«Reverse II» Fic de Alter Saber
Capítulo 36: Llegada
«Un amigo real, es capaz de besar a la muerte, por protegerte»
Sentado en aquel avión, evitando el contacto visual con alguna persona que pudiese reconocerme; me dispuse a reflexionar los eventos sucedidos y aquellos que estaban por venir; de cierta manera, me consternaba un poco el hecho que alguien como Tom se hubiese enamorado de Bill, es decir, no dudo para nada de los encantos del ángel, pero, ¿Cómo es que un tipo como él cayó ante los pies de mi deidad?
Tom conoció a más de la mitad de la población femenina de Stuttgart; nunca intimo con ninguna de ellas, les ofrecía sexo puro, rudo, simplemente brutal; jamás conocí a alguna chica que le llamara particularmente la atención, a sus ojos; las mujeres no eran más que instrumentos de placer; él decía que las emociones eran la excusa perfecta para ocultar la depravación del hombre.
Él era despiadado, incluso siendo yo de su misma estirpe, lo consideraba un hombre temible y de mucho cuidado. A veces, su genio era tan desbocado que cuanta persona se le atravesara en el camino, era testigo de su bestialidad. A pesar de que Tom no tenía una musculatura notable; poseía una fuerza descomunal, es más, en una ocasión le hizo frente al ser más respetado de Stuttgart; y lo peor de todo, es que salió bien librado.
No por nada, él era conocido como «Mi perro faldero»; cada que tenía que llevar a cabo alguna emboscada o el desmantelamiento de alguna red de tráfico que no respetaba mis designios; me bastaba con llevar a Tom; su mera presencia era suficiente para hacer que el enemigo cayera rendido; su fama lo prescindía, no existía nadie que no tuviese una idea de quien era ese hombre que un día soporto la humillación y la uso a su favor para convertirse en un animal.
En el tiempo que compartí junto a él, nunca observé algo o alguien al que Tom le tomara aprecio, parecía que sus ojos veían todo en tono monocromático (Cómo casi todas las personas de Stuttgart), pero, él había abandonado las ganas de vivir, a veces, no entendía su comportamiento y en otras, me helaba la sangre, la frialdad con la que manejaba los negocios; me resultaba difícil entender, como un individuo podía cambiar de una manera tan radical, en tan pocos días; sin embargo, la respuesta llego a mi como un recuerdo fugaz.
Aquella noche en que lo vi por primera vez, lo que Karl le hizo, la forma en la que su dignidad fue pisoteada, la manera en la que jugaron con él; todos esos acontecimientos romperían a cualquiera; sobre todo, cuando se es alguien «Puro» como él en sus inicios.
Quizás, ese sea el verdadero motivo por el que Tom se siente tan atraído por Bill; fue su inocencia; esa misma ingenuidad que me había convencido de que la esperanza aún estaba presente en esta realidad de mierda.
No obstante, me causaba curiosidad las razones por las que Bill cedió ante Tom, es decir, siempre mencioné que a pesar de que él tenía un aspecto muy afeminado; sus principios y críticas lo convertían en un hombre ejemplar, entonces, ¿Cómo es que llego hasta Tom?
– Es más, ¿Cómo se conocieron?
Cientos de interrogantes venían a mi cabeza; algunos podía solucionarlos a base de mi convivencia con ellos, pero otros, no me resultaban del todo claros; de hecho, no me trastornaba el no encontrar una respuesta satisfactoria a cada uno de ellos; en sí, lo que me provocaba una especie de «Alarma» era la reacción de Bill, es decir, es lógico que su partida de Sacramento, este relacionada en gran medida por lo sucedido conmigo; pero, antes de casi cometer la bestialidad de abusar de él; Bill y yo, la pasábamos bien, o al menos, me parecía que él estaba cómodo con mi presencia.
Aunque, sí él se enteraba de que yo era el responsable de la muerte de Simone; de pronto, las cosas se complicarían un poco. Personalmente, me vale madres lo que hice con ella, no le tengo miedo a la muerte ni mucho menos a la eternidad del Infierno que iba a recibirme una vez partiera de éste mundo; pero, me atemorizaba la resistencia o el odio que Bill pudiese sentir hacia mí.
Puede que en mi cabeza, lo que hice con su madre, era algo más que necesario para tenerle cerca de mí; pero, a sus ojos, y a la mirada de cualquiera con sentido común; el acto cometido, no fue otra cosa que un asesinato cruel; dejé a Bill, sin la única persona que lo amaba con todo su ser.
A pesar de que le había robado la posibilidad de compartir años junto a su madre; Yo, podía convertirme en esa persona que signifique el mundo para él ¿No? Así de la misma forma, en la que mi visión no seguía otra cosa que no fuera a Bill.
Observé el reloj de mano, y me di cuenta, que faltaban escasos 30 minutos para arribar en Frankfurt…
Sí la llamada del viernes en la madrugada era verídica; lo más probable es que en aquel aeropuerto hubiesen dos personas esperando por mí; pero, anticipándome a esa movida; horas antes de partir, llamé a aquella chica y le solicite que me diera los detalles exactos del chófer que me recogería; no sólo su aspecto físico sino el atuendo que llevaría consigo; así, podría evadir la trampa que el otro sujeto pudo haber colocado.
El aviso de descenso se pronunció; el avión arribo y yo me dispuse a caminar hacia las entradas de aquel lugar; usaba una capucha junto a una gorra para evitar revelar algunas de mis facciones a quien fuera que estuviese vigilándome; cuando de repente, a lo lejos, divise el cartel que decía: Mr. Ross.
Claramente, la chiquilla que me había contactado no era nada estúpida; me impresionó de cierto modo, la destreza que tenía para encargarse de cada detalle concerniente a mi llegada; ella preparó el escenario para mi reencuentro con Bill; y al parecer, no se le escapo ni un solo pormenor.
Me acerqué a ese hombre; el corroboró mi identificación y procedió a recoger mi equipaje para llevarlo hasta el lujoso vehículo que se encargaría de trasladarme con la chica en cuestión.
El chófer me informo que el trayecto hasta el punto de encuentro estaba a más de una hora, que si así lo deseaba, podía descansar hasta llegar; sólo asentí en respuesta y me dedique a observar las vistas que tenía por ofrecerme esa ciudad.
En medio del recorrido, pasamos por un puente enorme que colindaba con un acantilado de más de unos 10 metros de caída; por algún motivo sin explicación aparente; las palpitaciones de mi corazón se aceleraron, y una sensación molesta se instauro en mi pecho; no sabía porque el atravesar ese lugar provocaba esas emociones en mí, pero, no me agradaban en absoluto; de repente, mi mente trajo a colación, la posibilidad de que Bill hubiese saltado de ese sitio tan alto.
– Entré en pánico.
Le pedí al chófer que se detuviera; salí corriendo del auto y me pare muy cerca del borde de esa caída que amenazaba con llevarse mi vida si daba un paso en falso.
Observaba mi alrededor con detenimiento, pero, no percibía ni veía a nadie; aunque, estando de pie en ese lugar, me vino una imagen de un cuerpo cayendo…
No era Bill…
Parecía ser, ¿Tom?
Solté unos cuantos suspiros, y me dirigí de nuevo al auto; el tiempo transcurrió y yo llegue a lo que era una cabaña demasiado grande como para considerarse como algo «Común»; bueno, era seguro, ésta chica tenía más dinero del que creía.
Bajé del auto, ingresé al lugar; en la entrada, otro señor tomo mi equipaje y me pidió que fuera hasta un estudio que se encontraba en la segunda planta de la casa. Sin pensarlo mucho, fui allí; abrí la puerta y la vi.
Era de escasa estatura, su cabello castaño – rubio, con unos ojos verdes y un cuerpo muy bien proporcionado, pesé a la altura que tenía. Bien, debía admitirlo, la chica era realmente hermosa; nada comparado con el salvajismo de las mujeres de Stuttgart; por el contrario, ella parecía ser muy delicada, incluso daba la ilusión de que su piel blanca, era tan frágil al tacto, que podía quebrarse a la mínima muestra de forcejeo.
Me hizo señas para que me sentara, me ofreció café y procedió:
– Vaya, vaya, vaya, debo decir que, estoy algo sorprendida.
– ¿Y eso?
– No creí que fueras alguien tan atractivo.
Y todos esos pensamientos que tuve unos instantes atrás, sobre la posibilidad de que esa chica fuera algo semejante a «Pura» e «Inocente», se fueron directo al caño. Al ver esos ojos color verde, me di cuenta de que, ella, al igual que yo, era un alfa feroz.
Esta chica era de cuidado.
Un oponente a considerar o un aliado en quien confiar.
– Sin rodeos niña, ¿Cómo te llamas? Y ¿Qué es lo que quieres?
– Tras de todo agresivo, en eso, te pareces a Tom.
La manera tan despectiva en la que ella pronunciaba el nombre de Tom; me dio a entender que los motivos por los cuales me encontraba en una cabaña lujosa a miles de kilómetros de Sacramento; era el deseo de venganza hacia alguna ofensa que él haya cometido.
– Si, ¿Y bien? Necesito saber cómo llamarte.
– Dime, Anna.
– Anna, ¿Qué quieres?
– Es muy simple Blake; yo, sólo quiero que te encuentres con ellos; el que hagas después, me tiene sin cuidado, te guiaré hasta su ubicación y tú elegirás lo que mejor te apetezca.
– ¿Así nada más?
– Si.
– ¿Sin condiciones?
– No.
– ¿Por qué?
– Veras, sé, por una fuente muy segura que tú y Tom tuvieron una relación intensa, quizás, algo endemoniada.
Su tono de voz me estaba empezando a molestar; esos aires de superioridad que se daba, comenzaban a sacarme de quicio.
¿Dijo endemoniada?
¡JA!
No tiene ni puta idea de lo que dice.
Me levante de mi asiento, fui hasta su silla y me plante a escasos centímetros de su rostro; la vi directo a los ojos y le sentencié:
– Una palabra más sobre tus criticas estúpidas de Tom o Bill; y te juro que de aquí no sales viva. Puede que conozcas algunos detalles, pero, ¿Has visto a un lobo furioso?
Para mí, tú no eres más que una roca en el camino, ¿Sabes lo sencillo que sería aplastar a una mosca tan diminuta como tú?
¿Qué creíste niña? ¿Que por haberme traído hasta aquí, yo, iba a obedecer tus ordenes sin oponerme a nada?
¿Qué esperabas? ¿Pensaste que me sentaría a escuchar las quejas que tienes sobre ellos?
¿Esperas que te consienta por lo que sea que Tom haya hecho contigo?
No te equivoques, tú no tienes idea de que estas en la boca del Jefe de la manada.
Dime una cosa, ¿Ese informe tuyo sobre mí, te dijo que tratabas con el mismísimo Lucifer?
He matado más personas de las que te puedes imaginar, he violado, atracado, torturado, decapitado y pisoteado, mucho más de lo que tu diminuta cabecita te permite comprender.
Así que, si no deseas convertirte en una más de mi colección; será mejor que empieces a hablar sobre lo que de verdad me interesa, bájale a esa actitud de superioridad; cuando te dirijas a mí, mírame con respeto, porque aquí, él que tiene las cuerdas de la marioneta, soy yo.
Anna contenía las ganas de soltar ese cumulo excesivo de lágrimas que estaban por derramarse; todo el cuerpo le temblaba; no era el tono de voz que había empleado; sencillamente, mi esencia le permitió darse cuenta de lo que soy capaz de hacer.
Ella sólo asintió en respuesta y con una voz muy temblorosa empezó:
– ¿Q-Q-Qué quieres saber?
– Todo, ¿Cómo se conocieron? ¿Dónde viven? ¿Sus familiares? ¿Amigos cercanos? ¿Universidad? ¿Lugares más frecuentes?
– Bill vino a Frankfurt como estudiante de intercambio, hasta donde sé, los recursos económicos de él son limitados; motivo por el cual, los padres de Tom decidieron acogerlo en su casa; se hacen cargo de todos sus gastos e incluso de su carrera universitaria.
– ¿Viven juntos?
– Si, la propiedad se encuentra a unos 30 minutos de ésta cabaña; los Trümper son personas sumamente adineradas, poseen influencias por todo el país.
– Universidad.
– Van al mismo lugar que yo, «Johann Wolfgang Goethe»; ese es el nombre de la Universidad.
– ¿Carreras?
– Tom estudia Ing. Mecánica y Bill, psicología.
– ¿Amigos?
– No conozco a Bill lo suficiente, pero, sé que anda con una chica de su carrera. En cuanto a Tom, él tiene tres personas con las que ha convivido desde niño.
– Información sobre ellos.
– Andreas Rub, tiene 19 años, estudia en la Universidad Técnica de Medicina, vive en la Wolfg Street; más o menos a una hora de aquí; es el mejor amigo de Tom, tienen una amistad muy fuerte.
– ¿Y los otros dos?
– Rick Sommer y Jake Simmons; el primero tiene 20 años y el segundo 21; ambos chicos viven en la Stroll Street; cursan cuarto semestre de Derecho en la Decanatura Central de Frankfurt, se conocen desde hace años.
– Necesito los números de contacto de ellos, además de fotografías que me permita identificarlos.
– C-Claro.
– ¿Qué lugares frecuentan?
– Dos bares populares de la ciudad: «Clare’s» y «The Kinly»
– Bien, necesito que tú chófer esté disponible para mí; no sé moverme en ésta ciudad.
Cuando estaba por darle otras de mis indicaciones a Anna; su celular sonó y ella contesto la llamada:
– ¿Bueno?
¿Cómo así? ¿Cuándo se fueron? ¿A dónde?
¡Mierda!
Averigua su paradero, ¡Ahora mismo!
Lo había mencionado antes, esa mujer era de cuidado; a mí no me suponía una amenaza, pero, para otros, de seguro si lo era.
– ¿Qué sucedió?
– Tom, Bill y Andreas no están aquí.
– ¿Cómo?
– No lo sé, se fueron a algún lugar pero no hay registro ni rastro alguno que nos conduzca al sitio en el que se encuentran.
Con esa afirmación, entendí, que el hombre que se había contactado conmigo; no estaba bromeando; él de verdad se los llevo; al parecer, también es una persona adinerada y con buenos contactos.
Bien.
Será empezar la cacería cuanto antes.
– No pierdas la cabeza Anna; iré por los otros dos.
– Llamaré a Drake para que me diga donde se encuentran.
– Bien.
Ella contacto a su «Investigador» y en unos cuantos minutos, ya teníamos la ubicación de los dos restantes.
Estaba alistándome para salir, cuando de repente, sentí unas manos alrededor de mi torso…
¡Dios!
Pero, ¡Qué estúpidas son algunas mujeres!
Me giré y tomé sus muñecas con fuerza:
– ¿Qué quieres?
– Yo…
– Mira, no te recomiendo el sexo conmigo.
– ¿Por qué?
– Debes estar acostumbrada a caricias refinadas y roces delicados; eso no va conmigo.
– Ilumíname.
Llevaba un tiempo considerable sin tener sexo decente; no me entusiasmaba mucho la idea de devorarla, pero, me servirá para aliviar un poco el cuerpo.
De un solo movimiento, la puse en contra de la pared, le arranqué su ropa y me acerque a su oído:
– ¿Segura? Saldrás lastimada.
– No interesa.
Sin darle más rodeos, me concentré en mi tarea; al parecer, Anna no era ajena a la brutalidad con la que la embestía, es más, estaba deshaciéndose en gemidos…
Aquella mujer tenía mucha destreza en la cama; incluso, podría compararla con Richelle; y eso, es algo a considerar; luego de la segunda culminación; ella cayó rendida y se sumió en un sueño profundo.
Me levanté, busque mi ropa y una vez listo, procedí a salir de la cabaña para encontrarme con quienes serían mis primeras víctimas.
Llegué al auto, le pase la ubicación al chófer y solicite que me llevara hasta ese lugar; a escasos metros de distancia de aquel Bar; divise la entrada de aquellos chicos que se asemejaban mucho a las fotos que tenía en mis manos; bajé del vehículo y me acerque allí.
Una vez dentro, empecé a buscar los rostros de «Rick y Jake»; mi planteamiento inicial era entablar una vaga conversación con ellos, obtener los datos que requería e irme del lugar; sin más preámbulos, fui hasta aquella mesa que se encontraba al final del pasillo, ocultando mi rostro, llegué a ellos y les dije:
– Caballeros, ¿Me permiten?
El chico llamado «Jake» tenía una complexión a considerar si las cosas se salían un poco de control; su cuerpo era musculoso y por la reacción tan tranquila que tuvo, es más que claro que las peleas le van de maravilla. Por el contrario, Rick tenía un aspecto más delicado, casi que podría decir que se parece un poco a Bill, si por algún motivo, la charla se va en una dirección opuesta a la inicial, le concederé el beneficio de la duda a Rick, sólo por esa escasa similitud que posee con mi ángel.
– ¿Si?
– Necesito hablar con ustedes.
– Bueno, aquí estamos.
– Prefiero que sea afuera.
– Y yo quiero que sea aquí.
Jake se levantó de su asiento y se plantó frente a mí; su mirada era transparente; no había indicios de temor o pánico en sus ojos; el chico tenía lo suyo, podría decir, que su esencia era algo salvaje, pero, no lo suficiente como para colocarme en un estado de alerta.
– Venga hombre que no es nada malo, sólo quiero preguntarles por alguien que ustedes conocen bien.
– ¿Ah, sí? ¿Y quién sería?
– ¿Tom Trümper?
Ante ese nombre, Rick reaccionó de inmediato; se colocó de pie y mirándome de una manera amenazante, pronunció:
– ¿Qué tienes con él?
– No se los diré hasta que salgamos de aquí, me sofoca estar en medio de tantas personas.
Ambos se miraron por unos instantes, asintieron en respuesta y me siguieron hasta la salida del bar. Mantuve mi rostro inclinado todo el tiempo, lo último que necesitaba era que ellos me dejaran presente; con mucho aplomo y serenidad, dije:
– Rick Sommer, 20 años, estudiante de cuarto semestre de Derecho en la Decanatura Central de Frankfurt, residencia sobre la Stroll Street; gusto excesivo por la moda y las tendencias de la alta costura; número de celular: 097 – 345 – 1028.
Jake Simmons, 21 años, estudio y residencia igual que Rick; interés en los deportes y fanfarrón con las mujeres; número de celular: 097 – 258 – 2139.
Ambos se conocen desde los dos años; son amigos de Tom y Andreas Rub hace 9 años; comparten todo juntos, son como hermanos.
¿Me he equivocado en algo?
El rostro de aquellos chicos parecía perturbado; sus respiraciones eran casi impalpables, sus cuerpos mantenían una postura rígida; sabían que lo que estaban por enfrentar no era algo que pudiesen tomar a la ligera; y no podían ser más acertados.
– ¿Qué quieres?
– Primero que todo, relájense chicos; no quiero problemas, sólo, un poco de información.
– ¿Qué tipo de información?
– ¿Dónde está Tom?
– No lo sabemos.
Rick se ubicó justo al lado de Jake con una pose de superioridad; hecho que me develo su mentira; era más que obvio, que ambos conocían el paradero de Tom y por ende, el de Bill.
– No les creo.
– Ese es tú problema, no el nuestro.
– Yo, de ti, le bajo un poco a la prepotencia.
– ¿O qué?
Me estaba comenzando a impacientar, esos gestos, esa actitud, ese tono de voz que no hacía otra cosa que no fuera insultarme; empezó a desesperarme; la temperatura de mi cuerpo aumentaba, mi pulso se aceleró y mi mente se quedó en blanco.
Ahí estaba.
Mi esencia.
– Jajajajaja, Pero, ¿Acaso Tom nunca les hablo de mí? Estoy más que seguro de que si alguno de ustedes tuviese una mínima idea de lo que he hecho o de lo que soy capaz; estarían de rodillas ante mí.
– ¡Ja! ¿Y quién eres según tú?
– Soy la razón por la que Tom se convirtió en un cadáver errante.
– ¿Disculpa?
– Stuttgart, ¿Te suena?
Si antes sus reacciones habían sido pasivas; las posturas que ambos tomaron, me demostró al instante que aquellos chicos valoraban la amistad que tenían con Tom.
Sus ojos echaban llamas por doquier; bien, les había provocado.
– ¡Tú! Maldito infeliz, ¿Cómo pudiste dejar a Tom en un estado tan lamentable? No mereces vivir, es más, yo mismo tomaré venganza por él.
Jake avanzó a paso rápido hacia mí; cuando estuvo a escasos centímetros de distancia, lanzó un golpe que amenazaba con fracturarme la quijada si lo recibía de lleno, pero, le faltaba velocidad; en respuesta a su movimiento, tomé su brazo, lo inmovilice y en un ligero impulso, hice que todo su cuerpo quedara boca abajo contra el asfalto.
Hacia un tiempo que no tenía un poco de acción, y al parecer, mis oponentes buscaban pelea; debía divertirme ¿No?
Mientras soportaba todo mi peso sobre su espalda y mi mano sujetaba sus brazos para impedirle el movimiento; saqué una de las tantas navajas que tenía y muy despacio, la acerqué hasta su rostro; delinee sus facciones con el filo de la cuchilla y empecé a dejar una marca alrededor de sus mejillas; cuando de repente, sentí un roce en mi rostro, levanté mi mirada y me di cuenta de que Rick había tomado un poco de iniciativa; lanzó una patada contra mi cara, pero, no fue suficiente como para perturbarme o siquiera generarme una mínima cuota de dolor.
Dejé a Jake en el suelo; atendí la invitación de Rick, me dirigí hasta él y sólo necesite tres golpes para dejarlo fuera del juego; su cuerpo cayó de inmediato al suelo y ya que me asfixiaba que alguien me enfrentara sin precauciones; hice que mi navaja le dejara cortes en sus brazos, motivo por el cual, dañé las mangas de su camisa; por un momento fugaz, vi sus ojos y al concentrarme en ellos, recordé que él era semejante a Bill; no podía dañarle.
Sin embargo, no fue necesario parar por mi cuenta; mientras observaba a Rick; Jake se levantó de su vergonzosa posición y vino con todo desde el comienzo; sus golpes eran acertados pero aún le faltaba fogosidad; su fuerza no era equiparable a la mía; él era como un inofensivo gatico frente a un feroz león; nuestras escalas de supremacía estaban más que definidas; ni aun con toda la voluntad del mundo, Jake iba a ganarme en esa disputa; le faltaba calle, sufrimiento, dolor, desesperación; él no venía de allí, quizás, me atrevería a decir que también era puro.
No quise darle mucha larga más al asunto; sostuve uno de sus puños con mi mano y mientras ejercía presión, impedí que su cuerpo se balanceara, para así, atinar a alguno de sus puntos vitales; otorgándole un pase directo al más allá; yo no quería asesinarle, pero, unas cuantas manchas rojas más pintadas en mis manos, no me iban a redimir del infierno que me esperaba después de la muerte.
Le di tres estocadas, una en el muslo izquierdo, otra en el abdomen bajo y por último en el tórax; fue esa puñalada la que amenazo su supervivencia; Jake cayó de rodillas al suelo, y mientras sostenía su puño, lo alce con un solo brazo, lo vi a los ojos y le dije:
– ¿Una última petición?
Jake no podía pronunciar palabra alguna, pero, sus ojos viajaron en dirección a Rick y aunque en un inicio su mirada era feroz; esa nueva perspectiva me permitía percibir la súplica que él estaba lanzando en ese instante; todo su ser, me pedía a gritos:
– Por favor, no lo mates.
Al parecer, Rick era demasiado importante para Jake; incluso arriesgo su vida para no colocar en peligro la de él, sabía de antemano que esas muestras de afecto tan sincero, me generaban repulsión; pero, sólo por esta vez, la sensación fue diferente; él me inspiro respeto.
– Bien Jake, no tienes por qué preocuparte, no le asesinaré. Te doy mi palabra y si esta te falla, que el Rey haga su justicia sobre mí.
Ante mi respuesta, Jake soltó lo que parecía ser una lágrima que reflejaba el alivio que le supuso mi confesión; sus ojos se cerraron y él emprendió su viaje.
Le solté, deje que su cuerpo quedara allí en el suelo; mire como Rick se acercaba a rastras hasta Jake; en contados segundos, él llamó una ambulancia y esa era la señal que necesitaba para marcharme cuanto antes de allí; no podía arriesgarme a nada, aún tenía algo por hacer.
Salí corriendo del lugar; me sorprendía que la pelea que habíamos tenido no había sido percibida por nadie, es decir, no hubo otros involucrados; quizás se debía a que estábamos cerca de un bar…
¿Qué podrían hacer un montón de borrachos en una situación como esa?
Subí al auto y le pedí al chófer que me llevara a mi siguiente destino; el trayecto era normal, nada de lo que preocuparse, hasta que, otro vehículo nos comenzó a seguir; su insistencia era tan notoria que me alertaba de que quien fuera que estuviese manejando, sabía muy bien que yo iba en ese carro; le dije al conductor que se detuviera, salí de allí y me plante en frente, esperando por la persona que deseaba confrontarme.
Se podría decir que como mínimo tenía unos 50 años; su complexión era delgada pero concisa, cabello castaño, ojos cafés claros, piel blanca y un atuendo imponente…
No había lugar a la duda; él era el padre de Tom.
Aquel hombre bajo con dos sobres en sus manos; tras él, se encontraban tres guardias de seguridad completamente armados; y mi instinto me decía que en medio de esos árboles, había un cuarto individuo apuntando a mi cabeza; no podía hacer movimientos en falso; este tipo era de cuidado.
Cuando estuvo frente a mí, levanto su mirada y con mucha tranquilidad dijo:
– ¿Blake Straw?
– Si ya lo sabe, ¿Para qué demonios lo pregunta? Sin rodeos anciano, vaya directo al grano.
– Claro.
El padre de Tom le entrego los sobres a uno de sus Guardaespaldas; empezó a quitarse la corbata, luego su suéter y por último, se remango la camisa; percibí como su respiración cambio de una tranquila a una muy serena y quieta; daba la impresión de que su cuerpo no estaba absorbiendo oxigeno; su esencia era pasajera, nada que me alertara, nada que…
No pude reaccionar.
Sólo cuando observe las gotas de sangre en el asfalto, me di cuenta de que ese «Anciano» me había reventado la boca de un golpe, incluso, logró sacarme un diente; pero:
– ¿Qué putas?
Me levante decidido a contraatacar, a mí nadie me sometía, ni siquiera un vejestorio como ese; no obstante, a mis costados estaban los dos guardias con un arma presionando mi espalda.
¡MIERDA!
Estaba incapacitado.
– Para ser un anciano decrepito, tienes algo de fuerza.
– 6 años de Aikido deben servir de algo ¿No lo crees? Por cierto, eso fue por Simone, ¡Maldito hijo de perra!
Aquellos hombres que se encontraban detrás mío; me sujetaron con fuerza, impidiéndome el movimiento; cuando de repente, una ráfaga de golpes llegaron a mi abdomen y rostro; su certeza me descoloco por completo; estaba doblegado y sentía dolor.
Ya sabía de donde había sacado Tom esa fuerza tan descomunal; como pude, le dije:
– ¿Qué quiere?
– Que te largues de aquí y no regreses nunca.
– ¡Ja! Eso es imposible, verá, tengo asuntos pendientes con Tom, pero, sobre todo con Bill.
– Eso no me interesa.
– A mí me vale madres lo que usted piense.
– Tengo dos opciones.
– No tomaré ninguna de ellas.
– La primera es que tomes el sobre negro, cojas ese dinero y te largues a China sin oportunidad de retorno; ¿Acaso tus padres no viven en Shanghái?
Un ligero escalofrió recorrió toda mi columna; bien, éste tipo no era cualquier aparecido; sabia de mí, y quizás, más de lo que me podía imaginar.
– ¿Y qué con eso?
– Si te vas, tus nexos con el narcotráfico serán eliminados; la Interpol te permitirá vivir en China y al mínimo intento de escape, serás asesinado.
Si mis oídos no me traicionaban, el sujeto había dicho ¿Interpol?
¡CABRONAZO!
Me había delatado, ahora si estaba jodido; si los agentes de la Interpol daban conmigo, podía irme directo a la mierda, porque de seguro, el suicidio sería más favorable que caer en las redes de esos que dicen llamarse «Justicieros»:
– ¿Y la segunda opción?
– Volverás a Stuttgart.
– Jajajaja, eso no me preocupa.
– ¿No?
– No.
– ¿Ni siquiera si le hago llegar esta foto a tu amigo Karl?
Aquel hombre, saco una fotografía del sobre amarillo y al verla; entendí de inmediato que mi muerte estaría más que asegurada.
¿Quién iba a imaginarse que alguien llegaría tan lejos por detenerme?
No tenía opciones, debía aceptar mi derrota.
– Viejo, deberías celebrar, eres la primera persona que me doblega de esta forma.
– ¿Tu respuesta?
– ¿No es obvio?
– ¿Sobre negro?
– Por supuesto.
– Bien, al parecer, aún queda algo de sensatez en ti. Mis hombres te seguirán hasta la cabaña de Anna Heithworth; tomaras tus cosas y te iras de inmediato a Shanghái; una vez allí, la Interpol se pondrá en contacto contigo y te informaran lo que debes hacer para permanecer en libertad condicional, si abandonas el trato que te proponen, morirás; así de simple.
– Entendido.
El padre de Tom hablo con uno de sus guardias, le dio unas cuantas instrucciones y se marchó en su vehículo; dos de ellos entraron al auto conmigo y empezamos el trayecto hasta llegar a la casa de Anna.
En el recorrido, mi mente no dejaba de maquinar una manera que me permitiera salir de eso sin tener que recaer en esas dos opciones; no importaba el tiempo que pasara; estaba más que comprobado que yo no era oponente para Karl; ¿Y China?, algo me decía que al llegar iba a ser asesinado por los de la Interpol, una vez que tuviesen todos los datos sobre mi red de narcotráfico.
Llegamos al lugar, esos hombres entraron junto a mí; me llevaron al cuarto y vigilaron todos mis movimientos; en un momento, Anna ingreso y empezó a cuestionar por qué estaban en su cabaña, les amenazo, pero, nada de eso funciono.
De repente, sentí como mi móvil vibraba; como pude y evitando que los guardias lo observaran, leí el mensaje:
– En el piso del baño hay una baldosa que se encuentra suelta; es de un color más oscuro que el de las demás, sal por ahí.
La pregunta real era: ¿Me dejarían entrar solo al baño?
Me plante frente a ellos y les dije:
– Necesito entrar al baño.
– Eso no es posible.
– Lo haré en el aeropuerto entonces.
– Espere.
Uno de los hombres ingreso al baño y comenzó a inspeccionar el lugar; asegurándose de que no existiera una sola forma de salir por allí; y para mis adentros, esperaba que no diera con mi única vía de escape.
El guardia salió y con un gesto me dijo que entrara:
– Le doy 5 minutos.
Ingresé, cerré la puerta y empecé a buscar; si algo me había enseñado mi vivencia en Stuttgart, era a mantener la calma ante una situación de alto riesgo o estrés; así, el cerebro podría pensar a gusto y nada obstaculizaría mi escape.
Me fije en el suelo y justo en el centro, había una baldosa que parecía estar sucia, pero, al acercarme y moverla un poco, me di cuenta de que Anna tenía razón; la levante con sumo cuidado, no podía hacer el más mínimo ruido; al quitarla por completo, vi el camino; era un conducto algo estrecho, pero, no tenía más opción; no lo pensé y me lancé de inmediato; las paredes de aquella vía eran de un material similar al aluminio, pero, por algún motivo, no emitían sonido.
Tras unos minutos después, escuche el grito del guardia; sabía que ellos no iban a quedarse quietos; uno se iba a lanzar y el otro iría a la salida de aquel viaducto.
El trayecto no fue muy largo, al final había una rendija y de una patada la tire; salí de allí; comencé a correr con fuerza, a unos cuantos metros vi a los guardias detrás mío; no me importo, continúe con mi tarea y para mi suerte, en frente, había un bosque espeso; me adentré sin temor; algo había escuchado sobre la «Selva Negra» y los peligros que conllevaba el ingresar sin protección a este lugar; era como tirar por la borda las ganas de vivir.
Seguí mi escapatoria, opté por subirme a un árbol y recuperar un poco el aliento; pude observar como los guardias pasaron debajo del lugar donde me encontraba; continuaron corriendo y por un instante me sentí aliviado.
De momento, iba a esperar un tiempo para que ellos se alejaran aún más; bajaría de allí, buscaría una salida y emprendería un viaje hasta dar con la residencia Trümper; debía encontrar a Bill, como fuera.
Paso una hora; bajé del árbol y comencé a caminar; llegué hasta un arroyo, tome un poco de agua y seguí caminando en línea recta; vi como la luz se adentraba a través de la vegetación; estaba por cruzar la salida del bosque; cuando me di cuenta de que en frente de mí, había una enorme mansión.
¿Quién demonios vivía en lo que parecía ser un Palacio?
Estaba cerciorándome de que nadie me viera; cuando mi celular comenzó a vibrar de nuevo; abrí el móvil y me di cuenta de que el mensaje era de un remitente desconocido, pero, sólo unos segundos después, sabría de donde provenía.
El mensaje contenía una foto en la que Tom se encontraba junto a mí; el ambiente a nuestro alrededor era amistoso…
¡Viejo Infeliz!
Él había enviado de todas formas esa fotografía…
Sin embargo, lo que me descoloco por completo fue la aseveración que acompañaba dicha imagen:
– ¿Sabes cómo se paga la traición aquí en Stuttgart, verdad?
Continúa…
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