Fic TWC de LadyScriptois
Ejercicio 5.3
Las palabras de Tom aun resonaban viva y claramente en el menor. Su gemelo nunca lo trató de tal manera. No entendía por qué el mayor actuaba así con él
.
Pensó que en esas vacaciones volverían a ser como antes, o que al menos traería algo bueno, porque Olivia ordenó volver a la normalidad y estaba seguro de que no lo hubiese hecho si aquello afectara negativamente su relación, pero parecía que no era así. Claramente no estaba ayudando en algo.
No entendía cómo podrían falsificar un romance si en estos momentos ni si quiera se podían tratar como hermanos. Porque los hermanos Kaulitz no se comportaban de esa manera, porque nunca se dijeron cosas tan hirientes o la situación era tan insoportable que preferían escapar de ella. Como lo hizo Tom.
Luego de aquel enfrentamiento el menor se encerró en su habitación. No iba a permitir que el de rastas lo viera de esa forma, no si él lo provocó. Sin embargo, escuchó claramente como luego de minutos el mayor salió del departamento con un sonoro portazo.
Cuando despertó eran pasadas las dos de la mañana. No sabía exactamente en qué momento cayó dormido, pero supuso que lo fue mientras lloraba. Salió de la habitación esperando que Gustav o Georg estuvieran en el lugar, pero no fue así. Como lo supuso, estaba solo.
Minutos después llegaron sus compañeros de banda, sorprendiéndose de no encontrar allí al guitarrista.
—Si vino, pero luego se marchó. – fue la explicación que les dio el cantante.
Los chicos veían extrañado los ojos hinchados y enrojecidos del menor, pero alegó que acaba de despertar y no hicieron más preguntas al respecto.
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Pasaron dos días exactamente desde que los Kaulitz estaban distanciados. Había muchas miradas curiosas por parte del bajista, del rubio baterista y de sus productores. Los gemelos solo decían que estaban cansados, pero los demás no eran tontos y sabían que algo pasaba.
Tom decidió que lo mejor sería desquitarse con todo el mundo, principalmente con Daniel, a quien prácticamente ignoraba y cuando no lo hacía era preferible que lo hiciera. Cuando le preguntaron por qué traía la mejilla señalada dijo que fue porque lo merecía. No mentía.
El menor tampoco pasó por alto la marca del rostro de su hermano y tenía unas inmensas ganas de romperse a llorar ante él y pedirle disculpa, pero no lo haría. Aún estaba dolido y la actitud de su hermano no ayudaba en mucho.
La primera vez que se vieron luego de la discusión casi se derrite ante la mirada suplicante y de arrepentimiento que le dirigía el mayor, pero esa misma noche también se fue de fiesta. No intentaba a acercarse a él durante el día y en la noche se marchaba.
— ¿Por qué no ha venido hoy Daniel? – preguntó Gustav en un receso del ensayo.
—No se ha sentido bien. – le respondió David mirando a Tom.
Sabía que su ahijado y el guitarrista no se llevaban bien. El pelinegro también lo estuvo evitando así que decidió hablar con él. Daniel le dijo que lo de Tom no lo entendía, pero que no se portó muy bien con Bill. David era un buen padrino y lo quería, pero sabía que su presencia estaba incomodando un poco a los gemelos, así que le pidió que no fuera más a las prácticas, y su ahijado entendió.
—Creo que iré por un poco de café. – dijo el menor en un bostezo. — ¿Alguien más quiere?
—Yo. – dijo Gustav.
—Y yo. – le secundó Georg.
—Bien, pero si no queda rico no será mi culpa. – dijo mientras se levantaba.
—Te iré a ayudar. – se ofreció Tom, siguiendo a un incómodo y confundido Bill.
Bill se dejó seguir por Tom y al llegar a la cocina se dispuso a preparar la cafetera, mientras su hermano estaba recostado en la encimera sin decirle algo.
Tom se debatía sobre que decir. Vio la oportunidad de estar solo con Bill en el descanso, actuó por impulso, y acá estaban, la oportunidad perfecta y no sabía que decir. Nunca supo que decir o hacer. Nunca estuvo en una situación así. Nunca pidió una disculpa, su orgullo era muy grande. Esperaba enviarle las señas correctas a Bill de que estaba arrepentido, y lo había hecho; el pelinegro las entendió, pero todo seguía igual.
Estaba acostumbrado a equivocarse y hacer como si nada, si perdía o hería a alguien le daba igual, pero, joder que Bill le importaba. No podía pretender que luego el pelinegro volviera a él, y joder que si lo esperó, pero no llegaba. Sabía que no llegaría, pero seguía aferrado a ello, y cuando llegaba la noche y aún estaba alejado de su hermano, prefería salir por ahí para olvidar, en vez de dar su brazo a torcer. Sin embargo, ya estaba harto de toda esa mierda, de Bill viéndolo con ojos de: te perdono, pero no olvido o te extraño Tomi, pero no iré. Ven por mí. Lo estaba torturando.
—Va bien el ensayo ¿No crees? – rompió el hielo, luego de tortuosos segundos.
—Sí. – respondió frío el menor.
—Tal vez debas añadir más azúcar. – comentó.
Esperaba un: “Tienes razón. Lo dulce es rico.” acompañado con una tierna sonrisa, y al Bill sonreír Tom se sentiría animado.
No fue así…
—Hazlo tú, pensé que venias a ayudarme. – Bill intentaba enfocar su vista en cualquier cosa que no fuera en Tom. Se debía mantener fuerte.
No era como una travesura que Tom le hacía escondiendo sus pintauñas o haciendo comentarios pesados sobre su maquillaje. Fue muy cruel, y aunque sabía que Tom estaba realmente arrepentido, debía aprender a ser fuerte ante su hermano…
… Al menos intentar.
—Tienes razón. – dijo sintiéndose tonto, rechazado, y más tonto.
—Pásame las tasas. – le pidió apagando la cafetera.
—Bill…– le llamó. No escuchó el pedido de su gemelo, había estado pensando en cómo disculparse con él.
—Las tasas. – pidió nuevamente.
— ¡Oh!… sí. – las buscó y se las pasó. —Deberíamos hablar…– dijo ganando coraje.
—Yo no tengo nada que decir, pero puedo escucharte si lo deseas. – le dijo esquivando aquellos orbes avellana que lo ablandarían.
—Perdón por lastimarte. – dijo por fin y luego tomó aire y continúo. — Hay cosas que no quise hacer… pero sé que te lastime, y…
—The reason. – le cortó al mayor.
— ¿Qué? ¿The reason? – preguntó confundido.
—Sacas tus disculpas de una canción. – casi bufó. — Una cita, un peluche y una canción. Si me das flores… creo que sería extraño. – le dijo y salió rápidamente de la cocina. Le era difícil rechazar a su gemelo.
Tom no sabía de qué estaba hablando Bill. Hasta que luego recordó las palabras que él le dijo a Bill.
“—… Y eso que solo te ha dedicado una canción y han tenido una cita, si te regala un peluche y flores de seguro te dejas follar.”
Sintió sus mejillas arder y un cosquilleo en su bajo vientre. No se suponía que ese fuera el resultado. Estaba enojado por no haber conseguido su disculpa y solucionar todo, pero aun así no dejó de sentir esas sensaciones.
«Jodido, Bill.»
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Tercer día luego de la discusión y semana y media desde que eran solo hermanos. Tom odiaba con todas sus ganas ese estúpido ejercicio. Toda la culpa era de Olivia y sus putas ideas. Si en vez de ser hermanos hubieran estado fingiendo, Tom hubiese invitado a salir a Bill y su hermanito no hubiese salido con Daniel, no lo hubiera besado y Tom no tendría por qué sentir ese sentimiento de enojo, no hubiera lastimado a Bill y ahorita no tuviera que ahogar su frustración en un bar mientras afuera se estaba cayendo el cielo.
Las pocas esperanzas que tenia de que a Olivia se le ocurriera una buena idea en la próxima cita se esfumaron, ya que tuvo que ir a un congreso. No cita. No solución.
Viendo que ya era demasiado tarde y a conciencia de su límite de alcohol decidió marcharse de aquel lugar. No estaba ebrio y tampoco quería estarlo. No le importó tener que caminar hasta el departamento, quedaba solo a unas cuadras y no fue en coche. Iría caminado, tal vez sería bueno despejar su mente, así que no le importaba mojarse.
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Bill luego de mucho esfuerzo logró conciliar el sueño, para que a media madrugada Georg entrara a interrumpirlo.
— ¿Qué sucede? – preguntó somnoliento cuando lograron despertarlo.
—Es Tom…
El menor despertó totalmente y se dirigió a la habitación de su hermano.
—De seguro llego bastante tarde y se durmió con las ropas mojadas, afuera hace bastante frío. Está ardiendo en fiebre. – le dijo Gustav cuando entró.
—Pero, ¿Esta bien? – preguntó preocupado y acercándose a su hermano.
—Sí, o bueno… lo estará. Le cambie la ropa y le di algunas medicinas. Solo falta que la fiebre cese, las toallas húmedas ayudaran. – le tranquilizó el rubio.
— ¿Cómo a qué hora llegó? – siguió cuestionando y cambiando la toalla de la frente de su hermano por una más fría, y sentándose a su lado.
—No lo sé, tal vez como a las doce. No lo escuchamos.
—Cuando iba al baño decidí checar si ya estaba aquí y lo encontré sudando frío. – le continuó explicando Georg.
Bill no se iba a apartar de su hermano. No hasta que supiera que estaba bien. Desde pequeño se sentía así, no importaba si era el más leve dolor de cabeza o el más minúsculo de los rasguños, la sola idea de que su hermano estuviera herido o mal de alguna manera le daba temor. Estaba tan preocupado.
Sin embargo, el rostro del de rastas se relajó ante el tacto de Bill en sus mejillas. La fiebre descendía y su respiración estaba acompasada.
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Tom despertó con un leve dolor de cabeza. Eran pasadas las diez de la mañana, pero gracias a las gruesas cortinas la habitación aún estaba a oscuras.
Abrió los ojos lentamente y miró alrededor. Su rostro se iluminó en una tierna sonrisa al ver a Bill a su lado, durmiendo sentado en la cama, apoyado en el respaldar, con su mano cerca de la frente de Tom y con un termómetro en el regazo.
El mayor de los Kaulitz salió de la cama y la rodeó parándose al lado de Bill y cargándolo para recostarlo mejor y cubriéndolo con una sábana. A pesar del frío de la habitación prefirió ducharse y lavarse antes de volver al lado del pelinegro.
Se acostó a su lado y lo abrazó como solía hacerlo. El pelinegro no se negó al contacto y fue en busca del calor que siempre le brindaba el cuerpo del mayor.
Extrañaba tanto a Bill, la suavidad de su piel y su embriagante olor. Le brindó varias caricias es su espalda y cabellos, no supo que tanto tiempo estuvo haciéndolo hasta que sintió aquel cálido y delgado cuerpo removerse en sus brazos.
— ¿Uhg? – fue lo único que salió de sus labios, confundido.
—Hola. – le dijo el mayor.
— ¿Estas bien? – le preguntó sintiéndose un poco extraño, pero feliz, al despertar en aquella posición.
—Ahora lo estoy. – le dio una sonrisa dulce, amorosa y sincera, como las que eran solo para su hermanito. — Lo siento mucho… – volvió a disculparse abrazándolo más fuerte.
El menor solo asintió con sus mejillas encendidas y con sus ojos húmedos.
— ¡Hey! – le llamó. — ¿Por qué lloras? – le preguntó, limpiado una lagrima que escapó de Bill.
—Yo… Lo siento también, no quise abofetearte, no quise comportarme así contigo en el estudio… – dijo entre silenciosas lágrimas.
—Yo tampoco quise decirte esas cosas. – lo besó en la frente. — ¿Estamos bien? – preguntó esperanzado. — Y si no es así dime que tengo que hacer. – le suplicó.
—Estamos bien. – aseguró con una pequeña sonrisa.
—Te extrañe. – le confesó y lo atrajo más, si se podía, a su cuerpo.
—Yo también, Tomi. – decía ruborizado.
Tom le sonrió, simple y sencillamente porque estaba feliz de volver a tener a su hermano. Y esta vez se aseguraría de que siempre fuera así. Siempre con él y solo para él, aun que sonara egoísta.
A Bill no le importó si estaba mal que estuvieran abrazados en la cama y confesándose esas cosas. Olivia dijo que solo fuera contra las reglas si Tom era el de la iniciativa, y él podía jurar que no se quedó dormido en la posición en la que despertó.
A Tom tampoco le interesó si era o no correcto. Él quería a su hermano, y lo quería de esa forma, con dulzura, con Tomi, abrazos, caricias y besos incluidos.
Continúa…
Gracias por leer.