«The Keepers»
Fic de MizukyChan
Aún si su horóscopo le hubiese advertido lo extraño que sería su día, de todos modos Gustav habría tomado esa ruta. Sin importar el terror que causaría a su madre horas después, al ser llamada del hospital, Gustav de todos modos, habría tomado la derecha, siguiendo aquella vieja camioneta roja, con marcas de abolladura en cada costado. Incluso estando plenamente consciente de la futura colisión, Gustav habría seguido al hombre de barba y cabello castaño, porque estaba seguro, completa y absolutamente seguro, que el hombre que iba con Tom era el ángel que salvó a su hermano.
Sin embargo, el destino tenía otros planes reservados para él, evitando ese encuentro celestial… por el momento.
El rubio exhaló ruidosamente, dando una mirada a su pierna cubierta de yeso, colgando de unas plataformas a ambos costados de su cama. Había despertado unos minutos atrás y el efecto de la anestesia se desvanecía poco a poco de su sistema, haciéndole consciente del creciente dolor en su extremidad inferior derecha. Volvió a exhalar, sin notar el pequeño gemido de dolor que se escapó de sus labios, junto con el oxígeno contaminado.
—¿Te duele mucho?
Gustav entrecerró los ojos, notando una pequeña figura borrosa a un costado de su cama.
—Mis gafas —susurró con voz rasposa.
—Oh, un segundo —dijo la voz infantil.
Gustav notó como el pequeño bajaba de la silla del costado y se movía hasta la mesita junto a su cabeza. El niño sujetó algo y se lo acercó con cuidado; reconociendo la forma de sus lentes, el rubio se los puso en los ojos y volvió a mirar a su visitante.
—Gracias —ofreció Gustav, con voz todavía ronca por la falta de uso.
—Tuviste un accidente —dijo el niño y parecía avergonzado, porque desviaba la mirada y apretaba con fuerzas un libro que tenía en las manos—. Lo siento mucho.
Pequeños destellos de memoria aparecieron en la mente de Gustav, el giro del volante hacia la derecha, entrar al camino de gravilla y un balón de colores frente a su coche, luego… dolor.
—¿Tú… estás bien? —preguntó el rubio, sonando de pronto alarmado. Si él había terminado así de mal, no quería ni pensar en haber golpeado a alguno de los niños que jugaba con aquel balón.
El niño agitó la cabeza rápidamente—. No, no te preocupes. Tú nos salvaste a todos.
—¿Todos?
—Se suponía que debía cuidar de mis hermanos, soy el mayor, ¿sabes? —Gustav lo miró, el chico no podía tener más de 10 años, era muy delgado y de piel muy pálida, pero se notaba el orgullo en su voz al referirse a sí mismo como el mayor—. Tengo doce, los cumplí ayer.
Gustav sonrió y, arrugando un poco el ceño, dijo—. Feliz cumpleaños.
Los ojos del niño brillaron y asintió—. Fue el mejor cumpleaños de todos. Me dieron esto —levantó el libro en sus manos—. “El niño cuervo”, es mi favorito de todos los libros de Los Guardianes.
La puerta de la habitación se abrió y una enfermera entró con una sonrisa—. Hey, Bibi, ¿podrías esperar un segundo afuera? Necesito hablar un momento con el señor Schaffer.
—No le digas así, a Gus no le gusta —respondió el niño con el ceño apretado, y en sólo un instante, una sonrisa volvió a iluminar sus facciones y agregó—. Pero está bien.
Caminando con gracia, el chico salió de la habitación, dejando a Gustav con una gran sonrisa en el rostro.
—No es necesario que me llames Gus, Gustav está bien —comentó, también sacando una sonrisa a la enfermera, quien procedió a monitorear las máquinas, anotando los resultados en la ficha médica.
—Gustav has sufrido un accidente.
—¿En serio? Ni lo noté.
—Has tenido mucha suerte —agregó la mujer—. Tu pierna quedó atrapada entre los metales del coche, pudiste perderla de haber permanecido más tiempo allí. —Gustav tragó pesado y sus cejas se apretaron—. Fuiste sometido a una cirugía para evitar la pérdida total de la movilidad, pero…
—¿Pero?
—No será suficiente.
Gustav respiró hondamente y asintió—. Comprendo.
—Ahora mismo se ha reunido una junta de médicos para evaluar la siguiente cirugía y acordar quién la realizará. Tu familia y la familia de Bibi están aguardando los resultados. Voy a subir el nivel de morfina, para que puedas dormir un poco más.
—Está bien, gracias.
Cuando la mujer estuvo a punto de llegar a la puerta, giró, mirando al rubio con una expresión nerviosa—. Fue un milagro, ¿sabes?
—¿Qué cosa? ¿Que girara el volante a tiempo para no matar a uno de los niños?
Ella agitó la mano, desestimando el sarcasmo y respondió—. Uno de los paramédicos que estuvo en tu rescate, dijo que los metales del auto se abrieron, cualquiera pudo haberte atravesado. Los cristales del parabrisas debieron haberte cortado —expresó cada vez más agitada—. Y sin embargo, estás aquí, sólo con una pierna lastimada, ni siquiera tuviste hemorragias internas o daño interno debido a la colisión. Nada. Es como si todo el choque hubiese sido manipulado para que recibieras el menor daño posible.
Gustav tenía los ojos muy abiertos y su mente voló a toda máquina a la razón por la que tomó ese camino en primer lugar: Tom… y el ángel.
—De ser una persona religiosa —continuó la mujer, al ver que el rubio no decía nada—, diría que tienes un…
—Ángel de la guarda —Gustav terminó la oración por ella.
—Debo regresar a mi trabajo —dijo volviendo a la puerta—. ¿Quieres que llame a Bibi, o prefieres que lo deje afuera para que descanses? —le dio un guiño—. Es un niño muy energético.
—Llámalo, por favor, me estaba contando sobre su nuevo libro —respondió el rubio con una sonrisa, sintiendo el efecto del calmante entrando en su sistema—. El sonido de su voz me hará dormir.
—Está bien, Gustav, si necesitas algo, sólo oprime el botón.
Sólo segundos después de que la enfermera dejara el cuarto, Bibi entró deslumbrando al rubio, con su alegre sonrisa.
—Ya se estaba tardando —se quejó el chico—, por un segundo creí que harían cosas de mayores —puso cara de asco, haciendo reír a Gustav—. Pero no pueden, ¿verdad? Porque esto es un hospital.
—No se puede —repitió el rubio, sin dejar de sonreír y, gracias a la morfina, mucho más aliviado de la constante punzada en su pierna.
—Ella es linda y todo, pero tú eres un hombre herido y debe cuidarte, no…
Esta vez, Gustav sí rió con ganas, contagiando al niño.
—¿Qué tal si me cuentas sobre tu libro? —sugirió Gustav, notando como sus párpados se cerraban lentamente—. Háblame del niño cuervo mientras descanso mis ojos un momento.
—Oh, verdad, debes descansar —contestó el niño, sentándose en la silla junto a la cama—. Te voy a leer el primer capítulo.
La voz del niño se mezcló con los sonidos de la naturaleza, Gustav inspiró hondamente y sintió como su pecho de llenaba con el aroma de la brisa marina, abrió los ojos y sonrió, mirando las bellas letras dispuestas en el frente de la construcción: “The Keepers”
—Te encontré —dijo en un susurro bajito, abriendo la puerta con un extraño tipo de ansiedad en el pecho.
El edificio era completamente opuesto a lo que Gustav había pensado meses atrás, si bien tenía un toque de misterio y una infraestructura que le hacía recordar las antiguas iglesias góticas, el interior no era más que una biblioteca, con una extremadamente grande cantidad de artículos extraños, dispuestos en vitrinas. Era como entrar a un museo, cuyas paredes estaban atiborradas de libros, arbitrariamente dispuestos, pues no parecía haber un orden alfabético en ellos, tampoco había orden por autor, tema o género. ¿Cómo podrían hallar un libro en específico? Gustav no tenía idea.
Decidió caminar por los alrededores, esperando que alguien apareciera y le pidiera los datos o que al menos preguntara qué buscaba, pero tras varios minutos de quedarse parado frente a un espejo, nada parecía suceder.
¿Por qué siento esta extraña conexión con el espejo?
Preguntó su mente sin encontrar respuesta lógica. No había nada ahí, nada salvo su reflejo. Estiró una mano para tocarlo, el Gustav al otro lado del cristal se movió con un movimiento idéntico al suyo, buscando tocar la punta de su índice. Estaba a punto de alcanzarlo, sólo un centímetro más y…
—Yo no haría eso si fuera tú —dijo una voz a su espalda.
Gustav tragó pesado y bajó la mano, avergonzado de ser descubierto en una acción tan infantil como jugar con tu reflejo del espejo.
—Lo siento —se disculpó, caminando hacia el alto hombre de cabello castaño, que lo miraba con unos intensos ojos verdes.
—No tienes por qué disculparte —respondió el castaño, caminado por el lugar, sintiendo a Gustav seguir sus pasos—, todas las personas que nos visitan se sienten fascinadas por nuestra colección. Es más, diría que cada visitante llega aquí porque alguna de las reliquias lo llama específicamente.
Gustav bufó una leve risa—. No lo creo. He llegado aquí por pura casualidad —dijo con todo ligero, casi chocando con la espalda del hombre, quien se detuvo abruptamente.
—No existe tal cosa como la casualidad —dijo con voz ronca—, sólo lo inevitable.
Gustav sintió como su garganta se movía, tragando con incomodidad. Él no era un hombre que se asustara con facilidad, era fuerte, astuto, podría defenderse de ser atacado, pero había tal poder emanando de aquel hombre, que no quiso tentar al destino y simplemente asintió.
El castaño volvió a girar y continuó su plática—. Nadie llega a “The Keepers” sin previa invitación.
—¿Invitación? —Gustav sintió que su corazón martilleaba en su pecho, él no tenía invitación, ni siquiera tenía un maldito libro. Nada.
—Claro —contestó el hombre, girando nuevamente, viendo a Gustav directo a los ojos—. Sin la invitación jamás nos habrías encontrado.
—Pero yo… no ten… —fue interrumpido por el índice del castaño.
—Un libro. Esa es la invitación, la carta de presentación, el rol que se acepta en la gran novela llamada “vida”.
Gustav parpadeó y sonrió. No lo tenía, pero lo recordaba como si fuera ayer. Las palabras de Bibi acariciando sus oídos, mientras aguardaba por su operación.
—”El niño cuervo”
Los labios del castaño se curvaron hacia un lado—. Ah —suspiró—. “The Raven Boy” es uno de mis favoritos. Es el favorito de la mayoría de los niños —giró nuevamente, renovando su caminata—. Sin embargo, ese libro no es tu invitación.
El rubio, arrugó el ceño y preguntó—. ¿Cómo lo sabes?
El castaño nuevamente giró, mirándolo a los ojos, congelándolo en el lugar—. Porque el espejo te ha llamado.
—¿Y qué significa eso?
—Significa que debes ver detrás de la máscara, Gustav —respondió el hombre—. Debes volver tras tus pasos y ver lo que se esconde tras el accidente que te trajo aquí.
Las palmas del rubio se cubrieron de sudor y su corazón no paraba de latir. Tenía taquicardia, se iba a desmayar.
—Recuerda, Gustav, el universo es demasiado perfecto para dejar cabos sueltos, se repara a sí mismo. No existe el azar, no existen las coincidencias. Regresa y busca la verdad… detrás de la máscara.
—¿Cómo sabes eso? ¿Cómo… cómo sabes mi nombre? —Parpadeó, pero ya no estaba en aquella extraña biblioteca, sino en la habitación del hospital.
—Porque está escrito en tu ficha médica, Gustav Schaffer —respondió el médico, dándole una suave sonrisa—. Supongo que aún no has despertado del todo.
Gustav apretó los párpados y se enfocó en el doctor que tenía al frente—. ¿Y bien, cómo ha salido todo? ¿Tendrán que volver a operarme?
El hombre ladeó un poco la cabeza y sonrió—. ¿Operarte? Para nada. Si los resultados no fueran tan evidentemente positivos, diría que te has dado un buen golpe en la cabeza, pero aparte de eso, ya puedes regresar a casa.
—¿Qué?
—Te desmayaste, pero no tienes nada aparte del golpe, que afortunadamente no es contusión, ni tec cerrado. Estás bien. Yo diría que el desmayo fue sólo por estrés —comentó, cerrando la ficha del rubio.
Gustav miró su pierna que estaba absolutamente bien y arrugó el ceño—. Entonces, ¿puedo irme?
—Claro —respondió el hombre, pero luego arrugó el ceño y preguntó—. A no ser que sientas algún otro malestar.
—No, no… yo sólo, estoy un poco confundido, es todo.
Sin esfuerzo alguno, Gustav se levantó de la camilla y caminó hasta la salida. Sintiéndose extrañamente observado, giró para ver quién lo miraba, pero todos los médicos y enfermeras de la sala de urgencias se movían afanosos en sus trabajos.
De pronto, sintió pasos veloces y giró de forma instintiva, para defenderse de una posible agresión, pero se encontró de frente con dos pequeños idénticos, de cabello claro, que le sonrieron, levantando un libro en sus manos.
—Señor —dijo uno de los niños.
—Dejó su libro —agregó el otro.
Gustav recibió el volumen y sonrió—. Gracias, niños.
Cuando llegó a la puerta, miró el libro con el ceño apretado. El joven de la portada parecía la versión adulta de “El niño cuervo”, pero el título decía “Maldición”. Cuando giró el volumen para leer el dorso, vio algo que le hizo abrir grandemente los ojos.
Otro ejemplar de la biblioteca de “Los Guardianes”.
—”The Keepers” —susurró y salió del lugar.
Cuando llegó a la intersección principal y se dispuso a tomar un taxi, algo más llamó su atención. Dio dos grandes zancadas hasta el kiosko de periódicos y pagó por uno. Cuando vio la fecha, confirmando sus sospechas, un fuerte sonido desvió su vista hasta la calle principal, donde Tom caminaba con un joven increíblemente parecido al chico de la portada del libro.
—El ángel —susurró.
Y sin pensarlo dos veces, gritó—. ¡Tom!
F I N
Bueno, es el fin de este especial de Gustav jijiji, se viene el encuentro con Tom, donde sabremos cómo lo pasó Tom en sus primeros meses con el demonio Bill.
Seguro que han quedado confundid@s con lo que pasó realmente con Gustav, ¿verdad? Creo que eso va a aclararse a medida que sigan leyendo el resto de las etapas de esta serie. Me alegro mucho de haber vuelto a postear algo de ella. Espero poder subir pronto la continuación, sólo quería que supieran qué son los Keepers (Guardianes) y qué cosa guardan y protegen, aunque ya quedó bastante claro, ¿no? ¿Alguna teoría?
Realmente fue algo confunso todo, pero me encanto y ya quiero leer nuevamente sobre Tom y Bill. Esta parte de Gustav me ha dejado muy intrigada.
Que tengas bonito domingo 😊
Supongo que la idea general de los Guardianes es un poco misteriosa, por eso tanta intriga, pero no te preocupes que todo se va a ir aclarando a medida que avance la serie.
Decidí dejar esta parte aislada, como one-shot, para que no se mezcle con los recuerdos que se mencionarán en la siguiente temporada, cuando Tom y Gustav se siente a hablar.
Muchas gracias por comentar. MUAK