Perfect Love 2: The devil Inside (By MizukyChan)
Capítulo 3
Bill gruñó al dar un sorbo a su café, que ya estaba frío. Gustav a su lado bufó y le dio una palmada en la espalda al moreno.
—Pensé que ahora que Tom estaba de vuelta, podrías dormir mejor, pero veo que le diste la bienvenida durante toda la noche —Bromeó el rubio.
El aludido le dio una mirada de pocos amigos y contestó—. ¡Estás loco! Ojalá hubiera sido eso.
—Cof, cof —El doctor Hans carraspeó, porque pese a conocer el tipo de relación que mantenían los Kaulitz, no era normal para la época hablar tan abiertamente de temas con tintes sexuales, y mucho menos que fueran homosexuales.
—Me estás avergonzando, Gus —Lo regañó el pelinegro.
—Ya en serio —continuó el rubio—. ¿Por qué te desvelaste? ¿Le pasó algo al pequeño Adam? —Ambos médicos sabían que Bill se desvivía por su hijo adoptivo.
—No —Suspiró—. Fue Tom quien estuvo mal anoche.
—¿Qué le ocurrió? —El doctor más viejo, se levantó de su escritorio por la preocupación. Tom por su naturaleza lobuna, casi nunca enfermaba, y si algo le llegaba a ocurrir, sanaba rápidamente en una forma sólo característica por su condición de licántropo.
—Es extraño —Bill miró al doctor Hans y alzó los hombros—. No sé con certeza qué pasó.
—Explícate, Bill —Pidió el anciano.
—Tenía los síntomas de alguien que está con fiebre alta, pero ningún aparato mostraba una temperatura anormal —explicó el pelinegro—. Incluso apliqué compresas frías en su frente, para tratar de aliviarlo, pero nada sucedía —Se llevó la mano a la barbilla y en apenas un susurro, dijo—. Creo que fue envenenado.
Los otros hombres abrieron los ojos. Nadie del pueblo que conociera a los Kaulitz, se atrevería a hacer algo así con ninguno de ellos. Pero también estaba la posibilidad de que algún desconocido lo hubiera intentado, mientras el lobo estuvo en las montañas.
—Creo que fue por ingesta, porque revisé su cuerpo anoche, buscando algún tipo de marca de punción —Siguió relatando el pelinegro.
—A no ser que la marca haya desaparecido —comentó Gustav, meditando sus palabras.
—Puede ser… —El doctor mayor estuvo de acuerdo con el rubio—. Su cuerpo no alberga cicatrices.
—Mmm —Bill asintió—. De todos modos, creo que él consumió algún tipo de droga y que ahora su cuerpo está mostrando sus efectos. Además… —Se mordió el labio inferior—. Todavía no recupera la memoria de esos días.
—Dime Bill —habló el mayor—, ha olvidado alguna otra cosa.
—No, doctor Hans —contestó el chico—. Le hice preguntas anoche, para tratar de averiguar qué había ocurrido, pero no hay rastro de olvido. Incluso recordó cosas de su niñez.
—Es muy extraño.
&
Bill y Tom se abrazaron después de hacer el amor, por segunda vez aquella noche. Habían pasado dos semanas completas desde el regreso del trenzado y todo había vuelto a la normalidad. Tom ya no tenía malestares físicos, su cuerpo había sanado del todo. Y lo mejor, según la pareja, es que su vida sexual había vuelto a ser la misma; nada de salvajismo, pasión constante, pero siempre unida a los bellos sentimientos que se profesaban. Tom seguía presentando mayor aguante que el pelinegro, pero sus embestidas, no habían vuelto a desgarrar el canal íntimo del menor.
—Te amo, precioso —susurró el mayor, en el oído del pelinegro, quien sonrió de la emoción.
—Y yo te amo a ti, mi lobo.
Entre caricias y abrazos el pelinegro miró a su novio y arrugando el ceño, preguntó.
—¿No has podido recordar aún? —Tom juntó sus cejas e hizo un puchero.
—Nop, lo siento.
—Ni lo digas, mi vida. Tuve tanto miedo esos días.
—Cuando lo más probable es que me haya comido esos hogos alucinógenos y me haya olvidado de todo —Abrazó más fuerte al menor—. Lo siento, amor. No fue mi intensión hacerte sufrir.
—Lo sé. Sólo fue culpa de tu estómago —Ambos rieron y se volvieron a abrazar.
& 8 meses después &
En medio de la noche, Tom saltó de la cama, asustado por los gritos procedentes del exterior. Se puso los pantalones con rapidez y bajó corriendo las escaleras.
—Señor, busco al doctor Kaulitz —Pidió un joven con los ojos llenos de lágrimas—. Mi hermana se muere.
—¿Qué le ocurre? —preguntó el pelinegro, ubicándose junto a Tom en la puerta.
—Va a tener un hijo y está perdiendo mucha sangre.
Con esa explicación, Bill corrió por su maletín médico, mientras Tom iba a ensillar los caballos. En un trabajo de equipo, los tres estuvieron rápidamente en la casa del joven.
—Es por aquí —Señaló el chico, llevándolos casi a ciegas, hasta el establo de la familia.
Los Kaulitz se dieron una mirada de duda. ¿Por qué una mujer embarazada estaría en el establo? Aún no llegaban a la puerta, cuando escucharon los gritos desgarradores de la chica. Bill corrió el resto del trayecto y abrió la puerta, quedándose helado ante lo que vio.
Una joven de no más de 18 años, estaba en una cama construida a base del heno de los animales, sin duda no era una cama provisional, la mujer había estado viviendo en esas precarias condiciones por mucho tiempo.
—¡Déjala morir! —Gruñó un hombre a su lado. El padre sin duda.
Ante esa declaración, todo quedó claro en la mente de los Kaulitz, la chica había quedado encinta, sin estar casada, por lo cual, era una desgracia para la familia, una deshonra, y para cubrir su pecado, la habían ocultado como a un animal más, en el establo. Bill apretó los puños por la ira contenida.
—¡Déjenme trabajar! —Mandó el pelinegro, acercándose hasta la mujer que trataba inútilmente de aguantar el dolor—. Necesito agua caliente y toallas limpias. ¡Ahora! —Ordenó y Tom corrió junto al hermano de la chica, en busca de lo requerido.
—Gra, gra —La mujer quería decir algo, pero Bill no la dejó, sólo sonrió y dijo.
—Te sacaré de esta —Y le guiñó un ojo.
Recordó a la doncella Juliet, hija de Amanda, cuando quedó embarazada por una violación. Y como ese pequeño retoño sin culpa, se había vuelto su hijo.
—¡Es una lujuriosa! —Gruñó otra vez el hombre.
—Si no va a ayudar, váyase de aquí —Pidió el doctor.
Furioso por el comentario, el hombre salió de allí.
Los minutos pasaron y el parto por fin acabó. El bebé era bastante grande y muy sano. La chica tenía el rostro sudoroso, por el esfuerzo, pero aparte de eso, todo parecía estar bien.
Antes de regresar a la mansión, Bill cogió a la madre de la chica y le preguntó.
—¿Qué harán ahora, señora? —La mujer se alzó de hombros.
—Mi esposo no la puede casar con un bastardo a cuestas —explicó la mujer—. Pero si se queda aquí, él la humillará por el resto de su vida.
Bill se debatía en su corazón, quería decirle que se la llevaría a su casa, que ellos cuidarían a la chica y al niño, pero antes de tomar una decisión tan importante, debía consultarlo con su pareja. Así que sólo se limitó a asentir.
—Volveré mañana a limpiar sus heridas —Avisó y se retiró de allí.
&
Al llegar a casa, el pelinegro discutió su idea con Tom, quien asintió.
—Se quedará y trabajará como una doncella, ayudará a Amanda y así podrán cuidar a los dos niños —El trenzado resumió su plática—. Me parece buena idea.
—Mañana le preguntaré a su padre. Después de todo, él es el patriarca de la familia, no puedo hacer nada sin su consentimiento, de lo contrario sería como un secuestro —Bill suspiró—. Estoy agotado.
—Descansa, amor mío. Aún quedan unas horas para el amanecer.
&
A la mañana siguiente, Bill llegó al hospital se encontró con el médico más viejo.
—Buenos días, doctor Hans. ¿Por qué tan temprano? —indagó. No era desconocido, que ahora que estaban Bill y Gustav para ayudarle, el anciano prefería llegar más tarde y desayunar con su esposa en casa.
—Estoy preocupado, Bill.
—¿Por qué razón? —El joven pelinegro se terminó de poner la bata blanca y se acercó al hombre mayor.
—Estamos en una fecha complicada —Al ver la mirada de incredulidad del pelinegro, el médico prosiguió—. Hace un par de meses, la familia Hallagan me pidió que revisara a su hija, y resultó que la doncella estaba embarazada. En estos días se cumple la fecha de su alumbramiento.
—Los Hallagan —Bill repitió el nombre y abrió grandemente los ojos, asociando la nueva información—. ¿Son los que viven casi a la entrada del pueblo? ¿Los que tienen un gran establo?
El anciano se sorprendió y asintió.
—¿Cómo lo sabes?
—Anoche llegó un joven a la puerta de mi casa, pidiendo ayuda porque su hermana se moría —explicó el pelinegro.
—¿Por qué te habrán llamado a ti y no a mí? —El hombre, se pasó la mano por su cabeza cana—. Se suponía que era un secreto.
—Creo doctor, que el padre de la chica no tenía intensiones de que ella sobreviviera al parto —dijo con rostro sombrío—. Cuando llegué a ayudarla, oí claramente como él decía a su esposa que la dejara morir.
—Por eso estaba preocupado, Bill. Cuando les di la noticia aquella vez… fue terrible —El hombre miró hacia la ventana, con pesar—. No volví a saber de ellos, en todos estos meses.
—La tenían viviendo en el establo, como los animales — Bill vomitó las palabras, con enojo—. ¿Hasta cuando seguirán ocurriendo estás cosas, doctor? El mundo está cambiando.
—No lo sé, Bill. No todos tienen la mente liberal que tienen tú y Tom —respondió, refiriéndose claramente a su condición de pareja homosexual.
—Hablando de eso —El joven cambió el tema—. Tom y yo queremos llevarnos a la chica, para que viva en la mansión. ¿Cree que el padre lo permita? Será como una empleada de la casa.
—Eso espero, por el bien de la chica y el bebé, eso espero.
&
La mañana transcurrió sin novedad, hasta que el doctor Hans fue llamado a asistir a un parto, de un matrimonio joven.
—Que tenga suerte —Lo despidieron los médicos más jóvenes.
—Será mejor que yo también vaya saliendo —anunció el pelinegro.
—¿Dónde irás? —cuestionó su compañero rubio.
—A revisar a una joven que atendí anoche.
—¿Quieres que te acompañe? —Ofreció el mayor.
—Prefiero que te quedes aquí, no me gusta que el hospital quede desatendido.
—Bien, Bill. Suerte.
&
El pelinegro cabalgó hasta llegar a la casa de los Hallagan, al no ver a nadie en la entrada, simplemente hizo su camino hasta el establo, donde nuevamente sintió que su sangre se congelaba.
—¡Qué demonios! —exclamó al ver que el padre, sostenía a su esposa, para impedir que ayudara a su ensangrentada hija—. ¡¿Qué le han hecho?!
Bill corrió hasta la chica y verificó que la joven presentaba una hemorragia excesiva, junto a unos estertores que la hacían temblar violentamente.
—¿Qué te sucede, pequeña? —preguntó suavemente, mientras comprobaba su temperatura.
—Me en… envenenó —confesó la mujer y giró hacia un lado, para vomitar bilis mezclada con sangre.
—¡Saque a ese hombre de aquí! —Gritó Bill a todo pulmón, o se lanzaría él mismo a golpear al tipo, quien le recordaba a su cruel padre.
La mujer entre llanto y súplicas, logró sacar a su esposo del establo.
—No importa —comentó la joven—. Ya nada importa —Sonrió con la mirada perdida.
—No digas eso —agregó Bill, mientras rápidamente procedía a limpiar la zona ensangrentada, entre las piernas de la mujer.
—Al menos moriré sin arrepentirme de haberme entregado a él —La voz de la chica, sonaba débil producto de la pérdida de sangre. Parecía que en cualquier momento caería en la inconsciencia—. Era tan fuerte, tan guapo.
—¿De quién hablas? —indagó Bill, sin estar realmente interesado, lo hacía para mantener despierta a la joven—. ¿Del padre de tu hijo?
—Él no es de este mundo —susurró ella, llamando la atención del pelinegro—. Él es un ser de los bosques —La piel del moreno se erizó, pero no dejó de limpiar la herida del reciente parto—. Me amó como un animal salvaje y yo lo dejé totalmente satisfecho.
Sólo entonces Bill se quedó quiero y miró a la chica con cautela—. ¿Quién era?
—No sé su nombre, no sé si en verdad tiene un nombre —Sus ojos se cerraban.
—Debes recordar —Pidió casi, gritando—. ¿Quién era él? ¿Qué era él?
—Un… lo… bo —Sus ojos se cerraron y simplemente, dejó de respirar.
Bill quedó tan pálido como la mujer muerta frente a él. Sus manos temblorosas, arrojaron las telas ensangrentadas. Trató de quitarse la sangre de esa chica, limpiándose en sus pantalones oscuros, mientras luchaba por no hiperventilar.
Se quedó arrodillado en el sucio piso del establo, mirando el cadáver, recordando sus últimas palabras: “un lobo”. Sí, exactamente esos fueron sus últimos recuerdos, el lobo que la poseyó y al que logró dejar satisfecho.
Con una desesperación ilógica, comenzó contar en forma regresiva, nueve meses hacia atrás y…
—Tom… —susurró.
& Continuará &
¿Acaso fue Tom quién poseyó a esa mujer y la embarazó? ¿O habrán sido, sólo las alucinaciones de alguien próximo a la muerte? No te pierdas el siguiente capítulo.