Fic TWC de LadyScriptois
Ejercicio 6.4
— ¡Oh dios! – se alarmó el menor al leer el texto del papel que tenía en sus manos. —Esto no es mío.
—Siempre que duermes conmigo quieres despertar temprano.− se quejaba Tom cuando sintió que el cuerpo que estaba en sus brazos se separaba del suyo.
—Solo será un momento.− se disculpó y abandonó la calidez de aquella posición.
Bill pasó toda la noche pensando en las instrucciones de Olivia. ¿Cómo harían aquello? Aún no habían platicado sobre el tema, lo único que habían estado haciendo era dormir juntos, nada más.
El pelinegro aún no estaba seguro sobre cómo sacar el asunto a flote y Tom tampoco se mostraba muy interesado. El menor de los Kaulitz pensaba que si la doctora hubiese dado instrucciones más claras y especificas sería más sencillo todo, pero no lo hizo y ahora todo dependía de ellos mismos, en este caso de Bill, porque podía jurar que el de rastas no tomaría la iniciática.
Animado por hacer algo, salió de la cama y se dirigió de inmediato a su habitación. Tal vez no sería tan difícil. O bueno, no del todo.
No, realmente si sería bastante bochornoso para el tímido pelinegro lograr la oportunidad para satisfacer su curiosidad con respecto a la fuerte y ancha espalda de Tom, o como seria tocar sus abdominales… O la textura de sus labios.
De solo pensar en que tenía esos pensamientos relacionaos a la anotomía de su hermano sintió sus mejillas arder. Se sentiría tan avergonzado si Tom lo supiera. Así que precavido decidió buscar el sobre para esconderlo. Buscó el bolso que utilizó días atrás y tomó el sobre, lo abrió y descubrió que no era lo que esperaba.
Ante sus ojos reposaba la caligrafía del de rastas. Tres simples líneas, tres cortas palabas que provocaron la palidez y nerviosismo del menor.
Su vista reparó en el contenido y no sabía si preocuparse porque su lista estaba perdida y posiblemente Tom la encontraría o sonrojarse por lo que le producía curiosidad a su hermano.
“—Cuello.
—Piernas.
—Labios.”
&
Tom, Georg y Gustav estaban entretenidos en la sala viendo como lo más importante del mundo un juego de futbol, así que el menor aprovechó que esos tres no notarían el mundo caer ante sus ojos y se escurrió sigiloso a la habitación del mayor.
Bill había pensado rápidamente y si él tenía el sobre de Tom, entonces Tom tendría el suyo y no podía permitir que el de rastas leyera su contenido. Eso nunca.
El pelinegro entró a la estancia y no supo por dónde comenzar. Su hermano era muy cuidadoso y ordenado así que siempre vaciaba los bolsillos de sus pantalones o chaquetas antes de colocar las prendas en el cesto de ropa para lavar.
Registró en las repisas del lugar buscando entre las películas y CD’s, en el estante de libros, en las gavetas de baño, las repisas del closet y sin nada de éxito. Se estaba desesperando.
« ¿Y SI YA LO LEYÓ?»
Se puso nervioso ante el pensamiento y registró cada cajón de las mesas veladoras a los lados de la cama de su hermano. Nada.
Lo último que faltaba eran sus cajones de ropa y el mayor era bastante delicado con su orden así que tendría que tomarse su tiempo en registrarlas para no dejar evidencia. Se asomó cuidadoso a la sala y notó que el trio aún estaba como hipnotizado ante el plasma y volvió a la habitación.
En el primer cajón estaban las camisetas que utilizaba para estar en casa, aun que parecían nuevas, su hermano era siempre tan cuidado. Las observó una por una desconcentrándose de su misión y captando el olor de la ropa. Olía a Tom. Cuando se topó con la superficie de madera y notó que no había algún rastro del sobre volvió a colocar la ropa en su lugar.
Segundo cajón: ropa interior.
Bill sintió sus mejillas arder al ver la gama de prendas íntimas en colores fríos, partiendo desde el blanco, pasando por el azul oscuro hasta llegar al negro. Todos con la típica cinturilla de Calvin Klein. Intentó buscar el sobre sin necesidad de tener que tocar algo, pero fue imposible. Se dio valor a sí mismo y empezó a mover las prendas lo más delicadamente posible. Se sentía tan tonto por sus mejillas calientes, era solo ropa interior, él también la utilizaba.
¿A quién quería engañar? Eran las prendas que cubrían el sexo de Tom y por pensar así se ruborizó aún más.
Siguió husmeando hasta que algo le llamó la atención. Miró hacia los lados, antes de tomar el boxer negro por la cinturilla y abrirlo para poder ver de qué se trataban las letras blancas que había visto.
Un boxer cortesía de las fans con la siguiente frase:
“DANGER.
IS BIG.”
— ¿“Peligro. Es grande”? No puedo creer que use esto.− bufó analizando mejor la prenda que tenía expuesta entre sus manos.
— ¿Qué haces? – le preguntó el dueño de la habitación mirando critico a Bill.
—Yo… Ehm… buscaba. – pensó rápidamente, mientras escondía sus manos tras su espalda —… una camiseta. Sí. Una camiseta. Se perdió hace tiempo.
— ¿Seguro? – le preguntó nuevamente, sabiendo que Bill mentía.
—Sí.
— ¿Y la conseguiste? – cuestionó con su ceja enarcada.
—No. Bueno. Adiós.− cerró la gaveta y pasó rápidamente al lado del mayor sin percatarse que aún tenía algo en sus manos.
—Bill.− le llamó antes de que el menor saliera.
El pelinegro paró su caminar girando y viendo como Tom se aproximaba a él tendiéndole la mano.
— ¿Qué? – le dijo confundido sin saber a qué se refería.
— ¿Me puedes devolver mis boxers? – le pidió haciéndolo sonrojar.
Tom tenía esa leve sospecha de lo que estaba buscando su hermano menor. Así que, cuando un colorado Bill abandonó su habitación, se aproximó a su escritorio y en un momento dudó sobre qué tan despistado podría llegar a ser su hermanito. El sobre abierto se encontraba en la superficie de madera junto a las llaves de su auto, tan a la vista que era casi imposible no verlo. O bueno, parecía que fue imposible para el distraído cantante.
Lo tomó y leyó nuevamente el contenido:
“—Espalda.
—Abdomen.
—Labios.”
Labios. Habían coincidido.
Claramente el menor descubrió que el sobre que tenía en su poder no era el de él y en cierta parte el mayor consideraba que era mejor así. Lo que pidió Olivia era algo más físico que a lo que estaban acostumbrados, así que Tom no sabía cómo avanzar y estaba esperando alguna señal de Bill para saber que el terreno era seguro.
Solo a una de las zonas escritas estaba cien por ciento accesible y segura: el cuello de Bill, pero ¿Y las demás? Aun no sabía cómo hacerlo o si sería cómodo para su hermanito que lo hiciera.
Sin embargo, ahora que Bill tenía la lista simplemente tenía que esperar que diera luz verde y luego él se encargaría de todo.
&
Habían pasado dos días desde que Bill buscaba en cada oportunidad el sobre, pero el mayor lo guardó muy bien. Y también pasaron un par de días desde que el menor no podía mirar a su hermano sin sonrojarse al recordar el incidente de la ropa interior.
Al día siguiente de ese incidente, Bill, como quien no quiere la cosa, le comentó a su hermano sobre el ejercicio y cuando el menor tuvo la oportunidad indagó hasta que quedó aliviado con un:
“—Extravié mi sobre”.
Bill sentía un peso menos. Si era como suponía, el sobre extraviado no era el de Tom, si no el suyo. No había de que preocuparse, el de rastas nunca leería lo que escribió.
&
Acababan de llegar al apartamento luego de un largo concierto y el guitarrista solo quería bañarse y dormir hasta perder la conciencia, pero estaba aquel impedimento que se hacía llamar Bill.
Olivia dijo que compartieran cama, y no estaba seguro si el mensaje detrás de ello era compartir también baño, peinadora y closet, y el menor fue el único que lo captó. De igual forma no le molestaba.
Su tocador antes estaba prácticamente vacío, solo lo necesario, colonias, lociones y desodorantes, no más. Ahora acompañaban a las pertenencias del mayor uno que otro delineador, secadora, herramientas para el cuidado de las uñas, barniz de uñas, juego de sombras, brillos con sabor a cereza, y dulces fragancias.
—Bill apúrate o me dormiré.− le informó al menor, quien hace casi una hora estaba en el baño.
—Todo tuyo.− fue la respuesta de un sonriente Bill que salía totalmente limpio y fresco.
Tom lo vio sentarse ante el espejo y encender la secadora para secar su cabellera recientemente lavada, antes de tomar su pantalón de pijama y adentrarse al baño.
Eso también cambió, Tom ahora se vestía en el baño, ya que notó que Bill se ponía incómodo y ruborizado cuando el de rastas salía con solo una toalla cubriendo su anatomía.
Al entrar a la ducha no pudo evitar sonreír al ver que ese espacio también lo invadió Bill.
El color violeta del shampoo que recuerda haberle pedido a Bill que siguiera usando, acompañado esta vez por acondicionador a juego, jabones líquidos coloridos de distinto aromas y jabón solido en colores pasteles, le hacían contraste al blanco jabón de Tom y a los envases negro con plateado de sus productos de limpieza para cabello. Al momento de cepillar sus dientes fue lo mismo al encontrar su cepillo azul junto a uno igual de color amarillo bebe.
«Tal vez así sería si tuviera una pareja» fue el fugaz pensamiento de Tom.
«Quizás si fuera Bill…»pensó esta vez, y sintió un agradable hormigueo en su vientre al concluir que su hermano y él parecían más una pareja de novios que una pareja de gemelos.
Para su sorpresa al salir, Bill ya estaba en la cama jugando con uno de los adornos de una de las mesitas veladoras.
—Creo que lo rompí.− le informó con tono triste y sin poder mirar a su hermano. A Tom se le hizo muy linda la imagen.
—Déjame ver.− le pidió quitando el carro de colección que definitivamente estaba con una de sus piezas desensambladas. Puteó mentalmente y tragó grueso. — No te preocupes, tiene arreglo.− mintió.
— ¿En serio? – preguntó levemente emocionado. — Lo siento, Tomi.− volvió a entristecerse.
—Está bien.− le besó en la punta de su perfilada nariz. — Ahora durmamos, es tarde y siento que voy a morir si no lo hago.− exageró, aunque no del todo.
Era casi de madrugada y el mayor aun no conciliaba el sueño, el dolor de su espalda era casi insoportable y se cambiaba de posición cada cinco minutos.
— ¿Te sientes bien? – le preguntó el menor quien tampoco podía dormir por la intranquilidad de su hermano.
—Creo que no.− se sentó en la cama.
El menor inmediatamente se posicionó frente a Tom y tocó su frente buscando algún síntoma de fiebre o algo.
— ¿Te duele la cabeza? ¿Respiras bien? ¿Ganas de vomitar? – preguntó preocupado y alarmado.
—Solo me duele un poco la espalda. Supongo que si me tomo un calmante pasara.
— ¿Aun? Te has tomado dos.
—La tercera es la vencida.
—Nada de eso. – se negó Bill, no quería que su hermano sufriera una sobredosis. —Quédate aquí.− el menor salió a su habitación en busca de una crema mentolada que su mamá solía aplicarles cuando tenían dolores en su cuerpo como los de Tom.
— ¿Qué es eso? – preguntó al percibir el olor a menta.
—Lo que te aliviara. Acuéstate boca abajo.− le pidió.
El mayor lo hizo y sintió como el menor le aplicaba aquel frío gel.
—Ya verás que pronto pasara el dolor.
El menor estaba recorriendo como siempre había soñado la esbelta y trabajada espalda de Tom, decorada por algunas pequitas en su piel bronceada. Sus dedos recorrían desde sus fuertes hombros hasta los desarrollados músculos de la zona y los marcados omoplatos. Sin embargo, Bill no estaba notando nada de eso, solo estaba concentrado en que Tom se sintiera bien, hasta que el mayor se lo hizo saber.
—Eres tan jodidamente bueno dando masajes. – le alagó sintiendo el alivio.
—Veras que dormirás como un bebe. – contestó emocionado y en ese instante se ruborizó al notar que una de sus fantasías estaba siendo realidad.
La fuerte espalda de Tom se veía tan bien bajo las manos de Bill que casi se le cae la baba. La piel se su gemelo desprendía un olor tan masculino que lo tenía casi desfalleciendo. Por un momento imaginó la forma en la que se contraerían los músculos de esa zona mientras su gemelo lo…
— ¡Oh Jesús! − murmuró pálido por ese repentino pensamiento.
Definitivamente su mente y hormonas le estaban jugando una mala pasada.
— ¿Qué dices? – le preguntó adormilado Tom.
— ¿Ah?… Si, terminé.− declaró y quitó las manos del fibroso cuerpo de Tom.
Continúa…
Gracias por leer.