Fic TWC de LadyScriptois
Ejercicio 4.2
—Entonces, Una cita ¿Eh? – el mayor rompió el tortuoso silencio que se formó entre los gemelos.
El silencio estaba junto a ellos desde que salieron del consultorio. Finalizaron la visita y subieron al auto, y ahí estaban, apenas comentando lo ocurrido y confundidos por lo que pudiera ocurrir.
— Así parece. – contestó apenas el menor. Notó que al mayor no le era muy cómodo lo que debía hacer, así que tomó aire antes de continuar un poco cohibido. — Creo que ya ha sido suficiente para ti. Has estado haciendo esto obligado y sé que la idea de organizar o simplemente ser parte de una cita conmigo no es muy cómoda para ti.
— ¿A qué te refieres? – cuestionó, mientras se detenía en un semáforo.
— Que ya deberíamos dejar de hacer cosas que no queramos. Si no deseamos la cita solo debemos decirlo y nadie nos puede obligar.
El menor decía mitad mentira y mitad verdad. Por una parte quería continuar con todo aquello, sentir a Tom como lo quería sentir, aunque sea una farsa. Sin embargo, porque era una farsa era que una parte de sí decía que debían de detenerse. Sabía que le estaba afectando y confundiendo sentimentalmente y lo más tonto es que él estaba totalmente consiente, pero no hacía nada para impedirlo. Simplemente se dejaba disfrutar y amar a Tom cuando lo mimaba o le dada pequeño roces, aun sabiendo que no eran verdaderos.
— ¿No deseas tener una cita conmigo? – preguntó.
—Sí. – no pudo retener la afirmativa y luego se coloró. — es decir, me gusta pasar tiempo contigo. – trató de corregirse. — así que sería como una salida, pero solo nosotros dos. – Tom lo miraba de una forma indescifrable para el menor. — Lo que quiero decir, – continuó. — es que no quiero si tu estas obligado a ello. – concluyó, sintiéndose un poco avergonzado.
—Ya no me siento obligado. Creo que hasta cierto punto me está agradando o por lo menos ahora. Es decir, trabajar en esto nos ha dado la oportunidad de estar más unidos. ¿No crees? – se sinceró en cierta parte.
Sería extraño si le decía a su gemelo que desarrolló esa necesidad de siempre tenerlo a su lado, de tocarlo, que se le disparó a mil por hora la posesividad para con él. Sería tan extraño decirle que no lo hacía por la banda, ni por Jost, ni por la publicidad, que lo hacía por él, porque solo con lo de hacer lo asignado estaba haciendo lo que realmente quería.
—Sí, pero…
—Entonces, ahora que sabes que no estoy obligado. – le cortó el mayor. — ¿Te gustaría tener la cita?
— Es como te dije antes. No lo veo como una cita. Siempre me ha gustado salir contigo. – mintió el cantante tratando de no decir un: “¡Claro que sí! He soñado con esto toda mi vida”.
Esa respuesta no satisfago al mayor. Él se sorprendió de sí mismo cuando notó que una parte de sí deseaba tener una cita con Bill. Solo con Bill. No con su gemelo. No con su hermano. Así que esperaba una respuesta concreta. Quería saber si Bill saldría con Tom.
—Hagamos como pidió Olivia. – se escudó en ello para no mostrar su verdadero interés. —Suponiendo que no somos hermanos, que somos unos jóvenes normales que no llevan dieciséis años de su vida juntos. ¿Vale?
—Está bien…– aceptó el menor sabiendo lo que venía a continuación.
— Bill, ¿Quieres tener una cita conmigo?
El pelinegro pensó unos segundos los cuales fueron tortuosos para Tom, quien esperaba con ansias aquella respuesta.
Recibió un asentimiento por parte de un Bill sonrojado hasta las ojeras, haciendo sonreír al mayor. Aunque la sonrisa simplemente era la fachada que ocultaba la gran emoción y las mariposa en el estómago que sentía.
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Seis días. Seis días habían pasado desde que Bill aceptara salir con Tom. Que Bill aceptara salir esta noche con Tom.
El pelinegro no sabía que ponerse. Si no tuviera que fingir ser un joven normal tal vez sería más fácil. Simplemente hubiese escogido lo que mejor le quedara de su fina ropa, peinarse del modo que más le favoreciera y quedaría lindo.
Por tristeza ellos era Bill y Tom Kaulitz. Famosos. No era jóvenes normales. No podían salir a la calle como a ellos les gustaría porque serian fácilmente reconocidos, así que solo quedaba la opción de prácticamente disfrazarse.
Bill estaba totalmente en contra de salir disfrazado. Él quería estar lindo para Tom. Así que luego de estar más de dos horas frente a su enorme closet escogió algo que ponerse sin que le desfavoreciera.
Optó por un jean negro ajustado, como siempre, se colocó una simple camiseta negra y sobre ella un abrigo largo negro que le cubría un poco más arriba de las rodillas y que le tapaba hasta el cuello, por lo que la camiseta no se veía, tenía dos hileras de botones, cuatro en cada una y eran cerrados al estilos de los uniformes de la realeza; era ajustado por un cinto de mismo color y textura que hacían la figura del pelinegro más estilizada y marcaba su cintura. Se calzó unas botas de tacón fino y bajo, las cuales ajustó sobre su jean. Ahora solo le faltaba lo más importante, su rostro.
Luego de pensarlo varios minutos decidió hacerse una coleta alta un poco desordenada. A diferencia de lo normal, se maquilló de una forma más suave. Apenas enmarcó sus ojos con sombra negra y crayón del mismo color y luego completó alargando sus pestañas con rímel, logrando agrandar y realzar sus ojos, y finalizó aplicándole un poco de brillo a sus labios.
Sonrió para sí mismo. Esperaba que le gustara a Tom.
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Tom llevaba quince minutos paseando de un lado a otro en su habitación. Estaba desesperado por que pasaran los diez minutos que faltaban para que el reloj marcara las siete de la noche. No era como que si tuviera que salir minutos antes de su casa para llegar a la de su cita. No. Cuando abriera la puerta sabía que se encontraría con la de su igual.
Al faltar dos minutos los nervios empezaron a atacar a Tom. No era solo la idea de que tenía que falsificar que ligaba con su gemelo, era que realmente quería conquistar a su gemelo.
Cuando el reloj marcó las siete de la noche el rastudo tomó su cartera, comprobó que no le faltara nada en sus bolsillos y tomo sus Ray Ban antes de salir. Se paró frente la puerta del menor y tomó aire antes de tocar dos veces.
Minutos después se abrió la puerta mostrando lo, como describió Tom, más lindo. Su Bill estaba tan lindo ante los ojos de Tom, que pensaba que sería un crimen no verlo durante toda la noche.
Bill aún se encontraba apoyado en la puerta, desviando su mirada de la de Tom quien aún lo observaba detenidamente sin perder detalle de su cuerpo y rostro. El mayor reparó en las sonrojadas mejillas de Bill y pensó que se veía realmente tierno.
—Estas…– se aclaró la garganta antes proseguir. — Te ves hermoso.
—Gracias. – apenas murmuró Bill sintiendo que en cualquier momento sus mejillas sangrarían. — Tú también te ves bien.
Bill reparó en lo que lucía Tom. Unos jeans oscuros no tan grandes como solía usarlos, solo una o dos tallas más grandes, una camiseta negra con un diseño con colores morados y azules en el centro y sobre ella una sudadera igualmente negra que solo llevaba cerrada como una cuarta parte.
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— ¿Entonces a dónde vamos? – preguntó sonriente el pelinegro cuando ya estaban en la Cadillac de Tom.
—Pues, pensé en alquilar un parque de diversiones, pero con eso de que debemos ser jóvenes normales, haremos lo que hacen ellos.
— Pero, ¿No estás muy tú? Podrían reconocerte. – recalcó Bill al ver que su gemelo se vistió igual que siempre. Aunque no por eso se veía menos guapo.
—Eso lo solucionamos rápido. – tomó la capucha de su chaqueta y cubrió su rastas con ella y luego se colocó sus finos lentes. — Listo.
—Tal vez funcione. – comentó Bill colocándose el también unos lentes oscuros Prada.
—Debemos aclarar algo. – advirtió el mayor.
— ¿Qué?
—A partir del momento que lleguemos al cine…
— ¡¿Vamos al cine?! – cuestionó alegre Bill.
—Sí, es lo que se hace normalmente. – explicó. —Bueno, la cosa es que cuando lleguemos al cine dejaremos de ser hermanos.
Continúa…
Gracias por leer.