Sin daños a terceros

Sin daños a terceros”

Capítulo 1

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No podía quejarse de estar en aquel restaurante elegante y lleno de gente importante, había sido una sorpresa de su esposa después de todo, pensó el apuesto hombre de trenzas negras. Apretó la mano de su mujer, que lucía más hermosa que nunca en ese vestido rojo, ceñido y escotado, sin duda se había esmerado. Se sentaron en la mesa reservada y miraron el lugar, ya habían estado ahí antes, a Tom no le gustaba en realidad, él era más “práctico” y prefería las cosas sencillas.

No acabó de observar el restaurante, cuando una pareja entró a ocupar la mesa contigua. Una pelirroja preciosa, vistiendo un traje negro y a su lado un joven pelinegro muy apuesto.

«¡Dios mío!» Gritó en su cabeza el trenzado, al ver al joven, quien palideció al reconocerle también. Ninguno dijo nada, volvieron las miradas a sus mujeres y ordenaron sus cenas.

Miradas fugaces les hacían simplemente estremecer, definitivamente el ambiente se cargó de una atmósfera intensa.

No terminaron de cenar cuando, el pelinegro se excusó con su señora, para ir al baño, inmediatamente el de trenzas besó la mano de su esposa y salió de la estancia, en pos del delgado joven de cabello oscuro.

Adentro, el pelinegro se quedó quieto esperando al otro, quien llegó segundos después. Se miraron y la química entre ellos explotó. Se lanzaron en brazos del otro besándose con desesperación y anhelo. Gimieron en el beso uniendo sus cuerpos aún más si se podía. Sus manos en la espalda contraria o en el cuello del otro profundizando el beso.

Sin querer separase, lo hicieron lentamente.

Sabía que eras tú, Tomi —aseveró en un susurro el pelinegro, sin dejar de abrazar al otro.

Y yo reconocí en seguida tu mirada asesina —dijo el de trenzas con una sonrisa dibujada en los labios.

No estás solo —fue una afirmación.

Tampoco tú —comentó el mayor.

Ella es… —titubeó el pelinegro—, mi esposa, Helen.

Es una pelirroja preciosa. Digna de ti, cariño —dijo el trenzado, acariciando el rostro blanquecino del menor.

¿La chica que te acompaña, es…?

Mi esposa, Sarah —respondió el mayor, sin prestarle mayor importancia.

Mmm —Bill se separó—. Ya veo.

No veas nada. Yo… aún te amo, Bill —dijo y volvió a unir sus labios, el otro no se resistió al contacto y abrazó al de trenzas con pasión.

Y yo a ti, como no tienes idea. Pero… ahora hay… terceras personas, Tomi, no podemos dañarlas —comentó triste, el pelinegro.

Ven aquí —tomó al chico de la mano y salieron del restaurante tratando de pasar inadvertidos. Lo llevó al estacionamiento y lo subió a su auto.

¿Qué haces, Tomi? —indagó el menor, en parte sonriendo por la travesura.

Le mando un mensaje a mi esposa, para que regrese sola, yo tengo una emergencia, al igual que tú, así que envía también un mensaje, ¿quieres? —pidió, pulsando su celular.

El moreno le imitó, con una sonrisa en los labios. Lo estaban haciendo de nuevo, tal como, cuando eran pequeños.

Ya está —comentó con una sonrisa cómplice el pelinegro, como un niño a punto de emprender una aventura.

¿Nos vamos, entonces? —Sugirió el trenzado, sonriendo ante el asentimiento del otro, y arrancó el auto.

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Llegaron a un departamento muy lindo. Al entrar, el pelinegro vio que estaba equipado con lo básico.

¿Así que aquí vienes con tus conquistas? —preguntó un poco triste y desilusionado, pero sin dejar de lado su sonrisa.

No pienses mal, Bill, este apartamento es el que usan los agentes viajantes y yo, como soy el dueño de la compañía, tengo llaves, es sólo eso —se defendió Tom.

Ah, claro. Y nunca lo has usado con alguna tía buena. Cómo no —le picó Bill, con tono sarcástico—. Siempre fuiste un Casanovas, Tom.

Ya dejé esos tiempos, Bill, desde que me casé, no le he sido infiel a Sarah. Pero aun así… siempre te he sido fiel a ti, Bill, nunca he amado a nadie que no seas tú —dijo tomándole la mano y besándole el dorso.

Esos fueron buenos tiempos… lástima que terminaron —agregó el pelinegro, dejándose caer en el sillón. El de trenzas lo siguió y tomó sus manos, mirándole a los ojos.

Se acabó por culpa de nuestros padres, pero ya no dependemos de ellos —comentó tranquilamente, pero Bill alzó una ceja.

No es tan así… tú sigues con la empresa de papá, lo sé, lo leí en una revista de negocios. Y yo… bueno, yo trabajo en la firma de abogados de mamá.

Pero nosotros podríamos….

No, Tomi, no podríamos —dijo rotundo—. Estamos casados, los dos lo estamos —Miró las alianzas en ambas manos—. No podemos dañar a más personas y, aunque nuestros padres nunca supieron lo nuestro, nos matarían si se enteraran.

No me importaría si lo supieran. Por su maldito divorcio te llevaron de mi lado, los odio por ello —exclamó resentido el de trenzas.

¿Y qué harás?

Bueno ya lo hice —comentó con una sonrisa, guiñándole un ojo.

¿Qué hiciste, Tomi? —preguntó en forma inocente, pero igual de sonriente que su hermano.

Me convertí en el socio mayoritario de la empresa. Si mi padre quisiera sacarme del negocio, pues sería yo quien le daría unas cuantas patadas a él. Jajaja

Jajaja. Pero creo que él lo ha permitido.

Tienes razón, pero de todos modos, Bill, jamás les perdonaré que me separaran de ti —suspiró—. Oh, cuanto te amaba Bill —le besó apasionadamente, el otro sólo se dejó hacer.

Fuiste mi primer beso, mi primer novio, mi primer hombre, todo Tomi —suspiró el pelinegro en el beso.

Y… ¿aún lo soy? —Le miró Tom, haciendo un puchero.

Claro que sí, nunca estuve con otro hombre en mi vida. Sólo fuiste tú, amor mío —Se besaron, haciendo ruidos húmedos en el proceso.

Lo mismo yo, nunca fui gay, sólo te amé a ti, fuiste mi único hombre…. mi amado, Bill —Se abrazaron y se acariciaron por sobre la ropa, ya no era pasión, sólo ternura y romance.

Después de unos instantes en silencio, Bill se separó del abrazo y dijo—. Ya es tarde Tomi, debo regresar.

Claro que no… hoy serás mío… ¿si tú quieres? —El pelinegro se sonrojó y bajando la mirada asintió. El de trenzas levantó su barbilla y le besó dulcemente—. Te haré el amor como nunca antes —Se fundieron en un beso cálido y húmedo, lleno de ternura al principio, pero que se fue poniendo fogoso mientras las manos de ambos se recorrían como si no hubiera mañana.

Ninguno de los dos quería perderse aquel momento y querían disfrutar al máximo de las caricias del otro.

Tom bajó de la boca de Bill hacia su cuello y besó ahí, cuidando de no dejar marcas, recordaba perfectamente que su amor era un amor prohibido ahora y ambos tendrían que enfrentar una situación incómoda en casa, si llevaban encima alguna mordida.

No me marques ahí, cielo —pidió Bill, aspirando el aire agitadamente.

Lo sé, lo sé —Tom siguió bajando y metió sus manos por debajo de la elegante camisa de Bill—. Mejor nos quitamos la ropa cariño, no querrás llegar arrugado mañana —Ambos asintieron y poniéndose de pie se quitaron la ropa, tendiendo sus ropas en las sillas. Tom no podía apartar la mirada del esbelto cuerpo de su gemelo—. Sigues igual de delgado que siempre Bill, cariño —le miró de pies a cabeza y se saboreó los labios.

Tú estás más marcado que antes, te ves… mmm… delicioso —respondió sonrojado el pelinegro.

Se acercaron lentamente, estando ambos sólo en bóxer, se tocaron los brazos, acariciándose y sintiendo los músculos del otro. Cerraron la distancia y se volvieron a besar y las manos se perdieron en el cuerpo del contrario. Casi por inercia, Bill levantó una de sus piernas tratando de acortar las distancias. Tom la tomó y terminó de alzar a su hermano y lo aseguró agarrando sus nalgas, caminando con él así, hasta la habitación.

Se sentó y depositó a su gemelo con cuidado en la cama. Cortó el besó y miró a Bill con devoción, el pelinegro correspondió la mirada con dulzura.

Te amo, Bill, siempre lo he hecho.

Y yo a ti, Tomi, siempre.

Se acercó a él y volvió a besarlo, sintiendo como si su cuerpo se llenara de fuego y emociones que le hacían sentir feliz. Se posicionó entre las piernas de Bill y le preparó con cuidado, entró en él lentamente y al verse rodeado de la estrechez de su gemelo, gimió roncamente. Se movió con lentitud y se deleitó al escuchar los jadeos incontrolados del pelinegro. Se amaron con una pasión desmedida y estallaron de placer en los brazos del otro.

Sigues siendo exquisito, Bill —gimió Tom saliendo de su cuerpo con cuidado.

Y tú eres el mejor amante que alguien podría desear —suspiró y se apoyó en el pecho del trenzado.

Sus respiraciones se acompasaron y siguieron acariciándose suavemente entre besos leves y suspiros.

Ha sido maravilloso que nos hubiéramos encontrado después de tantos años, ¿no crees, Tomi? —preguntó el menor, levantando la barbilla para ver a su gemelo.

Lo más maravilloso en años —susurró.

Lástima que no se vuelva a repetir —afirmó el pelinegro.

El trenzado, se enderezó de pronto.

¡¿Qué?! —exclamó asustado, no podía permitirse el hecho de volver a perder a su hermano ahora que lo había vuelto a encontrar.

Por la mañana, tú irás con tu esposa, yo iré con la mía y no volveremos a vernos nunca más, así… sin daños a terceros —explicó serio, el moreno.

No puedo creer lo que estás diciendo. Y yo pensando en divorciarme y fugarme contigo a una nueva ciudad y empezar de cero. ¡Oh, Dios mío! No puedes ser tan egoísta, Bill —lo regañó el trenzado, casi al borde de los gritos.

Bill lo abrazó y besó su frente.

Será lo mejor. Si te vuelvo a ver, ya no podré detenerme y me perderé para siempre en ti… no puedo ser egoísta y dejar que tanto tú como yo perdamos todo… no, Tomi —le volvió a besar.

Bill, yo…

Ssshhh, no digas nada más, ya lo he decidido. Será como si nunca nos hubiéramos encontrado —suspiró triste y volvió a abrazar a su hermano.

Déjame amarte de nuevo —casi suplicó el de trenzas.

Sí, hazme tuyo, Tomi.

Se amaron otra vez, pero cuando llegaban al clímax, sus ojos lagrimeaban, no tan sólo del placer, sino por la certeza de que nunca más se verían, porque dentro de ellos sabían que no querían dañar a otros con su romance clandestino.

Ninguno durmió esa noche, y aprovecharon cada minuto para atesorar ese momento en compañía de su amor, guardaron los recuerdos, el aroma y los besos de la única persona a la que amaron en sus vidas.

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Por la mañana, Bill se metió a la ducha para irse. La mente de Tom corría a mil, no quería dejar a su amado, partir así como si nada, era como agua que se escapaba de sus manos. Así que puso su plan en acción. Revisó el pantalón de Bill y cogió su celular, se percató de que estaba en silencio y marcó su propio número, guardándolo.

No te escaparás tan fácilmente de mí, cariño —susurró y luego fue por su móvil para registrar el número de Bill. Dejó todo en su sitio y luego, un deje de culpa le llenó el alma.

El pelinegro salió de la ducha con una toalla diminuta enrollada en la cintura. Tom se acercó y poniéndose frente a él, se agachó de golpe y besó la estrella tatuada.

Mierda, Tom, no hagas eso —Gimió Bill sin poderse contener—. Ven acá —El de trenzas subió y se besaron profundamente.

Esto es muy duro para mí —dijo Tom, acariciando las pálidas mejillas de su gemelo.

¿Y crees que no lo es para mí? Han pasado cinco años y me doy cuenta de que te sigo amando, como si nunca te hubieras ido.

No me fui a propósito, mi maldito padre me llevó.

Basta Tomi, debemos separarnos.

No quiero que te vayas, de verdad —lo besó nuevamente.

Pero estás casado, Tom… y yo también. Es… tarde.

Esto desarmó por completo al de trenzas, quien se sentó en la cama derrotado, viendo como el pelinegro terminaba de vestirse. Él se quedó así, en bóxer, mirándolo embobado.

Me voy.

¿Por qué?

Ya te lo dije, me voy así… sin dañar a terceros.

Continuará…

En un principio, este era sólo un One – Shot que evolucionó. Además está basado en la canción y en una historia real. Dos de mis compañeros de trabajo, fueron novios de jóvenes y cuando llegaron a la empresa, ambos tenían familias, no fueron amantes, pero todos podíamos notar el amor que se tenían. Fue muy triste.

Escritora del fandom

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