«Reverse I» Fic de Alter Saber
Capítulo 17: Verdad
«Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre»
– Levíticos 20:13
El homosexualismo ha sido fuertemente criticado desde tiempos ancestrales; un hombre no podía gustar de otro, ni una mujer gozar de otra; pues eran quemados en la hoguera por «Herejes» o en el peor de los casos, se les trataba como endemoniados y eran sometidos a terribles torturas para expulsar a la entidad que infundía el pecado.
Para ese entonces, las pruebas científicas no existían, era casi imposible explicar el origen de ésta tendencia sexual y no tuvieron más opciones que tratarlos como hechiceros paganos o servidores de Satán.
Sin embargo, los tiempos cambian y con ello los avances en este campo se han hecho notar; a decir verdad, existen tres teorías que tratan de plantear las posibles razones por las que una persona puede ser homosexual:
1. Genética: La información del ADN contiene un cromosoma que genera la tendencia homosexual en el individuo; puede ser hereditaria o resultado de una alteración en la cadena.
2. Hormonal: Puede que una alteración, desorden o sobreproducción de hormonas, ocasionen un cambio en la conducta sexual del individuo; potenciando el homosexualismo.
3. Neuronal: El hipotálamo (Parte del cerebro encargada de controlar las emociones y la orientación sexual) sufre una perturbación que provoca en el individuo el gusto hacia alguien de su mismo sexo.
Para muchos, ninguno de estos planteamientos son suficientes para contrarrestar el mandato divino que establece que:
«Dios diseño al varón y la hembra para que estos se unan en una sola alma»
¿Acaso los homosexuales no pueden ser uno?
¿Se necesita más de un siglo para entender, la normalidad de esta conducta que es practicada por los animales, desde hace cientos de años atrás?
¿No son los humanos también animales con razonamiento?
Absurdo, sencillamente carente de sentido.
La verdad es que no sólo el homosexualismo es discriminado por la sociedad; en este lugar, donde todos juegan a ser Dios; la crítica, el señalamiento, la tortura, el desprecio y el rechazo; son las armas perfectas para disimular, esconder, ocultar, todas aquellas perversiones de las cuales somos fanáticos y que por miedo a ser repudiados; callamos.
No soy homosexual, es decir, nunca me gusto o me llamo la atención otro hombre, pero, no me consideraba alguien capaz siquiera de opinar ante una temática tan delicada como esa; no respaldaba ninguna teoría, tampoco compartía el designio divino; me limitaba a respetar la posición de cada bando; soy algo como un «Agente neutral».
No obstante, mi apariencia, ha ocasionado que en repetidas ocasiones, me tomen por gay o en el peor de los casos, me confundan con una mujer. Sé que mi aspecto no es varonil; mis rasgos son demasiado delicados, mi piel es muy blanca y mi contextura delgada al extremo; si a eso, le sumamos mi maquillaje y cabello largo; es casi normal, que la gente cometa esos errores, ¿Verdad?
Nunca me había molestado que ese tipo de situaciones se presentaran, es decir, lo que en realidad importaba, era que mi mamá, Georg, Gustav y Yo, supiésemos que mi tendencia era heterosexual y que mi estilo era un complejo de diva con el que había nacido.
Mientras que las críticas no pasaran de ser simples ofensas verbales, no había inconvenientes; pero, sí estas trascienden a una circunstancia más grave como la agresión; lo considero un problema enorme.
Fue hasta mis 17 años, que un evento, desencadeno el final de mi existencia…
Estábamos en una clase de ética social, en la que se desarrollaba un debate acalorado sobre el «Homosexualismo»; divididos en dos bandos, aquellos que defendían y los que atacaban; claro está, que a mí me correspondió apoyar la causa; mis argumentos eran concisos y nadie del otro grupo me contradecía, no existía ni una sola persona que contraatacara mis planteamientos; casi habíamos ganado la discusión, cuando un chico habló:
– Lo dices, porque eres marica.
Todo el salón estalló en fuertes carcajadas, y yo me sentí profundamente humillado; este tipo no me era para nada familiar, su aspecto era de lo más común; una estatura promedio, una piel trigueña, contextura tonificada, ojos cafés, cabello castaño claro y corto.
Su vestimenta era de lo más simple, un jean vaquero, con una camisa básica y un saco negro; junto a unos converses; nada de complementos, sólo un reloj plateado en su muñeca izquierda.
A decir verdad, no recordaba haberlo visto en clase antes, ¿Sería nuevo?
Mientras trataba de ubicar a ese chico en mi perspectiva, el profesor intervino:
– Señor Straw, le recuerdo que se encuentra en una clase de ética social, en la que el «Respeto» es fundamental para llevarla a cabo; así que, sí usted es el chico que considero, sé que no tendrá ningún problema en disculparse con el Joven Kaulitz.
– Ja, yo no trato con homosexuales.
– Aun cuando esa fuese su conducta sexual; usted no es nadie para reprocharle, cada quien es libre de elegir a quien amar.
– Mire viejo, si no quiere que su carro arda en llamas a la salida, mejor déjeme en paz.
– JOVEN, VÁYASE DE INMEDIATO A LA DIRECCIÓN.
– Si, si, si, lo que diga, pero, luego no me vaya a reclamar que no se lo advertí.
Mientras el tal «Straw» iba saliendo del salón, dirigió su mirada hacia mí y en un gesto completamente insinuante, me guiñó un ojo.
Ok, eso no me lo esperaba.
¿Acaso era un gay reprimido o qué?
La clase se terminó de desarrollar y nuestro bando obtuvo la victoria; al parecer sólo unos cuantos habíamos tomado el papel en serio; el profesor nos felicitó y concluyó:
– Jóvenes, aquello que acaba de suceder con el Señor Straw, es un claro ejemplo que la discriminación y la falta de tolerancia conllevan a la agresión; sin embargo, nada puede ser motivo para esconder los sentimientos, aficiones, anhelos y añoranzas que cada quien posee. Nunca permitan que alguien le coloque una etiqueta a su amor, en tanto no dañe su salud tanto emocional como física; merece la pena el riesgo.
¿Merecer el riesgo?
Pues sí, a decir verdad, enamorarse de alguien representaba un peligro enorme; eso de abandonarse para satisfacer a otro, es algo de suma seriedad.
De momento, no existía nadie que haya logrado calar tan fuerte en mi como para provocar que baje mis barreras y le de libre acceso a mi verdadera naturaleza. Había estado con muchas chicas (Bueno, no tantas), gozaba de las vivencias, pero, no me sentía especialmente atraído hacia la vida del «Mujeriego».
Cuando había una oportunidad y la chica me resultaba agradable, pues, concretábamos un encuentro y dejábamos nuestras inhibiciones a un lado; dándole pasó al descontrol, el fervor, el calor, el sudor, el sexo en su estado más carnal.
Hubo una mujer con la que me acosté más de una vez, incluso pensé que quizás ella, podría ser una buena candidata para probar o experimentar «El noviazgo» y sí las cosas marchaban bien, de pronto terminaba por enamorarme de ella y así, encontraría esa felicidad que tanto anhelaba.
Porque a pesar que contaba con una madre amorosa y unos amigos que eran más hermanos que otra cosa; nunca me había sentido del todo lleno, siempre sentía como sí una parte de mi me faltara, como sí mi vida no estuviese completa; algo, no sé el que, pero existía algo que me faltaba; era una persona, un alguien que estaba conectado a mí, que sus sentidos eran míos, que sus pensamientos eran compartidos, que sus visiones eran reveladas…
Alguien a quien no conocía, pero, parecía como si estuviese enterado de su vida…
Era un lazo extraño; le había comentado a Simone mis experiencias, y ella, no parecía sorprendida por ello; por el contrario, es como si supiese de antemano, que ese «Alguien» de verdad existía…
– Mira Cielo, todos tenemos a ese «Alguien» que nos hace la realidad un poco más colorida.
– Si mamá, pero yo no hablo de un enamoramiento; me refiero a algo como una conexión fraternal.
– ¿Fraternal?
– Si, ¿Estas segura que no tuviste otro hijo?
– Jajajaja, pero que cosas dices Bill; claro que no, tú eres mi único e irremplazable tesoro.
– Pero ma, esto es muy raro.
– Lo es, quizás más adelante lo entiendas.
– ¿Entenderlo? Ja, hay algo que tú no me estás diciendo.
– Para nada cariño, sólo que a veces las perspectivas cambian y quizás en un futuro, te encuentres con ese alguien ¿No?
– Ummm…
Dimos por terminada aquella conversación; mamá sabía algo que yo no, pero al parecer, no era el momento de indagar sobre ello…
Cuando la clase terminó, salí del aula y me dirigí al mismo lugar de siempre; como sufría de abuso, tuve que encontrar un lugar que me sirviera de «Guarida secreta» y ese era el edificio de Biología; nadie se acercaba a ese lugar, esa estructura estaba abandonaba y habían ciertos de rumores en los que se decía que allí habitaban toda clase de espectros; incluso comentaban que sí se pasaba mucho tiempo en ese sitio, caería una maldición sobre la persona.
Nunca le presté atención a ese tipo de estupideces, para mí, ese lugar era perfecto para escapar de los chicos que me golpeaban; la verdad era que desde que Georg y Gustav habían aparecido, esas «Palizas» redujeron considerablemente, pero no quería ser un estorbo todo el tiempo; siempre esperando a ser rescatado.
Por eso, iba a ese edificio; me sentaba a leer o terminar los trabajos que dejaban para el siguiente día; esa era mi rutina diaria, hasta que él apareció.
Me encontraba sentado en una de las mesas, revisando mis apuntes y anotando algunas apreciaciones que me parecían relevantes; cuando escuché una voz que venía desde uno de los salones…
– Ohhh, Blake, más fuerte.
– Cállate, eres una ruidosa estorbosa.
– No puedo, Ahhh…más…ahí…justo así.
– Si, si, quédate quieta, maldición.
Al parecer, alguien más le había encontrado un uso a esas viejas instalaciones; decidí recoger mis cosas e irme, no quería encontrarme con la pareja de subnormales que se habían puesto como animales en celo en jornada escolar.
Sin embargo, la puerta de esa aula, se abrió y ese chico salió de allí; en su mano llevaba un cigarrillo, y su pantalón estaba desacomodado.
¡Dios! Pero es que ni siquiera era capaz de arreglarse antes de salir…
Su mirada estaba enfocada en el horizonte, hasta que sus ojos se posaron en mí y sentí como un escalofrío recorría todo mi cuerpo, no era nada parecido a la atracción, era una sensación nueva, como una alerta, un mecanismo de defensa que me pedía a gritos:
¡SAL DE ALLÍ AHORA MISMO!
Haciendo caso a mi instinto, terminé de recoger mis cosas, giré en mis talones y empecé a caminar a paso acelerado; cuando estaba por salir de aquel lugar, un agarre en la muñeca me lo impidió…
Santo Dios, me la va a romper…
No pude evitar contraer mi cara en una mueca de dolor, su mano estaba apretando con mucha fuerza mi muñeca, lo miré y el seguía fumando; de repente, tomó su cigarrillo y sin previo aviso, lo llevo hasta mi dorso…
– Dios, ¿Qué estás haciendo?
– Quemándote.
– Suéltame y quítame eso, me estas lastimando.
– Me vale.
Su agarre sólo se hacía más fuerte, y sentí una punzada de dolor…
Mierda, me la había fracturado.
– ¡AHHH!, me la rompiste…
– ¿En serio? No me digas, pero, sabes una cosa, viéndote así retorciéndote de dolor; me dan unas ganas tremendas de montarte como un salvaje.
DIOS, DIOS, DIOS, DIOS…
Éste tipo estaba loco.
¿Me iba a violar?
– ¿Qué dices Bill? ¿Jugamos?
¿Cómo demonios sabia mi nombre?
¿Quién era éste monstruoso animal?
– Ni siquiera sé quién eres.
– Oh, pero que descortés. Soy Blake Straw, 18 años, vengo de Stuttgart (Alemania) y fui transferido hace una semana.
– ¿Por qué me haces esto?
– Porque es divertido verte sufrir.
– Eso no tiene sentido.
– Claro que sí, no ves que el dolor ajeno es como una dosis de heroína para mí.
Estaba chifladisimo, el tal Blake ese, le faltaban unos cuantos tornillos, de eso no había ninguna duda.
Pero, no comprendía porque me había fichado a mí.
– Hay muchas personas a parte de mí, así que no te ensañes conmigo.
– Verás, en Stuttgart las cosas son muy distintas que aquí en Sacramento; nunca en toda mi vida, había visto un hombre tan afeminado como tú y como lo desconocido me causa mucha curiosidad; tengo ganas de darte la primera mordida.
Si no salía de ese lugar en los próximos segundos; iba a ser violado, eso era más que seguro.
Blake retiro el cigarrillo y soltó su agarre de mi muñeca; me vio a los ojos y yo tuve una leve visión de su alma…
Oscuro, oscuro, oscuro, sin luz, nada de claridad, completamente negro.
Sus ojos eran los de un asesino…
Su frialdad me confirmaba que él estaba acostumbrado al dolor y que al no poder sentirlo; había decidido provocarlo en los demás, para así, recuperar aunque fuese una mínima parte de esa sensibilidad que le había sido robada en su ciudad natal.
Pero, poco importaba eso en estos momentos, ¿Cierto?
Con una rapidez increíble, salí corriendo del lugar; rogaba a Dios que mi torpeza no me jugara una mala pasada y me cayera en alguna parte del trayecto; lo que no me esperaba, era que Blake me estuviese pisando los talones, escuchaba claramente como sus pisadas se aproximaban a mí.
ME VA A MATAR.
A lo lejos, pude ver a un chico con cabello largo castaño que iba junto a un rubio un poco robusto…
– MI SALVACIÓN.
Empecé a gritarles:
– Georg, Gustav, que me comen, me comen.
Ambos voltearon, y al verme, saludaron como si nada; al parecer no se habían percatado de la bestia que me estaba persiguiendo; ellos se detuvieron a esperarme y yo sólo corría como un desesperado; estaba en una persecución mortal y al estar a escasos metros de ellos; giré mi rostro y me di cuenta que, Blake se había detenido, pero su mirada, era una clara advertencia de que no podía cruzarme de nuevo con él, porque de hacerlo, saldría muerto de ello.
– Oye Bill, estas como pálido, ¿Por qué estabas corriendo como loco?
– Georg, sácame de aquí y llévame a un hospital ya mismo.
– Jajaja, perdiste la cabez…
Georg se dio cuenta de mi muñeca, la cual se encontraba desfigurada y que yo sostenía con mi otra mano para menguar un poco el dolor; él se puso blanco al igual que Gustav y me llevaron de inmediato al Hospital más cercano.
En definitiva, había sufrido una fractura distal de radio; uno de los 10 huesos que conformaban la muñeca, había quedado destrozado y lo más atemorizante, es que no había sido por una mala caída, o una torpeza; esa ruptura la había provocado el salvajismo de un hombre.
Blake no aparentaba tener tanta fuerza, es decir, su complexión era muy delgada, a pesar que sus músculos estaban marcados, no reflejaba la ferocidad que en verdad tenia.
Simone llegó al hospital, bañada en lágrimas, sabía que ese suceso era mejor esconderlo; no quería que su depresión se agravara, pero, Georg insistió en que era mejor hacérselo saber.
Cuando me vio, se lanzó a mí, y empezó a reconfortarme como sólo una madre lo haría; la amaba tanto, ella era mi mundo, como me tranquilizaban sus suaves caricias.
Se percató de mi fractura y su rostro pasó de ser blanco a completamente rojo; mamá estaba furiosa por ello, y empezó a preguntarme quien había sido el causante de ello.
Tuve que mentirle, sí le decía que un chico supremamente peligroso me estaba acosando, ella iba a empeorar, de seguro se iba a volver un manojo de nervios, incluso hasta me prohibiría ir al Instituto. Entonces, le dije que me había caído de las escaleras y que había apoyado mal la mano, por eso había sufrido una ruptura.
Tanto ella como Georg y Gustav lo creyeron sin replicarme; sabían de primera mano, que yo, era una persona muy torpe y que el suelo era mi lugar favorito; era extraño que pasaran días sin que yo me fuera de cabeza contra el piso.
Todos se tranquilizaron; salimos del Hospital, ordenamos pizza y fuimos a casa; hablábamos animados, hasta que me fije en Gustav, él cual no parecía estar cómodo; me acerqué y le dije:
– Oye Gus, ¿Pasa algo?
– ¿Estás diciendo la verdad?
– ¿Qué?
– Bill, yo sé que tú eres torpe, pero una fractura como la tuya, requeriría de una fuerza mayor para quedar totalmente destrozada.
Había pasado por alto, el hecho que Gustav era muy perceptivo, él no se comía nada de lo que uno le decía, siempre guardaba sospechas, era como un médium o algo así.
– Es raro, pero, no les mentí Gus, te lo prometo.
– Eso espero Joven Kaulitz.
Bien, me había librado de eso, pero, no tenía ni la menor idea de cómo lidiar con lo que estaba a punto de pasar…
Es decir,
Nadie ni siquiera con antelación,
Sabría qué hacer,
¿Verdad?
&
Pronunciar esas palabras había sido más difícil de lo que creía, no era para nada sencillo, terminar con algo que apenas comenzaba y que me llenaba de felicidad.
Pero, antes que yo, está él.
No podía hacerle ese daño, simplemente no era correcto.
– Perdona Bill, repite lo que dijiste.
– Q-quiero…terminar con esto.
– ¿Y qué es esto?
– Pues esto Tom, lo que sea que tú y yo tengamos.
– Pero, si no tenemos nada…
– ¿Cómo?
– Sí, es decir, tú y yo no somos pareja, aun.
Todo mundo espere un maldito segundo; ¿Él dijo eso?
Imposible,
No,
Imperdonable.
– ¿Qué?
– No recuerdo haberte propuesto ser mi novio o algo así…
– Pues no, pero, tú y yo, estuvimos juntos ¿No?
– Sí, he hecho eso cientos de veces con otras mujeres.
No, no, no, no, no…
No puede ser verdad; yo no pude ser alguien más en su lista ¿Cierto? Es decir, había algo más que sexo en esa cabaña ¿No? Era amor, y mucha pasión.
– Espera…
– ¿Qué pasa pequeño? ¿Te está golpeando muy fuerte la realidad o qué?
– ¿Tú me mentiste?
– Ummm…
Estallé.
Qué maldito infeliz, no me lo puedo creer…
¡Dios! Qué iluso eres Bill.
– ERES UN PUTO CABRÓN.
– Lo soy.
– Me usaste, te aprovechaste de mí y te llevaste mi virgi…
– Tú virginidad, si, exacto, eso fue lo que tome.
– ¿Y lo dices así sin más?
– Pues sí.
– Pero…
– Pero nada, es decir, tú te confesaste, pero, ¿Yo hice algo como eso?
Y en eso tenía toda la razón; Tom en ningún momento había dicho algo, ni siquiera insinuó que yo le gustara; me recalcaba que era de su propiedad, pero, ¿Eso lo haría alguien que te ama o alguien que sólo es posesivo con su juguete?
¡Válgame Dios!
Caí en su juego macabro; estoy hundido hasta la cabeza; me voy a ahogar y nadie me va a sacar.
Moriré aquí…
Sin él…
Fue inevitable; mis lágrimas salieron sin pedir permiso, trate de disimular un poco mi llanto tapándome con las manos, pero, era imposible; me sentía inconsolable.
– No sabes mentir Bill; por eso, eres tan inocente.
Claro que no sé mentir; odio por completo las farsas; por eso me sentía así, timado, traicionado, usado, tan destruido.
Tom sólo dijo esas palabras y se quedó allí; quise irme de ese lugar, salir del auto y correr a cualquier sitio que me permitiera estar lejos de él…
Sin embargo, de un momento a otro, sentí como el asiento se movió y vi que Tom se dirigía hacia mí; se sentó encima de mí y dijo:
– ¿Sabes qué le sucede a los niños cuando se portan mal?
Sentí como todas las fibras de mi ser empezaban a arder, eran corrientes enteras de placer las que me recorrían en todos los sentidos; esa mirada me bastaba para saber lo que él planeaba hacer…
– Bill, ¿Acaso no fui claro contigo? Te dije, que no podías escapar de mí, ni siquiera intentarlo.
– Pero…
– Pero nada, soy tú dueño y tú mi pequeño, eres mío; ¿Se te olvida que te hice el amor? Porque sí tu memoria ignora eso, permíteme recordártelo…
Y en una maniobra inesperada; Tom cambió las tornas, yo quede encima de él y sus ojos estaban hipnotizando a los míos; fui testigo de cómo su miembro empezaba a despertar, pues su insistente movimiento debajo de mí, me era suficiente para comprender el deseo que tenía en esos momentos.
Entonces, agaché mi mirada y unos cuantos sollozos empezaron a emanar; aunque él actuara de esa forma, no tenía ninguna certeza de que Tom sentía algo por mí que no fuera lujuria.
Eso era decepcionante.
Pensaba que al menos, alguna parte de él, estaba empezando a abrirse a mí, pero, al parecer, no era así.
De repente, sentí como sus labios empezaron a besar mis mejillas; era un tacto tan delicado y suave; no pude evitar sentirme a gusto con ello; posé mis manos en sus hombros y comencé a mover mi cabeza en la misma dirección en que su boca tocaba mi piel; quería sentirle más…
Tom me desvistió, dejándome sólo con el jean desabrochado y cuando mi torso quedo desnudo; su lengua succiono uno de mis pezones y luego sus dientes le mordieron con fuerza.
– Ohhh…
¿Qué otra cosa podía hacer? Se trataba de Tom, él era el único que podía hacerme sentir así; sabía que me deseaba, y yo, también quería subir al paraíso que compartíamos…
Tom se detuvo, me miro y me hizo señas que fuera a la parte trasera del auto; obedecí y el salió, para luego, entrar por la puerta izquierda…
Me senté con mi rostro escondido entre mis piernas, esperando a que el terminara con lo que había empezado…
Y dijo:
– Bill.
– ¿Ummm?
– ¿Me amas?
El colmo, éste tipo es bruto rematado; ¿Qué si lo amo?
¡JA!
Pues claro que si, a ver, no voy a dejar que cualquier idiota me toque como él lo hace, porque si ¿No?
– Oye, te estoy preguntando, ¿Me amas?
– No…
– ¿No? ¿En serio? Yo diría que si lo haces.
– ¿Por qué debería de hacerlo si tú no lo haces?
– ¿Y quién dijo que no lo hacía?
Bum, bum, bum, bum, bum…
Se me iba a salir…
El corazón me iba a estallar…
¿Él no lo está negando?
¿Cómo explicar esta explosión eufórica que me han producido esas palabras?
¿Acaso Tom sí me amaba?
¡Dios!
Sí estoy volando, por favor,
No me dejes caer.
Quiero sentirme así para siempre…
– ¡Ja! No te creo, sí fuera verdad, me lo dirías así como yo lo hice.
– Te lo dije en la cabaña.
– ¿Qué? No seas mentiroso, claro que no lo hiciste.
– Lo hice.
– No lo hiciste tonto.
– Si lo hice, guapo.
– Si lo hubieses dicho me acordaría de ello a la perfección.
– ¿Ah sí? ¿Y por qué?
– ¿Cómo que por qué?
– Si, ¿Por qué lo recordarías?
– Pues porque me habría hecho inmensamente feliz; más que haber hecho el amor contigo, o sea, eso estuvo bastante bien, no lo puedo negar; pero, si te hubieses confesado, yo estaría en las nubes aun, por qué…
Y el premio al mayor idiota del año es para (Redoble ficticio de tambores):
– BILL KAULITZ.
Qué metida de pata tan profunda, ni Lucifer me podía sacar de esa. Había hablado de más y sólo seguía entregándole a Tom el poder de controlarme como él quisiera.
– Vaya, vaya, vaya, pero, ¿Qué tenemos aquí? Me sorprendes, o sea, que disfrutaste de lo que te hice y aun sigues en las nubes…
– Idiota.
– Oh, venga Bill, aunque no me lo dijeras, ya lo sabía.
– Ja, si claro.
– Bueno, si te escucho gritar mi nombre como lo hiciste ese día, es más que obvio que disfrutaste ¿No?
– Serás…
– Además, sé que te sientes en las nubes…
– Jum.
– Porque yo hago parte de ese mismo cielo, amor.
¿Había escuchado bien?
El…
Quiero decir…
Tom…
Me llamo…
¿Amor?
Era un manipulador de primera; ¿Cómo sabía él que me rendiría con una muestra de afecto tan sencilla como esa?
Esa palabra en sus labios, se había asemejado mucho a esa canción que tanto me gustaba…
«No saltes,
Y si no puedo sostenerte,
Entonces, saltaré por ti»
– Tokio Hotel (Don’t jump)
Su llamado era angelical; ¿Qué más quería llevarse de mí, éste despiadado hombre?
Sus manos tomaron las mías y las llevaron hasta su pecho:
– ¿Sientes eso? Mi corazón quiere salirse de aquí, sólo porque tú me estas tocando Bill.
Mis latidos aumentaron con rapidez, y sentí como se coordinaban con los de Tom; éramos uno, sólo nosotros.
Sus manos viajaron hasta mis mejillas y me besó; primero jugando como un gatico (En el caso de Tom sería más como un tierno león), lamiendo mi comisura, mordiendo y luego dominando mi boca con su feroz lengua.
Entonces, llevé mis manos a su cabeza y le quite la gorra, la banda y solté sus rastas; tiré de su camiseta y con mis uñas, empecé a recorrer ese perfecto torso; arañándolo en el proceso, hasta que, con mi mano derecha, fui descendiendo, y di con su pantalón.
Lo desabroché, y metí mi mano por debajo de sus boxers, para sentir, esa esplendorosa erección; sin miramientos, lo empecé a sacudir con fuerza, no había dejado de besarle, pero, escuchaba esos sonidos tan eróticos que salían de su garganta…
Tom estaba muriendo de placer, lo sabía.
Me separé por un momento de su boca…
– Ahhh, Bill… ¿Q-qué te pasa?
No podía escucharle, estaba sumido en esa sensación de ser Yo quien le propina el placer, de ser yo quien lo toca como un desesperado, de ser yo quien le domina, quien lo hace enloquecer…
Para aumentar sus delirios, moví mi mano con mayor fuerza, tocaba su punta y luego bajaba y subía en un ritmo brutal; fui hasta su cuello y empecé a succionarle, a morderlo y besarle como un animal.
Cuanto le quería en esos momentos…
Pero, Tom no es alguien a quien se le pueda doblegar con tanta facilidad…
– Bájale un poco a la revolución pequeño, yo, no me voy a ir a ningún lado. ¿Qué tal si, en vez, de propinarme placer con tú mano, lo haces con esa preciosa boca?
– Ummm…
– Cómeme, Bill.
La sentencia había sido clara; él me quito de encima de él y se sentó recto en el asiento; con la mirada me hizo saber, que debía bajarme del asiento para quedar a la altura de su miembro y acatar su orden…
– ¿Qué estas esperando? Estoy deseando sentirte, te tengo muchas ganas Bill…
Me arrodillé y como pude, me acomode para poder empezar con mi labor; sin previo aviso, me la metí hasta el fondo…
– OH, Magnifico.
Tom se removía en el asiento como un loco, le encantaba la manera en la que mi lengua jugaba con su miembro; empecé a lamer sólo su punta y a succionarlo con fuerza…
– Nene, eres muy travieso; me estás haciendo perder la cabeza…
El que estaba por ceder su poca cordura, era yo; escuchar esos ruidos y gruñidos provenientes de Tom, me estaban enloqueciendo; lo quería, ya mismo.
No lo iba a soportar más…
Aparté mi boca de su miembro y me deshice de mis pantalones, tiré mis boxers y me alcé por encima de él…
Tom me miraba con lascivia; se mordió el labio inferior y empezó a jugar con ese piercing que se acomodaba en una esquina de su boca…
Pero, ¡Qué sensual!
Fui testigo de cómo sus dedos entraron sin autorización a mi cavidad; él empezó despacio y luego acelero el ritmo, sentía como mis paredes internas comenzaban a humedecerse…
Oh, le quería ya…
– Por favor…
– ¿Qué quieres?
– Tom…
– Dímelo, si no lo haces, ¿Cómo voy a saberlo?
– Ya…
– ¿Ya?
– Si, te quiero ya mismo dentro de mí.
– Tú ordenas pequeño.
Sin reparar en nada, sus manos se posaron en mis caderas y de un solo golpe, me clavo hasta el fondo; sentía una molestia interna, pero, nada comparado con el dolor de la primera vez…
En ésta ocasión, me encontraba algo tenso…
Y Tom se percató de ello.
– Hey precioso, relájate. No voy a lastimarte.
Mis músculos se tranquilizaron y empecé a moverme sobre él; necesitaba sentirle más a fondo; entonces, apoyando mis manos en sus hombros; comencé a dar pequeños saltos que me permitían penetrarme a mi gusto…
Tom cerró los ojos y su boca, formó una perfecta sonrisa:
– Así nene, justo así, muévete como quieras, es tuyo, tómalo.
No podía articular palabras, mi mente estaba en blanco y yo sólo podía pensar en esa sensación de placer ascendente; lleve una de mis manos hasta mi miembro y comencé a moverla con ferocidad…
Pero, ¡Qué delicia!
Tom abrió sus ojos y vio lo que estaba haciendo, a lo que respondió con una resolución absoluta…
– Tócate más Bill, lleva tus manos hasta tus pezones y acaríciate; hazlo para mi…
Al parecer Tom disfrutaba como nunca de verme tan absorto en mi propia lujuria; le hice caso, y empecé a consentirme a mi gusto; su reacción fue inmediata; llevo sus manos hasta mi parte trasera y me apretó con fuerza, su pelvis empezó a empujarme hacia arriba y las embestidas eran cada vez más profundas…
– Ahhh, maldición Bill.
– Tom, no más…
– Resiste, un poco más…
– No, yo… no…
– Si puedes, hazlo por mí.
Y sus brazos me obligaron a recostarme a lo largo del asiento trasero, sus caderas empezaron a adentrarse con mayor facilidad y no tuve otra opción que no fuera, enredar mis piernas alrededor de él para que sus embestidas fueran más y más profundas.
– Oh, Bill, no aprietes así nene.
– ¿Por qué no?
– Me pones muy mal, no quiero acabar aun.
Su cuerpo se descargó encima de mí y su ritmo fue tan bestial, que pensé que iba a reventarme por completo; sus brazos estaban por debajo de mi cabeza, como si la abrazara y sus labios me besaban con pasión desenfrenada…
– Ahhh, Bill, Bill, ya no más.
Él tomo un impulso fuerte y me penetró como nunca; sentí como mis sentidos se nublaban y como de mi garganta salía un grito brutal…
– AHHHH…
Tom no había gritado porque en el momento en que llego al clímax, me mordió el cuello con mucha fuerza…
Ambos estábamos agotadísimos, y mientras reposábamos, él levanto su cara de mi pecho y empezó a lamer mi cuello…
– ¿Qué haces?
– Te mordí muy fuerte.
– ¿Si?
– Pues tienes sangre…
– ¿CÓMO?
– Sangre Bill, S-A-N-G-R-E.
– Eres un animal, ¿Cómo se te ocurre dejarme una marca de esas tan bestial en una zona completamente visible, ah?
– ¿No es súper cool eso?
– No Tom, no es cool. Eso es de bestias, eres un brusco.
– Bah, te quejas por todo.
– No es eso, es que ¿No puedes tener más cuidado? Es ridículo que me dejes marcas…
– ¿Disculpa? Yo puedo marcarte si se me da la gana, para eso, eres mío niño.
– ¡Ja!
– ¿No? ¿Qué pasa? ¿Te quedo faltando algo de diversión para convencerte de que eres mío o qué?
– No Tom, gracias, a decir verdad, pasó.
– ¿Pasas?
– Sí, creo que estuviste mejor la primera vez.
– Jajajajajajaja claro, por supuesto, lo que digas nene. Oh, pero si mal no recuerdo, la primera vez no te comportaste de esta manera tan pervertida como hoy.
– No soy un pervertido.
– Claro que lo eres, ¿No fuiste tú el que me apretó con sus piernas para que lo penetrara más profundo?
– No, no fui yo, me confundes con alguien.
Nos miramos por unos escasos minutos y no pudimos evitar reír, es que, yo me las daba de digno, pero, era más que obvio que me desvivía por Tom; él lo era todo.
– Bueno pequeño, luego de esto, deberíamos ir a casa y así puedo aplicarte el castigo que te mereces.
– ¿Qué? ¿Por qué?
– Porque trataste de huir.
– Ummm…
– Oye, ¿Te va el sadomasoquismo?
– ¿QUÉ? POR SUPUESTO QUE NO.
– Perfecto, entonces, será un buen castigo.
– Jamás dejaré que hagas algo como eso.
– No necesito tu autorización, tengo más fuerza que tú, será muy sencillo amarrarte y darte duro nene.
Me quede callado, con éste hombre no se podía, cuando algo se le metía a la cabeza, nadie se lo podía sacar.
Nos vestimos, y fuimos directo a casa; en el camino, charlamos de cosas sin sentido, hacíamos bromas, y reíamos con fuerza.
A su lado todo era tan perfecto.
Su risa.
Sus ojos.
Incluso su pose de superioridad,
Era todo perfecto.
Pero, sí de algo estoy seguro, es que la felicidad no es para siempre, a veces llega y se va, no regresa e invertimos nuestra vida en volver a hallarla…
Cuando empezamos a acercarnos a la entrada de la casa, vimos una ambulancia parqueada, estaban sacando a alguien en una camilla…
POR DIOS, NO.
NO DE NUEVO.
Tom frenó en seco, se bajó rápido del auto, corrió hasta allí; yo le imite y cuando estaba cerca de él, no pude evitar sorprenderme; él estaba en shock, lo que estábamos apreciando, era inaudito, algo terrible, completamente injusto…
Él sólo pudo pronunciar…
– ¿Papá?
Continúa…
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