Notas de MizukyChan: Como les dije con el fic de “Pumba y sus amigos”, Bill nos da mucho material para crear historias con sus mascotas y su familia, por eso me he inspirado en el rol protagónico del cachorro en los episodios de TH TV para escribir esta historia. Recuerden que todo lo que yo escriba es absolutamente ficción y cualquier relación o parecido con la realidad, es solo coincidencia.
«Pumba se Lastima»
En el jardín trasero de la casa de los Kaulitz, un grupo de caninos disfrutaba de los rayos del sol, después de varios días de nubosidad y lluvia. Tres de ellos, rodeaban al más pequeño de los ejemplares, preocupados por la patita vendada que tenía.
—¿Qué te sucedió, mi estimado can de carita arrugada? —Preguntó el perrito blanco, acercándose lo suficiente para dar un lametón en las orejas del cachorro, como muestra de solidaridad.
—Es una larga historia —respondió Pumba, arrugando todavía más su hocico.
—En realidad no es tan larga —agregó su hermano mayor—. Solo fue cosa de dos días.
—¿Qué cosa pudo pasar en dos días, para dejar al más pequeño de los nuestros, en tan deplorable estado? —Insistió Oliver August, echándose junto a ellos, para oír la historia.
—Anda compadre, cuéntanos qué te pasó. —Pidió también el perrito negro, conocido como Rafael Jamal o el enemigo de Durkas.
El moteado soltó una carcajada perruna y miró al cielo—. ¿Les cuentas tú o les cuento yo? —Preguntó a su hermano.
Pumba tomó una gran bocanada de aire y comenzó a recordar los hechos que lo agobiaron y lo llevaron a resultar herido por salvar a su padre de una terrible desgracia.
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El pequeño Pumba era amado por sus padres, igual que su hermano mayor Durkas, pero había cosas a las cuales todavía no estaba muy acostumbrado, como por ejemplo, las transformaciones de su adorado Papi Bill.
Sabía que papi Bill era toda una diva, hasta papi Tom le decía así algunas veces, sobre todo cuando debían salir de paseo y se pasaba horas frente al armario, sacando toneladas de ropa y combinándolas con accesorios, zapatos y demás.
En más de una ocasión, el cachorro le decía en su lenguaje perruno—. Eso te queda perfecto, papi. —Y agregaba un ladrido para enfatizar su opinión. Pero su amoroso padre humano, no tenía el oído desarrollado para entender a su mascota.
Pero Pumba no se refería a aquellos episodios con las vestimentas de papi Bill, él hablaba de aquellos fatídicos días en que su hermano Durkas y él fueron llevados a la sesión de fotos. Esos fueron días que jamás olvidaría. Esos días se convirtieron en su peor pesadilla, pero también en su mejor recuerdo familiar.
Todo comenzó con las risas de los tíos G’s en casa. Lamentablemente no llevaban al primo Buddy, pero de todas formas, siempre era un placer tener a los G’s en casa. Ellos siempre alegraban a sus papis, sin olvidar el delicioso contrabando de patitas de pollo que escondían especialmente para ellos.
—No se desvelen mucho, recuerden que partimos mañana muy temprano. —Advirtió el rubio de gafas, mientras él y Georg, subían al coche que los llevaría de regreso al hotel.
—Claro que no, Gusti —dijo papi Tom, pero Pumba ya podía oler en el ambiente, el aroma que llevaba a sus padres a una agotadora ronda de cuchi-cuchi.
Apenas la puerta se cerró, papi Bill ya estaba devorando los labios de papi Tom, haciéndole gruñir.
—A veces creo que papi Bill es un poco violento —comentó Pumba, ladeando la cabeza al tratar de adivinar por qué su papi Tom gemía tanto.
—Nah, pequeño. Son solo juegos de nuestros padres. Cuando seas mayor comprenderás mucho más sobre el cuchi-cuchi.
El cachorro rodó los ojos, hace mucho tiempo había espiado una conversación entre Rafael Jamal y Oliver August y había descubierto que el cuchi-cuchi era sexo. Al principio su hocico cayó hasta el piso, pero después comprendió que era obvio que sus padres tuvieran sexo. Ellos se amaban y eran la “media naranja” del otro, tal como papi Bill decía.
—Mhmh, Bill no aguanto más —dijo Tom entre jadeos y cargó al más delgado, para llevarlo hasta la habitación.
—¿Y los bebés? —Preguntó Bill, todavía besando y mordiendo los labios del otro.
—No se preocupen por nosotros —dijo Pumba, girando para encontrar su propio cojín favorito—. Dormiremos hasta que ustedes terminen.
—Yo los abrigaré después, lo prometo. Ahora vamos, te necesito, Bill. —Y rápidamente subieron las escaleras.
—¿No se supone que solo en la adolescencia son así de calientes? —Preguntó el cachorro, hundiendo sus patitas en el mullido cojín.
—Ellos son gemelos, son un caso especial, nunca olvides eso —respondió el moteado y luego volteó hacia su hermano y preguntó—. ¿Estuviste viendo el Discovery Channel otra vez?
Pumba se alzó de hombros, como pidiendo disculpas—. Es que a veces padezco de insomnio.
Durkas se acercó a él y le dio un gran lametón en la cabeza—. Cuando tengas pesadillas, solo despiértame, ¿ok? Yo puedo hablarte de cosas mucho más interesantes que el Discovery.
—Gracias hermano.
Tras acomodarse una última vez, cerró los ojos y se dejó arrastrar por el sueño profundo.
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Un ruido extraño se oyó muy cerca de él. Mentalmente, el cachorro se daba ánimos para abrir los ojos y cerciorarse que no era ningún fantasma vengativo, sabía que Scotty los cuidaba desde el cielo y también confiaba en la fuerza de Durkas, pero por alguna extraña razón, no quería abrir los ojos, parece que haber visto el maratón de Halloween anticipado, no había sido una buena idea.
Una vez más, se escuchó el chillido, esta vez mucho más cerca, hasta que…
—Vamos, mi precioso bebé. —Era la voz de papi Bill. Soltó un suspiro de alivio.
Abrió los ojos mucho más animado y se descubrió completamente tapado por una gran manta de polar, con razón estaba tan calientito, seguramente papi Tom cumplió su promesa y los cubrió durante la noche. Las luces de la casa estaban encendidas, por tanto todavía era de noche.
—¿A dónde vamos, papi? Es muy temprano o muy tarde, no estoy seguro —dijo el pequeño, lamiéndose el hociquito.
—Tom, despierta a tu campeón —llamó el rubio, frotándose los ojos también—. ¿Ya despertaste, bebé? —Acarició las orejitas de su mascota, sin haber escuchado su pregunta perruna—. Hoy te llevaremos a otro estudio. Nos van a tomar muchas fotos y tu papi Bill se pondrá mucha ropa linda.
—¡GUAU! —Ladró el perrito, emocionado al ver el brillo en los ojos de su papi. Además, “estudio” significaba volver a estar con los tíos G’s, o sea “patitas de pollo”—. ¡Durkas, despierta! —Gritó sintiendo como su panza ya sentía el sabor de la comida.
—Y antes que lo olvide, les debo una galleta especial porque nos quedamos todos dormidos anoche —dijo el rubio, guiñándole un ojo.
—¡GUAU! —Ladró todavía más fuerte y lamiéndose el hocico de gusto.
—Sabía que no olvidarían la galleta especial del cuchi-cuchi —dijo Durkas, uniéndose a su hermano, bajo las caricias de Bill.
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—Este estudio es diferente de las otras veces —dijo Pumba, mirando el enorme espacio.
—Sí, aquí no hacen música, aquí se sacan fotos —respondió Durkas, habiendo pasado antes por algo similar con Humanoid City.
—¿Y qué debemos hacer nosotros? —Preguntó el cachorro, girando para ver a su hermano mayor—. No quiero causar líos.
—No lo harás. Aquí nadie es malo con nosotros, nos dejan explorar, mejor vamos a ver si los tíos G’s están por aquí.
—Patitas de pollo. —Pumba se lamió el hocico, había comido rico esa mañana, pero nada se comparaba a las deliciosas patitas de pollo.
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Después de vagar un rato, un olor familiar llenó las fosas nasales de los caninos, ambos compartieron una mirada cómplice y partieron en dirección a tan delicioso aroma.
Pumba encontró la cajita escondida para ellos, las presas estaban tibias, para no enfermarse de la panza.
—Aaww, los tíos G’s son tan considerados —dijo suavecito el cachorro.
—¿Las hallaste?
—Aquí están, hermano. ¡A comer!
Y el par de canes comió abundantemente, maravillados del extraño, pero agradable sabor del pollo. Pumba se quedó sorprendido del dibujo de la caja, sabía que los pollos eran aves, pero nunca imaginó que fueran de esa forma. Todavía tenía mucho que aprender de la vida.
Al dar las últimas lamidas a la caja vacía, el cachorro decidió seguir inspeccionando el lugar, mientras el moteado se echaba en una alfombra a dormir un rato.
Caminó hasta donde se oía música, a ratos escuchaba cantar a su papi, así que fue hasta allá. Había gente que no conocía y decidió ir hasta su tío favorito.
—Tío Geo, gracias por la comida, acabamos de terminar el pollo.
—Pumbi… —Lo saludó el castaño, pero no podía dejarse seducir por el pequeño y acariciarlo, pues lo fotografiaban justamente a él—. Bill… —Llamó al padre.
Pero fue una mujer quien lo cogió en brazos, un poco fuerte para su gusto—. Déjame humana. —Gruñó el perrito y, al ser devuelto al piso, corrió muy lejos de ella. No es que no le gustaran las mujeres, tía Naty era simpática y tenía uñas ricas para acariciar las orejas, pero la mala experiencia que tenía con la desmemoriada de Ría, era suficiente como para tener cuidado con las féminas.
—¡Papi Bill! —Llamó fuerte, alzando la cabecita para buscar al rubio—. ¡GUAU!
—Hey, bebé, ¿qué pasa?
Los ojos de Pumba se abrieron como plato y se congeló—. Nooooo.
Salió corriendo, desesperado y cuando vio a su hermano, hizo una maniobra pero no alcanzó a detenerse del todo y chocó con una puerta—. ¡Mierda, mi patita!
Su hermano, quien despertó con el escándalo, soltó un gran y sonoro bostezo y luego se asustó de ver al pequeño lamiendo su lastimada extremidad—. ¿Pumba, estás bien? Parece que huyes de un fantasma.
—Tienes que ayudarme, Durkas, papi Bill está atrapado. Su cabeza, oh Dios, creo que morirá si no lo liberamos. ¡Hay que encontrar a papi Tom! —El cachorro daba vueltas, como si quisiera perseguir su propia cola, hasta que la pata del moteado en su lomo lo detuvo.
—Cálmate y dime dónde lo viste por última vez.
—Allá… —Caminó para mostrarle el camino.
Durkas achinó los ojos al ver de qué hablaba Pumba, su papi Bill llevaba una especie de máscara y un traje largo, ajustado en el pecho, con púas. No quería ni imaginar si alguna de esas cosas le clavaba la piel, habría sangre, sin duda.
Pero las risas de papi Tom junto a él, le dieron a entender que no había peligro, así que para asegurarse, corrió hasta ellos.
—Hey. —Bill se quitó el objeto de la cara y le dedicó una gran sonrisa—. ¿Te estás divirtiendo, campeón?
—¡GUAU! —Respondió enérgico.
Pumba corrió a su lado y dio lamidas a la mano de su padre, al sentirlas al alcance. Se había llevado un susto de muerte con esas cosas.
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—Y ese fue el primer golpe que recibió mi patita —dijo Pumba, bajando la mirada a la venda. Todos los demás lo imitaron y arrugaron el ceño.
—Joder, te entiendo muy bien, compadre —agregó Rafael—, si hubiera visto a tu papi Bill con algo así de horrible en la cara, también habría salido a pedir ayuda para rescatarlo.
—Por supuesto —intervino Oliver—, cualquier cosa por los papis Kaulitz.
—¿No habrían hecho lo mismo por su humano Alex? —Preguntó Durkas, escuchando a sus visitas.
—¡Nah! —Rafael respondió de inmediato y alzó los hombros.
Los demás se echaron a reír. La verdad es que ninguno de ellos quería al humano Alex, por insidioso y por no cuidar a sus mascotas lo suficiente. En fin, Pumba cogió aire y prosiguió con su relato.
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Rato después, unas risitas llamaron la atención del pequeño y entró a otra habitación.
—Mi pequeño angelito —dijo la voz de su adorado padre.
Pumba caminó hasta él, un poco temeroso de los grandes cuernos que salían de la cabeza del rubio.
—Ahora sí eres un alien, papi —dijo en su voz perruna.
—Pumba cree que te ves diferente —dijo tío Geo cerca de ahí y era exactamente lo que el cachorro sentía.
—¿Dónde está tu hueso?
Y el perrito estiró la trompita para coger su galleta, pero su papi no se la daba.
—¿Qué pasa, papi? Estoy justo aquí, dame mi huesito.
Y el rubio la volvía a elevar, como burlándose de él.
—No quiero ser grosero contigo, papi, pero hoy has actuado y te has visto más raro de lo normal.
Y por fin recibió su galleta—. Ni creas que me has comprado con esto. Casi paralizas mi joven corazón con esa fea máscara y esa ropa peligrosa.
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Mientras el perrito comía, tía Naty entró para retocar el maquillaje de su padre y le cambiaron el atuendo a uno que había visto en una película de soldados, hasta le pusieron un sombreo muy lindo, parecía general del ejército.
Pumba se sintió tentado a ver qué hacían con esa ropa, así que caminó detrás del grupo de humanos hasta una habitación con un sillón gigante y bien raro, justo delante de un telón negro.
Papi Bill se sentó allí como alguien muy importante y posó para las fotos, pero de pronto alguien mencionó el nombre del cachorro y fue levantado en el aire y llevado hasta su padre, quien sonrió.
—Mira, precioso —dijo el rubio. Pero al oír las risas, Pumba creyó que se burlaban de él, lastimando su orgullo perruno. Giró el rostro, como en un desprecio, sintiéndose ofendido.
—No quiero que te sigas riendo de mí, papi Bill. Esto es bochornoso.
Se oyeron voces de los otros humanos, algo como que Bill debía ponerse serio, pero su padre solo atinó a reír un poco más y disculparse con un—. No puedo…
Pumba volteó el rostro, un poco ofendido por las risas. Él era tan guapo como papi Bill, de otra raza, pero igual de guapo. Y escuchó como las fotografías continuaban.
& Continuará &
Dividí el capítulo en dos para que no se sintiera tan largo. Pero pronto sabremos cuál fue la otra razón para que la patita de Pumba se volviera a resentir.