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Fic TWC de LadyScriptois

Realidad 2

Luego de tocar varias veces la puerta de la habitación del de rastas, este abrió para después volver a lo que hacía en la guitarra, sin siquiera mirarlo.

—Hola…– dijo Bill, sin entrar completamente a la habitación.

—Hola.− dijo frío.

—Buenos días.− le deseó, intentando sonreír.

Tom detuvo los acordes y miró con una ceja enarcada a Bill, y luego la posó nuevamente en las cuerdas de la guitarra.

—Buenos días.− murmuró su respuesta.

—Yo… yo quería agradecerte.− continuó tímido.

Tom estaba tan cerrado a él, nunca lo estuvo así y no sabía que hacer o decir.

—Por el viaje y por los bombones… Gracias.

—De nada. Que lo disfrutes.

— Hay dos boletos. – apuntó tímido.

—Puedes ir con quien quieras.− eso le dolió a Bill.

— ¿Con… con quien quiera? Pensé que…

—Gustav y Georg irán a casa de sus padres, pero puedes llamar a Andreas.− le propuso indiferente.

—No quiero ir con Andreas.− se negó con ojos húmedos el menor. — Tú dijiste que me llevarías.

Tom detuvo lo que hacía, pero no miró a Bill.

—Quiero ir contigo, Tomi. – el pelinegro no estaba pidiendo algo o antojándose caprichosamente, el menor le estaba suplicando a su hermano. — Lo prometiste.− le recordó.

El de rastas suspiró cansado. Lo había prometido…

— ¿Tom? – le llamó al no recibir respuesta.

—Está bien, iré contigo.

Bill quiso sonreír, pero no pudo. Sabía que el hecho de que ahora le pidiera aquello al rubio era toda su culpa.

—Ahora, sal. Necesito cambiarme.− le pidió.

Parecía mentira que tan solo un par de días atrás se sintió totalmente correspondido por su hermanito. Sabía que Bill estaba triste y por primera vez en toda su vida no quiso hacer algo para que no fuera así. Cuando veía al pelinegro no lo veía como a su inocente gemelo, al que debía proteger y complacer en todo, era más que eso, miraba a Bill y solo veía a la persona que más amaba en el mundo, a la única persona a la que le dio el poder de herir sus sentimientos, y quien lo hecho.

&

Fue su estúpida idea y ahora lo lamentaba. ¿Por qué Tom no continuó con los detalles de antes? ¿Por qué no era el mismo? ¿Por qué lo ignoraba? ¿Sus inseguridades tenían razón y Tom no lo amaba? Él quería todo como antes. Extrañaba a Tom.

Terminaban de dar el último concierto en la agenda y podía catalogarse como la presentación más intensa. Si la canción hablaba de amor, era para Tom, si hablaba de perdón era para Tom, si la letra estaba cargada de reproche la guitarra sonaba tan alto y perfecta que podría escucharse hasta en los cielos. In Die Nacht y los ojos penetrantes del vocalista, In Die Nacht junto a los esquivos del de rastas.

Resultado: fans locos, Tom indignado y furioso, Bill rechazado.

—Tom, quita esa cara.− le pidió David. — Al fin tendrás tus merecidas vacaciones y podrás llevar a Bill de viaje, como tanto me rogaste.

El de rastas en algún momento mientras hablaba, pero podía jurar que fue en las últimas frases, sintió unas enormes ganas de asesinar a su productor.

— ¿Tu tampoco estas feliz? – preguntó Jost a Bill, que estaba sonrojado de la vergüenza, pero que aun así se sentía ignorado por su hermano.

—Si…– fue lo único que dijo.

—Que par… – bufó el productor antes de salir y dejar solo a los gemelos en el camarín.

—Tom…

— ¿Qué?

— ¿No quieres ir? – preguntó con desilusión.

—Lo prometí. ¿No?

—Sí, pero…

—Ya te dije que iría.

—No pareces feliz. – susurró.

E igual de felices pasaron los días que faltaban para ir a las Islas Maldivas. Bill se esforzaba en mostrarle a Tom que lo quería, y Tom se esforzaba en no tomar en cuenta lo arrepentido que se mostraba el pelinegro y las ganas del menor de complacerlo en todo.

&

El menor de los gemelos estaba anonadado. La isla era un verdadero paraíso. El cielo oscuro se presentaba hermosamente estrellado, el clima fresco y la naturaleza tropical. Todo era esplendido y relajante.

No era temporada, así que solo había uno que otro turista. Y si lo que buscaban era relajarse, la elección de Tom fue perfecta. Tom estaba feliz y satisfecho porque a su hermanito le gustara, pero lo estaría más si lo pudieran disfrutar como él lo planeó originalmente.

Llegaron a la recepción y tardaron varios minutos. Tom se estaba encargando de todo y Bill solo estaba escuchando medio dormido, pasaron varias horas de viaje y solo quería descansar y que llegara el mañana para disfrutar de la isla.

—Disculpe por los cambios a último momento.ofreció el mayor en su casi perfecto inglés.

Estaba somnoliento, pero seguía siendo curioso y cuando llegaron al bungalow aprovecho para preguntarle al botones.

— ¿Qué cambios hubo? – le preguntó cuando su hermano se retiró a verificar el lugar.

—Se hizo una reservación para una pareja. Hace un par de días el joven Kaulitz pidió que fuera un bungalow doble. – respondió. — ¿Necesita algo más? – cuestionó servicialmente.

—Eh… No… Gracias.− le dio algunos billetes y el chico agradeció nuevamente antes de salir.

Tom lo planificó todo para él y Bill, para que estuvieran juntos

Prometo velar tu sueño y estar a tu lado cada noche.

Desde hace días se sentía mal por haber hecho lo que hizo. No. Se sentía mal por haberlo hecho como lo hizo. Tal vez solo debió cancelar todo con Olivia y esperar la reacción de Tom, pero se adelantó a todo. Mientras Tom… mientras Tom hacia todo lo posible para que tuvieran tiempo para solo ellos, juntos.

Dejó de lamentarse y decidió que sería bueno buscar a Tom, y si él se lo permitía, trataría de que pasaran bien sus vacaciones.

— ¡¿Tom!? – llamó, lo había buscado por todo el lujoso lugar.

La decoración estaba basada en tonos blancos y detalles en madera, un amplio comedor y cocina, una moderna, pero tropical sala de estar, amplias salas de baños en el más lechoso y fino mármol, junto a lujosas llaves doradas y gustosos jacuzzis de baño.

— ¿Tom donde…– cayó cuando su búsqueda lo llevó hasta las afueras del bungalow.

Una linda piscina se mostraba ante él, palmeras y antorchas artificiales alrededor, lámparas chinas y tumbonas de igual tono blanco y más al fondo un corto camino de arbustos que llevaban hasta una playa privada. El humo de cigarrillo inundó sus fosas nasales y giró divisando un living formado por cojines y telas blancas donde se encontraba su gemelo, fumando y sin sus enormes playeras.

— Aquí estas.− le dijo sonriendo cuando se acercó.

— ¿Te gusta? – no pudo evitar preguntar.

—Me encanta. Ya quiero que sea mañana. – comentó animado.

—Si, a esta hora no hay mucho que hacer. – informó, dándole la última calada a su cigarrillo. A Bill le pareció que su hermano se veía muy atractivo fumando con su perfecto torso expuesto. — Aun que podemos ir a cenar. – consultó su reloj de muñeca. — Pero debemos apurarnos. Los restaurantes del hotel cierran a las doce y falta media hora.

—Tal vez podamos pedir la cena a la habitación y comenzamos todo desde mañana.− propuso.

—Me parece bien. – él estaba también cansado. — Iré a pedir algo. – dijo para adentrarse.

—Tom… – le llamó. — ¿Por qué cambiaste la reservación? – preguntó sin poder contenerse. El aludido se detuvo en seco.

— Ya no tenemos que compartir habitación. ¿Recuerdas? – respondió y continuó su rumbo.

Bill se sintió culpable.

&

Se terminaban de vestir para tomar el desayuno y, por más extraño y lógico que fuera, Tom no vestía sus acostumbradas ropas anchas, todo lo contrario, y tenía casi babeando a Bill.

Vestía una camiseta negra en cuello V que dejaba notar su formado cuerpo, una bermuda a cuadros en tonos azul cielo, blanco y gris, y unas cómodas zapatillas blancas, sus rastas recogidas y sus gafas Ray Ban.

Bill también le dijo adiós a sus atuendos oscuros y calzaba una camisa celeste holgada, recogiendo sus mangas hasta sus codos, junto a un pantalón justo color crema y sandalias del mismo color, su cabellera negra estaba suelta al natural con ligeras ondas, sus ojos apenas delineados y sus labios acariciados por brillo de cereza. A Tom se le antojaba Bill.

Escogieron una mesa al aire libre y, mientras esperaban su desayuno, el pelinegro degustaba un jugo de naranja y visualizaba un folleto de la isla.

— ¡Mira! − le mostró a Tom, emocionado. — Hay un bazar cerca de aquí. – le seguía diciendo sin perder rastro de los hermosos accesorios que se mostraban.

— ¿Quieres ir? – por más quisiera nunca podría evitar completamente no complacer a su otra mitad.

— ¿Me llevas? – preguntó con los ojos iluminados. Hace días que su hermano no tenía detalles como esos.

—Sí, podemos ir luego que comamos.

— ¿No iremos a la playa?

—Dejamos las cosas en el auto, vamos al bazar y luego a la playa. ¿Te parece? – Tom siempre tenía una solución.

—Sí. – sonrió animado.

Una chica llegó a llevarles su pedido, Bill se sintió un poco incómodo al notar la mirada que le lanzó a su gemelo y que este se la devolvió. La chica era guapa, y como toda isleña, su piel era bronceada, tenía una melena rubia bastante ondulada y un cuerpo curvilíneo y voluptuoso.

Tomaron el desayuno en un incómodo silencio, la alegría del momento se esfumó. Tom no se molestaría en remediarlo, ni siquiera entendía porque el cambio de actitud de su hermano, Bill mismo le hizo saber que nada de lo vivido meses atrás fue verdadero, ni siquiera aquellos besos. Nada. Entonces, ¿Qué le sucedía?

&

El rubio alquiló un auto deportivo en aquella isla y estaban rumbo a aquel lugar que tanto le llamó la atención a su gemelo.

Estacionaron y Bill acomodó sus lentes de sol, tomó su bolso y bajó inmediatamente.

Se sentía en el paraíso, piezas artesanales únicas y hermosas, decoradas con diversas piedras preciosas y metales. Quería caminar de un lado a otro sin detenerse. No esperó que Tom asegurara totalmente el auto cuando ya estaba rumbo a una tienda.

Aunque no había muchas personas, estaba el bullicio y la cantidad suficiente para perder de vista a Bill, debía estar alerta. Cuando llegó a la tienda donde estaba su hermanito, él terminaba de pagar dos brazaletes.

—Son para mamá y Gordon.− le informó.

Tom quiso reír ante la obsesión de Bill de comprar cualquier cosa que le gustara. Apenas era el primer día y ya estaba comprando recuerdos.

Caminaron varios minutos, deteniéndose en cada mesa de aquel bazar. El pelinegro ya había comprado varias pulseras y collares, un bolso tejido, que él mayor sabia nunca usaría, y otros recuerdos que serían parte de la nueva decoración del departamento de la banda.

Una señora se acercó a Bill y lo hizo entrar a una tienda de ropa. El cuerpo del pelinegro llamó mucho la atención y no dudó en ofrecerle sus prendas, las cuales enamoraron a Bill.

Tom estaba observado accesorios en una mesa continua y no notó cuando Bill desapareció de su lado.

—Llevo esta.− le informó al vendedor.

Pagó el accesorio y luego buscó a Bill. Se puso nervioso al no encontrarlo en sus alrededores, pero se alivió cuando vio salir al menor feliz de una tienda de ropa.

El pelinegro se estremeció cuando sintió que alguien le tomaba la mano. Sabía quién era. Conocía su contacto.

—No quiero que te pierdas.− dijo restándole importancia y continúo caminando junto a un ruborizado Bill.

&

Llegaron a la playa y a Bill se le antojó la clara y tranquila agua. Habían bastantes lugareños vendiendo bebidas y más cosas, varios grupos de chicos y de familias, era todo muy agradable.

­Bill bajó del auto con un enorme bolso.

— ¿Qué tantas cosas traes? – le preguntó Tom recostándose en una de las tumbonas, bajo una sombrilla.

—Lo necesario. Iré a cambiarme. Ya vuelvo.− le dijo tomando su bañador de la tumbona y dirigiéndose a los vestidores.

Bill se quitó su ropa y se colocó un bañador holgado turquesa claro. No era muy largo, le llegaba a la mitad de los muslos, dejando sus blancas piernas expuestas, al igual que su delgado torso. Se notaba su levemente curvilínea cintura y sus marcados huesos de la cadera junto a su adorno en tinta negra. Colocó sus lentes de sol y salió.

Tom observó el delgado cuerpo de Bill, luego reaccionó y dijo lo que debía, ante un confundido pelinegro.

—Ellas preguntan si tienes bronceador.− indicó.

El menor tragó su ira y les sonrió forzadamente a las chicas que estaban allí.

—Sí. Un momento.− sin perder la falsa sonrisa de su rostro buscó lo que le pedían y se lo tendió a las chicas.

—Gracias. Ya te lo devolvemos.

—Tendré que comprar otro. ¿Por qué se supone que tenían que pedirte a ti bronceador? − bufó cuando las señoritas se fueron.

—Cuando pasaron por aquí notaron los montones de cremas. No es mi culpa. – le explicó Tom.

—Sí, claro. Era solo una excusa para hablarte.

—A decir verdad, no. Pensaban que eras mi novio.− informó haciendo sonrojar a Bill. — Fue algo como “¿Crees que tu novio nos prestara su bronceador?”.−dijo intentando imitar la voz de las chicas.

&

Llegaron al hotel pasada la cena. Luego de la playa decidieron hacer un recorrido por ella y almorzaron en un restaurant de paso.

—Estoy muerto.− comentó el pelinegro con sus mejillas encendidas por el sol recibido.

—Ve a ducharte. Necesitas quitar la sal de tu cuerpo.− le aconsejó.

—Tienes razón. Si no mi pelo se maltratara.− dijo e hizo sonreír a Tom. Su hermanito seguía igual que siempre.

Él entró a su habitación. También necesitaba un baño de agua fría, su piel ardía igual que la de Bill. Hizo una nota mental de que mañana a primera hora iría a comprar un bloqueador más fuerte para la piel delicada de su gemelo.

El pelinegro luego de un largo baño se sintió más fresco y salió a la sala. Su hermano no estaba por esos lados, así que se dirigió a la piscina de la estancia y tomó asiento en el living. La fresca brisa la sentía bien y lo relajaba.

Tardó varios minutos secando y encerando sus rastas. Al salir no vio a su hermanito, fue a revisar en su habitación y tampoco. Se dirigió a las afueras y vio el pequeño cuerpo de su hermano apoyado en una enorme cama colgante. Al acercarse lo vio profundamente dormido.

Se veía tan hermoso con sus mejillas rosadas, sus labios rojos y su pelo negro ondulado contrastado con su pálida piel. Se apoyó a su lado y el cuerpo del pelinegro fue en busca del calor que lo protegería del viento frío. El de rastas sentía el cuerpo del menor tan pequeño en sus brazos, tan delicado y magnético. Tom acarició su rostro haciéndolo suspirar y sintió que extrañaba más a Bill que nunca.

No sabía cómo interpretar las acciones de Bill. Su repentino rechazo y su notorio arrepentimiento, lo decaído que se mostraba por su indiferencia y los cambios de humor cuando se acercaba alguien a él. Todo lo confundía. ¿Qué quería de él?

—Bill… − le llamó cuando notó que un escalofrió recorrió la anatomía de su hermano.

— ¿Uhg?… – protestó antes de apegarse más al cuerpo cálido de guitarrista.

—Vamos… despierta… – le pidió moviéndolo ligeramente.

Bill no despertó.

Continúa…

Gracias por leer.

Publico y rescato para el fandom TH

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