«Reverse I» Fic de Alter Saber
Capítulo 15: Venganza
«Las mujeres también sabemos jugar»
Crecí en Hamburgo, una ciudad bastante moderna para un país legendario como Alemania; de hecho, era un lugar acogedor para cualquiera que contara con una estabilidad económica representativa y para mi fortuna, yo era una de esas personas.
«Heithworth» es un apellido reconocido en el sur de Alemania, por ser uno de los distribuidores más grandes de químicos en el país; mis padres crearon éste imperio, gracias a sus extensos conocimientos en el área de ventas y producción, es decir, tenían un capital enorme para invertir y decidieron enfocarlo a éste campo.
De allí que mi carrera profesional sea la Ing. Química; estudio en la Universidad Johann Wolfgang Goethe; sólo la elite de Frankfurt puede alcanzar sus objetivos en éste recinto del conocimiento; ni siquiera el dinero o las influencias gubernamentales podrían permitir un ingreso que no estuviese avalado por el coeficiente intelectual del aspirante.
No tuve problemas en la incorporación a ésta Institución; es más, conté con el 4º puntaje más alto en las pruebas nacionales de aptitud; lo que evidencia mi alta flexibilidad en términos de la competencia cognitiva que poseo.
Desde que tengo memoria, siempre he obtenido todo lo que me he propuesto; no ha existido una sola vez en la que algo que desee con fervor, no lo haya alcanzado, es decir:
¿Por qué no debería tener justo lo que quiero?
¿Qué puede impedirme tragarme el mundo si eso es lo que deseo?
Pero no todo lo que uno anhela es alcanzable, pero, si no me pertenece a mí, tampoco debería ser de alguien más ¿Cierto?
A decir verdad, no soy una acosadora que se desvive por los hombres y se muere cada vez que alguien le termina. De hecho, los chicos me son indiferentes, sí quieren estar conmigo, deben esforzarse por captar mi atención; puedo aprovecharme de sus «Sinceras intenciones» y luego desecharlos para que vayan en busca de otra mujer que se encuentre a su nivel
Sin embargo, no todo es lo que parece; hay momentos en los que la vida se encarga de golpear con fuerza la arrogancia y yo, al igual que muchas personas, no fui la excepción a eso.
Me encontraba en la casa de Natalie, una de mis mejores amigas (O bueno, una que fingía serlo), disfrutaba de la fiesta que se había armado en ese lugar, bebí un poco, baile, coquetee un tanto más y estaba a punto de irme de ese sitio; cuando alguien despertó mi interés…
Su apariencia no dejaba mucho que desear, pero al ver su rostro, sentí como una corriente eléctrica me atravesó todo el cuerpo, en ese instante sólo pude pensar:
– Dios, qué guapo.
Él usaba un pantalón ancho, al igual que su camiseta, unas zapatillas nike, en su cabeza habían unas mechas de trapeador; no esperen, eso eran ¿Rastas? Si, parecía tratarse de eso, las cuales estaban sujetadas en una coleta, junto a una banda y una gorra.
Bien, su estilo era cuestionable, parecía que el tipo tenía complejo de rapero o algo así; pero, intrigada por esa imponente figura, me acerqué hasta él y le salude:
– Hola tú, ¿Por qué tan solo?
– ¿Y tú eres?
– Oh, sí, que descortés. Soy Anna Heithworth ¿Y tú?
– Tom Trümper.
– Ummm, oye Tom, ¿Te gustaría bailar?
El chico que tenía enfrente parecía una deidad griega, su rostro era atracción pura; ese piercing que se acomodaba en la esquina de su labio inferior, se veía terriblemente apetecible…
¿Quién podría ignorar un hombre con un aspecto tan salvaje como el de Tom?
Mientras reflexionaba, él me observaba con detenimiento, como si estuviese analizándome o mejor, apreciándome; sin avisarme, me tomó de la mano, y me llevo hasta la pista de baile; en un movimiento improvisado, me agarro por la cintura y susurro:
– Eres realmente hermosa, tanto así que me quitas el aliento.
Y no pude evitarlo, mis mejillas se sonrojaron al máximo, pero, ¡Qué despiadado era este hombre! Era consciente de su sensualidad y no la desperdiciaba, si no que sacaba provecho de ella.
– Ammm, gracias, tú también eres muy atractivo.
– ¿Ah sí? ¿Eso crees?
– Si.
– Dime Anna, ¿Quieres probarme? Si me veo bien, ¿No crees que debo saber a gloria?
No articule palabra; él dominaba por completo la situación, no había hecho nada más que bailar muy cerca y pronunciar una que otra palabra provocativa, pero, yo, ya me encontraba en el colmo de la excitación.
Me estaba haciendo perder la cabeza.
No le respondí, pero, por la forma en que sonrió, supe de inmediato que él comprendía el estado en el que me encontraba en esos instantes y sin reparar en nada, poso sus dedos en mis labios, los acaricio y me obligo a abrir un poco la boca, para después, con una rapidez increíble, meter su lengua y recorrer cada parte de esa estrecha cavidad que nunca había sido domada de esa forma tan bestial como ahora.
¡DIOS! Esto es increíble.
Tom, bajo sus manos hasta mi parte trasera y me estrujo con fuerza; su pelvis se rozaba insistentemente contra la mía, sus labios seguían devorando los míos y yo estaba a punto de tener un orgasmo brutal, pero, ¡Qué ilógico! Él no había hecho nada diferente a lo usual, no obstante, las sensaciones que desataban sus roces, eran feroces.
Él dejo de besarme y se acercó a mi oído…
– Oye Anna, ¿No crees que va siendo hora de hacer algo más divertido?
No conteste, sólo asentí y fuimos hasta una de las habitaciones de la casa de Nat; a penas entramos, el empezó a desvestirse sin una pizca de vergüenza y yo sólo podía admirar esa escultura que tenía en frente; sus músculos estaban definidos, daban la ilusión de ser duros al tacto, su piel era blanca y tosca; pero, lo que en definitiva me llamo la atención, fue su hombría.
¡Bendita fuera la mujer que había traído a éste hombre al mundo!
Tom era un ser precioso, sublime, salvaje, sensual, erótico, tan perfecto que lo quería para mí.
Oh, Dios, como deseaba que fuera mío.
– ¿Sucede algo Anna? ¿Necesitas que te quite la ropa? No me digas que eres virgen…
– ¿QUÉ? No, no, no. Sólo…
– ¿Qué? Me estas observando mucho, ¿Te gusta lo que ves?
– Como podría no gustarme…
– Entonces, es todo tuyo. Haz que me sienta bien, sé una buena chica y sírveme de entretenimiento.
Luego de haberlo hecho por tercera vez, quedé tan rendida que caí completamente dormida. Esperaba que al despertar, ese semental se encontrara ahí conmigo y que al verme, sonriera y me dijera que había sido la mejor noche de su vida.
Porque no podía mentir, esa había sido la mejor experiencia sexual hasta el momento; no sólo era la intensidad, su ritmo era increíble, fuerte, acelerado, desenfrenado, incontrolable, completamente indomable.
Todo un animal.
Y yo no pude dejar de gemir y gritar como loca por el placer que él me estaba propinando; era exquisito, simplemente incomparable.
Sin embargo, al abrir mis ojos, me di cuenta de que él no estaba; recordé que había guardado su número y comencé a llamarlo, insistí por 2 días, hasta que Tom me respondió y su contestación había sido tan devastadora que preferiría no enfatizar en ella.
Él me uso, me rechazo, me desecho como si se tratara de una basura o un estorbo en el camino. Desde ese día, sentí que la venganza cobraba un significado diferente para mí; deseaba matarle como él lo había hecho conmigo.
Nadie podía jugar conmigo de esta forma.
¡NADIE!
Ni siquiera Tom.
No se lo iba a permitir…
Pero, encontrar una manera para hacerlo perder los estribos, era una tarea difícil, casi imposible; es decir, Tom no mostraba interés por nada, parecía que todo a su alrededor fuera monocromático; no se emocionaba, siempre era distante y sólo se limitaba a cumplir con sus funciones en la Universidad; hasta que…
Un día, mientras caminaba por los pasillos de la Facultad de Ingeniería; vi un cuadro un tanto extraño.
Tom estaba hablando con dos chicas realmente hermosas; una de ellas, era Jessie (La conocía por los contactos de mi padre) y la otra no me era familiar, estaba vestida de negro de pies a cabeza, su cabello era negro y largo, su maquillaje tenía un aspecto ahumado y usaba muchos complementos (Pero qué estilo tan gótico) Sin embargo, en algún momento de la conversación, escuché que Tom le llamo ¿Bill?
OH, POR DIOS SANTO, ¿ES HOMBRE?
Quien no le conozca, puede fácilmente confundirlo con una mujer; su aspecto era muy refinado para tratarse de un hombre, ¿Será que es gay?, pero, ¿Qué hace Tom hablando con él?
Tom estaba irritado, se le notaba, se encontraba furioso y no parecía tener interés en Jessie, si no en ¿Bill?
NO ME JODAS.
Tom se acercó a Bill, y apretó fuerte su brazo, no sé qué fue lo que le dijo, pero éste extraño chico, salió corriendo como si su vida estuviese en peligro.
Al parecer, sí existía alguien que ocasionaba esas sensaciones en Tom…
¡BINGO!
Al fin, llego el momento de regresarle la humillación…
&
Nos encontrábamos allí, descansando luego del descontrol de hacía unos minutos atrás; amaba sentirme así, completo y deseado. Tom no había dicho nada, es decir, yo había confesado mis sentimientos, pero él no dijo algo al respecto; supongo que para un alfa, el amor es algo tan lejano que parece inalcanzable ¿Verdad?
Mi introspección me permitió reparar en un pequeño detalle:
– Por cierto Tom, ¿Cómo hiciste para llegar hasta aquí?
– Bueno, algo me decía que estabas aquí.
– ¿Algo?
– Si, algo. Andy dijo que era como una «Conexión que teníamos»
– ¿Quién es Andy?
– Mi mejor amigo.
– Ummm y ¿En dónde está?
– Pues él…
Tom se quedó pensativo, como si se hubiese olvidado de un detalle importante; pero, lo que realmente me impresionaba, era el hecho de que él tuviese un mejor amigo, es decir, con esa personalidad tan torcida, era normal suponer que sus amistades eran escasas, casi nulas.
Bueno, al menos, existía una persona que soportaba a Tom y por la forma en la que se expresaba sobre él, parecía que le guardaba aprecio. Sin embargo, me llamo la atención que «Andy» hablara de una conexión; de hecho, ha habido situaciones en las que me he percatado de que tengo vivencias y sensaciones que no me pertenecen, es decir, no son mías; pero, parecen tan reales que llegué a la conclusión que quizás, yo, estaba ligado a alguien más.
– ¿Tom?
– Bill, vístete, toma tus cosas y vámonos.
– ¿Ya?
– Si, como no nos demos prisa y lleguemos a las 6:00 am con Andy; soy hombre muerto.
– Pero Tom, son las 6:10 am.
– Estoy muerto.
Me causo gracia el temor que reflejaba el rostro de Tom, al parecer «Andy» era de cuidado; porque no cualquiera produciría ese tipo de expresiones en su rostro. Salimos de la cabaña, nos tomamos de la mano, entrelazamos los dedos y sentí la plenitud del momento; caminábamos por un trayecto previamente demarcado por Tom (No era tan estúpido como parecía) y mientras avanzábamos, me percaté de un chico con una estatura promedio, era rubio y de piel blanca; estaba yendo de un lado para otro, se rascaba la cabeza, parecía estar desesperado y de repente:
– Hey Andy, aquí…
Tom no pudo si quiera terminar, cuando ya, aquel chico estaba encima de él; las circunstancias indicaban que él era Andy…
– TUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU.
– Andy, respira.
– Maldito rastafari de mierda; Yo, aquí preocupado porque pensaba que te habían devorado en el puto bosque y tú apareces 40 minutos después de la hora establecida, de la mano de una chica hermosa, como si no hubiese pasado nada. Eres un desagradecido, ¿Sabes Tom? Voy a cortar tus extremidades y una a una se las ofreceré a los perros de la calle para que no quede rastro alguno de ti, maldito enfermo psicópata desquiciado.
– Andreas, no es una chica. Es Bill
El rubio se detuvo a observarme, como sí dijera, ¿Me estas tomando del pelo? ¿Cómo puede ser un hombre? Me pareció muy cómica su reacción, estaba anonadado:
– Hasta yo me volvería gay por él. Mucho gusto Bill, soy Andreas Rub, pero puedes decirme «Andy»; siéntete privilegiado por conocer al hombre que le ha salvado el trasero en más de una ocasión a éste perro faldero que se las da de lobo alfa.
No pude evitarlo, sin querer, lleve mi mano hasta mi boca y trate de contener lo inevitable; comencé a reír, pero es que Andy era graciosísimo, su personalidad era entrañable y sus palabras parecían ser honestas…
– Pequeño, él idiota que tienes en frente es como mi hermano. No lo hagas enojar, parece un ser amigable pero puede encarnar al mismo Hades si quiere.
– Jajajaja, Ok. Mucho gusto Andreas, es un placer conocerte.
Bueno, esto lo confirmaba; Tom adoraba a Andreas, eso era más que seguro; entonces, quise ser cortes y extendí mi mano hasta él, pero, Tom nos interrumpió.
– NO.
– No te comportes como un cabrón, es sólo un saludo.
– No quiero que nadie aparte de mi le toque ¿Entendiste Andreas?
– Si Capitán.
Pero que posesivo, ni que Andy fuera a enamorarse de mi por tocarme la mano; digamos que ese instinto animal que Tom tenia, lo hacía comportarse como un idiota, parecía como sí el estuviese defendiendo a su hembra…
¿Hembra?
NI EN UN MILLÓN DE AÑOS.
Si creía que era una damisela en peligro que necesitaba de su ayuda, está muy equivocado; me importa una mierda que me haya rescatado, eso no le da derecho de tratarme como su propiedad ¿Cierto?
– Bueno Bill, dado que te has conseguido un perro muy celoso y posesivo, tendremos que guardar nuestras distancias, pero sí algún día te aburres con él, no dudes en llamarme.
– Andreaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas.
– Si Tom, ya lo sé, es tuyo.
– Jum.
– ¿Nos vamos?
– Si, por favor.
– Entonces, regresemos a casa Bill.
La verdad era que me aterraba regresar a la casa de los Trümper, es decir, les había causado muchas molestias, aun cuando me había prometido a mí mismo, no generarles algún percance que supusiera una carga para ellos.
Yo no era nadie en esa familia como para reclamar atención; sólo era una persona que gozaba de su generosidad ; me asustaba el no ser recibido por segunda vez y no por miedo a perder la oportunidad de reivindicarme como ser humano; sino porque la partida de esa casa representaba la perdida absoluta de Tom; no importaba sí él quisiese acompañarme y abandonar su hogar por mí; yo, simplemente, no iba a permitir que el acabara con su futuro, por un desconocido que llego a perturbarle la existencia.
Cuando llegamos y nos bajamos del auto; sentí como el corazón dejaba de palpitar; mi ritmo era casi inexistente; me sentía atemorizado; pero, la mano de Tom estaba allí para reconfortarme.
Al ingresar, los rostros de los Trümper se iluminaron por completo y sin desearlo, corrieron a nosotros y nos ahogaron en un fuerte abrazo:
– Oh Dios, gracias, gracias, gracias, gracias,
– Bill, Tom, qué bueno que están aquí.
– Si gracias, yo me encuentro súper bien. Una manada de linces casi me come vivo, pero nada, tranquilos, no pierdan la cabeza, estoy vivo.
– Oh Andy, cielo, lo siento, estábamos algo concentrados.
– Jajaja Clare no te preocupes, sólo estaba molestando; pero, si puedo decirte algo.
– Dime.
– Tengo hambre.
– Si, en un momento.
Era increíble ver la familiaridad con la que todos se trataban; parecían acostumbrados a compartir juntos; incluso en un momento de alta tensión, ellos lograron romper con la atmósfera y dieron paso a un aura de tranquilidad.
Su pasividad, me hacía sentir incomodo, yo no tendría por qué estar en medio de ellos; no pertenezco a este lugar ni a esta familia; es decir, yo no tenía un hogar al cual regresar, todo me había sido arrebatado por una sola persona que encarno a Lucifer y se ensaño conmigo.
– Oye, tú eres parte de ésta familia ¿Sabes? No podemos tapar con un dedo lo que sucedió, pero, podemos compensarlo ¿Verdad?
– Lo lamento.
Sabía que las palabras de Tom eran sinceras, pero, eso no cambiaría el hecho que yo había cometido un error grave y no había forma de compensarlo; no sólo Tom estuvo en peligro; Andy también estaba arriesgando mucho y todo por mi crisis existencial.
Pero, de repente, el Señor Trümper, se acercó y me abrazo con fuerza; su gesto me tomó por sorpresa…
– No hay nada que perdonar, ya estás aquí y eso es lo único que me importa.
Sus brazos eran tan reconfortantes, como sí se tratara de un padre que acaba de ver a su hijo, después de muchos años de separación; no me contuve y empecé a llorar en su hombro; su calidez me inspiraba paz; me sentía a gusto con ese hombre; y ese suceso me hizo reconsiderar mi idea de encontrar al señor que un día se fue, abandono a mamá y me dejo solo…
– Bien, todos vengan al comedor, vamos a comer algo.
La mesa estaba arreglada de una manera estruendosa; había comida para 20 personas como mínimo y todo tipo de platillos exquisitos; cualquiera que viera eso, tendría un ansia tremenda por devorar esos alimentos que tan coloridos se veían.
Mientras gozábamos de un sencillo desayuno; Sam, se acercó y puso sus manos en la cabeza de Tom y la mía…
– Joven Tom, Joven Bill, Bienvenidos a casa.
No pude evitar levantarme y estrechar a ese hombre que con unas simples palabras, me había hecho sentir en mi hogar.
– Oh, por cierto Joven Bill.
– ¿Si?
– La señorita Lele dejo un recado para usted.
– ¿Cuál?
– «Recuerda que hoy a las 10:00 am tenemos el parcial de Psicología clásica, no puedes fallar a eso, vale el 70% de la materia, si no vienes, reprobaras»
– Ah, gracias.
– Sí señor.
– Espera, ¿QUÉ? Mierda, ¿Qué hora es? Oh Dios, no puedo perder ese puto parcial.
MIERDA, MIERDA, MIERDA.
Tenía escasos minutos para ducharme y volar hasta la Universidad; por cierto, le debía la vida a Lele por insistir en dejarme un recado para avisarme lo del parcial; como pude me vestí a una velocidad supersónica, ni me maquillé si quiera, bajé corriendo y en la entrada de la casa, me esperaba Tom con una enorme sonrisa.
¡Oh, pero que sensación más hermosa!
Él esperaba por mí.
Nos despedimos de todos, subimos a su auto y en el trayecto no pronuncie palabra; estaba tratando con todas mis fuerzas de recordar cada clase que había tenido de Psicología clásica; los conceptos y cuestionamientos del profesor; todo lo que me permitiera salvar ese examen.
Cuando llegamos, salí y ni me despedí de Tom; corrí hasta el salón y llegué justo a tiempo…
– Por Dios Santo Bill, creí que estabas muerto; no contestas tú celular, dejaste de venir a la U por unos días y hoy llegas tarde a un parcial supremamente importante, ¿Qué te sucedió? ¿Un alíen te secuestro o qué?
– Algo por el estilo Lele y primero debes decir «Buenos días»
– Muérete estúpido; estuve muy preocupada por ti y tú apareces todo tranquilo como si no hubiese sucedido nada.
– Ya Lele, lo siento ¿Si? Te contaré después.
– Oh, claro que lo harás; ni creas que me voy a perder tú súper explicación del por qué desapareciste así sin más.
– Vale, pero, tratemos de pasar éste examen ¿Si?
– ¿Tratemos? Ja, claro que lo vamos a pasar.
– Eso espero.
El profesor llego, todos fuimos a nuestros respectivos puestos y empezamos el examen; la verdad era que, me había asustado por nada, el parcial estaba muy sencillo; contesté en menos de una hora y salí del aula, me paré en el pasillo a esperar que Lele acabara, cuando de repente, vibró mi celular.
Era un mensaje de Tom.
– ¿Qué haces?
– Acabo de salir del parcial, me fue de maravilla. ¿Y Tú?
– Estoy en el comedor con una rubia sexy.
Pero que idiota tan petulante; no pues, el señor se sienta en el comedor y todas las miradas se dirigen a él y las mujeres empiezan a babear.
¡JA!
Lo peor de todo es que ese era el caso; no necesitaba observar con detenimiento para darme cuenta que Tom era el anhelo de más de una mujer; él pasaba y a su alrededor se creaba un aura colorida que se formaba por todas esas mejillas sonrojadas que pintaban a las chicas que se encontraban cerca de él.
Y es que Tom, en definitiva, era el hombre que cualquiera deseaba tener; dejando a un lado su apariencia divina; estaba el pequeño detalle de que era una bestia en la cama; no sólo yo había sido testigo de eso, existía un largo historial que lo confirmaba.
– ¿CÓMO?
– Jajaja, si no quieres que te sea infiel, te espero en la cancha de Baloncesto.
– Eres un estúpido.
– Pero así me amas.
– No lo hago.
– Si lo haces, te mueres por mí.
– ¡Ja! Deja de soñar.
– ¿Por qué? Soñando recuerdo los momentos que he estado contigo.
– Eres un manipulador.
– El mejor de todos; te veo en 10.
– Vale.
El camino a la cancha de baloncesto era corto, pero, las sensaciones que estaban despertando en mí en esos momentos, me hacían reparar en el hecho que esta situación era anormal.
Mis manos sudaban, mi corazón estaba como loco, mis labios ansiosos, mis ojos intimidados, mi ser entero resignado a su dueño.
Cuando estaba a escasos metros de él; aprecié su postura relajada, como si nada en este mundo le preocupara, su mirada estaba en paz y su cuerpo parecía calmado; volteó y al verme, sonrió.
Pero, ¡Qué crimen!
Su sonrisa era el colmo de la perfección; la manera en la que su rostro se convertía en una poesía, me hacían desear con locura, repetir el suceso de la noche pasada.
Le anhelaba con fervor.
– Hola guapo, ¿Te perdiste?
– Tom, muérete. ¿Qué querías?
– Verte.
– ¿Qué?
– Quería verte.
– Dios, ¿No me viste hace como una hora?
– Pues sí, pero, quiero verte siempre…
– Ay Dios, eres un niño.
– Si y uno muy consentido.
– ¿Qué es lo que en verdad quieres?
– ¿Qué te parece sí nos divertimos un poco?
– Ya sabía yo que tanta dulzura no podía ser real…
– Jajaja, vamos.
Fuimos hasta un edificio abandonado y Tom no me dejo reaccionar; me empujo contra una pared y se lanzó por mis labios; me mordía con fuerza, su lengua hacía de las suyas en mi boca y su cuerpo se restregaba con insistencia…
Ahora no sentía temor por la situación; sabía que el dolor que había experimentado podía reemplazarse por un placer incalculable.
De repente, Tom se detuvo y giro su cabeza hacía atrás; no sé cómo sucedió, pero él palideció un poco y pronuncio:
– ¿Anna?
¿Anna? De donde me sonaba ese nombre, sabía que lo había escuchado en algún momento.
Anna…
Anna…
¡Mierda, Anna!
Oh, por Dios, ¿Era la Anna que yo pensaba?
Recuerdo que el primer día que conocí a Tom; él estaba hablando por teléfono, discutía con una mujer y en algún momento dijo, algo como:
– ¿Qué demonios sucede contigo Anna?
Si, definitivamente se trataba de esa Anna; pero, ¿Qué estaba haciendo en ese lugar y con una cámara en la mano?
NO ME JODAS.
– Vaya, vaya, vaya, pero, si es el Gran Tom Kaulitz en compañía de una hermosa chica o debería decir, de un ¿Sensual hombre?
– ¿Qué putas quieres Anna? ¿Cómo llegaste hasta aquí?
– Te seguí.
– Estas demente.
– No Tom, estoy furiosa. ¿Sabes? Nadie, nunca, me había tratado de ésta manera, ¿Tú crees que es justo que me hayas desechado como a una basura?
– Lamento que te enteres de esta forma, pero eso es justo lo que eres; un puto estorbo en el camino.
– Jajaja, Tom, Tom, Tom; cuando estas en una situación en la que eres amenazado, debes actuar como tal.
– ¿Amenazado? Jajaja, ¿Por quién? ¿Por ti?
– Pues sí; yo me voy a convertir en tú tormenta personal.
– Jajajajajajaja Anna, en serio, ya detente; me voy a morir de la risa.
– Puedes burlarte todo lo que quieras, pero, yo voy en serio.
– ¿Ah sí?
– Si.
– ¿Estás segura?
– Completamente.
– ¿Me estas declarando la guerra?
– No, estoy sentenciando tú muerte.
– Oh, ya veo.
Yo estaba muriendo de los nervios; había una tensión palpable entre esos dos; no sabía en qué momento iban a despedazarse vivos, pero, como siempre, Tom empezó a caminar hacía Anna con un paso tranquilo y seguro; se plantó frente a ella y le dijo:
– Anna, ¿Se te olvida con quien estas tratando?
– No, sé muy bien que estoy tratando con un idiota.
– Pues déjame decirte que «Éste idiota» sabe un pequeñito secreto tuyo.
– Jajajaja, no hay nada de lo que temer.
– ¿No?
– No.
– ¿Ni siquiera de algo relacionado con «Billboard Records»?
Y Anna enmudeció; la seguridad con la que había hablado, se esfumo en alguna parte, decir que su rostro estaba pálido era poco; sus labios se colocaron morados, sus manos se movían con ansiedad y sus pies estaban inquietos; ella estaba muy nerviosa…
Tom no desaprovecho la oportunidad y le dio el golpe de gracia:
– ¿Lo ves Anna? Las cosas no son tan simples, si quieres publicar esa foto y etiquetarme de «Homosexual», hazlo; no me importa, a fin de cuentas, Bill es mejor que cualquier mujer con la que he estado; y no me avergüenzo de ello. Pero, yo no tolero las amenazas, a mí nadie me reta, y si quieres matarme, debes comprender, que lo más probable, es que tú perezcas en el intento; y por cierto, recuerda no hablar demás mientras tienes sexo con un desconocido, niñita.
Anna no respondió y sin Tom pedírselo, le entregó la cámara y salió corriendo de ese lugar.
Cuando se fue, Tom volvió a mi lado, me cogió de la mano y me dijo…
– Pequeño, mejor vamos a casa y gozamos de una verdadera intimidad; no me gusta que nos interrumpan.
– Claro.
Caminamos hasta la cancha de Baloncesto y cuando divise a algunas personas, solté a Tom; él me miro con el ceño fruncido; llegamos al auto y una vez dentro, me dijo:
– ¿Por qué hiciste eso?
– ¿Qué cosa?
– No te hagas el tonto, me soltaste la mano.
– Ah, eso. Bueno, no quería que nos malinterpretaran.
– ¿Disculpa?
– ¿Qué?
– Espera, no te estoy entendiendo; ¿Te avergüenzas de esto?
– ¿Qué? No Tom, es sólo que…
– ¿QUÉ?
Tom estaba empezando a perder la paciencia, se notaba que en cualquier momento iba a estallar.
– Mira Tom, no quiero crearte problemas.
– ¿Y quién dijo que lo hacías?
– No lo sé, es sólo que no me parece correcto que todos en la Universidad te vean de la mano conmigo.
– ¿Por qué no?
– Porque soy un hombre Tom, por eso.
– ¿Y?
– ¿Cómo que «Y»? ¿Acaso no te das cuenta que vas a perder el respeto que te tienen?
– Si le llamas «Respeto» al hecho que nadie contradice lo que digo, créeme que eso no tiene nada que ver con mi fama de mujeriego.
– No me interesa Tom, sólo no quiero exhibir esto.
– Así que te da pena…
– No es pena; es miedo a que te rechacen, ¿Por qué no lo entiendes?
– Mira Bill, en cuanto tú no me hagas a un lado, a mí me interesa una mierda lo que los demás piensen.
Dios, pero que terco es este hombre; la verdad es que yo era quien más deseaba restregarle al mundo entero, que ese maravilloso ser era mi dueño y que yo le pertenecía.
Pero, las personas son malvadas; algunas incluso, pueden dedicar su vida entera a atormentar a otros, sólo por creer que el homosexualismo es una abominación; juzgan, señalan, critican, escupen, aborrecen y destruyen a cualquiera que consideren impuro.
¡Qué cinismo!
Una sociedad tan pútrida como esta, en la que los pobres son tratados como escoria y los ricos gozan de lujos inmerecidos; donde los niños son abusados y las mujeres son violadas; donde la miseria es palpable y la comodidad es utópica; donde la religión manda y la razón calla…
Aquí, donde, todos juegan a ser Dios.
Aquí, donde todos hacen justicia como si fueran puros.
Es aquí, donde no quiero que Tom sufra.
No deseo verlo expuesto a un abuso por ser gay; sabiendo que él, no gustaba de los hombres en general; yo, era su más grande excepción.
La forma en la que había manejado lo de Anna, el que no apartara su mano al ver a otros, me hizo entender, que éste hombre no media consecuencias y que estaba dispuesto a todo, si era conmigo.
Pero, ¿Acaso eso es justo?
¿Quién soy yo para arrebatarle a Tom su futuro?
Nadie, no soy nadie.
No le merezco.
No así…
– ¿Tom?
– Dime.
– Yo…
– ¿Si?
Dios, pero que difícil era pronunciar esas palabras; de sólo pensar como su rostro se iba a descomponer, sentí una punzada profunda en mi corazón.
Tom, perdóname mi amor.
Lo siento tanto…
– Terminemos con esto.
Continúa…
Gracias por la visita. Te invitamos a continuar con la lectura.