Ilusión 5: Trato

«Ilusión» Fic de MizukyChan

Capítulo 5: Trato

Tom observaba en silencio el rostro pálido de Lucille, verla así le hacía sentir que habían pasado años desde que puso el anillo dorado en su mano para proponerle matrimonio. Pese a que este sería su último adiós, no se atrevía a tocarla, ni siquiera algo tan simple como sostener su mano, porque sabía que si lo hacía, su resolución tambalearía y podría decidir quedarse en lugar de marchar con Bill y desaparecer de su vida para siempre. No podía hacer eso, no podría quedarse y seguir viendo como se marchitaba lentamente, hasta que su cuerpo finalmente cediera y ni siquiera el respirador la atara a la vida.

Tom escuchó como Bill carraspeaba a su lado, pero no pudo despegar la vida del rostro de su amada esposa.

—Deberías besarla o algo, ¿no crees? —Sugirió Bill, sosteniendo la tabla médica en sus manos, aparentando ser la guapa enfermera, a quien había robado el cuerpo para realizar el ritual.

—No, será mejor así.

Bill lo miró con lástima y asintió, pero no pudo evitar comentar—. Créeme, te arrepentirás si no la besas —como Tom no obedeció, agregó—. Creo que te arrepentirás de todas formas.

—No. No me arrepentiré.

Bill bajó la tabla y caminó hasta ponerse en el campo visual del barbudo—. Escucha, Tom, todavía puedes arrepentirte. No me molestaré, no habrá consecuencias. No es necesario que aceptes el trato.

Esta vez Tom sí alzó la vista y miró directo a los ojos azules del cuerpo que Bill poseía—. No voy a retractarme. No puedo retractarme. Ella morirá si lo hago.

—Pero a veces seguir el orden natural es… lo mejor.

Tom arrugó el ceño y lo miró con rudeza—. ¿Qué te importa a ti qué es lo mejor? Eres un demonio, eres la personificación del mal.

Bill no se inmutó, no podía sentirse herido por esas palabras, porque eran ciertas. Sin embargo, suavizó su tono de voz y dijo—. Es cierto, Tom, soy un demonio, pero no quiero caos como los demonios de clase inferior. El orden es mucho mejor, hace que todo sea más predecible y eso es bueno para los negocios.

—Yo soy tu negocio ahora, Bill. Mi esposa no muere, yo te vengo mi alma y tú sales ganando.

—Pero eres un hombre bueno, Tom. No perderás tu alma hasta que desencarnes, pero el acto de maldad te va a transformar y lo sabes.

—No cambiaré de la noche a la mañana —se defendió el barbudo.

—No, eso es cierto, no cambiarás de inmediato, pero estarás atado a mi, Tom, lo que te resta de vida y cambiarás a mi lado. Y tal vez no sea agradable de ver.

—Entonces mi alma estará manchada y podrás deshacerte de mi —agregó Tom, sintiendo que su voluntad dudaba—. Aunque tú dijiste que no me obligarías a hacer tu trabajo sucio.

—Por supuesto que no. No necesito ayuda para ello, llevo en esto más años de los que imaginas —bufó, sacudiendo el largo cabello castaño del cuerpo de la enfermera—. Sin embargo…

—Ya acepté el trato, Bill, por favor no vayas a cambiar tú de opinión ahora. No ahora que estoy tan cerca de ver que ella estará bien.

—No. No la verás

—¿No… la veré? —Tom lo miró confundido.

—Saldrás por esa puerta, cancelarás la cuenta con la clínica, diciendo que ya no tienes fondos para pagar por sus servicios, te despedirás de los padres de Lucille y saldrás de su vida para siempre. Ese será tu acto de maldad. Dejar a tu esposa enferma, en su lecho de muerte. A ojos de todos serás un…

—Un canalla —terminó la frase.

—Nadie más que tú sabrá de este arreglo. Nunca podrás revelar esta verdad, nunca.

Tom desvió la mirada a su esposa y asintió—. Está bien.

—Te daré unos momentos.

Bill salió de la habitación y dirigió la mirada hacia los padres de Lucille, que hablaban con el médico, quien les informaba de la decisión de Tom de apagar el respirador artificial. Tal como Bill supuso, los padres de la chica no se veían para nada dolidos, llevaban demasiado tiempo aferrándose a una ilusión, un milagro que no sería posible de forma natural. Los milagros habían dejado de ocurrir hace años, ahora sólo quedaba la ilusión de ellos generados por seres malignos como él. La ilusión de parecer un ángel, justo a tiempo para salvar a los seres amados, con la pequeñísima condición de entregar el alma una vez muertos. Si tan sólo supieran el inmenso valor del alma humana…

Bill sintió la presencia de Tom a su lado y giró el rostro—. ¿Estás listo?

—Lo estoy —fue la seca respuesta y luego dejó que su cuerpo lo guiara hasta sus suegros, a quienes abrazó.

Bill observó la despedida desde la puerta de la habitación de Lucille. Cuando Tom se despidió y salió del edificio, entró al cuarto, cerrando la puerta y procedió a revivir a la chica. Accionó el botón de emergencias y salió de allí, como si nada malo pasara.

Tom lo esperaba en el auto y sonrió cuando se sentó a su lado, en el asiento del copiloto.

—Gracias, Bill.

Bill no pudo evitar corresponder su sonrisa.

—Te llevaré de vuelta. No me gusta decirte Bill en el cuerpo de una mujer —soltó una risita y Bill rió con él.

—Puedes llamarme Billa, a los hombres les gusta decirme así de vez en cuando.

Tom rodó los ojos y encendió el motor. No volvió a decir nada hasta que llegaron al motel en el que se estaban quedando. El cuerpo del pelinegro yacía dormido en la cama.

—¿Qué debo hacer ahora?

—Ve al registro a avisar que nos vamos mañana —respondió Bill, caminando hasta la cama.

—¿Qué pasará con ella?

—No recordará nada de esto y se quedará dormida aquí, hasta que vengan a hacer la limpieza.

—Seguro que entrará en pánico —dijo Tom, con el ceño apretado.

—No te preocupes, implantaré un recuerdo en su mente, ella creerá que bebió demasiado y prefirió quedarse aquí, en lugar de volver a casa en esas condiciones. Nada malo.

—¿Pero, estará bien? —Insistió el barbudo.

—Bien, no hay daños colaterales tras una posesión. Esto no es como en el exorcista, Tom, no vomitará sopa verde, ni girará la cabeza —rodó los ojos.

—Bien.

Tras recuperar su cuerpo joven y pelinegro, Bill y Tom entraron al auto y comenzaron su viaje.

—¿Estás seguro de no necesitar más cosas de tu casa? —Preguntó Bill.

—No. Estaré bien.

Justo en esos momentos, el teléfono de Tom sonó, anunciando un mensaje, lo había mantenido en silencio porque no había parado de sonar desde que abandonó el hospital. Eran los padres de Lucille, avisándole que su hija había despertado y que estaba bien.

Bill miró como Tom sonreía y bajaba la ventanilla del coche, para después tirar el celular a la calle.

—¿Estás seguro de esto, Tom?

—Ya no tiene caso hacer esa pregunta, ¿no es así, Bill? —El demonio asintió, mostrando sus ojos completamente negros—. Ni ella, ni nadie de mi pasado volverá a saber de mi. Para todos, seré el bastardo que la abandonó y me odiarán por ello.

Bill sabía que nadie podría realmente odiar a Tom. Al menos no todavía…

Lucille Hayes salió de la clínica tras haber sido sometida una serie de exámenes que confirmaban su buen estado de salud. Todos sus familiares y amigos atribuyeron su recuperación a un milagro y la chica no volvió a saber de Tom.

Pero nosotros sí sabremos de él, porque su vida no termina con el trato, esa es sólo una ilusión. La nueva vida de Tom Weiss acababa de comenzar.

& FIN &

¿Y bien, alguien le acertó a la petición de Bill? Tal vez crean que para Tom abandonar a su esposa no es un acto de verdadera maldad, pero… chan, chan, chan… ya escucharon lo que Bill dijo, Tom estará atado a él y cualquiera que se ata al mal, termina volviéndose malo.

Espero les haya gustado este mini-fic, porque es la entrada a la serie “Behind the Mask”, donde leeremos sobre la vida de Tom junto al demonio, Bill. Besos a todos y ¡Feliz día internacional del fanfic!