The devil Inside 10

Perfect Love 2: The devil Inside (By MizukyChan)

Capítulo 10

Muy temprano, Tom en su forma humana, entró a la habitación de los niños y observó con cariño el rostro tranquilo de Adam. Sintió un enorme nudo en su garganta, sabiendo que su pequeño seguramente se habría preguntado por qué su papi Towi no fue a revisar si había monstruos bajo la cama, la noche anterior.

Amanda entró en el cuarto y sintió pena por su joven amo. La mujer no comprendía qué había sido tan grave para que los chicos estuvieran así de distantes. Pero en lugar de divagar y especular, prefirió preguntarle directamente al mayor.

—¿Está bien, Tom?

El trenzado pestañó un par de veces, al darse cuenta de que había alguien más en el lugar. Volteó el rostro y aunque quiso sonreír, no pudo.

—¿Qué ha pasado entre ustedes? —La mujer fue directo al grano, acercándose para coger al bebé y dejarlo en la cunita.

—Bill está molesto conmigo —respondió el chico, sentándose una silla. Achinando los ojos al escuchar el llanto de Thomas. Se iba a levantar otra vez para calmarlo, pero la anciana tomó una camisa de Bill y la dejó junto al bebé—. ¿Qué haces?

—Oh… Thomas sólo quiere estar con Bill y con usted, Tom —Le ofreció una sonrisa—. La chica india le aconsejó a Bill que pusiera algo con su aroma junto al bebé, para que se calmara, haciéndole creer que estaba cerca.

—Vaya —Sonrió sin poder evitarlo. Si lo que el pelinegro le había dicho era cierto, Thomas estaría a gusto con él por ser otro lobo, pero sonrió al pensar en la ironía del destino, haciendo que el niño buscara el cariño de aquel que lo rechazaba con toda el alma. Se quedó sumido en sus pensamientos, con el semblante triste y el ceño apretado, hasta que una vez más la mujer le habló.

—¿Qué cosa ha hecho, para que Bill esté así de molesto? —indagó.

—No lo sé —afirmó—, pero él ya no me quiere cerca.

Ninguno de los adultos se percató de que el pequeño Adam había abierto los ojos y se quedaba en silencio, escuchando lo que decían.

—¿Quiere que prepare otra habitación para usted, Tom?

—No Amanda. Me iré al pueblo —El niño apretó las manitas bajo las mantas—. Vendré a visitar a los niños durante el día, pero ya no me quedaré más aquí.

—¿No cree que es una decisión muy apresurada? —La mujer tenía ganas de llorar, ella había vivido en carne propia la separación, cuando su esposo había muerto y era algo muy doloroso, tanto para la pareja, como para los niños—. ¿Qué pasará con Adam?

—No pasará nada con Adam. Bill lo ama y yo también, todo seguirá igual. Sus dos padres seguirán queriéndolo y protegiéndolo siempre.

—¿Y Thomas?

El trenzado se quedó en silencio—. Lo más probable es que me lleve a Thomas de aquí, Amada —La mujer bajó la cabeza—. Haré los arreglos en estos días —Suspiró—. Será mejor que me vaya. No quiero que Bill se moleste al verme de buena mañana.

El joven dejó la habitación en silencio y la mujer permaneció allí, hasta que los sollozos silenciosos de su nieto la alertaron. Se acercó a la cama de Adam y lo consoló, sin palabras.

&

Tom llegó a trabajar con el semblante triste, pero con el cuerpo lleno de energías. John aprovechó que su hijo estaba en la herrería para encargarle que vigilara al trenzado, mientras él iba a hacer unos trámites. Obviamente Tom no necesitaba que controlaran sus labores, pues era muy eficiente en lo que hacía, pero John no quería que fuera a sufrir un accidente por tener la mente en otra cosa.

Cogió su propio caballo y cabalgó hasta la casa del doctor Hans. Sabía que el hombre entraba más tarde al turno del hospital, así que prefirió hablar con él a solas y no arriesgarse a ser descubierto por Bill.

El médico lo recibió en su despacho y con tazas de café, ambos hombres se miraron con preocupación.

—¿Vienes aquí por Tom? —cuestionó el mayor.

—Así es. Tom está muy mal. Es por Bill.

—Más que por Bill, es por la situación que están enfrentando, John —dijo el doctor.

—Creo que Bill es injusto con Tom. Lo está culpando de algo de lo que ni siquiera están seguros. Quiero decir ¿cómo se supone que nació un hombre lobo? ¿Es eso posible, Hans? ¿Es científicamente posible? Porque yo no creo que una abominación como esa se le pueda transmitir a un hijo inocente. Eso es cruel —El hombre estaba emocionado y soltó esta letanía de ideas, pensando en Tom, como si defendiera a su propio hijo—. Tú y yo hemos sido testigos de todo lo que ha tenido que padecer ese chiquillo. Bill nos relató lo que su padre le hizo cuando lo tuvo prisionero. Y tanto a ti como a mí nos consta, que Tom jamás contagiaría a nadie, con su maldición.

—Comprendo tu punto de vista, John. Tú has tenido más contacto con Tom que yo y por eso lo defiendes. Pero a la vez, entiendo a Bill y te pido que lo comprendas también —Tomó un gran respiro—. A mí me tocó atender a la doncella Hallagan y diagnosticar su embarazo. Cuando la vi, creí que todo lo que me decía era producto de las drogas, pero ella afirmó que había estado con un lobo, que esa gran bestia la poseyó —John abrió los ojos grandemente—. Lo más lamentable, fue que Bill la atendió cuando dio a luz a su hijo y ella le contó las mismas cosas, sembrando en su mente la terrible duda.

—Pero… —Golpeó la mesa con un puño, frustrado y luego alzó la cabeza, recordando la conversación del día anterior con el trenzado—. Pero se nos había olvidado algo, Hans.

—¿El qué?

—Existen otros hombres lobo —El médico lo miró alzando una ceja—. ¿Recuerdas el hombre lobo que vino al pueblo y mató a la joven Juliet?

—Claro que lo recuerdo —El hombre hizo la señal de la cruz, por la joven muerta—. Sin embargo, hay otra cosa que nos juega en contra John. Sacando las cuentas del embarazo de la doncella Hallagan, la concepción del bebé coincide con los días en que Tom estuvo perdido en la montaña. Cuando perdió la memoria.

—¡Mierda!

—Exacto, es por eso que Bill está tan furioso. Cree que Tom inventó lo de su amnesia para encubrir su infidelidad —agregó el doctor.

—Pero eso es… imposible. Tom ama a Bill, lo vieras como está, parece un alma en pena. Es un robot que trabaja sin ver nada más que lo que está frente a sus ojos.

—Lo sé y Bill está tan destrozado como él.

—¿Y el niño, Hans? —insistió el herrero—. ¿Hay alguna forma de saber si el niño realmente es hijo de Tom?

—Aún no John —El viejo se pasó la mano por la cara—. Tenemos que esperar por lo menos un mes, para ver el pelaje del animal y reconocer su verdadera especie.

—Un mes parece demasiado tiempo, sobre todo si veremos a nuestros amigos como almas en pena.

—Lo sé, pero es lo mejor que tenemos. Si queremos arreglar este asunto nosotros mismos.

—Es cierto, tampoco podemos llevarlo con otros entendidos y que se den cuenta de lo que es en realidad el niño —El hombre soltó un suspiro—. De sólo pensar en todo lo que le hicieron alguna vez a Tom, me estremezco. Imagínate si el bebé cae en manos de alguien como el padre de Bill y tú sabes de esos científicos locos abundan.

—No podemos pensar en eso. Tom se puso furioso cuando Gustav lo mencionó la otra noche. Por ahora, tengo sólo algo en la mente que me preocupa. Y voy a necesitar de tu ayuda para poder estar informado.

—¿De qué se trata?

—Ahora que Tom no estará bajo la influencia tranquilizadora de Bill, me temo que vaya a ponerse violento —John arrugó el ceño, recordando la forma brusca en que golpeó el suelo el día anterior—. Tom es un licántropo, querámoslo o no, y por lo tanto, su naturaleza animal puede aflorar en cualquier momento y causar daño.

—No creo que… —interrumpió.

—Lo sé, John. Pero seamos realistas. Si Tom se siente alejado de Bill, tarde o temprano soltará su frustración y lo hará por la fuerza. No quiero que vaya a cometer una tontería.

—Ni yo.

—Vigílalo, por favor. Si ves algún cambio negativo, me lo haces saber de inmediato.

Cuando John regresó a la herrería, varias horas después, su hijo le informó que Tom había salido un momento por asuntos personales. John creyó que lo más probable era que el trenzado estuviera tratando de arreglar las cosas con Bill, así que no hizo más comentarios al respecto.

&

Sin embargo, los planes de Tom eran otros. A la hora de su descanso del almuerzo, se había dirigido a la taberna del pueblo, no para beber, sino para preguntar de algún lugar para rentar habitaciones. Allí, la mujer que le atendió le dijo.

—Hay una chica muy guapa que ofrece una casa.

—¿Sabes su nombre o dónde puedo ubicarla? —preguntó el trenzado, guiñándole un ojo, notando que la mujer le coqueteaba.

—En la entrada del pueblo, con los indios. No recuerdo su nombre. Pero seguro que recordaré el tuyo, guapo —La mujer se pasó la lengua por los labios y él dejó una moneda sobre la mesa.

—Gracias nena —Salió, sin dejar un nombre que recordar.

Luciendo como un gladiador sobre su caballo negro, cruzó el pueblo para llegar a las caravanas que se apostaban en la entrada de Berlín. Había gitanos, mercaderes y por los extraños colores, pudo reconocer la que buscaba, la compañía de indios.

Bajó del caballo y se dirigió hacia un hombre anciano, que fumaba una extraña pipa. Le saludó con una inclinación de su cabeza y dijo—. Señor, busco a una mujer que está ofreciendo una casa para rentar.

El hombre siguió mirando al frente y extendió la mano, señalando a un niño pequeño. Tom pensó que el niño podría ser el hijo o un pariente de la persona que buscaba, así que lo llamó y repitió sus palabras.

—Buscas a Ixchel —comentó el niño de piel oscura—. Ven, yo te llevo.

El trenzado sonrió, le agradaban los niños, sobre todo este, porque se veía más o menos de la misma edad de su hijo Adam. Lo siguió en silencio, llevando en una de sus manos, las riendas de su animal. El pequeño lo guió hasta un grupo de mujeres, una de las cuales estaba amamantando, bajó la mirada por respeto, pero a ella parecía no molestarle su presencia.

—Ixchel, te buscan —llamó el niño y luego salió corriendo.

La joven de cabello largo volteó y se quedó pasmada viendo al joven de trenzas. Tom miraba hacia el suelo, un poco incómodo ante la mujer que sostenía al bebé con el pecho al descubierto.

—¿Me busca? —preguntó la chica. El trenzado carraspeó.

—Sí, es por la casa.

—Oh… —Ixchel notó la incomodidad del joven y se alejó del grupo, con Tom a sus espaldas.

Cuando llegaron a un rincón del camino, la mujer se sentó sobre una roca y Tom la observó en silencio, había algo sobre ella que le llamaba la atención. Su olor era diferente y se atrevió a preguntar.

—Disculpa pero… ¿nos conocemos?

La joven abrió grandemente los ojos y lo observó de frente—. No, no lo creo…

—Oh —Él alzó los hombros, quitándole importancia—. Mira, verás, necesito un lugar para alquilar. Trabajo todo el día, así que prácticamente sólo iré a dormir. Me dijeron que tú tenías un buen sitio.

—Así es —Ella se levantó—. ¿Quieres verlo?

—Claro. ¿Está lejos? Te puedo llevar en mi caballo.

—Me encantaría cabalgar contigo —respondió coquetamente, cosa que Tom no pasó desapercibida. Ayudó a la chica a subir y a paso lento, fueron hasta el lugar que la mujer indicó.

Era una casita pequeña, muy acogedora, con un pequeño jardín y un espacio para cultivar, en la parte trasera. Era ideal.

—¿Cómo es que tienes una casa? Pensé que eras parte de la compañía india. ¿No se supone que son nómades? —preguntó sin filtrar el trenzado.

La chica sonrió—. Soy parte de la compañía, pero he tomado una decisión y me quedaré en esta ciudad. Mi padre no confía mucho en la gente y pensó que lo mejor era que tuviera un lugar fijo, así que con su ayuda pude comprar esta propiedad —explicó ella—. Sin embargo, estaré trabajando casi todo el día, como tú y vendré sólo a descansar por las noches. Espero no te moleste tener que compartir la casa conmigo —dijo ella en forma tímida, pero el joven sabía que ella le estaba coqueteando.

—¿No crees que te traerá problemas compartir la casa con un extraño? —cuestionó él, señalando su pecho—. Podría ser un asesino, un lobo feroz.

Ella sonrió un momento y lo miró directo a los ojos—. Soy una mujer india, mi nombre significa “Hija de la luna”, puedo dominar a los lobos rabiosos en luna llena —Terminó la frase, desviando la mirada.

A Tom le pareció curioso, pero no lo volvió a mencionar—. De todas formas, no necesitas preocuparte, no soy una mala persona. Yo te protegeré Ixchel.

—Se puede ver que no eres malo…

—Tom, me llamo Tom.

—¿Tienes apellido, Tom?

—Por el momento… digamos que estoy exiliado de mi familia y por lo tanto, he perdido mi identidad. Sólo dime Tom.

—Está bien, Tom.

Con una sonrisa, los jóvenes discutieron los arreglos del dinero y cómo se dividirían los quehaceres, para mantener la propiedad en funcionamiento. Terminaron con un apretón de manos y Tom regresó a su trabajo.

&

El trenzado estuvo trabajando para poder terminar las labores que tenía pendientes por haber salido en la tarde. Cuando se fijó en la hora, ya era demasiado tarde para visitar a Adam sin toparse con Bill, así que prefirió no hacer la visita.

Se despidió de John y partió con dirección a su nuevo hogar. Pero al llegar, la tristeza lo embargó. La soledad de la habitación, la ausencia de las risas de su hijo y la voz de Amanda, pero sobre todo, la falta de Bill, convertían ese lugar en sólo una casa, un par de paredes que lo protegían del frío, nada parecido a un verdadero hogar. Con lágrimas en los ojos, se durmió.

&

En la mansión Kaulitz se vivía otro drama. Bill había llegado más tarde, temeroso de hacerlo y convertir en realidad lo que creyó había sido sólo una pesadilla. No quería volver a casa y no encontrar a Tom. Sabía que estaba enojado y tenía motivos para odiar al trenzado en esos momentos, pero lo quería cerca, lo más cerca posible. En la habitación de junto, por el momento, pero allí, a su lado.

Sin embargo, cuando su caballo llegó a la entrada de la casona, pudo divisar que faltaba el equino negro que montaba su Tom. Arrugó el ceño y tragó el nudo, que instintivamente se formó en su garganta.

Don Neme corrió a recibirlo y nerviosamente le pidió que fuera a casa, que el niño no se encontraba bien. Bill sintió que el mundo se venía abajo, cuando su bebé se enfermaba, siempre necesitaba a Tom cerca para darle la fortaleza que perdía, cada vez que veía sufrir a su pequeño.

—¡Amanda! —Gritó desde la entrada. Corrió a la habitación de su hijo y la vio con el semblante serio—. ¿Qué ha pasado, Amanda?

—Adam está enfermo, Bill —respondió la anciana—. Vomitó en la mañana y no ha querido comer nada desde entonces. Ahora tiene algo de fiebre.

El pelinegro se acercó a su hijo y le sonrió. Tenía los ojitos brillosos, por la fiebre. Tocó su garganta, buscando alguna inflamación, pero no había nada extraño.

—¿Cómo te sientes, bebé? —preguntó con cariño.

—Quiero a papi Towi —Sus cejas se juntaron y sus ojos se llenaron de lágrimas—. No quiero que se vaya. ¿Acaso ya no me quiere? ¿Por qué se irá con Thomas y me dejará aquí? ¿Tú también me dejarás, papi Bibi? —Rompió en llanto y Bill lo abrazó y en cosa de segundos, los dos lloraban con mucho dolor.

Amanda miraba la escena con el corazón apretado. Seguramente, el niño había escuchado la conversación que tuvo con Tom en la mañana.

Como si pudiera sentir la pena de los miembros en el mismo cuarto, Thomas comenzó a llorar. La mujer lo cogió en sus brazos, pero ella sabía que el niño quería el cuidado del pelinegro. Y en esos momentos, Bill no lo quería cerca, porque seguía creyendo que era el culpable del quiebre de su familia.

& Continuará &

Escritora del fandom

1 Comment

  1. ¿Seguirá Bill odiando al bebé? ¿Qué pasará con Adam, sanará de su enfermedad por extrañar a papi Towi? ¿Qué hará Bill al respecto, será capaz de tragarse su orgullo y buscar a Tom, aunque sea por su hijo? ¿Y si lo hace, podrá Tom aceptarlo y regresar a la mansión? ¿Qué intensiones tiene Ixchel con Tom? ¿Caerá el lobo, en las redes de la mujer india? No se pierda la continuación.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *