«Reverse III» Fic de Alter Saber
Capítulo 76: Cumpleaños
«Porque sin buscarte, te ando encontrando en todas partes, principalmente cuando cierro los ojos»
(Julio Cortázar)
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1 de septiembre de 1989…
6:20 am y 6:30 am…
Dos pequeños, más sublimes que el mismísimo cielo, depositados en el calor de mis brazos…
Las lágrimas de felicidad inundan mi rostro y el de mi esposo…
¿Acaso puede existir algo más perfecto que la majestuosidad de su creación?
Cuando Tom y Bill nacieron, además de la euforia de saber que sería madre, la verdad era que, me encontraba nerviosa por mi desempeño como su protectora; quienes me conocían, sabían que, era una persona sumamente torpe.
¿Cómo se supone que sostendría a alguien tan diminuto y frágil?
Me asustaba lastimarlos por mi falta de experiencia; sin embargo, eran más grandes las ansias de tenerles en casa, llenando de felicidad el hogar que habíamos construido para ellos.
Bueno, decirlo suena más sencillo que hacerlo…
Recuerdo que el día que tuve que cambiar sus pañales por primera vez, entre en un estado de pánico tan tremendo, que escape de la habitación y suplique por ayuda:
– Jörg.
– ¿Si?
– No puedo.
– ¿Con que?
– Pañales.
– Simone, no es tan complicado.
– Si no es tan difícil, ¿Por qué no lo haces tú?
– ¿Quién fue la que se enojó porque me ofrecí a hacerlo?
– No fui yo.
– Si quieres, puedo hacerlo, no tengo problemas con eso.
– ¿Estás diciendo que yo no puedo?
– No es eso, sólo, si te resulta incómodo o atemorizante, pues, déjame tomar tu lugar.
– ¿Qué sabes tú de bebes?
– Lo mismo que tú, o sea, nada.
– Soy un desastre.
¡Me sentía abrumada!
Era como si la frustración del Universo entero cayera sobre mis hombros en esos instantes; como si no fuera suficiente para ser su madre; una cuestión de capacidad, y en esos instantes, me reduje a la nada.
No obstante, aquel hombre que soportaba hasta el peor de mis días; se levantó de la silla, acobijándome en sus enormes brazos, y dijo:
– No digas eso, sabes que no es así.
– Pero, no puedo con algo tan sencillo como eso, ¿Qué pasara cuando se enfermen?
– Simone, es sólo que te encuentras nerviosa.
– Me da miedo hacerles daño, son tan pequeños y sensibles.
– Eres su madre, nunca podrías lastimarlos, ¿Lo entiendes?
– Ummm…
– Ya sé, yo le hago el cambio a Tom, y cuando tú veas, lo intentas con Bill ¿Si?
– De acuerdo.
Nos tomamos de las manos, y subimos al segundo piso…
Al acercarnos, nos dimos cuenta que Tom había tomado uno de los dedos de Bill entre su diminuta mano; ambos estaban tan tranquilos, como si ese gesto los llenara de paz…
Jörg se acercó y empezó a limpiar, haciendo el cambio del pañal; y yo observaba cada detalle; debía admitirlo, mi esposo era más apropiado para esta clase de tareas, todo lo realiza con mucha entereza…
Tom quedo listo, y ahora, era mi turno…
Las manos comenzaron a sudarme, de verdad, me encontraba alterada; parecería ridículo, pero, es una situación común para una mujer que en su vida ha tratado con seres tan delicados como los bebés…
Jörg tomo mi mano y empezó a guiarme…
Al comienzo, mi pulso temblaba mucho, pero luego, al ver que Bill no demostraba una reacción de molestia y sufrimiento; logre calmarme y finalizar con mi trabajo.
– No puedo creer que lo hiciera.
– ¿Ves? Es sólo cuestión de mantener la calma, con el tiempo, te acostumbraras; igual, puedo ayudarte cada vez que lo necesites.
– ¿Jörg?
– Dime.
– Lo lamento.
– ¿Por qué?
– Te dije que era una mujer despistada, insegura, torpe y…
– Simone…
– Entro en pánico por algo tan simple, ¡Soy Patética!
– No, eres una mujer con un corazón tan grande, que hasta los pequeños detalles deseas abordarlos con todo el cariño y la sutileza del mundo para no lastimar a nadie.
– Lo dices sólo para animarme.
– Si no fuese real, no estaría contigo.
Eran estos momentos los que me demostraban la fortuna que tenía al haber encontrado a un hombre que convirtiera mis defectos en virtudes…
Alguien con la paciencia para enseñarme…
Alguien que no me exigiera perfección…
Alguien que se sintiera conforme sólo con mi presencia…
Alguien como él…
Abrace a Jörg, y le agradecí por su entera comprensión; además, le advertí que las situaciones en las que requeriría de su ayuda, de aquí en más, iban a ser demasiadas…
Porque si cambiar el pañal fue un desafío, darles el primer baño sería una Odisea…
Sin embargo, fue el tiempo el que logro pulir mis detalles, y a las semanas, podía hacer todo por mi cuenta; provocando en mí, una sensación de satisfacción, al saber que estaba encargándome de mis bebés como era debido; sin descuidar mi intimidad y espacio junto a mi esposo…
Una vez por semana, le pedíamos a Marcel que cuidara de los gemelos, mientras nosotros íbamos a cenar, bailar, o simplemente, a pasear por un parque; riéndonos de nuestros errores como primerizos…
Nuestra vida era perfecta, con uno que otro inconveniente, pero, plena y feliz…
Abrí mis ojos, al observar como los rayos del sol ingresaban por la ventana; me senté en la cama, y espere a que él se despertara…
Si, Jörg y yo, compartíamos la habitación, pues el tiempo no había cambiado nada; el amor estaba intacto, y la convivencia era algo que deseábamos recuperar más que nada; aprovechando hasta el más mínimo de los espacios que tuviésemos, avivando la pasión y dándole rienda suelta a los sentimientos sin contar durante más de 19 años…
Sentí como una mano llego hasta mi cadera, y al girar, vi que el hombre que me provocaba tantas sensaciones, estaba empezando a despertar…
– ¿Descansaste?
– Llevaba mucho tiempo sin lograr disfrutar una noche, pero, al fin, lo conseguí.
– Me alegra escuchar eso, Cielo.
– ¿Qué deseas para el desayuno?
– De hecho, quiero prepararlo yo, ¿Puedo?
– Claro.
– Levantaré a los chicos para que nos acompañen.
– Simone.
– Dime.
– ¿De verdad no te incomoda?
– ¿Qué cosa?
– Bueno, los viste ayer ¿No?
– Fue impactante, Tom domino por completo a Bill.
– ¿De qué hablas?
– Del beso, ¿No estabas preguntando por eso?
– ¿Eso es lo que te preocupa?
– Si.
– ¿En serio?
– No.
– ¡Simone!
– Jajajaja, es molestando, gruñón.
– Hablo en serio.
– Ummm, al principio me alerto un poco, es decir, más que el beso en sí, fue la naturalidad con la que ambos se incorporaron, parecía que nada más en el mundo les importara; y todos quienes observaban, no se veían perturbados en lo absoluto; antes, parecían felices por su reencuentro.
– Si…
– Entonces, pensé: ¿Por qué debo oponerme a ellos? Si en verdad se aman, más allá de lo fraternal, no puedo hacer otra cosa más que apoyarlos y defenderlos cuando sea necesario.
– Entiendo.
– Por cierto, hay algo que se me olvido preguntarte.
– ¿Si?
– ¿Sam lo sabía todo?
– Oh, bueno, eso es algo un tanto complicado de explicar.
– Quiero saber.
– Cuando llegué a Frankfurt, y logré posicionarme en la empresa de mi Jefe, obtuve suficiente dinero como para comprar esta propiedad.
– Ajam.
– Conocí a Clarise y al tener a Tom, deseaba que alguien se encargara de las labores de la casa para que Clarise se dedicara por completo a mi hijo; no sé, sin ti aquí, sentía que debía esforzarme el doble para no faltarte a la promesa de protegerlo con mi vida.
– ¿Quién es más bonita, ella o yo?
– Simone, no estamos hablando de eso.
– Me surgió la curiosidad.
– Dios…
– Responde.
– La verdad, siendo muy sincero…
– Te mataré si respondes que ella…
– Por eso iba a decir que tú, Simone.
– No me convences del todo.
– ¿Podemos continuar con la conversación?
– Si, si, prosigue.
– Un día, mientras esperaba a un cliente, encontré a un hombre pidiendo algo de comida, y presencie la manera tan cruel en la que lo sacaron del local; temiendo que la reputación del establecimiento disminuyera por darle pan a un mendigo.
Me consternó la situación, y salí por él…
Él se encontraba en el suelo, podía ver que estaba en las últimas; muy delgado y desnutrido por la carencia de alimento; entonces, lo subí al auto, cancele la reunión con el cliente, y lo lleve hasta un Hospital.
Lo internaron de inmediato, y los análisis revelaron que sufría de una desnutrición crónica, poseía varias infecciones y ni qué decir del precario estado de sus órganos.
Razón por la cual, le dije al doctor que se encargara de él, dándole todo el tratamiento que necesitara; yo, pagaría todos los gastos.
Tardo más de tres meses en recuperarse, por eso, venía a visitarlo tres veces por semana; charlábamos amenamente, y al contrario de lo que pensaba; ese hombre era alguien muy educado, con fuertes principios; una persona honrada.
Cuando le dieron de alta, fui a recogerlo y lo traje a casa.
– ¿Usted vive aquí?
– Si, junto a mi esposa y mi hijo Tom.
– ¿Tiene un hijo?
– Sí, pero, aun es un bebé, tiene tan sólo 9 meses.
– Debe ser hermoso.
– Lo es, ¿Quieres conocerlo?
– ¿Puedo?
– Claro que sí.
Lo lleve hasta la habitación de Tom, y nos encontramos con la sorpresa de verlo dormido abrazado a uno de sus juguetes; yo, lo cargué y deje que él lo tomara en sus brazos.
¿Sabes?
Su reacción fue tan genuina que me provocó una fuerte conexión con él; soltó lágrimas y sonreía de sólo tenerlo allí…
– Es precioso, Señor.
– Sam, ¿Deseas trabajar para mí?
– ¿Cómo?
– ¿Te gustaría ser el mayordomo de esta casa?
– Pero yo, no tengo la preparación.
– Puedo ver que eres alguien muy servicial, además, algo me dice que cuidaras bien de mi hijo, cuando me encuentre ausente.
– ¿Usted está hablando en serio?
– Claro que sí.
– Sería un honor para mí, Señor.
Envié a Sam a una Academia Inglesa para que aprendiera los modismos del servicio, y las labores de un mayordomo; al regresar, se desempeñó con suma eficiencia, estaba siempre al pendiente de la casa, y ni que decir de Tom; se desvivía por él.
Con el tiempo, le conté toda nuestra historia, así que, si, él sabe cada detalle de nuestro pasado.
– ¿Y qué piensa de su relación?
– Sólo dijo que si Tom lo había decidido, él apoyaba su elección.
– Me parece increíble que una persona ajena a los lazos sanguíneos, sea capaz de mostrar esa clase de devoción; aunque, debe ser porque lo salvaste que él se siente en deuda contigo.
– Puede ser, pero, no me arrepiento de haberlo ayudado.
– Claro que no, es más, hoy le agradeceré por ello.
– Está bien.
– Es hora de levantarse, no más pereza.
– Tú y tu energía sobrehumana.
– No repliques, vamos Jörg.
– Ya te sigo.
El relato sobre Sam, me tomo por sorpresa; no me extrañaba el comportamiento de Jörg, es decir, él siempre fue asi, pero, pensé que Sam había sido contratado y no que existiese un trasfondo tan triste como ese.
Tampoco esperaba que fuera tan devoto a Tom…
Me llenaba de felicidad saber que mi hijo fue criado con el amor que merecía, por lo menos, de personas que ni siquiera tenían una relación filial con él…
¡Le debía mucho a Sam!
Tras alistarme, baje las escaleras, y me dirigí a la cocina para encargarme del desayuno…
No obstante, había sido demasiado tarde…
Ya estaba todo listo; al verme, Sam hizo una reverencia y procedió a Saludarme:
– Permítame demostrarle un efusivo saludo, Sra. Kaulitz, espero que el descanso haya sido satisfactorio.
– Buenos días Sam, ¿Está todo listo?
– Claro que sí, pueden pasar a la mesa cuando lo deseen.
– Ummm.
– ¿Sucede algo?
– Estaba planeando preparar el desayuno, pero, me has ganado.
– Oh, como lo siento, no tenía ni idea, ¿Qué desea que hagamos?
– No te preocupes, igual yo no te avise, pero, ¿Será que mañana puedo hacerlo yo?
– Sra. Kaulitz, eso no se cuestiona, usted puede decidir qué hacer, sólo, seguiremos sus órdenes.
– ¿Puedo pedirte algo?
– ¿Señora?
– Llámame «Simone», me pone nerviosa tanto formalismo.
– Me temo que no puedo satisfacer su solicitud, es contra mis principios, Señora.
– ¿De verdad?
– De verdad, yo, llevo años pidiéndole que me llame sólo por mi nombre pero no lo hace.
Sentí que sus brazos rodearon mi cuerpo, y un suave beso se depositó en mi mejilla…
Era Tom.
– Buenos días, Cielo.
– Buenos días, mamá.
– ¿Descansaste?
– Como no te imaginas.
– ¿Y Bill?
– Sabes que, le toma un poco arreglarse.
– Entiendo.
A diferencia de Bill, Tom era muy afectuoso, siempre buscando la forma de acercarse; lo cual me reconfortaba en gran medida, me alegra sentirlo así de cerca, como si él deseara que yo fuera consciente del amor que tiene por mí.
Me tomo de la mano, y me llevo hasta el comedor, nos sentamos uno al lado del otro y comenzó a hablar:
– ¿Sabes cocinar?
– ¡Claro que sí! ¿Lo pones en tela de duda?
– Pues, digamos que, me da la impresión de que eres algo indelicada para esas labores.
– ¿Bill te lo dijo?
– No, sólo, lo siento así.
– Pues para tu sorpresa Jovencito, soy una excelente cocinera.
– Porque yo te enseñe.
Bill entro al comedor y se sentó frente a nosotros…
Su rostro se veía hermoso, con un brillo tan particular…
– Se dice «Buenos días».
– Buenos días, Chef.
– ¿Te estas burlando de mí?
– No, no, para nada.
– Jum, pregúntale a tu padre.
– ¿Qué cosa?
Jörg, llego y se sentó al lado de Bill, mientras continuábamos la conversación.
– ¿Es verdad que mamá es una terrible cocinera?
– ¿La verdad?
– Si, papá.
– Es la mejor.
– Papá no tienes por qué mentir por ella.
– ¡Bill!
– Simone, eras un desastre en la cocina, hasta que yo comencé a ver tutoriales para enseñarte cómo hacerlo.
– Si eso es verdad, ¿Cómo sobreviviste mientras estabas con ella, Papá?
– Con mucho amor.
– Jajajajajajaja.
Todos comenzaron a reírse…
Sin pensarlo, me levante y primero golpee a Tom, luego a Bill y por último a Jörg.
¿Qué se creían estos idiotas, ah?
– Simone, ¿No te da pena andar repartiendo golpes desde tan temprano?
– No, Jovencito, ustedes no tienes por qué burlarse de mí.
– Lo siento, mamá, no lo haré de nuevo, tal vez…
– Jum.
– Chicos, ya, no la molesten.
El desayuno fue servido, y todos empezamos a comer…
La conversación fluía sin interrupciones…
Reíamos con naturalidad…
Parecíamos una familia…
No quería arruinar el momento, pero, fue inevitable no llorar…
Era tan irreal la situación…
– ¿Mamá? ¿Qué pasa? ¿No te sientes bien?
Tom se veía alterado, al igual que Bill y Jörg…
¡Tenia 3 hermosos hombres a mi entera disposición!
Le sonreí y negué con mi cabeza…
Me sentía tan feliz que no pude contener el llanto…
– No me asustes.
– Es sólo que, me parece increíble que estemos reunidos así.
– ¿Cómo una familia?
– Si…
– Oh, bueno, eso somos ¿No?
– Si.
– Además, eres la única mujer, por eso, mereces ser la más consentida.
– No le digas eso, Tom, se le va a subir a la cabeza y lo usara en tu contra cada que pueda.
– ¡Bill! No reveles mis secretos.
– Sólo lo advierto.
– Por eso, ya no podré usarlo en su contra, aguafiestas.
– Jajajaja, Mamá, tú puedes hacer lo que desees, no me va a molestar.
– ¡Te estas echando la soga al cuello, idiota!
– ¡BIIIIIIILL!
– Es por su bien que se lo digo.
– Me haces quedar como una desalmada.
– No, como una malvada.
– No lo soy.
– Lo eres.
– Que no.
– Que sí.
– Bueno, ustedes dos, ya basta. Simone, compórtate y Bill no provoques a tu madre.
– Lo lamento, papá.
– ¿Ves? ¿Por qué a él si le respondes en sumisión?
– Es un hombre lleno de sabiduría.
– ¿Y yo no?
– Emmm…no.
– ¡Bill!
– Jajajaja, ya, ya, tranquila, no desesperes.
– ¿Ustedes son así, siempre?
– Siempre.
– Porque Bill me trata como si fuera una niña.
– Porque lo eres.
– Una muy linda.
– Deberías aprender de tu hermano, Bill.
– Sí, sí.
– ¿Podemos desayunar?
– Jörg, ¿Por qué eres tan gruñón?
Tom y Bill rompieron en carcajadas de inmediato…
Quizás, era la primera vez que nos veían actuar como una pareja…
Pasamos el resto de la mañana, charlando en la sala, haciendo todo tipo de bromas, jugando y en sí, comportándonos como la familia que éramos.
Luego del almuerzo, le pedí a Jörg, el número de Andreas; necesitaba tratar algunos temas con él:
– ¿Si?
– Hola Andreas.
– ¿Simone?
– Si, ¿Cómo estás?
– Muy bien, ¿Y tú?
– Súper.
– ¿Sucedió algo?
– ¿Qué pasa no puedo llamarte?
– Claro que puedes, sólo que…
– Soy una molestia, lo siento, colgare ahora mismo.
– No, no, no, no es eso, en serio.
– Jajaja, lo sé, no te preocupes. Te llamaba por otro asunto.
– Dime.
– ¿Tienes tiempo hoy?
– ¿Ahora?
– Si.
– Claro, ¿Qué necesitas?
– Debo comprar algo.
– Oh, ¿Deseas que pase por ti?
– No, yo voy.
– ¿Dónde nos veremos?
– En algún centro comercial.
– Que sea en «Skyline»
– Ok, le diré a Anderson que me lleve.
– ¿Debo ocultarlo?
– ¡Si!
– Está bien, ¿A qué hora?
– A las 3 pm.
– De acuerdo.
– Gracias, Cielo.
– Con todo el gusto.
Le informé a Jörg de mis planes, y me encamine al Centro comercial…
Ingresé y lo ubique de inmediato…
¡Andreas era muy puntual!
Fui hasta él y lo abrace, mientras lo saludaba.
– Lamento tanto ocuparte.
– No hay problema.
– Bueno, tú sabes que…
– ¿Buscaremos regalos?
Abrí mis ojos en sorpresa…
¿Leía mentes?
– Si.
– Jajaja, no coloques esa cara, sólo lo supuse, los chicos cumplen años el sábado.
– Correcto.
– ¿Qué deseas buscar?
– Bueno, Bill no me supone problema, pero Tom…
– Oh, así que es eso.
– Sí, es decir, no sé muy bien que regalarle.
– ¿Quieres uno diferente para cada uno o…?
– ¿Crees que este bien darles algo a dúo?
– ¿Sabes? Tom es muy despreocupado para esas cosas.
– ¿Si?
– Cuando teníamos 12 años, solíamos jugar en el bosque cerca de mi casa; pasábamos tardes enteras en ese lugar.
– Oh.
– Una vez, encontré una piedra de un color extraño, daba la impresión de que era transparente, bastante hermosa; recuerdo que se la regalé a Tom, y si mi memoria no me falla, aun la tiene. Compró un cofre para guardarla y no perderla.
– Tan lindo.
– Jajaja, él es muy sensible, aunque no lo parezca, a todo le encuentra un valor incalculable.
La historia de Andreas, me había dado una idea.
– Llévame a una Joyería.
– Vamos.
Hice mi encargo, y fuimos hasta una cafetería a esperar por él…
– ¿Cómo están los chicos?
– Bien, todo va bien, aunque, te contaré algo.
– Dime.
– Esta mañana se burlaron de mí.
– ¿Por qué?
– Porque aprendí a cocinar por Bill.
– Jajaja.
– Oye, no te rías.
– Lo siento, es un tanto gracioso.
– No lo es.
– ¿Puedo decirte algo?
– Claro, Cielo.
– Tú no eres como te imagine.
– ¿Soy peor?
– No, no, nada de eso. Eres sensacional, me alegra saber que Tom contará contigo de aquí en más.
– Lo quieres bastante.
– Si, aunque sea un idiota.
– ¿Y a Bill?
– Claro que sí, lo aprecio demasiado, sobre todo por regresarle la felicidad a Tom.
Cuando estaba por responder, vi como dos figuras muy familiares se acercaban al local…
– ¡Simone!
– Mis niños, ¿Cómo están?
– Bien, ¿Y tú?
– De maravilla.
– ¿Estoy pintado en una pared?
– Oh, lo siento, Andy, no te habíamos visto.
– Si, si, ¿Todo bien? ¿Qué hacen por acá?
– Comprando regalos.
– Oh…
– ¿Tienen para Tom también?
– Claro, no íbamos a darle sólo a Bill.
– Que considerados.
– Tenemos mucho que agradecerle.
– Eso es cierto.
– Dime algo, Andreas.
– ¿Señora?
– Jörg me dijo que habían alquilado un lugar para el sábado.
– Ah, sí, no tienes que preocuparte por la decoración o la comida; Rick y yo, cuadramos todos esos detalles.
– ¿Será sorpresa?
– Si, Jörg se encargara de llevarlos hasta allá.
– ¿Hay algo que pueda hacer?
– No, no, tranquila, con que nos acompañes es suficiente.
– ¿Seguro?
– Sí, no te preocupes.
– Ya es hora.
– Si, vamos por el encargo.
Nos despedimos de Georg y Gustav, fuimos a la Joyería, tomamos los detalles y regresé a casa.
Los días siguientes a aquella tarde, se dieron sin mayor contratiempo, pasábamos mucho tiempo juntos, sobre todo, con Tom; él trataba de acaparar mi atención por completo, incluso había discutido con Bill por eso, alegando que yo era su mamá y de nadie más…
Fue un conflicto muy infantil…
Pero cuando Bill se enojó en serio, Tom corrió tras él, se veía realmente preocupado por ello…
Al finalizar, se reconciliaron y las cosas funcionaron sin problemas.
Íbamos en el auto que nos llevaría hasta el lugar que Andreas había preparado…
Esa mañana, yo, los había despertado con el desayuno en su cama, felicitándolos por sus 20 años; Jörg, les dio pasajes para que se fueran a Roma por una semana como regalo, y ellos, parecían eufóricos por la idea.
Sam les entrego sus regalos, para Bill una chaqueta en cuero hermosa, y para Tom, unas zapatillas nike con un diseño exclusivo; ambos, saltaron hacia Sam, agradeciendo los detalles recibidos.
¡Sólo faltaba el mío!
El auto llego, y nos bajamos…
Era un restaurante campestre, con un jardín hermoso y una decoración sencilla pero sublime…
Al entrar, vimos el kiosko dispuesto para la fiesta…
A lo lejos se podía apreciar todos los arreglos; Andreas, Rick, Richelle, Georg y Gustav estaban esperándonos…
Al llegar, saludaron a los gemelos y los felicitaron de inmediato…
Comenzamos a sacar fotografías, y a gozar de la comida dispuesta en la mesa como un banquete enorme…
De repente, Jörg me invito a Bailar, y accedí encantada; pero, Tom y Bill no tardaron en llegar a pedirme que hiciéramos lo mismo…
Danzábamos como locos en la pista, mientras los demás reían de ver los pasos tan extraños que ejecutábamos…
Sin darnos cuenta, llego el momento de la repartición de regalos; en gran medida, los detalles abarcaban cosas como: Ropa, accesorios, una guitarra, y maquillaje exclusivo para Bill…
Empecé a colocarme nerviosa, faltaba poco para que me tocara a mi…
Tome un impulso, me coloque de pie y procedí:
– Debo decir que, las palabras no son suficientes para agradecer la manera tan cálida en la que han recibido a mis hijos; pienso que, el mejor regalo, es tenerles a ustedes como una familia, siempre preocupándose por Tom Y Bill, incluso, arriesgando sus vidas para traerlos hasta mí.
No soy muy buena con los regalos, carezco de imaginación para esta clase de situaciones; pero, deseo que tengan esto.
Le entregue a cada uno su caja, y espere a que abrieran el obsequio para explicar su significado…
Ambos se quedaron observando la delicada cadena dispuesta en el cojín de la caja; cada una, tenía un dije que guardaba un grabado…
– «Plus qu’a ma vie». Significa «Más que a mi vida»; esa es la manera en la que los amo, mis tesoros; por eso, con gratitud y emoción en mi corazón, déjenme decirles de nuevo: ¡FELIZ CUMPLEAÑOS!
Sus brazos no tardaron de llegar hasta mí…
Sus lágrimas caían en mis hombros y yo sólo los reconfortaba…
Les coloque sus accesorios, y ambos depositaron un beso en mis respectivas mejillas…
¡No podía pedir nada más!
Tenía todo lo que había anhelado desde el momento en que ellos nacieron…
Era el primer cumpleaños que celebraba con los dos…
Sin embargo, aún quedaban algunas sorpresas por revelar…
Jörg se acercó a mí, y yo, sólo asentí en afirmación.
– Por favor, permítanme tener algo de su tiempo.
Todos se centraron en nosotros y Jörg dijo:
– Para nadie es un secreto que, la mujer que sostiene mi mano, fue, es y seguirá siendo siempre, el amor de mi vida; por eso, me enorgullece decirles que…
Levante mi mano derecha, enseñando mi anillo con una sonrisa enorme; diciendo al unísono:
– ¡Nos vamos a casar!
Continúa…
N/A: Creo que este es uno de los capítulos más felices que he redactado Jajaja.
Espero que lo disfruten… Con Amor, AS ♥♥