Reverse 14

«Reverse I» Fic de Alter Saber

Capítulo 14: Plenitud

«Cuando estoy contigo,

Me encuentro de pie junto a un ejército»

Ellie Goulding (Army)

Me considero una persona sociable, es decir, a pesar de que en un inicio se me dificultaba comunicarme con los demás; en la actualidad es sencillo hacer conocedor a alguien de mis pensamientos y perspectivas; sin embargo, fue un noble suceso el que hizo eso posible.

Estaba cursando el último año de la básica primaria y todos mis compañeros me tachaban de «Asocial»; pensaban que al ser un niño con grandes dotes intelectuales y una familia sumamente adinerada; Yo, me consideraba un ser superior. Para ser honesto, nunca categoricé a las personas por su estatus social, ni por sus capacidades cognitivas, ni mucho menos por su apariencia física; supongo que existirá gente que le encuentre sentido a la vida si está pendiente de los demás; pero, en mi caso, no hay nada más absurdo que poner una «Etiqueta» en alguien a quien no se le conoce, porque ni siquiera a los seres más cercanos se les comprende del todo.

Hasta mis 10 años de edad, no tuve ningún amigo; nadie me daba la oportunidad de mostrarle mi extrovertida personalidad; me juzgaban sin siquiera saber mis gustos u opiniones.

Ser el «rechazado» de la escuela tenía algunas ventajas; como por ejemplo, que nadie te pide comida de tu almuerzo, que tus útiles escolares no se pierden, que te concentras en clase o que no tienes que participar en esos estúpidos eventos que se inventan para malgastar el dinero; pero, las consecuencias de ser un marginado, pueden ser apoteósicas.

Y yo no fui la excepción a eso.

Recuerdo que era lunes y me encontraba en el baño lavando un poco mi cara porque había pasado una noche terrible y el sueño me estaba invadiendo por completo; cuando terminé de refrescarme y estaba dispuesto a salir de ese lugar; me di cuenta que 3 de los bravucones más temidos de la escuela me miraban con un rostro de satisfacción, que me permitió deducir algo simple:

– ¡Me van a dar la paliza de mi vida!

– Oye ricachón, ¿Es cierto que tus padres tienen más dinero que los del tal Trümper?

– ¿Quién?

– Trümper, el chico ese de las rastas.

– No sé quién es, y si no les molesta, me voy a ir.

– Vaya, pero que educado eres al hablar. Se nota que eres de una buena familia, nada comparado con la «Escoria» como nosotros.

– Yo no dije eso.

– No, no lo hiciste; pero, ¿Acaso eso importa?

Los 3 chicos se empezaron a acercar y yo entré en pánico, estaba petrificado; cuando me di cuenta, mi espalda chocó contra la pared y ya no tenía un lugar al cual huir; de esta no me podía salvar, no existía nadie que me ayudara, no había nadie que se atreviera a defenderme.

– Chicos, por favor, déjenme ir.

– ¿Estas rogando? Y ¿Se supone que eres un hombre?

– Awnnn, la niñita va a llorar, ¿Llamamos a tu mami?

– Por favor, sólo quiero irme. No les he hecho nada.

– Si hiciste algo…

– ¿Qué?

– Existir.

Y no lo vi venir, no fue hasta que vi la sangre en el suelo que me di cuenta que ese bastardo resentido, me había tirado de un buen golpe al piso; mi nariz estaba sangrando por montones y yo, no podía hacer nada. No sólo me superaban en número, también lo hacían en fuerza, destreza y confianza.

Pero, ¿Por qué Dios es tan injusto?

¿Por qué permite que estas cosas le pasen a un pequeño inofensivo?

¿Por qué no me defiende?

¿Acaso no he sido un bueno niño?

De repente, mis cuestionamientos fueron contestados…

Mis ojos vieron unas zapatillas deportivas de color blanco; conforme iba subiendo la mirada (Desde la perspectiva que me permitía el suelo) vi unos pantalones anchísimos, dos personas cabrían ahí sin dificultad; una camiseta blanca aún más grande, unas ¿Rastas? Y una gorra que hacia juego con todo el conjunto.

Era Tom.

– Y ustedes tres, ¿Qué demonios creen que hacen? ¿No piensan que un 3 a 1 es un poco desequilibrado?

– A ti que te importa Trümper, tú también perteneces a los de su clase.

– ¿Los de mi clase?

– Si, niños consentidos que piensan que el mundo les pertenece por tener más dinero que los demás.

– Ah, ya. Jajajajajajaja no es mi culpa haber nacido en una cuna de oro.

– ¿Te crees muy listo?

– No me creo; SOY MUY L-I-S-T-O.

– ¿Piensas que no vamos a golpearte como a él?

– Hace falta más que un trio de idiotas para lastimarme.

– Jajajaja, hablas mucho…

– Para nada, pruébame si quieres.

En el movimiento más veloz, ese chico lanzo un puño directo a su cara y Tom lo esquivo con suma facilidad; al agacharse logró golpear el abdomen de aquel bravucón y éste no le quedo de otra que revolcarse en el suelo del dolor.

– Venga, ¿No se supone que tienes fama de «Malo? ¿Eso es todo lo que tienes? Si es así, me pareces patético.

– Trümper, estás muerto.

– Oh, no me digas.

Los 3 idiotas fueron por él; pero su destreza, su agilidad, la rudeza con la que los enfrento, me hizo creer que Dios había permitido esa humillación para que yo pudiese conocer al que hoy es mi mejor e irremplazable amigo.

Luego de haberlos masacrado y que estos en un acto de cobardía, hayan salido corriendo; Tom se acercó con un pañuelo y me lo ofreció…

– Oye Rubio, ¿Estas bien?

Su forma de hablar era muy des-complicada, casi parecía un «Gánster» de la mafia; pero, después de haber pronunciado esas palabras, él sonrió y pude conocer la sinceridad que albergaba en ese diminuto contenedor.

– Ammm, esto sí. Me llamo Andreas Rub y ¿Tú?

– Soy Tom Trümper, pero puedes llamarme «Héroe»

– Jajajaja, qué creído.

– Oye, acabo de salvarte la vida ¿No?

– Si, te estoy muy agradecido. ¿Cómo puedo compensarte por esto?

– Sé mi amigo, Andy.

– ¿Andy?

– Si, ¿No crees que se oye súper cool el «Andy»? Es que Andreas es muy serio. Ya sé, sólo si me enojo contigo, te diré «Andreas».

– Jajajaja, está bien Tom, seré tú colega.

Me tendió su mano y me ayudo a levantar; lo que sucedió después de eso es historia antigua…

Él y yo nos volvimos inseparables; compartíamos todo tipo de pasatiempos, sabíamos hasta los secretos más infantiles de cada uno y yo le cogí tanto aprecio que llegué a considerarlo mi hermano.

Tiempo después, Jake y Rick se unieron a nuestra manada; desde ahí hemos sido inseparables, siempre cometiendo errores pero enfrentando las consecuencias juntos.

No obstante, hubo una ocasión en la que Tom se apartó por meses de nuestro lado; Si, le llegó el amor y él perdió la cabeza por esa particular mujer.

Bella era una chica hermosa pero distante, era difícil entablar una conversación con ella, siempre parecía estar ensimismada en su mundo de fantasías; incluso en estos días, me pregunto ¿Cómo le hizo Tom para derribar ese alto muro que ella misma había construido? No lo sé, fue todo un misterio. Pero, la verdad era que ellos congeniaban de alguna manera, parecían complementarse y eso nos hacía profundamente felices.

Hasta que ella decidió irse y dejarlo aquí.

Ese día fue catastrófico; el dolor que emanaba de los poros de Tom, era tan palpable que cualquiera que estuviese cerca de él, podía impregnarse con esa aura tan oscura. Pasaron meses enteros para recuperar algo de la esencia de mi viejo colega; sin embargo, después de ese suicidio, Tom se descontrolo, perdió su horizonte y no le interesaba acostarse con cuanta mujer se le ofreciera; bebía como un loco, cometía imprudencias, era agresivo, no toleraba nada; pero, yo sabía que él estaba comportándose de esa manera para evitar la culpabilidad de su conciencia que le repetía momento tras momento:

Tú la mataste Tom; es tu culpa por entrometerte en su vida.

Él quería huir de esos pensamientos y buscaba pretextos para no mantener su mente lúcida; anhelaba arrancar de su ser todo lo que Bella le brindo, pero le fue imposible.

Él amo por primera vez junto a ella; era tanto su aprecio y devoción a esa mujer, que todos los días la sorprendía con algo; ya fuera un dato científico (Que ella no conociera) o una flor, un peluche, un dulce, una canción, un detalle que le demostrara a Bella, que sus pensamientos sólo los dominaba esa esplendorosa mujer.

Estaba feliz por él, me encantaba verlo así, regocijante, eufórico, maravillado; en fin, Tom parecía estar en paz.

Y ahora en medio de ésta selva espesa; él sigue sorprendiéndome. Aun no entiendo cómo es eso que «Bill» es como una chica sexy, ¿Será que sí lo conozco también me volveré gay?

¡DIOS!

¿Y si tiene un poder sobrenatural que hace que los hombres caigan rendidos ante él?

Oh, Tom ten cuidado.

Creo que eso de ver series relacionados a los súcubos e Íncubos me está afectando un poco.

¡JA!

El alfa de la camada se enamoró de una tierna presa, ¡Qué irónico!

Pero si así, Tom recupera aunque sea una insignificante parte de lo que perdió con Bella; amaré tanto al tal «Bill» que le ofreceré todas las comodidades del mundo, es más, ni siquiera tiene que trabajar; por mí, que se encargue de hacerlo feliz y yo, me doy por bien servido.

Es decir, el héroe merece su propia felicidad ¿No?

Mientras divago en mis reflexiones por éste bosque, no encuentro rastro de Bill; ya resignado a todo, procedo a volver y esperar en el punto de reunión a Tom; anhelo que detrás de ese estúpido acomplejado, esté el responsable de la sonrisa de aquel niño que a sus 10 años, arriesgó su vida por defender a un marginado social como yo.

&     

No existía forma alguna en la que Bill pudiese escapar de mí; hoy no le dejaría irse, aunque lograra golpear por tercera vez mis partes más nobles; volvería hasta él y lo sometería a mi desenfrenado deseo.

Su mirada me confirmaba que él mismo ya se había resignado a esto y pronunció:

– ¿Hacer qué?

– Hacerte el amor Bill; te haré mío.

– ¿Y con qué derecho? ¿Quién te dio permiso?

– Pues tú.

– ¿Yo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué?

– Porque me amas.

– Estoy empezando a arrepentirme de haberte confesado eso.

– Lo sé, ¿No es genial? De ahora en adelante se convertirá en mi argumento de oro para todo.

– ¿Cómo?

– Si, cada vez que quiera algo te voy a decir: ¿No se supone que me amas? Pobre pequeño, me has cedido todo el control.

La verdad era que estaba tratando de disimular un poco la euforia que me absorbía en esos instantes; intentaba parecer tranquilo, como sí su confesión era algo que yo ya sabía; pero, cuando ese majestuoso ser soltó la bomba; mi mundo estalló en colores, aun no puedo creer que su cariño me pertenezca a mí:

¿Cómo un ángel se enamora de un demonio?

¿Acaso no es eso un pecado?

¿Esta dispuesto a abandonar su pureza y mancharse de vileza, con tal de permanecer al lado de un ser desalmado?

¡Qué maravillosa ironía!

– Eres un infeliz.

– No lo soy.

– Si lo eres, idiota.

– ¿Cómo podría serlo, sí tú estás aquí conmigo y para mí?

– Si, si, lo que digas.

– Bueno y ya que has aceptado tu destino, ¿Qué te parece si jugamos?

– ¿Jugar?

– Si, será súper divertido. Te lo garantizo…

– ¿Y de qué se trata?

En verdad, quería empezar un poco suave, no deseaba asustarlo con mi bestialidad; por eso, idee una manera de graduar la temperatura para que ascendiera de forma pausada y no de un solo golpe.

– Yo voy a hacerte una pregunta de cultura general; si tu aciertas, puedes pedirme que haga algo que quieras y sí no lo haces, entonces yo te diré que quiero que hagas ¿Si?

– Por supuesto.

– Bien, esta es la pregunta, ¿Estás listo?

– Si, si, si, venga.

– ¿De qué murió Nicola Tesla?

Ni siquiera yo, que era un experto en los precursores que hicieron posible la ingeniería actual; sabía a ciencia cierta la causa por la cual el archienemigo de Thomas Edison había muerto; pero, de eso se trataba ¿No? De hacerlo perder y gozar de sus roces sin espantarlo.

– ¿Qué?

– Lo que escuchaste, ¿Cómo murió?

– Pero, ¿Cómo putas voy a saberlo?

– Es conocimiento general Bill.

– La madre que te pario, eres un jodido tramposo.

– Jajaja, la primera ronda es mía; así que… ¿Qué quiero?

– ¿Y bien, ya te decidiste?

– Si.

– ¿Qué quieres?

– Arrodíllate.

El sexo oral es una manera rápida de entrar en calor, es decir, sí cuentas con la suerte de encontrar a alguien que tenga mucha destreza en este campo; es seguro alcanzar el orgasmo en unos cuantos minutos; pero, es válido afirmar que ese lapso puede reducirse a segundos, sí la persona que está en frente de ti es un ser tan particular como Bill ¿No?

– ¿Cómo?

– Qué dobles tus rodillas para que entren en contacto con el suelo.

– Sé que significa tonto, pero, ¿Para qué quieres eso?

– Bill, ¿Qué te parece si le brindas un poco de atención a mi «amiguito» con tu lengua?

– ¿Estás loco?

– No, tú perdiste y eso es lo que quiero que hagas.

– No, ni en un millón de años. Puto subnormal.

– Bueno, si no acatas mi orden, tendré que castigarte.

– ¿Ah, sí? Y ¿Qué harás?

– Voy a penetrarte sin lubricante.

La verdad es que no pensaba hacer algo tan cruel como maltratarlo en su primera vez; pero, sí de algo me había dado cuenta la última ocasión en la que casi tengo sexo con él; es que a Bill le aterra la penetración; bueno, cualquier hombre que use sus 5 sentidos se atemorizaría por algo como eso; pero en el caso de mi pequeño, no era terror a perder su «Virilidad», era más bien, pánico en su estado más puro.

– ¿Qué?

– Lo que oíste y no trates de huir, porque si veo que quieres salir corriendo; te amarré las manos y te montaré de inmediato.

– Pero…

– Nada, hazlo ya.

Él no estaba cooperando, y yo, iba a perder los estribos si no hacía algo para calmar las ansias que tenia de montarlo como un salvaje. Sin embargo, el portador de esa gloriosa lengua, decidió obedecerme y yo no pude sentirme más complacido por ello.

El roce de ese musculo tan húmedo con mi miembro, me hizo ver al mismísimo Dios en persona.

Bendito fuera ese ángel que decidió amar a un demonio inservible como yo.

– Ohhh, mierda, mierda, maldición.

No pude evitar echar mi cabeza hacia atrás; su lengua me estaba estremeciendo por completo, esa suavidad con la que me estaba tocando, era sublime. Le quería con locura; necesitaba más velocidad, más profundidad, más descontrol…

– Ahhh, Dios. Bill más rápido.

Mientras que mis manos le marcaban el ritmo; Bill succionaba con fuerza y yo pensaba: ¿En qué momento me va a hacer terminar? El nivel de placer que estaba sintiendo, me hacía pensar que alcanzaría el clímax con cada movimiento; eran mareas enteras de gozo.

– Así nene, justo así. Maldición, eres hermoso.

No iba a soportarlo mucho más y sin miramientos; la clavé hasta el fondo, para que me sintiera, para que supiera las ganas que le tenía, que se enterara que su ser era por completo mío y que nadie más puede palpar su paladar celestial.

Cuando sentí que estaba por acabar, aparte a Bill y llegué a ese cielo que sólo él me puede mostrar…

– Ahhh, mierda.

Esta era la primera vez que alguien lograba que yo me derritiera con su tacto; pero bueno, es Bill ¿No? Mi pequeño ángel no tiene comparación.

– ¿No te dije que iba a ser un juego entretenido?

– Púdrete.

– Ay, no te enojes. Fue divertido, ahora, tú preguntas…

Bill no parecía estar enojado, más bien, estaba concentrado en algo; sus ojos se debatían entre dar un paso o retroceder; Yo, de momento, no comprendía a que se debía la incertidumbre; pero lo que hizo, me dejo atónito…

Empezó a acercarse, tomó mi miembro en sus manos, beso mi cuello y en un intento por disimular la lujuria ascendente en su cuerpo, me dijo:

– Quiero «Esto» ya mismo, dentro de mí.

¿Acaso Dios se estaba burlando de mí por segunda vez?

¿No le había bastado con hacerme perder la cabeza con una chica que en realidad era un hombre?

¿No es suficiente que ese ser controle todos mis movimientos?

Como pude, fui hasta la maleta y saque una de las cobijas que había empacado; con un gesto, le pedí a él que se acercara y yo estaba empleando el poco auto-control que tenía para no saltarle encima y reclamar lo que por derecho me pertenece.

Cuando estuvo cerca de mí, su brazo rozo un poco con el mío; y ese ligero toque fue suficiente para enviar a la mierda la cordura y cederle paso a la pasión que me carcomía las fibras del cuerpo…

Me tire encima suyo, lo besaba, me restregaba insistentemente con su delgada figura; quería que sintiera mi dureza, que supiera que el alfa soy yo y el mi pequeña presa…

– Di que me perteneces.

– Ah, Tom.

– Di que eres mío, que sólo yo puedo hacerte esto. ¡Dilo!

– Ummm…

– Vamos Bill, quiero oírlo.

– Tom, ya, hazlo. Me voy a enloquecer.

– No, hasta que lo digas.

– Soy tuyo.

– ¿Y?

– Sólo tú puedes hacerme esto.

– Buen chico.

Me encantaba que dijera que me pertenecía; no me sentía poderoso o controlador; era algo como placidez o satisfacción de saber que esa utopía se había vuelto realidad.

Mi mente estaba empezando a traicionarme, no había otra cosa en la que pensara que no fuera penetrarle hasta el fondo y hacerlo gritar mi nombre; pero, Bill soportaría ese dolor, no yo.

Entonces, remoje mi dedo y lo introduje en su hermosa cavidad virginal; lo movía despacio, en círculos, para que se acostumbrara a la sensación de tener algo dentro de él; pero, esos sonidos tan eróticos que salían de su boca, no me ayudaban en nada…

– ¿Te gusta?

– Si.

– ¿Si? ¿Quieres otro?

– Por favor.

– Bill…

No lo pensé, y sin avisarle, introduje 3 dedos de una sola; los movía con fiereza, quería que se lubricara rápido y que por fin, me permitiera gozar de su esencia…

– Tom, espera, me está doliendo, hazlo más despacio.

– No puedo, te quiero ya mismo. No lo soporto más.

¡ESTO ERA UNA LOCURA!

Siempre había sido muy bueno para soportar las oleadas de placer; me controlaba con facilidad, es más, me dedicaba a desquiciar a la mujer con la que me acostaba y luego procedía a reclamar la recompensa; pero, es que esto no tiene explicación…

Yo sentía que iba a alcanzar el clímax de sólo ver como él se retorcía entero por las sensaciones que le propinaban mis dedos; Dios, sí así era con eso, ¿Cómo demonios se iba a comportar con mi miembro dentro suyo?

– Tom, más, no pares.

– Bill, quiero entrar, ¿Me dejas?

– Si…

¡AL FIN!

– Tom, recuerda que debes ir despacio.

No lo escuchaba, no podía oír ni una sola palabra de lo que él estaba diciendo; Yo, sólo observaba ese diminuto lugar que me iba a permitir probar la gloria. Cuando mi punta se ubicó justo en su entrada y sentí como poco a poco iba cediendo; no lo pensé, me impulsé y la introduje hasta el fondo…

– Ahhh, eres muy estrecho pequeño. Jodidamente fantástico.

Pude ver como Bill empezaba a llorar; sabía que le estaba doliendo, pero, ¿Cómo se suponía que me iba a detener en esos momentos?

– Bill, Bill, Bill.

Quizás él no se sentía tan bien como yo lo hacía, pero, no podía detenerme, su estrecha cavidad me apretaba con fuerza como si no me quisiera dejar ir y yo, no podía evitar enloquecerme.

De repente, su mano se posó en mi mejilla y con un rostro lloroso, unas mejillas sonrojadas y unos labios hinchados de tanto besar, me dijo:

– Te amo.

Bien, éste tipo es idiota rematado; es que ¿No valora su vida? O ¿Quiere provocarme?

– ¿Tú eres tonto, verdad? ¿Cómo putas se te ocurre decirme eso cuando estoy tratando con todas mis fuerzas de no romperte en dos? A la mierda, sabes Bill, lo que está por suceder, es todo tu maldita culpa.

No le iba a permitir tan insulto; me provoca con esa inocencia y piensa que se va a librar de eso así no más ¡JA! Que se prepare mejor.

Y lo hice, como sólo un animal en celo lo haría; lo embestí salvajemente; quería que se desmayara del placer y tomé su miembro y lo sacudí con fuerza; lo mordía y besaba como un desesperado; que se volviera adicto a mi manera de hacérselo, para que así, sintiera que nadie en el mundo sería capaz de brindarle tanto furor como yo lo hacía.

– Oh, Tom.

– Maldición, se siente muy bien, jodidamente bien

Íbamos a terminar, cuando se me ocurrió la magnífica idea de que él me retribuyera un poco el esfuerzo que yo estaba colocando en darle el mejor sexo de su puta vida. Lo tomé en mis brazos y lo obligué a sentarse encima de mí; lo miré a los ojos y ordene:

– Muévete.

Él no lo dudo y empezó a moverse con una fogosidad increíble; lo apreté con fuerza y le hice saber lo bien que me estaba haciendo sentir:

– Vamos nene, vamos, hazlo ya. No voy a aguantar mucho más.

– Tom, así me gusta, justo así.

– Gózalo, es todo tuyo.

El ritmo fue brutal, creí que en cualquier momento lo iba a romper, pero, no fue así; ambos alcanzamos las mismas estrellas y en una unión propia de nosotros, gritamos con fuerza:

– AHHH…

Nada podía compararse con esto; las emociones eran tantas que era imposible diferenciarlas; él había estado fantástico y yo rogaba porque este precioso encuentro no dejara de repetirse.

– Bill…

– Ummm…

– ¿Sabes?

– Dime.

– He estado con tantas personas en mi vida que ni siquiera recuerdo la cantidad…

– ¿Y?

– Es increíble que sólo contigo haya sentido esto.

– ¿Esto?

– Si, esto.

– ¿Y qué es esto?

– Pasión.

Si, pasión, una sensación que me demostraba porque el sexo y el amor se complementaban tan bien. Me era difícil creer que había desperdiciado tanto tiempo en gozar sin haber amado antes…

– Por cierto Tom, ¿Cómo hiciste para llegar hasta aquí?

– Bueno, algo me decía que estabas aquí.

– ¿Algo?

– Si, algo. Andy dijo que era como una «Conexión que teníamos»

– ¿Quién es Andy?

– Mi mejor amigo.

– Ummm y ¿En dónde está?

– Pues él…

MIERDAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA.

ANDY ME VA A MATAR.

No lo llamé para decirle que había encontrado a Bill.

Me va a ofrecer como un sacrificio.

Esta no me la va a pasar.

Le va a valer madre todos mis putos motivos.

– ¿Tom?

– Bill, vístete, toma tus cosas y vámonos.

– ¿Ya?

– Si, como no nos demos prisa y lleguemos a las 6:00 am con Andy; soy hombre muerto.

– Pero Tom, son las 6:10 am.

– Estoy muerto.

Salimos de la cabaña cogidos de la mano, entrelazamos nuestros dedos y nos sentíamos en las nubes; comenzamos a regresar por el camino que había marcado y a lo lejos vi, esa mata de cabellos rubios que estaba andando de un lado a otro como sí tuviera ganas de lanzarse por un precipicio.

Andy estaba preocupado, eso era seguro.

En un fallido intento por hacerle saber que estaba bien, lo llamé:

– Hey Andy, aquí…

No me dejo terminar, cuando me vio, ni siquiera reparo en la presencia de Bill; empezó a correr como un desquiciado hacia mi dirección y me salto encima; no tuve tiempo de reaccionar…

– TUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU

– Andy, respira.

– Maldito rastafari de mierda; Yo, aquí preocupado porque pensaba que te habían devorado en el puto bosque y tú apareces 40 minutos después de la hora establecida, de la mano de una chica hermosa, como si no hubiese pasado nada. Eres un desagradecido, ¿Sabes Tom? Voy a cortar tus extremidades y una a una se las ofreceré a los perros de la calle para que no quede rastro alguno de ti, maldito enfermo psicópata desquiciado.

– Andreas, no es una chica. Es Bill

Eso pareció llamarle la atención y por un momento, sus ojos azul marino, viajaron a lo largo de la celestial figura de Bill; su boca se desencajo por completo y luego dijo:

– Hasta yo me volvería gay por él. Mucho gusto Bill, soy Andreas Rub, pero puedes decirme «Andy»; siéntete privilegiado por conocer al hombre que le ha salvado el trasero en más de una ocasión a éste perro faldero que se las da de lobo alfa.

Bill no respondió y de repente, se llevó una mano hasta la boca y estalló en carcajadas.

Ahhh…que sonido tan encantador.

Aproveche la distracción y quite a Andy de encima de mí, me levanté y tome la mano de Bill:

– Pequeño, él idiota que tienes en frente es como mi hermano. No lo hagas enojar, parece un ser amigable pero puede encarnar al mismo Hades si quiere.

– Jajajaja, Ok. Mucho gusto Andreas, es un placer conocerte.

Bill estiro su mano y Andy le iba a corresponder, hasta que…

NO.

Retire la mano de Bill y volví a enlazarla con mis dedos; a lo que Andy dijo:

– No te comportes como un cabrón, es sólo un saludo.

– No quiero que nadie aparte de mi le toque ¿Entendiste Andreas?

– Si Capitán.

Lo bueno de mi relación con Andreas, era que él podía identificar cuando estaba bromeando y cuando hablaba en serio; y por esta vez, había comprendido que como intentara algo con Bill, yo mismo lo destrozaría.

Él es mío.

Mi ángel.

Mi pequeño.

Mi Bill.

– Bueno Bill, dado que te has conseguido un perro muy celoso y posesivo, tendremos que guardar nuestras distancias, pero sí algún día te aburres con él, no dudes en llamarme.

– Andreaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas.

– Si Tom, ya lo sé, es tuyo.

– Jum.

– ¿Nos vamos?

– Si, por favor.

– Entonces, regresemos a casa Bill.

Emprendimos camino hasta nuestra casa; cuando llegamos, aparcamos el auto, fuimos hasta la puerta y al abrirla; vimos como mamá y papá salían corriendo a abrazarnos; casi nos caemos, pero, sus sollozos irradiaban alivio…

– Oh Dios, gracias, gracias, gracias, gracias,

– Bill, Tom, qué bueno que están aquí.

Mientras estábamos disfrutando del reencuentro, Andy dijo:

– Si gracias, yo me encuentro súper bien. Una manada de linces casi me come vivo, pero nada, tranquilos, no pierdan la cabeza, estoy vivo.

No pudimos evitar reír con fuerza, Andy lo había dicho porque deseaba romper con la tensión del momento; esa era la razón por la que ese rubio se convirtió en mi más grande apoyo. Él siempre encontraba la forma de reconfortarme, no importaba lo estúpido que fuera, él estaba allí, a mi lado, no me exigía nada, sólo quería mi compañía y complicidad.

– Oh Andy, cielo, lo siento, estábamos algo concentrados.

– Jajaja Clare no te preocupes, sólo estaba molestando; pero, si puedo decirte algo.

– Dime.

– Tengo hambre.

Bueno, Andy era oportuno en casi todas las ocasiones.

– Si, en un momento.

Cuando dirigí la mirada hasta Bill, me di cuenta, que se encontraba algo triste, como si cargara la culpa de haber producido todo esto; no había razón para justificar lo sucedido, todos cometemos esos errores por amor.

Me acerqué a él y le susurre:

– Oye, tú eres parte de ésta familia ¿Sabes? No podemos tapar con un dedo lo que sucedió, pero, podemos compensarlo ¿Verdad?

– Lo lamento.

Mi padre escuchó esas palabras y se acercó hasta él; y en un acto muy fraternal, lo abrazó con fuerza y le dijo:

– No hay nada que perdonar, ya estás aquí y eso es lo único que me importa.

Bill correspondió su gesto y empezó a llorar…

Esa escena no me producía nada molesto, era más como una intriga, el comportamiento de papá fue extraño, pero, la normalidad de ese momento, los hacia ver como padre e ¿Hijo?

– Bien, todos vengan al comedor, vamos a comer algo.

Mamá nos ordenó un buffet entero, había comida como para 15 personas, pero, las circunstancias eran merecedoras de un poco de derroche ¿No?

Desayunamos con tranquilidad, sin prisas ni afanes. Sam estaba pendiente de todos los detalles y en un momento se acercó hasta nosotros y en un acto de suma sinceridad, posó sus manos en nuestras cabezas y acariciando dijo:

– Joven Tom, Joven Bill, Bienvenidos a casa.

Hombre, no pude evitar levantarme y abrazarlo, al igual que Bill. Sam era como un segundo padre, y sus palabras eran puras y transparentes.

– Oh, por cierto Joven Bill.

– ¿Si?

– La señorita Lele dejo un recado para usted.

– ¿Cuál?

«Recuerda que hoy a las 10:00 am tenemos el parcial de Psicología clásica, no puedes fallar a eso, vale el 70% de la materia, si no vienes, reprobaras»

– Ah, gracias.

– Sí señor.

– Espera, ¿QUÉ? Mierda, ¿Qué hora es? Oh Dios, no puedo perder ese puto parcial.

Bill salió corriendo escaleras arriba y yo recordé que debía entregar un trabajo (Que ya estaba hecho) al profesor de mecánica para las 11:00 am. Entonces, subí y espere a que él terminara de arreglarse para ir juntos a la Universidad.

Una vez abajo, nos despedimos de todos y Andy dijo que se quedaría un rato a descansar y luego se iría a su casa.

Subimos al auto y nos desplazamos hasta la universidad; faltaban 10 minutos para las 10:00 am y Bill ni se despidió de mí, sino que salió corriendo hasta su Facultad…

Jajaja, pero ¡Qué despistado! Bueno, la llamada de la «Lele» esa me había molestado, es decir, no iba a olvidar tan fácil que beso a mi pequeño, pero, por esta vez, le voy a perdonar porque hizo algo por Bill.

Aparqué el auto y me dirigí a mi facultad; al llegar, vi a Jess a lo lejos y alce la mano para saludarla, a lo que ella contesto con una sonrisa.

¡Vaya! Ni siquiera ahora, después de todo esto, me odiaba.

Me senté, presente el trabajo; y fui hasta el comedor por algo de beber; mientras me refrescaba, saqué el celular y le envié un mensaje a Bill:

– ¿Qué haces?

A lo que él respondió:

Acabo de salir del parcial, me fue de maravilla. ¿Y Tú?

Estoy en el comedor con una rubia sexy.

¿CÓMO?

Jajaja, si no quieres que te sea infiel, te espero en la cancha de Baloncesto.

Eres un estúpido.

Pero así me amas.

No lo hago.

Si lo haces, te mueres por mí.

¡Ja! Deja de soñar.

¿Por qué? Soñando recuerdo los momentos que he estado contigo.

Eres un manipulador.

El mejor de todos; te veo en 10.

Vale.

Salí del comedor y me dirigí hasta la cancha; espere una eternidad, hasta que lo vi venir con ese look refinado que sólo él podía tener; no importaba las veces que lo admirara, él era sencillamente una criatura preciosa.

– Hola guapo, ¿Te perdiste?

– Tom, muérete. ¿Qué querías?

– Verte.

– ¿Qué?

– Quería verte.

– Dios, ¿No me viste hace como una hora?

– Pues sí, pero, quiero verte siempre…

– Ay Dios, eres un niño.

– Si y uno muy consentido.

– ¿Qué es lo que en verdad quieres?

– ¿Qué te parece sí nos divertimos un poco?

– Ya sabía yo que tanta dulzura no podía ser real…

– Jajaja, vamos.

Lo tomé de la mano y lo llevé hasta uno de los edificios abandonados de la Universidad; aprovechando que estaba retirado del Campus; puse a Bill contra la pared y lo besé con fuerza, mordía sus labios cada que podía y no dejaba que su lengua me dominara; estaba tomando cada parte de esa deliciosa cavidad…

Cuando de repente, sentí algo en la espalda…

Era una sensación extraña, como si algo estuviese detrás de nosotros…

Escuche un sonido que se asemejaba mucho a un ¿Flash?

Me giré y lo que encontré me hizo saber que nada de lo que uno haga en la vida, se queda sin cobrar. Mis jugadas me iban a pasar factura y yo no estaba preparado para ello; al verla, sólo pude decir:

¿Anna?

Continúa…

Gracias por la visita. Te invitamos a continuar con la lectura.

Publico y rescato para el fandom TH

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