“Travesuras en el Laboratorio” Fic Twc de MizukyChan
Capítulo 8: Más problemas
& Día dos &
—Um, um… —La voz nerviosa del papi Geo se escuchó balbucear fuera del baño—. Hemos preparado un lugar para descansar.
—¡Ya vamos, papi! —Gritó feliz el hijo ingenuo de la familia.
—¡Que no nos podamos bañar tranquilos, es el colmo! —Exclamó Brill irónicamente, ya que de seguro, todos en el laboratorio, que diablos, todos los vecinos, los habían escuchado gemir y follar a gusto.
—Vamos CereBrill, no te pongas así —dijo el castaño con la voz temblorosa por la vergüenza—. Debemos descansar para poder terminar el trabajo y ayudar a Robert.
—Robert… —La voz amortiguada de Tomi, sonó a punto de estallar en llanto.
—Tranquilo, Tomi —Georg escuchó los susurros de Brill—. Lo salvaremos y algún día comeremos helado de fresas con él.
—¿Lo prometes, CereBrill?
—Te lo prometo, Tomi.
Cuando los susurros terminaron, Georg se limpió una lágrima que amenazaba por escapar, mientras oía los chapoteos de agua, señal de que los gemelos dejaban el jacuzzi.
—Estamos listos —comentó el rubio menor al otro lado de la puerta.
—Ok. —El padre de los ex ratoncitos, movió la puerta, dejando que sus hijos salieran y luego la acomodó a un costado, para que no obstruyera el paso, pero que dejara un poco de privacidad para los que fueran a ocupar el baño—. Vamos arriba.
Los chicos lo siguieron por las escaleras hacia la planta superior y se sorprendieron al ver el lugar de vigilancia, convertido en un albergue provisional.
—Solíamos quedarnos aquí cuando comenzamos a trabajar en forma independiente —explicó Georg, al ver la cara de confusión de Brill—. Ahorrábamos en alquiler y todas nuestras ganancias las invertíamos en nuevos y mejores equipos.
—Ya veo —dijo Tomi, con una gran sonrisa.
—Fueron buenos tiempos, mucho antes de que ustedes llegaran.
—¿Qué es ese cuadro? —Tomi señaló un espacio cuadrado, con una gran rueda en frente.
—No es un cuadro, Tomi. Es una caja de seguridad —respondió su hermano menor y luego achinó la mirada y observó a su padre, con la mano en la barbilla, cual investigador—. ¿Qué hace una caja fuerte en un laboratorio?
—Cof, cof, cof —El castaño, no se puso rojo, sino “morado” por ahogarse.
—No lo asustes, CereBrill, no queremos que papi Geo se vaya a morir de vergüenza.
—Tienes razón, Tomi. Además, ya me hago una idea de que tenían allí —agregó Brill.
—¿Y qué crees que guardábamos allí? —indagó Georg, poniéndose un poco más firme.
—La “caja negra” concuerda a la perfección con sus dimensiones. —Brill puso una sonrisita de lado, logrando que el castaño enrojeciera todavía más.
—Iré a buscar a Gustav. Pueden dormir en el rincón, nosotros volveremos más tarde.
Y mordiéndose la lengua por haber sido descubierto por sus hijos, el humano se retiró.
&
Estaba llegando a la puerta del salón principal del laboratorio, cuando un grito le asustó. Corrió hasta la fuente del sonido y se sorprendió de ver al soberbio Kazimir, con los ojos llorosos y cara de terror.
—¡¿Qué demo…?! ¡Mierda… tienes cola! —Exclamó el castaño.
—Exactamente —dijo Gustav, arreglándose las gafas—. ¿Puedes decirnos qué pasó, Kazy?
—Tú me viste, Gus, estaba durmiendo cuando llegaste aquí.
—Sí, pero cuando te desperté de la pesadilla, ya tenías la cola —añadió el científico—. Necesito más detalles. ¿Te estuviste… tocando?
—Humano pervertido. —Espetó el pelinegro—. Apuesto a que me has vigilado todo este tiempo por las cámaras, me habrías visto si me hubiese masturbado.
Gustav rodó los ojos y alzó las manos, como rindiéndose. Y al notar que su amigo perdía la paciencia, el castaño intervino.
—No lo dice por molestarte, Kazy. Lo dice porque tenemos un precedente de lo que pudo haberte ocurrido.
—¿Cómo lo que pasó cuando CereBrill se volvió híbrido? —preguntó el moreno.
—Exacto —contestó el rubio.
—Pero aquella vez, fue mi culpa. Yo puse intencionalmente uno de mis pelitos en la máquina, cuando ellos se transformaron. —Abrió los ojos grandes, al darse cuenta que se había descubierto.
—¡Eres un maldito, Kazy! —Gruñó el padre de los ratones.
—Calma, Geo. —Pidió el rubio y encaró al ex gato—. Mira Kazy. Cuando mezclaste tu ADN con el de CereBrill, solo se presentó la reacción cuando CereBrill tuvo un orgasmo. —Una silenciosa “o” se dibujó en los labios del felino—. Entonces ¿Te tocaste? Porque dudo mucho que hubieras participado de la sección de sexo de los gemelos. —Un ligero tinte rosa, adornó las mejillas del científico, al pensar en los encuentros sexuales de los hermanos.
—Bueno… —El pelinegro achinó los ojos, porque en verdad sí había participado en un trío con los ratones, pero como explicar que lo había hecho en un sueño, sin que sonara demasiado patético—. Digamos que tuve un sueño húmedo.
—Eso lo explica todo —Terminó Georg, quitándole importancia al asunto—. Pero la gran pregunta es ¿qué hacemos ahora? Si Tomi te ve a TI con esa gran cola, le dará un paro cardiaco y lo perderemos.
En esos precisos momentos, el teléfono comenzó a sonar y Gustav cogió la llamada, asintiendo y arrugando el ceño, hasta que finalmente, colgó.
—Chicos, tenemos problemas. —Anunció con voz lúgubre.
Geo bajó la cabeza y negó con ella—. ¿Más problemas?
—¿De qué se trata? —cuestionó el gato, poniéndose de pie, haciendo sonrojar a Gustav, pues mostró toda su masculinidad, al estar desnudo.
—Era tu amigo, el doctor Jost. Dijo que se había contactado con algunos expertos en el área pulmonar y que mañana vendrán a darnos una mano. Dijo que quizás conozcamos a uno de ellos. —Al decir la última frase, arrugó el ceño, pues en general no conocían médicos, a no ser que fueran los doctores del mismo Robert.
Una vez más, unos ruidos llamaron la atención de todo el grupo, distrayéndolos de su conversación. Al intentar descubrir de qué se trataba, todos los presentes guardaron silencio y se enrojecieron.
¡Aaaahhh! —Era un gemido ronco de CereBrill.
—¡No otra vez! —Gruñó el castaño.
—¿Y qué esperabas? ¡Están solos! Es lo que ese par de ratones hacen, cuando están solos y con forma humana. —Kazimir se cruzó de brazos, en pose de diva.
—¿Por qué no apagas los malditos parlantes, Georg? —Reclamó Gustav—. No es la primera ocasión en que terminamos escuchando como follan tus hijos.
—Lo siento, ¿está bien? —El castaño se pasó la mano por la frente, sintiendo el agotamiento del día en todo su cuerpo—. Iré a apagarlo.
—¿Qué crees que harán cuando los interrumpas? —preguntó el rubio, levantándose las gafas.
Kazy arrugó el ceño y empuñó las manos, recordando el sueño que tuvo—. CereBrill te cortará la polla con un cuchillo carnicero que sacó de la “caja negra”.
Gustav tragó pesado—. Creí que el cuchillo ya no estaba. ¡Geo, me prometiste que sacarías esa cosa! —Lo regañó y le dio un golpe en un brazo.
El felino negó con la cabeza, porque… había sido un sueño, ¿o no?
—Tienen razón. Mejor concentrémonos en cómo disfrazarte para mañana —dijo, tomando una bata blanca y poniéndola sobre los hombros del felino.
El rubio se acercó a un computador y puso algo de música para poder camuflar los gemidos y jadeos de los gemelos.
Al verlo frente a la pantalla, Georg saltó gritando—. ¡Yes! Eres un genio, Gus.
—Por supuesto que soy un genio —dijo el científico, pero luego volvió a mirar a su amigo para preguntar—. ¿Y qué descubrí que soy tan genial?
—Compraremos ropa para los chicos, disfraces. De esa forma podemos disimular también la presencia de Tomi. —Explicó con una sonrisa.
El rubio arrugó el ceño, era cierto, debían evitar que Jost y los otros preguntaran por los gemelos y por el parecido de los tres animales en el laboratorio. Quizás lo más cuerdo habría sido volver a transformarlos a todos a su forma original, pero debían seguir trabajando y para ello necesitaban tanto a CereBrill como a Kazimir. Así que había que ahorrarse las molestias y comprar más disfraces, después de todo, nunca vendrían de más a la “caja negra”. Dibujó una pequeña sonrisa y tecleó unas palabras en la pantalla.
—¡Hey! —Gruñó Gus, viendo la página abierta—. ¿Por qué aparecen los datos en este formulario? ¿Estuviste comprando algo sin mi consentimiento? —cuestionó achinando los ojos, sabía que poner nervioso a su amigo era la mejor clave para obtener respuestas. Y al ver como movía temblorosamente las manos, supo que había conseguido su cometido—. ¿Y bien?
—Bue… bueno esto…
—Fue mi idea. —Intervino Kazy, terminando de ponerse la bata.
—¿Desde cuándo te manipula un gato? —Gustav preguntó, mirando directamente a su amigo y colega.
—Es que…
—Lo obligué.
—¿Puedes dejar de interrumpir? —Gruñó Gustav—. Georg es un adulto, puede explicarse por sí mismo.
—Yo… yo…
—¡Deja de balbucear y explícate! —Mandó el rubio.
Kazy se sentó en el borde de una mesa y cruzó las piernas, esperando, pero al ver que el castaño se quedaba mudo, volvió a hablar.
—Lo soborné.
—¿Qué? —Gustav no podía creer que lo que escuchaba.
—¿Viste que tu amiguito me trajo muy violentamente, después de nuestro pequeño “problemilla en el baño”? —El rubio asintió—. Georg se puso en plan de “mamá gallina” y me dijo un montón de cosas feas y también se las dio de psicólogo, diciéndome que debía usar las jodidas “palabras mágicas” que me metieron en este problema. —Mostró la cola que sobresalía por entre sus largas piernas, pero los otros dos humanos no entendieron como las palabras mágicas le había generado un orgasmo que le hicieran crecer la cola, así que el gato prosiguió—. Me enojé tanto con él, que lo amenacé a que me dejara en paz, si no quería que le contara a sus preciosos hijos que clase de guarradas hacen ustedes dos con la “caja negra” cuando tiene sus “días especiales”.
Gustav tensó la mandíbula y luego se puso a reír. Fue una risita burlesca al principio, que poco a poco fue volviéndose una gran carcajada. El castaño y el felino lo miraban como si hubiera enloquecido de repente.
—¿Gus, estás bien? —preguntó Geo al cabo de tres minutos de intensas risas.
Kazimir se acercó al científico con un vaso de agua, al verlo demasiado rojo por las carcajadas, que a veces lo dejaban sin aire.
—Toma, bebe esto.
—Es que jajaja, es tan jajaja, jodidamente ridículo, Georg. Jajajaja. —Más risas y lágrimas por las carcajadas—. ¿Cómo pudiste dejarte intimidar por algo tan tonto?
—Es que son mis hijos, Gus. No quiero que tengan una mala opinión sobre mí.
—¡Dios, Geo! Sí que eres ingenuo. Con razón te llevas tan bien con Tomi —dijo el rubio al haberse calmado.
—¿Por qué dices eso?
—Escucha. —Se acercó al monitor del pc y bajó el volumen de la música, dejando solo los gemidos y jadeos de los gemelos, que continuaban follando y al parecer estaban a punto de acabar, dada la velocidad e intensidad de los sonidos—. Esos son tus jodidos hijos, Geo. ¿Crees que son inocentes palomas? Son peores que nosotros.
—Creo que debo discrepar con esa afirmación —interrumpió el gato, dándoles un guiño cómplice a los G’s.
—Lo que quiero decir, Geo. Es que los ratoncitos, follan cada vez que pueden, no van a tener un trauma si saben que su padre también lo hace.
—Él tiene razón, Geo —agregó Kazy con una sonrisa, cosa que molestó al castaño.
—¿Y por qué entonces me usaste?
—Porque necesitaba ropa, al igual que los ratones.
—Entonces, ¿fue eso lo que compraron? —indagó el rubio, volviendo a cargar la página de compras en el pc.
—Sí, compramos algo de ropa y accesorios. Sólo lo esencial.
—Creo que debieron comenzar con eso, ¿no creen? —Alegó el rubio—. Centrémonos en lo de mañana, ¿sí? Muero de sueño y quiero que todo salga bien.
—Lo siento, Gus. —Se disculpó el castaño, pero su colega le tomó la mano y le dio un apretón cariñoso, ya todo estaba perdonado.
En un rincón olvidado de la sala, la hermosa lavanda observaba la escena con mucha atención. «Mañana será un gran día. Un día de locos, pero será grande» Con su típica sonrisa traviesa, maquinó sus travesuras para el día siguiente.
& Continuará &