Halloween

«Halloween»

Raro, asimétrico, desigual, extraño, desproporcionado, irregular, torcido, giboso, amorfo, DEFORME. Esa era la mejor palabra para definir a aquellos dos gemelos. Quinceañeros, hijos de una relación incestuosa, Bill y Tom mantenían su propia relación a vista y paciencia de toda su familia, unos seres con las mismas deformidades en sus cuerpos.

Aquel día ambos sonreían, emocionados pues su gran día se acercaba, el único día del año en que podían mezclarse con la multitud sin ser terriblemente discriminados por su grotesca apariencia. Cogidos de la mano, se alejaron de su hogar oculto en el hueco de una montaña, para encaminarse al festival de Halloween, que se celebraría en la ciudad.

Caminaron por horas, sonriéndose bobamente el uno al otro, aprovechando cada segundo para disfrutar de la compañía del otro y robarse besos cada vez que se detenían a descansar.

¿Queda mucho, Tomi? —preguntó el de cabellos azabaches, revueltos por el viento.

Sólo un poco más, pero primero debemos ir a la fuente mágica —le confirmó su hermano, sin soltar su inflamada y extraña mano.

Ambas criaturas se miraron conscientes de que pasar por la fuente mágica este año, era fundamental. Durante sus previos años habían sido advertidos de que algún día debían hacer ese viaje por sus aguas, esa sería la única forma de que pudieran conseguir una mujer para que diera a luz a sus hijos.

No quiero ir, Tomi —se quejó el pelinegro, deteniéndose de golpe y soltando la mano de su gemelo.

Billy… —suspiró—, no te pongas así… —le pidió con suavidad acariciando un pronunciado chichón bajo el ojo del moreno.

No quiero que ames a otra persona —susurró el moreno, al borde de las lágrimas y tirándose de rodillas al suelo… sintiéndose derrotado.

¿De qué hablas? ¿Enamorarme? Yo jamás amaré a nadie más que a ti —le aclaró el chico de cabello rubio enredado. Se puso a la altura de su hermano y lo abrazó con ternura.

Cuando la perra gima para ti, la amarás más que a mí, lo sé —gimoteó el chico, abrazando el cuello de Tom, temeroso de compartir por primera vez a su adorado hermano.

Eso no pasará, ella sólo será para los hijos, ya lo sabes —el pelinegro lo miró con los ojos anegados, casi suplicando que esas palabras fueran reales. Y aunque confiaba ciegamente en su Tomi, esta sería la primera vez en que estarían con otra persona. Tenía suficiente temor como para llegar a… dudar.

Además, necesitaban hijos. Era verdad, su abuela había muerto, su madre estaba ya muy vieja y su única hermana mujer murió al dar a luz a los hijos de sus otros hermanos Georg y Gustav. Ya no había más mujeres disponibles para poder fecundar, y su familia no podía desaparecer sólo por eso.

¿Por qué nosotros, Tomi? ¿Por qué no vinieron Georg y Gus? Ellos son más fuertes —se quejó el pequeño, en su mente lo único que se repetía era que no quería compartir a su gemelo.

Ellos ya tienen hijos, Billy, ahora es nuestro turno —explicó el mayor con seriedad, dando el tema por zanjado y, poniéndose de pie, siguió su camino.

El pelinegro al verle se paró rápidamente y corrió hasta darle alcance.

Caminaron en silencio el resto del camino hasta que llegaron al pie de la montaña. El rubio se detuvo y miró al pelinegro, lo abrazó con posesión y le besó deseoso, siendo inmediatamente correspondido.

Ha llegado la hora, mi amor —el pequeño asintió y fuertemente cogidos de las manos entraron a una oscura cueva.

Sus ojos habituados a la oscuridad por vivir en cavernas, se acostumbraron en seguida y caminaron hacia el fondo de la cueva, donde se oía un ruido de aguas correr. Al llegar, se percataron de que un pequeño agujero en la roca, permitía que unos rayos de luz penetraran la densa penumbra y mostrara lo hermoso del manantial. Las aguas lucían cristalinas y apetecibles. Los chicos deslumbrados, se arrodillaron y bebieron para saciar su sed.

Está deliciosa —dijo feliz el pelinegro.

Hagámoslo, Bill —ordenó el mayor y procedió a quitarse la ropa. El menor le imitó y, al quedar ambos desnudos, tomados de las manos, entraron al manantial y se bañaron en las inmaculadas aguas.

El manantial mágico, había sido descubierto por sus ancestros, muchos años antes de ellos, y el conocimiento de su existencia se había transmitido de generación en generación por una tradición oral que guardaban celosamente. La abuela les contaba a los gemelos que por sus relaciones amorosas entre miembros de su propia familia, había comenzado una especie de degeneración corporal, produciéndose malformaciones físicas y algunos trastornos psicológicos, sin embargo ellos no podían dejar de amarse y por lo tanto se habían ocultado en lo alto de las montañas, donde podrían vivir su amor intensamente, sin miedo a ser juzgados por ello, ni rechazados por su horrible apariencia.

Sin embargo, esta existencia aislada les traía algunos inconvenientes, el principal era la procreación. Generalmente las mujeres de la familia engendraban a los hijos de todos, pero al dar a luz sin médicos ni hospitales, muchas veces ellas fallecían en plena labor de parto. Si nacían mujercitas, ellas procedían a ocupar el lugar de la anterior, pero si en su lugar llegaba otro varón, debían buscar a alguna hembra para seguir la continuación del clan.

Y es aquí donde aparece la existencia del manantial mágico. El abuelo contaba que cuando los hombres se hallaban desesperados, salieron a cazar un día en que el mundo los aceptaba sin tapujos: el día de Halloween. Sin embargo, comprendían que sería imposible huir del pueblo con una mujer, sin que ella hiciera escándalo y fueran descubiertos. Mientras descendían de la montaña, decidieron ocultarse en una cueva, allí descubrieron las aguas cristalinas del manantial y entraron a beber de él, pero al salir, se maravillaron al ver que sus cuerpos deformes habían cambiado a uno completamente nuevo, eran… hermosos. Confiados en esta nueva apariencia se encaminaron a la ciudad y su asombro aumentó aun más, al ver que las mujeres gustosas accedían a estar con ellos, incluso abandonando sus hogares por ir a criar a sus hijos.

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Bill salió del agua, erguido, alto, delgado, con el cabello liso, y el rostro terso, inmaculado y los ojos achocolatados. Su gemelo salió con su cabello en largas rastas rubias, musculoso y orgulloso. Se miraron con ojos idénticos.

Estás hermoso, Tomi —le dijo sonriente el pelinegro.

Me gustas en todas tus formas, amor mío, esta es sólo una cáscara, yo veo más allá… veo lo que está aquí —respondió el “ahora” rastudo, tocando su pecho. Bill no pudo evitar la emoción y le abrazó fuertemente.

Prométeme Tomi, que no te enamorarás de la mujer que llevemos —pidió casi suplicante, expresando nuevamente su temor inicial.

Ya te lo he dicho, hermanito, jamás podría amar a nadie que no seas tú, te he amado desde que estábamos en el vientre de mamá, ¿qué más puedes pedir? —dijo sonriendo de lado.

Se vistieron con sus ropas raídas y retomaron el camino a la ciudad. Ellos habían visitado el lugar en años anteriores, siempre se escapaban en Halloween para colectar dulces, siendo alabados por sus espectaculares “disfraces”, que lucían en forma tan “natural”. Sin embargo, ahora estaban aquí por una misión. Se dirigieron al lugar más concurrido y a la vez más indicado para ejercer sus planes: el cementerio. Allí se toparon con toda clase de personas, hasta que en lo más oculto del lugar, encontraron un grupo practicando magia negra, o al menos eso creían ellos.

Se hicieron una seña con la mirada y se acercaron en silencio, tomaron posición en torno a ellos y los dejaron continuar. Cuando el ritual exigía el sacrificio de un animal, Tom se puso de pie y tomó el cuchillo, los dos hombres presentes le miraron expectantes y sin dudarlo, el rastudo les dio una puñalada en el cuello a ambos. Las dos chicas presentes miraron a Tom y luego a Bill completamente hechizadas por su apariencia de criaturas sobrenaturales, completamente hermosos y deseables… les sonrieron embobadas.

Bill se acercó a la morena y tocó su vientre, negando con su cabeza, entonces Tom repitió la acción anterior… asesinándola. Luego el pelinegro tocó a la rubia y asintió.

Ella está ovulando, está fértil —dijo tomándola de la mano— ¿Quieres ser la madre de nuestros hijos? —le preguntó, mostrando la más dulce y angelical de las sonrisas.

Sí, seré feliz de llevar a sus hijos —respondió de igual manera. Los gemelos se miraron complacidos y luego Tom comentó.

¿Qué te parece si llevamos algo de comida a casa, Billy? —preguntó mirando los cuerpos inertes, no podían desperdiciar semejante festín.

Será delicioso —contestó el pelinegro saboreándose los labios.

Entonces el rubio, empuñando nuevamente el filoso cuchillo, comenzó a desmembrar los cuerpos tirados en el suelo, escogiendo lo mejor de sus carnes, quitando las zonas nerviosas, de manera experta, tal como un buen carnicero haría. Bill lo miraba con admiración y de vez en cuando guiñaba el ojo a la chica que les sonreía bobamente, completamente hechizada.

Tras terminar la macabra tarea, los chicos tomaron la carne en sus brazos, incluida la chica, que insistió en ayudar, y emprendieron el camino de regreso. Aún de noche y ya cansados, decidieron tomar un pequeño descanso, ocultos en los bordes de la montaña.

Bill no pudo resistir más la belleza del nuevo cuerpo de su hermano y se abalanzó sobre él besándolo apasionadamente. La chica los miraba sorprendida y excitada.

Quiero amarte, Tomi —susurró contra su boca el pelinegro.

Te haré mío, pequeño —le respondió completamente cegado por el placer—. Tú, linda… quítate la ropa —le mandó, y la chica obediente y deseosa, no se hizo de rogar.

El rubio besaba hambriento la boca de su gemelo y este respondía con la misma intensidad. Con suma rapidez se desvistieron de sus andrajosas prendas y quedaron expuestas sus pálidas pieles a la luz de la luna. Tom tocaba todo lo que podía del cuerpo del moreno, excitándolo aun más. Ubicándose entre sus piernas, de una fuerte estocada entró en él, sacándole un gemido ahogado.

Toooommmmiiii —gimió con fuerza el pequeño y comenzó a moverse al ritmo que marcaba su hermano sobre su cuerpo. Meciéndose con rudeza, sus labios emitían sólo sonidos placenteros, entre ellos no había espacio para la dulzura, cuando se trataba de la entrega física, a ambos les gustaba demostrar el poderío, a Tom poseyendo y a Bill recibiendo sin tapujos, mostrando en esa entrega lo que realmente eran: salvajes.

Cuando estaban a punto de alcanzar el orgasmo, Tom salió del cuerpo del pelinegro y se acercó a la mujer que babeaba ante la escena. La tiró al suelo y la penetró con brutalidad y dando dos estocadas, se derramó en su interior.

Ven amor —pidió el rubio a su hermano, acariciando su miembro, estimulándolo para que llegara al fin.

Ya Tomi… —gimió el menor y soltándose del agarre de su gemelo, entró también en el cuerpo de la mujer y depositó en ella su semilla.

La chica no entendía nada, pero estaba fascinada de que dos hombres tan guapos la poseyeran, y no se quejó en absoluto.

Me has despertado el apetito, amor —comentó con ternura el de rastas, abrazando a su pelinegro, lamiendo su mejilla, marcándolo.

¿Comamos algo antes de continuar? —sugirió el otro chico.

Sí, muero de hambre —acotó la mujer, terminando de vestirse.

Tom tomó una de las lonjas de carne que traía y con el mismo cuchillo cortó tres trozos y los entregó a sus acompañantes. La mujer miró la carne cruda en sus manos y como la sangre chorreaba por sus dedos.

Tom… esto está crudo —dijo ella al borde de las lágrimas.

Ahí están todas las vitaminas, niña —le habló Bill, quien ya no estaba molesto con su presencia. Y él mismo le mostró cómo hacerlo, dándole una tremenda mordida a su parte. Tom le imitó y comieron en silencio, ante la atenta mirada de la chica.

«Deben ser vampiros o algo así» Pensó la chica, incapaz de comprender como criaturas tan perfectas tenían ese comportamiento, que sin duda, no era humano.

Anda, niña, come un poco —le invitó el pelinegro. Ella al ver que ese hombre tan guapo le sonreía, acercó la carne a su boca y apenas rozándola, sacó un poco con sus dientes. El sabor metálico de la sangre inundó sus sentidos y corrió a vomitar detrás de un árbol. Los chicos rompieron a reír a carcajadas.

Tendrás que aprender a comer, niña, o te vas a morir de hambre —reía Tom mordiendo otro trozo sangrante.

&

Llegaron casi al amanecer a la cueva familiar y, al entrar, el olor a podredumbre alertó nuevamente a la mujer. Dos seres horribles aparecieron por entre las sombras y la mujer ahogó un grito de espanto.

Georg, Gus, vengan a ver a la chica —invitó el pelinegro feliz.

Vaya, no está nada mal —alabó el de cabellos castaños, si es que a eso se le puede llamar cabello.

Son… son… mu…mutantes —gritó la mujer tratando de escapar, pero cayendo al suelo miserablemente.

No niña, no son mutantes —habló Tom, casi regañándola—, son familia, ellos ahora serán tu familia.

¡Nooooooo! —gritó la mujer desesperada, con una mezcla de asco y horror en la cara. Bill se acercó con calma y la abrazó.

Calma, niña —la rubia le abrazó fuertemente, enterrando su rostro en el delicado y largo cuello del moreno. Tom arrugó el ceño, celoso—, no te harán daño, se ven diferentes a ti, pero somos todos familia, nadie te hará daño. ¿Está bien? —la chica asintió con los ojos llorosos.

&

¡Aaahhh! —se oyó el estridente grito de la mujer, quien nueve meses después, estaba a punto de dar a luz.

¡Vamos niña, puja con fuerzas! —le mandaba Simone, la madre de los gemelos. Firmemente ubicada entre sus piernas, esperando la llegada de los nuevos miembros de la familia.

Nuestros pequeños ya vienen —dijo Bill ansioso tras la puerta, completamente emocionado, su deforme rostro se veía aun más enrarecido al sonreír tan fervientemente.

Pero Billy, no te vayas a decepcionar si sólo viene un bebé —le respondió su hermano, mientras le acariciaba aquel chichón bajo el ojo que tanto le gustaba.

Estoy seguro que son dos, Tomi, como nosotros, son dos pequeñas almas gemelas —dijo robándole besos a su hermano.

Dentro, la chica estaba completamente inmovilizada, atada con fuertes cuerdas para que pudiera concentrarse solamente en parir a las pequeñas criaturas.

Después de que el efecto de las aguas mágicas del manantial desapareciera, la chica como era de esperar, trató de escapar varias veces, pero las condiciones de las montañas hacían difícil, casi imposible cualquier intento de fuga, sobre todo para alguien que no conocía el lugar. Y para cerciorarse de que no lo volvería a hacer, Tom le amputó un pie a la chica, de esa forma, se aseguraron de que no escaparía llevándose a sus retoños.

¡Aaahhh! —volvió a gritar adolorida y aterrada. Pero esta vez, un llanto acompañó al grito, un llanto de bebé.

Vamos niña, que aún queda otro —gruñó Simone.

¡Aaahhh! —gritó la rubia una vez más y el otro bebé hizo acto de presencia.

¡Billy tenía razón, son dos! —gritó Simone desde el interior y autorizó a los chicos a entrar. Ambos tomaron a los pequeños en sus extraños y deformes brazos.

Es una nenita, Tomi —dijo feliz el pelinegro, sonriendo al bultito absolutamente deforme y sangrante—. Se llamará Susy.

Yo tengo a un varoncito —agregó Tom, mientras sonreía al sostener a una criatura igual de amorfa en sus brazos—. Creo que se llamará Robert.

Te dije, Tomi, que serían almas gemelas.

Los odio… —gimió la chica en la cama, sorprendida al ver a todos aquellos seres extraños, hablando cariñosamente de aquellas criaturas monstruosas que se habían albergado en su vientre—. Los odio a todos. ¡Están locos! ¡Completamente desquiciados!

No te pongas así, niñita —le regañó Bill, acercándose a ella—. Tenemos planes con Tomi de tener más bebés —le ofreció una sonrisa perversa y los ojos de la niña se abrieron como plato, pánico fluyendo en todo su ser.

¡Nooooooo!

& FIN &

Pobre chiquilla, ¿no creen? Espero que les haya gustado la historia y si quieren hacerme feliz, pueden comentar. Beshoshs, les quiere su amiga Mizukychan.

Escritora del fandom

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