Reverse 30

«Reverse I» Fic de Alter Saber

Capítulo 30: Recordatorio

«Aquel que quiere ser amado, debe querer la libertad del otro, porque de ella emerge el amor, si lo someto, se vuelve objeto, y de un objeto no puedo recibir amor»

Jean Paul Sartre

Un baldado de agua fría me cayó de repente; me era imposible creer que la mujer que me había traído al mundo, estaba muerta y peor aún; se había suicidado; lo cual me inundaba de una frustración enorme; jamás podré conocerla; ni siquiera compartir mi afecto hacia ella, no tendría la oportunidad de estar bajo la protección de sus brazos.

¿Acaso la vida de mi madre era tan miserable como para querer acabar con ella?

¿En qué condiciones vivía mi madre y Bill?

Mientras yo estaba rodeado de lujos por donde fuera que mi rostro girara; ¿Ellos tenían recursos limitados?

¿Por qué Bill tuvo que enfrentar eso solo?

¿Por qué mamá lo abandono?

Eran tantas las preguntas que surgían de mí, pero, no tenía respuestas; y las necesitaba con desesperación; quería saber sus motivos; la razón que ocasionó ese atento en contra de su vida…

¿Será que nunca pensó siquiera en la posibilidad de verme?

¿Tan imposible era o no lo deseaba?

Mire a Andreas por un instante, y por mi reacción; él supo de inmediato que había revelado un detalle que yo desconocía.

– Dios Tom, lo lamento, yo, creí que lo sabias.

– ¿Qué tanto te dijo papá?

– Ummm, ¿No crees que deberías hablar con ellos primero?

– ¿Por qué se suicidó?

– No lo sé Tom.

– ¿Por qué nos abandonó asi? Yo…

– Tom…

– No voy a poder conocerla nunca, Andy.

Las palabras dejaron de salir, sentí como aquel rubio se acercó a mí y me rodeo con sus brazos; me apretaba con fuerza, tratando de reconfortarme; como siempre Andreas; compartiendo mi dolor como si fuera suyo.

Ya perdí la cuenta de las veces en las que he estado de esta manera con Andreas; nunca se ha quejado, sabe cuándo debe hablar y cuando es mejor guardar silencio; así de bien me conoce.

Las lágrimas no salían, pero, estaba en blanco; eran tantas las cosas que se desataron de un instante a otro, que su impacto se hizo presente con una vehemencia inigualable.

Me aturdía pensar en que Bill tuvo que afrontar el suicidio de mamá por si solo; yo, no habría podido levantarme de algo como eso…

Bella es un claro ejemplo de ello; su muerte marco un comienzo y un final en mi vida; ella se llevó parte de mi; algo que no podré recuperar nunca, ni siquiera con Bill a mi lado; porque, una vez vuelves de Stuttgart; lo único que añoras encontrar es algún indicio de que aún existe algo de «Esperanza», y eso, fue lo que yo vislumbre en Bella.

Su partida me había arrancado esa sensibilidad del alma; aunque Bill representaba mucho más para mí, tenía la seguridad, que esa pequeña faceta de mi vida, no iba a regresar nunca y sólo, porque yo asi lo deseaba.

Si ella se había ido, al menos quería que una parte de mí, estuviese siempre con ella; aunque eso significara vivir incompleto; ella se lo merecía; eso y muchísimo más. De manera indirecta, la ausencia de Bella había traído a Bill junto a mí; ese ángel que me tenía en las nubes, llegó para quedarse; y todo fue gracias a la libertad que me dio ella; por eso, no podía olvidarle, no quería sepultar lo que sentí.

Bella merecía que parte de mi la recordara siempre; porque ella dio su vida por mi bienestar, ¿Cómo enterrar una muestra de amor tan palpable como esa? Sentía que mi amor por ella seguía intacto; pero, no era una sensación desatada como la que experimentaba con Bill; ni siquiera era una emoción de carácter romántico; era algo como una «Gratitud»; es como si ella me hubiese dado una oportunidad de redimirme y continuar.

Le debía la vida.

Me separé de Andreas, nos levantamos y empezamos a caminar hacia la entrada; quería respuestas a mis interrogantes, y él podía dármelas…

– Voy a preguntarle a Bill.

– ¿Qué?

– Sobre mamá.

– Tom, ¿No crees que deberían descansar y hablar de eso después? Hoy ha sido un día muy agitado.

– No, necesito saberlo ahora mismo.

Apresure mi paso, prácticamente, empecé a correr y Andy me seguía; abrí la puerta del vestíbulo y sentí el agarre en mi brazo:

– ¡Tom! Espera, tienes que calmarte.

– ¡No! Ya te dije que no, como una mierda, tengo que hablar ya mismo con él.

– Tom, trata de ser más comprensivo; no es un tema que él desee tocar así no más.

– ¿Se te olvida que ella también era mi madre o qué?

– Tom…

– Nada Andreas, déjame solo.

– Pero…

– ¡Quiero estar solo!

Lo menos que quería era discutir con Andreas; pero, la incertidumbre me carcomía; quería saber cosas sobre ella, ¿Era feliz? ¿Quería a Bill? ¿Hay algo de mí que se asemeje a ella?

19 años de mi vida, engañado por completo; mi mente quería estallar, pero, algo dentro de mí, me advertía que los motivos de nuestra separación, eran de peso y que no debía colocarme en una posición de defensa al respecto.

Amo a Clarise; ella fue quien me cuido durante todo este tiempo; es una madre ejemplar, sumamente tierna y muy estricta; gracias a ella, logré convertirme en una persona sutilmente «Decente»; no le reprocho nada, es más, le guardo aún más respeto, sabiendo que me acogió como su hijo…

Nunca le mencioné esto a nadie, pero, por más que compartía junto a Clarise; no hubo ni un solo momento en el que yo sintiera ese lazo que nos unía, sabía que era mi madre, sin embargo, mi afecto aunque presente, no era tan fuerte como el que se debería tener hacia una madre.

Y es ahora cuando entiendo el por qué…

Seguía en el vestíbulo; con la cabeza agachada, mis puños apretados y un sinfín de sensaciones que me producían una molestia enorme; de repente, vi como ese calzado tan particular se alineo en frente de mí; sus manos tomaron las mías y en un tono de voz muy suave, me dijo:

– ¿Estás bien?

Negué con mi cabeza; era la verdad, estaba hecho un completo desastre; nunca imagine que un día, todo daría un vuelco tan grande como éste…

Bill llevo sus manos hasta mi rostro e hizo que mi mirada se fijara en esos hermosos ojos color miel…

– ¿Quieres que hablemos?

Él estaba tan tranquilo que su contacto, logró apaciguar mi tormenta; llevé una de sus manos hasta mis labios y en un toque muy delicado, besé su dorso y le dije:

– Si quiero.

– Entonces, vamos.

Empezamos a subir las escaleras, tomados de las manos y con nuestros dedos entrelazados; llegamos a la tercera planta y antes de que Bill me guiara hasta su cuarto; lo impulse para que continuara en la dirección a la que iba:

– Quiero enseñarte algo.

De pequeño soñaba con tener algo así como una «Guarida» que me permitiera estar solo cuando lo necesitase; un lugar que me hiciera sentir cómodo; un sitio donde pudiese descansar, reflexionar, y decidir aquellas cosas que me causaban angustia o preocupación.

En mi cumpleaños número doce; mi padre me llevo hasta el fondo del pasillo de la tercera planta, donde se disponían esas escaleras en forma de espiral, que conducían a una sola puerta, en la cual, se encontraba aquel recinto que tanto anhelaba poseer…

La decoración ha variado conforme han pasado los años; al inicio fue sumamente infantil y ahora es una especie de «Sala de relajación»; nadie tiene permitido ingresar a ella; es sólo mía.

Bueno, ahora, también es de él.

Al ingresar, pude ver la expresión de sorpresa de mi pequeño:

– ¿Te gusta?

– Es hermoso, Tom.

– Es mi lugar secreto; sólo yo, puedo entrar aquí; bueno, ahora tú también puedes.

– ¿Vienes a menudo aquí?

– Ummm, sólo cuando necesito reflexionar.

– O sea, ¿Todo el tiempo no?

En parte sí; me gustaba mucho venir a este lugar, sobre todo en las noches; me perdía en mis pensamientos y trataba de buscar rutas que me permitieran solucionar los problemas o consternaciones que estuviese enfrentando de momento…

Cerré la puerta, me dirigí hasta los cojines que estaban dispuestos en la alfombra y me senté; con un gesto de mi mano, llame a Bill para que me acompañara en el proceso; pero, aquella imperturbable criatura, decidió tomar asiento justo a mi lado…

¡Qué decepción!

– Bah, eres un aburrido.

– ¿Qué? ¿Por qué?

– Te traigo a mi lugar especial y te comportas todo distante conmigo.

– ¿Distante? Pero, estoy a tu lado.

– Si, mis amigos se sientan a mi lado.

¿Por qué él no lo entendía? O ¿Se hacía el que no quería entender?

Somos novios ¿No?

¿Acaso no es normal querer tener una cercanía continua con tu pareja?

Yo deseaba estar siempre junto a él; ya fuera abrazándolo, besándolo, tocándolo o haciéndolo mío…

No obstante, Bill parecía indiferente al respecto.

– Y, ¿Qué quieres que haga?

– Que te sientes aquí.

Señalé el lugar que se encontraba en medio de mis piernas; no tenía planeado alguna especie de «Ataque sorpresa»; sólo, necesitaba sentirlo cerca de mí…

¿Es mucho pedir?

– No.

– ¿Por qué no?

– Es embarazoso.

– ¿El qué?

– Pues sentarme ahí, me tratas como si fuera una chica.

– ¿Cuál es el problema? Quiero abrazarte mientras hablamos, ¿Eso es un inconveniente?

Me frustraba un poco que Bill se comportara así; a los ojos de los demás, de seguro, yo era una especie de acosador (Bueno, en parte si), porque le buscaba siempre; yo, tomaba la iniciativa en todo y él se limitaba a corresponderme…

Al menos por una vez, me gustaría que fuera quien me buscara; que me hiciera conocedor de que en cierta forma, yo también era el objeto de sus delirios más profundos.

– Mido casi 2 metros, voy a taparte la vista.

– Emmm, soy más alto que tú y a decir verdad, verte a ti es más hermoso que lo que tengo justo en frente.

Bien, si Bill no iba a ceder; tendría que recorrer a la seducción para obtener lo que quiero.

Acerqué mi rostro a él; con mi mano, empecé a exponer la piel de su hombro y con sumo cuidado; ubiqué mis labios en ese lugar y le di pequeños roces que desprendían pasión en todas las direcciones; fui hasta su oído y le dije:

– Quiero comerte a besos, pequeño.

Vi como él se levantó de su lugar y se dirigió al sitio en el que deseaba tenerlo.

Estrategia de seducción: COMPLETADA.

Se sentó y no demore en enrollar mis brazos alrededor de su cintura, lo atraje hasta mí, para que su espalda chocara con mi pecho; coloque mi rostro en su cuello; inhale ese aroma tan celestial que sólo podría emanar de un ángel como Bill; continúe con mi tarea, y besé cada parte de su cuerpo que estaba expuesta a mí; lamí su oreja y la mordí, diciéndole:

– Nada puede compararse contigo; nada ni nadie.

Bill colocó su cabeza sobre mi hombro, mientras yo observaba la majestuosidad de ese ser tan encantador…

– ¿Vamos a hablar?

– Si.

– ¿Qué deseas saber?

– La verdad.

– ¿Sobre?

– Mamá.

– ¿Quieres que te cuente todo de ella?

– Por favor.

– Bueno, esto va a ser una larga historia porque aunque no lo creas; mamá estaba medio loca.

Bill hizo un gesto raro con su rostro; lo cual me hizo saber que al menos, de momento, él ya había superado un poco su partida; y eso, me quitaba un peso enorme de encima.

– Veras, tú y mamá son muy parecidos.

– ¿Si?

– Si, tienen el mismo carácter, la misma personalidad, son muy agresivos, tremendamente posesivos, decididos a todo; poseen un sentido particular de la justicia.

Reí para mis adentros; o sea que, la responsable de que mi genio fuera tan alborotado ¿Era mi madre?

– ¿Ella era así?

– Oh, sí. No sabes cuantas veces tuve que aguantarme sus regaños; era tan exagerada, igual que tú.

– Ummm, y ¿Ella era feliz?

– Claro que sí; sufría un poco de los nervios, era un tanto histérica, pero, era perfecta, Tom. Ella fue una gran madre, siempre me cuido, me protegió y nunca me abandono; me apoyaba en todo, incluso con el abuso.

– ¿Abuso? ¿Cuál abuso?

Bueno, quizás la personalidad de Bill es un poco pasiva; pero, él me ha enfrentado en unas cuantas ocasiones; desde mi perspectiva, él no luce tan débil como para haber sido objeto de acoso.

– Ammm, de pequeño me molestaban mucho por mi aspecto.

– ¿Y los golpeabas, verdad?

– Emmm…

– ¿Salías corriendo?

– ¿Tú que crees?

– Dios Bill, ¿Dejabas que te humillaran?

– Nunca he tenido una personalidad fuerte, prefiero evitar el conflicto a toda costa.

– ¿Y Mamá te consentía?

– Al principio sí, pero, después de un tiempo; ella dejaba que yo soportara las cosas por mí mismo; dijo que debía independizarme, que ella no estaría todo el tiempo para mí.

Me parecía increíble que ella hubiese hecho eso; esa forma de actuar, me demostraba que Simone era una mujer de carácter fuerte; con un espíritu invencible…

– ¿En serio hizo eso?

– Si, mamá me formó en todos los aspectos.

– Wow, habría sido increíble conocerla.

– De seguro, ustedes se la pasarían peleando por todo.

– Pero, nos amaríamos como ningún otro.

Esas palabras salieron de manera voluntaria, no hubo peso alguno al pronunciarlas…

Me hubiese encantado tener el privilegio siquiera de conocer el sonido de su voz…

Por lo que Bill me había comentado; ella de verdad era una mujer extraordinaria, con una belleza indiscutible y un corazón luchador; sencillamente, un ser precioso.

Sentí como mi pequeño, acariciaba mis manos y pronunciaba:

– Toda está bien, mi amor.

Nos observamos por un tiempo y fue inevitable no sumergirnos en un beso apasionado; nunca me cansaría de probar la esencia del portador de esos labios tan apetecibles.

No separamos de momento y Bill comenzó a relatar la historia de mis padres, mencionando cosas totalmente nuevas para mí; como por ejemplo, el asunto de Kean y el como ellos tuvieron que separarse para colocar nuestras vidas por encima de todo.

La frustración no iba a desaparecer de un momento a otro, pero, escuchar esa narración, me había dejado más que claro, que al menos para nuestros padres, Bill y yo, representábamos el mundo entero.

– ¿Nos aman mucho, no lo crees?

– Más que a sus vidas.

– Increíble, quien iba a pensar que todas esas cosas sucedieran.

– Sí, es un tanto extraño, pero, ya estamos aquí ¿No?

– Tienes razón.

– ¿Tom?

– Dime.

– ¿Puedo preguntarte algo?

– Claro, lo que quieras pequeño.

– ¿Quién es Bella?

Un escalofrió me recorrió toda la columna; escuchar ese nombre saliendo de los labios de Bill, era algo que sin duda alguna no me esperaba…

¿Quién le había contado al respecto?

¿Acaso él ya sabía lo que sucedió entre nosotros?

Sentí como mis manos se congelaron al instante; mi respiración se calmó demasiado, estaba aterrado.

Me daba miedo que el siquiera sospechara un poco de aquel tiempo en el que no fui humano…

Pero, si quería que Bill entendiera y no malinterpretara mi afecto hacia Bella; era inevitable no decirle, las razones por las que ella representaba tanto para mi…

– ¿Q-quien te hablo sobre ello?

– Bueno, la verdad no sé nada de ella, sólo que fue tu novia, nada más.

– Ummm, pero, ¿Quién te dijo?

– Jörg.

– Ummm.

– Si te molesta, mejor no hablemos de ello.

– No, es decir, hace mucho que no hablo de ella…

Me suponía un reto hablar de ella sin derramar alguna lagrima; es decir, por más de dos años, no había dicho algo sobre Bella; me preocupaba que la reacción de Bill no fuera la mejor…

– Está bien, entonces, dejémoslo aquí.

– No, no, esto, te lo diré.

– ¿Seguro?

– Si. La conocí en el Instituto, ella no era una chica atractiva, es decir, no era llamativa; su apariencia era muy común para un alemán; pero…

– ¿Qué te cautivo?

– Bella era muy inteligente ¿Sabes? Ella vivía en sus libros, no socializaba con nadie, siempre estaba callada y aislada de todo. No obstante, un día expuso un tema sobre la química del amor y eso fue suficiente para llamar mi atención.

Ella se veía tan hermosa; movía sus manos con entusiasmo, parecía que iba a perder la cabeza por el deleite que le suponía hablar sobre ese tema en particular.

Totalmente atrapado por ella; me atreví a hablarle y lo demás no tiene nada de extraordinario.

Empezamos a salir y congeniábamos a la perfección; Bella era una chica increíble, súper cómica, amable, honesta y de un carácter tremendo…

Creí que sería más complicado, pero, las palabras salían sin mucha dificultad; una frase tras otra, en perfecta fluidez; me regocijaba recordar aquellos detalles que me habían cautivado tanto; sin embargo, en medio de esa introspección; me di cuenta que por más que había jurado amar a Bella, la realidad era que, la quise mucho, sentía tranquilidad o una calma momentánea a mis demonios…

Pero, ni siquiera esas sensaciones que en esa época me parecían tan sublimes; se comparaban a lo que Bill desataba en mí…

¡Dios!

Es que ponerlo en palabras era sumamente complicado; le amo tanto, que a veces se me olvida como respirar cuando lo tengo cerca…

Él era mi sin-igual.

Él único.

El de siempre.

Mío.

Sólo mío.

De repente, Bill soltó un cuestionamiento que no deseaba responder…

– ¿Aun la amas?

Sí, claro que la quería y mucho; pero, no en el sentido pasional o romántico de la palabra.

No sabía cómo explicárselo sin tener que entrar en muchos detalles sobre ese pasado que deseaba olvidar.

Giré mi rostro y fije mi mirada en el suelo; deseaba evitar una observación profunda de esos ojos que me tenían atrapados…

– Si, aun lo hago.

Lo escuché con claridad, algo dentro de Bill hizo «Crack».

Nuevas sensaciones llegaban a mí, pero me era difícil clasificarlas…

Vi como él se levantó y se dirigió hasta el ventanal…

¡Esto no iba a acabar bien!

Aquí viene otra absurda discusión…

– ¿Bill? ¿Qué pasa? Ven aquí, quédate cerca de mí.

– Nada, me quedare aquí.

– Oye, ¿Por qué haces eso? Ven.

– No.

– Amor…

– ¡Dije que no!

El tono demandante que Bill estaba empleando conmigo, me descolocaba de sobre manera, ¿Por qué se había alterado tanto?

Me levanté y empecé a caminar en su dirección; lo último que deseaba en estos momentos, era iniciar una disputa por algo que no entendía…

– Detente.

– ¿Qué?

– No te acerques, mantengamos la distancia.

– Pero, ¿A ti que demonios te pico, ah? ¿Por qué actúas tan raro?

Me estaba empezando a impacientar; Bill retrocedía a medida que yo avanzaba; su espalda golpeo el ventanal y se quedó allí, manteniendo la lejanía de mí…

– Quédate allá.

– Tú no me vas a prohibir que me acerque a ti; eres mío, como un demonio.

– Pues ya no.

Oh, Dios.

Santo Dios.

No lo podía creer; mi mente no procesaba esas palabras…

– Repítelo.

– Ya no soy tuyo, Tom.

No, no, no.

Inaceptable.

Imposible.

No se lo iba a permitir.

– Tienes un minuto para que te retractes de la estupidez que acabas de soltar.

– No lo haré.

¿Por qué estaba tan obstinado?

¿No se suponía que él había renunciado a su pureza?

¿Me iba a abandonar?

¿Igual que ella?

¡NO!

¡NO! ¡NO! ¡NO!

No se lo iba a permitir, él no puede escapar de mí.

– Biiiiiiiiiill; te quedan 30 segundos para que lo hagas.

– No lo voy a hacer; es más, ¿Qué haces conmigo, ah? Si Bella es tal como la describes, ¿Por qué no estas con ella?

– Pero, ¡Qué carajos!

– Exacto, ¿Qué carajos sucede contigo? ¿Te resulta más placentero tener sexo conmigo y por eso no estas con ella o qué?

Lo sentía, mi ira estaba por desencadenarse con fuerza…

– Bill, no tienes ni idea de lo que estás diciendo, así que es mejor que te calles.

– Pues no lo voy a hacer; tú a mí no me mandas, ¿Por qué no me respondes, ah? ¿No es una chica sublime? Anda, vete con ella.

– Cállate, por favor, cállate Bill.

Me estaba sintiendo asfixiado; sí él seguía hablando, yo le iba a soltar la verdad…

No podía hacer algo como eso.

No podía decirle quien era antes de conocerlo…

Si el continuaba cuestionando a Bella; yo, iba a gritarle todo.

Pero, ¿Y si me odiaba después de oírme?

O peor aún, ¿Y si le daba miedo de mí?

– ¿No te gusta lo que estoy diciendo? Pero, es lo normal ¿No? Si tanto la amas, ¿Por qué no estas con ella?

¡PORQUE ESTA MUERTA! POR ESO NO ESTOY A SU LADO, SE SUICIDO, Y ME DEJO AQUÍ, PUDRIÉNDOME.

No quería que el siguiera hablando…

Estaba colocándome los nervios al mil…

– ¿M-muerta?

– Si, estaba por decírtelo pero te entro un ataque de idiotez.

– Yo…

– No me digas nada; no quiero escuchar tus lamentos dirigidos a ella.

Dios, que se calle.

Por favor.

Que no hable más…

Voy a explotar.

– Lo lamento, hablé de más.

– Me vale.

– ¿Cómo?

– No me interesa lo que tengas por decir.

– Pero…

– Nada Bill, esta vez, de verdad, creo que te pasaste.

Me molestaban sus cuestionamientos, pero, no porque él tuviese ideas erróneas sobre Bella…

Eso era lo que menos me preocupaba, aunque al parecer, él lo interpretaba de esa forma.

Sentí como el paso por mi lado y se posicionó en la puerta;

¿Iba a irse?

Así sin más…

– Entonces, creo que es suficiente.

¿Suficiente?

Ya venía…

Estaba por llegar…

Lo sentía…

Me dirigí hasta él; coloque mis manos a cada lado para aprisionarlo y no permitirle que huyera…

– ¿Suficiente?

– Si.

– ¿Suficiente de qué?

– De esto.

– ¿Y qué es «Esto»?

– Lo que sea que tú y yo seamos.

¿Lo que sea?

Ah, o sea que, ¿Eso somos?

Un «Lo que sea»

Maldito.

– Novios; esa es la palabra que buscas, Bill.

– Sí, eso.

– ¿Por qué tan de repente?

– Bueno, está más que comprobado que aun pierdes la cabeza por esa mujer; así que…

– Eres un imbécil.

Esto no tenía precedentes, ¿Él estaba celoso?

Pero, ¿Qué sentido tiene sentirse de esa manera por alguien que ya no está?

Bill volteo hacia mí y con el ceño fruncido, dijo:

– ¿Disculpa?

– ¿Te estas comparando con Bella?

– ¿Qué?

– Lo que oíste Bill; ¿Lo estás haciendo?

– Yo…

– ¿LO HACES?

– ¡SI! Eso hago, ¿Y?

¡Ridículo!

Éste tipo era imbécil rematado.

Yo tenía razones suficientes para desencadenar mis ganas de exterminar a todos los que se colocaran en el camino de Bill; ¿Por qué? Simple, él tiene derecho a poseer algo mejor que yo.

Por eso, desataba mi furia con alguien que tuviese dobles intenciones con él; era la única manera en la que Bill no se iría nunca de mi lado.

Mientras que él era más de lo que yo podía pedir; yo, era menos de lo que él necesitaba.

Pero, no me interesaba.

Bill había decidido estar a mi lado y por nada en el mundo, le dejaría retractarse de eso.

– Por Dios, ustedes no tienen punto de comparación; ella es…

– ¿Qué? ¿Superior a mí? No necesito que me lo digas para comprenderlo; me basta con ver tus ojos para entender que te desvives por esa mujer. ¿Sabes algo? Discúlpame por no ser una chica, ni ser tan inteligente como ella, perdóname por no tener su carácter, por no ser ella; lo siento.

– Bill, ¿Te estas escuchando? Suenas patético.

– Tienes razón, a fin de cuentas; no soy Bella.

– ¡Ahhh! Por Dios, ¿Te puedes callar de una puta vez? Me vas a sulfurar aquí mismo. Deja de pronunciar su nombre cada dos segundos, me enfermas.

¡Esto era el colmo!

¿Acaso él no prestaba atención cuando yo le hablaba o qué demonios?

¿Cuántas veces tengo que repetírselo para que se lo grabe en esa diminuta cabeza?

– Perdóname, no quería deshonrar su nombre o algo así.

– No se trata de eso, ¡Maldición!

– ¿Entonces?

– Estoy cabreado porque de tus labios está saliendo un nombre que no es el mío; me enferma eso; no me gusta, lo odio. Tu solo debes llamarme a mí.

Me exaspere.

Así de idiota era, como para molestarme porque pronunciara tantas veces el nombre de alguien que no era yo.

¿Y ni siquiera eso le permitía darse de cuenta de lo jodido que me tenía?

Es retrasado entonces.

– Pero, era tu novia.

– Si, ¿Y que con eso? La quise muchísimo Bill, ella es sumamente importante para mí; claro que aun la tengo presente, no podría borrar su existencia aunque quisiera, pero, por un maldito demonio, ¡ELLA NO ES TÚ!

– ¿A qué te refieres?

– ¿Cómo que a que me refiero? Tú ya deberías saber de sobra, que nada ni nadie en este mundo representa tanto para mí; si tú hubieses aparecido y yo estuviese junto a ella; la habría dejado, puedo jurarlo.

Lo nuestro no se compara; tú no tienes igual.

– Dijiste que aun la amabas.

– Sí, pero, no de la forma en la que lo hago contigo.

– ¿Tienes dividido tú corazón, Tom?

¡Increíble!

Al parecer, Bill también era muy posesivo.

Sin embargo, no podía darle lo que me estaba solicitando.

Prefería mil veces que se hiciera una idea equivocada a revelarle mi pasado.

– ¿Qué?

– Tú quieres que yo me enfoque sólo en ti, pero, tu afecto no es sólo mío ¿O sí?

– Tú…

– Bien, si eso es lo que quieres, pues, hagámoslo así.

– ¿Cómo?

– No voy a pertenecerte; estaremos juntos, pero, no me voy a entregar a ti.

Sus palabras resonaron en todo mí ser…

¿No iba a entregarse en cuerpo y alma, como yo lo estaba haciendo?

¿Iba a darme migajas de su amor?

– Explícame eso, porque, por más que trato de entender la idiotez que está pasando por tu cabeza; no logro comprenderlo.

Bill adoptó una posición que claramente me estaba desafiando; abrió ligeramente sus piernas, cruzo sus brazos en el pecho y me observo con detenimiento…

Vaya, vaya, vaya, pero, ¿Qué tenemos aquí?

El pequeño ángel está sufriendo un cambio de identidad…

– Lo que escuchaste Tom, si quieres, seremos novios, pero, no esperes mucho de mí.

– ¿Ah no? Y entonces, ¿A qué debo atenerme?

Esos ojos se posaron en mi mirada con una seguridad nunca antes vista:

 ¿Él me estaba retando a mí?

– Reduciremos esto a una relación de carácter sexual; no involucraremos emociones.

– Creí que no te gustaba eso…

– Bueno, prefiero eso que tener un amor mediocre de parte tuya.

¿MEDIOCRE?

Oh, oh, oh…

A alguien se le está olvidando que el alfa sigo y seré siendo yo…

¿Quiere jugar?

Bien, ¿Por qué no?

Será divertido.

– ¿Ah sí? Pues, eso me facilita mucho las cosas, con eso, no tengo que tratarte de la manera en la que lo hago; y dime algo, cuando me den ganas, ¿Tengo que solicitártelo directamente o puedo desvestirte así sin más? Es bueno que me aclares todos los términos; me es indispensable saber si me vas a cobrar por tus servicios.

Los ojos de Bill se abrieron de una manera exagerada; le había dolido…

Mi indiferencia lo estaba quemando…

Sin embargo, aunque yo sea el villano del cuento, no tengo porque soportar su insolencia…

Él decidió ser mío ¿No?

Si no quiere que lo trate con la fragilidad del caso; que se atenga a mi bestialidad.

– Eres un maldito cretino, Tom. ¿Cómo puedes decirme algo como eso?

– ¿Por qué te haces el ofendido? Tú lo sugeriste ¿No? Las relaciones de ese tipo, donde prevalece la lujuria sobre el amor, son las que uno tiene con una cualquiera.

– Infeliz.

– ¿Indignado? Pero, tú lo quisiste así ¿Verdad?

– No, yo no…

– Si, tú mismo lo dijiste y ya que lo hiciste, pues, apeguémonos al pie de la letra a eso ¿Si?

Esos ojos me veían con incredulidad; es como si me gritaran:

Me has estafado, me mentiste, todo fue un juego para ti.

Y lo peor de todo, es que, la realidad no era esa.

Yo no estaba jugando con él; no podía ser más serio al respecto; pero, él no quería entender eso a base de caricias tiernas, entonces, ¿Por qué no hacerlo con un poco de rudeza?

– Bill, tengo ganas, ¿Lo hacemos?

– ¿QUÉ? Por supuesto que no.

– ¿No? Pero, se supone que eso fue lo que me ofreciste.

– Yo no te ofrecí eso.

– Me sugeriste sexo y eso es lo que quiero.

– Pues yo no.

– Entonces, lo buscaré en otro lado.

Me pare en la misma posición que Bill tenia; cruce mis brazos y espere con calma el «Show» que iba a montarme por haber dicho algo como eso…

De seguro, se enojaría como hace unas horas y soltaría insultos por todas partes…

Será gracioso.

Sin embargo, no estaba preparado para su verdadera reacción.

Bill dejo caer sus brazos a cada lado; agacho la mirada y se resbalo hasta quedar en cuclillas; abrazo sus piernas y escondió su rostro allí…

Escuché unos sollozos salir de su boca.

¿Estaba llorando?

Pero, ¿A dónde se fue toda esa seguridad de hace unos momentos?

Alzo su vista y la clavo en mí; sus mejillas estaban coloradas y bañadas por esas lagrimas que recorrían su rostro; se veía condenadamente tierno, tan vulnerable; así, puro y casto como era él.

¡Un puto ángel!

No sé de donde saco fuerzas para hablar, pero, lo hizo:

– V-v-vete.

– ¿Estás seguro?

– Si.

– ¿No te importa?

Sus ojos seguían viéndome; suplicándome que me detuviera, que no lo destrozara más; pero, yo quería seguir presenciando esa inocencia que sólo él podía entregarme…

Me tienta, luego me deja, me provoca y ahora no me quiere soltar…

Del cielo al infierno, en un abrir y cerrar de ojos.

¿Y el paraíso?

A un centímetro de distancia de sus labios…

Bill no me respondió, entonces, insistí:

– Porque si te da igual que me vaya con una chica por ahí; tendríamos una relación muy liberal, algo así como «Abierta» ¿No? ¿Eso quieres?

Nada, no reaccionaba; me veía, sus ojos se llenaban más y más de esas hermosas cuencas que derramaban llanto por sus mejillas; pero, él no decía nada…

– Mejor para mí; tendría lo mejor de dos mundos ¿No crees?

Su boca se torció un poco, sus cejas se contrajeron y pude ver una especie de puchero en su rostro.

Oh, Dios.

Pero, ¡Qué belleza!

Se ve tan jodidamente hermoso así.

– ¿Te iras?

– Sí, porque, eso es lo que tú quieres.

– Ummm.

– ¿Verdad que si? Tú dijiste que eso era lo que deseabas y yo no soy nadie para contrariarte en eso.

– ¿Buscaras a una mujer?

– Oh, sí. Una muy sexy, tú sabes, como me gustan a mí.

Lo estaba torturando; pero, en parte no era mi culpa; él comenzó con todo esto; aunque no puedo negar que estoy gozando de verle así, en su estado más puro…

Mi pequeño.

Bill volvió agachar su cabeza, y en un sonido casi inaudible, susurro:

Quédate.

Las fibras de todo mi ser se estremecieron, mis vellos se me colocaron de punta; mi piel recibió cientos de descargas, tantos escalofríos me recorrían sin orden aparente…

¿Qué debería hacerle?

¿Habría sido suficiente su castigo?

Estaba encendido.

Me arrodille en frente de él, tome su rostro y lo obligué a hacer contacto visual conmigo…

– ¿Eso quieres?

– Si.

– No te creo.

Bill estaba sufriendo, de eso no me quedaban dudas; mis respuestas lo estaban destrozando, pero, quería que continuara diciéndome esas cosas que me recordaban porque decidí abandonarme a todo lo que él representa…

– L-lo digo en serio.

– Pero, tú dijiste que me fuera.

– No creí…

– ¿No creíste que en verdad me iría? ¿Me estas probando?

Quien estaba probándole era yo; quería saber hasta dónde llegaría por retenerme a su lado.

– Dime Bill, ¿Qué harás para que me quede contigo?

– ¿Qué quieres que haga?

Bien, muy bien, de eso de trata.

Recuérdame que soy tu dueño.

No dejes que lo olvide nunca.

Mi amor.

– Incítame.

Bill no tardo nada en estirar sus brazos a mí; hizo que me sentara en el suelo, para que así, el pudiera sentarse sobre mí; sus piernas estaban a lado y lado mío y sus manos estaban en mi cuello.

Saco su lengua y se dirigió a mi oreja…

Daba pequeñas lamidas, bajaba hasta mi cuello y ascendía por todo mi lateral; se detuvo en mi oreja, la mordió con delicadeza y susurro:

– Tú también eres sólo mío.

BUM, BUM, BUM, BUM, BUM, BUM…

¿Me estaba reclamando como suyo?

¡MALDICIÓN!

Me va a matar…

Un día de estos me va a matar…

¿No te das cuenta Bill? Se me olvida respirar cuando estoy contigo.

Lo cargué y me levante; lo lleve hasta la zona de los cojines y ahí repose todo su cuerpo; me quede de pie y comencé a sacar todas mis prendas; quedé sólo con mis boxers…

Me puse sobre él y me fui directo a su boca; lo presioné con tanta fuerza que él no podía devolverme el beso; mordía sus labios, metía y sacaba mi lengua; volvía a comerme su cavidad y él no sabía cómo responder ante tanta intensidad…

Lleve mis labios a su cuello, lo besé en toda su longitud; procedí a quitarle su chaqueta, pero, Bill me detuvo…

– Tengo que quitarte todo eso, me estorba.

Bill no respondió, pero, lo que hizo a continuación, me sacudió con fuerza.

¿Él estaba bajando?

Pero…

Oh, no.

¿Él pensaba?

Dios…

Percibí como sus labios repartían besos en mi torso desnudo; me mordía el abdomen y yo sentía los espasmos en todo mi cuerpo; él seguía descendiendo, hasta que su rostro quedo en frente de ¿Mi miembro?

Santo Cielo,

¿No se suponía que era muy tímido como para hacer algo como eso?

Esperen…

¿Bill estaba tomando la iniciativa?

Él bajo mis boxers, y toda mi hombría quedo justo enfrente de él; su mano comenzó a tocarme y yo sentí el corrientazo que supuso ese roce; él estaba tocándome con mucho aplomo; sus movimientos eran pausados pero concisos…

Sabía en donde tocarme…

De repente, su lengua rozo mi miembro y yo no lo pude evitar:

– Ohhh.

Bill empezó a mover su lengua alrededor de mi erección, sus manos se posaron en mis caderas y sin previo aviso; me empujó hacia él…

Mierda, Mierda, Mierda.

¡DIOS!

¿Él estaba loco?

Se iba a atragantar de esa manera…

Su boca empezó a succionar toda mi hombría; y la sensación no podía ser más exquisita; era el mejor puto sexo oral que alguien me había practicado…

– Me estas comiendo entero, nene.

Sus manos apretaban mis caderas con mucha fuerza, me empujaba hacia él y se sincronizaba a la perfección con los movimientos de su boca…

Sentía como si lo estuviese penetrando…

Mis brazos estaban falseando un poco y eran todo el apoyo que tenía para no caerme encima de él…

Mi cuerpo me estaba temblando por montones…

Me deshacía en gemidos y gruñidos roncos por la excitación.

– Dios Bill, no se te ocurra detenerte.

Y como si entendiera a la perfección; el empezó a moverse con más velocidad, me succionaba con mucha fuerza y yo no sabía en qué momento me iba a hacer acabar…

– Haces maravillas con esa boca, amor.

Las oleadas de placer estaban en su tope más alto; me estaba devorando como un desesperado; yo no podía pensar con mucha claridad; sentí como mi punta se humedecía; y con una fuerza de voluntad desconocida; salí de su boca para no culminar en ella…

– Mierda…

Nunca había tenido un orgasmo como ese; su intensidad me había provocado al máximo; le quería, Dios, le necesitaba ya mismo…

Me senté por un momento en el suelo y cuando levante mi vista; Bill se había puesto de pie; comenzó a desvestirse en frente de mi…

La forma en la que su cabello se mecía, la manera en la que esas prendas iban cayendo al suelo; el cómo se bajó los boxers y se mostró ante mí…

Todo eso, me estaba poniendo muy mal.

¡Jodidamente mal!

Bill fue hasta mí y se sentó encima mio.

– Estás muy concentrado en tu tarea ¿No?

Él me calló con un beso; sus labios me besaban con dulzura, sus brazos me rodeaban el cuello y sentí como sus caderas empezaron a moverse encima de mí…

¡Por todos los santos!

Me iba a enloquecer.

Yo no lo había penetrado, pero, mi miembro estaba en contacto con el vaivén de esas caderas que se restregaban contra mí…

¡Qué manera tan sensual de provocarme!

Apreté su trasero y lleve mis dedos hasta él; tenía que comenzar a estimularlo para entrar cuanto antes…

Pero…

Él no me lo permitió.

– ¿Bill?

Sus ojos me observaban, pero, él no producía palabra alguna…

Fui testigo de cómo su cuerpo se alzó sobre mí…

No, no, no.

No lo podía creer.

¿Lo iba a hacer así sin más sin que yo se lo haya pedido?

Voy a perder la puta cabeza.

No me estaba incitando; él me asesinaba de a pocos…

Mi punta rozo su entrada y sin miramientos, Bill se sentó de un solo golpe.

– Ahhh, mierda, mierda, Bill…

No pude evitar echar mi cabeza hacia atrás, la sensación de estar dentro de él, era sublime; y por alguna extraña razón, su cavidad me apretaba con vehemencia…

Bill puso sus manos en mi pecho, dirigió su boca hasta mi cuello y comenzó a mover sus caderas…

Su vaivén era conciso, constante y completamente brutal; él ritmo era alocadisimo; no sabía cómo lograba impulsarse de esa manera en cuestión de segundos…

Yo sólo recibía toda esa atención desenfrenada; dejé que me besara, que me mordiera, que me montara como un salvaje lo haría…

Él estaba reclamándome como suyo…

Y yo no se lo iba a impedir; porque lo que quedaba de mí, era enteramente de su pertenencia.

– ¿Eres mío?

Bill sólo gritaba y gemía, pero no me respondía…

Azote su trasero y le dije:

– Respóndeme, ¿Eres mío, Bill?

Él detuvo el movimiento de sus caderas; y tomó una de mis manos, acercó mis dedos a su boca y…

No…

Dios, no hagas eso.

No lo hagas, nene.

Bill se llevó uno de mis dedos a su boca y empezó a lamerlo, mientras esos ojos me miraban con pasión…

No lo soporte más…

Era tiempo de que yo le hiciera saber que era mío…

– No aprendes ¿Verdad, Bill? Te encanta que te someta; si te parto, ese es tu problema.

Lo tiré debajo de mí; tomé sus muñecas y las agarre entre mis dedos con mucha fuerza; empecé a embestirlo, con fiereza y profundidad; a lo que Bill respondió:

– Ahhh, Tom, Tom, Ohhh…

Aumenté el ritmo pero no permití que se moviera; mi penetración era cada vez más profunda, sentía como sus paredes se humedecían y facilitaban mi deslizamiento a través de esa cavidad…

– ¿Eres mío?

Él se retorcía de placer, pero, no me contestaba…

Me estaba desquiciando.

– Como un demonio, respóndeme.

– Si…

– ¿Sí que?

– Soy tuyo.

– Di lo que sientes por mí.

– Ahhh, Tom, no puedo más…

Me detuve; él reacciono de inmediato y coloco sus piernas alrededor de mí; invitándome para que continuara…

– Te pedí algo ¿Verdad? No seguiré hasta que lo digas…

– Por favor…

– Nada, si no lo dices, no continuare.

– Ummm.

Él estaba siendo muy testarudo…

Lo embestí una sola vez y volví a quedarme quieto.

– No, no te detengas…

– Ya sabes que debes hacer.

Bill abrió sus ojos, acerco su boca a mi oído y me dijo:

Te amo, sólo a ti; tenías que ser tú, Tom.

Complacido y excitado a más no poder por esa confesión; volví a tomarlo de las muñecas y no me detuve hasta terminar…

Bill y yo, estábamos abrazados, mientras sus manos se paseaban por mi pecho, haciendo pequeños dibujos, que me producían cosquillas…

Estábamos tranquilos, casi entregándonos al sueño, cuando de repente, Bill me dijo…

– Cuando escucho tú corazón latir así, de esa manera tan desenfrenada, ¿Sabes que siento?

– ¿Qué sientes?

– Te siento mío, Tom.

Y como si su objetivo hubiese sido ese; mis palpitaciones subieron a 100 en un instante; no sabía cómo mi corazón seguía dentro de mi pecho; me volvía loco que me dijera eso…

Sentí como su rostro se escondía en mi cuello; estaba quedándose dormido…

Al instante, vi como su respiración se calmaba y aproveche la guardia baja; me acerque a su oído, y le susurre:

Soy tuyo.

Los rayos del sol se calaron a través de ese enorme ventanal; empecé a abrir mis ojos y me encontré con una vista sin igual…

Bill seguía durmiendo.

Al parecer estaba soñando; arrugaba su nariz y su rostro se contraía, Jajaja, se veía muy lindo…

Lleve mis dedos hasta su rostro y comencé a molestarlo para que se despertara…

– ¿Tom?

– Despierta.

– Ummm.

– Vamos dormilón, tenemos que ir a la Universidad ¿Lo olvidas?

– Ummm.

– Si no te levantas en los próximos segundos, voy a sacarte tal como estas y te aventare a la piscina del patio.

Bill abrió por completo sus ojos; se levantó y se puso su ropa con mucha rapidez; salió corriendo de ese lugar y ni siquiera me dio un beso de «Buenos días»…

Lo asusté un poco, al parecer.

Fui hasta mi cuarto, tomé una ducha, escogí la ropa de siempre; recogí mis rastas en una coleta, y me puse una banda; salí de mi habitación y me encontré a Bill, esperándome…

– Hola guapo.

– Hola idiota.

– Oye, más respeto.

– Me vale.

– ¿Estás enojado?

– Muérete.

– Bill, no seas infantil.

– Jum.

– Ven aquí.

– No.

– Ven, dame un beso ¿Si?

– No.

– Bien, entonces, yo iré por él.

No me dejo terminar; Bill empezó a correr y bajo por las escaleras…

Otra persecución…

Salí corriendo, bajé y llegué hasta el vestíbulo, donde la escena que me encontré me altero un poco…

Bill estaba parado en el centro y en frente de él había un montón de maletas; lo peor de todo, es que tras esas maletas se encontraba esa mata de cabellos rubios con ojos azul marino, que al vernos dijo:

– Buenos días a los dos idiotas más detestables de mi existencia, ¿Cómo se encuentran? ¿Me extrañaron?

¿Qué demonios hacia Andreas a estas horas y con esa maletas en la entrada de nuestra casa?

– Andreas, ¿Qué demonios haces aquí?

– Omitiré que eres un puto infeliz; y procederé a llevármelos.

– ¿Llevarnos?

– Si.

– ¿A dónde?

– Venecia.

¿Venecia?

Esperen…

¿Qué?

– ¿Italia?

– No, Polonia. Pues claro que Italia pedazo de subnormal, ¿Qué pasa reprobaste geografía de niño o qué?

– ¿Por qué vamos a ir? No, no, espera un segundo, ¿Quién te dijo que íbamos a ir contigo?

Lo que Andreas hizo después de mi cuestionamiento, me sorprendió de sobre manera, o bueno, digamos que me descoloco por un momento…

Andy se acercó a Bill y lo tomo de la mano…

– Bill, ¿Quieres venir conmigo? Ya que el imbécil rastafari de mierda no quiere.

¡CABRÓN!

¿Cómo se atrevía a tocarlo así?

Me acerqué de inmediato a impedir su contacto; pero, Andreas empujo a Bill y lo puso cerca de las maletas…

Se planto frente a mi y dijo:

– Si no vienes con nosotros; me llevaré a Bill.

– ¿DISCULPA?

– Lo que oíste, animal.

– ¿Te enloqueciste?

– No, Tom. Me lo llevaré a que conozca Venecia.

– Pero, ¿QUIÉN TE DIJO QUE PODÍAS HACER ESO?

– Jorg.

¿QUÉ?

¿CÓMO?

– ¿Papá?

– No, mi papá; pues claro que el tuyo. El quiere que vayamos de viaje, pero, como tu no lo deseas, me llevare a Bill; mejor así.

– ¿Mejor así?

– Si, así quizás, yo…

– Será mejor que te calles.

– Y, ¿Qué dice nuestro hermoso muñeco? ¿Quieres venir?

Bill empezó a mecerse, y con sus mejillas algo sonrojadas; asintió en aprobación…

Al parecer, le emocionaba mucho la idea…

¡Dios! Lo que hago por este niño…

– Está bien, iré.

– La oferta caducó hace dos segundos.

– Muérete rubio.

– Jajaja, entonces, no se diga más.

Éste iba a ser un viaje muy largo…

Pero,

Nadie se imaginaria los verdaderos motivos tras ese suceso tan repentino…

La oscuridad estaba acercándose como una tormenta enfurecida,

Y al parecer, nos tragaría a todos.

Continúa…

Gracias por la visita. Te invitamos a continuar con la lectura.

Publico y rescato para el fandom TH

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