«Reverse I» Fic de Alter Saber
Capítulo 13: Pasión
«Puse un hechizo sobre ti, Porque eres mío»
– Nina Simone
Mi hijo Tom siempre ha sido una persona muy reservada, con una gran capacidad intelectual, pero ajeno a la socialización con otros. De niño se la pasaba solo, haciendo travesuras, inventando juegos fantásticos; parecía ser feliz. Luego, conoció a Andy, Jake y Rick; se veía satisfecho con ese círculo tan exclusivo.
Las chicas son otro cuento aparte; sin necesidad de esforzarse, Tom tiene la facilidad de escoger que mujer tener y a cual rechazar; en ese sentido, su conducta es algo carnal y superflua; sin embargo, hubo una excepción a esa regla.
Cuando conoció a Sabella; él mundo entero en el que Tom había vivido por años, dio un giro de 180º; Clarise (La madre de Tom) y yo, estábamos sorprendidos por el cambio tan abrupto que había tenido nuestro hijo; sí antes de ella, parecía complacido con todo; después de conocerle, se sentía en las nubes.
Él no hacia otra cosa que no fuera hablar de ella; era sencillo identificar como iban las cosas entre ellos; porque cuando Tom llegaba callado y se encerraba en su cuarto, era porque había peleado con Bella o si por el contrario empezaba a hacer bromas y a jugar como un niño lo haría, es porque sus asuntos interpersonales iban de maravilla.
Hasta que…
Un día, Tom recibió una llamada de Andy, el cual le informo que era necesario que fuera de inmediato a su casa; Tom se alarmó creyendo que algo le había sucedido a su mejor amigo; pero, su sorpresa fue, que en ese lugar, estaban Jake, Rick, Clarise y yo; Andreas le había citado para informar un suceso desastroso:
– Tom, esto no es para nada sencillo. Los que estamos aquí, queremos que sepas que siempre tendrás nuestro apoyo en todo…
– Pero, ¿Qué es lo que sucede aquí? ¿Por qué están reunidos?
– Mira Tom…A Bella le sucedió algo.
– ¿QUÉ?
– Si, ella…
– ¿Ella qué Andreas? Maldición, habla de una puta vez.
– Tom…
– Me importa una mierda, sí no van a hablar, me largo de aquí y voy a buscarla.
– Hijo, siéntate.
– No papá, ¿Por qué actúan tan extraño?
– Cielo, necesitas calmarte.
– CÓMO UN DEMONIO; ME LARGO YA DE AQUÍ.
– Tom, Bella se suicidó.
Poner en palabras el rostro de Tom en ese momento era imposible. Sus ojos se llenaron de lágrimas, sus rodillas falsearon y el palideció. Estaba acabado, él se sentía muerto; podía verlo; sin previo aviso, él se levantó furioso y comenzó a tirar jarrones al piso, volcaba las mesas, tiraba las lámparas y Andreas no le decía nada, sabía que necesitaba descargar su impotencia y cuando no pudo más; gritó tan fuerte que creí que se había desgarrado la garganta; era un lamento ensordecedor.
Tom sufrió como nunca y después de desahogar su dolor; Andreas fue hasta él y lo abrazo con fuerza; Jake y Rick se sumaron al gesto y él cayó rendido.
No recuerdo cuantas horas estuvo llorando; perdió el conocimiento y estuvo así por dos días enteros. No obstante, cuando despertó, Clarise y yo fuimos hasta su habitación y le entregamos la carta que Bella le había dejado; era difícil hacerlo, quizás lo que estuviese escrito ahí era motivo suficiente para desmoronarlo aún más; pero sólo él podía decidir si deseaba atormentarse o continuar.
– Hijo, ¿Cómo te sientes?
– No siento.
– Cielo…
– Miren, yo sé que nada de esto es su culpa, pero, sí no les molesta, deseo estar solo.
– Si claro hijo, pero antes, ten.
– ¿Qué es esto?
– Es una carta por parte de Bella.
– ¿Qué?
– Si, al parecer Miranda (Hermana de Bella) le pidió a Andreas que te la entregara.
– ¿Cómo se suicidó?
– Hijo, es mejor que no sepas esos detalles. Limítate a recordar lo bueno y no priorices en lo malo.
– Mejor, déjenme solo. Quiero pensar.
– Claro cielo, pero recuerda que estamos para ti.
– Si.
Salimos del cuarto y Clarise rompió a llorar; ese Tom que estaba sentado en esa cama, no podía ser nuestro hijo; tenía unas ojeras enormes, sus labios estaban morados y parecía haber envejecido unos 10 años; pero, lo más impactante, fue el vacío de su mirada; tan desorientada y oscura; como si vivir le supusiera una carga.
Mucho tiempo después de ese incidente; pudimos leer aquella carta que decía:
Para mí alíen favorito:
Tom, ni siquiera sé por dónde empezar, no tengo ni idea de cómo ni cuándo leerás estas palabras que ahora carcomen mi ser; tampoco existe nada que pueda decirte para explicarte, excusarme o justificarme por lo que estoy a punto de hacer; pero, ¿Sabes algo amor? No tengo más opción.
Ya no puedo lidiar más con esto; prefiero desaparecer y jamás regresar a éste infierno que amenaza con destruir la poca lucidez que me queda.
Lo que estoy por contarte, es algo que sólo mis parientes más cercanos saben; nadie, ni siquiera mis amigos más íntimos, tienen conocimiento de mi condición.
Cuando tenía 2 años sentía que las paredes me hablaban ¿Extraño verdad?, veía como los monstruos salían del closet y se acercaban para asesinarme; creía que las muñecas eran diabólicas y cuando estuviera durmiendo, ellas se despertarían y acabarían con mi vida.
Muchos especialistas decían que padecía de un trastorno que producía alucinaciones que sólo yo podía observar y para mi eran reales.
Sólo un tiempo después, descubrí que los síntomas de mi enfermedad eran conocidos como: Esquizofrenia paranoide. De allí que mi intelecto sea superior a la media; pero también, eso explica él porque era una persona aislada y egocéntrica.
Veía, escuchaba y sentía cosas que nadie más podía percibir; eso era simplemente aterrador.
Hasta que te conocí.
Mi cielo, llegaste a revolucionar mi mundo con tu despampanante sonrisa, con la calidez de tus brazos, con el sentir de ese corazón que se alocaba cada vez que me veía.
Te amo, más que a mí misma, más que a mi vida, más que a las flores de cerezo, más que a mis libros, más que a la verdad. Tú eres todo lo que yo necesito para sentirme plena y en paz.
Te preguntaras si lo que digo es verdad y sólo puedo pedirte que me creas. Nunca imagine siquiera tener el placer o deleite de tocar otros labios que no fueran los míos, o de consumar el amor en una noche desenfrenada por la pasión.
A decir verdad, nunca te enteraste de ésta situación, porque no quería asustarte; deseaba que me amaras como lo hacías y que no te percataras de mis cambios abruptos; no lo habrías soportado Tom.
Conforme pasaba el tiempo en que compartíamos vivencias inolvidables; menos efectivo se volvía el medicamento; todas mis alucinaciones apuntaban a que tú morirías por mi culpa y yo, simplemente no lo aguante más.
Entiende que a pesar de que las imágenes son producto de mi mente, para mí, son tan reales como el color avellana de tus ojos; y me atormentan Tom; ya no quiero seguir viviendo día tras día creyendo que tu morirás…
Por eso, perdona mi cobardía.
Y recuerda no cerrar tu corazón; mereces que alguien te ame con locura, así como yo lo hago.
Te deseo la felicidad del Universo.
Con amor, tú Bella.
No pude evitar llorar; no podía ni imaginar cuanto dolor sentiría Tom al leer esa carta. Bella había sido el primer amor de mi hijo y él la amaba con profunda dedicación.
Pero, él como afecta la ausencia o partida de alguien a una persona, es algo que sólo la victima pude entender.
Tom cambió radicalmente, no le interesaba nada ni nadie, se volvió un desalmado; jugaba con las chicas y las hacía sufrir. Se emborrachaba, tenía peleas callejeras e incluso en una ocasión paso la noche en la cárcel.
Perdió el control de su camino; lo único que parecía medianamente estable, era su dedicación a los estudios; obtuvo el mejor puntaje en las pruebas de aptitud y optó por la Universidad más prestigiosa de Frankfurt.
No había nada que Clarise o yo, pudiésemos decirle para aliviar la culpa que cargaba; porque si, Tom se hacía responsable de la muerte de Bella y nadie le quitaría esa idea de la cabeza; o bueno, eso creí hasta que lo vi descender por esas escaleras decidido a recuperar a Bill.
Él tenía la determinación de encontrarle o morir en el intento y aunque temía por la vida de mi hijo; le dejé ir; porque sabía que sí algo le sucedía a Bill, Tom no lo soportaría de nuevo y quizás en un arrebato de ira, acabaría con su propia existencia.
Cuando sus ojos me vieron, sin pronunciar palabra alguna, me dijeron:
– Lo amo.
Esa era la verdad de todo, Tom se había enamorado de Bill; él que ahora fuera homosexual, no es algo que me concierna, de hecho, ni siquiera me preocupa; lo que me inquieta es que esa relación no puede darse, no sin antes que ellos lo sepan…
Y como sí mi amada esposa leyera mis pensamientos, me dijo:
– Cariño, es hora de que ellos sepan la verdad; no podemos permitir que ellos estén juntos.
– Lo sé Clarise, pero, primero esperemos a que regresen con bien y después veremos.
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Y aquí estábamos de nuevo; viéndonos el uno al otro, aliviándonos por encontrarnos y frustrándonos por no haberlo hecho antes. Tom parecía que iba a acabar conmigo en cualquier instante y no tardó en confirmar mis sospechas:
– ¿Tú eres imbécil o te haces?
– ¿Qué?
– ¿Qué sí eres idiota o te haces, maldito cabrón?
– Oye, pero, ¿Qué demonios sucede contigo, ah? Me ves y lo primero que haces es insultarme. Puto desalmado.
– Pero, ¿Qué derecho tienes de reclamarme, ah? ¿Cuántas horas crees que llevo buscándote, estúpido desagradecido?
¡Qué infeliz! ¿No se supone que debería estar feliz de haberme encontrado? ¿Por qué demonios me está regañando?
– No lo sé y, a decir verdad, Yo, no te lo pedí.
– Serás…
– Mira, sí viniste a esto; mejor vete por donde llegaste.
– ¿Con esta tormenta? ¿Qué quieres? ¿Matarme?
– Ojalá lo hiciera, así no tendría que soportar el verte.
La verdad era que estaba atemorizado de tenerlo allí frente a mí; temía que sólo hubiese venido por lastima o porque sus padres lo habían obligado a buscarme y no porque él así lo quisiera.
Me sentí un poco angustiado por sus motivos y trate de tantear terreno:
– ¡JA! No fui yo el que salió huyendo de casa porque no soportó el que haya perdido el interés por él…
– ¿Disculpa? ¿Y a ti quien te dijo que me fui por eso?
– Entonces, ¿Por qué carajos lo hiciste Bill?
– Porque…pues…porque sí.
– Ah, ya. O sea, que te pusiste en riesgo porque sí. ¡Qué lógico!
– Tom, lárgate.
– ¿Qué?
– Que te vayas, tú sola presencia me asfixia. ¿Por qué no puedes desaparecer y ya? Te odio, te detesto, ojalá nunca te hubiese conocido.
– Pero…
– Pero nada, vete y déjame solo.
No importaba lo mucho que deseaba que él se quedara; la verdad era que prefería seguir ahí solo y expuesto a un sinfín de peligros; si con eso, Tom se marchaba y yo ya no debía aguantar esas ganas incontrolables de abalanzarme a sus brazos. No pude evitar llorar…
Sin embargo, él no se fue…
De repente, sentí como unos brazos fuertes me abrazaban como si la vida se le fuera en ello; su mano empezó a pasearse por mi cabello y lo acariciaba con una delicadeza poco vista en él y entonces, le cuestioné:
– ¿Te quedaras?
– Aunque tú no quieras, aquí estaré.
– ¿Por qué lo haces?
– No puedo dejarte.
– Pero, dijiste que ya no te interesaba.
– Soy un cruel mentiroso.
Esperen un maldito momento…
¿Una manada de Linces había estado a punto de devorarme en mi intento por escapar del abandono de Tom y resulta que él me mintió?
¡DIOS, PERO QUÉ ESTUPIDO SOY!
– ¿Me mentiste?
– Bill… ¿Cómo podría olvidar lo que me haces sentir?
– Y, ¿Qué sientes?
– Ummm, ¿Quieres la verdad?
– Si.
– Cuando estoy así, cerca de ti, siento que lo imposible se vuelve verdad, que la oscuridad es luz, que los días grises son radiantes, que la radio no es aburrida, que la lluvia es un deleite y que tú eres quien hace todo eso posible. Pienso en ti, más que en mí mismo. No sólo te deseo, te añoró con todas y cada una de las fibras que recorren mi cuerpo.
Sus palabras eran sinceras, sus expresiones me daban una pequeña esperanza sobre algo que considere imposible y para descartar o reafirmar mí conjetura; le dije:
– ¿Me amas?
– ¿Tú me amas?
– Si.
MIERDAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA.
Soy un puto imbécil.
¿Le había dicho que si?
¿Y ahora cómo iba a hacer para zafarme de esta?
Pero, ¿Y sí el no sentía lo mismo?
– Repítelo, quiero que me lo digas mientras me ves, ¿Me amas?
No podía articular ninguna palabra, me era difícil contestarle, me suponía una carga terrible. Estaba en pánico, y él seguía insistiendo…
– ¿Bill?, ¿Tú me amas?
– Yo…
– ¿Sí?
– Pues yo…
– Dímelo.
– Ummm.
– Vamos pequeño, anhelo escucharte. ¡Dilo!
– Tom, yo a ti…
– Aja.
– Yo…te…amo…
– ¿Lo haces?
No me quedo de otra, asentí y espere mi fin.
Pero sus ojos seguían observándome y vi como en un instante, su mirada se desvió a sus labios y pensé: Aquí viene…
Tom no tardo en reclamar mis labios como suyos, en un inicio fue despacio pero después, su ritmo aumento y su cuerpo cayó encima del mío; me restregaba con insistencia sus prominentes músculos y sentenció:
– Te deseo.
Pero, ¿Es que este hombre no se da cuenta que me dificulta la respiración con esas conclusiones tan vehementes?
– Bill…
– ¿Sí?
– Desnúdate.
¿QUÉ? Dios, que alguien le dé un buen golpe a éste idiota que cree que un chasquido de sus dedos todo está a su alcance…
– ¿Por qué debo hacer eso?
– Quiero apreciarte mientras te quitas la ropa.
– Pervertido.
– Sólo contigo.
Bien, la verdad era que no necesitaba ni siquiera chasquear sus dedos. Él sabía que tenía control sobre mí; que sus deseos aunque desenfrenados eran suficientes para complacerle.
Sentía mis mejillas arder por la vergüenza, pero, en un intento vano por ocasionar alguna reacción lujuriosa en él; comencé a sacarme la ropa de manera despaciosa y seductora, hasta que quede completamente expuesto ante ese esplendoroso ser:
– Tócate.
– ¿QUÉ?
– Quiero que te toques Bill.
– Pero, ¿Tú estás tonto?
– Venga, deja esa timidez, eres jodidamente hermoso, aprovéchate de eso y provócame.
Ok, ahora iba a ser yo, quien le reventara esa perfecta boca. ¿Cómo quería que hiciera algo tan íntimo como eso, en frente suyo? ¿Estaba demente?
Pues no señores, no le voy a dar el gusto.
Que se muera.
Pero, ¿Cuándo había perdido Tom en algo que me hubiese pedido?
NUNCA.
Me basto ver la lascivia de sus ojos, para entender, que Tom no estaba jugando; hoy era el día; ni siquiera un huracán podría detener éste momento…
Dejé a un lado mi timidez y bajé con lentitud mis manos hasta mi miembro; sentirme observado por él, me hacía perder los sentidos…
– Ahhh…
– Si, hazlo así Bill.
– Tom…
Estaba concentrado en mi labor, cuando sin aviso, Tom se acercó y empezó a acariciar mi erección; no pude soportarlo, sólo podía gemir y gritar por el placer que sentía en todo el cuerpo…
– Oh, Tom, no pares.
– No lo haré.
Este hombre era sumamente cruel, ¿Cómo se suponía que iba a soportar todas esas sensaciones juntas?
– Suplícame…
– ¿Qué?
– Dime que quieres venirte.
– Pero…No lo soporto más.
– Por eso, dímelo.
– Tom…
– Si no lo dices, no te dejaré acabar.
– Eres un tonto.
– Jajaja, te escucho precioso.
– Tom, venga ya.
– Dilo.
– Quiero que…
– ¿Sí?
– Maldición, hazme venir.
– Como órdenes.
A la mierda mi orgullo; anhelaba a Tom en ese momento como sí el mundo estuviese a punto de acabarse; sólo podía pensar en la manera en la que su mano me tocaba y para aumentar mi delirio, susurro:
– Vamos nene, hazlo por mí.
– Ahhh, Tom, Tom.
– Si, si, si, vente ya.
Ahí me encontraba de nuevo, sobre esas nubes que sólo Tom podía permitirme tocar; estaba en el cielo y él era el paraíso entero. Mientras gozaba de esos espasmos restantes en mi cuerpo; pude ver como una fuerte amenaza estaba tomando lugar en la entrepierna de Tom…
– Mierda Tom.
– Y, ¿Vas a hacerte responsable por eso?
Por supuesto que no, es decir, yo no tengo la culpa de que él se excite mientras ve a otro hombre disfrutar, ¿Cierto?
– No…
– ¿No? Pero, que injusto eres. Merezco tu cariño, dijiste que me amabas…
– Lo hago…
– Entonces…
– ¿Quieres que te haga lo mismo?
– Ummm, eso podría estar bien.
– ¿Sí?
– Sí, pero tengo una idea mejor.
– ¿Cuál sería?
– Bill…
– Dime.
– Voy a hacerte el amor.
Quien iba a imaginarse que éste momento llegaría así sin más; en una cabaña vieja, en medio de una terrible tormenta; éste ser demoniaco reclamaba el derecho de poseerme con desquiciada locura y yo tenía que rendirme…
¿Qué otra cosa podía hacer?
Sin embargo, nunca creí que lo que estaba a punto de suceder fuera siquiera posible…
– ¿Hacer qué?
– Hacerte el amor Bill; te haré mío.
– ¿Y con qué derecho? ¿Quién te dio permiso?
– Pues tú.
– ¿Yo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué?
– Porque me amas.
– Estoy empezando a arrepentirme de haberte confesado eso.
– Lo sé, ¿No es genial? De ahora en adelante se convertirá en mi argumento de oro para todo.
– ¿Cómo?
– Si, cada vez que quiera algo te voy a decir: ¿No se supone que me amas? Pobre pequeño, me has cedido todo el control.
– Eres un infeliz.
– No lo soy.
– Si lo eres, idiota.
– ¿Cómo podría serlo, sí tú estás aquí conmigo y para mí?
Era un maldito encanto; sólo el pronunciaría palabras como esas sin sentir vergüenza o remordimiento…
– Si, si, lo que digas.
– Bueno y ya que has aceptado tu destino, ¿Qué te parece si jugamos?
– ¿Jugar?
– Si, será súper divertido. Te lo garantizo…
– ¿Y de qué se trata?
Hasta yo me sorprendo de mi ingenuidad, o sea, era más que obvio que Lucifer no me iba a pedir que saliéramos a correr en medio de la lluvia; pero, tampoco pude predecir lo que iba a proponerme…
– Yo voy a hacerte una pregunta de cultura general; si tu aciertas, puedes pedirme que haga algo que quieras y sí no lo haces, entonces yo te diré que quiero que hagas ¿Si?
– Por supuesto.
¡JA!
Pero qué iluso, si cree que puede ganarme en conocimiento, se jodió; es decir, yo he leído más libros de historia que cualquier adolescente común.
Pero, la realidad fue otra…
– Bien, esta es la pregunta, ¿Estás listo?
– Si, si, si, venga.
– ¿De qué murió Nicola Tesla?
– ¿Qué?
– Lo que escuchaste, ¿Cómo murió?
– Pero, ¿Cómo putas voy a saberlo?
– Es conocimiento general Bill.
– La madre que te pario, eres un jodido tramposo.
– Jajaja, la primera ronda es mía; así que… ¿Qué quiero?
El muy malnacido estaba disfrutando de su victoria arreglada, pero yo no iba a ceder.
– ¿Y bien, ya te decidiste?
– Si.
– ¿Qué quieres?
– Arrodíllate.
– ¿Cómo?
– Qué dobles tus rodillas para que entren en contacto con el suelo.
– Sé que significa tonto, pero, ¿Para qué quieres eso?
Tom se levantó del suelo, se quitó los jeans y se paró enfrente de mí con un gesto sugerente…
No.
No, no, no, no, no…
Ni en un millón de años.
– Bill, ¿Qué te parece si le brindas un poco de atención a mi «amiguito» con tu lengua?
– ¿Estás loco?
– No, tú perdiste y eso es lo que quiero que hagas.
– No, ni en un millón de años. Puto subnormal.
– Bueno, si no acatas mi orden, tendré que castigarte.
– ¿Ah, sí? Y ¿Qué harás?
– Voy a penetrarte sin lubricante.
Bien, eso sí me llamo la atención; como no atendiera sus deseos, él iba a partirme en dos y yo no disfrutaría de ello…
– ¿Qué?
– Lo que oíste y no trates de huir, porque si veo que quieres salir corriendo; te amarré las manos y te montaré de inmediato.
– Pero…
– Nada, hazlo ya.
Santo Dios, ¿Cómo se suponía que tenía que hacer eso, ah?
Nunca en mi vida, imaginé que haría algo tan obsceno como eso y menos con un hombre…
Pero Bill, sino quieres morir esta noche; síguele la corriente a tu dueño.
No me detuve a considerarlo; cerré mis ojos y procedí…
– Ohhh, mierda, mierda, maldición.
Tom había echado su cabeza para atrás y su cuerpo se estremeció con el tacto de mi lengua; él estaba derritiéndose y de repente, tomó mi cabeza con sus manos y comenzó a marcarme el ritmo con el que añoraba que le succionara.
– Ahhh, Dios. Bill más rápido.
El sólo ver y escuchar la forma en la que Tom estaba cediendo su control a la lujuria en su estado más puro; me había afectado…
– Así nene, justo así. Maldición, eres hermoso.
Sus movimientos se alocaron, la podía sentir en mi garganta; él estaba por terminar y de un momento a otro; él me quito de su miembro y acabo.
– Ahhh, mierda.
Fue todo lo que dijo, pero se quedó de pie durante un rato más y luego sonrió con satisfacción.
– ¿No te dije que iba a ser un juego entretenido?
– Púdrete.
– Ay, no te enojes. Fue divertido, ahora, tú preguntas…
La verdad es que había pensado en un interrogante que sólo un aspirante a Psicólogo podría responder, y estaba a punto de cuestionarle, pero la verdad era que en esos instantes, yo sólo tenía una cosa en mente…
Me levante y lo vi directo a los ojos; me acerqué de manera en que nuestros pechos se tocaran; bajé mi mano hasta su miembro, besé su cuello y le susurre:
– Quiero «Esto» ya mismo, dentro de mí.
Tom se quedó paralizado; pensé que quizás él no quería hacerlo de una vez; pero, yo no podía sacar eso de mi cabeza. Le necesitaba…
Vi como él fue hasta su maleta y saco una cobija; la extendió en el suelo y me hizo señas para que fuera hasta allí; cuando mi brazo rozó un poco con el de él; fui testigo del inminente terror.
Tom me obligó a recostarme allí y me beso con desespero. Su lengua estaba ansiosa; sus labios se separaron y empezaron a recorrer todo mi cuerpo, dejando un rastro que se acompañaba de fuertes mordiscos y gemidos roncos…
Sentí como su lengua se posiciono en mis pezones y empezaba a besarlos con ternura y luego con rudeza. Esa sensación intercalada de placer y dolor, era sublime.
Sus caderas comenzaron a moverse de una forma erótica contra mi pelvis y yo sentía que iba a perder el conocimiento; era una vivencia indescriptible.
– Di que me perteneces.
– Ah, Tom.
– Di que eres mío, que sólo yo puedo hacerte esto. ¡Dilo!
– Ummm…
– Vamos Bill, quiero oírlo.
– Tom, ya, hazlo. Me voy a enloquecer.
– No, hasta que lo digas.
– Soy tuyo.
– ¿Y?
– Sólo tú puedes hacerme esto.
– Buen chico.
Tom se levantó y se ubicó justo entre mis piernas, las cuales separo con suma delicadeza: Se llevó uno de sus dedos hasta la boca y en el movimiento más sensual, empezó a lamerlo; veía como su lengua recorría ese lugar y yo por alguna extraña razón, estaba deseando sentirlo…
Él se inclinó un poco y empezó a buscar ese sitio virginal que deseaba tomar; cuando lo encontró, introdujo su dedo y comenzó a realizar movimientos circulares que en un inicio me parecían estorbosos, pero que, conforme profundizaban, se sentía condenadamente bien.
– ¿Te gusta?
– Si.
– ¿Si? ¿Quieres otro?
– Por favor.
– Bill…
Introdujo tres sin avisarme y sentí una punzada de dolor indescriptible; no se comparaba en nada a la comodidad de hace unos instantes…
– Tom, espera, me está doliendo, hazlo más despacio.
– No puedo, te quiero ya mismo. No lo soporto más.
Sus movimientos empezaron a incrementar, y él soltaba uno que otro gemido, se estaba desquiciando de sólo imaginar que en cualquier instante me iba a penetrar…
Cuando el ritmo incrementó, una nueva sensación llegó hasta mí. Pude sentir como una corriente de placer, ascendía por toda mi columna, era sencillamente exquisito.
– Tom, más, no pares.
– Bill, quiero entrar, ¿Me dejas?
– Si…
Sus ojos brillaron con entusiasmo; sus dedos salieron de allí y vi como esa erección había tomado un tamaño considerable.
Bien, me iba a matar con eso.
– Tom, recuerda que debes ir despacio.
Él no contestaba, estaba concentrado en la manera en la que la punta de su miembro amenazaba con entrar y hacer de las suyas. Rogaba a Dios, que sí quedaba algo de auto-control en Tom, que por favor, no fuera a penetrarme de una manera salvaje porque no soportaría el dolor.
No está mal soñar ¿Verdad?
En cuanto su miembro rozó mi entrada; él cerró sus ojos y tomando un fuerte impulso; entro con descaro y hasta el fondo.
– Ahhh, eres muy estrecho pequeño. Jodidamente fantástico.
A mí se me saltaron las lágrimas; era tanto el dolor que ni siquiera pude gritar; estaba pasmado en ese lugar y él sin reparar en mi sufrimiento, empezó a moverse…
– Bill, Bill, Bill.
No había otra cosa más que saliera de su boca que no fuera mi nombre; no sentía nada de placer, pero al verlo así, tan ensimismado y feliz; no pude evitar llevar mi mano hasta su mejilla y decirle:
– Te amo.
Sus ojos se abrieron muchísimo, suspiro y dijo:
– ¿Tú eres tonto, verdad? ¿Cómo putas se te ocurre decirme eso cuando estoy tratando con todas mis fuerzas de no romperte en dos? A la mierda, sabes Bill, lo que está por suceder, es todo tu maldita culpa.
Las embestidas fueron en ascenso; el ritmo era brutal y su mano empezó a moverse sobre mi miembro con desespero; sus labios mordían mi cuello y oreja; su voz era ronca por la excitación del momento; él estaba perdiendo los estribos y yo le acompañé en el proceso.
– Oh, Tom.
– Maldición, se siente muy bien, jodidamente bien.
No íbamos a aguantar mucho más, pero, como siempre; no se podía esperar algo seguro con éste hombre.
Tom, me abrazó y me levantó para que quedara encima de él; sentía su miembro en lo más profundo de mí ser; y sonriendo de una forma muy juguetona, me dijo:
– Muévete.
Su sentencia había sido clara y por esta vez, no pensaba refutarle algo. Comencé a moverme encima suyo y la sensación era gloriosa; el agarró con fuerza mi parte trasera y me apretó, exigiéndome más velocidad…
– Vamos nene, vamos, hazlo ya. No voy a aguantar mucho más.
– Tom, así me gusta, justo así.
– Gózalo, es todo tuyo.
Aceleré el ritmo hasta no poder más y sentí como Tom levantaba su pelvis y me apretaba para que no me apartara de él; al unísono, ambos dijimos:
– AHHH…
Habíamos alcanzado el clímax; era el mejor momento de toda mi puta existencia. Tom era un alfa por naturaleza; su bestialidad era adictiva; acabábamos de terminar y yo, deseaba que todo volviera a comenzar.
Mientras descansaba sobre el pecho de Tom; él acariciaba mi cabello con dulzura y me dijo:
– Bill…
– Ummm…
– ¿Sabes?
– Dime.
– He estado con tantas personas en mi vida que ni siquiera recuerdo la cantidad…
– ¿Y?
– Es increíble que sólo contigo haya sentido esto.
– ¿Esto?
– Si, esto.
– ¿Y qué es esto?
– Pasión.
Continúa…
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