“Intelectual” Fic de MizukyChan
Capítulo 12: Niños
Cuando llegaron a casa de Jenny, la hermana de Tom, después de la visita al supermercado, el barbudo entró en pánico cuando la pequeña Ivette estalló en llanto, alterando la burbuja de paz en la que se había acomodado.
—¿Qué le pasa? ¿Qué le pasa? ¿Qué le pasa? —preguntó rozando la histeria.
Trumper se acercó y tocó la frente de la pequeña, arrugando el ceño—. No tiene fiebre —dijo, pero luego arrugó la nariz y miró a Phillip directo a los ojos, ambos asintieron al mismo tiempo—. Hay que cambiar su pañal.
La cara asustada de Tom, adoptó una tonalidad verde—. ¿Qué?
—Hay que cambiar su pañal —repitió el niño—. En su cuarto está todo lo que mamá usa.
Tom se movió de un lado para otro, con la bebita todavía llorando en sus brazos, mientras William miraba su teléfono.
—Creo que este no es un buen momento para twittear, Will. ¿Podrías sostenerla? Necesito pedir ayuda —le entregó la pequeña al rubio, mientras sacaba su celular con rapidez y marcaba—. ¿Alice, estás ahí?
Entre tanto, Wlliam siguió a Phillip por las escaleras, hasta el cuarto de Ivette, el movimiento calmó lo suficiente a la nenita, convirtiendo su llanto en suaves gemidos de incomodidad.
—Bien, necesitaré tu asistencia en esto, Phillip, ¿puedo contar contigo? —el niño asintió—. Necesito pañal, toallitas húmedas, talco, crema de bebé…
Cada vez que el rubio mencionaba algo, el niño señalaba con la mano dónde estaba, y velozmente, pusieron todo lo necesario sobre la cama. William estiró las manos y se preparó.
—¡Espera! —llamó el niño—. Debes poner esto debajo, en caso de que se orine otra vez —le entregó un mudador plástico con hermosos motivos rosados, que William recibió y ubicó debajo del cuerpo de la bebita.
Cuando Tom entró en la habitación, Ivette reía, agitando los pies en el aire, mientras William terminaba de cerrar su pañal.
—¿Dónde estabas, tío Tom? —preguntó Phillip con una sonrisa.
—Consiguiendo instrucciones para mudar a tu hermana.
—No creo que Alice haya sido de mucha ayuda —comentó el rubio, sonriendo ante la mirada de Ivette, quien estiraba los bracitos para ser levantada en el aire.
—No lo fue —respondió Tom, soltando un enorme suspiro—, pero fue muy creativa para humillarme.
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Tras una democrática votación, Tom fue asignado para preparar la cena, mientras Trumper lo vigilaba de cerca y mecía a Ivette en sus brazos, sonriendo ante los delicados sonidos de gusto que la niña hacía.
—Le gustas —dijo Phillip, viendo como su hermanita soltaba una carcajada al rubio.
—¿Cómo podrías saberlo? —preguntó William, con el ceño apretado—. Es un bebé, no habla, es incapaz de expresar su gustos.
El niño se alzó de hombros—. No sé como, pero le gustas.
Tom giró en la cocina y sonrió ante la cara de confusión de su compañero—. Es cierto, le gustas, Will —el aludido lo miró, ladeando la cabeza—. En realidad le gustas a mucha gente.
Sin creerlo realmente, William siguió meciendo a la pequeña, sonriendo de vez en cuando, preguntándose cómo era posible gustarle a un bebé que acababa de conocer. A él no le desagradaba en lo más mínimo, el aroma de bebé y el calor que emanaba de su cuerpecito, le hacía sentir algo bello en el corazón, lo mismo le ocurría con Phillip, aunque con él era más fácil entender la razón, se parecía mucho a Tom.
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Cuando terminaron de cenar, Phillip se puso su pijama y tomó la mano de William, guiándolo hasta su cuarto, dejándolo justo frente a su pequeña biblioteca.
—¿Podrías leerme un cuento? —pidió el niño.
William lo miró y asintió, agregando rápidamente—. Sin embargo, debo aconsejarte que no sea relacionado con zombies, esas criaturas podrían alterar tu percepción durante las horas de sueño, provocando pesadillas.
—Dah —respondió el chico—. No me dejan leer nada más que historias aburridas.
Trumper arrugó el ceño y se atrevió a preguntar—. ¿En serio te gustaría leer algo de zombies para dormir?
El niño se mordió el labio—. Bueno, no para dormir, pero si me gustaría poder leer algo más que caballeros besando a princesas dormidas para pedirles matrimonio, eso es muy…
—Equivocado en decenas de formas, ilegal incluso —terminó el rubio, logrando sacar una sonrisa al pequeño—. ¿Qué tienes en mente?
Phillip miró los títulos de su estantería y arrugó el ceño—. Creo que estoy grande para estos cuentos, me gustaría leer Harry Potter, sólo he visto las películas. Y todos dicen que no es lo mismo.
—Nunca lo es —comentó el rubio—. Sin embargo, no tienes ningún ejemplar aquí.
—Eso me temo —dijo el niño, hundiendo los hombros.
William arrugó el ceño y tomó una decisión—. Espero no meterme en líos con tus padres —sacó su teléfono y buscó—. Aquí está, Harry Potter y la piedra filosofal, el primer libro de la saga.
El niño corrió a su cama y se acomodó entre las almohadas, mientras Trumper se sentaba en una silla pequeña junto a la lámpara y comenzó a leer.
Había pasado una hora y aunque todavía había un brillo de ilusión en los ojos de Phillip, se notaba que estaba cansado y luchaba por mantenerse despierto. En esos instantes, Tom entró en la habitación y se aclaró la garganta, captando la atención de los otros dos.
—Creo que es hora de dormir.
Sin mayores quejas, Phillip asintió y se acomodó hacia un costado, cerrando los ojos con gusto, murmurando un—. Gracias, Will.
El rubio se levantó y apagó la luz, y cuando llegó a la puerta, dijo bajito—. Que descanses, Phillip.
En el pasillo, Tom soltó un suspiro y sonrió—. Ivette está alimentada y descansando en su cunita. Creo que nosotros también deberíamos dormir.
William asintió, sintiendo el peso del día sobre sus párpados. Caminó detrás de Tom hasta la habitación que compartirían y ninguno dijo nada cuando vieron una cama enorme.
—Yo tomaré el costado derecho —dijo el rubio y comenzó a quitarse la ropa, para ponerse algo más cómodo.
Tom entró al baño a lavarse los dientes y cuando salió, William dormía profundamente en la cama. Con una sonrisa, apagó la luz y se metió en el costado izquierdo del colchón, cayendo en un placentero sueño.
En mitad de la noche, Tom se sintió atrapado entre manos y piernas, abrió un ojo y vio a su compañero de piso casi encima de él, roncando suavemente junto a su cuello, lo tenía envuelto en una cuchara apretada. Sonriendo, volvió a cerrar los ojos, dejándose llevar por el sueño otra vez.
Cuando despertó, no había rastro de William en su cama, Tom tocó el costado derecho, sintiendo las sábanas frías. Gruñó y se dispuso a seguir durmiendo, pero el ruido de risas lo hizo recapacitar y recordar que tenían un par de niños a cargo.
Cuando llegó a la cocina, encontró la fuente de las risas, William cocinaba, ayudado por Phillip y la pequeña Ivette, quienes estaban manchados con algo que Tom supuso era el batido de los waffles que olían delicioso en los platos. Ivette agitaba las manitos en el aire, mientras su hermano ponía crema batida sobre la comida.
—Despertaste justo a tiempo, Tom —saludó el rubio, poniendo un plato para él sobre la mesa.
Lejos de espantarse por el desorden, Tom no pudo menos que sonreír ante la encantadora escena—. Parece que se divierten.
—Mamá nunca me deja ayudar en la cocina —declaró el niño—. Y es muy divertido.
—Probablemente porque ella tampoco cocina, Phillip —respondió el barbudo, probando el plato y gimiendo de gusto—. Vaya, esto está delicioso.
William y Phillip compartieron una mirada y luego guiñaron casi al mismo tiempo. Tom vio el intercambio y sonrió.
—Cocinar es como la química —explicó el pequeño, recitando las palabras de Trumper—, si sigues las instrucciones y medidas correctamente, es imposible que algo salga mal.
—Ivette tomó su biberón antes que todos nosotros —comentó el rubio, cuando notó la mirada de Tom en su sobrina.
—Perfecto —respondió el castaño.
—El abuelo tenía razón —dijo Phillip de pronto, dando una gran mordida a su waffle.
—¿Sobre qué? —preguntó Tom.
—El tío Tom está en buenas manos con William —contestó, ignorando la calidez que se expandió en el pecho del rubio.
—Es cierto. William me cuida como nadie más —agregó Tom, dándole un guiño al rubio que tiñó sus mejillas de rojo.
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Después del desayuno y de un baño que todos merecían, los cuatro salieron al jardín. Tom se sentó en un sillón a la sombra, dando a Ivette una botella de leche, disfrutando de la clase que William le daba a Phillip sobre las mejores estrategias para ganar en el ajedrez.
Ninguno de ellos notó que alguien los observaba por la ventana.
—¿Estás seguro que la casa sigue en pie, papá? —preguntó una voz al teléfono.
—No te preocupes, Jenny, todo está bien aquí. Los niños están bien. Todos los niños están bien —respondió Jorg Kaulitz, viendo por la ventana la extraña y a la vez tan familiar escena.
& Continuará &
Aaawww, de verdad me gustó mucho incluir el capítulo 11 y 12 en este fic, para mostrar que ellos perfectamente podrían armar una familia jijijiji.
Gracias por sus visitas. MUAK.
❤❤❤❤
Casence y formen un hermoso hogar 🙏🙏🙏 seré su admiradora número uno 😘
Capítulos hermosos!!!! Sin lugar a dudas.
Con tus palabras, me acordé de ese meme que dice «ya bésense» jajajajaja
Gracias por tu apoyo. MUAK