Fic TWC de LadyScriptois
Ejercicio 4.3
— …Y añada una botella de agua y dos paquetes de esos ositos dulces. – le pedía Tom a quien le atendía.
— ¿Las palomas de maíz de qué tamaño las desea? – en esos momentos el pelinegro miró al mayor.
—Podemos compartir uno. – le respondió leyéndole el pensamiento. — Si quieres… – añadió. Porque no era su hermano. Era su cita. Así que se suponía que no debía saber que Bill prefería lo dulce a lo salado.
—No hay problema. – le regaló una sonrisa.
—Que sea una grande. – completó la orden el de rastas.
Tom pagó todo lo que ingerirían y también llevó la bandeja con lo comprado. Debía ser un caballero con Bill.
Cuando llegaron a la sala tomaron asiento en la última fila. Eran los mejores, según Bill, así que Tom no dudó en seguirlo. Cuando se encontraron en la oscura sala sintieron la libertad de por fin poderse quitar los lentes y Tom de bajar la capucha de su chaqueta.
Vieron los anuncios de los próximos estrenos comentando los que les parecían interesantes y cada vez que Bill decía que quería ver alguna, el mayor no se cortaba en decirle que la irían a ver juntos en su próxima cita.
Al comienzo de la película no era mucha la atención que Tom le daba. No era totalmente de su estilo, pero la había elegido Bill, y si él era feliz a él le bastaba. Así que los primeros cuarenta y cinco minutos Tom prefirió prestarle más atención a los movimientos de Bill y a lo hermoso que estaba esa noche.
Intercambiaban miradas en algunos momentos y una que otra sonrisa se dirigían mutuamente. En algún momento Bill se centró en la película, mientras Tom se debatía si sería bueno hacer que bostezaba y rodear el asiento del pelinegro con su brazo. Luego se riñó por pensar eso. Era tan común esa táctica, pero sentía que necesitaba tocar a Bill.
Tom hizo que iba a tomar su bebida y disimuladamente tocó los delgados dedos de su hermano, viendo que el último no alejaba su mano decidió tomarla y entrelazar sus dedos con los suyos. Bill lo miró por el contacto y Tom simplemente le regaló una sonrisa cómplice ganándose otra por parte del pelinegro.
— ¿Te gusta? – le preguntó al oído a Bill.
—Si… es entretenida. – cuando Bill giró para mirar a su gemelo y responderle sus rostros quedaron muy cerca.
En otra ocasión, Bill se hubiese alejado simplemente, pero esta vez había algo en los ojos de su hermano, como una súplica a que no rompiera la cercanía, mientras el decidía que hacer. Sin embargo, Tom no concluyó si besar o no a su hermano cuando las risas de los demás presentes en la sala los hicieron recapacitar y volver a acomodarse en sus sitios. Sin embargo, Tom no soltó la mano de Bill, más bien entrelazó mejor sus dedos y depositó un casto beso en ella.
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La función terminó, habían vuelto a cubrir sus rostros con las gafas y Tom nuevamente ocultaba sus rastas en sus ropas.
Cuando se disponían a salir del cine el menor localizó con la vista uno de esos juegos donde ganabas peluches y se dirigió emocionado a él.
—Tom vamos, por favor. – le rogaba, mientras lo tomaba por la mano y lo llevaba hasta el local.
Tras varios intentos el menor estaba desanimando.
—Me voy a arruinar. – decía triste el menor luego de tantas veces jugando y sin haber podido ganar una pelusa.
—Déjame intentar. – propuso Tom.
Le dio el dinero al chico y este le dio las indicaciones. “Pégale a cuantas aves de cartón puedas en sesenta segundo. Cada ave vale 5 puntos”
— ¿Cuál peluche quieres, Bill? – Bill emocionado porque su Tomi iba al rescate, apuntó el gran leoncito que quería.
—60 puntos. – comentó el encargado del local. —Debes hacer un buen trabajo muchacho.
El primer intento, donde falló, Tom lo denominó como la ronda de calentamiento y más calentamientos le siguieron luego de ese.
Después de casi quince minutos y con varios euros menos en el bolsillo del de rastas, Bill salía feliz del cinema con un gran peluche en la mano, Tom con una gran sonrisa al ver a su cita feliz y sus manos entrelazadas.
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Llegaron a un lindo restaurant japonés. Había pocas personas, tal vez debido a que eran pasadas las nueve de la noche y entre semana, pero eso era mejor para los gemelos por que no tendrían que ser tan precavidos.
— ¿Y qué te gusta hacer en tus tiempos libres? – preguntó Tom intentando ser casual. Bill lo miró confundido un momento antes de caer en que no eran hermanos.
—Me gusta la música. Me gusta cantar. – le siguió el juego. — ¿Y a ti?
—También me gusta la música. Soy guitarrista. Podríamos hacer una buena pareja musical. Deberíamos reunirnos alguna vez y ver que sale. ¿Qué piensas?
—Buena idea. Quien sabe y nos hacemos famosos como los chicos de Tokio Hotel. – rio Bill.
—Sí. El guitarrista es genial. Aunque no es por ser arrogante, pero creo que yo soy mejor.
—Conozco al guitarrista y es muy bueno. Son una banda genial.
—Tienes toda la razón. A mí me gustaría conocer al vocalista, es muy lindo. Casi tanto como tú, pero se queda corto – le dijo haciéndolo sonrojar.
— ¿Qué desean ordenar? – les interrumpió el camarero.
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—Me siento tonto.
—Es fácil. Mira – le indicaba al menor como tomar los palillos. Bill intentaba, pero no lograba llevar el salmón a su boca.
—No puedo. – dijo frustrado.
Ambos pidieron ensalada Surimi y un platillo de salmón para compartir, pero el menor aun no lo había podido comer.
— Realmente lo quiero probar. – decía con un puchero.
Tom rio y luego se le ocurrió una idea. Tomo un trozo de salmón en sus palillos y los llevó a la boca del menor.
—Abre. – le pidió. — Te alimentare. – se ofreció con una sonrisa.
—Es que debes hacerlo, al menos. Fue tu idea venir aquí. – le reprochó en broma antes de tomar lo que le ofrecía el mayor. — ¡Esta delicioso!
Cuando terminaron de cenar iba a ser las once de la noche, pero no les importó y siguieron conversando y conociéndose.
— ¿Quieres tomar el postre? – le propuso el mayor.
Salieron del restaurant y caminaron hasta un parque cercano, donde Tom alegaba que vendían los mejores helados del mundo.
Tom le pagó al señor de los helados y le entregó a Bill el que pidió. A esas horas el parque estaba prácticamente vacío, así que no se molestaron en esconder sus identidades. Ni se preocupaban por si alguna mirada curiosa veía sus manos tomadas.
—Entonces ¿Has tenido anteriormente citas? – cuestionó el de rastas siguiendo intentar conocer a Bill.
—Sí. Varias veces. – le mintió el menor simplemente por el hecho de que su hermano sabía la respuesta.
— ¡Oh! ¿En serio? ¿Y qué tal te ha ido?
—Suelen sobrevivir hasta que conocen a mi madre.
— ¿Es estricta? – le siguió.
—Bastante. – eso si era cierto. — Recuerdo que una vez mi hermano le presentó una novia. Mi mamá no podía creerlo.
— ¿Tan mal estaba? – le preguntó, recordando a quien se refería.
Clarisa, una chica que conoció a los quince y que le decía que si no se hacían novios formalmente no tendrían relaciones. Apenas él conoció sus padres y ella los de él, lo hicieron. Un par de semanas después Tom le terminó.
— ¡Era una zorra! – la describió con el ceño fruncido.
— ¿Así la catalogó tu mamá? – le cuestionó, sabiendo que era casi imposible que su mamá catalogara de esa forma a alguien. Rio para sus adentros, posiblemente Bill estaba revelando sus celos.
—Si – mintió.
— ¿Y qué pensaría de mí?
—Me diría algo como: “No salgas con él. Tiene pintas de criminal”– dijo tratando de imaginarse a su madre.
—Es una lástima que tu mamá no me apruebe. – dijo suspirando.
— ¿Por qué lo dices? – preguntó curioso.
—Todas tus citas anteriores sobreviven hasta que la conocen. Me gustaría seguir saliendo contigo. – le dijo con sinceridad.
—Tal vez no sea necesario presentarte a mamá – respondió mirando con mucho interés sus zapatos sin atreverse a ver a Tom a la cara.
El mayor acababa de insinuar como por cuarta vez en la noche que le gustaría seguir saliendo con él y él confirmaba que él también lo deseaba. No era por lo que Tom dijera, era porque parecía que lo decía con sinceridad.
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Se sentían bastante tontos en esa situación. En una cita normal Tom tendría que haber llevado a su acompañante a la puerta de su casa, pero en este caso era la puerta de su habitación, que se encontraba a menos de dos metros de distancia de la suya.
—Te he traído sano y salvo. Posiblemente tu mamá piense que soy un buen partido – rio.
—Tal vez… – sonrió y su sonrisa decayó un poco. — Supongo que aquí es donde debemos despedirnos.
—Sí, supongo. – dijo en un lamento el mayor.
—Lo pase muy bien. – sonrió. — Gracias por el peluche y por todo.
—Yo también lo pase muy bien contigo. Espero que cuando lo veas – refiriéndose al peluche. — Me recuerdes. – le devolvió la sonrisa.
—Lo haré. – se sonrojó. —Buenas noches. – se puso en puntitas y besó la mejilla del mayor.
—Sí. Buenas noches. – le deseó y vio cómo su hermano entraba.
Tom le imitó y entró a la suya. Deseaba que la noche no hubiese terminado, pero estaba feliz. Al principio pensó que estaba siendo muy directo con eso de querer seguir saliendo con Bill, pero lo protegía el: jóvenes normales, no hermanos. Aun que podía jurar que en un momento de la cita se olvidaron de eso, se olvidaron de fingir.
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Tom se encontraba ya acostado cuando alguien entró a su habitación y lo hizo sonreír.
— ¿Pesadillas? – le preguntó haciéndole un espacio en la cama.
—No, solo quise venir. – respondió sonrojado porque no tenía motivo para ir a meterse en la cama de su hermano — ¿Te molesta? – interrogó.
—Sabes que nunca lo haces. – lo atrajo hacia el abrazándolo, quedando frente a frente el uno al otro. — ¿Cómo te fue en tu cita?
—Muy bien. Él me regalo un peluche. Le puse su nombre. – contestó con una sonrisa y escondiéndose en el cuello del mayor.
—Eso quiere decir que es importante ¿No? – le preguntó con una sonrisa.
—Mucho. – dijo
— ¿Lo besaste?
—No. – dijo sintiendo como se le subían los colores.
— ¿Eres de los que besan en la primera cita? – preguntó curioso sintiendo como su hermanito negaba contra su pecho. — Eso no tiene mucha lógica, ¿Sabes? No nos besamos en la cita, pero ya estamos en la cama – rio. — Creo que nos saltamos un paso. – dijo medio en serio medio en broma. Le gustaría dar ese paso con Bill.
—Si no te dejas de reír me iré. – le amenazó avergonzado por las palabras de su hermano. Nunca pensó en como seria besar a Tom.
—Sé que no lo harás. No te dejare ir. – le dijo mientras lo apegaba más a su cuerpo y le acariciaba la espalda haciendo suspirar al menor.
Si, definitivamente Bill no se iría del lado de Tom.
Continúa…
Gracias por leer.