The devil Inside 7

Perfect Love 2: The devil Inside (By MizukyChan)

Capítulo 7

El pelinegro cabalgó lentamente, para no incomodar al pequeño bebé que sonreía desde el morralito de lana. Bill le daba miradas cada vez que podía y sus ojos brillaban con el niño. No podía evitar sentir debilidad por los infantes, sobre todo cuando eran así de indefensos. Era en esos momentos, cuando afloraba todo su espíritu solidario y sentía el deber de proteger a los inocentes.

—Estoy seguro que Adam te amará, Thomas —susurró, viendo a lo lejos los gigantescos árboles que adornaban la entrada de su mansión—. Ya casi llegamos.

Un par de metros más y Bill notó que había mucho movimiento en la entrada de la casona. Era la primera vez que llegaba tan temprano y veía a la compañía de mercaderes exhibiendo sus productos.

—Amo Bill —El más viejo de sus empleados, don Neme, había salido a recibirlo—. ¿Está usted bien? —preguntó al ver como el chico abrazaba el morral en su pecho—. ¿Está herido, amo?

—No, don Neme, sólo traigo un invitado —Sonrió al bajar del caballo y le enseñó el bebé al anciano.

—Válgame, amo. Que criatura más bonita. Es un machito muy despierto —comentó el anciano, notando como el bebé aferraba con su manita, uno de sus dedos.

—¿Amanda está? —indagó el joven.

—Está con los mercaderes —respondió el viejo, señalando con la mano a la mujer de la casa. Bill asintió y caminó hacia ella.

Al escuchar las risas de su hijo Adam, el pelinegro dio un rodeo a la casa y se dirigió en dirección del sonido. Su pequeño jugaba con otro niño, uno más bajito de piel oscura, pero no demasiado; pensó que seguramente, era el chico indio del que le había hablado el día anterior. Se quedó mirándolos con una sonrisa, mientras los infantes corrían tras una pelota de cuero.

—¡Pepe! —Escuchó un grito femenino y vio como una mujer caminó hasta él—. Lo siento señor, busco a Pepe —Saludó la mujer—. Pepe, ven acá —llamó la chica al niño que jugaba con Adam.

El ruido hizo que el bebé que cargaba el pelinegro, rompiera en llanto. Bill lo meció en sus manos y la mujer se acercó hasta él, un poco sorprendida del llanto del bebé.

—Lo siento, no quise despertarlo. ¿Puedo verlo? —Bill accedió y sacó del todo al niño, del morralito que lo contenía. La mujer sonrió y dijo—. Tiene hambre.

—Lo sé —Estuvo de acuerdo—. Le prepararé algo de comer.

—Es muy pequeño, debe tomar leche de su madre —aconsejó ella.

—Su madre murió —respondió Bill, sin dejar de mecer al bebé.

—Sonia tiene un bebé, ella puede darle leche materna —Ofreció la chica—. Lo siento —Bajó la cabeza—. No querrá que su hijo reciba leche de una india.

—No, no es eso —El pelinegro no quiso mostrar que la estaba discriminando—. Es sólo que acabo de hacerme cargo de él. No es mi hijo.

—Oh…

—¿Tu amiga, está por aquí?

—Sí —Ella sonrió y tomó su brazo, guiándolo para mostrarle el camino.

La chica habló en su lengua india a la otra mujer, llamada Sonia, y ella gustosa accedió a alimentar al pequeño Thomas, quien bebió ávidamente de su leche.

—Soy Bill Kaulitz —Se presentó a la primera mujer.

—Oh, que descuidada, soy IxChel, hija de la luna —contestó la mujer, cubriéndose la cabeza con una tela blanca.

Comenzaba a hacer calor y la chica cubrió su larga cabellera, recogida en una trenza, para protegerse del sol.

Bill la observó unos segundos, era una mujer guapa, diferente a las de esa región, seguramente porque su piel no lucía tan pálida como la del resto de las damas de Berlín.

—¿Quién es Pepe? ¿Es tu hijo? —preguntó señalando al pequeño de color, que seguía jugando con Adam, pero sólo a unos metros de distancia.

—Él, es el hijo de la gran luna, pero de cariño le llamamos Pepe. No es hijo mío, es mi sobrino. Es un pequeño muy especial. Estaba muy ansioso de venir este día.

—Debe ser, porque mi hijo Adam lo invitó a venir —confesó el pelinegro con una sonrisa.

—Tiene el cabello de su madre —comentó la chica, refiriéndose a los rizos rubios del pequeño, sumamente diferentes al negro azabache de Bill.

—Su madre murió cuando Adam era muy pequeño, por eso mi hermano y yo lo adoptamos, pero él es nuestro bebé, por eso me refiero a él como mi hijo —aclaró y la chica sonrió.

—A veces soy muy habladora, debería aprender a callarme —dijo ella, golpeándose levemente los labios, con los dedos. Bill rió.

—No te castigues. Yo soy igual.

Amanda llegó hasta Bill y sonrió al verlo hablar tan animadamente, la mujer mayor pensaba que los gemelos estaban muy solos y necesitaban más amigos.

—Amo Bill —llamó—. Ha llegado muy temprano.

—Amanda —La saludó—. Necesito hablarte de algo —Miró a IxChel y arrugó el ceño—. Debo retirarme.

—Esperaré a que el bebé deje de comer y lo llevaré a tu casa.

—Gracias señorita —Hizo una reverencia, como agradecimiento y se retiró con Amanda. Al llegar a la cocina tomó un gran respiro y dijo—. Creo que estoy en problemas Amanda.

—¿Por qué lo dice, amo?

—No me digas amo, ya sabes que eres como mi madre —regañó, pero movió una silla, para que la mujer se sentara junto a él.

—¿Qué ha pasado?

—Un matrimonio abandonó un niño, Amanda. Lo dejó en el hospital, porque según ellos el niño estaba maldito —La mujer hizo la señal de la cruz en el aire y besó su dedo al decir “amén”—. No podía dejarlo allí —Bajó la cabeza—. Y lo traje a casa.

—¿Dónde está?

—Se llama Thomas —comentó, al ver que la mujer no estaba molesta—. Comenzó a llorar y esa chica india, me dijo que una de sus amigas podía alimentarlo y ahora mismo está comiendo.

—¿Es un lactante? —indagó la mujer en forma incrédula.

—Sí, Amanda. Creo que con suerte tiene un mes de vida —Bill hizo un puchero.

—¿Cómo alguien puede abandonar a un bebé?

—No lo sé. Pero ahora tengo miedo de que Tomi se enoje conmigo.

—Su hermano adora a los niños, Bill. No se molestará.

—Pero no le pregunté nada, no lo decidimos juntos.

—Fue algo que tuvo que hacer rápidamente, Bill. Tom no se enojará.

Un golpeteo en la puerta les indicó que había alguien. Bill se levantó y fue a abrir. IxChel cargaba a Thomas en sus brazos y con una sonrisa, se lo entregó.

—Comió mucho —dijo tranquilamente.

—Gracias.

—Nuestra compañía se quedará cerca de la entrada del pueblo. Sonia dijo que podría llevar al niño para que se alimentara de ella —Ofreció la chica, aún cubierta por el pañuelo blanco.

—Muchas gracias señorita IxChel.

Con una reverencia, la mujer se alejó, llevando de la mano a su pequeño Pepe. Al verse sin su amigo, Adam regresó a la casa y vio a su padre con un bebé en brazos.

—¿Quién es él, papi Bibi? —preguntó curioso, sonriendo cuando el bebé abrió sus ojitos y lo miró con una sonrisa.

—Adam, este pequeño es Thomas.

—Es muy pequeño —dijo sonriendo—. ¡Que bonito!

&

Después de almorzar con su familia, Bill regresó al pueblo, pues debía dar algunas explicaciones a sus colegas y retomar su turno en el hospital. Pero antes de hacerlo, pasó por la herrería, donde su adorado Tom estaba apretando un gran fuelle para avivar el fuego.

El pelinegro no pudo evitar morderse el labio, pues ver los músculos de Tom, trabajando frente al calor, brillando por el sudor, era una imagen de cualquier película para caballeros mayores. Se pasó la lengua por los labios resecos y elevó la voz.

—¡Tomi! —El aludido soltó todo de inmediato y volteó a ver a su pelinegro.

—¡Bill! —Caminó hasta él y quiso abrazarlo fuertemente, pero se abstuvo y en cambio, le dio un ligero apretón en el brazo.

Desde una esquina de la herrería, John los miraba con una sonrisa divertida. Esos dos chicos eran tan evidentes, como una pareja de adolescentes enamorados.

—¡Hola Bill! —Saludó alzando una mano—. ¿Por qué no pasas, dentro? Aquí hace demasiado calor —Ofreció, sabiendo que los chicos estaban desesperados por sentir un abrazo del otro.

—Gracias, John.

Tom puso una mano en el hombro del menor y lo guió hasta el interior, donde lo atrapó entre sus brazos y devoró sus labios, gimiendo de gusto por tan agradable sorpresa.

—Mmm. Es bueno verte también —susurró el pelinegro, manteniendo los ojos cerrados y sintiendo la respiración del trenzado sobre su rostro. Cuando recibió otro beso, más simple sobre sus labios, se separó.

—¿Qué te trae por aquí? —preguntó mirando a Bill, pero sin apartar las manos de su cintura pequeña—. Aún es muy temprano.

—Lo sé. Ha pasado algo importante —susurró y bajó la mirada—, y no quería que llegaras a casa para enterarte.

—¿Es grave? —preguntó de inmediato el mayor, abrazando al pequeño contra su cuerpo.

—No… bueno, no lo sé.

—Calma, estoy aquí, no te preocupes —susurró el trenzado, al sentir que Bill temblaba ligeramente en su abrazo—. Sea lo que sea, lo solucionaremos juntos.

—Es un bebé —Soltó el menor y Tom abrió los ojos, apretando un poco el cuerpo de Bill. No podría ser que su adorado pelinegro le hubiera engañado y trajera un hijo ilegítimo a su familia, eso era imposible. Así que se relajó y preguntó.

—¿Un bebé?

—Esta mañana, un matrimonio llegó al hospital. El hombre estaba muy alterado e inventó una historia de que el niño estaba maldito, para abandonarlo allí —Bill se hundió en el cuello del mayor y con mucha cautela agregó—. Lo llevé a nuestra casa.

—Tienes un corazón de abuelita —comentó Tom sonriendo y soltando un suspiro de alivio, por lo que había pensado antes—. ¿Ya hablaste con Amanda?

—Lo hice. Adam está feliz, dice que es un bebé muy bonito —respondió Bill, mucho más tranquilo al ver que su acción no había causado estragos.

—¿Crees que los padres vuelvan para reclamarlo? —indagó el mayor, separándose un poco para verlo de frente—. No me gustaría que Adam o tú, se hicieran ilusiones y luego nos quitaran al bebé.

Bill estuvo tentado de decir “Aawww”, pero se abstuvo, pues no había meditado en esa situación y él ya, se estaba encariñando con la criatura.

—Hablaré con el doctor Hans, él atendió a la mujer que lo cuidaba.

—¿Qué lo cuidaba? —repitió—. ¿No era la madre? —Tom pareció preocuparse.

—La verdad —Bill desvió la mirada, no le gustaba evocar el recuerdo de aquella doncella muerta.

—¿Bill?

—Ese hijo, le pertenece a la chica Hallagan, la joven que fue asesinada por su padre.

—La que vivía en el establo —Terminó Tom, recordando aquella horrible noche. Bill asintió—. Pobre chiquilla, ahora que está muerta, nadie quiere velar por su hijo.

—Nosotros podríamos… —Bill se apresuró a contestar, pero bajó la voz al ver a Tom tan serio.

—Bill… —llamó y tomó sus manos, acariciándolas con sus pulgares sucios, tiznándolas de negro, por causa del carbón usado—. Habla con el doctor Hans, verifica los antecedentes de la familia y del bebé. Quizás todo esto, es obra del abuelo del niño. Si el señor Hallagan fue capaz de matar a su propia hija, nada le impide hacer lo mismo con el pequeño bastardo.

Bill asintió, pero de pronto un nudo en la garganta le impidió contestar. Tom lo notó y lo abrazó firmemente—. ¿Recuerdas que nuestros planes eran llevar a casa a la doncella y a ese niño? —El pelinegro asintió, sintiendo como sus ojos se anegaban—. Tal vez estaba destinado a ser así.

—¿No estás enojado? —La voz del menor tembló.

—Jamás me enojaría por algo como esto —Se separó y besó castamente sus labios—. Sólo quiero asegurarme que no vayas a sufrir por esto, cielo. Eres demasiado importante en mi vida, para que te atormentes por cosas que escapan de nuestras manos.

—Entiendo.

Con otro beso, el menor se despidió y cabalgó hasta el hospital.

&

Bill habló largamente con sus dos colegas, explicándoles la situación, contándoles la ridícula teoría del “niño perro” y de cómo se había llevado al bebé a su casa. Pidió sus opiniones sobre adoptar al bebé y hablaron de las posibilidades que existían para que el abuelo Hallagan les quitara al infante. Resolvieron que lo mejor y lo más sano, era que los Kaulitz cuidaran de Thomas, pero que preguntaran al sheriff Listing sobre los inconvenientes que su verdadera familia podría crear.

Con eso, el joven pelinegro guardó sus cosas y emprendió el regreso a casa.

El trenzado lo esperó en el camino, para que volvieran juntos y de esa forma, Bill pusiera a Tom, al corriente de la conversación con el médico. Cabalgaron lentamente, hablando del bebé, de lo que supondría en su familia, de las reacciones que podría tener Adam con respecto a él y también sobre Amanda, porque la mujer vería que hay un nuevo ser al que amar y cuidar dentro de la casa. Pensaron en la posibilidad de contratar a una doncella que ayudara a la más vieja con las labores de la casa y cientos de pequeños detalles que debían ser considerados para mantener el orden y la armonía de su hogar.

Cuando finalmente llegaron, las risas de Adam y Amada se dejaron oír hasta la entrada. Bill corrió hasta la cocina, mientras Tom guardaba a los caballos. El pelinegro sonrió al ver lo feliz que se veía su pequeño, cantando y haciendo palmas, para alegrar a Thomas, mientras Amanda, batía el biberón que le darían para cenar.

—Llegamos justo a tiempo —anunció Tom, abrazando la cintura de Bill.

—¡Papi Towi, papi Bibi! —Gritó Adam, corriendo a abrazarlos—. Mira, Thomas va a comer ahora —Levantó su manita y señaló la botella de leche—. La abuela hace la mejor leche, muy rica —comentó, porque él ya había tomado la suya.

—Ven acá, bebé —Bill se agachó para poder abrazar a su hijo, quien lo apretó con una sonrisa—. ¿Estás contento con Thomas, cielo?

—Thomas es muy divertido, hace burbujas con la boca —Sonrió.

—¿No te enojas porque Thomas está aquí? —preguntó su papá trenzado.

—No papi Towi. Él es muy pequeñito, la abuela Amanda ya me explicó que él necesita muchos más cuidados. Y porque yo soy más grande que él, debo ayudar a cuidarlo también.

—¿Y eso no te molesta? —Insistió el pelinegro—. ¿No vas a querer más tiempo para que se preocupen por ti?

—Ustedes me aman mucho y hay mucho amor en su corazón —Tocó el pecho del pelinegro—. Sé que podemos darle de ese amor a Thomas, porque su mamá se fue al cielo, como la mía —Alzó su cabecita y vio a sus dos padres—. Yo soy muy feliz con ustedes, y Thomas también lo será.

—Gracias amor —Bill lo envolvió en un abrazo y besó su cabecita—. ¿Desde cuándo mi pequeño Adam se volvió tan inteligente?

—Desde que me tomo toda la leche que me da la abuela Amanda —contestó riéndose, cosa que hizo reír a los tres adultos.

—Ustedes también deberían tomar de mi leche —Bromeó la mujer, cosa que hizo reír aún más a los Kaulitz.

—¿Quiere alimentar a Thomas, Bill? —indagó la mujer, ofreciéndole el biberón.

—Claro —Bill cogió al bebé en sus brazos, se sentó en una silla y recibió la botella.

Tom observó como su adorado pelinegro sonreía encantado, cuando el bebé comenzó a succionar. Agradeció al cielo por esta nueva oportunidad de ampliar su familia. Ellos biológicamente jamás tendrían hijos propios, porque ninguno de los dos se acostaría con una mujer, pero gracias a los azares del destino, dos pequeños bebés, habían llegado a alegrar sus vidas.

—Te amo Bibi —susurró el trenzado, sentándose al lado de Bill, rodeando sus hombros con un brazo—. Eres lo más maravilloso que tengo en la vida.

—Y yo te amo a ti, mi adorado Tom.

&

El resto de la tarde pasó muy rápido y la noche llegó. La llegada de este nuevo integrante de la familia, había aumentado los quehaceres. Así que después de asearse y ayudar a Amanda con los pañales del bebé, Bill volvió a tomarlo en sus brazos, para darle la última botella de leche del día.

Una vez más, Tom se sentó junto a su pelinegro y lo observó alimentar a Thomas. Bill soltó un sonoro bostezo y el mayor sonrió.

—¿Si quieres yo termino y tú te retiras a dormir?

—No, cielo. Ya sabes que me encanta alimentar a los bebés. Con Adam pasó lo mismo.

Tom sonrió, era cierto. El mayor se puso de pie y cogió una manta, para ponerla por sobre los hombros de Bill—. Se está poniendo fresco.

—Casi no hace frío cuando hay luna llena.

—Lo sé, pero hoy está refrescando mucho —comentó el mayor y aprovechó de acariciar los hombros de Bill, y se acercó para besar su mejilla.

—¿Cómo estás tú? Hablo de la luna.

—Mañana será el cenit, pero no me siento sofocado. Estoy perfectamente —comentó y besó tiernamente los labios del pelinegro, quien correspondió, pero se separó de golpe, al sentir algo extraño con la figura sobre su regazo.

—¿Qué está…?

—Oh Dios mío…

—Santo Dios…

& Continuará &

Escritora del fandom

1 Comment

  1. ¿Qué es lo que pasó? ¿Qué le ocurrió al bebé? ¿Por qué los Kaulitz se asustaron tanto? No se pueden perder la continuación.

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