«Reverse III» Fic de Alter Saber
Capítulo 73: Sentimientos
«Los sentimientos son más peligrosos que las ideas, porque no son susceptibles de evaluación racional. Crecen en voz baja, extendiéndose bajo tierra y estallan de repente, por todos lados»
(Brian Eno)
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La esencia, y en sí, el ser humano, poseen una particularidad tan conveniente, que no permite copias; todos son un infinito cosmos de singularidades, que no pueden ser repetidas; cada quien goza de un número incalculable de características que lo convierten en un ente irrepetible…
Ya sea el carácter, aroma, risa, personalidad; cada pequeño detalle describe a un individuo como alguien excepcional…
Y ya que mis brazos han logrado tocar de nuevo, la majestuosidad de su belleza; me repito a mí mismo, que no existe en el mundo, una mujer más hermosa que ella…
Sólo su tacto es suficiente para reavivar mi alma de este sufrimiento que supone su perdida…
A mi lado, esta la única persona que juro no dejarme y al parecer, sigue aquí…
Mi madre lucía completamente resplandeciente, como si nunca se hubiese ido; tan cargada de emociones coloridas que contagiaban mi espíritu derrotado; siempre decía: «Si ella estuviese aquí…»
Ahora, cuando su cabeza se recuesta en mi pecho, y sus delicadas manos brindan sutiles caricias a mi espalda, es allí, donde recuerdo la versatilidad de mi madre; ella se sentía en paz, su corazón latía a un ritmo constante, sin variaciones, su respiración era casi un susurro; mientras yo, me encontraba exaltado por la impresión…
¿Sería real?
¿De verdad estaba junto a mí?
¿Era ella?
Levante mi rostro, y obligue a mis ojos a entrar en contacto con esas cuencas azules que tan hipnotizado me dejaban; Simone sólo sonreía, pero sus mejillas se veían cubiertas de mares de agua…
Estaba llorando…
Su felicidad era la mía…
No me dejaste, tú, no me abandonaste, mamá…
¡Gracias!
Sumergidos en una burbuja irrompible, mi madre llevo sus manos hasta mis mejillas y quito el rastro de mis lágrimas, como si deseara decirme que, no era necesario estar triste; sin embargo, había un asunto sin tratar…
Tom…
La muerte de mi gemelo, sí que desboronaría esa silueta tan sofisticada; pues ella logro sobrevivir, y ni así, fue posible conocer a mi otra mitad…
¡Se sentiría devastada!
Ambos nos observábamos, y con la agilidad de siempre, ella noto de inmediato que mi semblante cambio; al percatarse, indago:
– Cielo, ¿Qué sucede?
Cielo…
Su cariño reflejado en una mimosa forma de llamarme…
¿Cómo se lo explicaría?
¿De qué manera justificaría que mi subsistencia se debía a su sacrificio?
Yo, aun me sentía impotente de saber que él no había logrado salir vivo de ese infierno terrenal; y todo, por sacarnos de allí con vida, a costa de la suya…
Quizás, mi madre sufra de un estado temporal de depresión; no obstante, era Jörg quien me comía la cabeza…
Tom había sido su todo durante 19 años de su existencia…
Nada de lo que hiciéramos, lo traería de vuelta…
¿Entonces?
¿Cómo vivirá sin su pequeño?
¿Perdonara que yo haya sido el motivo de su desaparición?
A lo lejos, escuché:
– ¡JORG! ¡JORG! NO, NO NO, ESPERA, NO TE PUEDES IR, NO PUEDES, ¡JOOOORG!
– Sam, rápido, tráeme una bolsa, ¡DE INMEDIATO!
– Cómo ordene, Joven Andreas.
Mi mirada se centró en la escena que se desarrollaba cerca de nosotros…
Jörg estaba de rodillas en el suelo, sus ojos parecían estar rodando por completo, su piel pálida, y sus manos sacudiéndose por los nervios; no gritaba, no lloraba, sólo, respiraba con dificultad…
Mis ojos se inundaron por la preocupación, y sin pensarlo mucho, grité:
– ¡PAPÁ!
– Jörg, ¿Qué pasa?
Simone y yo corrimos hasta él; mi madre sostuvo sus manos, y trataba de calmarlo; mientras yo le tome el rostro en las mías, necesitaba que él me viera; no era mucho, no podía compararme, no le daría lo mismo que él, pero, al menos, yo, había sobrevivido…
¿No sería motivo suficiente para desear vivir?
Dime, papá, ¿No puedo intentarlo?
– Papá, mírame, por favor, mírame…
– Aquí tiene, Joven Andreas.
– Bill, dame permiso.
Nos apartamos de allí, mientras Andreas le colocaba la bolsa a Jörg en la boca, para que su respiración se apaciguara, y así, pudiese tomar el oxígeno que necesitaba…
Poco a poco, su acelerada inhalación se tranquilizó…
Fue hasta ese momento, en que mi madre, me tomó de la mano, y apretándola, dijo:
– ¿Él no pudo venir?
La culpa, la frustración, la impotencia y el miedo, me calaron al mismo tiempo; no deseaba responderle; quería decirle que él llegaría en cualquier momento, pero, no era correcto engañarnos de esa manera…
Tom había partido de este mundo…
Ni siquiera pude rozar sus labios una última vez, o embriagarme de su aroma tan particular…
¡Nada!
No me dejaste…
Sólo te fuiste, sin siquiera permitirme estar a tu lado…
Sabía que eras cruel, pero, no a este punto…
Mi madre esperaba mi respuesta ansiosa, y yo, seguía sin poder contestar; sólo, asentí en respuesta y ella, cerro sus ojos por un momento, soltó un breve suspiro y se dirigió hasta Jörg…
– Mírame.
– ¿Simone?
– Si.
– ¿Dónde está mi pequeño?
– Él se ha ido, Jörg.
– No, no, no, eso no es verdad, Tom dijo que regresaría, él nunca me mentiría; él no…
– Cielo, sólo, mírame…
Sus miradas se conectaron por un momento, y parecía que la luz de mi madre, atravesaba con vehemencia los ojos de mi padre; él tomó sus manos y sin más, su llanto hizo eco en todo el lugar…
Simone lo abrazo, y con un gesto, me pidió que me acercara y la imitara…
Tenía miedo…
¿Y si el rechazaba mi tacto?
Me arrodille, y lleve una de mis manos hasta su hombro; su rostro se levantó y al observarme, sus brazos me envolvieron con tanta fuerza en medio de ellos, que creí que no podría respirar…
– Mi bebé, mi pequeño y dulce bebé; gracias a Dios te encuentras bien, Bill.
Entonces, las murallas que me separaban de él, cayeron una a una; el temor de no ser bien recibido, desapareció; las razones para no dejarle entrar a mi alma, se disiparon con rapidez…
Mis manos, apretaban con fuerza su camisa; me aferré a él…
– Papá, lo siento, lo lamento tanto…
– Tú no tienes nada por lo cual estar arrepentido…
– Pero él…
– Fue su decisión, y la respetaremos.
– Perdóname.
– ¿Por estar vivo?
– Y-Yo…
– No te culpes, sólo, mantén vivo el amor que él sentía por ti ¿Si?
– Si…
– Te amaba más que a sí mismo, lo sabes, ¿Verdad?
– Lo sé…
Nos colocamos de pie como pudimos y tratamos de mantener la calma; sin embargo, al verlo, supe que la noticia lo había perforado por completo…
Andreas sostenía a Sam para que no se cayera; al parecer, sus rodillas no querían soportarlo, y sus lágrimas, emanaban de una manera tan silenciosa…
– ¡Mi niño!
– Sam, ya, ya, cálmate ¿Si?
– No, él no puede estar muerto, es mi niño…
– Sam, lo sé, te entiendo, pero, hay que afrontarlo…
Podía percibir como Andy trataba de contener su llanto para no generar más lastima, mientras Rick tenía su rostro centrado en cualquier otra cosa que no fuera el desastroso escenario que se estaba desarrollando…
Mi padre se dirigió hasta Sam y posó sus manos en sus hombros, sacudiéndolo un poco; viéndolo directo a los ojos, dijo:
– Sam, escúchame…
– No, no, no es verdad, ¡Dígame que no es cierto! Se lo suplico.
– ¿Recuerdas las palabras de Tom antes de irse para Stuttgart?
– Sí, Señor.
– ¿Qué te dijo?
– Que cuidara de usted…
– ¿Acaso no era esa su despedida? Desde un inicio, él sabía que no volvería; sólo que, no quiso alterarnos, ¿Lo entiendes?
– Pero, él no merecía…
– Mi hijo hizo cosas de las que no está orgulloso, y quizás, esa fue su manera de expiar sus pecados.
– Yo…
– Lo sé, pero, Tom no quería involucrarnos en ello; es nuestra salvación la que le otorga paz.
– Señor…
– ¿Podemos pensar en que nuestra seguridad le permite estar tranquilo, aun después de la muerte?
– Ummm…
– ¿Sam?
– Si, Sr. Trumper.
– Además, sé que su partida no fue en vano; todo, sin excepción alguna, salió de acuerdo a su plan; eso es suficiente para sentirme orgullo de mi pequeño. ¿Tú no lo estás?
– Claro que sí, Señor.
– Veneremos su memoria, pero, no nos consumamos por la tristeza; así, él podrá estar en paz, donde sea que se encuentre; sólo, no atormentemos sus recuerdos…
– Sí, Señor.
– Por favor, acompáñenme, entremos ya.
Tome la mano de mi madre; mi padre iba abrazado a Sam, Andreas y Rick también tenían sus brazos unidos, y Richelle estaba tras de ellos…
– Richelle.
– ¿Si?
– Ven.
Cuando se acercó, la tome de la mano y la lleve junto a mi madre; ella debía sentirse algo aislada en un contexto tan familiar como este…
– Bill, yo creo que…
– No irás a ningún lado, te quedaras con nosotros; eres nuestra amiga.
– Bill…
– Sin replicar, Señorita.
– Está bien.
Ingresamos a la casa, y nos dirigimos hasta el comedor; la comida estaba servida, pero, nadie tenía el apetito suficiente para pasar algo de alimento; los ánimos estaban por los suelos; sin embargo, debíamos hacer el esfuerzo…
El desayuno paso sin más…
Mi padre nos pidió que nos reuniéramos en el salón, y cuando estábamos todos sentados, levanto a mi madre de su asiento, prosiguiendo:
– Sé que la noticia los tomara por sorpresa, pero, en medio de tanto dolor; hay un acontecimiento digno de felicidad; Andreas, Sam, ella es Simone; la madre de Tom.
Andy saltó del sillón, y se quedó pasmado en esa posición; sus ojos inspeccionaban con minuciosidad a mi madre…
Sin tiempo para meditarlo, Andreas corrió hacia Simone, y la abrazo con mucha fuerza; sabia los motivos por los cuales había reaccionado así…
Andreas, tan fiel como siempre…
– Usted no sabe el placer tan enorme que siento en mi ser entero, de conocer a la mujer que me dio el privilegio de conocer al hermano más maravilloso que he tenido.
Ojalá pudiese demostrar mi gratitud de alguna manera…
Pero, durante 10 años; su hijo fue la razón de mis alegrías; él me enseño lo que se siente ser aceptado…
Yo…
Como me gustaría que él estuviese aquí, para decirle; pero, ya que no se encuentra junto a nosotros, quiero que sepa esto:
Tom anhelaba conocerla, él decía que usted lo hacía sentir en paz; la amaba, sin haberla visto, estaba irremediablemente…él…
El llanto de Andreas llenaba el salón, y mi madre lo escuchaba con atención; sin apartar sus brazos de él, llevo una de sus manos hasta sus dorados cabellos, y comenzó a acariciarlo, como si deseara liberar su sufrimiento…
– Andreas, ¿Verdad?
Él sólo asintió en respuesta, y no era capaz de soltarla; es como si estuviese tomando el lugar de Tom, él se sentía tan destruido porque su mejor amigo, no podía gozar de la dicha de tener a su madre entre sus brazos…
– Gracias por decirme todo eso, para mí, es un regalo irremplazable; sin embargo, quiero que sepas algo…
– ¿Si?
– Soy yo quien debe mostrar su entera gratitud hacia ti; pues has sido tú quien ha estado allí para él, cuando yo no pude hacerlo; queriéndolo como un hermano, protegiéndolo como si fuera tu hijo, y apreciándolo cada vez más…
– Pero yo no pude traerlo… ¡Lo siento!
– Cielo, tú me regresaste a Bill, ¿Qué más puedo pedirte?
– Lo lamento…
– Shhh, no hay nada por lo cual tengas que disculparte, Andreas.
Mi madre quitaba el rastro de sus lágrimas, y de repente, todos estábamos en la misma situación; era imposible no romper en llanto cuando éramos conscientes de las circunstancias…
No obstante, Simone estaba a punto de demostrar, porque era el ser más perfecto del Planeta…
– Sé que esto no es sencillo, quizás, no sea nadie para hablar en plural; pero, lo entiendo, en verdad, comprendo su dolor, y más cuando, en carne propia sufro la pérdida de un hijo al que sólo tuve el privilegio de cargar por tan sólo tres meses de su vida…
Tal vez, no lo conozca como ustedes, puedo no saber sus gustos, ni que lo asusta, o cual es comida preferida; no lo sé, pero, por la manera en la que todo resulto, me es fácil concluir sólo una cosa: Tom era una persona de corazón noble.
Se necesita de una valentía tremenda para sacrificar tu existencia, a causa de la salvación de otros; y él no dudo ni por un solo instante…
Los días pasaran, el dolor menguara; pero, jamás desaparecerá, pues su ausencia será un remanente frecuente en nuestras mentes; no obstante, en vez de recordarle con tristeza, ¿Por qué no dejan que yo lo conozca a través de ustedes?
Hagan de sus experiencias junto a Tom, las piezas que formaran el rompecabezas que hay dentro de mí.
¡Quiero saber de él!
Así que, ¿Me conceden eso?
Las lamentaciones cesaron…
Y ahora nos acobijaba un sentimiento de complicidad, es como si hubiésemos unido los hilos de nuestros destinos para perpetuar su memoria…
Tras su intervención, mamá recomendó que todos fuéramos a descansar…
Cada uno tomó una habitación; mi padre se dirigió a la suya y mi madre vino a la mía…
Entramos al cuarto; ella se sentó en la cama y me invito para que la acompañara…
– ¿Cómo te encuentras?
– No lo sé, mamá, sólo siento un enorme vacío…
– Bill, sé que ese tema no es sencillo, pero, quiero que lo abordemos cuanto antes.
– ¿Si?
– ¿Es cierto que Tom y tú eran pareja?
¡CRACK!
Mi congelada memoria, fue fundiéndose, gracias al aumento repentino de la temperatura de mi cuerpo…
No era sólo vergüenza, sino pánico a su respuesta…
¿Papá se lo habría dicho?
Sentía como mi cara se sumía en un rojo profundo…
¡Iba a estallar!
– Por tu reacción, no me queda más que creer que fue asi.
– Mamá, antes que nada…
– Voy a escucharte, no te preocupes.
– ¿Lo harás?
– Claro mi cielo, yo, deseo entender que los llevo a eso…
– ¿No te enojaras?
– No puedo prometer nada…
– Entiendo.
– Sólo, dejaré que hables.
– Si.
– Comienza.
– No, espera un momento.
– ¿Qué?
– ¿Cómo es eso que sigues viva? Yo te vi…
– Eso no es relevante ahora, te lo diré después.
– ¿Segura?
– Si, si, te escucho, Bill.
– Bueno, no sé ni por donde comenzar.
– Por el inicio.
– Mamá…
– Ya, ya, empieza.
– Cuando llegué aquí, escuché unos ruidos provenientes de la cocina, y como nadie había venido por mí, pues, decidí ir a revisar.
– Ajam.
– Y al llegar, lo vi.
– ¿Y que más…?
– Me pareció un chico raro, es decir, su estilo era demasiado particular.
– ¿Cómo vestía?
– Como un rapero.
– ¿Rapero?
– Si, su ropa era seis veces su talla normal, y tenía rastas.
– ¿Rastas?
– Como un trapeador.
– Jajaja, ¿En serio?
– Sí, pero lo peor, es que le quedaban realmente bien.
– Ya veo.
– Sus ojos eran como los tuyos.
– Ummm…
– Me quede observándolo, y luego hicimos contacto visual.
– Ajam.
– Su mirada era tan intensa que me paralice por completo, ¿Sabes? Nadie, nunca, me hizo sentir de esa manera; sus ojos me inspeccionaban a fondo y luego él, sonrió.
– Y tú, te sonrojaste.
– Mamá…
– Si, si, ya, continua.
– Él me confundió con una mujer y a los dos minutos de cruzar palabra, ya estábamos discutiendo, porque, al igual que tú, Tom tenía un genio desbocado.
– Entiendo.
– Ese encuentro tan predestinado, fue el motivo de toda mi perdición. Tom jugó con mis reacciones a su antojo, provocándome, incitándome, y luego, cautivándome.
– Bien.
– Ese mismo día, el irrumpió en mi cuarto y me beso.
– ¿Tan rápido?
– Oh, sí, él no era una persona muy paciente; siempre posesivo y muy celoso.
– ¡Dios! De verdad que es mi copia exacta.
– Hubo varias confrontaciones, y él en un intento de no lastimarme; quiso dejarme, entonces yo…
– Saliste huyendo.
– Si.
– ¿Qué paso luego?
– Él me busco y yo le declare mi amor.
– ¿En ese entonces?
– No sabíamos nada, yo sentía una conexión más allá de lo normal con Tom; pero, lo atribuía más a una cuestión del amor, que a un lazo fraternal.
– Comprendo.
– Él y yo, bueno…tú sabes…
– ¿Tuvieron sexo?
– ¡SIMONE!
– ¿Qué? Siento curiosidad…
– Mamá, ¿Podrías comportarte?
– Sí, sí.
– Pareces estarlo disfrutando.
– Bueno, es que ustedes, son justo como nosotros.
– ¿Nosotros?
– Jörg y yo.
– Oh…
– Por eso, es como si estuviese reviviendo mis años de amor juvenil a través de tu historia con Tom…
– ¿No sientes…?
– ¿De mis propios hijos? No, claro que no. Lo que en realidad me preocupa, es que, si la situación hubiese continuado, y en algún momento, alguien de mala fe se enterara; ustedes habrían tenido que huir de aquí, pues sabes que el incesto es un crimen ¿No?
– Si…
– Es eso lo que me altera; saber que se amaron, y que nadie entendiera esa manera tan excepcional de unirse como uno solo.
– Pero, ya no hay nada de qué preocuparse…
– Bueno si, pero, dime algo.
– ¿Si?
– ¿Te gusto estar con un hombre?
– ¡Por el amor de todos los dioses, Simone!
– Es una duda, ¿Qué te cuesta contestar?
– ¿Es en serio?
– No tenía ni idea de que fueras gay.
– No lo soy, es sólo que…
– Sólo, Tom.
– Sólo, él.
– Entiendo, bueno, menos mal que no le partí ese palo de escoba a Jörg en la cabeza.
– ¿QUÉ? ¡DIOS! ¿ESTÁS LOCA, MUJER?
– Él tiene la culpa, me soltó esa bomba sin precauciones, y bueno, mi instinto hablo primero que mi razón, ¡No me culpes!
– ¡Por Zeus! Ustedes sí que son idénticos.
– ¿Bill?
– ¿Si?
– Lo que Andreas dijo… ¿Es cierto?
Por primera vez en el día, Simone mostraba su verdadera tristeza; era más que evidente que había contenido las ganas de no romperse en frente de todos; deseaba ser un apoyo, pero ahora que se encontraba a solas conmigo; develaba su sensible naturaleza…
– Él y yo, hablamos sobre ti.
– ¿Lo hicieron?
– Si.
– ¿Qué le dijiste?
– Que eras una gruñona.
Su mano impacto en mi cabeza con fuerza…
Como siempre, tan carente de delicadeza…
Simone, a fin de cuentas…
– ¿Por qué le dijiste algo como eso? Me hiciste quedar mal.
– A Tom le causo gracia.
– Jum.
– Él de verdad, te amaba, mamá.
– ¿Si?
– Claro que sí, incluso dijo que le hubiese encantado conocerte.
– Ummm…
– Yo le dije que vivirían peleando por todo y ¿Sabes que respondió?
– ¿Qué?
– Que aunque eso fuera cierto; también se amarían más que cualquiera.
Una sonrisa nostálgica se asomó en su rostro…
Ya las veía venir…
Simone se acercó a mí para que la refugiara en mis brazos, justo como lo he hecho desde que era un niño…
– Tranquila, él de verdad te quería conocer, no te culpes por nada ¿Si?
– Mi pequeño…
– Lo sé.
– Mi tesoro…
– Lo será siempre, mamá…
– Mi bebé.
– Tuyo, sólo tuyo.
– ¿Mío?
– Es tuyo, al igual que yo, mami.
Nos quedamos así por un tiempo más…
Dejamos a un lado nuestros lamentos y le comente algunas cosas de Stuttgart…
Ella debía saberlo, quizás así, lograra perdonarlo…
– ¿Mamá?
– ¿Si?
– ¿Qué tanto te dijo Jörg sobre la situación en Stuttgart?
– Que Blake había sido el responsable de llevarte hasta allá.
– Ummm.
– Dime algo, ¿Te hicieron daño?
– No, mamá.
– Gracias a Dios.
– ¿Sabes por qué?
– ¿Por qué?
– Porque Blake me protegió.
Los ojos de mi madre se abrieron con asombro ante semejante confesión…
No era para menos…
Ella pensaba lo peor de Blake, y yo creía que él no merecía ser recordado de esa forma…
– ¿Cómo?
– Él me llevo hasta Stuttgart, pero, no me ultrajo, no abuso de mí, sólo, me cuido.
– ¿Qué pretendía?
– En medio de su equivoca percepción del amor; deseaba que yo fuera feliz a su lado, pero, no sabía cómo demostrarlo sin atemorizarme.
– Bill, ¿Estás hablando en serio?
– Si, él era un poco torpe ¿No lo crees?
– Él fue quien me…
– Lo sé, mami, tengo conocimiento de ello.
– ¿Entonces?
– Cuando estábamos allá, hubo una ocasión en la que un tipo muy peligroso se interpuso en nuestro camino; y Blake se sacrificó para ponerme a salvo.
Mi madre enmudeció de inmediato…
Era algo difícil de creer, pero, la realidad de los hechos acontecidos no era mentira; Blake había dado su muestra de amor, a través, de su muerte…
– Bill…
– Además, cuando Tom estuvo en Stuttgart, fue Blake quien lo salvo.
– ¿Cómo dices?
– Él coloco a Tom bajo su resguardo y le dio todas las herramientas para que sobreviviera en esa ciudad.
– Blake…
– Sé que no es sencillo, pero, él en su intento fallido por encontrar la pureza que tanto admiraba; hizo cosas que no voy a justificar, pero, él que haya cuidado de Tom y que arriesgara su vida sin dudarlo un solo segundo, me parece reconocible como para perdonarle.
– ¿Lo perdonaste?
– Si, mami, él lo merece.
– Ummm…
– No era malo, sólo algo torpe.
– Entiendo.
– ¿Y si lo redimes?
– Agradezco sus acciones, pero, él intento abusar de ti.
– Y me dio la oportunidad de vivir, también.
– Cielo.
– Quiero que Blake descanse en paz, al menos después de la muerte, merece estar tranquilo.
Sé que sentía remordimiento por haberte hecho eso, y más porque yo se lo recrimine; pero, aun así, él no lo hizo por placer, sólo en medio de la desesperación de obtenerme, lo considero correcto.
– Comprendo.
– ¿Qué dices?
– T-Te creo, Cielo.
– ¿Si?
– Si.
– Gracias, mamá.
– ¿Pasaron muchas cosas en ese lugar?
– Si, ni te imaginas; pero, puedes sentirte orgullosa, Tom estructuro una estrategia digna de admiración; acabo con todo, por el mismo, sin exponer a su mejor amigo y, a mi…
– Eso veo, ¿Andreas no está enamorado de él?
– ¿Qué? ¡NO! Dios, ni se te ocurra preguntarle…
– Tengo curiosidad.
– ¡Mama!
– Ya, no diré nada, es sólo que…
– Andy es como Geo y Gus.
– Por cierto, ¿Dónde están?
– Fueron a «Solucionar» algunos asuntos, y dijeron que, regresarían después.
– Los veré…
– Si, y se volverán locos cuando te vean; creo que se te abalanzaran encima.
– No, si yo no lo permito.
– Jajajaja, no seas así.
– Bill, pesan más de 120 Kg entre los dos, me matarían.
– Entiendo.
– Sólo, seré yo quien se abalance sobre ellos.
– Ah, o sea que, ¿Eso era lo que en verdad querías no?
– Jajaja, ¡Me has atrapado!
– Mami.
– Dime, cielo.
– No sabes cuánto te amo, de verdad, no puedo sólo ponerlo en palabras.
– Oh, cariño, no necesito que lo digas; sé que es así, soy la mejor mamá del mundo ¿Qué creías?
– Dios, ¿Podrías ser seria?
– Está bien. Yo también, mi pequeño.
– Gracias por estar aquí.
– Gracias a ti, por regresar a mí.
Nuestra conversación abarco los detalles de su supuesto suicidio, y muchos de los eventos que acontecieron tanto en Frankfurt como en Stuttgart…
Me sentía en calma, al menos, de momento.
Aun así, sabía que al llegar la noche, cuando a mi lado no estuviesen esos fuertes brazos para acobijarme, la tormenta llegaría, y con ella, el dolor de su ausencia…
La puerta sonó y Sam habló:
– ¿Joven Bill?
– ¿Si?
– El Sr. Trümper solicita su presencia en el salón.
– Ya vamos.
– De acuerdo.
Salimos de la habitación, bajamos las escaleras e ingresamos al salón…
Estaban todos reunidos, sólo que, ahora nos acompañaba Gates…
– Siéntense, por favor.
Mamá fue al lado de Jörg, y yo, me senté junto a Richelle; mientras Gates comenzaba a hablar.
– No lo he encontrado.
– ¿Cómo qué no?
– Sr. Trümper, no hay rastro alguno.
– Esperen, ¿De qué hablan?
– Esta misma mañana, le ordene a Gates para que buscara el cuerpo de Tom.
– ¿Cómo que no está?
– No, de acuerdo a las indicaciones de Andreas, el cuerpo no está.
– ¿Cómo es eso posible?
– No lo sé, Señor.
¿Cómo que no estaba?
Lo del disparo había sido apenas la noche anterior…
¿Acaso alguien se habría llevado su cuerpo como un trofeo de guerra?
No sería extraño…
Con esa manera tan macabra de comportarse, el cuerpo del «Rey» sería un botín inigualable…
Sin embargo, la incertidumbre se disipo; cuando sin previo aviso, mi corazón comenzó a saltar en mi pecho…
¿Qué era esto?
Las emociones iban en aumento, y mi respiración estaba acelerada…
Me puse de pie y salí del salón, en busca del origen de aquellas sensaciones que sólo alguien había sido capaz de hacerlas brotar…
Me di cuenta que, todos empezaron a seguirme, como si pudiesen presentir lo mismo que yo…
Y no fue hasta que escuchamos su voz, que pudimos comprobarlo:
– Hey, ¿Por qué esas caras largas? ¿Acaso se les murió alguien?
Continúa…
Gracias por la visita.