Perfect Love 2: The devil Inside (By MizukyChan)
Capítulo 8
Bill sintió los labios de Tom sobre los suyos, e instintivamente cerró los ojos para disfrutar del beso, pero tan pronto comenzó a relajarse, algo extraño ocurrió con el bebé que estaba en su regazo.
—¿Qué está…?
—Oh Dios mío…
—Santo Dios…
Bill quiso saltar de la silla, pero la cosita que se movía sobre sus piernas, le recordó que si lo hacía, el pequeño caería directamente al suelo.
—¡Tom! —Casi gritó el pelinegro y rápidamente, el mayor cogió la forma en sus manos.
—Esto es imposible —Gruñó el trenzado, sintiendo como el animalito se retorcía en sus manos, buscando una forma más cómoda para estar y no, colgar en el aire.
—¡Era cierto!
—No es un perro, Bill —habló Tom, recordando la historia que Bill le relató sobre la supuesta maldición del niño perro.
—No Tom. No es un perro —Bill estaba completamente pálido—. Es un, es un lobo. Es tu hijo —Las últimas palabras salieron en un susurro apenas perceptible, pero fueron claramente escuchadas por el trenzado—. Es un lobo —Bill se levantó de la silla, sólo para volver a caer, pero esta vez, presa de la inconsciencia.
—¡Amanda! —Gritó el mayor, agachándose para ayudar a su amado, tratando de no soltar al cachorro en sus manos—. ¡Amanda!
Tom trató de poner una manta bajo la cabeza de Bill, cuando la mujer llegó a la cocina, asustada por los gritos de su amo.
—¡Oh, Dios mío! —Gritó la mujer, al ver al chico en el piso—. ¿Qué le ocurrió?
—Se desmayó. Ve con Don Neme y dile que cabalgue a casa de Gustav y luego con el doctor Hans, necesitamos que un médico lo vea.
—Sí señor —La mujer corrió hacia la puerta trasera a cumplir con su tarea.
Entre tanto Tom dejó al animalito envuelto en el piso y cogió a Bill en sus brazos, para llevarlo a un lugar donde pudiera descansar cómodamente. Él mismo se había impresionado al ver el cambio del bebé, pero las palabras de su novio eran lo que había calado hondo en su mente. “Es un lobo. Es tu hijo”.
¿Cómo era posible que Bill pensara que el cachorro era su hijo? ¿Y cómo estaba tan seguro de que era un lobo? Dando una mirada al mantita en el piso, simplemente emprendió el camino hacia sus aposentos.
Recostó al pelinegro en la suave cama y luego bajó corriendo, de regreso a la cocina, para tomar al supuesto lobezno y subir con él al cuarto. A pesar de lo bizarro de la situación, el animalito era sólo una cría y no podría dejarlo abandonado, sobre todo sin estar seguros de la verdadera naturaleza de la criatura. ¿Qué tal si volvía a ser un bebé humano? Podría sufrir de hipotermia en el piso de la mansión.
Cuando Tom llegó a la puerta de su habitación, una palabra apareció en su cabeza. “Metamorfo”. Había oído ese término hacía muchos años, cuando aún era un cautivo en la mazmorra de Jorg Kaulitz. Uno de los científicos locos que lo visitaba desde otras tierras, se había referido a Tom con ese nombre.
Bajó la mirada al pequeño animal envuelto en sus manos y achinó los ojos, eso no podía estar pasando, tenía que ser una broma, los hombres lobos se convertían, porque otro licántropo te contagiaba su veneno, pero nunca, jamás podrían nacer con esa maldición.
Un quejido proveniente desde el interior del cuarto, le obligó a sacudir la cabeza y enfocarse en lo que verdaderamente importaba, ayudar a Bill.
—¿Cielo? —murmuró, dando pasos lentos—. ¿Estás bien? —Miró por todo el rededor, buscando un lugar para dejar a la pequeña criatura y optó por un cómodo sofá. El sillón favorito de Bill.
Un nuevo gemido se oyó y luego el llanto amargo del pelinegro. Tom sintió que su corazón se rompía en pedazos, al oír a su amado sollozar tan apesadumbrado. Tras dejar al cachorro, corrió a la cama y abrazó el cuerpo del menor.
—¿Bill? —Al no tener más respuesta que el llanto constante, prosiguió—. ¿Te duele algo?
El pelinegro se negó a hablar con Tom, ni siquiera contestó su abrazo, simplemente lloró y lloró. Su cuerpo temblaba por sus constantes sollozos, pero no hizo nada para evitarlos, se sentía traicionado, herido y no tenía por qué ocultar su dolor. Todas las dudas que lo atormentaron hacía un tiempo, regresaban con mayor fuerza, sólo para refregarle en la cara la infidelidad de la que había sido víctima.
El tiempo que pasó fue una verdadera tortura para el trenzado, en todos los años que llevaba junto a Bill, éste jamás le había castigado con el silencio, por muy molesto que estuviera, nunca había dejado de hablarle, aunque fuera para reclamar. Pero esos interminables minutos en que estuvo abrazándolo, el menor no le había dicho una sola palabra, y eso era algo que no podía soportar.
—¿Dónde están? —Tom escuchó un grito amortiguado desde la primera planta y luego pasos presurosos hasta su habitación—. ¡Bill! —Casi gritó Gustav al entrar y notar el llanto, aún presente en el pelinegro—. ¿Qué ha pasado?
—Se desmayó —respondió el trenzado, alejándose para que el rubio procediera a revisar a su novio—. Sufrió una impresión y se desmayó.
Tom vio que Bill se acercaba al oído de su colega y le susurra algo. Arrugó el ceño, molesto porque su amado tuviera más confianza con Gustav que con él mismo, pero fue peor, cuando el rubio vocalizó la petición del menor.
—¿Puedes dejarnos un momento, Tom?
—No —contestó rotundamente—. Quiero saber qué está ocurriendo.
—Necesito revisarlo, Tom —Insistió el chico.
—No verás nada, que yo no haya visto antes —La terquedad en la voz de Tom, sólo enojó más al pelinegro, quien se limpió las lágrimas restantes de sus ojos y lo miró con furia, gritando.
—¡Que te largues, maldita sea!
Tom abrió los ojos grandemente, nunca en lo que llevaba de vida, le había dolido tanto una expresión. Porque cuando fue maltratado en el laboratorio de Jorg Kaulitz, esos insultos eran pan de cada día y aun así, pasaban por sus oídos como simples palabras. Pero ahora, la ira en el tono que empleó Bill, sumado a la furia de su mirada, lo hicieron retroceder un paso.
Salió antes de que el pelinegro viera las dos gruesas lágrimas que se anidaron en sus ojos, amenazando peligrosamente con caer. Bajó lentamente y caminó hasta el jardín de la entrada.
—¿Estás bien, Tom? —preguntó el doctor Hans, quien llegaba a la casa.
El aludido apenas alzó la cabeza y carraspeó, para evitar que su voz sonara quebrada. Don Neme ataba los caballos, mientras el médico caminaba hasta el trenzado.
—Llegó pronto —dijo, como si hubiera olvidado por qué estaban allí, en primer lugar.
—Tu sirviente me encontró cuando terminaba de hacer una ronda, por eso llegamos antes de lo esperado —explicó el viejo—. ¿Qué ha pasado con Bill?
—Gustav lo está revisando —respondió, bajando otra vez la cabeza.
—¿Qué ocurrió, Tom? —El anciano se sentó a su lado y palmeó su hombro. Pocas veces había visto así de mal al chico, y en cada una de esas ocasiones, fue por causa del pelinegro.
—Bill se desmayó.
—Eso ya lo sé. ¿Por qué sucedió?
—Él estaba en la cocina, alimentando a Thomas, el bebé que trajo del hospital —relató el trenzado—. De pronto, la criatura cambió y se convirtió en el cachorro de un animalito. Bill se asustó tanto, que se desmayó.
El hombre suspiró hondamente y ató cabos, pero antes de vocalizar alguna teoría, decidió seguir indagando—. Bill nos contó sobre este evento, dijo que los padres adoptivos de Thomas, habían dicho que el bebé estaba maldito, que se convertía en un perro. ¿Eso fue lo que vieron, Tom? ¿El bebé se volvió un perro?
—No lo sé —Tom sacudió la cabeza. Había visto al niño, pero no podía afirmar de qué especie era en realidad, pero Bill parecía muy seguro—. Él dijo que era un lobo.
—¿Conoces a los cachorros de lobo, Tom? —cuestionó el médico, siendo muy sutil con sus palabras. El joven negó con la cabeza—. ¿Y a los cachorros de perro? —Volvió a negar—. Creo que debemos analizar la situación antes de tomar decisiones drásticas —Palmeó el hombro del trenzado—. Muéstrame al pequeño.
Antes de entrar, Amanda miró a su amo con ojos suplicantes. Él la abrazó y acarició su espalda—. Bill está bien, Amanda. Los doctores lo revisarán. Ve a dormir por favor, no quiero que te vayas a resfriar, hace mucho frío esta noche —Se separó un poco y dio un beso en su frente. Esa mujer había sido como una madre para ambos, y seguramente se sentía muy angustiada por el pelinegro.
—Está bien, Tom. Pero si sucede algo malo, no dude en despertarme —Tom asintió y bajó la cabeza, entrando del todo a la casa.
Subieron las escaleras en silencio y al entrar al cuarto, notaron como Bill hablaba en susurros con Gustav, con el ceño arrugado y una expresión de tristeza. El doctor anciano carraspeó para llamar su atención. Los jóvenes llevaron la vista a la puerta y vieron a los recién llegados.
—¿Por qué estás aquí? —Gruñó el pelinegro, pero para evitar que Tom se sintiera ofendido o lastimado, el anciano sonrió y dijo.
—He venido a revisarte, Bill —El menor sintió que sus mejillas se calentaban, ni siquiera pensó que podría ofender al otro doctor, así que prefirió guardar silencio.
—Bill está bien —comentó Gustav a la brevedad—. Sólo sufrió un shock por la impresión, lo que le ocasionó un desmayo y una leve contusión en la nuca, pero no es nada grave.
—Creo que ahora, todos debemos centrarnos en lo que impresionó no sólo a los Kaulitz, sino también a los padres adoptivos de Thomas —El viejo giró del todo, para ver al trenzado—. ¿Dónde está la criatura, Tom?
—Oh —Tom despabiló y caminó hasta el sofá de su amado, sintiendo como el menor se enfurecía al ver dónde había dejado al bebé o, más bien, al cachorro—. Aquí está.
El pequeño animalito se había quedado dormido nuevamente y respiraba tranquilo en su nido de mantitas. Tom lo entregó al doctor Hans, quien lo recibió y lo puso en la cama, para que sus dos colegas pudieran verlo y lo analizaran, junto a él.
—Bien, soy médico y no veterinario —comenzó el anciano, para tratar de soltar el ambiente, pero nadie sonrió ante su broma—. Comenzaremos con el pelaje, si se dan cuenta, apenas está apareciendo algo de pelo, lo que nos muestra que es muy pequeño. Como bebé humano, Thomas, tiene casi un mes de vida.
—¿Es un perro? —preguntó Tom, sin contener la angustia que le estaba carcomiendo las entrañas. Bill apretó los puños bajo las sábanas de su cama, sintiendo cómo comenzaban a sudar.
—Insisto, no soy veterinario, pero el hocico de este cachorro es más alargado que el de un canino normal —explicó el médico.
—Es un lobo —afirmó Bill, sintiendo como una oleada de rabia lo volvía a inundar.
—No podremos saberlo aún. A menos que lo evalúe un especialista —Finalizó el anciano, pero antes de agregar algo más, Tom alzó la voz, sorprendiendo a todos.
—¡No! —Sus dientes apretados, tensaron su mandíbula—. ¿Cómo pueden siquiera pensar en eso? Si alguien más se entera de la capacidad de cambiar del bebé, lo convertirán en un espectáculo de circo.
—Pero no sabremos su verdadera naturaleza, hasta que se hagan los estudios —añadió Gustav, pensando en el bien de la ciencia.
—¡Al diablo con los estudios! A mí me tuvieron encerrado la mayor parte de mi vida, para realizar esos estúpidos estudios, torturándome cada día, cada cambio de luna, hasta que un milagro me sacó de esa prisión —Sus puños estaban apretados—. No permitiré que un ser inocente padezca lo que yo padecí.
Dando dos pasos al frente, cogió al pequeño en sus manos y lo volvió a cubrir con las mantas. Miró a todos y simplemente bajó a la cocina, si nadie quería hablarle, al menos se dedicaría a cuidar a Thomas, quien no tenía culpa alguna de lo que le estaba ocurriendo y de lo que había provocado en toda su familia.
Los tres colegas se quedaron en silencio, hasta que el pelinegro golpeó la cama y gruñó fuertemente—. ¡Lo sabía!
—¿Qué sabías? —El rubio volvió a poner la atención en su amigo—. ¿Qué Tom es un ser especial, una rara clase de héroe, que siempre vela por los más desprotegidos, aun a costa de lo que se piense de él? —Lo defendió, pero el menor no quería ver nada de eso, los celos lo estaban consumiendo y lo peor de su alma afloró.
—¡Ese idiota estuvo fingiendo todo este tiempo sobre su pérdida de la memoria!
—Bill… —Trató de intervenir el más viejo, pero fue ignorado.
—Todo fue un cuento, porque en realidad fue a aparearse con esa puta de los Hallagan —escupió las palabras, con todo el despecho de su alma—. Y ahora pretende traer a su “retoño” —dijo sarcásticamente— a convivir en nuestra casa, como si fuera uno más de nuestra familia.
—Bill…
—Pero está muy equivocado si piensa que le permitiremos vivir aquí con ese engendro.
—¡¿Quieres poner oído a lo que estás diciendo, Bill?! —Esta vez fue Gustav quien lo paró, molesto con las palabras que había escogido.
—¿Qué? ¿No quieres que mencione a la puta de los Hallagan? —contestó con la voz cargada de ironía y rabia.
—Dios Bill, así como hablas, te pareces a tu padre —Soltó el joven y se puso de pie, dándole la espalda a su amigo—. Nunca lo conocí, pero todo lo que tú me contaste y ahora lo que mencionó Tom… —Negó con la cabeza—. Debes calmarte hombre. Tú no eres así. Eres un hombre de ciencia, analiza los hechos, no te dejes dominar por los celos.
—¿Celos? ¡¿Celos?! —Bill también se puso de pie—. No son simples celos, Gus. ¡Me engañó! —Gritó tan fuerte, que el trenzado lo escuchó en la primera planta. Pero luego redujo el volumen de su voz—. Me engañó —Cayó desplomado a la cama y se hizo bolita, sus compañeros lo vieron y sintieron lástima por él—. Yo que le di todo de mí. Le di libertad, le di comodidades, le di una nueva vida, le di mi cuerpo, le di mi amor —Estalló otra vez en llanto y Gus se acercó para abrazarlo.
Después de consolar a Bill, los médicos se quedaron hasta que el chico cayó dormido, completamente exhausto por el llanto derramado. Al partir, se toparon con Tom, quien estaba sentado en el sofá, con el pequeño cubierto en sus brazos. Tenía los ojos rojos y los otros dos hombres, quisieron consolarlo también, pero dentro de sus corazones, no estaban seguro de lo que en realidad había ocurrido, no podían poner las manos al fuego por el trenzado, no sin antes descubrir si su amnesia, fue real o no. Prefirieron salir en silencio y no molestar.
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Con todo el escándalo de la noche, la mañana llegó con rapidez y Amanda corría de un lado a otro, preparando el desayuno para sus jóvenes amos. Llevó un biberón para que Tom lo diera a Thomas, quien tenía la frente arrugadita, sin duda demandando algo de comer. Y luego fue escaleras arriba a verificar la salud de su amo favorito.
—¿Amo, Bill? —llamó desde la puerta, no quería encontrarlo desnudo y avergonzarlo por ello. Pero al no recibir respuesta, abrió la puerta y asomó la cabeza. El joven estaba totalmente vestido, y cubierto por unas mantas, que fueron puestas sobre él, después de que cayeran en los brazos de Morfeo, seguramente el mismo Tom lo había hecho. Se preguntó si debía realmente despertarlo.
—Abuela —Escuchó la vocecita de su adorado Adam junto a ella—. Abuela —repitió el chico. La mujer volteó y le sonrió, poniendo un dedo sobre sus labios, en señal de silencio. El pequeño asintió y salieron del cuarto—. Abuela, papi Towi, dice que dejemos dormir a papi Bibi.
—Está bien, mi cielo.
Bajaron a la cocina, donde Tom sonreía al ver que el bebé, ahora en su forma humana, devoraba toda su leche.
—¿El joven Bill no irá a trabajar hoy? —indagó la mujer.
—No Amanda —respondió el trenzado arrugando el ceño—. Bibi está un poco cansado, anoche no durmió bien —Adam lo miró y arrugó el ceño—. Ven aquí hijo —llamó al mayor, quien se sentó a su lado en una silla—. Papi Bibi, puede estar un poco gruñón el día de hoy —Hizo una mueca, para hacer reír a su hijo—. Está un poco enfermo. No quiero que lo hagas enojar, y no quiero que te pongas triste si él dice algo feo.
—Papi Bibi no dice cosas feas —Lo defendió el niño.
—Lo sé, pero ahora está muy triste y enfermo.
Tom hizo una señal a Amanda, quien seguía la conversación atentamente y se dirigió a ella, en silencio—. Bill está molesto, no dejes que se vaya a desquitar ni con Adam, ni con Thomas —Tom arrugó el ceño, jamás en el escaso tiempo que habían vivido allí, había hecho una petición semejante. Pero el Bill de la noche anterior, era alguien a quien no conocía, le dolía un mundo pensar en eso, pero era cierto.
Muy a su pesar, dejó a los más pequeños y vulnerables de su familia en casa y se dirigió a su trabajo. Por lo menos tendría esas horas fuera para meditar bien las cosas y poder arreglar los daños con Bill. Pese a la frustración que sintió la noche anterior, no arrojaría por la borda todo lo que tenía con Bill, por un arranque de celos, ni por su estúpido orgullo. Lucharía por él, y si eso significaba humillarse ante el pelinegro, Dios sabe que lo haría.
& Continuará &
¿Creen que sea tan fácil para Bill poder perdonarlo? ¿Creen que Gus vuelva a sacar su lado científico y “venda” a Thomas por el bien de la ciencia? ¿Creen que este episodio ayude a Tom a recuperar la memoria de aquellos días perdidos? No se pierdan el siguiente capítulo. Beshoshs a todos.