«Reverse III» Fic de Alter Saber
Capítulo 75: Amor
«La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener»
Si de algo estaba seguro, era que Tom tenía más vidas que un gato…
¿Cómo carajos termina sobreviviendo a situaciones tan extremas como las vividas en Stuttgart?
Me era casi imposible creer, que en efecto, había regresado…
Sentía el peso de las últimas semanas en aquella ciudad; no sólo el estrés, sino la desesperación, frustración y preocupación constante a la que estuve sometido a causa del idiota animal que tengo por amigo.
Jörg se había encargado de informarles a mis padres la situación; sólo les dio detalles de lo que sucedió, y ellos no colocaron resistencia; sabían que, aun si me lo hubiesen prohibido; yo habría encontrado la manera de escaparme para ir con Tom.
De hecho, mi relación con ellos, era más bien tranquila, es decir, hablamos lo necesario y nos apoyamos cuando la condición lo requiere; pero, no somos tan afectuosos como en el caso de los Trümper; no me afectaba, así fui educado y no me incomodaba.
Aunque, ese es, quizás, el principal motivo por el cual, se me ha dificultado conseguir pareja; no suelo ser muy detallista o cariñoso; soy algo parco para esa clase de conducta; sin embargo, con ella, es diferente…
Cuando Simone salió tras Tom, Rick y yo, fuimos hasta el salón y tomamos asiento; donde, se encontraba Richelle, con un rostro algo temeroso…
– Hey, ¿Todo bien?
– Emmm, sí.
– ¿Sucede algo?
– No, nada.
– ¿Segura?
– Ajam.
– Por cierto, aun no los presento ¿Verdad? Rick, ella es Richelle, la chica que hizo todo esto posible.
– Es un placer conocerte, Richelle.
– Gracias, igual.
En definitiva, alguien no andaba de buen humor; no parecía estar molesta, sólo, ¿Nostálgica?
¿Acaso era por estar en un lugar desconocido?
– ¿Qué harás?
– Yo me quedaré un rato más.
– Bueno, nosotros nos vamos, tengo que ir a ver a mis padres.
– ¿Qué?
– ¿De qué?
– ¿Tus padres?
– Si, vamos a mi casa.
– No.
– ¿No? ¿Piensas quedarte aquí?
– Andreas…
– Vamos.
– E-Está bien.
– Rick, nos vemos luego.
– Si, te llamaré para cuadrar los detalles de lo que viene.
– Oh, sí, ¡Dios! Se me había olvidado eso.
– Bien, cuida de Richelle, eh.
– No hace falta que lo digas.
Salimos de allí, y mientras Anderson acomodaba lo poco que habíamos llevado para Stuttgart; nos encontramos con Jörg y Simone; ambos venían tomados de las manos, se veían realmente a gusto…
– ¿Ya se van?
– Sí, es decir, quiero ir a ver a mis padres.
– Oh, claro.
– Espera, ¿Tus padres lo sabían?
– Si, Señora.
– ¿Y aun así te dejaron ir?
– Bueno, yo ya estaba en Stuttgart cuando ellos se enteraron.
– Deberíamos pedirles disculpas, Jörg.
– No te preocupes, ellos saben que Andreas habría ido, incluso en contra de su voluntad.
Simone se quedó observándome por un momento, y luego, se dirigió hasta mí, abrazándome en el proceso:
– Tom es muy afortunado de tenerte.
– Eso es lo que le digo siempre.
Ella sonrió, nos despedimos y subimos al vehículo. El silencio reinaba en el lugar, comenzaba a sentirme incomodo…
– Oye, ¿Qué te pasa?
– No es nada, Andreas.
– ¿Por qué estás tan callada?
– ¿Qué quieres que diga?
No entendía que era lo que en realidad le preocupaba…
¿Se sentía sola?
¿Aislada?
El trayecto continuo sin intercambio verbal por ninguna de las dos partes; Anderson aparcó en la entrada de mi casa, bajo nuestro equipaje y se retiró; tome las maletas en mis manos y comencé a caminar, pero, nadie venía a mi lado…
Ella se quedó de pie, sin moverse…
– ¿Richelle?
– Es mejor que, yo me vaya.
– ¿Qué?
– No me siento cómoda.
– ¿De qué hablas?
– Yo no pertenezco a este mundo, esto no es para mí.
Deje las maletas en el suelo, y fui hasta ella, al quedar de frente, le hable:
– Entonces, ¿Qué es lo correcto para ti? ¿Stuttgart? ¿El Bronx?
– Allí crecí.
– Pero no tienes por qué morir ahí, ¿O sí?
Cuando Richelle estaba por contestar; mis padres salieron de la casa, y corrieron a saludarme; lo cual era algo inusual…
Tal vez, el sentir que me perdían los preocupo demasiado…
– Hijo.
– Lo lamento, yo…
– No digas nada, sabemos que lo hiciste por él.
– ¿No están molestos?
– Tú regresaste y Tom también ¿Verdad?
– Si.
– Oh, vienes acompañado…
Richelle estaba muy pálida, parecía que el conocer a mis padres era una situación que la alarmaba de sobre manera…
La tome de la mano, y la presente:
– Mamá, Papá, ella es Richelle; la chica con la que estuve en Stuttgart, gracias a su intervención, nosotros pudimos salir ilesos y sin complicaciones mayores.
– Oh, Dios, muchas gracias, querida.
– Ammm, n-no fue nada, t-tranquila.
– ¿Richelle? Es un lindo nombre, ¿Cuántos años tienes?
– 25.
– Oh, interesante. ¿Te quedaras con nosotros?
– Ummm.
– Si, lo hará, es sólo que, piensa que genera molestia.
– ¿Qué? No, no, no pienses en eso linda, eres bienvenida a quedarte el tiempo que desees, al menos, podemos demostrar nuestra gratitud de esa forma.
– C-Claro.
El mayordomo tomó el equipaje, ingresamos a la casa, y de inmediato; mi madre le enseño el cuarto a Richelle, mientras yo, subía a mi propia habitación…
¡Necesitaba tomar una ducha con urgencia!
Al entrar a la tina, y sentir el contacto del agua; pude percibir como mi cuerpo se relajaba por completo…
Hacía mucho no me sentía tan tranquilo; por fin, las cosas parecían tomar una forma concreta; habíamos apostado a lo grande en Stuttgart, y logramos salir sin generar complicaciones.
Eso era algo que no se conseguía todos los días…
Salí del baño, cambie mi atuendo y baje hasta la habitación de Richelle; toque la puerta y minutos después se abrió…
Su semblante era desastroso…
– ¿Estás cómoda?
– Si.
– ¿Te hace falta algo?
– No.
– Ok, abordemos este tema de una vez, porque ya estoy comenzando a exasperarme.
– No quiero.
– Pues yo sí, Richelle, a ver, ¿Qué es lo que te preocupa, ah?
– Tú no lo entiendes.
Respira, Andreas, Respira…
Acaban de salir de una maraña enorme de problemas como para iniciar otros conflictos…
Me senté en la cama y trate de dialogar, más tranquilo…
– Si no me lo explicas, no voy a poder entenderlo.
– Sabía que ustedes vivían bien, pero, jamás imagine que de esta manera.
– ¿Es eso?
– Nunca he estado en medio de tantos lujos, y me siento fuera de lugar.
– ¿Se trata sólo de eso?
– No, es que, me preocupa lo que haré de aquí en adelante; esta ciudad es muy distinta a los lugares donde he vivido, y me siento recriminada, es algo difícil de entender.
– ¿Crees que te juzgan?
– Todos, sin excepción alguna, son tan puros que me doy cuenta de lo manchada que estoy, y eso me enferma.
Así que, de eso se trataba…
Bueno, creo que era entendible…
– ¿Qué deseas hacer?
– ¿Cómo?
– Me refiero a que, si tienes algo en mente…
– Debo buscar trabajo.
– Bien.
– Aunque no creo conseguir, yo no he estudiado nada, no estoy preparada, y no van a recibirme. Además, ¿Dónde voy a vivir? No pienso depender de nadie.
Cuando has sido independiente desde una edad tan temprana, como Richelle, tiendes a pensar, que si no obtienes los medios por tu esfuerzo; todo lo que los demás te ofrecen, no son más que sentimientos cargados de «Lastima»; eso le provoca una sensación de humillación con la que no puede vivir.
– Entonces, ¿Piensas regresarte?
– ¿A Stuttgart?
– Si.
– No lo sé…
– Cuando lo hayas meditado, sólo, avísamelo.
– Andreas…
– ¿Si?
– N-Nada.
Cerré la puerta tras de mí, y subí de nuevo hasta mi habitación…
Creí que, al instante de haber abordado aquel barco de mi mano; las cosas estaban más que claras…
Se suponía que ella se quedaría a mi lado…
Entonces, ¿Por qué no lo mencionó?
Yo, deseaba establecer una relación con ella; pero para lograrlo, me era indispensable compartir tiempo a su lado, quería conocerla y adentrarme en su alma, para saber cómo ayudarla, como hacerla sentir cómoda, como brindarle el cariño que se merece, pero…
Si ella no estaba dispuesta a eso, no tenía por qué retenerla…
De repente, mi móvil sonó y conteste:
– ¿Si?
– Te escuchas como la mierda, ¿No te basto mi regreso o qué? ¿Por qué andas triste?
– ¿No estas ocupado con tu muñeco personal?
– Está durmiendo.
– Ummm…
– ¿Qué sucede?
– Nada.
– ¿Paso algo con Richelle?
Ah…
Tenía que dar justo en el clavo…
– Así que, se trata de eso…
– Creo que ella desea irse.
– Yo sabía que tú eras idiota, pero no a este punto, me sorprendes, Rubio.
– Un idiota no debería hablar de otro.
– Andy, si ella quisiera irse, no habría escapado de Stuttgart en primera instancia.
– ¿Entonces?
– A ver, Andy, te lo pondré fácil…
– Escucho.
– Si durante toda tu existencia tuviste que garantizar tu propia subsistencia, sin que nadie velara por ti, ¿Aceptarías sin más ser tratado como alguien dependiente?
– No.
– Por eso, ella se siente insegura porque no conoce a nadie, y tampoco desea ser un estorbo.
– Pero, yo…
– Lo sé, estás enamorado de ella.
Trague saliva con mucha dificultad…
Sus palabras provocaron un nudo enorme en mi garganta…
Mi ritmo se disparó ante esa resolución…
– ¿Crees que no iba a darme cuenta de eso?
– No es así, yo…
– No lo niegues, Andreas. Todo lo que sientes y lo que ella te provoca, se llama: Enamoramiento.
– Ummm…
– Deja de ser tan orgulloso, y admítelo, como el hombre que eres.
– ¿Disculpa?
– Porque hasta donde sé, tú eres un hombre de valor ¿No?
– ¡Claro que sí!
– ¿Entonces? ¿Por qué pierdes el tiempo?
– No lo hago.
– ¿Qué estas esperando?
– Quiero que ella…
– ¿Se confiese? ¡Por Dios! ¿Qué quieres? Que Richelle te lleve flores y te dedique una canción estúpida, mientras te declara todo su amor…
– No…
– Para una mujer como ella, que ha sido tan maltratada; incluso, por mi culpa; es difícil manejar esta clase de situaciones, Richelle no sabe cómo demostrar su cariño; por eso, más que palabras, hace pequeñas acciones que te dan a entender lo que en realidad desea.
– ¡Mierda! Esto es complicado.
– Tú eres quien lo está haciendo complejo; ¿La quieres?
– Si.
– ¿Qué más necesitas? ¡Se claro y compórtate como el hombre honorable que creo que eres!
– Ummm…
– Estoy esperando una respuesta verbal…
– Está bien, ¡Dios! Me saca de quicio que me sermonees.
– No tengo la culpa de ser la parte sabia de esta relación.
– ¿Sabio? ¿Tú? No me hagas reír.
– Al menos no ando huyendo de mis sentimientos, como un cobarde. Yo renuncie a mi hombría, por Bill y no me arrepiento, porque él lo vale, ¿Qué excusa tienes tú?
Odiaba estos momentos donde sus palabras no hacían más que darme golpes contra el suelo de la realidad…
Tom tenía razón…
– Si, si, ya entendí.
– ¿Seguro o quieres una consultoría completa? Puedo recibirte en mi despacho profesional.
– ¡Muérete!
– Jajajaja, oh, por cierto, casi lo olvido.
– ¿Qué?
– Te llamaba para decirte que, tengo el trabajo perfecto para Richelle.
– ¿Ah, sí?
– Si, ella está obsesionada con los autos; es una excelente mecánica, aunque no lo parezca; por eso, hable con mi padre y él va a contratarla para que trabaje en uno de nuestros talleres.
– ¿En serio?
– Si, tendría todos los beneficios de un empleado regular.
– Se lo haré saber.
– Ok, ya lo demás, depende de ti.
– Sí, no me lo recalques tanto.
– Miedoso.
– Tom, ya vete para la mierda.
– Jajajaja, Nos hablamos, Rubio.
– Si, cuídate.
Era demasiado complicado…
Yo nunca había tenido que lidiar con todas estas emociones tan variadas…
Me sentía feliz, luego enojado, después triste, y por último, frustrado; el ciclo se repetía y percibía que me iba a enloquecer con tantas sensaciones a flote…
El mayordomo toco a la puerta para avisar que era hora de la cena; la cual, pasó desapercibida, sólo, nos limitamos a comer y luego, de nuevo para las habitaciones…
Richelle estaba muy callada, y eso me ponía los nervios de punta; aun así, al ingresar en mi cuarto, trate de conciliar el sueño; el cual, no tardó en llegar, pues el cansancio era más que evidente.
A mitad de la noche, me desperté a causa de la sed; baje las escaleras y me dirigí hasta la cocina; cuando observé, aquella figura frágil salir por la puerta de mi casa…
¿Pensaba irse?
¿Sin siquiera despedirse?
Me acerque sin hacer mucho ruido, y al verla caminar lejos de la entrada; una sensación de horror y vacío se depositó en mi ser…
¡No se lo iba a permitir!
Corrí hasta ella, y la tomé fuerte del brazo…
– ¿Qué carajos pretendes hacer, ah?
– Andreas, suéltame, tengo que irme.
– ¿A dónde?
– A mi ciudad.
– ¿Qué? ¿Por qué?
– Ya te lo dije, no tengo motivos por los cuales estar aquí.
– ¿Y yo? ¿No soy razón suficiente para ti?
Los ojos de Richelle se abrieron ante la sorpresa y enmudeció por completo…
Me sentía tan abatido…
¿Qué hubiese sucedido si no me despertaba?
Habría amanecido con la esperanza de verla y solucionar las cosas; pero, la realidad me golpearía con fuerza, al ver que ella no se encontraba allí…
¿Iría tras ella?
¿La buscaría hasta traerla de regreso a mi lado?
La respuesta a esos cuestionamientos, vinieron a mi sin mucho esfuerzo…
Ni siquiera era necesario contestar…
Ella tenía que hacerse responsable de provocar este huracán de emociones en mí, no podía irse, y si lo iba a hacer, que fuera a mi lado.
– ¿Puedes darme un momento?
– ¿Para qué?
– Voy a cambiarme, y ya bajo.
– ¿Qué?
– Sólo, quédate aquí ¿Si?
– Andy…
– ¡Por favor!
– Está bien.
– Gracias.
Corrí hasta mi habitación, tome una ropa casual, y baje otra chaqueta para ella; llegue a la entrada, y le hice señales para que se aproximara al vehículo…
– ¿A dónde vamos?
– Ya lo veras.
Ubique el auto en el parqueadero del edificio, bajamos del vehículo y fuimos hasta el ascensor; nos detuvimos en el sexto piso y fuimos al apartamento 607; le di permiso para que ingresara…
– ¿Por qué me trajiste aquí?
– Porque aquí es donde vivirás.
– ¿Ah?
– Mi padre me lo regalo cuando cumplí 16.
– ¿Te regalo un apartamento?
– Bueno, de hecho, lo hizo porque que queda cerca del Hospital en el que debo hacer las practicas, entonces, cuando no tengo suficiente tiempo, vengo aquí y descanso.
– ¿Qué estudias?
– ¿No te lo he dicho?
– No…
– Medicina.
– Ummm…
– En fin, ¿Aceptas?
– No.
– ¡Dios! Estás hecha un desastre, mujer.
– No pienso vivir de tu amabilidad.
– Yo no dije eso, sé que no te sientes a gusto con esa clase de gratitud; por eso, fijaré una cuota para que me pagues un arriendo.
– ¿Y con que voy a cancelarte?
– Tom me llamo en la tarde.
– Ajam.
– Dijo que ya te tenía un trabajo.
– ¿Cómo? Pero, ¿En dónde?
– Jörg, el padre de Tom, es dueño de una de las industrias automotrices más relevantes de la ciudad.
– Oh…
– Tienen talleres dedicados al mantenimiento y la fabricación de vehículos.
– ¿En serio?
– Si, por eso, Jörg quiere que trabajes como mecánica.
– ¿De verdad?
– Claro, tendrás un pago de 2300€.
– ¿Cuánto?
– Lo que escuchaste.
– Eso es mucho dinero.
– Bueno, Jörg paga de acuerdo a lo que la Ley establece, y ese es el sueldo justo por las labores que deben ejecutar en la Empresa.
– Entiendo…
– Trabajaras de Lunes a Viernes, en una jornada de 8 horas.
– ¿No estás jugando conmigo?
– No, para nada. Puedes llamar a Tom, si lo deseas.
– ¿Y cuál es el precio de la renta?
– 300 €.
– No, eso no es posible, a leguas puedo darme cuenta de que esta zona es exclusiva; la renta debe ser más alta.
– El apartamento es mío, por eso, me pagaras 300 y te harás cargo de los servicios, ¿No crees que es justo?
– Es desequilibrado.
– Deja de quejarte tanto; estoy tratando de darte todas las facilidades para que no te sientas incomoda.
– ¿Por qué haces tanto?
– ¿No es obvio?
– No, no lo es.
– Quiero que te quedes.
Pude sentir como la atmósfera se tornó tensa…
– ¿Eso quieres?
– Si.
– Dime una cosa.
– ¿Qué?
– ¿Lo deseas porque sientes gratitud o…?
Su mirada estaba inclinada…
Ella no se atrevía a observarme…
Así que, eso era lo que le preocupaba; al parecer, ni ella, ni yo, teníamos claro los sentimientos del otro…
Entonces, tome la iniciativa y me pare frente a ella; lleve mi mano hasta su rostro e hice que sus ojos entraran en contacto con los míos…
– ¿Tú que piensas?
– Que lo haces porque me ves como una amiga.
– Ya veo.
– ¿Es así?
Mis manos descendieron a su cintura, y con un fuerte impulso, hice que su cuerpo se pegara al mío…
Mi frente toco la suya y le susurre:
– ¿Un amigo estaría así de excitado porque está tocándote?
El rubor llego a sus mejillas…
Escuchaba los latidos de su corazón…
Se veía tan vulnerable…
Como si fuese una pequeña que necesitara de alguien que la protegiera…
La tome de la mano y la guié hasta mi habitación…
Cerré la puerta y me quede observando la manera tan torpe en la que Richelle estaba comportándose; su cuerpo temblaba…
Estaba claro que era una mujer con experiencia, pero, no estaba acostumbrada a alguien que la tomara por razones similares al amor, y no sólo al placer…
De nuevo, me acerque a ella y le dije:
– ¿Quieres que te desvista? ¿Deseas que te trate con dulzura o acaso prefieres algo más rudo?
Ella no podía pronunciar palabra…
¡Estaba a punto de morirse!
Jodidamente, tierna.
La acobije en mis brazos y empecé a dejar besos en sus cabellos…
No quería presionarla, sólo, sentirla cerca; aunque, no podía mentir, en realidad, deseaba tenerla para mí.
– Si no quieres…
– N-No es eso…
– ¿Entonces?
– Me pones algo nerviosa…
– Oye, ¿No te la pasabas atacándome a toda hora?
– Pero, en ese entonces, tú no tenías interés en m-mi…
– ¿Eso es lo que te pone así?
– Si…
– ¿Me harás decirlo?
– Ummm…
– ¿Lo quieres oír?
– Si, por favor…
– Te deseo, me muero de ganas por tenerte, Richelle.
Un ligero gemido se escapó de su boca y ese fue el colmo de la excitación…
Me fue imposible retenerlo…
Hice que mis manos, despojaran todas sus prendas hasta dejarla solo en ropa interior; yo, imite mi acción, y quede expuesto ante ella…
Comencé a darle besos desde su frente, bajando por su boca, llegando a su pecho, siguiendo su abdomen y deteniéndome en esa zona tan sensible…
Repartí tantas caricias cómo fue posible en su feminidad, y ella, sólo suspiraba en respuesta…
La cargué de inmediato, y me senté en la cama; sus piernas se acomodaron a cada lado; teniéndola así, desabroché su sostén…
Richelle giro su rostro para evadir mi mirada…
– No tienes nada por lo cual avergonzarte, eres preciosa, sumamente atractiva, Richelle.
– A-Andy…
Lleve mi boca hasta uno de sus pezones y comencé a succionarlo con desesperación; sus gemidos iban en aumento, y yo comenzaba a sentir la prominencia de mi miembro…
Besé sus labios con una pasión desbordante, mordiendo su comisura, y dominando toda su cavidad; desatando una danza precisa de nuestras lenguas…
¡Sí que tenía experiencia!
Los movimientos de Richelle me incitaban a poseerla con fuerza…
Estaba muy ansioso…
Hice que se recostara sobre la cama…
Le quite la última prenda restante y presencié su desnudez en todo su esplendor…
¡Era una mujer, sencillamente, hermosa!
Me acerque a su cuello, y comencé a morder cada parte de él…
Iba a marcar cada una de las partes que tuviera a mi alcance; quería que entendiera que a partir de este momento, ella sería sólo mía…
– Dime cuando me quieres…
– Ya mismo.
Entonces, hice que ella lamiera mis dedos, provocando que mi erección sólo tomara una considerable dureza…
Sus gestos eran demasiado provocativos…
¡Estaba condenado!
Los lleve hasta su entrada…
Hice que se movieran de manera uniforme; pero, al parecer, no era necesario estimularla, ella estaba más que preparada…
Coloque el preservativo y procedí a tomarla…
– Hazlo en un solo movimiento.
– ¿Segura?
– Sí, quiero que me tomes así.
Seguí sus órdenes, y le di una fuerte y profunda estocada; provocando un grito de placer que género un descontrol, pocas veces visto en mí…
Mis embestidas eran constantes…
Mientras la penetraba, ella se movía hacia mí, haciendo que la unión fuera más placentera aun…
Nuestros gemidos se mezclaban, y sentía como sus uñas se enterraban en mi espalda; así como yo, apretaba con fuerza los costados de sus caderas…
Nos besábamos con desenfreno y me incitaba la manera en la que su cavidad, apretaba con fuerza mi miembro, como si no deseara que ese momento se acabara…
– Andy…
– Dios…
– Hazlo, ya, por favor…
– Como quieras, princesa.
Aceleré el ritmo, y en un último impulso, la abrace para que ella quedara sentada sobre mí, e hice que las embestidas alcanzaran una profundidad aun mayor, haciéndola llegar a un clímax tan placentero, justo como el que se desbordaba de mi…
Era un momento inolvidable…
No quería renunciar a ella…
No la dejaría ir…
Estaba dispuesto a enamorarme con perdición…
Ambos, terminamos rendidos, acostados en la cama, y ella, estaba algo lejos de mí…
– Ven aquí.
Hice que su cabeza se apoyara en mi pecho, y comencé a acariciar su cabello, mientras besaba su frente; me sentía, completo…
– ¿Andy?
– Dime.
– ¿T-Te sentiste a gusto?
¿De verdad lo estaba preguntando?
¿Eso era lo que le preocupaba?
– No es necesario que lo cuestiones, Linda.
– Ummm…
– ¿Tú estuviste conforme?
– ¡Claro que sí! Es decir, si, me hiciste sentir bien.
– Bueno, eso me tranquiliza.
– ¿Por qué lo dices?
– Han sido muchos los hombres con los que has estado…
– Lo lamento.
– No me refiero a eso; lo que quiero decir es que, deseaba marcarte para que no te separes de mí.
Ella levanto su rostro y se quedó observándome, como si dudara de lo que acababa de decirle…
– ¿Por qué me miras así?
– ¿Hablas en serio?
– De ahora en adelante, eres mía.
– ¿T-Tuya?
– Sólo mía.
Sus labios regresaron a los míos…
Eran roces suaves, demasiado sutiles…
¡Era increíble!
– ¿Te quedaras?
– Si.
– Por fin logre convencerte.
– Andy.
– Dime.
– Yo, sabes que yo…
– ¿Me quieres?
– S-Si…
– Lo sé, yo también.
– ¿CÓMO?
– Jajajaja, ¿Por qué te sorprendes? Nunca me habría acostado contigo sino fuera de esa manera.
– Eso significa que…
– Eres mi novia.
– ¿N-Novia?
– Si, y no te dejare ir tan fácil, eh.
– No me iré.
– Pues eso espero, porque o sino, me harás sufrir.
– No te haré sufrir, lo prometo.
– No sé si creerte.
– Es la verdad.
Su rostro reflejaba la sinceridad de sus palabras…
Nunca me llegue a imaginar al lado de una mujer como Richelle…
Pero ahora que la tenía, no deseaba ver a nadie más…
Ella captaba toda mi atención.
– Te creo.
– O sea que, ¿Tú vendrás a verme?
– Jajajaja, claro que sí, pasaré el tiempo contigo, tenemos que conocernos más ¿No lo crees?
– Espero no aburrirte.
– Jajaja, eso es imposible, con toda la torpeza y timidez que te mandas, de seguro, tienes para entretenerme por mucho tiempo.
– Andy…
– ¿Si?
– Gracias por permitirme estar junto a ti.
Continúa…
Gracias por la visita.