Perfect Love 2: The devil Inside (By MizukyChan)
Capítulo 2
El pelinegro jadeaba sonoramente, mientras el trenzado embestía su cuerpo rápidamente, buscando el tan anhelado orgasmo. El calor de sus pieles, había aumentado la temperatura de toda la habitación. La cama sonaba al compás del insistente movimiento, hasta que un grito del menor tronó por todo el lugar
—¡Aaahhh! —La blanquecina semilla bañó su vientre, mientras Tom no dejaba de estimular su zona especial, con cada nueva estocada.
El pelinegro estaba agotado y extremadamente sensible, pero su novio, no parecía querer terminar. Su respiración entrecortada, apenas era suficiente para llenar sus pulmones de aire y los estertores del orgasmo lo hacían temblar. Apretó los puños, rogando que el trenzado terminara pronto.
—¿Estás bien? —preguntó el mayor, con la voz agitada por el cansancio.
Bill no contestó, preocupando a su pareja, quien se detuvo y salió lentamente de su cuerpo, con la erección todavía palpitante, entre sus piernas.
—¿Bill? —Insistió, acercándose a su rostro, dejando un suave beso en la comisura de sus labios—. ¿Te hice daño?
El pelinegro no quería contestar afirmativamente, porque había disfrutado el sexo, pero físicamente se sentía muy debilitado, así que optó por mantener los ojos cerrados.
Tom se sintió culpable, no era la primera vez que ocurría, últimamente su cuerpo sólo deseaba sexo, y su amado Bill lo atendía lo mejor que podía, pero el menor era más delgado y no aguantaba el ritmo bestial que Tom estaba tomando. Se recostó al lado de su pequeño y lo envolvió en un abrazo tierno y cálido, para luego repartir besos de mariposa por su cuello, logrando sacarle una sonrisa.
—Lo siento Tomi.
—Debes frenarme, cielo —Sugirió el trenzado—. Debes decirme cuando me esté portando como un animal.
—No digas eso, Tom —Regañó el moreno—. Sabes que odio cuando te refieres a ti mismo como un animal. No me gusta —Volteó en el abrazo para ver de frente a su novio—. No vuelvas a decirlo.
—Bill, amor mío —Le dio un beso tierno sobre los labios—. No quiero lastimarte de esta forma.
—No me has lastimado, me corrí…
—Bill… —Lo cortó—. Sabes a lo que me refiero. No quiero lastimarte.
El mayor, bajó una de sus manos, hasta el trasero de su pareja, rozando la entrada, para mojarse con la humedad que había allí. La sacó de entre las mantas y la llevó cerca de sus ojos, viendo el rastro rojizo.
—Dios mío —murmuró y salió de la cama.
Bill sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas, pero no dijo nada, sólo observó en silencio, como su novio cogía una vasija y vertía agua en otra fuente, para humedecer una toalla y regresar hasta él.
—Voltea —Le pidió con la voz temblorosa y con su miembro ahora flácido.
El pelinegro giró en la cama, sintiendo como Tom bajaba las mantas hasta dejarlo completamente desnudo. Luego la prenda mojada limpió sus partes íntimas, con suaves movimientos. Su entrada escocía, pero el dolor más grande no era ese, sino sentirse vulnerable, sentir que no había sido suficiente para satisfacer a su lobo. Había estado reprimiendo el llanto, pero las lágrimas descendían sin control por su rostro, hasta que un sollozo se oyó, pero ese llanto no era suyo.
—¿Tomi? —Giró su cuerpo y vio como su amado lloraba como un niño. Se sentó en la cama y lo abrazó.
—Lo siento tanto, Bill —balbuceó entre hipidos—. Te lastimé demasiado.
—Tomi… —Bill lloró junto a él. Ambos abrazados, desconociendo este súbito cambio que estaba sufriendo el mayor.
Después de acabar el llanto, y suspirar hondamente, la pareja se metió a la cama y se cubrió con las mantas. Aún abrazados, el menor susurró.
—Quizás sea por la luna llena, Tomi.
—Nunca antes me había vuelto tan violento, mucho menos contigo —admitió el trenzado.
—No eres violento, Tomi —Lo defendió su pareja—. No gritas, no discutes, no peleas.
—Pero te hice sangrar, Bill. Eso es… horrible —Desvió la mirada, se sentía culpable de haber lastimado a su amante de esa forma tan salvaje.
—Pero nunca antes había ocurrido, Tom —El pelinegro tomó la barbilla del otro, para que se vieran a la cara—. Tal vez es sólo el cambio de luna, lo que te tiene tan apasionado.
—No creo que sea sólo pasión, Bill —El trenzado se sonrojó al confesar—. Últimamente estoy hambriento de sexo, cada vez que te veo, quiero poseerte.
—Oh… —El menor se sonrojó, eso ya lo había notado y experimentado, cada vez que era llevado a la habitación cuando regresaba del hospital. Sin embargo sonrió y agregó—. Mientras sólo desees poseerme a mí.
Tom rió antes su ocurrencia, por supuesto que sólo lo deseaba a él. Lo abrazó y besó sus labios suavemente.
—Te amo, ¿lo sabes? —Bill asintió—. Bien, porque sólo te amo a ti, y no deseo a nadie más que a ti.
—En dos lunas habrá plenilunio —comentó el pelinegro, después de un momento—. Tal vez será mejor que no salgas a correr.
—Al contrario, cielo —Tom se separó para verle a los ojos—. Planeo correr a la montaña norte mañana por la noche y regresar después del cenit de la luna llena.
—Iré contigo —afirmó el moreno.
—No, Bill —Pidió casi suplicante el mayor—. Si llego a enloquecer, no quiero que estés cerca.
—Pero si estás solo y enloqueces, podrías hacer algo terrible —alegó el otro.
—Es por ese motivo que escogí la montaña norte. Allá sólo hay bosques, no hay aldeas ni poblados. No hay personas a quienes lastimar —Se defendió el de trenzas.
—Tengo miedo, Tomi. Nunca antes nos hemos separado.
—Lo sé. Y créeme que no quiero hacerlo —Le dio un beso fugaz—. Pero no podría perdonarme si te llego a lastimar, Bill.
—Comprendo.
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Al día siguiente, como fue acordado, Tom salió de noche en su forma lobuna. Bill lo observó partir desde la puerta de su mansión y se quedó allí hasta que el dueño de su corazón, se perdió de vista. El frío había entumecido sus extremidades, pero el joven Kaulitz se negaba a dejar su puesto, tenía un mal presentimiento.
—Joven amo —habló una voz femenina detrás del chico.
—Amanda… —susurró el aludido—, no me llames amo, sabes que eres como mi madre —Lentamente giró el rostro para ver a la mujer.
—El joven Tom volverá —afirmó ella con una sonrisa.
—Lo sé —Trató de sonreír, pero sus músculos faciales estaban rígidos tanto por el frío, como por el nerviosismo que sentía.
—Vuelva a la cama.
—No quiero estar solo en esa cama tan grande —dijo le pelinegro, oyendo como su voz temblaba.
—Entonces duerma con su hijo —Sugirió Amanda, la verdadera abuela del pequeño Adam—. El niño lo mantendrá en este mundo, joven Bill. No me gusta verlo como si estuviera muerto —Suspiró—. El joven Tom volverá y me regañará si ve que no los cuidé lo suficiente.
Esta vez el pelinegro sí sonrió de verdad—. Tom nunca te regaña, Amanda.
Y con esa sensación de que ahora tenía una familia que sí se preocupaba por él, Bill se dirigió hacia el cuarto de su hijo adoptivo.
&
Gustav entró a la sala de laboratorio con una taza de café humeante y la depositó junto a su compañero de trabajo.
—Bebe eso, Bill, o acabarás dormido en la sala de autopsias —Bromeó el hombre.
—¿Has tenido noticias de Tom? —indagó el doctor Hans, palmeando el hombro del pelinegro.
Bill les había contado que su “hermano” viajaría fuera del pueblo para buscar unas hierbas. Pero los dos hombres, ya sabían de la misteriosa transformación del trenzado en esas fases lunares, así como también sabían que el parentesco de los Kaulitz era una mera pantalla, y que ellos en realidad eran pareja.
—No… —respondió el chico y su voz se quebró—. Tengo miedo de que le pasara algo —su llanto afectó a sus colegas y el mayor preguntó.
—¿Cuánto tiempo lleva fuera?
—Este es el quinto día. Se supone que sólo estaría dos noches fuera —explicó el joven.
Gustav arrugó el ceño—. Iré a hablar con John, le pediré que nos acompañe. Esta tarde saldremos a buscarlo. Sus caballos son más fuertes y él es un buen guía.
—Buena idea —comentó el doctor Hans—. Tom nunca se ausenta tanto tiempo sin avisar.
—Gracias —susurró el joven Kaulitz.
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Después de la hora del almuerzo, el doctor Hans quedó a cargo de las emergencias del hospital. Mientras que Gustav, Georg, John y Bill, se disponían a partir en la búsqueda del trenzado.
—Pasaremos por la mansión Kaulitz a avisar a Amanda —advirtió John al policía, quien al escuchar la plática de Gus con el herrero, decidió unirse a la partida.
Cuando el galope de caballos se sintió en las afueras de la vivienda, algunos sirvientes corrieron a la entrada.
—Amo Bill, amo Bill. El señor Tom ha regresado —anunció el jardinero. Un hombre anciano que solía ser un vagabundo, y que fue acogido en la mansión por el corazón bondadoso del pelinegro.
—¡¿Qué?! —Bill casi cae del caballo, al tratar de desmontar rápidamente.
—¡Cuidado! —Gritó el rubio, bajando casi tan rápido como él.
El pelinegro corrió hasta la puerta y vio en el sofá a su amado, con el rostro sudado y sucio. Vestía sólo una bata, pues había llegado unos instantes atrás, y en su estado lobuno, no usaba ropa.
—¡Tom! —Gritó, alertando al otro, quien se puso de pie y corrió a abrazar a su moreno, pero antes de llegar a tocarlo, recibió una sonora bofetada.
—También te amo, cielo —Sonrió el trenzado, con sus cabellos desordenados.
—¡Estaba histérico! —Gruñó el menor—. ¡Eran sólo dos días, Tom! —Bill se dio una vuelta y comenzó a pasear de un lugar a otro de la sala—. No sabes el miedo que tuve. Pensé en los peores escenarios posibles, Tom. ¡Eres un tonto! ¡No te atrevas a volver a hacerme esto!
—¿Bill? —Aunque su voz sonó suave, su novio lo escuchó perfectamente y se volvió a mirarlo—. ¿Dame un abrazo? —El pelinegro casi corrió y se arrojó a los brazos de su amado, apretándolo contra sí, como si quisiera fundirse con él, de esa manera.
—¿Y dónde estuviste? —preguntó el Sheriff Listing, quien no conocía todos los detalles de la desaparición del mayor de los Kaulitz.
—Fui a la montaña norte —respondió el trenzado—, y estuve allí, hasta hoy. O al menos eso creo.
—¿A qué te refieres? —indagó el pelinegro, asustado.
—Recuerdo perfectamente haber llegado allá —relató el chico y luego arrugó el ceño al ver a sus visitantes.
—Fuiste por la luna llena —afirmó Gustav. Después de todo, los presentes conocían la verdad sobre Tom.
—Sí —El trenzado se pasó la mano por la cabeza y soltó un suspiro—. Recuerdo la luna llena, recuerdo el cenit —Tom empuñó las manos—. Y luego estaba en camino hacia acá.
—Pero eso fue hace tres noches, en el plenilunio —Gruñó Bill.
—Cuando llegué aquí, Adam me preguntó por qué había tardado tanto —explicó el trenzado—, así que le pregunté a Amanda y ella me dijo que habían pasado cinco días.
—¿No lo recuerdas? —cuestionó el rubio, a lo que Tom negó con la cabeza—. Déjame examinarte —El chico cogió su pequeño bolso médico y acercó una luz a los ojos del lobo—. No pareces tener ningún tipo de traumatismo. Las pupilas están bien.
—¿Comiste hierbas? —indagó el pelinegro—. Pudiste haber consumido algún tipo de hongo alucinógeno y por eso perdiste temporalmente la memoria —Conjeturó el menor.
—La verdad es que no lo recuerdo —respondió el trenzado—. Sólo recuerdo cómo llegué hasta allá y luego cómo regresé. No sé qué hice durante los días en que estuve perdido en los bosques de las montañas.
El sheriff arrugó el ceño. Como todos los moradores del pueblo, él sabía las leyendas de los hombres lobo, y que podrían convertir a otros, si los lastimaban y dejaban su veneno en ellos. Tener a un licántropo salvaje no era buena idea, así que decidió tomar el asunto en sus propias manos.
—¿Dónde exactamente fuiste, Tom? —Volvió a preguntar el castaño.
—A los bosques de la montaña norte —contestó el chico.
—Iré con un par de guardias a investigar —Arrugó el ceño concentrándose en recordar algo—. No hay poblados por allá.
—No señor —agregó el chico—, por eso escogí ese lugar en especial.
—Bien. De todos modos, investigaré, así nos quedamos todos tranquilos.
—Gracias Sheriff —habló el pelinegro.
—Luces cansado Tom —comentó John—. Mejor descansa.
—Es cierto —dijo el rubio—. Nosotros nos retiramos.
Cuando se quedaron a solas, Bill abrazó a su lobo y hundió su cara en el cuello del otro, para luego retirarse.
—Mejor te das un baño —comentó arrugando la nariz, cosa que hizo reír a Tom—. Le diré a Amanda que me ayude a calentar el agua.
Tom quiso ponerse de pie, pero sintió como si su cuerpo pesara una tonelada, así que desistió. El pequeño Adam entró justo para ver el esfuerzo que hacía su padre por levantarse.
—Papi Towi —El niño caminó lentamente hasta el sofá—. ¿Estás bem? —preguntó juntando sus cejas, en forma preocupada.
—Si mi vida —contestó con una sonrisa—. Ven acá —Palmeó el sillón a su lado y el niño corrió y se estiró tratando de subir, infructuosamente, hasta que su padre lo ayudó a cumplir su objetivo—. ¿Cómo estás tú?
El pequeñín señaló su pecho y sonrió—. Yo bem. Yo cuida papi Bibi.
—Excelente bebé —Tom abrazó a su hijo y le revolvió el cabello.
—Papi Bibi tiste cuando papi Towi no está en casa —contó el niño—. Ahora papi Bibi ríe ota vez, porque papi Towi volvió —El mayor sintió que su pecho dolió.
Nunca se había separado de Bill, nunca desde que llegaron a Berlín y ahora que lo había hecho, algo había ocurrido, algo que no podía recordar y que lo atormentaba.
& Continuará &
¿Qué pasó en esos días que Tom no recuerda? Lo sabremos a medida que avance el fic
Los nombres Towi y Bibi, me los robé jajajaja. Es cierto, los he visto en otras parte, incluso hay un video donde Tom le dice a Bill, Bibi. Y es que esos nombres suenan adorables dichos por un niño, ¿no les parece?
Bueno, espero les haya gustado, de ahora en adelante comienza la verdadera historia.