«Reverse III» Fic de Alter Saber
Capítulo 68: Honor
«El honor es una isla escarpada y sin riberas: El que ha caído de ella, no puede volver a subir»
– Nicolás Boileau
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El miedo invadía los poros de mi piel…
Destilaban sudor por todas partes…
Estaba congelándome en aquel lugar, o ¿Acaso su mirada me lo impedía?
Verlo así, en medio de esas personas que reclamaban con vehemencia la vida de aquellos que se oponían a su voluntad; me trastocaba la mente…
¿Cómo podía ser él?
No se trataba de una fachada, ni una simulación, no, nada de eso. Tom parecía estar extasiado por el escenario que su prodigiosa capacidad había estructurado; su postura tan relajada y apacible, como si el horror de las personas que corrían por escapar de sus garras; fueran dopamina para su cerebro…
No podía moverme…
¿Quién era este hombre?
¿Por qué residía junto a la persona que me había enamorado con Locura?
Mi corazón se apretó con mucha fuerza; sentía que mi aliento iba a desvanecer…
Deseaba más que a nada en el mundo; comprender como aquellas manos que acariciaban con suavidad mi piel, eran las mismas que amordazaban todo a su paso, sintiendo placer morboso en el proceso…
Mi cuerpo recordaba con exactitud, todas y cada una de las veces en que ese ser celestial, me había sumido en una atmósfera impenetrable para los demás…
¿Por qué ahora, parecía que yo estaba fuera de lugar?
Su aura no me daba acceso a su esencia…
Él no me lo permitía…
¿Acaso parte de sí, es incapaz de aceptarme?
Quería correr a él, y cuestionarle, empecé a caminar en su dirección; necesitaba que me lo dijera; y mientras iniciaba mi recorrido, su rostro no se inmutó, la sonrisa se convirtió en un mueca de fastidio…
¿Yo era el responsable de ello?
Algo dentro de mí, se quebró…
Sentí como unos brazos me atraparon por la espalda; mis ojos se percataron de quien estaba en frente de mí.
– ¡BILL! ¡BILL! ¡DIOS, REACCIONA!
Las palabras no lograban salir de mi boca…
¡Era tan difícil!
Mis ojos regresaron a Tom, y él seguía igual, con su rostro inclasificable…
Su esencia monstruosa lo había cubierto por completo; pero, esa parte de él que se resignaba a aceptarme, me perturbaba con insistencia…
Yo le amaba con todo mí ser…
¿Entonces?
¿Él no me aceptaba del todo? ¿Por qué sus ojos parecían despreciarme?
Mi cuerpo era sacudido, pero, yo continuaba sin responder…
Su indiferencia era como una daga mortal justo en medio de mi alma; yo sabía de sobra que él no podía exponerse ante sus súbditos, sin embargo, no se trataba sólo de la precaución; en efecto, veía el muro que Tom había construido para impedirme el acercamiento…
Cuando me di cuenta, mi rostro estaba en dirección al suelo, y mi mejilla comenzaba a arder…
– ¡Hasta que por fin despiertas! Tenemos que irnos ya mismo, Bill; Tom no está en sus cabales en estos instantes, si lo ordena, nos van a cargar… ¡Por Dios! Que nos van a matar.
Richelle estaba muy asustada; nunca en lo poco que llevaba de conocerla, la había visto tan alterada…
¿Así que, no era sólo yo quien lo percibía de esa manera?
Andreas me tomó de la mano, y empezó a correr en dirección contraria; me deje llevar por él; giré una vez más mi rostro, y al verlo, pude apreciar por última vez, el cinismo de su sonrisa…
Kong y Richelle, se adentraban a través de pasillos diminutos; corrían tan rápido como les era posible; Andreas cargaba conmigo, por ende, realizaba doble esfuerzo…
La gente pasaba junto a nosotros, escuchaba el lamento de sus almas, la resignación de su existencia, estaban abandonando todas las oportunidades de caminar al frente y superar la desesperación de la situación.
Vislumbré la casa de Kong, a escasos metros de nosotros; aceleramos el paso y nos adentramos al único lugar que nos salvaría de la tragedia que acontecía en Stuttgart.
Todos, sin excepción alguna, nos desplomamos en el suelo; tratábamos recuperar el aliento, después del terror y la huida contigua…
Encogí mis rodillas, oculté mi rostro en ellas, y me quede así…
¡Me sentía tan desprotegido!
Cómo si el encuentro con él, hubiese drenado todas las energías que restaban en mi ser…
No quería ser débil, en verdad, no deseaba llorar, pero…
¡Qué difícil era!
Estaba por quebrarme, faltaba poco para conseguirlo; cuando, sentí el aroma sutil proveniente de ella; sus brazos me acobijaban como un roce suave, me transmitían seguridad.
– Bill, no desesperes, sabes que estamos contigo ¿No?
Me aferré a ella, como si fuese lo último que me quedara…
No sabía la razón exacta, pero, algo en Richelle, me recordaba a Simone; quizás, era el instinto maternal que desprendía su esencia en estos momentos, lo que me llevaba a pensar en eso…
Pronto, percibí que una mano firme apretaba mi hombro…
Era Andreas…
Trate de lograr la calma, solté unos suspiros y me solté de ella…
– ¿Mejor?
– Sí, yo, disculpa.
– ¿Por qué?
– Sólo les causo problemas.
– Es la primera vez que le ves así ¿Verdad?
Abrí mis ojos con sorpresa ante ese cuestionamiento…
Ella era muy perceptiva o yo, era demasiado evidente…
– ¿Acaso él…?
– Si, esa es su verdadera esencia, Bill.
– ¿Verdadera?
– Me refiero a que, ese es el auténtico Rey de los Barrios Bajos.
– Pero…
– Sé que es difícil de comprender, pero, cuando eres una bestia insaciable como Tom; siempre buscas originar sufrimiento, prolongarlo y alimentarte del terror para darle un sentido a tú vida.
– Richelle, es que, su mirada…
– ¿Te heló la sangre?
– S-Si…
– ¿Por qué crees que tuvo bajo a control está ciudad, sin que Blake, Black o Karl se lo impidieran? Bill, sólo necesito que tengas presente algo.
– ¿Qué cosa?
– Eso sólo es una faceta.
Me gustaría creer que sólo se trataba de eso; pero, la oscuridad de sus ojos me decía a gritos; que él pensaba quedarse aquí…
¡Me iba a dejar!
– ¿Le viste con detenimiento?
– ¿Cómo?
– Si lo hubieses visto con mis ojos, entenderías el porqué de mi angustia…
– ¿De qué hablas, Bill?
– Lo que él intenta decir, es que, la esencia de Tom no parecía ser sólo una fachada.
– ¿Andreas?
– Tom estaba eufórico, casi que salido de casillas por la fascinación del momento.
– No, esperen, ¿Qué están queriendo decir?
– Quizás…
– Tom esté pensando en quedarse.
– ¿QUÉ? ¿ESTÁN LOCOS?
– No Richelle, si lo visualizas con lentitud; te das cuenta que, esa es una posibilidad muy elevada.
– ¿Por qué haría algo así? No tiene sentido.
– Si lo tiene; para Tom, sus pecados son una carga que no ha podido liberar, sí garantiza nuestra subsistencia, brindándonos el boleto a la emancipación; su permanencia en Stuttgart, sería el descanso de su alma corrupta.
Andreas no podía haber sido más claro al respecto.
Eso era justo lo que me temía…
Desde un principio, él busco salvar nuestras vidas a cambio de la suya; cediendo todo su ser a aquella parte de su alma, que se encuentra manchada; sólo así, lograría expiar parte de la culpa, y esperaría consumirse en las llamas de la perdición…
Kong y Richelle se sumieron en un silencio ensordecedor; si nosotros lográbamos huir, eran ellos quienes tendrían que enfrentar las riendas sueltas del Rey, pues su estancia en Stuttgart, al igual que la de él, era permanente.
Era un hecho que Andreas y yo, saldríamos de aquí; no obstante, nada garantizaba que Tom nos iba a acompañar, por lo menos, de momento, ese no parecía ser el caso.
– No lo entiendo, en verdad, que no.
– Richelle, lo que menos necesitamos ahora es discutir al respecto; todos estamos demasiado agotados, es mejor que descansemos, ya mañana decidiremos que hacer.
– Está bien.
– Hay suficientes cuartos, cada uno, puede ir al que desee, dialogaremos mañana.
– De acuerdo.
Subimos las escaleras, y escogimos las respectivas habitaciones; cerré la puerta y me lancé a la cama, estaba destrozado, mis ojos se cerraron de inmediato, no pude evitar sumirme en un sueño profundo.
Me encontraba en medio de un salón blanco, no había puertas, ni ventanas; sólo un cubículo cerrado, y justo en el centro; yacía Tom…
Al principio, su rostro me veía con detenimiento, pero tan sólo unos minutos después, sus manos comenzaron a bañarse en sangre, y lo que en un inicio fue blanco; se convirtió en un mar rojo adimensional…
Las lágrimas recorrían sus ojos…
Él estaba sufriendo…
Su alma tan desolada y contrita…
Empecé a caminar para acercarme a él, pero cuando se percató de mis intenciones; cubrió su rostro con rapidez, como si se sintiera avergonzado…
– ¡No me mires! ¡Bill! ¡Por favor, aléjate de mí!
Su voz entrecortada y cargada de dolor; me pedía a gritos que lo dejara sumergirse en esa miseria; pero, yo no me detuve, llegué hasta él y me quede observándolo…
Tom continuaba llorando, y no dejaba que viera su rostro…
¡Tan vulnerable!
Llevé una de mis manos hasta las suyas, y me teñí de ese líquido tan espeso; al sentir mi calidez, Tom retiro de un golpe mi caricia y dijo:
– ¡No me toques! Vas a mancharte de mí inmundicia…
Mis ojos lo veían tan frágil…
Él estaba siendo devorado por la culpa…
Su indiferencia no era más que un reflejo del temor que tenía a mi rechazo…
Miedo a que lo juzgara…
Pánico a que lo abandonara…
Retome mi impulso, y esta vez, tome su rostro en mis manos; hice que sus ojos se adentraran en los míos; le sonreí para luego decirle:
– Si esto supone ser un pecado; nos responsabilizaremos juntos, mi amor.
Las lágrimas salieron sin control de sus ojos, bañaban sus mejillas, y él se había quebrado; lo enrolle entre mis brazos, aferrándome a esa parte de Tom que aún no era mía…
– Shhh, siempre estaré para ti. ¿Lo recuerdas?
– Bill…
– Estoy encadenado a ti.
Y se desplomó…
Como si el peso de sus trasgresiones hubiese sido cortado de raíz…
Percibí una voz que me llamaba con insistencia, interrumpiendo el sueño que estaba teniendo; abrí mis ojos y vi a Andreas cerca de mí, con lo que parecía ser una taza de café…
Me senté en la cama, recibí el detalle con mucho agradecimiento; sí que necesitaba algo de cafeína en mi vida.
– Buenos días, Andy.
– ¿Siempre que duermes tomas esa postura como si estuvieses muerto?
– ¿Es en serio?
– Parecías un cadáver; de hecho, Tom también duerme así…
– Si, si, cosa de gemelos, yo que sé.
– Ah, sí, ¡Buenos días!
– Demasiado tarde…
– Nunca es tarde para saludar.
– En fin, ¿Ha sucedido algo?
– Ummm, bueno, sí, pero, es tan extraño que no sé…
– ¿Qué paso?
– Esta mañana que abrí el grifo, salió un hilo de líquido rojo.
– ¿Rojo?
– Juraría, por mis conocimientos médicos, que se trataba de sangre.
– ¿SANGRE?
– Si, fue extraño, pero, luego, volvió a la normalidad.
– ¡Qué jodido!
– Si, fue espantoso.
– Andy…
– Dime.
– ¿Qué piensas? ¿Crees que él…?
– Bill, siempre tengo respuestas para todo; pero creo que esta es la primera vez en la que no sé qué contestar.
– Entiendo.
– Yo podría responder con firmeza, si se tratara de aquella parte que conozco de Tom, pero, lo que apreciamos ayer, en verdad, me consternó demasiado; no visualice ni siquiera un ínfimo destello del amigo que he conocido por años.
– Es cierto, fue aterrador.
– Por eso, pienso que debemos confiar en que las cosas saldrán de la mejor manera posible; porque si nos detenemos a analizar qué camino tomar, vamos a terminar estropeando todo.
– Andy, yo quiero que tú me prometas algo.
– Bill.
– Por favor, sólo así, lograré estar en paz.
– Dios, ¿Por qué me pones en esta situación?
– Lo necesito.
– Está bien, ¿Qué es?
– Si al finalizar el día 14, Tom no ha cambiado de perspectiva; tú te iras de aquí…sin mí.
– ¿QUÉ?
– No voy a dejarlo solo.
– Bill, escúchame un instante.
– No, Andreas, ya lo decidí.
– ¿Podrías sólo oír lo que tengo por decirte?
– Si…
– ¿Es justo?
– ¿Qué?
– Mientras Tom deja todo por ti, ¿Tú piensas tirar a la borda su sacrificio?
– No, Andy, es que no lo entiendes; yo no puedo irme sin él, mi vida acabaría allí.
– ¿Y Jörg qué? ¿Tu padre no cuenta? ¿Sabes lo que va a sentir al ver que ninguno de sus dos hijos regresó?
Jörg…
No lo había considerado…
Pero, Tom…
Él no…
– ¿Alguna vez has sentido que te falta el aire cuando ves a alguien?
– No…
– Así me siento yo, cuando lo veo, lo olvido todo, Andy; no sé qué decir, como comportarme, que pensar, me siento nervioso y ansioso, no sé qué esperar de él, pero, sus manos siempre logran confortarme…Su amor es todo lo que yo necesito, ¿Comprendes?
Andreas negó con la cabeza en repetidas ocasiones…
Soltó un breve suspiro y dijo:
– Te lo prometo.
– ¿Cuento con ello?
– Te doy mi palabra, Bill.
– Gracias Andy, te lo agradezco.
– ¿Sabes? Es injusto que me coloques en una situación así…
– Lo sé, y lo siento, pero, no tengo nadie en quien más confiar…
– ¿DISCULPA?
En ese momento, vi como Richelle ingresaba al cuarto; con una cara completamente indignada…
Viéndola así, me parecía una mujer sumamente tierna…
¿Acaso podía pensar en ella como una amiga?
– Richelle, debes tocar antes de entrar.
– ¿Por qué? ¿Necesitan privacidad o qué?
– ¿Qué insinúas rubia?
– Nada, mi amor, nada.
Andreas se levantó de inmediato de la silla, y adoptó una pose de superioridad; aquí venían, las discusiones absurdas de esta falsa pareja…
– ¿Cómo me dijiste?
– Mi amor.
– ¿Razones?
– Pues lo eres, ¿Qué esperabas?
– ¿Ah, sí? ¿Lo soy?
– Si, que tú te hagas el desentendido es otra cosa muy diferente…
Entonces, sucedió algo que en realidad no me esperaba…
Andreas sujetó la mano de Richelle, y con su mirada puesta en ella; le dijo:
– Lo que me molesta, es que me llames de esa manera como si se tratara de un chiste, ¿Quieres que te tome en serio? ¡Compórtate como tal!
Soltó su agarre y salió de la habitación…
¡Andreas estaba furioso!
Eso sí que no lo veía venir… ¿Acaso, le gustaba…?
¡WOW!
Richelle se quedó estática en su sitio, su rostro me demostraba que aún no procesaba toda la información…
– Hey, Richelle.
– ¿Ummm?
– Ven, siéntate junto a mí.
– ¿Qué? Ah, sí, ya voy.
Esa frase la había perturbado…
Bien, era obvio; ella sí que estaba enamorada de él, o bueno, eso era lo que podía deducir por el momento…
Se veía tan indefensa…
– ¿Te gusta?
– Ummm…
– ¿Cierto?
– S-Si…
– ¿Se lo has dicho?
– Lo he intentado, pero, soy muy mala con eso.
– ¿Qué le dijiste?
– Qué era inalcanzable…
La tristeza con la que soltó esas palabras, hacía que mi corazón sintiera complicidad en ella…
– ¿Y qué te respondió?
– Que le dejara reorganizar sus pensamientos, quería estar seguro.
¡Oh!
Eso era muy directo…
Así que, ¿Se está asegurando?
No creí que Andreas fuera tan serio…De razón se molestó hace unos instantes.
– ¿Lo amas?
Sus mejillas tomaron ese rosa tan tierno, y su mirada no conectaba con la mía…
¡Estaba avergonzada!
– Tranquila, no debes responder; sólo, déjame decirte algo.
– ¿Si?
– No creo que le seas indiferente.
– ¿No?
– No, de hecho, él está siendo serio al respecto, por eso, te sugiero que no hagas bromas, o comentarios que le provoquen una sensación de incomodidad.
– E-Entiendo.
– Déjalo, no le presiones, él vendrá a ti.
– ¿Tú crees?
– Si, sólo, no te menosprecies; eres una chica dulce, Richelle.
Una genuina sonrisa se asomó en su rostro, y me pareció entenderlo todo…
Ellos, «Los renegados» sólo necesitaban a alguien que les demostrara algo de afecto, estaban tan acostumbrados a sufrir, que una mínima muestra de aprecio, representaba el mundo entero…
Sentí que su mano se posó sobre la mía y dijo:
– Gracias, Bill.
– No me lo agradezcas, tú me has ayudado mucho aquí, eh.
– ¿Puedo preguntarte algo?
– Si.
– ¿D-Dejarías que fuera, algo asi como tú amiga?
Percibí como su ritmo se aceleró…
¿Estaba nerviosa por mi respuesta?
– No digas «Algo como»; eres mi amiga.
Entonces, me mostró la más grande de las sonrisas, y por un instante, sentí felicidad en medio de tanta desesperación…
Ojalá los días siguientes a eso, hubiesen sido similares; pero la verdad, es que, Stuttgart fue sometida al despotismo de su Rey; el silencio reinaba en la zona restringida, incluso, era casi imposible ver personas deambulando en las calles; el Sol se desvaneció por tres días enteros y parecía como si, la gente hubiese sido tragada de raíz.
Quien iba a imaginarse que esos eventos no eran más que el acto de apertura, a la catástrofe que iba a desencadenarse.
&
Salí de las instalaciones del Hospital convencido de que nada podría detenerme; mi plan iniciaba hoy mismo…
Tomé mi móvil y le llamé:
– ¿Jefe?
– Comiencen.
– Sí, Señor.
El incendio sólo sería el preámbulo a lo que estaba por desencadenarse; el objetivo era sumirlos en depresión, jugando con la debilidad de sus mentes, y aprovechando la ventaja para reducir los números…
WereWolf, ejecutaría algunas fases de la estrategia, pero había aspectos que sólo yo, podía comandar.
Llegué hasta el depósito de Kong, me senté por un momento y comencé a calcular el tiempo, el número de movidas, los recursos, y los problemas que podían generarse…
Sin quererlo, mis ojos se cerraron por completo y no fue hasta que escuché la melodía de mi celular que desperté.
– ¿Si?
– Jefe, ha iniciado.
– Bien, ahora, aguarden por él, estoy seguro que se lo encontraran de camino.
– Sí, Señor.
¿Cómo estaría Bill?
¿Acaso sentía la misma desesperación que yo al no tenerlo cerca de mí?
Deseaba con todas mis fuerzas, poseerlo con el desenfreno de días enteros de frustración…
Quería tocarlo.
¡Dios!
Como necesitaba percibir su esencia…
Mi pequeño…
Revisé el reloj, estaba a tiempo; una vez más, llamé a Albert, le di el recado correspondiente y le hice la advertencia de que no realizara ningún movimiento en contra de Karl; a fin de cuentas, él, era mi presa.
Me levanté, salí del depósito y me encaminé al Infierno que había creado…
En el trayecto, me encontré con mis subordinados; al igual que siempre, llevaban en sus manos, las herramientas que les propiné cuando los acepté como mis súbditos reales.
Ellos iban frente a mí, y yo, permanecía escondido tras la imponencia de esos 6 hombres…
Al pisar el suelo que se consumía por la expansión de los arboles quemándose; algo se revolvió dentro de mí; las voces desgarradas, los lamentos, el llanto, la desesperación que se percibía en el aire; enviaron una descarga a todo mi cuerpo…
Esa parte de mí que dominaba en los conflictos, se hizo presente y por esta vez, no la reprimí; sólo le di rienda suelta…Tanto fue el poder que cedí, que ni siquiera fui capaz de resguardar el horror frente a Bill.
Su mirada era tan clara; sabía que él estaba aterrado por mi indiferencia, pero, yo no podía hacer nada para contrarrestar la potencia con la que mi sed de sangre se había instaurado; las condiciones actuales de Stuttgart eran como un Banquete para mi bestialidad…
Vi que Andreas se lo llevo, y en gran medida, lo agradecía; porque quizás, unos minutos más tarde, habría cometido una estupidez de la que no me hubiese podido retractar…
Recorrimos toda la zona restringida, expurgando a todos aquellos que se oponían a mí; en ningún momento, vi a Karl; motivo por el cual, ordené que cada uno iniciara los preparativos para el sabotaje de los depósitos de alcohol, y yo, regresé a la Bodega de Kong.
Fui hasta la única habitación que tenía el sitio, y me tire en la cama; el sueño se apodero de mí en cuestión de segundos, llevaba días sin tomar un breve receso y si no recuperaba algo de energía, iba a terminar por consumirme.
En medio de aquel descanso; tuve un sueño tan peculiar que desearía no repetir…
Bill y yo estábamos en un cubículo blanco, sin salidas por ninguna abertura…
De repente, mis manos se llenaron de sangre y yo, sentía como el peso de mis pecados me inundaba de culpa…
Lo peor, es que, mi pequeño había ignorado el estado tan deplorable en el que me encontraba y me hizo saber que estaba dispuesto a ensuciarse con tal de estar a mi lado…
Sabía que Bill era capaz de eso, pero, ¿Se lo merecía?
Yo, desde un principio, fui egoísta con él; y aun así, Bill insistía en no apartarse, incluso mi pasado no fue razón para alejarse…
Me descolocaba por completo que existiera alguien como él…
Tan inocente como para creer que las manchas de los puros pueden sanar a base de amor…
Si de algo estaba seguro, era que, después de la muerte, sólo me esperaban las puertas del Inframundo, donde iba a recibir el castigo por creerme un dios en la Tierra.
¡Lo aceptaba!
No obstante, prefería recorrer ese sufrimiento solo y no de la mano de mi pequeño…
Mi móvil comenzó a sonar; era Albert…
– ¿Hecho?
– Sí, Señor.
– Bien, ahora, manténganse en la vanguardia hasta nueva orden.
– Como desee.
Con el alcohol fuera de juego, sin la droga por distribuir y la próxima clausura de «La Jaula», era más que evidente que las personas que restaban en los Barrios Bajos estaban desesperadas, algunas de seguro creían que la hora del final se acercaba…
Por los informes de Albert; sabía que las bajas superaban las 70 personas; sin contar las que se habían lanzado del puerto…
Eso sí que era algo que no me esperaba…
Yo, recordaba que las personas de Stuttgart tenían un poco más de espíritu que ese; esperaba los suicidios para el noveno día, y no el primero; eso significaba que la suerte estaba de mi parte.
Tras pasar el quinto día, venia el desvanecimiento del Sol; llevé los químicos correspondientes, disperse el líquido por el lugar y cree las nubes que necesitaba para ocasionar la oscuridad requerida…
Mientras ellos percibían el terror; yo sólo aguardaba en el Depósito…
Esperando el momento de mostrarme…
En esos tres días, enviamos los carteles a editar; justo en la madrugada del día numero 9; recorrimos cada parte de la zona restringida, colgamos los carteles y regamos todos los panfletos en las calles…
Faltaba menos del cuarto para las 6:00 am; Karl tendría que salir de ese Bar y se dirigiría hacia la casa de Black; el único lugar donde podría conciliar el sueño…
Por eso, lo interrumpiría en el camino; asi, la tortura psicológica lograría desgastarlo aún más…
Debía jugar todas las cartas posibles, de lo contrario, vencerle no sería fácil.
Lo espere en una de las esquinas que conectaban la calle para llegar hasta la residencia de Black; vi cómo se apresuraba en el recorrido; su aspecto me demostraba que en efecto, estos días le estaban pasando factura…
¡Parecía estar a punto de enloquecer!
Su rostro se contrajo en una mueca de fastidio al ver su alrededor; mis designios estaban por todas partes…
¡No podrás huir de mí aunque quieras!
Tomó uno de los papeles que residían en la calle, y al arrugarlo, lo lanzó al suelo; pero, me adelante a su movimiento y lo tomé en mi mano; mantuve una distancia prudente para no desatar un enfrentamiento temprano…
Aun no era el tiempo…
Faltaban cinco días por abarcar…
No levanté mi rostro, pero sonreí por la euforia que me ocasionaba el saber que en frente de mí, estaba la presa con la que deseaba jugar por mucho tiempo; hasta que sus huesos se volvieran polvo y su sangre hubiese llenado todo mi cuerpo…
– ¿Lo disfrutas? El paraíso que he creado para ti, Ángel de la Muerte.
Me quite la capucha, y revele mi rostro ante él…
Sus ojos parecían salirse de las orbitas; no lo podía creer…
– ¿Se te ha olvidado cómo hablar?
– Tom…
– ¿Esperabas a alguien más?
– ¿Qué quieres?
– De momento nada, sólo, deseaba preguntarte algo.
– ¿Qué?
– ¿Has descansado bien? ¡Tienes un aspecto terrible! Veo tus ojeras a metros… ¿Alguien te está quitando el sueño?
– ¡Cabrón!
– Calma, todavía no es el tiempo, sólo pasaba a darte una advertencia.
– No iré a ningún lado.
– ¿No?
– No.
– Cuando no quede rastro de ti, ni de tu gente, ni de tus amigos, ni de todo lo que has construido; no pienses suplicar.
– No lo haré, sólo, ten en cuenta algo.
– ¿Qué?
– Él aún está en mis manos.
Albert llego justo a tiempo en la moto para sacarme de allí…
Sus palabras no me preocupaban en lo absoluto; Bill estaba a salvo, de eso no me cabía duda; pero, la superioridad con la que lo dijo, si me había cabreado…
¿Acaso el creía que tenía una remota posibilidad de lastimarle?
¡No me gustaba su aire de confianza!
Justo como lo había predicho; los panfletos hicieron de las suyas, las personas entraron en un conflicto total y al inicio del día numero 10; más de 80 personas partieron hacia otras ciudades de Alemania.
El desplazamiento era masivo y sólo me restaba esperar a que me dieran la cifra exacta de las personas con las que Karl contaba…
– Jefe.
– Escucho.
– No más de 20 personas.
– ¿Estás seguro?
– Sí, señor.
– Bien.
Necesitaba ¼ de los miembros, y había obtenido más que eso; sus números se reducían a 20 personas; eso sí que era una cifra que podía manejar por mi cuenta…
Llamé a mi personal y les dije:
– Señores, hasta aquí llega su estancia.
– Jefe…
– Nunca tuve la oportunidad de decirlo, pero, son el orgullo de mi Legado.
Todos asumieron una postura firme, e hicieron una reverencia ante mí…
¡Su lealtad trascendía los límites comunes!
Me acerqué a cada uno, apreté sus manos, y me despedí de ellos; no sin antes decir:
– Recuerden algo.
– Sí, Señor.
– Ustedes fueron los únicos que se ganaron el privilegio de caminar bajo mi sombra; por eso, permanezcan siempre con la cabeza en alto, pues no existe nadie capaz de hacerles frente, ¡Son Leones! ¡Mis hermanos! ¡Mi camada!
– Sí, Señor.
Tras finalizar mi retiro; vi como sus figuras se extinguían por la puerta…
A estas instancias, Karl y sus súbditos estaban soportando la tortura auditiva que le había preparado…
El ruido los iba a enloquecer…
Los días 12 y 13, sólo los prepararía para el enfrentamiento final…
&
Abrí mis ojos, dirigí mi mirada al cielo, suspire aliviado, por fin, llegaba el momento decisivo…
A estas alturas, Bill estaría lejos de aquí…
Junto a Andreas y Richelle…
Yo, sólo debía esperar por él…
Mi cuerpo se alertó de repente…
Fije mi mirada al frente, y lo observé…
Karl estaba preparado, de eso, no cabía duda alguna…
Se despojó de sus miedos…
Y al verlo correr en mi dirección, lo entendí…
– ¡El duelo final había comenzado!
Continúa…
Gracias por la visita.