The devil Inside 15

Perfect Love 2: The devil Inside (By MizukyChan)

Capítulo 15

Tom estaba tan absorto en sus pensamientos y en la incomodidad que sentía su cuerpo, que no se percató de las voces que le llamaban un tanto alarmadas. Hasta que fue demasiado tarde y un nubarrón en su visión, le impidió ver al frente y cayó hacia un costado.

—¡Mierda! —Gritó el sheriff, bajando rápidamente de su caballo, para auxiliar al trenzado.

—¡Te lo dije! —Gruñó el médico rubio, imitando la acción del policía.

Entre los dos, voltearon el cuerpo del lobo y le dieron suaves golpecitos en el rostro, para tratar de hacerlo reaccionar. Llevaban viajando más de tres horas y, pese a las advertencias de Gustav, Tom había seguido cabalgando hasta quedar completamente exhausto.

—Aguarda un segundo. —Pidió el doctor, corriendo hacia la carreta en busca de su morral. Sacó de su interior una botellita de alcohol y la acercó a la nariz de Tom, sin obtener el resultado esperado.

—¿Para qué es eso? —preguntó Georg.

—Es alcohol, es fuerte, debería hacerlo despertar.

—Pues no está dado resultado —comentó el castaño, con un deje de ironía.

—¿Ves a lo que me refería? —Contra-atacó el médico—. Te dije que esta vez no fue igual a cuando Tom se perdió en la montaña. Está mal, lo ha estado desde que despertó de su estado de inconsciencia.

—¿Qué crees que sea?

—No lo sé. Ha estado todo este tiempo con nosotros, no hay posibilidades de que haya vuelto a respirar el veneno —afirmó Gustav—, pero aun así, creo que sigue bajo sus efectos.

—¿Insinúas que en cualquier momento despertará para tener sexo lobuno y si no ve a Bill, nos violará a nosotros? —La voz del policía cobró un tinte de pánico a medida que terminaba su pregunta.

—No te preocupes por eso. —El rubio le guiñó un ojo—. El doctor Hans y yo ya habíamos pensado en esa posibilidad, así que preparamos un plan de contingencia.

—¿Te molestaría explicarme? —indagó el policía, pasando un pañuelo por la sudorosa frente del trenzado.

—Anestesia. —Gus sonrió—. Si llega a volverse agresivo o incluso, si llega a transformarse, lo dormimos con el calmante y listo.

—¡¿Y cómo demonios le pondremos una inyección a un hombre lobo salvaje?! —Esta vez su voz sí sonó llena de miedo y desesperación.

—Improvisaremos. —El doctor arrugó el ceño, tampoco había pensado en cómo inyectar a Tom, en caso de que se transformara.

—¿Qué haremos con él? —cuestionó el castaño, al ver que Tom no parecía recobrarse.

—Creo que lo mejor será acostarlo en la carreta. Debemos seguir adelante y conseguir las respuestas que buscamos, es la única forma que tenemos de ayudar a Tom y a su familia.

—Menos mal que propusiste traer la carreta —afirmó el policía.

—Mi objetivo era traer todos los libros de la investigación de Jorg Kaulitz, pero siempre hay que darle buen uso a los recursos. —El rubio sonrió—. Vamos, ayúdame a subirlo.

Entre los dos, cargaron el cuerpo inconsciente del lobo y lo acomodaron a lo largo de la carreta, cubriendo su cuerpo con una de las mantas que Amanda guardó.

&

Para evitar preguntas sospechosas, Georg y Gustav prefirieron continuar el camino por el bosque, sin pasar por los pueblos cercanos, sobre todo por la condición de Tom, que había empeorado con el paso de las horas.

—En media hora ya no habrá luz del sol —declaró el policía—, será mejor que hagamos un campamento.

—Acepto, estoy muy cansado y me duele el trasero. —Gruñó el rubio, bajando a duras penas de su caballo.

—¿Cómo sigue Tom? —indagó el castaño.

—Está igual que ayer por la noche, con síntomas de fiebre, pero no mostrando más que el calor normal del cuerpo y el sudor que no ha cesado. —Gustav se quitó las gafas y se limpió el cansancio de los ojos—. Me preocupa.

—¿Qué podemos hacer?

—Lo mejor será hacer turnos para vigilarlo, no sabemos si se levantará en medio de la noche para buscar a alguna doncella a la que poseer.

—Y si eso pasa, Bill nos matará a ambos. —Bromeó el policía, poniendo cara de pavor.

—Descansa un poco, yo haré la primera guardia.

—Está bien.

Georg sacó otra de las mantas y tras cubrirse con ella, cerró los ojos y se durmió, instantáneamente.

Gustav observó al sheriff y bufó. «¿Cómo puede dormir con tanta facilidad en una situación como esta?» Se preguntó mentalmente, pero le quitó importancia para enfocarse en uno de sus libros de plantas. A medida que pasaba las páginas, metió la mano a uno de sus bolcillos, sacando una pequeña bolsita transparente, con la hoja que le quitó a la planta que tenía la extraña mujer que trabajaba en la mansión Kaulitz.

Cuando la luz del día se agotó, cerró el libro y se dedicó a buscar unos trozos de madera, para encender una fogata. Agradeció a sus campamentos de juventud, porque no le fue difícil lograr su cometido y en pocos minutos, las llamas del fuego, danzaban frente a él, proveyéndole de luz y calor.

—No, no… no…

Gustav volteó para ver como Tom se agitaba en sus sueños. Se acercó todo lo que pudo y puso atención, para escuchar las palabras que deliraba. Nuevamente se repitieron aquellos términos que murmuró la noche anterior: “lobos”, “pelea”, “mujer”, “luna”, “llamado”, “aullidos”. El médico arrugó el ceño, había algo nuevo dentro de aquellas palabras inconexas… “pelea”

Si Tom vio más hombre lobos como él cuando se fue a la montaña del norte y mencionó una pelea, quiere decir que aquellos seres saben de su existencia, tal vez no se despidieron en buenas circunstancias y por esa causa, habían vuelto a agredirlo con este veneno. ¿Pero para qué un afrodisiaco? ¿Por qué querían engendrar un hombre lobo bebé, siendo que podrían crear uno, sólo con un arañazo?

Sacudió la cabeza al ver que Tom gruñía en sueños, desesperado, como queriéndose quitar algo de encima. Gustav apretó la mano del trenzado, cuando ésta se volvió garra y luchaba por rasgar su propio pecho.

—¡Geo! —Gritó el médico—. ¡Geo, ven!

Lo llamó con fuerzas y el castaño dio un bote en el piso y saltó para socorrer al rubio.

—¡Santa madre de Dios! —Gritó, al ver la garra de Tom.

—Se sacará el corazón si no lo detenemos —advirtió el otro.

—Tienes que usar tus drogas, Gustav —Mandó el policía, sujetando la garra con fuerzas—. Si nos araña a nosotros, quedaremos malditos.

—Sostenlo con fuerzas —agregó el rubio y corrió hasta su morral, para coger la jeringa preparada—. Un segundo más. —Pidió al sheriff y cuando la tuvo en sus manos, volvió hasta el trenzado y se la incrustó en el brazo.

El lobo luchó un poco más, pero pronto se calmó y la garra, volvió a ser su mano humana. Los G’s suspiraron aliviados y el castaño caminó hasta su morral, sacando una petaca.

—Necesito un jodido trago —afirmó y bebió de ella, para luego pasarle la botellita al médico, quien también le dio un sorbo.

&

Esa misma noche en la mansión Kaulitz, Bill se removía en su cama, sentía que algo no andaba bien y decidió levantarse y visitar a sus pequeños, para asegurarse de que estaban bien y no teniendo alguna pesadilla.

Con una vela en sus manos, bajó con cuidado los peldaños de la escalera y vio un ligero brillo en la ventana de su sala. Desechando la idea de ir al cuarto de sus hijos, caminó más deprisa hacia la luz que se extinguió de pronto.

Se quedó quieto; como hombre de ciencia no creía en los fantasmas, pero vivía en el pueblo y había oído las historias que circulaban sobre el espíritu que devoraba animales pequeños y dañaba a los caballos. Sabía que contaba con vigilancia de la policía, pero no quería arriesgar a su servidumbre que vivía en las habitaciones exteriores, así que decidió salir a inspeccionar.

Caminó hasta la puerta principal, cuando un ruido extrañamente familiar le congeló la sangre, era un gemido de dolor.

—¡Don Neme! —Su voz también sonó como un gemido angustiado, pero no le importó, cogió una barra de metal que Tom dejaba junto a la puerta, en caso de necesitarla y salió hecho una fiera hacia el jardín.

Con la barra de hierro en una mano y sosteniendo la vela con la otra, el pelinegro trató de iluminar el frondoso jardín. Notando el movimiento entre las plantas, gritó.

—¡¿Quién anda ahí?! —Estaba actuando de forma imprudente, estaba consciente de ello, pero no podía dejar que lastimaran a su gente, ni a sus animales—. ¡Deténgase!

El ruido se intensificó, como si corrieran hasta él, Bill movió la vela de un costado a otro, tratando de visualizar a la cosa que se acercaba hasta él, pero no lograba ver nada más que plantas y luego… el ruido de un disparo.

—¡Alto! —Gritó una voz masculina a sus espaldas.

—¿Quién es usted y por qué ha disparado en mi propiedad? —preguntó molesto el pelinegro, sujetando firmemente la barra en su mano.

—Soy oficial de policía encubierto, asignado a la mansión Kaulitz. —El hombre bajó el arma y caminó hasta estar frente a la luminosidad de la vela del moreno—. Mi nombre es Tobi señor, lamento haberlo asustado, pero creo que hay alguien en los alrededores, mi compañero Saki y yo escuchamos ruidos extraños, pero cuando quisimos disparar, una columna de humo nos distrajo —explicó mirando en todas direcciones, algún rastro de aquel humo al que se refería y estiró la mano, para señalarlo—. Por allá señor.

Bill volteó el rostro y efectivamente había un leve rastro de contaminación, como cuando quemas hojas húmedas y el viento arrastra el humo negro hacia un lado.

—Escuché la voz de uno de mis sirvientes, oficial, creo que puede estar herido.

El policía miró la barra de metal en la mano del joven y negó con la cabeza—. ¿Sabe usar armas, señor Kaulitz?

—Sí.

—Bien, tome esta —El hombre le entregó su propio revolver y cogió la que cargaba en el cinto de su pantalón—. Vaya por la derecha, yo caminaré por la izquierda. Mi compañero tiene una pañoleta ridículamente amarilla en el cuello, con ella podrá reconocerlo, para que no le vuele la tapa de los sesos.

Tras esa última recomendación, el policía se alejó del pelinegro, quien miró la barra de metal que ahora estaba en el suelo y apretó el arma en su mano con cierto temor. La única vez que usó una, había atacado al hombre lobo que mató a Juliet y que había intentado convertirlo a él en un licántropo.

Tomó una honda respiración y emprendió el camino. ¿Dónde podría estar don Neme? Era el jardinero quien disfrutaba de los paseos nocturnos, pero su fiel sirviente don Neme, tenía el sueño muy ligero y si escuchaba algo, seguro se habría levantado a vigilar.

«¿Por qué no se habrá quedado en su habitación?» Gruñó mentalmente el joven Kaulitz, sintiendo el corazón más pesado con cada paso que daba, no quería encontrar al viejito herido.

El ruido de pisadas lo alertó y apuntó de frente a quien se acercaba.

—Usted debe ser el señor Kaulitz —dijo un hombre con gesto tosco y una pañoleta amarilla alrededor de su cuello.

—¿Y tú eres Saki? —El hombre asintió.

—Encontramos un cuerpo, señor. Necesito que me acompañe, no es seguro que esté aquí.

Bill palideció por completo, no podía ser, don Neme estaría herido, pero no muerto, eso era imposible. Con las manos temblando, el joven caminó detrás del policía. Pasaron por la entrada principal, para asegurar la puerta con llave y posteriormente, Saki dejó a Bill con el otro oficial y emprendió el camino hacia la comisaría, en busca de refuerzos.

Tom se llevó las manos a la boca, en total shock al ver el cuerpo del anciano sirviente, tendido en el piso, boca abajo.

Tobi procedió a voltear el cadáver y Bill achinó la mirada, algo no andaba bien.

—¡Espere! —Casi gritó y el policía lo miró con lástima, creyendo que el joven necesitaba un momento para lamentar la muerte de su criado—. ¿Lo ha movido antes?

—No señor, lo acabo de hacer, para que identifique a la víctima.

—Soy médico, puede dejarme revisar el cuerpo, antes de que se lo lleve.

—No puedo negarme a algo así, señor Kaulitz, pero le ruego no haga destrozos, porque el doctor de las autopsias me matará si descubre que ha dañado evidencia.

—No se preocupe, el doctor Hans está al tanto de mi trabajo.

Con un asentimiento, Tobi dio un paso atrás y procedió a encender otra antorcha, para mejorar la iluminación del lugar.

—A primera, vista parece que la víctima corrió, posiblemente escapando del agresor y cayó, enterrándose una rama en el estómago, lo que finalmente le quitó la vida —comentó el policía, mirando la escena desde su posición.

Bill asintió ante su explicación, tenía sentido, exceptuando la herida en cuestión. El pelinegro volvió a revisar los alrededores del cuerpo; por la expresión de asombro en el rostro de su criado, podía deducir que no esperaba que lo atacaran, de hecho, ni siquiera había señal de haber forcejeado contra el otro individuo.

La mente del pelinegro luchaba dentro de él, entre el luto que sentía al haber perdido no sólo un sirviente, sino un gran amigo y su lado científico, que deseaba analizar todo con lujo de detalle, para descubrir al asesino.

Bill cerró con sus dedos, los ojos aún abiertos de don Neme y pasó cariñosamente su mano, por la mejilla del anciano y luego por el brazo de éste, hasta llegar a su mano empuñada.

«¡Bingo!» Pensó Bill, imitando la famosa palabra de su colega Gustav.

Con mucho cuidado, el pelinegro abrió los dedos de la mano de don Neme, encontrando en su palma, una medalla, o al menos parte de ella. Levantó el objeto artesanal entre sus dedos, hacia la luz, para ver mejor el símbolo que tenía grabado, no lo reconoció. Decidió guardarlo, para entregárselo personalmente a la oficial que reemplazaba al sheriff Listing.

Al cabo de media hora, la oficial Tappe hizo acto de presencia y se acercó hasta el pelinegro, dándole un abrazo y susurrando un—. Ayudándole a sentir.

En el mismo tono susurrante, Bill preguntó a la mujer—. ¿Los oficiales que vigilan mi casa, son de confianza?

—Absolutamente.

—Bien, tome esto. —El pelinegro le extendió el trozo de la medalla a la policía y agregó—. Creo que don Neme se lo quitó a su asesino, lo tenía firmemente sujeto en su mano, al morir.

Sonja analizó el artículo, mirándolo a la luz de las antorchas, arrugando el ceño por no poder reconocer el símbolo grabado en él.

—¿Está seguro que es del asesino y no algún símbolo religioso? ¿Su sirviente creía en deidades paganas? —indagó la mujer, sin despegar la vista de la medalla.

—No señora, don Neme era muy devoto del cristianismo, no tendría por su cuenta, una medalla como esa —respondió el chico.

—Comprendo. —La oficial se acercó hasta el cuerpo y le dio una rápida mirada—. Por su expresión, creo que no esperaba que lo atacaran, su rostro luce sorprendido.

—Fue lo mismo que pensé —agregó el pelinegro—. Mire esto. —Bill procedió a mostrar la camisa del anciano, con dos agujeros en ella.

—No fue un accidente.

—No —afirmó el pelinegro—. Lo apuñalaron y luego le enterraron esta rama, para hacer pasar el homicidio por un accidente.

—Excelente informe, señor Kaulitz —comentó ella con una sonrisa—. El doctor Hans estaría orgulloso de usted.

—El único orgullo que quiero obtener ahora, es el de don Neme, cuando encuentre y encierre a su asesino.

—Y lo haremos, joven Bill. Atraparemos al culpable.

& Continuará &

Escritora del fandom

1 Comment

  1. ¿Podrá la oficial Tappe cumplir con su palabra y atrapar al asesino? ¿Habrá otro ataque a la mansión Kaulitz, ahora que el lobo no está para protegerlos? ¿Podrá Tom recuperarse y terminar el viaje? ¿O la mala fortuna destruirá las esperanzas de los Kaulitz? No se pierdan la continuación.
    Beshoshs a todos y gracias por visitar el sitio.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *