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Fic TWC de LadyScriptois

Realidad 6

La decisión estaba tomada, sabían de los pros y contras de dicha determinación y los aceptaban. Sabían que estarían limitados en público, que deberían controlar sus roces y miradas atontadas, principalmente Bill, y aun así estaban dispuestos a continuar.

Así continuaron, y cuando dejaron atrás el escenario donde se sinceraron para llegar al lugar donde inicio todo, aún estaban firmes. Como lo dijo Tom, estaban juntos en aquello, y como completó Bill, si estaban juntos todo estaría bien.

Tom se preguntaba en que momento pasó de sobreproteger, celar, cuidar, complacer y hacer feliz a su gemelo a amarlo, y luego descubrió que aquello que siempre hacia era porque lo amaba. Así que, realmente no hubo un momento de transición, solo uno de admisión. Luego se preguntó cuándo nació su necesidad de contacto físico con Bill, el gusto por el sabor de su piel y sus labios, la adicción al estremecer de su cuerpo, la atracción y el deseo carnal. Para eso no tuvo respuesta, pero luego enfocó su vista en Bill, como cerraba los ojos sumergido en la canción que interpretaba acompañado con un inocente vaivén de caderas que para Tom era lo más sensual del mundo, se perdió en su melodiosa voz y a su mente llegaron los dulces gemidos y jadeos que más de una vez salieron de los labios del pelinegro mientras lo besaba. Allí estaba la respuesta.

Lo amaba porque era Bill y lo deseaba por lo mismo.

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—Van a ser las doce, Bill…– fue su defensa.

Hace dos semanas que retomaron el trabajo. Grabaciones, entrevistas, sesiones de fotos, ensayos, viajes, hoteles, conciertos. Tan pronto como llegaron a Alemania se pasó el efecto de las vacaciones. Y, mientras más le exigían a la banda, más salía a flote aquel niño caprichoso que buscaba a Tom para que lo complaciera.

Bill sabía que su poder de convencimiento en Tom aumentó considerablemente, ya que, las pocas cosas a las que se resistía Tom, aun con la presencia de un puchero, quedaron eliminadas de las listas, ya que un par de besos y su hermano sucumbía a sus peticiones.

—Dile a los chicos. – propuso, mientras terminaba de encerar sus rastas recientemente lavabas y secadas, para luego recogerlas en una coleta alta envolviéndolas todas en ella.

—Ya comieron. – se lamentó con un puchero. —Ve, Tom… ya viene Saki. – informó, mientras terminaba de sacar su pijama de la maleta.

—Bill…

—Tomi…– el pelinegro se sentó en las piernas del mayor y dejó que este fuera por sus labios. —Sera por autoservicio, vienes y comemos juntos.

— ¿Y por qué no vamos los dos? – preguntó y Bill sonrió cuando su hermano volvió a besarlo.

Lo estaba convenciendo.

—Tengo que bañarme y lavarme el cabello. Me tardare. – alegó, y Tom suspiró resignado.

— ¿Qué quieres?

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Luego de aquel exigido paseo al McDonald’s más cercano, Tom llegaba con lo pedido por su hermanito y lo propio para él. Dejó todo en la pequeña antesala a la habitación que les tocaba compartir y se adentró a ella. La habitación estaba silenciosa y totalmente ordenada, no se escuchaba el agua correr en el baño, pero había luz proveniente del, que se mostraba por la puerta entre abierta. Le pareció raro así que se dirigió a ella.

— ¿Bi…– la silaba murió en sus labios ante aquella imagen que le prodigaba su hermano sin saberlo.

Sintió incorrecto seguir observando la desnudez de su gemelo aun que este le diera la espalda, pero no pudo despegar sus ojos de la figura.

La melena azabache recién lavada, un poco húmeda y ondulada caía libremente sobre sus hombros y blanca espalda, y pequeñas gotitas partían desde la punta de sus cabellos hasta hacer un envidiable recorrido sobre la lechosa piel del cantante, bajando por sus costados y perdiéndose en el camino. Tom descendió su mirar lentamente sin perder detalle de aquel cuerpo delgado y hermoso.

Observó su estrecha espalda alunarada, sin rastro de musculatura, contrastada por la oscuridad de sus cabellos, preciosamente delineada con una leve curvilínea y pequeña cintura. Continuó su recorrido encontrando aquello que siempre le pareció llamativo, luego lindo y ahora deseable; lechoso, provocativo, coqueto, pequeño, redondo y visiblemente suave y tentador. Piernas delgadas, alargadas y tan pálidas como el resto de aquel cuerpo finalizaban la encarnación de la sensualidad para Tom.

Ascendió su mirar y se encontró con las mejillas sonrojadas de Bill que lo miraba sobre el hombro, inmóvil de la vergüenza y casi desfalleciendo cuando el guitarrista le regaló aquella sonrisa ladina que solo se dibujaba cuando le gustaba lo que veía, para luego alejarse y cerrar la puerta que al parecer Bill olvidó cerrar.

Vio la blanca puerta unos minutos más antes de reaccionar y comenzar a vestirse. Se sentía tan apenado.

— ¡Oh, Dios! – se decía mientras mojaba sus, casi sangrantes, mejillas que se negaban a palidecer. — ¿Qué significó eso? – murmuró.

Luego de calmarse un poco y colocarse su pijama, esa era la única preocupación de Bill, ¿Y si no le gustó su cuerpo a Tom? Era inseguro cuando de su gemelo se hablaba, y luego de todo lo que habían vivido por sus miedos intentaba controlarse lo más posible, pero era difícil. Por lo que sabía a su hermano le gustaban los cuerpo voluptuosos, curvas prominentes y un poco más de carne, no cuerpos tan delgados y delicados como el suyo.

— ¿Y ahora qué hago? ¿Salgo ya? – se preguntaba Bill mordiéndose el labio.

Llevaba al menos media hora encerrado en el baño dándole vueltas al asunto. Su hermano ni siquiera había golpeado la puerta o llamado.

— ¿Se habrá ido? – se preguntó. — No. No he escuchado nada raro. ¿Y si no preste atención? – indeciso y apenado se atrevió a asomar la cabeza.

—Pensé que habías fallecido. – le sorprendió la voz de su hermano, quien recostado en la cama cambiaba el canal del televisor.

—Si… – Tom lo miró arqueando una ceja. — Digo… no… No fallecí. – dijo nervioso y el rubio sonrió un poco divertido por la situación de su hermano.

— ¿Vas a dormir en el baño? – preguntó notando que su hermano aun no asomaba más que su cabeza.

—No…– negó saliendo y adentrándose a la habitación.

— ¿Comemos ya? Me has hecho ir a media noche a McDonald’s. – decía como si nada hubiera pasado, ganándose un asentimiento de un ruborizado Bill.

Tom sentía lo tímido y avergonzado que estaba su hermano, quien tenía un rubor casi permanente y estaba demasiado callado para ser normal. Al inicio pensó que, tal vez, si hacia como si nada hubiese ocurrido, sería más cómodo para su pelinegro, pero al ver que no era así, decidió disculparse.

—Lo siento. – pidió.

—Está bien… – aseguró jugando con sus papitas fritas, sin atreverse a mirar a su hermano.

— Te incomode… No fue mi intención…– intentaba explicarse. — Solo te vi ahí… y así– recalcó —… y…– calló sin saber cómo seguir.

Decir: “De no ser porque estaba inmóvil devorándote con la mirada te hubiese hecho el amor allí mismo” no sería lo indicado si lo que buscaba era hacer sentir cómodo a su gemelo.

—…. ¿Y?….– se atrevió a preguntar casi en un ataque de ansiedad y nervios.

—Y eres… Eres… Joder…– Tom no encontraba las palabras correctas. — Es casi vicioso para mis ojos verte a toda hora… Y verte así… Eres muy hermoso ¿Lo sabes?

— ¿Lo dices en serio? – preguntó esta vez imposiblemente sonrojado por lo dicho por su hermano.

—Lo aseguro. – le sonrió.

— ¿No es porque somos gemelos? – inquirió.

—No nos parecemos en nada… Tú eres… Tu belleza es casi etérea, no sé. – Tom empezaba a sonrojarse también. —Eres hermoso en todos los sentidos y por donde te vean… Eres preciso Bill Kaulitz y me tienes completamente seducido.

Bill juró sentir su corazón sacudirse y el rubor cubrir hasta su manicura negra ante aquella confesión.

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—Georg, no puedes obligarme. – se negó cruzándose de brazos.

—Es tu culpa por no querer usar otro que no sea ese. Es tu micrófono. – hizo énfasis en el pronombre posesivo

—Ya te dije que acabo de pintar mis uñas. No puedo. – seguía con su negación, mientras el castaño ayudaba a armar la batería a Gustav.

— ¿Qué no puedes? – preguntó el guitarrista llegando al escenario luego de buscar unas cuerdas nuevas para su guitarra.

—Dejaron mi micrófono de la suerte en los autobuses y me harán irlo a buscar. – le explicó la situación a su hermano.

— ¿Y cuál es el problema?

—Que acabo de pintar mis uñas, Tomi. – el menor se aferró a su hermano abrazándolo y sacándole la lengua a Georg sin que Tom lo notara. — ¿Irías por el? – preguntó parándose en puntas para darle un beso en la mejilla a su hermano.

—Espero que tengas ganas de besarme toda la noche. – le susurró al oído.

—Si es lo que quieres… – le susurró tímidamente con sus mejillas calientes.

— ¿Dónde está el micrófono? – le preguntó a los chicos.

—No puedo creer que hicieras que se devolviera solo para hacer algo que tú pudiste hacer. – decía aun asombrado Georg luego de indicarle al rastudo donde estaba el dichoso micrófono.

—No sé de qué te sorprendes. Siempre lo logra. – decía Gustav.

—Exacto. – ratificó Bill.

—Y lo peor es que lo sabe y se aprovecha… ¡Jesús, gracias por no tener un hermano como Bill!

—Si tuvieras un hermano como yo, ya lo hubieras asesinado. El único capaz de soportarme es Tom. – dijo orgulloso de su hermano mayor.

—Definitivamente. – le apoyó Gustav.

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Las fanes gritaban como locas y ya no era solo en In Die Nacht, era en Heiling, Rette Mich y todo el repertorio. Las ventas subían y las entradas a los conciertos se agotaban en tiempo record.

El éxito de los chicos crecía, y no era solo por aquel romance que jugaba una parte importante por lo nuevo y prohibido que subliminalmente se vendía, era por las canciones llenas de sentimiento y envolventes que cantaba la melodiosa voz de Bill, por la armonía de los instrumentos que acompañaban perfectamente, por lo entregados que estaban y por lo naturales y fresco que se les veía a los cuatro. Era una novedad en el mercado musical y David les haría aprovechar eso para hacerlos brillar como se merecían.

Jost estaba satisfecho. No sabía que hizo Olivia ni que sucedió en Las Maldivas, pero el aura que transmitían los gemelos era completamente envolvente. Lo que estaban buscando desde el inicio.

Si no fuera porque él, los miembros del staff , Gustav y Georg estaban conscientes de que todo se trataba de una falsa, podrían jurar que esa imagen de enamorados que transmitían era totalmente cierta.

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—No. No quiero. – se negó para fastidiar a su hermano aunque realmente se moría de ganas.

No tocaba noche de hotel, así que Bill se coló a la cama de su hermano y a diferencia de lo que Tom pensó, su hermano se negaba a dejar besarle.

—Me lo debes. Busqué por todas partes tu dichoso micrófono.

—Eres un tramposo. – dijo con un puchero.

— ¿Yo? El tramposo eres tú. No me hagas rogar.

—Ruega. – Tom no lo hizo.

En cambio el menor fue apoyado de espaldas en la cama. Su hermano que estaba acostado a su lado se apoyó sobre su codo para poder mirar a su hermanito que se mostraba con su sonrisa juguetona.

—No lo haré. Creo que te he mal acostumbrado…– se inclinó hasta acercar su rostro al de Bill y suspiró con fingido arrepentimiento contra los labios de su hermano.

—Tom… – le recriminó con la mirada.

—Dime – continúo haciéndose el resistente ante el pelinegro.

— ¿En serio no lo harás?

—No

—Tonto… – le dijo antes de acariciar la nuca del guitarrista y en un sutil movimiento conectar sus labios.

Fue solo dar el primer paso y dejarlo todo en manos de Tom, quien en apenas aquel simple roce ya besaba a su hermano con ganas.

—Tomi… Eres muy fácil…– dijo deteniendo el beso.

— No me importa. – continuó besándole.

—Como un niño pequeño. – interrumpió nuevamente.

—Sé que eres cantante, te gusta decir lo que piensas, y todo eso, pero no entiendo tu manía de ponerte hablador cuando nos estamos besando. –dijo con gracia Tom, pero Bill se puso serio y tímido, esquivando los ojos de Tom.

—Es que no sé… Me produces nervios. Me pongo nervioso cuando estoy así contigo y me dan ganas de hablar. – confesó enterneciendo a Tom.

— ¿Te pongo nervioso? – preguntó sonriente y acariciando uno de los mechones azabaches del menor.

—No te burles. – le pidió.

—No lo hago. Solo que no lo sabía, es decir, lo sospechaba, pero no creí que sí. ¿Hago algo que te incomode?

—No. Me siento bien de esta forma junto a ti, pero no sé, siempre sucede. No tengo tanta experiencia como tú y no sé si lo estoy haciendo bien. – dijo buscando su escondite en el cuello de Tom.

Tom aun no sabía que había hecho para ser dueño del amor de alguien tan inocente y perfecto como Bill.

—No tienes que preocuparte por eso. – le aseguró. — Me gusta. Me gusta como besas, me gusta besarte y estar así contigo.

—No me digas eso…– le pidió avergonzado

—Y eso también me gusta. No quiero que pierdas eso. Eres muy tierno ruborizado.

—Tom…– le regañó sonrojado.

—Rubor natural. Tal vez debería venderme en una tienda de cosméticos. – continuó ignorando a su hermano.

—Tom… – volvió a reprenderlo.

—Está bien. ¿Entonces, ahora puedo besarte?

—Por favor…

Continúa…

Gracias por leer.

Publico y rescato para el fandom TH

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