Perfect Love 2: The devil Inside (By MizukyChan)
Capítulo 19
El cuerpo transformado de Tom corría a toda su capacidad, sus ojos brillaban con una tonalidad amarilla, dejando ver cómo le exigía a sus patas. Su respiración estaba agitada, pero en ningún momento quiso descansar o beber de algún estanque. Lo único que podía pensar en esos momentos, era que Bill y su familia corrían peligro, que él mismo había llevado al enemigo a la mansión, que Ixchel lo odiaba por haberla rechazado frente a toda su tribu y ahora buscaría vengarse de él, asesinando a quienes amaba. Al pensar en eso, apretó sus fauces y corrió más rápido.
El sol se movió a través del cielo, a medida que las horas pasaban. El olor del aire también cambió, indicándole al lobo que en poco tiempo llegaría a casa, sin detenerse prosiguió su marcha. El humo de las chimeneas se podía sentir, y a lo lejos, los enormes árboles que formaban la entrada de la mansión Kaulitz, le daban la bienvenida. Cuando vio la gran reja del portón principal, se detuvo y se transformó a su figura humana. Caminó desnudo hasta la primera puerta, donde siempre guardaba una muda de ropa por si acaso.
Recuperó el aliento y una vez vestido, se dirigió a la casa. Abrió la puerta y el sonido de las risas de su hijo, le alegraron el angustiado corazón.
—¡Adam! —Gritó, cosa que llamó la atención de todos en la casa.
El pequeño de cabellos claros, fue el primero en correr hasta su padre, quien lo envolvió en un abrazo, elevándolo por los aires, llenándolo de besos de mariposa en el rostro. El trenzado pudo sentir al fin que su corazón volvía a la vida, porque el hecho de que latiera no significaba nada para él, para el lobo estar vivo, era saber que su familia estaba bien tal como pasaba en esos momentos.
—¡Papi Towi! —A la voz chillona del niño, se unió el grito del pelinegro.
—¡Tom! —Corrió hasta la puerta donde su pareja abrazaba al pequeño y se colgó a ellos, tratando de tocar cuanta piel le fuera posible—. ¡Oh, Dios mío, Tomi! ¡Qué bueno que estás bien!
—Bill, mi amado Bill. —El trenzado, no bajó a su hijo, pero acomodándolo en solo uno de sus brazos, utilizó el otro para envolver al pelinegro y robarle un beso en los labios.
—Papi Towi, te extrañamos mucho —comentó el niño, besando la mejilla de su padre—. Thomas y yo no podíamos dormir bien, porque había monstruos bajo la cama.
—¿Eh?
—Él dice la verdad, Tomi —agregó el moreno—. Literalmente, había monstruos aquí y nosotros no sabíamos nada. —Lo que decía era muy extraño, además la felicidad que mostraban sus facciones, le quitaban credibilidad a sus palabras.
—Amo Tom. —Amanda entró al lugar y abriéndose paso entre los brazos de los otros dos, se acercó hasta el trenzado y le dio un beso en la mejilla—. Es bueno que haya regresado.
—Ven conmigo, Tomi, debo mostrarte algo.
Con un poco de sorpresa, por las palabras del pelinegro, Tom caminó detrás de él, con Adam colgado en sus brazos, hasta la habitación de los niños. Se encontraba profundamente aliviado de que todos estuvieran bien, sin embargo, esa calma se esfumó tan pronto vio el símbolo dibujado en el suelo, justo donde había estado la cama del pequeño Thomas.
—¡¿Qué demonios?! —Bajó a Adam y caminó hasta la marca, agachándose para tocarla con sus dedos—. ¿Es pintura?
—No la pudimos quitar con agua, ni con detergente —comentó Amanda, entrando con Thomas en sus brazos.
—¿Dónde están durmiendo los niños? —preguntó el trenzado con el ceño apretado.
—En nuestro cuarto, con Amanda —informó el pelinegro.
—Bien —respondió el mayor—. Mañana prepararemos otra habitación para ellos.
—Tom, luces cansado. —Bill cogió la mano de su pareja—. ¿Por qué no tomas un baño? La oficial Tappe vendrá más tarde, sería mejor que te relajaras antes de que llegue.
—Está bien. —El trenzado asintió, pero antes de hacerlo, volvió a besar a Adam y también al pequeño lobezno, quien parecía feliz de sentir su aroma en casa.
—Calentaré el agua —dijo el pelinegro y salió de allí con un nudo en la garganta, Tom apenas había regresado y debía darle las malas noticias, sobre la muerte de su querido sirviente y amigo don Neme. Agradeció mentalmente que la oficial Tappe estuviera allí para ayudarle a entregar esa información más tarde.
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Unos minutos después, Bill terminaba de llenar la bañera con el agua caliente, mientras Tom lenta, muy lentamente, se desprendía de sus prendas, dejando al descubierto, su cuerpo tonificado.
El pelinegro lo observó de arriba abajo, primero con alegría por saber que había regresado a casa, sano y salvo, pero a medida que el lobo soltaba cada una de sus trenzas, así de expuesto, su propio cuerpo reaccionó. En cosa de segundos estaba excitado con solo verlo desnudo.
Tom sintió la mirada de su novio, perforándolo de una manera muy sexy y sintió que el vello de su nunca se erizaba. Volteó, mostrando su cabello suelto y llevó la mano a su mentón.
—¿Qué pasa bebé?
Bill se estremeció cuando la voz ronca del mayor, entró por sus oídos. Extendió la mano, la cual fue tomada de inmediato y lo ayudó a entrar a la tina. Sin decir nada, tomó la esponja y comenzó a lavar los tensos músculos del cuerpo del lobo, los que lentamente se relajaban ante el suave cuidado del pelinegro.
—Dios mío… —La voz de Bill salió por sus labios, como un suave quejido—. Tuve tanto miedo, Tomi.
—¿Bill, qué fue lo que ocurrió? ¿Por qué estás tan mal? Sólo han pasado tres días.
—Don Neme está muerto. —Soltó el menor, llevándose una mano al rostro, para cubrir las lágrimas que brotaron, las cuales se había negado a derramar durante la ausencia de Tom—. Yo solo… solo quería que estuvieras aquí. —Su voz sonó entrecortada por el llanto—. Tenía tanto miedo, no quería que fueran a dañar a nuestros hijos o a Amanda, pero llegaron, Tomi. ¡Mataron a don Neme, lo asesinaron, Tom!
El mayor se irguió dentro de la tina y abrazó al pelinegro, quien hipaba por el llanto. No podía creerlo, él apenas estuvo consciente esos dos días previos, Gustav le había contado lo que ocurrió con el veneno, pero era increíble pensar que tan solo dejando la mansión Kaulitz, Ixchel y los suyos habían atacado, y no solo buscando herirlo a él, sino cobrando la vida de un inocente.
Dejó que Bill llorara en su hombro, mientras acariciaba su espalda, hasta que un golpeteo en la puerta, los alertó.
—Joven amo, la oficial Tappe está aquí, vino junto al señor Listing —dijo la voz de Amanda en forma gentil, esperando no arruinar un momento de reencuentro entre sus jóvenes amos.
—Ahora bajamos, Amanda —respondió Tom. Al escuchar que los pasos se alejaban, agregó—. ¿Estás bien, mi vida?
—Ahora que estás aquí, claro que estoy mejor. —Su voz estaba un poco ronca y sus ojos, rojos, pero la sonrisa que mostró era sincera.
—Te amo, Bill. —Tom sostuvo sus mejillas y lo besó castamente.
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Amanda había preparado la cena, así que los adultos se quedaron comiendo, mientras la mujer acostaba a los niños.
—¿Cuándo llegaste? —preguntó Tom al sheriff Listing.
—Hace unos momentos, lo suficiente para ir a casa a darme un baño. —Sonrió, contento de ver a su colega de vuelta y en buenas condiciones físicas.
Mientras comían, Georg relató sus peripecias para regresar a Berlín, pero cuando los platos quedaron vacíos, un silencio tenso llenó el comedor.
—Comenzaré con las noticias más graves —dijo la oficial femenina—. Durante la primera noche de su partida, la mansión Kaulitz fue asaltada, por quien conocemos como el “fantasma”, pero a diferencia de otras ocasiones, tuvimos una pérdida fatal.
El rostro del castaño se contrajo entre ira y sorpresa—. ¿Quién murió?
—Don Neme, uno de los sirvientes ancianos de esta mansión —contestó ella y agregó—. Lo quisieron hacer pasar por un accidente, sin embargo, el hombre fue mucho más astuto y aun en la hora de su muerte, nos dio una pista sobre su atacante.
—¿Qué pista? —Geo había adoptado toda su pose profesional, mientras que Bill tenía la mirada en la mesa, triste por la partida de su amigo.
—El doctor Kaulitz hizo un análisis de la escena del crimen y descubrió que el anciano había roto una especie de medalla artesanal, la cual creemos, le arrebató a su atacante —explicó la mujer—. Hice las investigaciones del caso y ya tenemos el nombre de las tribus que adoran esas deidades paganas.
—¿Qué hay de los símbolos? —interrogó Tom, sujetando la mano de su pareja.
—¿Qué símbolos? —Rápidamente, la oficial explicó a su superior de las marcas bajo la cama de los niños y respondió diciendo.
—Dejé a cargo de la identificación de estos símbolos a uno de los chicos nuevos. —Geo gruñó ante eso, no le gustaba que los novatos pudieran arruinar una investigación, por alucinarse con cosas que muchas veces eran mucho más simples de explicar, además ese grupo selecto que hacía llamarse el buró de investigación, le ponía de los nervios—. Me dio una lista de tribus que aun en nuestros tiempos, utilizan esas señales mágicas, aunadas a la utilización de hierbas alucinógenas, para inducir estados de éxtasis.
—¿Coinciden con las de la primera muerte? —indagó el castaño.
—Sí señor. Hay dos coincidencias. Una pertenece a un grupo de gitanos nómades que recorren toda Europa y la otra, pertenece a una tribu india, que se caracteriza por sus rituales a la luna. —La oficial femenina concluyó su informe.
—Creo que hay algo que debo añadir a esto. —Georg tomó un gran respiro y miró al lobo, quien asintió, sabiendo de antemano lo que diría.
—Ya lo sabías, ¿no es así? —cuestionó el pelinegro—. Los dos lo sabían, por eso regresaron tan rápido. Sabían que era la tribu de Ixchel, Dios, ella estuvo en esta casa, estuvo con mis hijos, con mis bebés. —Bill entró en pánico y se puso de pie, pero fue detenido por los brazos de Tom, quien lo abrazó con cariño.
—No sabíamos nada de esto cuando salimos de aquí, cielo.
—Jamás te habríamos dejado con ella, de haber tenido alguna pista de esta verdad —agregó el castaño, triste por todo lo que había padecido Bill durante su leve ausencia.
—Lamento no haber sido eficiente con mi deber de proteger esta casa. —La oficial Tappe sonó muy triste, cosa que suavizó el enojo del pelinegro.
—Esto no es tu culpa Sonja.
—No es culpa de nadie, más que mía —dijo el lobo—, si hubiera recordado lo que pasó en la montaña, nada de esto habría pasado. Habría reconocido a la mujer y la habría alejado de mi familia.
—Pero eso tampoco es tu culpa, Tom. —El castaño apretó los puños, frustrado—. Esa mujer te drogó y casi te mata. Esas hierbas que usó para drogarte, habrían matado a cualquier persona normal.
La mujer presente arrugó el ceño—. Ella ya está acusada de homicidio en primer grado, así que no sacarás nada culpándote a ti mismo, Tom.
—Iniciaremos la labor de búsqueda desde esta noche. —Sentenció Georg con el rostro serio y poniéndose de pie, preguntó—. ¿Sabes cuándo llegará Gustav?
—Supongo que regresará apenas pueda, yo corrí hasta aquí y él tiene que cargar la carreta y todo lo demás —respondió Tom.
—Al menos estará bien. Enviaré a uno de mis agentes para custodiarlo en su regreso. —Terminó con una inclinación de cabeza y se retiró de allí, junto a la oficial Tappe.
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Tom relató a Bill todo lo que pasó desde que despertó ese día por la mañana. Vio las expresiones cambiar en el rostro del pelinegro, del asombro a la tristeza, pasando por la ira contra su fallecido padre, pero por sobre todo, estaba aliviado de tener de regreso a su Tom.
Cuando el aire fresco de la noche hizo temblar al menor de los Kaulitz, Tom cogió su mano y la besó.
—¿Vamos a la cama?
—Sí. —Levantándose, el pelinegro caminó lentamente hasta la habitación del primer piso que había preparado para él. La cama no era muy grande, pero era la excusa perfecta para abrazarse más a su lobo.
Se quitaron la ropa con calma, pero una vez se metieron bajo las mantas, las manos de Tom apretaron a Bill contra su pecho, sacándole un gemido de gusto.
Bill volteó y besó los labios de su amado, entrando a su boca de inmediato, donde la lengua ansiosa de Tom lo esperaba, listo para la acción. Sus brazos se aferraron a la espalda contraria con necesidad, mostrándose cuánto se habían extrañado en tan solo dos días.
El pelinegro gimió de gusto al sentir la erección del mayor, presionar contra su muslo e instintivamente abrió las piernas para hacerle lugar, justo donde lo quería, pegado a él. Tom no se hizo de rogar y se frotó contra su novio. ¡Oh, cómo lo amaba! Pero en esos momentos, la pasión se estaba mostrando abiertamente y el mayor recordó las palabras de su tío Tadeus, sobre la madurez lobuna. No quería lastimar a Bill tomándolo como un animal, así que se separó y se dedicó a besarlo lentamente, descendiendo por su pecho desnudo, bajando el pantaloncillo blanco que aún portaba.
—¡Aaahhh! —Casi gritó el pelinegro, cuando la lengua cálida del lobo bajó más allá de sus testículos, buscando su rosada entrada. Las manos del mayor alzaron las caderas de Bill, alzándolo en una posición un poco incómoda, pero que le permitía lamer hambrientamente ese lugar que solo estaba destinado a tenerlo a él como dueño.
Bill trató de acallar sus gemidos, aunque no había nadie más habitando en la primera planta, porque las sensaciones que estaba experimentando eran tan sublimes que sentía que si abría la boca, gritaría de placer y todo el mundo lo escucharía.
Tom por su parte, siguió lamiendo y preparando la pequeña entrada del pelinegro, mientras su mano masajeaba su propia y palpitante erección, para no lastimar demasiado a Bill en el momento de su unión. Pero al cabo de unos momentos, el menor era un flan ante sus ministraciones y si no entraba en él, se quedaría sin hacerlo.
Como si leyera sus pensamientos, Bill exclamó—. ¡Hazlo ahora, Tomi! No aguantaré mucho más.
Tom se recostó junto a Bill, pegando la espalda del más delgado a su pecho, sin dejar ningún espacio entre ellos, en una perfecta cuchara. Lentamente, tomó su miembro y lo guió hasta ese estrecho canal que lo esperaba listo y ansioso. El pelinegro relajó su cuerpo, sintiendo como sus paredes palpitaban de placer, se correría muy pronto y Tom ni siquiera había comenzado a embestirlo.
—Te amo tanto, Bill —susurró el mayor a su lado, dejando un tierno beso en su cuello, cuando su carne entró del todo en el cuerpo del menor.
—Oh, mi dulce lobo, te amo como no tienes idea —susurró de vuelta el pelinegro, llevando una mano hacia atrás, tocando la cadera de Tom, para incitar el movimiento.
El mayor abrazó a Bill por la cintura y comenzó a mover sus caderas, entrando y saliendo del cálido túnel del más delgado, gimiendo contra su oído, feliz de escuchar los mismos jadeos de placer por parte de su pareja.
La posición era tan íntima y tranquila, que les hacía sentir que por fin estaban juntos, para Tom esta sensación de calma era la confirmación de que “estaba en casa”. Por la preparación previa, ambos cuerpos estaban en su límite y cuando el mayor encontró el centro del placer de Bill, embistió con fuerzas, para liberar el orgasmo de ambos.
—Quédate un segundo más, por favor. —Pidió el pelinegro, manteniendo la mano en la cadera de Tom, quería permanecer en esa pose para siempre, siendo uno, estando conectados física y emocionalmente con el otro, solo faltaba que compartieran la misma sangre, para ser realmente un mismo ser.
—Te amo, Bill. Para siempre.
—Lo sé… te siento…
& Continuará &
Sí, un momento de calma, pero la escritora es tan mala, que no quiere que las cosas sigan así. ¿Qué resultados traerá la búsqueda policial de Ixchel y su pueblo? ¿Lograrán atraparla? ¿Y si lo hacen, será la mujer capaz de acusar a Tom de ser un hombre lobo? No se pierdan los últimos capítulos.