«Perfect Love: Rituales» Fic de MizukyChan
Capítulo 1: Invitación
Los días seguían pasando como siempre después de la muerte de Ixchel, la vida parecía continuar y dar por olvidada a aquella mujer que había perdido la vida por ser ajusticiada por un ser extraño. Nadie parecía extrañar a la joven india, tal como el sheriff Listing había dicho, nadie reclamaría por una mujer que ya había quitado una vida. “Si a hierro matas, a hierro mueres” rezaba el refrán y todo el pueblo lo daba por hecho.
Pero Sonja Tappe no pensaba lo mismo, la mujer policía se había unido a las fuerzas de la ley, justamente para defender a las féminas que no tenían protección y siempre acababan muertas sin un buen juicio que arrojara un culpable. Su propia familia la había repudiado por dejar de ser la “señorita de la casa” y tomar una “profesión de hombres”, como había dicho su padre. Pero a ella no le importaba, una de sus mejores amigas había muerto a manos de su esposo, quien había alegado que la había descubierto profanando su hogar, revolcándose con su amante, pero tras una pequeña investigación por su cuenta, había descubierto que quien efectivamente tenía un amante, había sido el esposo de su amiga y que la había asesinado, solo para callar sus sospechas y quedarse con el dinero de la herencia de la joven. En ese entonces no pudo hacer nada, por eso se unió a las fuerzas policiacas.
Una vez más se hallaba de manos atadas, el “Gran Jefe” y a la vez padre de Ixchel, se había negado a levantar una querella contra el criminal de su hija, aludiendo que se había tratado de un acto de justicia, ni siquiera había usado la palabra “venganza”, hasta el mismo jefe indio pensaba que aquella muerte había sido justificada.
Sacudió la cabeza, estaba cansada y la luz de la vela no ayudaba mucho a sus ojos.
—¿Sonja? —La voz de Georg la sacó de su concentración. El hombre venía solo en ropa interior, tratando de acomodarse una manta sobre los hombros.
—Aquí estoy —respondió ella, poniendo un marcador en el libro que leía, para posteriormente cerrarlo.
—Me quedé dormido y ya es tarde —dijo él y dio una mirada a los libros que descansaban sobre el escritorio que la mujer tenía en su casa—. Será mejor que me vaya.
—¿No quieres quedarte y desayunar conmigo? —preguntó ella, poniéndose de pie, para darle un piquito en los labios.
—Me encantaría, pero no quiero que hablen mal de ti —respondió el castaño.
Ella asintió, quería mucho a Geo y era correspondida, pero ninguno de los dos estaba listo para el matrimonio y en el Berlín de esos tiempos, si una mujer estaba a solas con un hombre, debían casarse o acusaban a la hembra de fornicaria.
—¿Todavía investigas sobre los druidas? —cuestionó el hombre, cubriéndose más y acercándose a tomar uno de los libros.
—Sí, se ha vuelto un pasatiempo interesante —comentó la chica, abrazando por la cintura al sheriff, por la espalda.
—¿Has encontrado algo?
—Creo que sí, pero le pedí a unos de los chicos del buró que corroborara mis hallazgos. —Georg arrugó el ceño, no le gustaban esos chicos, o quizás solo eran celos—. Me reuniré con él al final de la semana, luego, si todo sale como espero, pediré reunirme con los Kaulitz para informarles de todo.
—¿Crees que sea conveniente involucrar a los Kaulitz? Ya han tenido suficientes sustos por causas de Ixchel.
—Si lo que he averiguado es cierto, entonces Bill DEBE saberlo todo. —El castaño alzó las cejas y luego achinó los ojos, poniendo una sonrisa coqueta.
—Te ves sexy cuando hablas así.
Ella sonrió, al parecer, Georg no se iría tan pronto.
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El siguiente sábado por la noche, la mansión Kaulitz se hallaba iluminada por la reunión que pidió la oficial Tappe, invitando también a los médicos Hans y Schaffer, el herrero John y su colega el sheriff Listing.
Aunque no era muy tarde en la noche, Bill había pedido a Amanda que se retirara con los niños a sus aposentos para que no fueran a ser testigos de alguna noticia abrumadora para sus mentes infantiles.
Sentados en la sala, con tazas de café en las manos, los presentes aguardaban que la oficial comenzara con su reporte.
—Primero que nada quiero pedirles a todos que tengan la mente abierta para la información que les voy a entregar, pues hay muchas cosas que les podrán parecer demasiado fantásticas o incluso, irreales. —Comenzó la mujer.
Al ver que tanto los Kaulitz y los demás asentían, Sonja prosiguió con su relato.
—Todo comenzó con la muerte de Ixchel. —La oficial notó como Tom apretaba las manos, cabreado con el solo recuerdo de la india—. Ustedes se preguntarán por qué nunca se hizo una autopsia, ni se llevó un verdadero registro de su caso…
—No era necesario, el sheriff Listing nos informó que el caso del “fantasma” se hizo en conjunto con el de ella, y su padre no presentó denuncias sobre su muerte —dijo Bill, tratando de mantener la compostura, no es que hubiera perdonado a Ixchel de todo el daño que ocasionó a su familia, pero tampoco quería que Tom se enfureciera todavía más.
—Exactamente, Bill —respondió Tappe—, pero de todas formas me dediqué a investigar al singular personaje que nos visitó aquel día y que ejecutó o “ajustició” a Ixchel delante de todos nosotros. —Hizo comillas, haciendo que todos notaran la palabra utilizada.
—¿No crees que se hizo justicia? —preguntó Gustav, apretando el puente de su nariz—. Porque yo sí lo creo. La mujer mató a don Neme, un inocente. Intentó dañar con símbolos mágicos a un par de niños, que también son inocentes. Sin mencionar que drogó a Tom, que estaría muerto de no ser un hombre lobo. Pero perdón, me olvidé de mencionar que envenenó a Bill, con claras intensiones de matarlo. —El sarcasmo era evidente en su voz—. Si eso para ti no es hacer justicia, no entiendo cómo estás en la policía.
Georg miró la escena en silencio, pero no pudo evitar dibujar una sonrisa en el rostro, le caía bien ese médico, porque él opinaba exactamente igual, pero la gracia del rubio fue que no tuvo reparos en decir lo que todos allí pensaban.
—Creo que más que un acto de justicia, fue un acto de venganza. —La voz de la mujer, no titubeó en ningún momento, estaba segura de sus palabras y lo probaría.
—¿Pero qué es en realidad lo que quiere explicarnos, oficial? —Pidió amablemente el doctor Hans.
—En esos momentos, el hombre extraño le entregó una sortija a Bill. Ixchel lo llamó brujo y él se presentó ante todos como un druida del norte. Me puse a investigar sobre tales personajes y lo primero que me impactó fue que… no existen.
—¿Eh? —El murmullo se generalizó.
—Según las investigaciones, los druidas son casi una leyenda. Y si es que realmente existieron, fue hace varias decenas de años atrás.
—¿Estás diciendo que el hombre que me dio el anillo, mintió? ¿Qué es solo un asesino? —Bill estaba sorprendido, pero luego el sheriff habló.
—Sin embargo, el hombre, druida o no, tenía un gran poder. No sé si lo recuerdan, pero yo no pude moverme desde el momento en que apareció hasta que se retiró, porque no es como si lo hubiésemos sentido entrar en la casa. Él simplemente apareció.
Tom reflexionó sobre las palabras del policía y todo cobraba sentido. Él tampoco vio entrar al hombre, su olor lo delató, porque ese aroma era muy semejante al suyo propio, quizás, ese hombre era otro licántropo. Sin embargo, Bill también lo vio. Eso sí era extraño y también descolocó al visitante. Además, él no fue testigo de la ejecución de la chica india, pero Bill vio todo con detalle. ¿A qué se debía eso?
—De acuerdo con mi colega del buró de investigación, hay algunos clanes antiguos, que los documentos históricos dan por desaparecidos, pero es porque en algún momento se vieron amenazados y decidieron separarse y mezclarse entre los otros pueblos, para pasar inadvertidos y no ser del todo destruidos.
—¿Entonces, los druidas pueden seguir vivos por ahí? —indagó Listing, siguiendo el hilo de la conversación.
—Si es que se trata realmente de los druidas, podría ser cierto.
—Bueno, ¿crees o no la existencia de los druidas? —Insistió el castaño.
—Por eso los he reunido a todos. —Ella se movió en su lugar y explicó—. Si analizamos la situación y resulta que el hombre que vino y asesinó a Ixchel, no es nadie más que un enemigo, entonces, podemos cerrar el caso ahí.
—¿Y si no es así? —preguntó Tom, cogiendo la mano de su pareja.
—Si es cierto que los druidas existen y que los ritos que realizan son mágicos, entonces Bill está unido a ellos y pronto lo requerirán. —Finalizó, apretando la taza de café entre sus palmas.
—¿A qué te refieres? —Gruñó Tom—. ¿Cómo que será requerido? ¿Para qué? ¿Qué pruebas tienes para afirmar algo así? —Se levantó del sofá y comenzó a pasear detrás de las sillas de sus invitados.
—Calma, Tom. —Bill se levantó en un segundo y fue a detener a su lobo, abrazándolo.
—Explícanos. —Mandó el sheriff—. ¿Necesitamos poner protección en la mansión?
—Un momento. —Pidió la oficial—. Tengo que aclarar todo para que puedan comprender la magnitud de todo esto.
—Hazlo, por favor. —La voz tranquila de Bill, los calmó a todos. Una vez más, Tom sintió esa extrañeza. ¿Cómo es que de pronto su Bill podía influir en los demás, solo con una palabra?
—Estuve investigando un libro que me costó mucho conseguir, sobre algunos rituales de los druidas y uno de ellos consistía en hacer un lazo. —Todos miraron a la mujer con cara de no entender, así que lo aclaró—. Cuando los sacerdotes escogen a una persona, por alguna característica especial, la enlazan al clan, la unen a ellos mediante un obsequio sagrado. En este caso, el anillo que le entregaron a Bill, que tiene un símbolo propio de la cultura celta.
Bill levantó la mano y vio brillar el objeto en su dedo. Había intentado quitarlo en varias ocasiones, infructuosamente y aunque no le quedaba muy apretado, simplemente no había sido capaz de quitarlo. Como si hubiera leído su mente, Tom preguntó.
—¿Si Bill se quita el anillo, el lazo se rompe?
—No lo sé.
—No puedo —susurró muy bajito el pelinegro, pero al parecer todos pudieron oírlo, porque voltearon sus rostros a él—. No puedo quitarlo. Lo he intentado, pero simplemente no sale.
—Brujería —murmuró el herrero John—. Han atado a Bill con brujería.
Tom recordó lo que su Bill le había dicho hacía un tiempo, sobre un futuro enfrentamiento. ¿Cómo podía saber cosas del futuro? Y esa forma que tenía de transmitir imágenes a su cabeza, para que viera lo mismo que él. No era brujería, pero era algo más allá de lo normal. ¿Cómo podía hacerlo? ¿Era producto del uso del anillo?
—También averigüé sobre la forma en que sacrificó a Ixchel. Al parecer el “hecho de justicia”, quitaba el don a un ser y lo transmitía al escogido. —Sonja miró directamente al pelinegro, buscando una confirmación a sus palabras—. Si Bill fue el elegido, por la sortija, entonces la pregunta es ¿cuál es el don que te dieron? —Ella ya lo sabía, pero quería estar segura. Sin embargo, al ver la incertidumbre en el pelinegro, decidió ayudarlo con más información—. Hablé con el “Gran Jefe” sobre los ritos de su pueblo, en especial el de las sacerdotisas y al parecer Ixchel tenía la capacidad de ver el futuro.
—¿Qué? —Una vez más, las cabezas voltearon hacia el pelinegro, quien se sintió asustado, no quería tener dones, no quería ver más allá, pues la única imagen que se repetía en su cabeza, le aterraba.
—Ya basta, Bill no tiene ese poder. Eso no existe. Nadie puede ver el futuro. —Alegó el trenzado, rodeando los hombros de Bill.
En esos instantes, un extraño ruido se escuchó justo fuera de la ventana. El sheriff Listing se acercó y la abrió. De pronto, un gran águila oscura entró, dejando a todos asustados. John hizo el signo de la cruz, gritando “brujería”. El ave se posó en una mesa y se quedó muy quieta.
—Tiene un mensaje en la pata —dijo el doctor Hans, señalando con su mano.
Gustav se acercó al animal, con mucho cuidado, sabía que las águilas podían sacarte un ojo si estaban a corta distancia. Pero al parecer, el ave estaba entrenada para transportar los mensajes, porque apenas lo hubo quitado, alzó las alas y se fue, tal como llegó, con rapidez y asustando a todos.
—¿Qué dice el mensaje? —preguntó John, tratando de recuperar la voz.
—El Gran Jefe te esperará en dos lunas para el primer ritual. Debes ir con Tom a la montaña norte. No puedes faltar. —Leyó el rubio.
—Esto debe ser una broma. —Tom apretó los puños y salió de la casa, mirando al cielo, en busca del águila o de alguna persona, pero no halló nada.
—Te están llamado, Bill. Debe ser por la unión que hizo el druida —Afirmó la oficial Tappe.
—¿Qué pasaría si no va? —preguntó Tom al entrar, asustando a todos, por la fuerza de su voz.
—No lo sé —respondió ella, alzando los hombros—. Según dicen los libros, nadie se niega, porque no pueden.
—¿Quizás este ritual le enseñe a Bill a usar su nuevo don —comentó el doctor Hans.
—Dice que no podemos faltar, Tom. —La voz del pelinegro sonó temerosa y todos los presentes se contagiaron de aquella sensación y decidieron intervenir.
—Yo iré con ustedes. —Anunció Listing.
—Yo también iré. —Se unió Gustav.
—Y yo. —La oficial se puso de pie, pero su colega la detuvo.
—No Sonja, tú te quedarás y protegerás la mansión Kaulitz. Debemos asegurarnos de que nada malo vaya a ocurrir aquí mientras no estamos. Hay que proteger a los niños, tenemos dos pequeños lobos aquí.
—El sheriff tiene razón. —Agregó el jefe de Tom—. Yo me quedaré también aquí, traeré a mi hijo para me ayude a vigilar la mansión. No sabemos cuántos días estarán fuera y habrá que hacer turnos.
—Podemos pedir ayuda de gente de la estación —comentó Sonja—. Hay varios soldados que están en deuda con ustedes y estarán dispuestos a sacrificar sus vidas por ayudarlos.
—Roguemos al cielo que no sea necesario sacrificar la vida de nadie —dijo el doctor Hans.
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En la noche de ese mismo día, los Kaulitz yacían abrazados en su cama, ninguno de los dos podía pegar un ojo, los nervios los carcomían. Tendrían solo dos meses para preparar esa salida, no sería como salir en noche de luna llena con Tom convertido en lobo y Bill con su capucha negra, sentado en su lomo. Esta vez irían con más personas, por tanto el viaje sería más largo, lo que conllevaba dejar su casa por más días y a sus hijos y seres queridos… desprotegidos.
—¿Tom? —llamó el pelinegro en las penumbras, sintiendo como el cuerpo de su amante se tensaba—. ¿Estás bien?
—No —respondió honestamente.
—Yo tampoco. Tengo miedo.
—Estaré contigo, bebé.
—Lo sé, pero… no es eso a lo que temo. —Giró en la cama, para tratar de ver a los ojos de su lobo, en medio de la oscuridad—. Tengo miedo de lo que Sonja contó, sobre el don… de ver el futuro.
—¿Por qué le temes a eso?
—Porque esa visión. —Atrajo la imagen a su mente, para ponerla en los pensamientos de Tom—. ¿Lo ves? —Tom asintió y comprendió—. Significa que lo perderemos, Tom. No quiero perder a mis hijos, Tom. No quiero. —Sus ojos se llenaron de lágrimas y su cuerpo tembló. El lobo rápidamente lo envolvió en un abrazo y lo dejó llorar en su pecho.
—No podemos saberlo… aún.
—¿Y por qué entonces siento que es tan real? ¿Por qué tengo más de estos sueños extraños? ¿Por qué siento como si esas cosas ya hubiesen pasado? —Su voz temblaba.
—Lo averiguaremos muy pronto, Bill.
—No quiero saberlo, tengo miedo.
—La única forma de vencer el miedo, es enfrentándolo, Bill. Y no lo harás solo, porque siempre estaré contigo.
—¿Lo prometes?
—Lo juro con mi alma.
& Continuará &
Okey, yo creí que comenzaría de inmediato con la tercera parte de Perfect Love, pero había detalles que solo serán “mencionados” en el futuro y debía aclarar de dónde habían salido, tanto los detalles, como los personajes, por eso decidí hacer estar serie de capítulos cortos, antes de comenzar con “The last Day” o “El último día”. Espero les guste, los comentarios siempre hacen feliz. Besitos y gracias por visitar la página.