Perfect Love 2: The devil Inside (By MizukyChan)
Capítulo 4
Gustav casi saltó de su asiento al ver tambalearse a su compañero pelinegro.
—Dios, Bill —Lo cogió por la cintura y pasó el delgado brazo por su cuello, para sostenerlo mejor—. ¿Qué te ocurrió?
—Murió… —susurró como respuesta.
—¿Pero que te ha ocurrido a ti? —El rubio sabía que a lo largo de sus años practicando la medicina, Bill ya había visto morir a otras personas, por tanto esa no era la razón de su deplorable estado—. ¿Te atacaron?
—No… —contestó, sintiéndose muy pesado. Afortunadamente, Gustav ya lo había sentado en un gran sofá, y simplemente se hundió en él.
—Te traeré algo —El otro médico fue en busca de un vaso con agua y se lo entregó a su colega—. Toma, bebe esto.
El menor cogió el vaso y lo miró con ojos vacíos. En forma automática, lo bebió y cerró los ojos, abriéndolos de golpe al oír el llanto de un bebé.
—Doctor Kaulitz —Esa voz se le hizo conocida y de inmediato, el aludido volteó el rostro para ver al recién llegado.
—¿Tú? —Era el joven hermano de la doncella a la que había visto morir.
—Llegué a casa cuando usted se fue y vi a mi hermana muerta —explicó el chico—. Mi madre me contó lo que hizo papá —Alzó al bebé en sus brazos y agregó—. También quería matar al pequeño bastardo.
Gustav comenzó a atar cabos en su cabeza y comentó—. ¿Qué fue exactamente lo que hizo tu padre?
—Envenenó a mi hermana, porque deshonró a la familia —Soltó el chiquillo. Y ahora quiere matar al niño.
El rubio se acercó al chico y tomó al bebé—. Déjame revisar al niño —Lo llevó a la camilla y procedió a chequear sus estados—. Está bien. No presenta ningún rastro de ataque, ni señales de envenenamiento.
Bill sólo los veía moverse frente a sus ojos. Su mente se negaba a procesar más información que la última que oyó, la que lo dejó en ese estado: “un lobo”, fue lo que esa doncella había dicho, un lobo la sedujo, un lobo era el padre de ese bebé que lloraba frente a él.
Un lobo, SU lobo, había sido Tom y Tom no lo recordaba o fingía no recordarlo.
—¿Qué es ese alboroto? —preguntó el doctor Hans entrando a la consulta.
—Doctor —El jovencito inclinó la cabeza, como saludo al anciano—. Es el hijo de mi hermana muerta.
—¿Eh?
Entre Gustav y el chico, explicaron al doctor, todos los detalles de lo ocurrido. Hans miraba de soslayo al pelinegro, sin dirigirse a él, pero haciendo una nota mental de hacerlo más tarde.
Finalmente, el anciano dijo—. Creo que tengo la solución para este embrollo.
—¿Qué cosa? —cuestionó el rubio, meciendo al bebé, que ya había dejado de llorar.
—La mujer a la que fui a atender esta mañana, perdió a su hijo —Gus le dio una mirada de comprensión—. Pienso que es obra de la providencia que un matrimonio que pierde a un bebé, reciba a un hijo que acaba de perder a su madre.
—Estoy de acuerdo. ¿Y tú, Bill? —indagó Gustav, pero no recibió respuesta—. Supongo que también.
—Lo llevaré ahora —agregó el médico más viejo—. Esta criatura debe tener hambre.
—Hágalo, doctor Hans. Yo llevaré a Bill a su casa.
&
Gustav prefirió caminar, en lugar de usar los caballos, temía que su colega pelinegro, se desmayara en cualquier momento, así que sujetándolo por la cintura, siguió el camino hasta su propia casa, que estaba cerca del hospital.
—¿Dónde? —preguntó el moreno, sin conocer el lugar.
—Es mi casa —contestó, separándose apenas, para sacar sus llaves y abrir la puerta.
—¿Eh? —Bill seguía en las nubes, así que sin pensar en nada, procedió a entrar en aquella morada y se sentó en un cómodo sofá—. ¿Por qué?
—Eso debería preguntarte yo, Bill. ¿Por qué estás así? —El pelinegro recordó la escena vivida y sus ojos se anegaron.
—To… Tom —balbuceó y rompió en llanto.
—Bill —El rubio se acercó al chico, abrazándolo y luego le tendió un pañuelo de papel—. ¿Qué ha pasado? Esta mañana estabas bien, cambiaste cuando volviste de ver a la chica que falleció y estoy segura de que no era tu hermana ni algún familiar, como para asumir un luto que no te corresponde —Bill negó con la cabeza.
—Es Tom.
—Ahora estoy más perdido que antes. ¿Era pariente de Tom? —preguntó ingenuamente el mayor.
—Ella… —Hipó y se limpió la nariz—. Fueron amantes.
—¡¿Qué?! —Gustav abrió tanto los ojos, que tuvo que quitarse las gafas para limpiarse unas lagrimillas que asomaron—. Estás bromeando, ¿cierto?
—No —Sorbió su nariz—. Ese hijo, el bebé… es de Tom.
—¡Imposible! —exclamó el rubio—. Explícame, porque no entiendo nada. Yo he visto el amor que te tiene Tom, lo que me dices suena a locura.
—Esta mañana, cuando fui donde la chica, vi como agonizaba —Los ojos de Bill se quedaron fijos en el piso—. Ella dijo que no importaba, porque había disfrutado al estar con ese ser especial, que no era de este mundo —Gustav seguía atentamente sus palabras—. Ella dijo que ese ser… era un lobo.
—Dios… —susurró el mayor, y le tendió otro pañuelo a su colega—. Pero hay algo que no entiendo.
—¿Qué? Todo está claro. Si sacas las cuentas, esa mujer quedó en cinta, cuando Tom desapareció en los bosques de la montaña. Y da la casualidad que Tom “no recuerda” —puso un tono de total ironía—, lo que ocurrió en esos días.
—No es eso, Bill —El rubio negó con la cabeza, el pelinegro entonces fijó su atención en él—. Yo personalmente revisé al niño y no tenía ningún rasgo de licántropo —Bill abrió grandemente los ojos—. No te pongas así, Bill. Sé la verdad de Tom desde hace mucho tiempo y lo quiero tanto como te quiero a ti, hombre, como un hermano menor.
—Yo…
—Eso es lo que me incomoda. Las veces que he revisado a Tom, he notado la leve diferencia en sus pupilas, con las de un humano normal —Miró a su colega—. ¿No crees que esa chica, sólo dijo eso porque estaba alucinando? Recuerda que estaba envenenada. Tal vez, sólo fueron delirios de la fiebre.
—Yo… —El pelinegro estaba inseguro, sus hombros se alzaron ligeramente, sus cejas se unieron y lentamente hizo un puchero.
—Dios, Bill —El rubio se levantó y se arrodilló frente al menor y lo abrazó—. Has estado sufriendo por nada, durante todo el día.
—Lo siento —El aludido quiso reír, por lo tonto de la situación, pero el nudo en su garganta no lo dejaba.
—Te daré un buen consejo y algo más.
—Gus… —El rubio levantó la mano, interrumpiéndolo.
—El consejo es este: ve a casa y haz el amor con Tom —Las mejillas del pelinegro se tiñeron de rojo—. Y lo otro, es lo siguiente —Se puso de pie, caminó hasta un mueble y sacó de allí una botella oscura—. Toma esto, Bill —Le tendió el objeto—. Es ginebra —Alzó las cejas—. De muy buena reserva.
—Yo no bebo…
—Por eso. Beban esto juntos, bromeen, hablen y hagan el amor —Le palmeó el hombro y lo ayudó a ponerse de pie—. Ahora, ve a casa.
—Gracias, Gus.
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Bill llegó temprano a la mansión y calentó agua, para darse un baño y quitarse toda la suciedad y la sangre que llevaba encima. Amanda lo había visto llegar manchado en otras ocasiones, por los heridos que llegaban al hospital, así que no se preocupó mayormente.
—Papi Bibi —Gritó el pequeño Adam, corriendo por los jardines para abrazar a su padre.
—Bebé —Lo saludó el pelinegro, abriendo los brazos para recibirlo y elevarlo por los aires, en esos giros que tanto adoraba el pequeño de cabello claro—. ¿Cómo te has portado hoy? —preguntó como un amoroso padre—. ¿No has hecho enfadar a la abuela Amanda?
—No —Movió negativamente su cabecita, meciendo los pequeños rizos que se formaban, ahora que su cabello comenzaba a crecer—. Amanda está muy viejita, no puede jugar conmigo. Quiero a alguien con quien jugar.
—Puedes jugar con papi Tom y conmigo —respondió el mayor.
—Papi Towi está cansado del trabajo y tú también —Hizo un puchero, imitando los de su padre pelinegro.
—Oh, bebé. Sólo debes decirnos, nos encanta jugar contigo.
—Pero ustedes trabajan mucho. No hay niños cerca de la mansión.
Bill abrazó cariñosamente a su hijo y suspiró. El pequeño tenía razón, no había niños cerca de la mansión, nadie con quien jugar. Sintió pena por él, porque quería darle lo mejor del mundo y se había olvidado de lo primordial, su vida social.
—¿Qué tal si jugamos ahora, los dos? —Ofreció el moreno a lo que su hijo asintió frenéticamente.
—Sí —Gritó y salió corriendo—. ¡A que no me pillas!
—Claro que lo haré —Bill fingió indignación y corrió lentamente tras Adam, pretendiendo pasar muchos problemas para atraparlo.
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Más avanzada la tarde, Tom regresó a casa, después del trabajo. Bill estaba en la entrada, peinando el cabello de su hijo y se quedó sin aire al ver a su amante galopar hacia la mansión. Sus trenzas siempre le hacían lucir ordenado, pero el brillo en su frente, le indicaron a Bill que su lobo estaba cansado. Los músculos de sus brazos, incluso cubiertos por las telas, se podían apreciar, tensándose cada vez que él apretaba las riendas. Aquel balanceo de su cuerpo sobre el animal, excitaron al pelinegro, al pensar que ese hombre podría montarlo a él con la misma facilidad. Tragó duro y salió de su trance, sólo cuando el pequeño Adam gritó.
—¡Papi Towi! —Y escurriéndose de los brazos del pelinegro, el niño corrió al encuentro de su otro padre.
—¡Hey! —Gritó de vuelta el trenzado, saltando del caballo para abrazar a su hijo.
—Papi Bibi ha jugado conmigo —anunció feliz el infante.
Sus palabras parecieron sorprender a su padre, quien le miró y preguntó—. ¿Papi Bibi está aquí?
—Sí. Allá —Alzó su manita, señalando al pelinegro, quien sonreía feliz a sus dos amores.
Tom alzó a Adam en sus brazos y caminó hasta su pareja, dándole un semi abrazo.
—Towi —Bromeó Bill—. Hueles muy mal.
—Es cierto papi Bibi —Su hijo le ayudó con la broma—. Papi Towi, huele mal —Y arrugó la nariz, imitando al pelinegro.
—Es el aroma del trabajo —Continuó con el juego, el mayor.
—No, es el aroma de la tierra —comentó el pequeño.
—Con que la tierra, eh —Usando su fuerza lobuna. Tom cogió a Bill por la cintura y lo cargó en su hombro, cual saco de patatas. Y entre gritos y chillidos de los dos hombres en sus brazos, Tom caminó hasta el lugar más lodoso del jardín y bajó con ellos, arrojándose al barro, e iniciando una batalla sucia, con sus dos amores.
Gritos y más gritos, llamaron la atención de los miembros de la servidumbre y fue así como el jardinero, Amanda y dos viejitos más, llegaron a reír ante los juegos de sus jóvenes amos.
La mujer aplaudía y se burlaba de Tom, quien fingía ser débil y se dejaba sumergir en el lodo por su hijo. Bill sólo quería escapar de la suciedad, pero cada vez que lo intentaba, era agarrado por un tobillo y de vuelta al lodazal.
Finalmente, un estornudo del niño, detuvo toda la diversión. Bill se preocupó de inmediato y pidió a Amanda calentar agua, para limpiar a su hijo y de esa forma, evitar un resfriado.
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Cuando ya todos estuvieron aseados, cenaron junto a Amanda. La mujer relató los chismes del pueblo que trajeron los mercaderes por la mañana. El pequeño Adam devoró su plato, feliz por toda la atención que había recibido esa tarde. Sus padres lo amaban, pero era cierto que ambos trabajaban y regresaban tarde, jugando sólo un rato con él.
Esa noche, Bill contó a su lobo lo que sucedía con su hijo.
—Entonces, si la doncella se viene a vivir aquí, su hijo será como un hermano para Adam —comentó el trenzado, quitándose la ropa para meterse a la cama.
El pelinegro se tensó con ese comentario y agregó—. Me temo que nuestra idea no podrá ser, Tom.
—El padre no autorizó a la chiquilla a venir a trabajar aquí —afirmó el mayor, cubriéndose hasta la cintura con las mantas. Pero al ver la expresión extraña en su pareja, preguntó—. ¿Fue eso, o algo más?
Bill apretó el ceño y miró fijamente a Tom, quien correspondió su mirada sin ninguna duda. La mente del menor gritaba dentro de su cabeza que su lobo no podía estar mintiendo, porque sus ojos brillaban como siempre, si estuviera ocultando algo, Bill lo habría notado de inmediato, ambos se conocían como la palma de la mano y no había lugar para las mentiras entre ellos.
—Algo pasó hoy —El pelinegro bajó la mirada y Tom se tensó—. Fui a revisar a la chica, pero su padre la envenenó y ella murió.
—Oh… —El trenzado se levantó de la cama y abrazó al menor. Esos temas eran bastante comunes en esa época, pese a que el mundo parecía crecer, la honra perdida de una familia generalmente se limpiaba con un matrimonio obligado o con la muerte—. ¿Estás bien?
—No… —Bill quería contarle todo lo que ocurrió en el establo, quería decirle que ella había estado físicamente con un hombre lobo, que en un momento creyó que ese bebé era hijo de un lobo, pero recordó las palabras de Gustav, que sus ojos eran normales, que el niño era humano, así que guardó silencio.
—Bill, mírame hermoso —Lentamente el pelinegro levantó la cabeza y se encontró frente a frente con esos ojos que amaba—. Yo estoy aquí y siempre estaré. Te amo, Adam te ama, Amanda te ama como una madre. Todos los que estamos aquí te necesitamos —Besó su frente—. No te pongas triste por una muerte de la que no eres culpable.
Bill asintió e instintivamente buscó los labios de su lobo, en un beso casto, pero que contenía todo el apoyo que necesitaba.
—¿Qué pasará con el niño? —indagó el mayor, guiando a su pareja a la cama.
—El doctor Hans atendió un parto esta mañana, pero el hijo de ese matrimonio falleció. Fue el destino. Una pareja perdió a su hijo…
—Mientras que un hijo, perdió a su madre —Terminó el trenzado, besando otra vez la frente del menor.
—Al menos nosotros estamos juntos…
Bill apretó el abrazo y se hundió en el cuello del mayor, oliendo la piel limpia. Tom soltó un suspiro y juntó sus cuerpos usando las piernas, mostrando a su moreno, que su simple presencia, lo excitaba. Bill sonrió y buscó sus labios.
—Te amo, mi lobo salvaje.
—Y yo a ti, mi precioso Bill.
Se fundieron en un beso mucho más apasionado, mientras las manos de Tom tiraban los pantaloncillos blancos que usaban como ropa interior. Sus cuerpos reaccionaron de inmediato a las caricias y toques contrarios, elevando sus deseos y la temperatura de sus pieles.
En un súbito movimiento, Tom quedó sobre el pelinegro y sintió deseos de entrar en él de golpe, pero…
—Tomi…
El suave susurro de la voz del menor, lo detuvo. El trenzado se golpeó mentalmente, no volvería a dañar a Bill como lo hizo hacía meses. No podía lastimar a la persona que más amaba en la tierra, pero se preguntó qué le estaba pasando, porque esos impulsos invadían su cuerpo de esa forma, porque sentía que perdía el control. La respuesta vino tan pronto se formuló la pregunta, pronto habría luna llena, pero no podía permitir que esto lo cambiara y tampoco se alejaría de Bill como había hecho meses atrás. Aquella vez perdió la memoria, no se podría arriesgar a olvidar a Bill si se alejaba nuevamente, no podría dejar a su familia por la vida de un animal.
—¿Tomi? —llamó el pelinegro, viendo como se alejó en sus pensamientos-. ¿Estás bien?
—Sí, amor mío —respondió, tratando de sonreír—. Sólo tuve un déjà vu.
Bill apretó el ceño y olvidándose de su erección, abrazó a Tom, para que este, no viera la expresión de intranquilidad que tenía.
& Continuará &
¿Qué pasará con la relación de los chicos? ¿Podrá Bill vencer la duda que lo carcome? ¿Podrá Tom recuperar la memoria y aclarar las cosas con Bill? ¿Habrá sido real lo que dijo la doncella al momento de morir o sólo habrá sido su imaginación? Lo sabremos en el siguiente capítulo. Beshoshs