«Reverse II» Fic de Alter Saber
Capítulo 37: Enemigo
«Cuando se está cerca, se debe parecer lejos, cuando se está lejos, se debe parecer cerca. Se muestran carnadas para incitar al enemigo. Se finge desorden y se lo aplasta»
– Sun Tzu
Stuttgart, «La ciudad del Pecado», sin duda alguna, era el lugar idóneo para fabricar un ejército de cadáveres a la merced de los designios de un Dios déspota y radical, nadie podía oponerse a su voluntad, no existía alguien capaz de doblegarle, pues él, era la encarnación de la maldad en el mundo; un ente tan pútrido que infestaba las calles de su particular aroma con tan sólo pasar a través de ellas; ese hombre que me enseñó lo que era sentir miedo; Karl, mi enemigo mortal.
Cuando tenía 15 años, el apogeo del negocio iba viento en popa, no tenía razón alguna para quejarme; la red de narcotráfico era estable y en vista de expansión a territorios a los que nunca creí llegar; aunque permanecía la mayor parte del tiempo en Stuttgart; debía viajar cada tres semanas a las zonas de control para inspeccionar que los cargamentos fueran entregados con las cantidades exactas de droga; recaudando el dinero y llevando las ganancias devuelta a mi ciudad, para así, repartirlas con mi personal y luego, consignar a mis padres su subsidio mensual.
De momento, no existía nadie que se opusiera a la manera en la que manejaba el negocio; dado que las autoridades de Stuttgart eran corruptas; bastaba con sobornarlos con una suma de dinero considerable para que no obstruyeran el tráfico de drogas y así, distribuirla, venderla y el sobrante, exportarlo a otros países; dado que mis padres crearon su propio Imperio y lo establecieron en esta ciudad; todas las personas que habitaban en los barrios bajos sabían de mí, y no sólo conocían la destreza con la que había dominado los ajetreos del trabajo a la escasa edad de 10 años; sino que, comprendían que un ser humano normal no podría conseguirlo.
En todo lo que llevaba en Stuttgart, sólo me había visto involucrado en dos peleas feroces, de las cuales, salí victorioso; no necesitaba mofarme de nada, mi fuerza era reconocida, y por ese detalle, muchas personas se abstenían a resistirse ante mi voluntad; en ese entonces, creía que «Yo» gobernaba la zona restringida de la ciudad; tenía la vaga ilusión de ser el motivo por el cual los individuos de los barrios bajos vivían con los nervios de punta a cada instante; esa sensación de omnipotencia, me concedía la mala percepción de ser «Dios».
Pero, un suceso en particular, iba a demostrarme lo equivocado que estaba; pues luego de conocerle, entendí que no necesitaba morir para presenciarlo; Lucifer estaba frente a mí, y más vivo que nunca.
Una mañana cualquiera de Otoño; me encontraba sentado en una de las sillas que residían en el salón de mi «Casa», fumaba un cigarrillo y mentalmente iba preparando el itinerario para la próxima entrega; sabía que debía visitar ciertos lugares para establecer nuevas conexiones; sin embargo, el ingreso a estos, era de sumo cuidado; dado que, eran centros de concentración de narcotráfico, estaban vigilados por agentes encubiertos de la Interpol; motivo por el cual, si decidía ir hasta allá; debía ocultar mi verdadera identidad, porque si alguien sabía quién era en realidad; podría llegar hasta los oídos de los «Justicieros» y si eso sucedía, no había vuelta atrás; entraría a la boca del lobo y no existiría forma de salir de allí.
Mientras divagaba en mis pensamientos, un estruendo proveniente de la puerta, me saco de mis reflexiones; me acerque hasta allí y por el pequeño lente que me conectaba con el mundo exterior, pude vislumbrar la figura de Johannes; abrí y bastaron segundos para darme cuenta de que algo no andaba bien; pues el hombre que estaba frente a mí, tenía el rostro blanco como una hoja de papel, sus labios estaban morados y sus ojos irradiaban pánico en su estado más puro.
¿Johannes sintiendo miedo?
¿De qué?
Es decir, quien vivía con sentimientos como el terror o pánico, no era apropiado para sobrevivir en esta ciudad; y el tiempo que llevaba al lado de Johannes me demostró la ferocidad de ese hombre; ni siquiera en las situaciones donde nuestra vida estaba en juego, le vi soltar una gota de sudor a causa del miedo o temor; pero ahora, viéndolo así, completamente petrificado; reparo en el hecho en que no es sólo él quien se encuentra en ese estado…
Dirijo mi mirada hasta las calles y observo como centenares de personas caminan a una dirección concreta; todas van como almas en pena a punto de recibir su castigo…
Me fijo nuevamente en él y con algo de exaltación, le pregunto:
– Johannes, ¿Qué está pasando?
– Él…
– ¿Quién?
– Esta aquí.
– ¿De qué hablas?
– El empalador.
No recordaba haber escuchado ese nombre en ninguna parte; yo, tenía una lista de las personas que buscaban mi cabeza e incluso, poseía otra, en la que contenía los códigos de los individuos que debía exterminar en caso tal de que me traicionaran; pero, ninguno de ellos se llamaba así.
– ¿Quién es él?
– Míralo por ti mismo.
Johannes me guió en la misma dirección a la que iban esas personas; observaba que unos pasos más adelante, todos los que se encontraban allí, veían algo con sumo detenimiento; sus rostros estaban petrificados, algunos asombrados y otros lamentándose por lo que fuera que tuvieran en frente.
No entendía que era lo que provocaba tanta conmoción, hasta que, levante mi vista.
Dios…
Ni siquiera las experiencias más hórridas en las que me he visto envuelto, me prepararían para el escenario que mis ojos estaban percibiendo…
Había cinco lanzas de unos dos metros clavadas en el suelo, en cada uno de ellos, residía el cuerpo de una persona; justo en la mitad, clavados sin piedad como si fueran ofrecidos a una noble causa; tras ellos, un enorme cartel que sentenciaba la ferocidad de aquel ser maligno capaz de cometer un acto tan atroz como ese:
– «Quien ose desobedecer mi palabra, recibirá el mismo castigo»
El empalador…
Afamado también como «Dracule», hijo de Satanás.
Ese nombre fue reconocido en la época turca en honor a «Vlad», el príncipe de Transilvania quien fue capaz de asesinar a más de mil hombres por su propia cuenta; su manera tan sanguinaria de matarlos, le otorgo el miedo y respeto del emperador Turco.
– Y ahora, alguien que imitaba sus prácticas; llegó a Stuttgart.
Todos quienes nos encontrábamos admirando dicho paisaje, nos cuestionábamos el momento en que ese hombre aparecería para auto-nombrarse como el nuevo Señor de los barrios bajos; y aunque creí que no le encontraría de inmediato, bastaron tan sólo minutos para conocerle…
Nadie se atrevía a moverse de aquel lugar, no porque lo prohibieran, simplemente, estábamos atados de pies al suelo; la conmoción que desencadeno dicho contexto, nos impedía dar un paso en falso; temíamos que al salir de allí, alguien reclamara por nosotros.
Ese pensamiento no pudo ser más acertado; tras aquel cartel, se encontraban tres personas que se presentaron ante nosotros…
Al lado izquierdo venia una mujer; alta, rubia, de ojos claros y complexión delgada; aunque su forma tan «Varonil» de vestirse le restaba puntos a su belleza natural.
Por el costado derecho, se encontraba un hombre enorme; con músculos formados, calvo, de unos casi dos metros de alto; un estilo muy desordenado y un aura oscura.
En el centro yacía él; imponente, feroz, rudo, tenaz, todo un asesino en serie; su altura era considerable, su cuerpo completamente estructural, podía ver las venas marcadas en todos sus brazos; su rostro estaba acompañado por una enorme cicatriz que atravesaba el costado derecho de su cara; motivo por el cual, su ojo era de cristal; no necesitaba que Johannes me señalara al responsable de aquella masacre; por mí mismo, pude percibir esa energía tan particular proveniente de él.
Karl se quedó parado por minutos en la misma postura, sus brazos cruzados en el pecho y sus piernas ligeramente abiertas; sus dos colegas le imitaban y parecían observar con detenimiento el número de personas que se encontraban allí; cuando de repente, ese hombre dio un paso al frente y dijo:
– No hay porque temer; Yo, soy un ser compasivo; sí obedecéis mi mandato, nadie saldrá herido.
Nadie respondía, todos estábamos atentos a la sentencia que estaba por lanzar aquel hombre:
– Mi nombre es Karl y quienes me acompañan a los costados son Richelle y Black. Ninguno de nosotros busca entorpecer la manera en la que se manejan los Barrios Bajos; sin embargo, deben tener en cuenta que a partir de hoy, la ley la hago yo; todos los movimientos serán conocidos por mí; aquel que decida poner resistencia a mis designios, debe saber que lo único que lo espera tras esa puerta que pretende abrir, es la muerte.
El silencio reinaba en el lugar; todos estábamos estáticos, no era el tono de voz que usaba, tampoco las advertencias que lanzaba, ni mucho menos el contacto visual que tenía con nosotros…
Era algo más…
El aura que lo recorría era abrumadora, era casi palpable la atmósfera negra a su alrededor; él, en verdad, era una persona de mucho cuidado; una mala jugada y él no daría paso a la incertidumbre.
– Como ninguno se ha opuesto, supongo que ha quedado claro lo que he dicho. Sí es de esta manera, alcen su mano derecha y repitan conmigo: «Te doy mi palabra y si esta te falla, que el Rey haga justicia sobre mi»
Al unísono, todos quienes nos encontrábamos allí, en frente de aquel hombre; levantamos nuestra mano derecha y proclamamos el juramento; no teníamos escapatoria, él, ahora era el dueño de todo cuanto pasara por Stuttgart.
Karl dio la señal para que nos marcháramos; cada quien giro sobre sus talones y se fue en dirección a su casa; antes de ir tras ellos, di un último vistazo a esos tres y me encontré con el hecho que, la chica señalaba mi cabeza y él asentía en afirmación.
– Bien.
Ellos sabían quién era yo, y no pasaría mucho tiempo para reunirme en persona con Karl; era más que obvio que su pretensión era obligarme a pagarles una cuota por «Permitirme» traficar en Stuttgart; la pregunta real era: ¿Qué porcentaje iban a solicitar?
Me podía permitir no más que un 15%; ya que, además del pago del personal bajo mi cargo, está la cuota de mis padres, el soborno de los policías y mi propia ganancia; sí él solicitaba el 50% de los beneficios, bien podía echarme la soga al cuello, porque no había forma posible de darle una porción tan desmesurada como esa.
Si, prefería suicidarme mil veces, antes de permitir que él me exhibiera como un trofeo de guerra como hizo con esas cinco personas.
Johannes y yo regresamos a casa; entramos y nos sentamos en las sillas de la sala; ninguno de los dos dijo algo, permanecíamos en silencio; ambos formulándonos la misma pregunta:
– ¿Qué carajos vamos a hacer?
No teníamos escapatoria de esto; yo, no podía simplemente abandonar Stuttgart y seguir el negocio en otra parte; primero que todo porque la ciudad me servía de escudo ante las autoridades, dado que, ni siquiera el Gobierno era capaz de adentrarse a la zona restringida; y segundo, porque éste sitio me funcionaba como el centro de confluencia para distribuir a los otros territorios de control.
Por más que maquinaba las rutas de escape, no lograba trazar una que no fuera cederle el control de mi negocio a Karl; no había de otra, sí el pedía el porcentaje establecido; debía aprender a funcionar como una sociedad y evitar provocarle; puede que un inicio repudiara el tráfico de drogas, quizás, porque me vi obligado a responsabilizarme muy pronto; pero, si perdía lo único que tenía, no sólo me vería perjudicado, sino toda la gente que estaba bajo mi protección.
Johannes alzo su mirada, y al verme, dijo:
– ¿Jefe?
– Lo sé, es inevitable, hay que hacerlo.
– Sí Señor. ¿Cuánto está dispuesto a dar?
– 15%
– ¿Cree que será suficiente?
– Eso espero Johannes, porque de no ser así, la única opción que nos queda es morir.
– Si…
– ¿Cómo te enteraste de esto?
– Venia camino aquí, cuando vi a la gente correr en esa dirección, me acerque pensando que de seguro se había desatado una pelea callejera, pero, me encontré con eso y de inmediato entendí que nos habían declarado la guerra; no, comprendí que íbamos a estar bajo una dictadura.
– Entiendo.
– Jefe, ¿Qué haremos?
– Esperar.
– ¿Seguro?
– Si, ellos vendrán por nosotros no lo dudes; es obvio que ese hombre tiene más conocimiento de la ciudad del que imaginamos; tiene cerebro.
– También me percate de eso, por la forma en que se expresó, es más que obvio que el tipo tiene algo más en la cabeza que sólo testosterona.
– Exacto, lo que se traduce a:
– Peligro.
– Si.
Johannes se marchó, y yo quede allí en medio de esa sala, riéndome de cierta manera por los cambios que da el destino; en la mañana gobernaba Stuttgart y unas horas después había sido derrocado por un demonio feroz.
Escuché como la puerta trasera de la casa se abrió; lo sabía, ellos venían por mí; era cuestión de horas para que se acercaran a dialogar (Esperaba que se tratara de eso y no de una disputa por el poder); me levante, y me quede de pie en el centro del salón; la puerta de la cocina se corrió y tras ella apareció Karl en compañía de Black; lo cual me alerto de sobre manera, ya que él había optado por su colega más fuerte, es decir, que el planeaba forzarme; y ante un dominio superior, no había nada que pudiese hacer.
– Vaya, vaya, vaya, pero, ¿Qué tenemos aquí? ¿El gran jefe esta solo en esta pocilga? ¿Tus subordinados no te cuidan la espalda?
– No lo necesito.
– Oh, esa respuesta no la esperaba; por lo que percibo, eres alguien a quien temer.
– Depende.
– Tranquilo hombre, vengo a conversar, ¿Por qué no nos sentamos y aclaramos algunos puntos?
– Claro.
Karl se sentó y yo le imite; ambos quedamos de frente y Black se posicionó tras de mí; un movimiento en falso y adiós mundo de mierda.
– Por lo que se, tú controlas todo por aquí, ¿Verdad?
– Si.
– Bien, me gusta tu actitud; no lo niegas, eso es de admirar; aun sabiendo un poco de lo que soy capaz.
– ¿Y? ¿Qué es lo que quieren?
– Bueno Blake, es muy simple. Tu manejas la red de narcotráfico más estable del País; esta ciudad, que ahora me pertenece, es algo así como tu centro de control ¿Me equivoco?
– No, es de esa forma.
– Lo que me indica que las ganancias que obtienes por ello son bastante elevadas; dejando a un lado el personal al que le pagas, los sobornos y tus gastos propios; calculo que tu sobrante es más o menos de un porcentaje cercano a 15, ¿Cierto?
– Correcto.
– Oh, ¿Acerté?
– Sí, eso es justo el porcentaje que queda; nada más que eso.
– ¿Cómo lo puedo comprobar?
– ¿Necesitas las transacciones?
– Jajajajaja, hombre, me caes bien, tienes pantalones.
– ¿Y? ¿Qué sugieres?
– Dame ese 15% mensual y todo seguirá como antes; claro está que si en un mes las ganancias superan el estándar, dicho porcentaje también tiene que incrementar ¿No? Además, requiero que todos los movimientos y operaciones me sean informados; motivo por el cual, trabajaras con Richelle.
– ¿Una chica?
– Y no cualquier chica; que no te engañe su apariencia; es alguien que temer; por algo, es la única mujer que ha logrado permanecer a mi lado.
– ¿Son pareja?
– Nada de eso, sólo, colegas y socios de inversión, tú entiendes.
– Claro.
– Bien, ella vendrá mañana en la mañana y será mis ojos.
– Ok.
– ¿Blake?
– ¿Qué?
– No creo que sea necesario, pero, sólo por si tienes alguna duda; recuerda la imagen que viste hoy y métete en la cabeza, que tú puedes ser el próximo.
– Bien.
Ellos se marcharon y yo me desplomé en el suelo; ese encuentro tan cercano me había absorbido toda la energía que poseía; era como si hubiese drenado mi vitalidad; justo como lo haría un demonio real.
Me levanté de allí, fui a mi habitación y opte por descansar, mañana, sin duda alguna, sería un día estruendosamente largo.
Eran las 10:00 am y la tal Richelle no aparecía; estaba comenzando a perder la paciencia, ¿Acaso la mañana empezaba al medio día o que putas?, rondaba mi sala como un animal enjaulado, cuando escuche la puerta y agradecí a quien fuera, que por fin había llegado.
Abrí la puerta, y me encontré con esa mujer tan atractiva; ella me vio y sonrió de lado:
– ¿Qué? ¿Nunca habías visto a una mujer?
– Como sea, sólo, larguémonos de aquí.
– Uy, qué temperamento, estas peor que el ADM.
– ¿ADM?
– Ángel de la muerte; ese es el seudónimo de Karl.
– Oh.
¿Ángel de la muerte?
Pero, ¡Que carajos!
Esto era absurdo; el tipo era la reencarnación de Hitler, Judas y Lucifer juntos.
La chica no parecía nerviosa, ni siquiera perturbada por el estado pútrido de las calles de Stuttgart; lo que me hacía pensar: ¿De dónde salieron esos tres?
– ¿Qué haremos hoy?
– Debo ir al puerto a encontrarme con Johannes y revisar la calidad del cargamento proveniente de Colombia.
– ¿Johannes?
– Uno de mis subordinados; mi mano derecha.
– Bien, tiene que ir a presentar sus respetos ante Karl.
– Jajajajaja, ¿Estas de coña, no?
– No, si él no quiere morir, debe hacerlo.
– ¿Qué?
– A ver niño, sí Karl no lo conoce, lo mata, ¿Entiendes?
– Si.
¿Qué era esto?
¿Grecia?
¿La Roma de los años 200?
Llegamos al puerto, hice las correspondientes presentaciones y procedimos a comenzar; Richelle no colaboraba en nada, sólo supervisaba que todo se hiciera de la manera correcta; hacia el reconteo de los paquetes para cerciorarse de que era la cantidad indicada.
Al finalizar, nos dirigimos hasta uno de los bares más populares de la zona restringida conocido como «Alinum»; allí había una mezcla de todo: Hetero, Homo, Trans, Pervertidos, Drogadictos, en fin, sólo la escoria más pesada de la ciudad; en ese lugar gozaban de la compañía de prostitutas hermosas que estaban dispuestas a todo a cambio de unos cuantos euros, es decir, la situación de Stuttgart no permitía mucho más que eso.
Entramos al local, Richelle saludo al Bar-man e ingresamos a una sala donde se encontraba Black y Karl, junto a tres mujeres que se sentaban en sus regazos y jugaban con ellos; la escena me resulto asquerosa en verdad, pero, no podía objetar o recriminar algo.
Cuando nos vio, ambos se levantaron de inmediato, tirando a las chicas al suelo por la fuerza que usaron para colocarse de pie; se pusieron frente a Johannes y entendí que su reacción era por la presencia de un desconocido.
Richelle intervino de inmediato, alzo ambas manos y dijo:
– ¡PAZ! Se trata del subordinado de Blake.
Ambos se miraron y dirigieron su mirada hasta mí:
– ¿Es eso cierto?
– Sí, es Johannes, mi mano derecha, conoce los movimientos de toda la red y los controla en mi ausencia.
Karl se plantó justo en frente de él, lo observo a los ojos y le dijo:
– ¿Me temes?
– ¿Debería?
Al escuchar el tono de voz de Johannes; sonreí para mis adentros; se notaba la serenidad con la que había contestado la pregunta; él quizás sentía terror, pero, sabía que en esos momentos era mejor no demostrarlo para imponer algo de respeto.
Karl lo observo por unos segundos más y luego le sonrió, le dio unas palmadas en el hombro y dijo:
– Bien, esta es la gente que me gusta. Vengan señores que hoy, yo invito las cervezas.
Nos sentamos, bebimos un buen rato y jugamos con las chicas, salimos del bar sobre la madrugada y cada quien se resguardo en su cueva personal. Los días pasaron, pronto los meses llegaron y mi relación con Karl era buena; demasiado, diría yo.
El negocio fluía, las ganancias incrementaban y la ciudad permanecía controlada por el temor que infundía el nuevo Señor feudal. Nadie nos hacía frente, incluso, cuando nos veían caminar, las personas inclinaban sus cabezas en reverencia ante nuestra autoridad; en conjunto, nos consideraban, «El Dios del nuevo mundo».
La manada no creció, Johannes y yo, fuimos los únicos capaces de unirnos a ese trio infernal; sobrevivimos a todas las pruebas que colocaron en el camino para corroborar nuestra lealtad; de hecho, en una ocasión, salvé sus vidas.
Me había llegado un comunicado anónimo que informaba un «Ataque» en contra de la dictadura de Karl; al parecer, un número considerable de personas se había reunido para hacerle frente; un golpe de estado era lo último que necesitaba en ese momento; no se trataba de la destreza y ferocidad de Karl; si ellos nos superaban por mucho, iban a masacrarnos, de eso no había ninguna duda.
Con el papel en la mano, fui hasta el bar donde se resguardaban ellos; entre y sin pedir autorización, abrí la puerta de par en par. Karl estaba fumando, Black lo imitaba y Richelle se encontraba en el suelo, encendiendo un porro.
Cuando me vieron, todos levantaron su mirada y dije:
– Van a atacarnos.
– ¿Quiénes?
– No lo sé.
– ¿Disculpa?
– Esta mañana llego un comunicado anónimo que tiene la siguiente inscripción: ¡Abajo la dictadura, muerte para el Rey!
– ¿Y?
– Si no damos con los responsables, vendrán por nosotros.
– ¡Ja! Nadie se atrevería.
– Karl, esto no es una broma.
– Para mí sí.
– Se reunirán y nos masacraran.
– ¿Crees que exista alguien tan estúpido como para hacer eso?
– Creo que cuando la dictadura oprime, el débil se revela.
Mi apreciación sacudió la mente de Karl; pude notarlo por la manera en la que su respiración cambio; estaba furioso, eso era seguro.
– ¿Opresión?
– Si.
– ¿Me estas llamando: Opresor?
– Si.
– No abuses de tu valentía niñato.
– No es valentía, es realismo; ellos perciben tu «Compasión» como una forma de controlarlos a tu antojo, se quieren revelar o morir en el intento; no habría problema si habláramos de una docena, pero, algo me dice que estamos ante una cantidad mínimo de 50.
– ¿Cómo lo sabes?
– Así son las cosas en Stuttgart; las personas están acostumbradas a perderlo todo, ¿Crees que valoran sus vidas? Es más, piensan que la muerte es el descanso eterno para su martirio.
– ¿Qué sugieres?
– Debemos salir de inmediato de aquí, separarnos y buscar información; tenemos que dar con la fuente.
– Ya oyeron chicos, el Jefe habló; por hoy, le haremos caso; pero, Blake, sí te equivocas, ¿Sabes lo que te espera?
– Si, y te recuerdo, que yo también hago parte de este maldito infierno.
Hicimos lo acordado, patrullamos la ciudad, incluso los Barrios altos; buscamos al individuo responsable del comunicado, y en el lugar menos esperado, lo encontré.
Ingrese a la Biblioteca por un simple descarte; cuando de repente, observé a un chico que llevaba una gorra y capucha que al verme, decidió acelerar el paso y salir de allí.
¡BINGO!
Lo tenía.
Corrí hasta él; lo detuve y sin miramientos empecé:
– ¿Tú enviaste esto?
– No sé de qué me hablas.
– Ok, creo que no pregunte bien, ¿Sabes quién soy?
– Ummm.
– Bien, entonces, ¿Comprendes de lo que soy capaz?
– Si.
– Te escucho.
– Yo sólo sé que los quieren derrocar.
– ¿Quién?
– No lo sé.
– No juegues conmigo, niño.
– Es la verdad, lo escuche en el bar la otra noche. Unos tipos con pinta de drogadictos, intercambiaban palabras extrañas, como si hablaran en código; pero, uno de ellos, dijo lo que escribí en ese papel.
– ¿Cuándo y dónde?
– Hoy, en la noche, por la parte de atrás que colinda con «La Jaula»
– ¿Seguro?
– Eso fue lo que alcance a oír.
– Si esto es una trampa, yo mismo me encargare de enviarte al más allá.
– No soy estúpido.
– Eso espero.
Contacté a Karl, le informe lo ocurrido y en cuestión de segundos, él ya tenía la táctica de contraataque.
Si la información era correcta, «Los renuentes» como los apodamos, estarían en el bar cerca de la media noche; esperando por nuestra salida, para luego, atacar por la espalda como los cobardes que eran; no necesitábamos dos cerebros para fijar su ruta de curso.
Sin embargo, les teníamos una buena recepción; cuando llegaran al Bar, las chicas usarían sus encantos para atraerlos y ofrecerles una bebida que dejaría noqueado a quien fuera que tomara así fuera un pequeño sorbo.
Con esa maniobra, reduciríamos a más de la mitad a los enemigos; entre los restantes, tenía que estar el líder del movimiento; si lo encontrábamos, el plan era proponerle un 1 a 1.
Uno de sus hombres contra uno de nosotros; quien ganara vivía y el que no, pagaría con la muerte.
– ¡El castigo divino era infalible!
Siendo la media noche, la estrategia se puso en marcha; más de 40 hombres ingresaron de totazo y fueron capturados por nuestra red de curvas definidas y rostros lujuriosos; una vez caídos, salimos por los demás; conocíamos su posición.
Llegamos a «La Jaula» y estuvimos allí por tan sólo cinco minutos; cuando de repente, 5 hombres salieron de las sombras y se pararon frente a nosotros; al ver sus rostros, comprobé que cada uno de ellos había abandonado su existencia; estaban dispuestos a todo, y eso, no nos favorecía; nada en el mundo era más peligroso que alguien débil con complejo de mártir.
– ¿Así que inmovilizaron a mis hombres?
– ¿Te refieres a la basura que entro al bar?
– Cuidado con la manera en la que me hablas, Blake.
– ¿Estas amenazándome?
– No, sólo, pretendo dialogar.
Karl soltó una carcajada y se puso en frente de todos nosotros, se acercó al chico que se llamaba «Rost»:
– ¿Qué quieres?
– Que se vayan de Stuttgart.
– ¿Y tú eres?
– Tú opositor.
– ¿Estás seguro de eso?
– ¿Por qué no habría de estarlo?
Rost soltó una ligera carcajada; y yo sentí un espasmo que recorrió todo mi cuerpo, cientos de descargas llegaban a mí ser; algo catastrófico iba a tomar lugar, mi instinto se puso alerta; me basto ver por unos instantes a Karl para comprender de donde venía esa señal de peligro.
Karl giro su rostro hacia un lado, su mirada estaba en el horizonte, soltó un simple suspiro y cuando mis ojos parpadearon; Rost estaba tirado en el suelo, completamente noqueado; ni siquiera mis reflejos fueron capaces de detectar ese movimiento tan feroz proveniente del puño de Karl; aquel chico estaba tirado en el piso y sus defensas habían sido destruidas en contados segundos; lo más atemorizante de todo, es que los nudillos de Karl no tenían ni una mínima señal de pelea, algo que indicara que había golpeado a otra persona…
¡Santo Dios!
Los otros cuatro tipos se quedaron estáticos en sus lugares, sus miradas se alternaban entre el cuerpo derrotado de su «Líder» y la imponente figura de Karl:
– ¿Alguien más tiene algo que decir? ¿Alguna inconformidad? ¿Algo que no les guste?
Los chicos se quedaron sin habla, sus miradas se inclinaron y no observaban otra cosa que no fuera el suelo; en un instante, la escena se llenó de una atmósfera cargada de «Terror», y es que la situación no era para menos; incluso Johannes y yo, estábamos perturbados; los únicos que no demostraban un signo de asombro eran Richelle y Black; al parecer, lo que habíamos presenciado, no sé comparaba en absoluto con la verdadera fuerza de Karl.
Y si esa muestra de poder no era suficiente para atemorizar a quien fuera que opusiera resistencia; no entendía que otra cosa pudiera funcionar, es decir, noqueo a un tipo de 90 Kg en cuestión de segundos y con un ligero movimiento de su puño…
¿Quién demonios logra eso?
– ¿Nadie más?
– N-N-No…
– ¿No?
– No.
– ¿Por qué no? ¿No se suponía que venían a derrocarme? Entonces, ¿Qué es esto?
– Nosotros…
– ¿Qué?
– Creímos que…
– ¿Qué yo era un fanfarrón de mierda que se mofa de su poderío? Jajaja, ¡Dios! Pero, ¡Qué ingenuos son ustedes! ¿Acaso no vieron ese paisaje de cuerpos atravesados por esas estacas de 2 m? ¿Creen que un humano normal haría algo como eso? Si piensan que mi mente guarda algo de cordura, están muy equivocados. Soy un ser roto, corrupto y manchado; la locura me domina, le pertenezco, así soy.
– C-C-Claro.
– Por hoy, permitiré que se vayan con la condición de que difundan lo que sucedió; el cómo acabe con su líder, a ver, si así, se desvanecen esas ideas estúpidas de contrariarme, ¿Entendido?
– S-Sí.
Mientras esos hombres corrían; vi a Richelle sacar un arma y a Black igual; ambos estaban en posición de tiro y Karl, se giró hacia mí y me pregunto:
– ¿Cuántas personas se necesitan para dar un mensaje?
– Una.
– Bien, entonces, nos sobran tres.
Richelle y Black, asesinaron a aquellos hombres y sólo le permitieron la vida a uno de ellos; esa noche fue suficiente para tener una idea de lo que era el terror inminente; pero, para mi beneficio o desgracia; mi oportuno aviso, me había otorgado un nuevo escalón en la valía de Karl; ahora, yo iba a ser su «Mano derecha»; al igual que él, podía darle órdenes a los otros tres y ellos debían acatar mis designios; era algo así como un «Sucesor» o «Sustituto», el rostro visible de Karl, en tanto él dirigía todo desde las sombras.
Nuestra relación se fortaleció, éramos temidos por todos y nadie era capaz de resistirse a nuestras leyes; el negocio creció aún más (Si eso era posible) y nosotros, compartíamos cada hora del día, a veces, bebiendo, y en otras peleando.
Éramos inseparables.
Estábamos en la cima de Stuttgart.
Éramos «Dios».
Nuestra palabra, Ley.
Nuestra advertencia, temor.
Nuestro castigo, divino.
Hasta que decidí acoger bajo mi protección a un niño indefenso que rebosaba pureza a través de sus poros; fue sólo allí, donde todo lo que había conseguido por años en Stuttgart; me fue arrebatado.
Traicione a Karl.
Cedí mi poderío ante él.
Le creí merecedor de mi sacrificio.
Él…
Quien había jurado servirme…
Me abandono…
Y junto a él…
Se fue la única oportunidad de redimirme…
Ahora, yo era la carnada,
Y el Ángel de la Muerte,
Me estaba rondando…
&
Gracias a la información que Gates había conseguido; logré llevar al borde del precipicio a Blake; era lógico que decidiera irse a China; sin embargo, sólo por esta ocasión, yo no iba a jugar limpio; aun cuando él se iba del país; envié esa fotografía hasta Stuttgart; así, las posibilidades de que el reapareciera en la vida de mis hijos era nula.
Eso esperaba.
Pero,
Las cosas nunca son como se planean,
Los cambios inesperados se presentan,
Y con ello,
Llegan las tormentas que arrasan con todo a su paso.
Me disponía a regresar a casa, cuando de repente, recibí una llamada de William (Padre de Jake); me parecía algo extraño que se contactara conmigo, aun así, procedí a contestar su llamada:
– ¿William?
– Jörg…
– Hombre, ¿Estas bien?
– No, Jörg, es…
– ¿Qué sucede?
– Jake.
– ¿Qué paso?
– Estamos en el Hospital.
Su aseveración me calo hasta las entrañas; eso sólo podía significar una cosa: El cazador había logrado apresar a unas cuantas victimas…
¡Maldición!
– ¿Cómo está?
– No lo sé Jörg.
– ¿Y Rick?
– Él está bien, se encuentra con nosotros.
– Iré por Clarise y los acompañare.
– Jörg, ¿Podrías decirle a Tom y Andy?
– Oh.
– Sé que no están aquí, pero, la situación de mi hijo no es muy buena; temo lo peor, Jörg.
– Entiendo, les llamare.
– Te lo agradezco.
Al parecer, la vida de Jake corría peligro, tenía que traerlos de vuelta; y aunque el asunto de Blake estaba más que controlado, no quería que ellos regresaran hasta que, él ya estuviese en China con la Interpol sobre sus talones.
Otra llamada más, ingreso:
– ¿Bueno?
– Señor, lamento informarle que mis hombres han perdido al sujeto en cuestión.
– ¿QUÉ?
– No sé aun los detalles exactos del incidente, pero, se escapó.
– Como un demonio Gates, ¿Para qué se supone que gasto dinero para traer «Fuerzas Especiales» si se les escapa un animal como ese?
– Lo lamento Señor, no tengo palabras.
– Soluciónalo, ahora mismo.
– Sí, Señor.
¿Y debía traerlos de vuelta con el cazador rondando?
Sin embargo, Tom jamás me perdonaría que no le permitiera despedirse de uno de sus hermanos; me lo reprocharía por siempre; además, Rick necesita de ellos…
Cuadre los detalles de su retorno; llame a Tom y le informe la situación; llegarían el domingo en la mañana; mientras tanto, Clarise y yo estaríamos en el Hospital, esperando por su regreso.
Recogí a mi esposa, le explique lo sucedido y nos dispusimos a llegar donde residía Jake.
Los acontecimientos siguientes a eso, fueron desastrosos; desde el momento en que mis hijos llegaron, hasta el entierro de Jake.
Por más de que la situación era apremiante; yo, aun debía ocuparme de Blake; en esos dos días, no habían dado con el paradero de ese chico y yo no podía encontrarme más asustado por ello.
Había exigido el despliegue total de mis hombres a lo largo y ancho de la ciudad; sin embargo, no existían señales que demarcaran un rastro de aquella rata infectada.
No daba con él…
Y aunque me parecía imposible; el refugio de aquella bestia horrenda, era el último lugar donde se me hubiese ocurrido buscarle…
Mi casa era su consuelo,
Y ese pequeño detalle ignorado,
Me costaría caro…
Él,
Se llevaría a uno de mis hijos.
Y no existía nada que yo pudiera hacer para evitarlo.
Continúa…
Ojalá esta sección informativa esté aclarando muchas dudas de la primera parte; lo mejor está por llegar, no desesperen :3
Nos seguimos leyendo 😀
Con amor, AS ♥♥