente a través del trayecto, pero, no en todas las circunstancias, dichas añoranzas son traducidas en sujetos materiales; no, a veces, ese deseo es una persona, un sentimiento, una imagen, un tacto, una voz…

Para mí, eran mis hijos.

El día en que Jörg llegó completamente desesperado a explicarme la situación en la que se encontraba con Kean, sentí como mi mundo se desvanecía; mi esposo me informaba con detalle el problema y la manera en la que termino implicado y lo único que mi mente me repetía sin descanso era:

«No conocerás a tus hijos, no los ayudaras cuando lo necesiten, no estarás para enseñarles a dar sus primeros pasos, no podrás aconsejarles cuando una chica les rompa el corazón, no existirán para ti, y tú, tampoco»

Nada, no había nada que pudiera hacer para remediar este escenario donde los protagonistas están a punto de fallecer; no existía forma de contraatacar a un enemigo tan feroz como ese; no era posible, al menos, si permanecíamos juntos; las probabilidades de salir en victoria de aquello, eran nulas.

Entonces, la respuesta llego a mí, y por más que trate de desecharla de mi cabeza; me fue difícil hacerlo. Yo tenía que renunciar a uno de mis pequeños, si deseaba que ellos pudiesen vivir.

Y Dios, cómo dolía eso…

El sólo imaginar que uno de ellos no crecería a mi lado, era razón suficiente, para considerar la muerte como un regalo más hermoso, que una realidad donde ellos no estarían junto a mí.

Jörg seguía estableciendo opciones sobre la mesa; donde el sacrificio no existía; pero, en una situación como en la que nos encontrábamos; era inevitable, no obtener daños colaterales.

Dejé que mi mente asimilara un poco lo que estaba por soltar y con firmeza; vi a Jörg directo a los ojos y le dije:

Amor, entiendo tú preocupación; no pienso recriminarte nada, tú hiciste lo correcto, mantuviste tu transparencia ante la adversidad y es motivo de orgullo la manera en la que te comportaste. Sé que lo que estoy por decirte, no será para nada de tu agrado, pero, no creo que tengamos otra opción.

No Simone, la muerte no es una solución.

Yo no hablo de eso; creo que, debemos separarnos.

¿Cómo?

Kean no se va a detener hasta que acabe con nosotros…

Pero…

Lo sé; incluso es más complicado para mí, ellos son míos, yo los traje hasta aquí y ahora debo renunciar a uno; pero, ¿Acaso hay otra manera en la que ambos puedan vivir sin lamentaciones?

¿Qué sugieres?

Cambiemos todo; modifiquemos nuestra identidad, aspecto físico, residencia y, tú tendrás que ir a un lugar donde Kean aún no haya marcado territorio.

Alemania.

¿Tan lejos?

Ni siquiera estaba en el mismo Continente; las posibilidades de que yo pudiese ir y ver a mi hijo, eran prácticamente nulas; sí Jörg se iba a Alemania, yo no tenía permitido salir del país, eso colocaría en riesgo la vida de ambos.

De momento, es el único sitio que no es gobernado por él; además, mi profesión encajaría a la perfección en ese país; podría establecerme rápido y responder por todos como se debe.

¡NO!

¿No?

No Jörg, sí tú haces transacciones mensuales; Kean va a reparar en ese pequeño detalle y aun con el cambio de identidades; él dará con nosotros; yo tendré que abstenerme de mostrarme mucho en público, al menos por unos años, hasta que mi pequeño comience a crecer y deba ir a la escuela; me corresponde permanecer con un perfil bajo.

Pero, ni siquiera lo que has sugerido va a ser suficiente, necesitamos algo más.

¿Qué?

Fingir la muerte.

¿De qué hablas?

Veras, en el Departamento hay un experto en criminalística que se encarga de recrear escenas de crímenes para descifrar los motivos por los que la víctima fue atacada…

Ujum.

Entonces, sí el plasma un escenario en el que «Cometimos suicidio» por la advertencia que recibimos de él; Kean creerá que estamos muertos y no irá por nosotros.

Pero, ¿No es más sencillo sólo esparcir ese rumor?

No Simone, él no se detendrá hasta corroborar que es cierto.

Nuestros rostros…

Le diré a Chawn que escoja cadáveres con los rostros desfigurados; para que no exista duda.

¿Y los bebes?

Que aparezcan ahogados en el Tanque.

Dios…

Mira, Chawn sabe lo que hace; él cubrirá cada uno de esos detalles; pero, sí esa es la decisión que vamos a tomar, tenemos que empezar de inmediato, asi que, ¿Qué dices?

Pronunciar ese monosílabo que me apartaría de mi amado esposo y uno de mis tesoros, desencadenó un sinfín de sensaciones que variaban entre la ira y las frustraciones; todas y cada una de ellas, cargadas de un color particular, tan rojo, que lograba hacer arder mi alma; pero, el anhelo de que ellos pudiesen vivir, lo contrarrestaba todo.

Hagámoslo.

De inmediato, Jörg contacto al Director del Bufete, le explico la situación y los trámites para el cambio de identidades, no demoraron más que unas cuantas horas. Chawn nos visitó en la tarde y dijo que para la mañana siguiente, ya teníamos que estar por fuera de la casa, que él se encargaría de todos los aspectos relevantes.

De momento, yo me quedaría en casa de Marcel, mi amiga más cercana; y Jörg, partiría esa misma noche hacia Frankfurt; entre tanto papeleo y diligencias, no pude compartir mucho tiempo con mis bebés.

Fue sólo hasta la noche que pude sostenerles en mis brazos; me era imposible decidir, cuál de los dos se iría de mi lado…

Mi esposo, observándome, se acercó a mí y me dijo:

Yo me llevaré a Tom.

¿Qué? ¿Por qué?

Algo me dice que él será como tú; puedo verlo en sus diminutos ojos.

Bill…

Él es más tranquilo, se parece a mí; así, una parte de ti, estará conmigo.

Y una parte de mí, contigo.

Simone, tú sabes que…

Si, lo sé. Yo también, te amo como la primera vez.

Gracias.

No tienes nada que agradecerme.

Antes de irme, hay algo que debes prometerme, no, tienes que jurármelo.

¿Qué sería?

Toma.

En la mano de Jörg, residía un pequeño sobre, que al parecer contenía una suma desmesurada de dinero y un pasaje de avión.

¿Qué es esto?

Son los ahorros que tengo; quiero que los uses hasta que encuentres un trabajo y puedas sostener a Bill; es un seguro.

Jörg…

Nada Simone, es lo mínimo que puedo hacer por ti.

¿Y el tiquete?

Quiero que me prometas, que si, en alguna ocasión, tú estás en riesgo o de pronto Bill corre peligro; le entregaras ese tiquete y lo enviaras conmigo.

Ojala yo pudiese ofrecerte lo mismo…

Simone, ustedes son quienes están expuestos a Kean; se quedaran en la zona roja, y todo, por el bienestar de Tom y mío; no te culpes por esto.

Yo no quiero que…

Lo sé, en serio que, te comprendo. Sin embargo, Tom crecerá sano y podrá tener una vida sin preocupaciones, eso te lo puedo asegurar; lo cuidare con mi vida.

Yo también.

No necesito que me lo digas, sé que darás más de lo necesario por proteger a Bill.

¿Estaremos en contacto?

Sí, yo te llamaré desde un numero privado una vez por semana, asi, podremos estar al tanto de todo.

¿Conseguirás a alguien más?

Nuestra prioridad absoluta eran Tom y Bill; pero, también había que considerar el sacrificio del amor que nos teníamos…

Jörg había sido el único hombre que en vez de sentirse aturdido por mi genio desbocado; le resultaba atractivo; él se acercó para nunca apartarse; me amo con locura, a veces, con palabras, y en otras, con actos apasionados.

Yo, le amaba con desenfreno, y ahora, tenía que despedirme de él; resignarme a que jamás encontraría a una persona que me aceptara y quisiera todo de mí (Hasta lo malo); sin condiciones, ni excusas, sólo con la premisa de que su amor por mí, era tan grande, que mis defectos, le resultaban ganancia.

Nunca volvería a verle, o quizás, el encontraría unos brazos más acogedores que los míos…

Simone…

Perdona, no debí preguntarte eso.

¿Tú lo harás?

No, sabes lo que opino al respecto.

¿Sigues creyendo que yo soy el único ser humano en la Tierra capaz de soportarte?

Fuiste, eres, y serás siempre, el único.

Lo vi directo a los ojos, sumí mi mirada en ese rostro que tan atractivo me resultaba; recordé sin orden aparente, los momentos que compartí a su lado; las discusiones sin sentido, los besos robados, las primeras caricias, los sueños compartidos, las miradas perdidas, los silencios ensordecedores…

Todos y cada uno de esos instantes, que me recordaban, porque me había enamorado de él.

Lo besé por última vez, y con un suave susurro, le deje ir…

Los días después de su partida, no fueron sencillos; me sumergí en una depresión profunda que amenazaba con acabar conmigo; no comía, escasamente dormía unas cuantas horas al día, permanecía en la cama junto a Bill y no salía del cuarto.

Marcel entraba cada tanto a la habitación; hablaba conmigo y me suplicaba que fuera fuerte; Bill necesitaba que yo estuviera bien, para alimentarlo y cuidarlo como debía.

Veía a mi pequeño, durmiendo en esa cama, y junto a él, no estaba su otra mitad. Tom y Bill, siempre, permanecían tomados de la mano, cuando cerraban sus ojos y se disponían a descansar.

De cierta manera, agradecía que Bill aun no sentía la ausencia de su hermano; porque, ofrecerle el calor fraternal que sólo provenía de Tom, era imposible para mí.

Transcurrieron meses, y yo, no podía levantarme de ese estado tan deplorable; me sentía incompleta, desecha, destruida por completo; pero, un evento, logró despertarme del adormecimiento.

A los 6 meses de su nacimiento, Bill sufrió de un acceso de tos que no pude controlar con nada; parecía como si fuera ahogarse en cualquier momento; desesperada por escucharlo así, Marcel y yo, lo llevamos hasta la Clínica y allí se encargaron de él. Unas cuantas horas después, el Doctor nos brindó el diagnostico, y para mi sorpresa, su condición de salud, era mi culpa.

– ¿Señora Kaulitz?

– Si Doctor, soy yo.

– Acompáñeme, por favor.

– Si.

Salimos de aquella Sala, y fuimos hasta su consultorio; donde, entramos y nos dispusimos a conversar:

– Sra. Kaulitz, tengo algunas preguntas que hacerle.

– Si, dígame.

– ¿Usted ha alimentado debidamente a su hijo?

– Sí Señor.

– ¿Está segura?

– Claro que sí.

– ¿Cuántas veces al día?

– Tres.

– Ummm, ¿El consume leche materna o…?

– Leche materna.

– Bien, entonces, ¿Usted se está alimentando correctamente?

Su interrogante me azoto con ferocidad; llevaba meses en los que no consumía alimentos saludables; la depresión me hacía sentir sin ánimos, no quería ni me apetecía nada.

– Yo…

– Mire, Sra. Kaulitz; no entraré en detalles sobre las razones por las que usted no ha comido como se debe; sin embargo, permítame recordarle la forma en la que esto afecta a su pequeño.

Si Bill, no recibe los nutrientes necesarios que sólo pueden ser obtenidos por la leche que usted le da; su crecimiento será tardío, sus defensas estarán por los pisos, y él será el blanco de todas las enfermedades.

No es una exageración decir, que incluso su vida, estaría en peligro.

Esa última afirmación, resonaba con frecuencia en mi cabeza…

¿Acaso no le había dicho a Jörg que cuidaría de él?

Entonces,

¿Cómo es que mi descuido le podría causar la muerte?

Mis ojos se llenaron de lágrimas, desaté todo ese sufrimiento de mi garganta; y desde ese día, juré que haría todo lo que estuviese a mi alcance para remediar aquel error.

Bill empezó a crecer, sus defensas no eran muy estables, pero, al menos, podía mantenerlas equilibradas con vitaminas; le daba una alimentación saludable y le enseñé a hacer alguna actividad física que le permitiera fortalecer su cuerpo; mientras estaba en casa, le leía libros, le cantaba, jugaba con él; y hacía de su niñez, algo más llevadero.

No obstante, el dinero comenzó a escasear, y yo tuve que tomar una decisión complicada. Si conseguía trabajo, ¿Quién cuidaría de Bill?

En un principio podría pedirle a Marcel que se encargue de él, pero, ¿Qué pasaría después?

No podía quedarme sentada en casa, el dinero no iba a llegar solo y Bill tenía que empezar a estudiar el próximo semestre…

Con un dolor inmenso; opté por dejarlo con Marcel, y trabajar para sostenerle. A sus 4 años, Bill empezó a ir al Jardín, allí estaba de 8 am – 4 pm; lo cual, me permitía, sólo perderme unas dos horas junto a él; ya que mi llegada a casa, era a las 6 pm.

Con el dinero que ahorré, junto a lo que me quedaba de Jörg; había conseguido tener una casa muy pequeña, pero, a un precio económico que me facilitaba la crianza de mi hijo.

Bill cumplió 6 años y empezó a ir a la Escuela; los problemas fueron en aumento; él sufría de abuso y yo me fundía en la depresión; buscaba un confort en hombres que no valían la pena, pero que, me brindaban una falsa ilusión de seguridad que me gustaba sentir.

Mi pequeño tuvo que observar esas facetas tan vergonzosas de mí; y aunque trataba con todas mis fuerzas de poner resistencia a esas sensaciones que me provocaban un vuelco en el corazón; en ocasiones, era muy difícil hacerles frente.

Me sentía culpable por obligar a Bill a lidiar con mi condición; pero, él nunca se quejó, no me recrimino, trataba de ayudarme con todo lo que pudiera. A sus escasos 7 años, aprendió a ordenar la casa y volverse independiente con sus deberes; él no quería generarme cargas, yo lo sabía.

No podía sentirme más miserable por quitarle un poco de infancia a mi hijo, pero, la situación no daba para más. Fue sólo hasta que Jörg comenzó a brindarme el subsidio, que yo, logré levantar cabeza y ocuparme de la crianza de Bill.

Conforme pasaba el tiempo, me daba cuenta de que el carácter de mi pequeño era muy débil; siempre estaba solo y parecía no enfocarse en otra cosa que no fueran sus estudios. No tenía amigos, y las chicas no le suponían un problema, él había estado con unas cuantas, pero, nada serio.

A sus 15 años, y por primera vez, Bill, conoció a mis otros dos hijos: Georg y Gustav.

La verdad es que, poco me importaba su apariencia o los gustos que tuvieran; lo que me alegraba de sobre manera, era que mi pequeño había conseguido amigos; y para nuestra suerte, ellos eran más de lo que se podía pedir.

Siempre estaban pendientes de Bill, compartían mucho tiempo juntos, eran responsables y respetuosos; parecía que lo querían de manera genuina; tenían una conexión real; de eso no cabía duda.

La llegada de Georg y Gustav, fue el impulso que Bill necesitaba para fortalecer su personalidad; se sentía seguro, se atrevía a criticar y poner su punto de vista con argumentos sólidos; verle asi de esa manera, me enorgullecía en gran medida.

Pensaba que, los contratiempos habían cesado y que era hora de vivir al máximo; sin remordimientos ni retrasos; hasta que…

Un día, recibí una llamada de Georg que me informaba de la estancia de Bill en el Hospital; estaba tan alarmada por el contacto, que me dispuse a salir de inmediato; llegué y fui directo con mi hijo; él se había fracturado la muñeca, al parecer por «Una caída». Ciertamente, no me sorprendía su respuesta, él era demasiado torpe, casi que permanecía más en el suelo que dé pie.

Sin embargo, conforme pasó el tiempo, los moretones en su cuerpo aumentaban, tenía algunos cortes y un día se fracturo la pierna; algo me decía que el problema era causado por un abusador y sólo por esta vez, su falta de destreza motriz, no tenía nada que ver.

Una noche, luego de que él llegara, lo abordé:

– Cielo, dime la verdad.

– Mamá, no empecemos de nuevo.

– Hijo, es que, no me parece normal.

– ¿El qué? Tú más que nadie, sabes que soy muy torpe.

– ¿Tanto como para cortarte a ti mismo?

– ¿Qué?

– ¿Crees que no me doy cuenta de las cosas? Puedo ver tus moretones, los ligeros cortes que tienes en los brazos, algunas quemaduras…Eso no es normal, o es que, ¿Te autoflagelas?

– ¿Qué? No, Por Dios mamá, claro que no.

– ¿Entonces?

– Ummm…

– Hijo, si me lo estas ocultando, tendré que preguntarle a Georg.

– Mamá…

– Nada Bill, necesito que me digas lo que sucede, ¿Alguien está abusando de ti?

– Ummm.

– ¿Bill?

– Si.

Por la expresión que puso, admitir que él era objeto de acoso; era un tema que le representaba una enorme vergüenza, quizás, por ser hombre; se sentía humillado por no defenderse y evitar que lo golpearan…

– ¿Quién es?

– No, mamá, no puedo decirte.

– ¿Es del Instituto?

– Si.

– ¿Has hablado con tus profesores?

– No.

– ¿Por qué?

– Porque hasta ellos, le temen a este chico.

Bien, eso no me lo esperaba.

¿Cómo era posible que ni siquiera la autoridad de esa Institución le hiciera frente? ¿De dónde demonios había salido aquel chico?

– Bill, ¿Qué sabes de él?

– Muy poco.

– Cuéntame.

– Ammm, tiene 18 años y viene de los Barrios Bajos de Stuttgart.

Sentido.

Esa frase le había dado razón a todo.

Él venía del Infierno.

¿De qué otra forma podría comportarse, si ni siquiera podía considerarse humano?

En innumerables ocasiones, había escuchado sobre la zona restringida de Stuttgart; muchas personas que llegaban hasta allá, a veces, no salían bien librados; ya sea porque los torturaban o porque los mataban.

Incluso, el Gobierno Alemán, se veía imposibilitado a adentrarse en una jauría de lobos como la que residía en aquella ciudad; allí, vivía la «Escoria de la Sociedad».

Asesinos, ladrones, violadores, psicópatas, sociópatas, traficantes, proxenetas…

En fin, la depravación humana.

Ahora entendía, porque nadie le hacía frente. Mis nervios se pusieron al mil en cuestión de segundos:

¿Bill estaba a merced de ese monstruo?

– Hijo, quiero que me escuches con mucha atención.

– ¿Si?

– De ahora en adelante, cargaras algunas cosas contigo.

– ¿De qué hablas?

– Taser.

– ¿Un electrocutador?

– Si.

– Mamá, eso es…

– Es prevención; mira hijo, ni tú ni yo, sabemos las cosas por las que ese chico tuvo que pasar para convertirse en lo que es ahora.

– Si…

– No puedo permitir que andes desprotegido por ahí; debes hacerle frente con algo, si crees que tu vida corre peligro. No te separes de tus amigos, al menos, si te ve con alguien más, retrocederá.

– Pero…

– Bill, por favor, no estaré tranquila, si no lo haces.

– Está bien mamá.

– Gracias pequeño.

Consulté todo lo que necesitaba saber sobre «Artefactos para la defensa personal», y los compré todos. Puede que mi reacción fuera sobre-actuada; pero, prefería que Bill tuviera muchas formas de contrarrestar el daño ocasionado por aquel chico.

Aunque, tiempo después, me di cuenta, de que mi inversión, no había sido necesaria; o bueno, al menos, no de momento.

Bill dejo de llegar sin marcas a la casa, parecía estar muy tranquilo, de hecho, el abusador no había sido nombrado por él, en semanas y eso me resultaba satisfactorio en gran modo.

Él seguía con su vida y esa etapa de abusos, había sido cerrada; eso era lo que pensaba; y me hubiese encantado que fuera de esa manera.

El 17 de octubre de aquel año; Bill me comentó que en la noche vería películas con un «Nuevo amigo»; la idea me fascino al instante; claramente, nadie podía sustituir a mis otros hijos, pero, me alegraba que él hubiese conseguido otra persona en la cual confiar.

No opuse resistencia, incluso, cuadré una cita con Marcel, para salir de compras y llegar a altas horas de la noche; así, ellos, estarían más cómodos; sin mi supervisión.

La tarde transcurrió sin percances; Marcel y yo disfrutamos del placer de probarnos ropa sin control y comprar cuanto atuendo nos gustara; al terminar, fuimos por un café; charlábamos de cualquier cosa que se nos viniera a la mente; cuando de repente, un sentimiento se instauró en mí ser.

No podía definir con exactitud de que se trataba, pero, era una sensación espantosa; no era miedo, sino, histeria; la temperatura de mi cuerpo empezó a subir y por alguna extraña razón, Bill vino a mi mente; no me despedí, salí corriendo para llegar al auto y dirigirme a casa; en el trayecto, cientos de interrogantes pasaban por mi cabeza y nublaban mi razón; estaba entrando en pánico.

Cada vez que me aproximaba a mi punto de llegada; la desesperación se depositaba con una fuerza tremenda en mi pecho; las lágrimas corrían por mis mejillas y al parecer, ese ataque de nervios, no lo iba a parar nadie.

Salí del auto, corrí a la entrada y con mucha torpeza, abrí la puerta; nada me iba a preparar, para lo que mis ojos estaban observando.

Alguien estaba tirado en el suelo, con escasamente sus boxers; la piel tenía unas marcas rojas provenientes de lo que parecía ser un cinturón; sus manos atadas, la boca tapada con cinta, y el rostro empapado de lágrimas por doquier…

Era él…

Mi pequeño…

Mi Bill…

Aquel hombre que se encontraba de pie junto a él; me pareció un ser diminuto, deplorable, insignificante; él era basura, y por tal razón, tenía que ser desechado. Me quite los tacones, y con uno de ellos, me aproxime a ese chico, le propine tantos golpes como me fue posible y con una fuerza desconocida en mí, lo arrastré hasta la salida de la casa, y lo empuje a la calle; sí lo iba a atropellar un auto, ese no era mi maldito problema.

Él no merecía vivir.

No después de haber dejado a mi pequeño en un estado tan penoso.

Fui con Bill, lo desaté, le quite la cinta y con mucho cuidado, lo ayudé a levantarse; nos dirigimos a la tina, empecé a aplicar un bálsamo sobre las heridas para evitar que las marcas rojas se convirtieran en hematomas o algo peor.

Salimos del baño, él se puso su pijama y en un acto de completa vergüenza; Bill me pidió que sólo por esa noche, le permitiera dormir junto a mí.

¡DIOS!

Quería a ese malnacido muerto.

Le deseaba lo peor del mundo.

Era un enfermo.

Un maldito infeliz.

No tenía el perdón de nadie.

La mañana llego y con ella, una de las visiones más tétricas de toda mi existencia…

Bill no podía levantarse de la cama, ni siquiera lograba moverse; su cuerpo estaba muy adolorido como para esforzarse por salir de allí; y él al verse en ese estado, no hizo otra cosa más que lamentarse y llorar; estaba aterrado.

Me acerqué a él, lo abrace como pude y le susurre que todo estaría bien; yo, personalmente, me iba a encargar de eso.

Cuando mi pequeño concilió el sueño, me dirigí hasta el despacho y le contacté:

– Diga.

– ¿Hablo con el abogado Fritz?

– Sí, soy yo.

– Señor, habla con Simone Kaulitz.

– Oh, si Sra. Dígame, ¿En qué le puedo servir?

– Mi hijo sufrió de abuso físico por parte de un chico.

– Dios…

– Dígame, ¿Qué debo hacer?

– Lo primero, es establecer una demanda por acoso y segundo, estipular una orden de restricción para impedir que el sujeto vuelve a acercarse.

– ¿Qué información requiere de aquel joven?

– Nombre, edad, residencia, Institución educativa, número de contacto.

– Bien, a penas lo tenga, se lo haré llegar.

– Claro Sra. Y lamento todo esto.

– No más que yo.

Colgué y procedí a llamar a quien me iba a dar esos datos:

– ¿Simone?

– Si, Georg, ¿Cómo estás?

– Bien, pero, ¿Sucedió algo con Bill? El no vino y no nos contesta el celular.

– No puedo decirte de momento, pero, necesito que vengan cuanto antes a casa.

– Dios, no me asustes.

– Bill está bien, sólo que, debo ser prudente.

– Bien, iremos ahora mismo.

– Pero, ¿No están estudiando aun?

– No importa, ya vamos, espéranos ¿Si?

– Claro.

No tardaron más de 30 minutos en llegar; cuando abrí la puerta, los chicos tenían un rostro de infarto, parecían más muertos que vivos; ambos pasaron, nos sentamos en el comedor y mientras ellos tomaban té; yo comencé:

– Necesito que sean sinceros conmigo.

– Si, Simone, ¿Qué sucede?

– ¿Quién es el chico que acosa a Bill?

Georg y Gustav cruzaron miradas y ambos agacharon su rostro; palidecieron por un instante, y algo me decía que, ellos no pensaban hablar…

– Simone, no podemos, es que…

BILL CASI FUE VIOLADO AYER POR ESE HIJO DE PUTA, ¡ASÍ QUE ME VAN DICIENDO QUIEN ES ESE MALDITO INFELIZ O SE LOS SACO A LA FUERZA!

Los chicos abrieron sus ojos con asombro; yo, nunca les había gritado, pero, la situación lo ameritaba por completo; me sentía tan infeliz e impotente; no existía nada en el mundo que yo pudiera hacer para evitarle esa experiencia a Bill…

– ¿C-Cómo?

– Lo que oyeron.

– Dios…

– Así que, los escucho.

Georg se resignó por completo y Gustav estaba evitando con todas sus fuerzas el llanto; ese rubio era demasiado sensible; ambos estaban muy impactados como para procesar aquella bomba que les había soltado.

– Blake Straw, 18 años, viene de Stuttgart.

– ¿Dónde vive?

– Newstord Street.

– Celular.

– No lo tenemos, pero, te lo conseguiré de inmediato.

Tras unas cuantas llamadas, Georg consiguió el número de contacto de aquel sujeto; cuando tuve todo lo que necesitaba, llamé a Fritz, le di los datos e impuse tanto la demanda como la orden de restricción.

No le di muchos detalles a los chicos sobre la condición de Bill; sólo me comunique con el Rector de la Academia, le explique la situación y le dije que mi hijo no iría hasta que se recuperara del todo.

Blake, no podría acercarse a Bill, ni siquiera estar en la misma Institución; él debía irse de Sacramento; no tenía más opciones.

Pasaron 3 semanas, y Bill consiguió vitalidad, estaba más tranquilo, sabía que aquel chico ya no estaba en Sacramento y que nada malo le sucedería; así estuvimos durante un mes; sin problemas, ni percances, sólo mi pequeño retomando su vida y yo siendo parte de eso.

A finales de Noviembre, Bill me mencionó que los chicos de su salón, realizarían un viaje de fin de año para conmemorar el hecho que estaban a punto de graduarse; él no parecía muy entusiasmado con la idea, pero, yo, le insistí para que participara y tomara un nuevo aire; luego de muchas suplicas, Bill accedió, y se fue.

Durante esos tres días, no tenía planeado algo en especial; arreglé la casa, salí de compras, visité a Marcel y permanecí encerrada en mi hogar. Normalmente, no soy de las personas que tomen siestas en las tardes; sin embargo, aquel día, luego de ver por tercera vez «The Notebook», me sentí muy adormilada, como si los parpados me pesaran mucho; y sin más remedio, caí rendida.

Desperté, abrí mis ojos con mucho esfuerzo; tenía la sensación de que mi piel estaba tocando algo acuoso; no recordaba nada de lo sucedido, ni siquiera el lugar donde había caído profunda; cuando mi vista logró recuperarse, pude ver que mi cuerpo yacía en la tina, pero, el agua no era clara; no, estaba pintada de ¿Rojo?

Vi las muñecas que colgaban de la bañera; la sangre corría a través de ellas; me sentía tan cansada, que no pude gritar; sólo permanecí estática; dirigí mi mirada a la puerta del baño, y ahí, en el quicio de ese lugar; estaba él.

Su mirada era fría, sus ojos estaban muertos y la esencia que irradiaba de él, era tan sombría, que incluso en ese miserable estado, sentí escalofríos.

Él se quedó allí y al hacer contacto con mis ojos, dijo:

– Eso sucede, cuando Perras como tú, tratan de alejarme de lo que es mío. Prepare todo este hermoso y surrealista escenario para ti, ¿Te gusta?

El tono de su voz, emitía satisfacción; el sentía alegría de saber que el estorbo que le impedía acercarse a su víctima, estaba por morir…

– ¿No puedes responderme? ¿Será que el corte de tus muñecas, está impidiendo que te llegue oxígeno al cerebro? Veras, en tu escritorio, dejé una carta de «Despedida» para Bill; al menos, te estoy permitiendo decirle un último adiós a tu hijo; soy compasivo, ¿No lo crees?

Por más que deseaba insultarlo, levantarme de ahí y matarlo; mi cuerpo me lo impedía, de verdad, estaba muriendo…

– Bueno, ya que tú no vas a estar; es más que obvio que me llevare a tu hijo; lo quiero sólo para mí, él no será de nadie más. Y como sé que no vas a levantarte de esa tina, ni aunque quisieras, me despido. Que tengas un buen viaje, nos vemos allá, en aquel lugar del que salimos: El Infierno.

Blake se marchó y yo seguía sin poder moverme; escuché a lo lejos como la puerta se cerraba…

Sin embargo, minutos después de ello, escuché de nuevo como la puerta se abría…

– Mamá, ya llegue.

¿Mamá?

Oye, ¿Dónde estás?

¿Mamá? ¿Simone? ¿Por qué no me contestas?

Mamá…

Pero, ¿Qué hiciste?

No,

No es real…

Esto no es posible…

Tú…

Me has abandonado…

Lo veía, Bill estaba parado frente a mí; su mirada no me recriminaba nada, parecía asombrado, pero, el shock era tanto que no reaccionaba; con una fuerza de voluntad inmensa, pronuncié lo único que necesitaba que el recordara en esos instantes:

Búscale, Bill.

Cerré mis ojos y con ello, acabó todo lo que algún día tuve; me fui, lo dejé allí, solo, sin mí.

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Había perdido la cuenta del tiempo que llevaba encerrado en esa maldita pocilga. Después de provocar el «Suicidio» de la madre de Bill, me encerré por días para esperar a que las cosas se calmaran…

Cuando todo estuviera más tranquilo, iría por Bill y me lo llevaría lejos de aquí; quizás, volvería a mi ciudad…

No obstante; me sorprendió saber que, luego de ese tiempo, Bill se había ido por su cuenta; nadie, ni siquiera sus propios amigos sabían su paradero.

Me instauré en su casa, busqué en cada rincón lo que fuera que me permitiera dar con la ubicación de él, pero, no encontraba nada; no había pistas, ni siquiera una pequeña señal.

A pesar de que la casa de Bill, había sido clausurada por lo del «Suicidio», era muy acogedora; al menos, para alguien como yo, ese lugar, representaba un gran lujo.

Dormía en el cuarto de Bill y pasaba casi todo el día dentro de ese lugar, observando algunas de las fotos que yacían en el suelo; al parecer, los investigadores se habían llevado casi todo, pero, por alguna razón, el despacho de la casa estaba intacto; era la única área del sitio que estaba completa.

Había documentos, fotografías, un teléfono y muchos libros; como no tenía nada que hacer hasta que diera con el paradero de Bill; procedí a leer todos los documentos, pasaba los días enteros en ese lugar. Incluso en una ocasión, conteste la llamada de un viejo que preguntaba por la tal Simone; yo, no sabía nada de la vida de él, si tenía padre o hermanos; nada, mi único contacto con el pasado de Bill, eran Georg y Gustav.

Les acosé hasta el cansancio, no paraba de perseguirlos, incluso los amenacé de muerte, pero, al parecer, de verdad, ellos desconocían la situación de Bill. Ni siquiera el móvil de Georg me sirvió de algo; me empecé a impacientar…

¿Y si no lo encontraba nunca?

La idea de ser abandonado por segunda vez, me resultaba espeluznante.

Colocando muchas cosas en riesgo, me puse en contacto con Johannes; él era uno de los chicos que manejaba mi negocio en Stuttgart, quizás, si movía gente, podría dar con el paradero de Bill:

¿Bueno?

Johannes…

¿Jefe? Dios, pero que puto milagro, ¿A que le debo el honor?

Calla y escucha.

Usted manda.

Necesito que ubiques a un chico llamado: Bill Kaulitz.

¿Quién es? ¿Un nuevo traficante?

Tú sólo has lo que te digo, ¿Quién te dijo que tenías permitido cuestionarme?

Si, Jefe, como usted ordene.

Espero información pronto.

Pasaron unos días, y Johannes no había conseguido nada; parecía como si la Tierra se lo hubiese tragado; me sentía devastado, ¿Qué se supone que iba a hacer después de eso? Estaba por perder la esperanza…

Hasta que, ella llamo.

Me encontraba en el despacho, leyendo una obra de Hardy; cuando escuché la melodía de mi móvil retumbar por todo el lugar; me fije en el remitente y me percaté de que se trataba de un numero privado; ignore la llamada de inmediato, podría tratarse de algún agente o alguien que estuviese buscando mi cabeza.

Dos, tres, cuatro, cinco, seis…

El celular no dejaba de sonar, y ante la insistencia no tuve otra opción que no fuera, responder:

– Tienes un puto segundo para decir quién eres y que demonios es lo que quieres.

– ¿Te suena el nombre: Tom Trümper?

El corazón me dio un vuelco, hacia años en los que ese nombre no era pronunciado; me lo tenía prohibido, deseaba olvidar todo lo sucedido con aquel chico a quien decidí acoger bajo mi protección para impedir que se lo comieran los lobos…

– ¿Qué pasa con él? ¿Y tú quién eres?

– Eso no importa, sólo que tengo información sobre aquel chico.

– ¿Qué información?

– Veras, Tom ha variado mucho sus gustos.

– ¿Gustos?

– Si, ¿Sabías que ya no le van las chicas?

– Jajajajaja, ni de coña te creo eso, él no es así.

– Pues tiene novio.

– ¿Ah, sí?

– Si.

– ¿Y cómo se llama el condenado?

Bill Kaulitz.

Continúa…

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Publico y rescato para el fandom TH

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