III Reverse 52

«Reverse III» Fic de Alter Saber

Capítulo 52: Locura

«La demencia es como ese momento de duda en que no sabría si debo confiar en los ojos o en la memoria, porque ambas cosas parecen capaces de cometer los mismos errores insidiosos»

John Katzenbach

En mi familia siempre ha existido un principio solemne en el que la victoria es el eje rector de la civilización y el fracaso no es más que la anticipación a un suicidio social.

Los Heithworth han pasado años enteros de sus generaciones en procrear seres capaces de brillar con luz propia; dominando la cima del mundo y marcando la pauta ante las tendencias revolucionarias de la realidad actual. De hecho, muchos de los miembros de esta enigmática familia, han llegado a convertirse en Presidentes de la Nación o como mínimo, en sujetos pertenecientes al Gobierno Alemán; y es que la «Dinastía» que nos precede, siempre dejo en claro que el apellido no podía ser manchado con la derrota, pues nuestros antecesores habían ganado todas las Guerras que enfrentaron.

Bajo ese fiel dogma eclesiástico, las personas que han liderado el núcleo familiar de los Heithworth, han llevado a cabo todo tipo de prácticas para garantizar que en efecto, los hijos de las futuras generaciones, serán hombres o mujeres de éxito.

Y con prácticas, no me refiero a la educación de alta calidad, o las lecciones de piano, ni mucho menos la ejecución de un deporte clasista como el tenis; no, no, lo que se lleva a cabo dentro de mi familia, es algo un tanto más medieval…

La 4ª Generación de los Heithworth, fue quizás, la más desastrosa de la jerarquía familiar; los hijos que nacieron en aquella época, no hicieron otra cosa que no fuera darle rienda suelta a su libido carnal; malgastaban el dinero, robaban, golpeaban y ultrajaban a las personas cada vez que tenían una oportunidad de hacerlo; sin embargo, cuando estos individuos llegaron a la mayoría de edad, presentaron un cambio tan radical, que era imposible reconocerles.

Sólo años después, entendí el motivo por el cual, su conducta fue modificada de manera tan abrupta; pues yo, fui testigo de las atrocidades que se ejecutaban para alcanzar el éxito de mi familia.

A la escasa edad de cuatro años, fui llevada hasta un reformatorio en Rusia, bajo la premisa de que mi educación debía partir de allí; no entraré en detalles sobre las torturas no sólo físicas, sino psicológicas que se llevaban a cabo en aquel lugar; sin embargo, mencionaré la que logró marcarme por el resto de mi existencia.

Durante 7 meses, estuve encerrada en una especie de cubículo en el que sólo existía una puerta con una diminuta reja, que me servía de comunicación con el contexto exterior; allí pasaba las 24 horas del día, soportando todo tipo de ataques…

Alguien ajeno a mi conocimiento; hablaba por un interlocutor, en el que mencionaba sin descanso, frases bastante desagradables:

Dime, ¿Sabes contar? Jugaremos un poco Anna; si tú respondes correctamente, no tendrás que soportar nada; de lo contrario, recibirás un castigo por tu fracaso.

Anna dame tu mano.

Anna, el fracaso es el pecado del cobarde.

Anna…

El castigo consistía en un subidón de temperatura del recinto; al punto de simular un incendio en medio de esas cuatro paredes; sentía como si mi cuerpo estuviese quemándose, me asfixiaba y en muchas ocasiones, quedé completamente inconsciente; y lo que recibía después de haber desfallecido en medio de un interrogatorio, era la inanición.

No obstante, logré pasar aquel nivel de tortura prehistórica, y subí el siguiente escalón; ya no era necesario que estuviese en el reformatorio; el cambio en mi conducta, me enseñó a responder siempre de forma correcta, sin errores ni espacio para las equivocaciones; luego de ello, sólo tuve que estudiar y enriquecer mi conocimiento, tomando clases privadas y reafirmando aquello que había vivido en Rusia.

Lo más trágico de la historia, es que mis padres estuvieron de acuerdo con ese suplicio; me obligaron a participar, todo para resaltar el buen nombre de la Familia Heithworth.

Si alguno se pregunta, ¿Cómo es posible que los miembros de la Jerarquía sometidos a éste tipo de «Entrenamientos» no terminen enloqueciéndose? Es por una situación elemental; al ser sometidos a ésta tipo de episodio estresante y al acostumbrarnos a ello, no existen riesgos de padecer de algo más allá de un caso de ansiedad; no obstante, el peligro real viene cuando «Alguien» experimenta por segunda vez esa clase de vivencias…

Si uno de nosotros estaba sujeto a reencarnar las sensaciones que en un pasado quisieron modificar una conducta; el resultado esperado seria el desarrollo de un estado de esquizofrenia parcial; siempre y cuando las condiciones sean exactamente las mismas.

La esquizofrenia no es más que una enfermedad mental que afecta las funciones cerebrales como el pensamiento, la percepción, las emociones y la conducta; en la mayoría de los casos, ésta condición se desencadena por motivos de carácter netamente genéticos o por el consumo de una sustancia ilegal; sin embargo, hay escasos momentos, en los que el trastorno puede catalizarse gracias a una situación de estrés tan elevada que le haga perder la cordura al individuo.

Justo como me paso a mí.

Hasta donde tenía entendido, nadie que no perteneciera al núcleo familiar, era conocedor de esta clase de prácticas que por generaciones han sido tradición en los Heithworth; pero, estaba muy equivocada.

Después de hablar con Drake y verificar la información otorgada por Andreas, donde supuestamente, Tom estaba muerto; me di cuenta, que en efecto, él no había sido asesinado por Blake y que de hecho, iba de camino a Venecia…

En algún punto de su trayecto, Tom llegaría a Stuttgart para rescatar a Bill; no sabía lo que planeaba, ni que pretendía hacer para lograrlo; pues si mal no recuerdo, en esa ciudad estaba Karl y ahora, Blake también.

¿Entonces? ¿Cómo pretendía hacerle frente a esos dos animales sin tener un plan de por medio que le garantice la victoria?

Es decir, Tom es sumamente inteligente, pero, aquí no se habla de una cuestión referida al intelecto; es algo más relacionado con «El Instinto»; al ver a Blake, entendí que él era algo similar a una bestia indomable, pero, Tom aunque con un carácter salvaje, no podía categorizarlo como un «Animal».

Él corría peligro, y aun cuando sabía que el llegar a ese sitio, era como un suicidio anunciado; Tom estaba más que dispuesto a lanzarse a ese Infierno Terrenal, todo por proteger a Bill…

¡Qué hermoso! ¿No lo creen?

El tener a alguien capaz de arriesgar su propia existencia, para preservar tu seguridad; y ahora que me detenía a pensar en todo lo sucedido; me daba cuenta de que mi manera de actuar fue el de una completa perdedora; no pude aceptar que un chico de aspecto afeminado se quedara con el hombre que me atormentaba los pensamientos con esa manera tan majestuosa de comportarse.

Pero, ya era demasiado tarde; las cosas se habían salido de control hace tiempo; Jake estaba muerto, Bill en Stuttgart y Tom en riesgo…

No había nada que pudiese hacer para enmendar mi equivocación; aunque Andreas aseguró que no delataría mi responsabilidad; algo me decía que no podía fiarme del todo; a fin de cuentas, Andy era alguien muy rencoroso, sobre todo cuando le hacían daño a alguno de sus seres queridos.

Mientras divagaba en mis reflexiones existenciales; escuché que el golpe de la puerta de mi cuarto:

– ¿Sra. Anna?

– Si, Johan.

– La cena está servida.

– En un momento bajo.

– Si, Sra. Sus padres la acompañan esta noche.

– Genial.

– Con su permiso.

– Concedido, Johan.

Me levanté de la cama y me dispuse a bajar; llegué a la sección del comedor, salude a mis padres y procedimos a comenzar con la cena:

– Y dinos Anna, ¿Cómo van los estudios?

– Sin complicaciones, Padre.

– Eso no fue lo que te pregunte…

– Van excelente, ninguna calificación que deshonre nuestra herencia.

– Me complace oírlo.

– Cariño, ¿Algún chico que te interese?

Sabía a qué venia ese cuestionamiento; ya tenía 19 años, era más que evidente que las intenciones de mi madre eran concebir un compromiso con un chico de la élite de Frankfurt…

– Aun no, Madre.

– Lo sabes, Anna; si no consigues uno bajo tu criterio, tendrás que resignarte al mío.

– Si Madre, lo sé, me lo has repetido incontables veces.

– Espero que lo tengas presente, el tiempo se agota.

– Claro, Madre.

La verdad era que, mi relación con mi familia, no traspasaba la barrera de la formalidad; ellos no son afectuosos, son demasiado refinados como para brindar algo de cariño: sólo en las fechas especiales, eran capaces de dar una caricia fraternal…

Éramos la típica familia adinerada con complejo de Realeza Inglesa.

¡Una completa idiotez!

La cena acabo, me despedí de mis padres y fui de nuevo a mi cuarto; una vez allí, tome una ducha, cambie mi ropa por una más ligera y fui hasta mi cama; debía descansar, los últimos días habían sido muy agitados…

Supongo que eran algo más de las dos de la mañana, cuando empecé a escuchar una voz gruesa…

Decía frases sin sentido; atribuí el ruido a nada más que un mal sueño; y de hecho, hubiese preferido que fuera de esa manera…

La voz se hizo cada vez más fuerte, y en algún instante, pude oír con claridad:

¿Sabes contar? Jugaremos Anna; si tú respondes correctamente, no tendrás que soportar nada; de lo contrario, recibirás un castigo por tu fracaso.

Me levanté de inmediato; esa frase era un recuerdo maldito que había enterrado en la profundidad de mi subconsciente; era imposible que eso estuviese sucediendo de nuevo; inspeccioné mi habitación, en cada rincón y no vi a nadie; volví a la cama, pero, me quede sentada por un rato, cuando escuche:

¡TE HAS EQUIVOCADO! EL FRACASO ES EL PECADO DE LOS COBARDES.

De nuevo me puse en pie, y dije:

– ¿Quién está ahí? ¡Muéstrate!

No recibí ninguna respuesta; pero, no sé si por sugestión o realidad; sentí como la temperatura de mi cuarto comenzó a elevarse; aterrada por lo que estaba pasando, corrí hasta el termostato y me di cuenta de que se encontraba intacto.

¿Entonces?

¿Por qué parecía que mi habitación iba a incendiarse?

El calor era insoportable, mis manos se sacudían nerviosas, y yo comenzaba a perder la cordura; esa voz no paraba de gritarme, me hablaba y hacia esas preguntas que tanto me jodieron la existencia; en algún punto, sentí que mis pulmones no trabajaban bien, salí de mi habitación hecha un desastre…

Corrí escaleras abajo, y simplemente, caí en las profundidades de una demencia que no parecía ser temporal; mis recuerdos habían regresado y yo estaba en medio de un limbo entre la realidad y la ilusión; entre la razón y la esquizofrenia parcial…

Fui hasta la sala y divise esos letreros con pintura roja que llenaban toda la pared:

¡TE QUEMAS! ¡ESTÁS ARDIENDO, ANNA!

Mi mente no lo soporto más…

Comencé a gritar como sólo una demente lo haría; tire todo lo que había en mi paso; las mesas, las lámparas, los muebles, todo, absolutamente todo se iba para el piso; de mi garganta salían ruidos estruendosos…

Sentí que mi padre me tomaba entre brazos y trataba de consolarme, pero, era imposible hacerlo; mi mente no paraba de recrear ese contexto en el que había permanecido por más de 7 meses en Rusia…

Yo, estaba allí, en ese cubículo diminuto, quemándome…

– ¡ANNA! Reacciona hija, ¿Qué te sucede?

– Él está aquí, voy a quemarme, estoy ardiendo…

– No, Anna, eso no es cierto.

Sus palabras de poco servían, yo no estaba en mis cinco sentidos; era como si la realidad se hubiese fusionado con la ilusión; estaba perdida en medio de tanta confusión…

Creí que todo había sólo una pesadilla, pero, ahora que abro mis ojos y veo estas paredes blancas que me encierran, sofocando mi existencia, sumado a esta camisa de fuerza que me impide moverme; entiendo…

Por fin comprendo, que el castigo del fracaso no es el pecado del cobarde; sino, la carencia de orgullo.

¡Mi vida se había reducido a un cuarto diminuto!

Ya mi realidad no daría marcha atrás…

¡Nunca más!

&

Tenía un ligero pitido que acosaba con inundar todos mis tímpanos; sentía como mi cuerpo estaba entumecido, no lograba ubicar en donde me encontraba o lo que hacía en esos momentos; era como si estuviese en un sueño profundo, hasta que, percibí una mano rondando por mi mejilla…

– Andreas…

Su voz me sonaba de algo, pero, no la ubicaba, simplemente, mi cerebro no estaba para la labor; de repente, sentí como aquella mano se posaba en mi abdomen, bajaba y bajaba hasta ¿Mis pantalones?

Esperen, ¿Qué demonios está sucediendo?

Cuando sentí esos dedos a escasos centímetros de mi ingle; salté sorprendido…

– ¡DIOS!

– Tenías que despertarte…

– Tú, rubia inmunda, ¿Cómo puedes encontrarte sexualmente activa en un estado como este?

– Si te tengo cerca, siempre me encuentro así.

– Es una pérdida de tiempo discutir contigo…

– Venga, no te enojes, Andy.

– Por Infinita vez, NO ME LLAMES, ASÍ.

– Bien, bien, Andreas.

– ¿Dónde está Bill?

El rostro de Richelle cambio de inmediato…

Eso sólo podía significar una cosa:

– ¿No está?

– No, ya revise lo poco que queda del lugar y los alrededores, pero, no lo vi. Le pregunte a las personas que presenciaron la explosión, y dijeron que no habían visto a nadie salir de entre las llamas.

– ¡Por Dios Santo!

– Andreas, cálmate.

– ¿No lo entiendes? Bill está en peligro, Richelle; se suponía que nuestra misión era vigilarlo, pero, ni siquiera eso pudimos hacer.

– Mira, primero que todo, no saques conclusiones apresuradas. Pienso que Karl no se lo llevo.

– ¿Por qué?

– Porque él me lo cedió a mí, y nunca devolvemos presas, ¿Entiendes?

– ¿Entonces?

– Mi opción más lógica, es Blake.

– ¿Blake? Pero, ¿No lo viste? Estaba medio muerto cuando lo encontramos.

– Si, lo sé. Pero también soy consciente en que él puede levantarse de eso, soportar el dolor y llevarse a Bill; lo que me preocupa es otra cosa…

– ¿Qué?

– Si se trata de Blake; lo más probable es que antes de lanzar la granada, se haya escondido en la cocina y si eso fue asi…

– Escucho la conversación.

– La pregunta es: ¿Qué tanto logró escuchar?

– Ummm…

– Porque si se enteró de que Tom está vivo; en verdad, hemos metido la pata hasta el fondo; es como si le hubiésemos otorgado un trato de salvación con Karl.

– ¿A qué te refieres?

– Bueno, sí Blake sabe lo de Tom y de nuestra colaboración; él no va a dudar ni por un instante en revelarle esa información a Karl; entonces, nosotros correríamos peligro; porque una segunda traición, desquiciaría por completo a Karl.

– ¿Entonces?

– No lo sé, en verdad, lo único que podemos hacer en estos momentos es acudir a Karl.

– ¿Estás loca? ¿Y si ya sabe?

– No lo creo, sí el estuviese enterado, tú y yo no estaríamos teniendo está conversación.

– Pero, ¿A dónde pudo ir?

– Es obvio que alguien se lo llevo, Bill no se habría movido de aquí, él es consciente de lo peligrosa que es la zona, no iba a irse por ahí solo…

– Cierto.

– Suponiendo que Karl no sabe nada; si vamos con él, y le informamos lo sucedido; él dará con el responsable con más facilidad y luego de saber quién se lo llevo; nos ofreceremos para encontrarlo, bajo la excusa de que deseamos vengarnos…

– Entiendo.

– Tranquilo, Bill está bien; si Blake se lo llevo, no le hará daño.

– Lo que me tiene un poco asustado, es la posibilidad de que escape con él…

– ¿Cómo?

– Es decir, si Blake está así de obsesionado con Bill, y se enteró de que Tom vendrá en cualquier momento; es más que evidente que tratara de irse de aquí cuanto antes, para evitar ese encuentro con Tom; porque su experiencia pasada, le demostró cuan peligroso puede ser ese rastafari inmundo ¿No lo crees?

– Bueno, eso también es una posibilidad; pero, sí él sabe lo de Tom, créeme que escogerá el curso de acción que yo describí; es decir, cualquiera de nosotros haría lo mismo.

– Oye, ¿Tú relación con Blake no es buena?

– Ummm, normal; la verdad es que después de que Tom se fue, Blake me ofreció la posibilidad de irme a Venecia y reiniciar mi vida; pero…

– Entonces, no lo entiendo.

– ¿Qué cosa?

– Sí sabe que Tom va a llegar, ¿Cómo es capaz de brindarle esa información a Karl, sabiendo que tú vida está en riesgo?

– Oh, a eso se le llama: Supervivencia, Andreas.

– No lo creo.

– Pues se trata de eso; si quieres algo, lo consigues, sin importar que o a quien sacrifiques; es tú beneficio por encima de los otros…

– ¿Quieres decir que si Karl fuese a morir, tú dejarías que lo hiciera con tal de preservar tu existencia?

– Si.

La frialdad con la que contestó aquel interrogante, me dio una ligera imagen de lo despiadado que era ese mundo en el que Tom estuvo por más de medio año, eran animales, no más que eso.

– ­Increíble, yo no haría algo como eso.

– Es porque nuestra realidad es distinta; crecimos en contextos aislados, recibimos cosas diferentes…

– ¿Y si fuera Tom?

– ¿Quién muriera?

– Ajam.

– Me sacrificaría.

– Eso es lo que no entiendo; ¿Karl no es como familia para ti?

– Sí, pero, no es el hombre que me enseño lo que es el amor, ni mucho menos me mostró lo brillante y sublime que es la pureza en una persona.

– Pureza…

– Con ello no me refiero, a la castidad, ¿Entiendes?

– Ummm…

– Cuando alguien de nosotros habla de pureza; nos referimos a la «Sensibilidad» e «Inocencia»; eso que te hace humano, ¿Comprendes? Mientras presenciamos una violación, un asesinato, o una tortura; nosotros podemos evadirlo como si se tratara de basura; pero, alguien puro, jamás actuaria de esa manera; sufriría y se lamentaría por la otra persona.

– Ya veo, viéndolo así, no me caes tan mal.

– Oh, ¿Quiere decir que me dejaras probarte?

– ¡NO! Dios, tenías que cargarte el momento…

– Jajajaja, Andy, no te lo tomes en serio, es molestando.

– Pues con todos los ataques que he tenido, no puedo pensar lo contrario.

– Ay, eres un cuadrado. Deberías lanzarte y dejar que yo disfrute de toda esa belleza.

– Ya quisieras…

– Corrección: Lo deseo…

Los ojos de Richelle me decían que no estaba jugando; ella en verdad lo estaba esperando…

¡Estaba loca!

Sin embargo, yo también podía jugar…

Me acerqué a ella, caminaba de forma segura, no le quite la mirada de encima en ningún instante; Richelle estaba hipnotizada, instintivamente, comenzó a retroceder, hasta que su espalda choco con una de las paredes que quedaban en pie luego de la explosión…

Cuando estuve justo en frente de ella, puse una de mis manos en su cadera, y la otra en la pared, acorralándola a más no poder…

Acerqué mi rostro a su oído, y con un simple susurro, le dije:

– Yo también lo deseo…

Ella soltó un suspiro excitado, y con total descaro, llevo sus manos hasta mi cuello y dijo:

– ¿Si? ¿Qué deseas?

Me posicioné muy cerca de sus labios, y con suma tranquilidad le dije:

– Deseo…

– ¿Si?

– Yo quiero…

– ¿Qué quieres?

– ¡Qué te lances del primer puente que encuentres! ¡Bruja malvada!

Aparté mi rostro y empecé a caminar hacia la entrada; creía que mi «Jueguito» la incitaría a dejarme en paz; pero, como siempre, las cosas no salen como uno las planea…

– Así que, ¿Te gusta jugar, no? Bien, hagámoslo, Andreas.

– ¿De qué hablas?

– Ya verás…

– Lo que digas niña, ¿Nos vamos?

– Claro, lindo.

Y cuando termino de soltar esa frase; aquella intrépida mujer, se atrevió a darme una palmada en mi trasero…

¡Maldita infeliz!

A parte de que mi parte trasera era casi que inexistente…

¿Cómo era capaz de tratarme como si fuera alguna especie de presa, ah?

¡Asqueroso!

– En tú vida vuelvas a hacer algo tan horrible como eso.

– Agradece que me contuve; quería apretártelo, pero, me comporte bien.

– Te odio…

– Yo no.

– Me vale.

– A mí no.

– ¿Nos largamos o qué?

– Si, si vamos.

Salimos a la calle y había unas cuantas personas reunidas allí; como si estuviesen esperando a que el responsable regresara quien sabe de dónde; en definitiva, las represalias en Stuttgart eran algo serio…

Evadimos a aquellos individuos, y nos dirigimos calle abajo, a lo lejos se divisaba un pequeño parque; y cuando estábamos por cruzar la calle para ir hasta allí; alguien nos interceptó…

El tipo era enorme, blanco, mínimo dos metros de estatura, figura corpulenta y un aspecto muy dejado…

Richelle lo vio y lo saludo de inmediato:

– Kong.

– Richelle, es bueno verte de nuevo.

– Igual hombre, ¿Qué tal todo?

– Mejorando.

– Me alegra escucharlo, ¿Qué haces por aquí? ¿No deberías estar en el Depósito?

– Si, sólo vine a llevarlos.

– ¿Llevarnos?

– Si.

– ¿A dónde?

– El Jefe me solicitó su presencia.

– Oh, está bien, igual íbamos a buscarlo.

– Entonces, andando.

¿Jefe?

Supongo que se trata de Karl ¿No?

Esperen… ¿Nos mandó a llamar? O sea que, ¿Ya lo sabe?

¡DIOS!

Íbamos a morir; y lo peor de todo es que ni siquiera habíamos cumplido la parte de nuestro trato con Tom.

Le habíamos fallado y por creces…

Si Bill muere en manos de Karl por la confesión de Blake, ¿Qué sentido habría en qué Tom arriesgara todo para llegar aquí? Sus preliminares o lo que fuera que tuviese en mente, no servirían de nada, porque ya no hay nadie a quien salvar…

Por lo poco que sabía, trataba de imaginar; no, de creer con fuerza que, Blake sería incapaz de hacerle daño a Bill porque está obsesionado con él; pero Karl, es una historia diferente…

Ese hombre era capaz de asesinarlo a sangre fría, quizás, hasta lo torturaría…

¿Y si lo violaba?

No, no, no pienses en eso, Andreas…

Sentí como una mano agarro la mía con fuerza, y al girar mi rostro, me encontré con esa mirada penetrante que sólo ella podría colocar; algo en sus ojos me hacía entender que no importaba el panorama actual, las cosas iban a salir bien y por Zeus, que fuera asi, porque de lo contrario, podríamos darnos por muertos.

A medida que recorríamos esas calles y observaba las condiciones en las que esas personas vivían; de verdad, me sentí muy afortunado; nunca había sido desagradecido con nada, pero, el ver una realidad tan desastrosa como esa, me hacían valorar aún más los lujos que poseía; y sobre todo, la familia que me refugiaba; muchos de los habitantes de los Barrios Bajos, viven solos porque no hay nadie con quien establecer ese lazo fraternal.

Algo muy desgarrador en verdad…

De repente, regresamos a la zona alta de Stuttgart; me seguía impresionando la manera en la que se contrastaban ambas partes; era casi que irreal creer en ello; Kong acelero el paso y nosotros decidimos imitarlo.

Llegó a una bodega enorme, abrió la puerta y nos ordenó que ingresáramos; veía cajas por todas partes, dispuestas en un orden extraordinario; eso debía ser la «Mercancía» sin lugar a duda, no había ni una sola alma en ese lugar y eso sólo consiguió ponerme nervioso…

– Kong, ¿Y los chicos?

– Los dejé libres por hoy, sabes, entre semana no es tan movido.

– Ummm.

Me acerqué a Richelle y le susurre:

– ¿No es esto sospechoso?

– Si Andy, es mejor que te prepares, quizás, tengamos que pelear.

– ¿Es en serio?

– Si.

– Dios…

Me tensioné al instante…

Si Karl había ordenado que desalojaran el lugar para poder torturarnos a su gusto por la traición; en verdad, no me quedaba de otra que rogar por un milagro; porque como pintaban las cosas, no íbamos a salir vivos de ello; o bueno eso pensé, hasta qué…

Escuché unos pasos venir de la parte trasera de la bodega; eran pisadas tranquilas y firmes; de verdad, parecía ser Karl…

Sin embargo, cuando divise esa figura, sólo pude mostrar una sonrisa efusiva en mi rostro y decir:

Hasta que te dignas a llegar, «Rey».

Continúa…

Gracias por la visita.

Publico y rescato para el fandom TH

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