«Perfect Love: Rituales» Fic de MizukyChan
Capítulo 5: Vidente (Parte 2)
Pese a los constantes manoseos de Tom, Bill logró vestirse con un nuevo atuendo indio. Lo tomó en medio de un beso fogoso, pero al tenerlo puesto, notó que era el mismo que el sacerdote druida le había indicado, cuando lo visitó en forma espiritual. Al recordarlo, hizo una nota mental de preguntarle al hombre, qué había sido en realidad esa extraña visita.
—Tom contrólate, ya me tienes medio duro y tengo que estar frente a mucha gente. —Bill lo separó de su cuerpo, a regañadientes, pues no podía negar que él también estaba increíblemente más excitado que otras veces.
—Es que esa línea celeste que cruza tu rostro, te hace ver tan jodidamente sexy. —Se inclinó para coger el labio inferior del pelinegro, entre los suyos.
—Mhmh. —Gimió de gusto, hasta que la puerta sonó—. Nos buscan. —Afirmó el moreno.
Tom se arregló la camiseta arrugada y abrió la puerta. Una mujer de piel morena lo miró con una sonrisa que decía “sé que estuvieron follando, los oímos”. Sin embargo, lo único que dijo fue.
—La ceremonia va a empezar. El “Gran Jefe” desea que se sienten a su lado.
Tras sus palabras, la chica se retiró. Bill se puso a su espalda y le dio un beso sobre la tela que lo cubría—. Eres tan sexy, Tom.
—Pero ya es hora de irnos.
—Lo sé… —Se tomaron de la mano y entrelazaron sus dedos.
Pese a que la reserva india no era muy grande, se veía mucha más gente de la que ellos calcularon en primer lugar. Tom miró alrededor y sintió que su piel se erizaba, había muchos licántropos, los identificó por el olor. Aparte de eso, uno tenía un aroma diferente al resto de los lobos comunes, ese en particular, hacía que el trenzado tuviera ganas de transformarse y gruñir fuertemente. ¿Por qué se sentía de esa forma? ¿Acaso tenía relación con la próxima aparición de la luna? ¿O era algo más? Por un segundo tuvo temor de que los indios realizaran el mismo envenenamiento con el afrodisiaco y lo obligaran a follar con alguna mujer, tal y como Ixchel había intentado.
—Calma, Tomi —susurró Bill a su lado, sosteniendo su mano, la que tenía convertida en un fiero puño, dispuesto a saltar al ataque en cualquier momento.
—Lo siento. —El lobo prefirió mantener en silencio sus temores, no quería alarmar a su precioso pelinegro, menos después de haber escuchado su confesión. Si Bill necesitaba tener este encuentro con el “Gran Jefe” para saber la verdadera naturaleza de su nuevo don, entonces él estaría a su lado, para protegerlo, aunque tuviera que enfrentarse a toda la manada reunida en torno a la hoguera, cuyo fuego lentamente se hacía más fuerte.
El crepitar del fuego, junto a un leve pero constante “ding”, que sonaba cuando una chica india golpeaba un trozo de metal, con una barra delgada del mismo material, era lo único que se podía oír en medio de la vastedad de la montaña. No había aullidos, como Tom pensó que habría. Al parecer, los que verdaderamente aullaban a la luna, no eran los lobos reales, sino los licántropos, reclamándole al blanco luminar, por causa de esa extraña maldición.
Lo que ni Tom, ni Bill sabían, era que efectivamente, dentro de la gran hoguera, había hierbas ardiendo, provocando que un leve pero agradable olor brotara de entre las llamas. Aquel aroma fue claramente disfrazado con una fragancia de eucaliptus, camuflando el verdadero cometido de las plantas, provocar un estado de éxtasis.
La mano del pelinegro rápidamente perdía fuerza en su agarre, el trenzado lo notó y giró el rostro para ver a su novio con los párpados semi caídos, en un estupor que mostraba que estaba a punto de dormirse, de la misma forma en la que él estaba. Sin poder evitarlo gruñó.
—¡Nos han engañado. Nos están drogando! —Gritó y se levantó furioso, dispuesto a arremeter contra cualquiera que intentara enfrentarlo… pero nadie hizo tal cosa.
—Es parte del ritual, Tom —dijo el “Gran Jefe” con la voz completamente calma, sin ninguna señal de ansiedad, ni temor.
El trenzado dio una mirada al otro metamorfo presente y este solo asintió con la cabeza, dándole a entender que no pretendía atacarlo, ni a él, ni a su pareja.
—¿Qué le está pasando a Bill? —preguntó Tom, con la voz menos cargada de ira, pero todavía manteniendo la urgencia por el bienestar de su amante.
—Él ha caído en trance. —Informó el líder de todo el grupo.
—¿Qué está haciendo? —Volvió a interrogar, sintiéndose inútil sin estar a su lado, donde quiera que estuviera la mente de su pelinegro en esos instantes.
—Tú también puedes verlo, Tom. Tú eres su consorte, su otra mitad, eres el único de todos nosotros que realmente podrá entrar al mundo al que ha sido llamado ahora.
—Pero Rolf dijo que tú lo instruirías, ¿por qué lo has enviado a un mundo en su cabeza? —Tom no sabía por qué estaba reclamando como si fuera un niño pequeño. Quería gritar, patalear y aullar, exigiendo que despertaran a su Bill, pero dentro de sí, sabía que esto era importante y necesario.
—Yo hablaré con él por la mañana. Ahora, los ancestros son quienes deben explicar por qué tiene esa habilidad y con qué propósito le ha sido entregada —respondió el “Gran Jefe”, quien tras decir esto, cerró los ojos para concentrarse en su ritual.
Tom volvió a sentarse junto a su amado y tomó su mano, mirando su bello perfil. Temeroso de que las cosas no resultaran como había planeado.
«Déjame entrar, Bill. Déjame ir a donde estás tú» Pidió en una súplica silenciosa, cerrando los ojos y dejándose llevar por el incesante “ding” de las barras de metal.
De pronto el trenzado se vio un lugar nebuloso. Era como aquella vez que se emborrachó y nada tenía una forma definida. Estiró las manos, tratando de tocar las figuras que aparecían delante de él, sin saber a ciencia cierta qué eran. Y sintiendo la angustia de su pareja, lo llamó.
—¿Bill? —Su voz pareció retumbar en aquel lugar, haciendo sonar un eco infinito y distorsionado, que le crispó los nervios. Aquello era en verdad una pesadilla—. ¿Bill, estás aquí? Soy yo, Tom.
—¿Tom? —Una voz oscura y temblorosa sonó en los alrededores.
—Soy yo, Bill. Los sonidos no son claros aquí. —Informó a su pareja, aunque de seguro el pelinegro lo había notado, por eso estaba tan asustado—. ¿Dónde estás? Háblame y llegaré hasta ti.
—Tomi… yo, estoy aquí, pero no sé realmente qué es este lugar.
A medida que el joven médico hablaba, el lobo daba pasos siguiendo el sonido de su distorsionada voz, hasta que llegó a una figura sentada que parecía desvanecerse y volver a aparecer.
—Te tengo. —Afirmó el trenzado, haciendo saltar a Bill, quien de pronto se vio nítidamente ante sus ojos.
—Tomi —dijo el pelinegro, sorprendido por la claridad con que podía ver a su lobo—. Te veo.
—Y yo a ti. Y sigues luciendo jodidamente sexy. —Bromeó, para relajarlo le dio un piquito en los labios—. ¿Dónde estamos?
—No lo sé. Creí que estábamos en la reserva.
Entonces, Tom recordó las palabras del “Gran Jefe” antes de caer en el trance de su pareja—. Estamos en tu mente, Bill.
—¿Eh?
—El “Gran Jefe” dijo que los dioses se reunirían contigo, para explicarte qué era esto.
—Pero no veo nada más allá de ti, he estado sentado aquí, muy asustado desde que llegué. —Explicó un poco avergonzado.
—No te preocupes, ahora también estaré contigo.
Ambos se quedaron allí, abrazados, mirando hacia los alrededores, notando como, a medida que se calmaban, los paisajes se hacían más claros. Bill escuchó el brotar de agua y recordó las palabras del druida.
—Vamos al agua, Tom. Ese es mi elemento protector.
El lobo no comprendió de qué hablaba su amado, pero se levantó y caminó a su lado, hasta que llegaron a las orillas de un delgado, pero cristalino riachuelo. Se quedaron contemplando su leve corriente, viendo como cada vez se hacía más fuerte y cobraba espacio, convirtiéndose en un pequeño río. Sus aguas se movían constantemente en la misma dirección, sin furia, tranquilas e inmutables, pero una vez más, el caudal aumentó y la fuerza de su corriente se hizo potente. Un ruido los obligó a mirar hacia un costado, notando que una serie de desperdicios bloqueaba el avance del río, pero eso no impidió que retomara sus fuerzas y arrasara con las molestias, hasta continuar con el curso dispuesto por la naturaleza.
Luego, otra vez oyeron el “ding” de la chica golpeando los metales y el crepitar del fuego, sus manos estaban fuertemente sujetas y al abrir los ojos, estaban en la misma posición del inicio del ritual. El resto de la gente los miraba, expectantes, deseando saber cuál sería la resolución de los dioses para con su pueblo, pero Bill y Tom estaban absolutamente en blanco, no habían entendido absolutamente nada, si es que en realidad había algún mensaje que comprender.
—Es hora de descansar. —Anunció el “Gran Jefe”, poniéndose de pie y haciendo una señal, para que apagaran el fuego sagrado.
Muy ordenadamente y en silencio, todos se retiraron a las cabañas y refugios provisorios de los alrededores.
Bill y Tom no hicieron el amor esa noche, estaban demasiado conmocionados y confundidos por la experiencia que compartieron en ese plano que iba mucho más allá de lo que sus mentes racionales comprendían. Compartieron un abrazo y se quedaron así, hasta que el sueño los derribó y los obligó a dejar de sufrir a causa de esta nueva responsabilidad.
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La nueva mañana los halló en la misma posición en la que se durmieron. El aroma de pan amasado alertó la sensible nariz del hambriento lobo, quien abrió los ojos y besó el negro cabello que estaba frente a él.
—¿Bill? —llamó suavemente. El chico estaba de espaldas a él, pero muy pegado a su pecho, como temiendo separase de su punto de apoyo: Tom.
—¿Mhm? —respondió, demasiado agotado como para decir algo más coherente.
—Ya es de mañana.
—Mhm.
—Tengo hambre. —Le dio una gran lamida a su blanco cuello, ahora libre del gran collar indio que lo adornaba el día anterior.
—Cómeme —respondió el pelinegro con una sonrisa oculta para el lobo.
Tom tuvo todas las intensiones de hacer eso, poseer el cuerpo de Bill y chupar su carne hasta que se corriera, pero sus gratas imaginaciones fueron arruinadas por un golpeteo a la puerta.
—Ve tú. —Mandó Bill, cubriéndose la cara con la manta, todavía sin abrir los ojos.
—Lo que mande, mi señor. —Bromeó el trenzado y tras ponerse los pantalones y una camiseta a medio abrochar, abrió la puerta de madera, sorprendiéndose por ver allí, al hombre que tanto le molestó la noche anterior.
—Buenos días. —Saludó el indio. Tom le correspondió con un movimiento de cabeza—. El “Gran Jefe” los invita a desayunar en la mesa familiar.
—Muchas gracias. Nos arreglaremos y saldremos de inmediato. —Con la misma cortesía, del indio, el lobo contestó su invitación y cerró la puerta. Caminó más rápido hasta la cama y sacudió a su pelinegro—. Bill, debemos ir con el “Gran Jefe”.
—Sueeeeeño —respondió el moreno, semi inconsciente. Tom lo volvió sacudir y le dio besos de mariposa en la frente, que era lo único que se veía de su amado.
—Vamos, cielo. Podremos preguntarle al “Gran Jefe” qué demonios fue lo que vimos anoche. Estoy jodidamente confundido y no me gusta esa sensación de dar pasos de ciego. Quiero saber qué le pasa a mi pareja, para poder ayudarlo si lo necesita. ¿No lo deseas tú también?
Como impulsado por un resorte, Bill tiró las cobijas hacia atrás y se sentó en la cama. Tenía el cabello absolutamente alborotado y la leve línea oscura alrededor de sus ojos, estaba corrida, pero eso no fue lo que llamó la atención del lobo.
—¿Te quitaste la marca azul?
Bill lo miró extrañado unos cuantos segundos y luego pareció volver al mundo de los vivos—. Oh. No, no me quité el maquillaje, tenía demasiado sueño. Me acosté a tu lado.
Eso era exactamente lo que el trenzado recordaba, pero no había ninguna señal de la marca, como la sombra oscura que sí estaba corrida.
—Ahora que lo mencionas, debo preguntarle al “Gran Jefe” sobre aquello también —dijo Bill y se levantó de la cama, para vestirse rápidamente.
Entre tanto, Tom llenó una vasija de agua para que pudieran lavar sus rostros adormecidos y estar plenamente conscientes de lo que conversarían con el líder de los indios. Era elemental comprender todos los detalles posibles.
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Cuando por fin estuvieron listos, la pareja se reunió en torno a la mesa, que estaba a nivel del piso. Tenían un lugar reservado a la izquierda del “Gran Jefe”, mientras que a su derecha estaba el hombre que incomodaba a Tom.
—Primero quiero presentaros —dijo el más viejo—. El hombre aquí a mi lado, es el actual jefe de nuestra manada, su nombre es Aquiles, es un metamorfo como tú, es nuestro alfa, así que tal vez te sientas un poco inquieto ante su presencia.
«Con que era eso» Pensó el trenzado, era una cuestión completamente animal, el deseo intrínseco de luchar por un territorio. Pero Tom tenía su propia manada ahora, su familia, el clan Kaulitz y no estaba interesado en dominar a otros lobos.
—“Gran Jefe” —llamó el pelinegro—. ¿Qué es exactamente esta invitación? ¿Por qué estuve en estado de trance, ayer, durante el ritual? ¿Cuál es la finalidad de todo esto?
—Los dioses han hablado, joven Bill. Ellos han comunicado su voluntad a través de los siglos. Y desde hace años, se viene repitiendo una profecía entre los nuestros.
—¿Qué profecía? —preguntó Tom, interviniendo en la plática.
—Destrucción —respondió Aquiles, bajando la mirada y apretando los puños.
—¿Eh? —Los Kaulitz lo miraron perplejo.
—Eso es lo que han mostrado las visiones. —Anunció el más viejo.
—Por esa causa hemos vivido con miedo, durante muchos siglos. Por esa razón parte del pueblo se dividió y ahora muchos de nosotros están dispersos a través del mundo.
—¿Cómo los druidas? —preguntó Bill, logrando que varios rostros lo miraran asombrados.
—Sí —contestó el “Gran Jefe”—. Ellos eran los más poderosos, pero al separarnos, muchos piensan que ya han muerto todos.
—Pero no es así.
—Lo sé, joven Bill, sin embargo, no siempre desean cooperar con nosotros. De hecho, estábamos en guerra.
—Eso fue por Ixchel. —Afirmó el pelinegro.
—Fue por los métodos que utilizó —comentó Aquiles, bebiendo de su tazón—. Jamás se debe forzar el albedrío de la gente, va en contra de todas las tradiciones.
Tom estuvo de acuerdo de inmediato con su afirmación, aún sabiendo que toda la raza de indios había confabulado para drogar a Tom y darles un heredero.
—Lo que hicimos fue porque no teníamos el conocimiento completo de la profecía, solo pedazos de información e imágenes inconexas. —Explicó el viejo, como si hubiese leído los pensamientos del lobo—. Pero cuando el brujo ajustició a Ixchel, su don fue traspasado al elegido.
—¿Cómo están tan seguros que fue Bill? —preguntó Tom, un poco más fuerte de lo que hubiera deseado. Porque debía tratar de evitar que les dedicaran títulos como: “salvador”, “elegido” y cosas así, sin saber a ciencia cierta de qué se trataban las profecías.
—El anillo en su dedo lo demuestra —respondió otro hombre en la mesa, junto a Aquiles, quien alzó la palma de su mano, para evitar que alguien más comentara.
—Pero él no ha visto nada. —Afirmó el trenzado, mientras Bill empuñaba las manos, cosa que no pasó inadvertida ante los ojos del “Gran Jefe”.
—Él ha visto más cosas de las que quiere hablar, joven Tom. Yo mismo compartí una visión con él.
—Eso no es cierto. Bill no ha visto nada. Yo mismo entré con él al trace ayer por la noche. No vimos ni una mierda. Todo estaba borroso, era como estar en un día de neblina, no veíamos nada más allá de nuestra nariz.
—Entonces, tendrás que volver a venir en dos lunas. —Afirmó el viejo, llamando la atención de todos en la mesa—. Tendrás que seguir participando de los rituales, hasta que las visiones se aclaren, Bill, porque anoche los dioses me hablaron claramente, anunciando que tú eres el nuevo “vidente” llamado a estas tierras.
Tom quería gritar, gruñir y aullar, pero la palma tranquila de Bill en su mano lo calmó de inmediato.
—Vendremos. —Informó y procedió a partir un trozo de pan. Dando por zanjado el asunto.
& Continuará &
¿Será capaz el pelinegro de hacer que Tom acepte esa propuesta? Ya saben que Tom es muy testarudo, porque es un lobo, pero el pelinegro tendrá algunas cartas bajo la manga, para hacer que cambie su actitud enojada y vuelva a participar del ritual de la fogata. ¿Creen que logre aclarar las visiones y pueda leer el futuro? Lo sabremos más adelante. Pero están todos invitados a seguir con la lectura. Besitos y gracias por la visita.